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Prólogo

Era un invierno frío - como cualquier otro en Rusia- en la casa de mi abuelo, ubicada en Veliky Novgorod, un pueblo milenario entre San Petersburgo y Moscú, el cual es de los más antiguos de Rusia.

Mi entrenador dijo que me daría libre unas semanas, dado que los entrenamientos han sido más duros últimamente, por tanto pensé que esta sería la mejor forma para relajarme y pasar tiempo con mi querido abuelo y sus deliciosos pirozhkis.

"Nunca me imaginé que esas semanas de vacaciones se convertirían en la más intrigantes y emocionantes de mi vida"

Nunca le he prestado atención a las historias de guerra que me contaba mi abuelo. No porque no lo quiera, sino porque siento que la violencia no es lo mío. Por suerte hay varios blogs dedicados a mis adorables felinos, por lo que las trágicas historias bélicas se me hacen irrelevantes y hasta hilarantes.

Puede que eso último me haya delatado, ya que al mismo tiempo que me relataba sobre cómo uno de sus compañeros perdía un ojo, apareció una imagen de un gato saltado como endemoniado a causa de un pepino.

(No pude contener la risa)

No supe en qué momento mis dedos quedaron tecleando el aire y mi celular estaba en manos ajenas.

-Oh Yurachtka- dijo llevándose la mano a la frente y moviendo la cabeza de un lado a otro en señal de que no le agradó para nada mi actitud- Cuándo entenderás que no solo te relato hazañas de guerra, sino que son más que eso, ¡son lecciones de vida!-

Nunca había visto de esa manera tales historias, quizás aún me falta madurar….nunca pensé que tanta sangre (inútilmente derramada) tuviera alguna lección –pensé, mientras miraba a mi abuelo con ojos de cachorro, o más bien, felino castigado suplicando perdón por sus travesuras.

-Bien…-suspiró- supongo que no eres tan maduro como pensé, pero ya crecerás. Bueno ya es mi hora de dormir- se levantó y se dirigió a su habitación

-Buenas noches abuelo- le respondí, cuando de pronto recordé que tenía algo que me pertenecía- ¡Espera! ¿Y mi celular? ¿No me lo regresaras?

-Tu abuelo ya está viejo y no entiende esas cosas, creo que se le olvidó de qué le estás hablando.

Odio cuando finge demencia para salirse con la suya, ¿cómo que no entiende de esas cosas?, si se la pasa posteando en twitter sobre sus nuevas creaciones de pirozhki. En fin esa era su forma de castigarme indirectamente.

A veces pienso que mi abuelo se equivoca de época al contarme las historias y que no fue un sargento de alto rango en la guerra de 1957 contra Japón, sino que un ninja del ejército enemigo.

Miré el reloj. Las 8 de la noche. ¿Ahora qué hago?, no tengo ningún otro medio para conectarme a internet.

Como mi estancia en su hogar siempre decantaba entre la sala y mi habitación (sin contar el baño y la cocina), ocasionalmente el cuarto del sargento retirado. Me decidí a explorar la casa, algo que siempre quise hacer desde pequeño, pero el miedo me frenaba. Anhelaba crecer y ser mayor para recorrer con tranquilidad la casona y enfrentarme a cuánto monstruo o fantasma se me atravesará, ya que suponía que estaría más preparado y mejor alimentado para la ocasión. Y así fue, al crecer fui perdiendo gradualmente el miedo y, junto con este, el interés de enfrentarme fantasmas y ser reconocido como un explorador famoso de lugares lúgubres y tenebrosos. ¿Qué irónica es la vida? Nos da lo que anhelamos cuando ya perdemos el interés en ello o cuando no lo podemos apreciar como antes.

Empecé por las habitaciones vacías. Nada interesante. Continué por la biblioteca, solo libros viejos de tipos que habían estirado la pata como hace 100 años.

Mi última opción era el sótano.

¡Ay el sótano!, un lugar oscuro, lleno de telarañas y con un piso de madera vieja casi podrida, pero ¿qué más se puede esperar de un lugar donde vienen a morir los recuerdos? Tenía ese olor tan característico a humedad combinado con un frío que calaba en los huesos. El polvo primaba más que los recuerdos. El único vestigio de luz provenía de una pequeña ventana, que se encontraba en la parte superior de la pared. No sé si era alguna señal, pero iluminaba justo un cerrojo de un antiguo baúl.

Su cubierta era de un terciopelo rojo con adornos en madera tallada, se veía hermoso y elegante, aun cuando una gruesa capa de polvo lo cubría.

Me acerqué directo al él. Ni siquiera medité como abrirlo, solo seguí avanzando, sentía que debía ver los secretos que escondía.

Puse mi mano en el cerrojo y la llave estaba puesta, no entendía como había pasado desapercibido todo este tiempo.

Abrí el baúl pensando en encontrar lo más grandes tesoros.

Eran solo papeles.

No era lo que esperaba. Hice una mueca de disgusto pero proseguí, ¿podría ser el mapa de un tesoro? Creo que ya era tarde, por eso mi mente dejó de pensar de manera racional.

Tomé algo, era un periódico: "Fin de la guerra, Victoria para nuestro ejército Ruso". Tenía fecha el 7 de Agosto de 1959. El titular en sí no me llamó mucho la atención, lo que si llamó mi atención fue una fotografía en donde salían varios soldados, uno al lado de otro, muy alegres. Exceptuando uno, era un joven alto, al parecer tenía el cabello y los ojos claros. Esos ojos…contenían una profunda mirada de tristeza que traspasaba el papel. Era como si suplicara piedad y la muerte al mismo tiempo.

Quise seguir leyendo para saber más acerca de ese soldado, sin embargo el tiempo había hecho su trabajo con el papel…ya no se podía leer nada más…

Yuri, ¿tú me quieres?

N-no sabría decírtelo con palabras…

Entonces, ¿me lo puedes demostrar?