PRÓLOGO


Es el agua titilante del rocío de esa mañana lo que cae en el centro de su cabellera, resbalando por entre sus ojos y deslizándose en forma de pequeños ríos hacia la tierra en el suelo, sobre la que reposan sus rodillas. Ve a su padre frente a él, que le sonríe feliz, feliz pero un poco triste también, orgulloso, pero nostálgico.

Ha cumplido quince años y ya es hora. Su progenitor desciende la jícara lisa cuyo contenido ha vaciado sobre él. Da unos pasos hacia atrás y, cerrando los ojos, baja el rostro y murmura palabras inaudibles. Palabras que le acompañarán por el resto de su vida a pesar de que no las ha escuchado. Posteriormente, su padre vuelve a elevar el rostro, le ve un instante y luego se retira. El aire tiene un aroma fuerte a hierbas trituradas y al agua de la cascada que cae fresca y libre a poca distancia de ahí. Están en el centro del territorio de su madre, la alfa de la manada. Sus casas cónicas de colores les rodean, forradas en la piel de serpientes acuáticas gigantes que han sido cazadas en el río.

—Te entregamos al espíritu del agua, Katsuki —borbota la voz de su madre, firme y clara, detrás de él. El resto de los miembros de la manada le rodean y, tras las palabras de la alfa, hacen una reverencia, juntando las manos frente a sus rostros y bajando las cabezas. Después vuelven a enderezarse y es entonces otro miembro de la manada, esta vez el hijo mayor del otro omega, el que se aproxima. Lleva también una jícara entre las manos, pero ésta contiene un poco de tierra tostada en su interior en lugar de agua. El muchacho le echa la tierra sobre la cabeza, igual que hiciera su padre con el agua, y luego imita las acciones del omega, dando un paso hacia atrás, bajando el rostro y murmurando oraciones inaudibles—. Te entregamos al espíritu de la tierra, Katsuki —recita ahora su madre, cuando el muchacho se aleja, y nuevamente hay reverencias.

El proceso se repite, ahora con uno de los betas, quien se acerca e, inclinándose, le sopla suavemente sobre el cabello.

—Te entregamos al espíritu del viento, Katsuki —declara Mitsuki, la alfa y, finalmente, rodea ella a su hijo para detenerse frente a él. Lleva entre las manos una vela encendida. Extiende la mano derecha sobre la cabeza de su hijo y dibuja círculos con la vela en el aire, procediendo después a musitar sus propias oraciones mudas—. Y te entregamos al espíritu del fuego, Katsuki. Que los Cuatro Espíritus de la Naturaleza estén siempre a tu lado, que te protejan a ti y a los tuyos y jamás les dejen sufrir de escasez de alimentos, escasez de refugio o escasez de crías. Oficialmente te liberamos para la búsqueda de tu propia manada y nos despedimos de ti para siempre, a menos que los Espíritus planeen nuestro reencuentro. Vete con fuerza, joven alfa.

Si hubiese sido un beta, entonces su madre le habría deseado que se fuera con entereza. Si hubiese sido un omega, entonces el deseo habría sido que se fuera con serenidad.

Pero es verano. No es invierno, la época en la que se van los betas, ni primavera, aquella en la que se van los omegas.

Es verano.

Y él es un alfa.

La tierra le pica en la cabeza y el agua todavía humedece un poco su rostro. Su torso desnudo está repleto de los destellos de un cálido sol veraniego y la parte subterránea de su piel anhela a la grandeza del mundo.

Es hora.

Y, aunque no puede negar que hay cierta sensación intranquila ante el hecho de abandonar el hogar que ha conocido toda su vida, es mucho mayor su excitación ante lo que le espera ahí afuera.

Porque ahí afuera le espera su propia manada.

Una manada con betas resistentes y omegas saludables. Una manada sólo para él, una manada perfecta y elegida con el más sumo cuidado. Los betas liberados en invierno y los omegas liberados en primavera ya le esperan, y la piel se le llena de corrientes eléctricas cuando piensa en ellos y en su anticipación por irse, porque, si no se apresura, algún otro alfa podría ganarle a los mejores betas y omegas de su generación. Los mejores alfas son los que forman a su manada en su primer verano y Katsuki no piensa ser dejado atrás por nadie.

Así que, apenas el ritual se termina, se pone de pie y, echando una mirada amplia a todos los miembros de su ahora antigua manada, hace una suave señal con la cabeza y se da la vuelta para irse.

Es la última vez que los verá. Ya ha habido otra ocasión para las despedidas y las palabras de aliento. Ahora él debe irse, tal como dicta la tradición. Su bolsa de viaje ya está lista en las fronteras del territorio. Un mundo coloso le espera.

Katsuki viaja hasta los bordes del territorio de su madre a lo largo de aquel día y llega a su destino por la tarde. Toma la bolsa de viaje cuando los rayos de luz ocres se disparan reclinados sobre la tierra, cuando los árboles se ven dorados y las hojas amarillas. Cuando huele fuertemente a luces taciturnas y las sombras empiezan a hacerse espacios entre los recovecos del mundo.

Katsuki es un muchacho joven, bastante alto y de músculos definidos. Suele llevar el torso desnudo con excepción de una capa de viaje que su padre le ha confeccionado. Porta unas botas de brillante cuero negro y pantalones algo anchos tejidos con una de las fibras resistentes que se pueden conseguir dentro del territorio de Mitsuki. Le fascina sumergirse en aguas termales y comer frutas picantes, pero no le gusta el invierno ni tampoco la gente débil. Es muy apegado a las tradiciones de su región y, por lo tanto, desea una manada tradicional, igual a aquella en la que nació: Dos betas y dos omegas que se unan a él. Tiene la finalidad de elegir sólo compañeros fuertes, porque quiere una manada poderosa, como esa del famoso Yagi Toshinori, el alfa más fuerte de toda Antikythera en aquellas épocas. Katsuki pretende ser uno de los mejores alfas que se hayan visto. Y por eso está tan impaciente por finalmente separarse del territorio de su madre y hacerse con uno propio. Aunque albergue cierta nostalgia, mientras más pronto se vaya, mejor.

Camina un par de metros después de recoger su bolsa, pero entonces se detiene a apenas un paso de atravesar el borde oficial del territorio de su matriarca. Mira un momento hacia atrás por encima de su hombro. Todo lo que ve son árboles frondosos y tierra color chocolate, luz dorada que se infiltra ahí donde puede y una paz silenciosa que se le pega a las espaldas y se cuelga de él como una inesperada compañera.

Le ataca una ráfaga fugaz y veloz de inseguridad.

Abandonará su hogar.

Frunce el ceño. Después resopla y se da la vuelta. Da ese paso que lo separa de su hogar y luego da más pasos, dejándolo todo atrás.

Sin más miedo, se sumerge al nuevo mundo.

El mundo en el que esperan por él sus betas y sus omegas.


Notas: ¿Qué es esto? Hace un tiempo me encontré en las profundidades de AO3 buscando TodoIida y me encontré con este bizarro concepto de las "manadas" en el omegaverse. Al principio no sabía ni qué estaba ocurriendo o quién se había inventado estas cosas, pero finalmente me lograron convencer un poco y de pronto una historia entera se me armó en la cabeza. Así que esto es un Omegaverse con dinámica de manadas. Es decir, un Alfa con varios Betas y Omegas. Esto no necesariamente significa que habrán orgías salvajes o TodosxTodos xD pero, en teoría, los alfas de las manadas tienen acceso a todos sus betas y a todos sus omegas, if you know what I mean. Por supuesto que pueden tener sus favoritos. ¿Adivinen quién será el favorito de Katsuki?

Las parejas principales del fic son KatsuDeku y TodoIida. Eso quiere decir que me voy a enfocar en esos 4 personajes y espero que estén presentes en alrededor del 90% de las escenas del fic. O sea que si ustedes SÓLO quieren leer KatsuDeku y nada más, puede que esta no sea la historia para ustedes.

Probablemente habrá escenas subidas de tono en uno que otro momento, también sangre y escenas crudas. So, están advertidos.

Creo que eso es lo principal. Como siempre, ojalá que la historia les llegue a gustar, se agradecen comentarios, consejos, críticas y tomatazos *corazón*