Hola! No estaba muerta, ahora que acabó el semestre en la universidad, volví con la secuela de A Million Reasons, y a actualizar los otros fics que he tenido un poco abandonados.

Espero que les guste y que me dejen saber sus opiniones sobre la historia con un review.

Disclaimer. Ni el universo de Harry Potter ni los personajes me pertenecen, son toditos de JKRowling y yo sólo los tomo prestados un rato para nuestro entretenimiento.


"No sabemos cuándo nuestro nombre comenzó a existir, o cómo algún distante ancestro loa dquirió. No entendemos nuestro nombre para nada, no sabemos su historia, y aun así lo llevamos con exaltada fidelidad, nos fusionamos con él, nos gusta, estamos ridículamente orgullosos de él como si lo hubiésemos pensado nosotros mismos en un momento de brillante inspiración." ― Milan Kundera, Immortality.

El nombre.

Salazar siempre ha estado orgulloso de ser un Riddle, así como está orgulloso de ser un Slytherin. Desde que su hermana Elinor comenzó a ir a Hogwarts y fue seleccionada para la casa de las serpientes, el niño esperaba el día en que él también perteneciera al castillo. Que él, hijo de Tom y Ginevra Riddle, pertenecería también a esa Slytherin, era algo que tenía por seguro.

La herencia era algo importante, Salazar lo había aprendido muy bien.

Como un Riddle, también tenía grabadas en la memoria las palabras que su padre le había dicho cuando era más joven. "Como descendientes de Slytherin, necesitamos pensar en el legado que nuestra familia dejará a las siguientes generaciones."

La familia de su padre, los Gaunt, no habían hecho ese trabajo bien. Los otros, los Riddle, de quienes ellos heredaban el nombre, fueron sencillamente una familia de no magos que se había desentendido de sus responsabilidades. Su padre no habló más que esas pocas palabras sobre ellos, y cuando Salazar le había preguntado a su madre, ella respondió que aquella historia era mejor no mencionarla, pues causaba en su padre pensamientos amargos.

De todas formas Salazar entendía que por causa de esas personas que él nunca había conocido, su padre había dedicado años a ganarse el respeto de la comunidad mágica. ¿Y cómo podía ser de otra forma? Su padre, a pesar de ser tan joven, ya era Jefe de Casa y desde hace dos días, cuando el profesor Dumbledore tomó el cargo de director, el profesor Riddle era Director Adjunto del colegio. Muchos decían, incluso, que su padre sobrepasaba a Dumbledore en habilidades, pero Salazar no estaba a punto de meterse en las conversaciones al respecto que tenían sus compañeros.

La herencia era importante, pero también era importante el secreto. Nadie, su padre les había dicho varias veces a su hermana y a él, nadie podía saber que ellos eran descendientes de Slytherin. Su madre también parecía estar de acuerdo en que esto era particularmente importante. ¿Por qué? Salazar no lo sabía, pero sus padres siempre estaban en lo correcto.

– Hola, ¿tú como llegaste hasta aquí?- preguntó a la pequeña serpiente que encontró en los jardines. – Por tu apariencia, parece que tu hogar está muy lejos de aquí.

– Fue ese estúpido chico, me atrapó desprevenida y me trajo aquí sin mi consentimiento.

Salazar frunció el ceño, mientras seguía escuchando el relato de la serpiente sobre cómo logró escapar y tardaría probablemente meses en llegar a su hogar.

– Traer serpientes como mascota no está permitido. Ese chico debería ser castigado.

Era una pena que él no pudiera compartir sus habilidades con esos chicos para mostrarles los errores de su conducta.

– La próxima vez que intente algo así, espero que se encuentre con una hermana venenosa que le dé una lección. – Suspiró la serpiente – Bueno, niño, ha sido un placer, ahora debo irme.

– Igualmente. Que tengas un viaje seguro.

– ¡Salazar! – La voz de su hermana a sus espaldas lo hizo dar un salto. – ¿Qué crees que haces? – preguntó ella en un susurro, y se veía notablemente molesta.

– Nada, sólo estaba conversando…

– Conversando con una serpiente – dijo ella, todavía susurrando y arrastrándolo por la túnica, mientras miraba alrededor. – ¿Acaso papá y mamá no te han dicho que es una de las cosas que no podemos hacer aquí en el colegio? Alguien podría verte.

– Pero nadie está aquí. Relájate, El.

Ella suspiró.

– Es imposible. Por favor, ten más cuidado, nunca sabemos… Está bien, ahora ve a clases, se te hará tarde para la siguiente hora, y no creas que no te descontaré puntos.

– Bueno, ya voy. En serio necesitas relajarte.

La vio sacar su varita y entonces se alejó corriendo. El mocomurciélagos de Elinor Riddle era algo que nadie en Hogwarts quería enfrentar.

Definitivamente, su hermana era un ser sin corazón. ¿Y por qué siempre tenía que ser tan desconfiada?


Elinor suspiró, sin poder creer que tenía que soportar otra hora de esta clase. No, ella no tenía nada en contra de la profesora McGonagall, pero habiendo tenido a Dumbledore como profesor, no encontraba desafíos en esta clase.

Aun así, para mantener la reputación de su familia, ella solo podía escuchar y tomar notas atentamente.

No es que el anterior profesor hubiera sido santo de su devoción de ninguna forma. Elinor se había percatado, desde su primer año, que el profesor siempre la observaba con algo de sospecha, tal vez porque era hija de su padre. Si, aparentemente el profesor Dumbledore y el profesor Riddle se llevaban bien, pero Elinor había logrado escuchar suficientes conversaciones de sus padres a escondidas para saber que por algún motivo el Dumbledore guardaba cierto recelo hacia su padre.

Ella sabía, también, que era por causa del ahora director que ellos debían ser cuidadosos respecto a su conexión con Slytherin. Su hermano era demasiado inocente y joven como para percatarse de esas cosas, una razón más por la cual ella debía preocuparse.

En el colegio, cuidar a su hermano era su responsabilidad, dado a que el subdirector no podía mostrar ningún favoritismo hacia su familia mientras estuvieran en el castillo.

"Señorita Riddle?"

Ah, ya se había perdido en sus pensamientos. Elinor se irguió sobre su asiento.

"Si, profesora."

"¿Sería tan amable de darnos una demonstración?

Sólo tres años más. Luego, quizá, podría unirse al abuelo Sirius en el Departamento de Misterios y averiguar, por fin, qué es lo que los Inefables tanto hacían que no podían compartir un poco con ella.


Su esposo no ocultaba para nada la satisfacción de tener por fin a sus dos hijos quedándose en el colegio. Aunque ella lo calificara como un buen padre, lo cierto es que en ocasiones los celos de Tom hacia sus propios hijos rayaban en lo absurdo. Pero tener la casa para ellos dos era bueno, claro, y Ginny no podía negar que ella también aguardaba en cierta forma la privacidad que con dos hijos pequeños había sido difícil conseguir por años.

Por eso, sabía que Tom no estaría contento con el mensaje que le estaba enviando esa mañana, apenas horas después de que él se hubiera marchado al colegio. Ella no podía hacer otra cosa. ¿Darle la espalda a Eileen y a su pequeño hijo?

La joven fue una de las mejores estudiantes que Tom había tenido en su casa, pero la estima que éste había tenido por la chica se desvaneció cuando cometió el pecado imperdonable a ojos de Tom, destruyendo su carrera al atarse a un muggle. Bueno, en esas palabras lo había puesto él y en su momento, claro, Ginny lo consideró como una afirmación demasiado severa.

El desprecio de Tom por los muggles era algo que ella sabía que, a pesar de todos los cambios operados en ese hombre a lo largo de los años, no conseguiría cambiar. Para ella, que lo había conocido cuando aún eran adolescentes y él aspiraba a convertirse en Lord Voldemort y apoderarse del mundo, se podía contar como una batalla ganada que él no enseñara a Elinor y a Salazar a odiar a los muggles (aunque no perdiera ocasión para advertirles que entrometerse en la vida de estos sólo traería problemas para ambos lados).

A veces, ella le daba algo de razón a Tom en su postura de mantener sus vidas separadas de los muggles. Al menos cuando veía a Eileen Prince. Bueno, Eileen Snape.

Ginny también sabía, ahora, la razón por la cual su profesor de pociones era como era. ¿Cómo un niño podía crecer bien en semejante ambiente? A ella le había costado bastante mantener la calma para hacer que la mujer dejase de llorar delante de un pequeño y asustado Severus que intentaba consolar a su madre.

Definitivamente, no podía permitir que los dos volvieran a casa de ese hombre que la trataba de esa manera. Tom debía entenderlo. Y si no… bueno, debía entenderlo.

– Siéntete en tu casa, Eileen. Severus, si quieres, en la otra sala hay una caja de juguetes de Salazar, a él no le importará para nada compartirlos contigo.

– Gracias por todo, Ginny.

– No hay de qué. Ahora, debo ir a Ministerio un rato, hay unos reportes del último caso que debo entregar. Ya le hice saber a Tom que te quedarás con nosotros, así que no te preocupes por nada.

Y en verdad tenía que irse. De hecho, estaba atrasada y Alastor la mataría. Él era de ese tipo, obsesionado con el trabajo al punto de no tener piedad ni siquiera con su mejor amiga. Alguna vez Ginny pensó que él estaría menos loco sin todo el asunto de la guerra, pero aunque así fuera, seguía siendo un hombre extraño. Por algo seguía soltero.


Una vez en su oficina, Tom suspiró al leer la lechuza de Ginny.

Bueno, no había otra cosa que hacer en un caso así. Esa tonta chica Prince había echado a perder su vida desde el momento en que se casó con el muggle, y luego de años de vivir de esa forma horrible siempre acababa volviendo, al parecer incapaz de escapar.

Tal como su madre lo había hecho.

Al menos por el pequeño Severus, que todavía podía ser salvado, por supuesto que ellos sólo podían recibirla.

– ¿Alguna mala noticia? – el profesor Dumbledore preguntó en la puerta, que había abierto sin tocar.

Tom sonrió, sabiendo que era algo que el hombre hacía deliberadamente para provocar alguna reacción en él. Después de todo, era parte del juego que ambos jugaban desde hacía años.

– Problemas de familia, pero nada de lo cual usted deba preocuparse, profesor. Sobre todo ahora, que acaba de tomar su nuevo cargo, ya debe tener suficientes dolores de cabeza.

Albus Dumbledore desconfiaba de él, y la raíz de aquello era algo que los dos conocían bien, aunque ninguno dijera una palabra al respecto: en el fondo, los dos eran demasiado parecidos. Consecuentemente, Tom por supuesto desconfiaba del mago más viejo. Sí, Dumbledore era el bueno de la historia, el que al final había derrotado a Grindelwald años atrás, pero Tom sabía de lo que era capaz (en tanto que Dumbledore, ¿qué tenía aparte de sus sospechas eternas?)

– Tom, siempre tan considerado. Pero no te preocupes, esta transición no es más que cosas de papeleo, lo sabes. No te sobrecargues de trabajo, sobre todo ahora que el pequeño Salazar acaba de llegar al colegio. Es bueno que un niño tenga a su padre alrededor en esta etapa.

Tom se tensó ligeramente ante la mención de su hijo. Resultaba raro que Dumbledore hablara de aquello.

– Por suerte, como jefe de su casa, y con su hermana en Slytherin, no es algo de lo que usted deba preocuparse, profesor.

Dumbledore sonrió.

– Por supuesto, como olvidarlo. Por supuesto el pequeño Salazar es un Slytherin, tal como su padre.

A Tom no le estaba gustando lo que había detrás de los brillantes ojos de Dumbledore.

– ¿Qué puedo decir? Usted sabe que siempre he admirado a los fundadores de Hogwarts, y por supuesto más al de mi casa. Si no le molesta, profesor, podemos hablar de lo que lo ha traído hasta aquí en el camino. Tengo otra clase con los alumnos de séptimo año en veinte minutos.

Al salir, silenciosamente reforzó los encantamientos protectores de su oficina. Sólo por si acaso.