Helado.

Eso es lo que Bridgette se le antojaba y así se lo hizo saber a su queridísimo esposo Félix.

"Quiero helado" Le pidió, mirándolo fijamente a los ojos.

En una situación normal. Félix acataría la orden de su esposa y a las tres de la mañana iría a buscar ese postre, pero no era necesario.

Lo supo, al notar esos brillosos ojos y esa sonrisa gatuna.

Bridgette no quería ese helado.

Lo quería a él.

Como se lo había dicho esa vez que estaba preparándose para salir de la cama y comprarlo; Sin previo aviso, ella lo abrazo por detrás, presionando sus pechos como su levemente abultada panza de unos tres meses en su espalda y le dijo que él, era el helado.

Frío y dulce. (Así es Félix)

"¡Y quiero comerlo!" Había añadido, comenzando a regar besos en su cuello y en su clavícula; para luego de darse vuelta Félix, ella pueda tumbarlo en la cama como sentarse a horcajadas sobre su pecho para empezar a comérselo -en sentido figurado- a besos.

Y así lo había hecho.

Sumamente hambrienta estaba, que sus manos ya estaban en los botones de su pijama desprendiéndoselos, mientras comenzaba a depositar besos en la piel –ahora- descubierta.

Como una chica que le gusta lo dulce. De nuevo el helado del que se refería, era él. Un exquisito postre que podía comérselo en cualquier parte de la casa y a cualquier hora del día.