Título: Renacer

Resumen: Gon se enfrasca en una nueva aventura. Sin Killua a su lado, y sin poder usar Nen, se había vuelto a una persona normal. Pero quizás ... no todo estaba perdido todavía.

Número de capítulos: 1 / ¿?

Finalizado: No.

N / A: Es mi primer fanfic de Hunter x Hunter y la verdad me siento bastante emocionado, tiene todas las vías para ser una historia larga, y posiblemente con un futuro en particular, espero les guste, y que la sigan y apoyen (? )

La historia se centrará luego en la finalización del anime, y al comienzo de la Saga del Continente Oscuro continuada en el manga, así que podría tener ligeros spoilers.

Disculpen si se me fue algún error ortográfico o mi narración es algo confuso, estoy buscando algo beta interesado en corregirme los capítulos antes de hacerme una publicación y que me diera sus opiniones, por si hay algo interesante para alguno 7w7.

¡Disfruten de la lectura! Nos vemos en la actualización OwO /.


ARCO DEL ESPECIALISTA

Capítulo 1

Fin X Regreso X Comienzo


Se sentía extraño.

Su cuerpo se hundía, la sensación de la compresión del agua sobre su cuerpo era latente, sin embargo; la necesidad de oxigeno era nula. Trataba de pensar cómo podría ser posible estar bajo del agua sin necesitar del mismo, mientras analizaba dónde se encontraba y por qué. Su alrededor estaba sumido tanto en oscuridad como en calma.

Una sensación de hormigueo se extendió por todo su cuerpo y fue en ese momento en que llevó su mirada hacia sus manos. Empezó a notar la falta de oxígeno cuando algo desde lo más profundo del océano, emergió apresando su pierna, envolviéndose por todo su cuerpo.

¿Qué demo-?

–Sí, estaba bien con que sea el final.

Voces comenzaron a resonar en su mente, mientras su visión se volvía borrosa y su cuerpo era hundido por aquella cosa que lo aprisionaba.

Entonces, nos quedaremos contigo para siempre.

Era en se punto del sueño donde Gon, siempre se despertaba.

Gon no era una persona que tuviera muchos pensamientos complicados dentro de su cabeza. Él tenía en claro sus emociones, lo que quería y como lo lograría. Si alguna vez no pudo dormir por estar dando vueltas sobre algo, sólo eran sobre planes futuros. Es por eso que cada vez que miraba hacia la ventana pensativo, Mito detenía un momento sus quehaceres, y lo observaba desde la distancia.

– ¿Pasó algo? – De vez en cuando, se paraba junto a él y observaba el mismo punto, intentando ver lo que los ojos acaramelados del pequeño podían, más los de ella no.

– Nada de lo que preocuparse, Mito-san. – Contestaba con una amplia sonrisa.

Por alguna razón la mujer mayor sólo podía sonreír descorazonada. Una vez, se agachó sobre el suelo y abrazó al pequeño que había visto crecer por tanto tiempo por la espalda, apoyando su cabeza sobre su hombro.

– ¿Sabes por qué mirar al cielo puede ser especial, Gon? – Soltaba, señalando hacia las nubes. –Porque puedes pensarlo como un pequeño lazo. Cada vez que miras al cielo y otra persona, sin importar su distancia o lugar, también lo hace, entonces están compartiendo un lazo fuerte que va más allá del tiempo y el espacio.

Era un cuento de niños; aquellos que le contaba su abuela en los días aburridos, sin un significado real aparente, pero a Mito le pareció apropiado decírselo en ese momento. Gon, mudo, permaneció con una mirada indescifrable sobre el azul intenso del día.

–Ya veo… – respondió serio, pero en su miraba, se notaba una paz que no había estado presente antes.

Mito sonrió.

Había pasado dos meses desde que Gon se había vuelto normal, su Nen había desparecido completamente, como si jamás hubiese existido. Tampoco podía sentir el aura de las personas, o de las cosas. Se preguntó cuándo fue que sucedió exactamente aquello, si fue luego de la pelea contra Pitou, o luego de haber sido curado. Por más que le daba vueltas no llegaba a ningún lado. Un día, cuando se despedía de Ging, simplemente se dio cuenta de que ya no podía sentir su presencia. Luego de eso, fue un pensamiento natural el volver a Isla Ballena, y sus piernas se movieron por si solas.

Lo normal… pensaba, haciendo un puchero. Al no sentir la presencia de Ging, su interés hacia él se apagó. Tampoco es como quisiera vivir en un constante esconderse y buscar; y, tampoco necesitaba un padre realmente, con Mito-san era suficiente.

Prendió su teléfono, mirando la lista de contactos y encontrando el nombre de Ging. Al final, simplemente lo había logrado; había encontrado a su padre y ahora podía contactar con él cuando quisiese. Aunque no se esperaba que un Cazador como lo era su padre tuviera un teléfono, menos que le diera su número con el cual podía ser rastreado tan simplemente. Pero sucedió.

Se sentó sobre el pasto sintiendo los rayos de luz y la tierra sobre su piel, cerró los ojos, inhaló, y relajó su cuerpo. Estuvo así como por dos minutos. Luego, exhaló soltando un gruñido y se tiró al suelo.

Nop. Imposible.

Nada de Nen.

– ¡A comer! – Mito-san gritó desde la cocina.

Bueno, no es para tanto. Se dijo, levantándose animadamente yendo dentro de la casa. No tenía nada en contra de los días de paz.


.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.


Las palabras en él fluían con naturalidad, cuando comenzaba a hablar y abrirse con los demás no había nadie que pudiese detenerlo. Gon expresaba sus sentimientos de una forma espontánea y honesta, que lograba dejar encantados a todos los que se acercaban a él, como si de una maldición se tratase.

Es por eso que cuando se encontraba en videollamada con Killua, lucía su sonrisa más brillante.

–Y luego, después de que consiguiera aquella muñeca para Alluka, apareció un hombre ¡Asiií de grande! – Killua también sonreía, usando sus manos para lograr expresar con más emociones todo lo que le había ocurrido, a su lado, Alluka reía.

– ¡Nii-san se asustó!

– ¿En serio? – Gon, también reía.

– ¡Claro que no! – las mejillas del peliblanco, se tornaron rosas. – Nunca me asustaría con un tipo tan débil. Debiste verlo Gon, ¡Solté mi Nen y salió corriendo!

Gon sonreía escuchando atentamente. Killua se veía feliz, y eso le emocionaba. Le alegraba que su mejor amigo pudiera tener una sonrisa tan amplia luego de todo lo que habían pasado; lo que Gon no sabía era que el Zoldyck tenía un sentimiento igual hacía él. Cada vez que el pelinegro reía, el corazón de Killua se llenaba de calma. Así deben ser las cosas.

Te prometo que pronto iré a visitarte, ¡Y verás que tan fuerte me he vuelto, Gon!

Los ojos azules de su mejor amigo brillaban por la promesa propuesta, llenos de energía y una sensación de confianza que estremeció a Gon. No hacía más de dos meses y medio de que se habían separado, pero Killua lo llamaba siempre que podía, y le escribía prácticamente todos los días.

– ¡No puedo esperar a verlo! – Sonrieron.

–Nos vemos.

Se despidieron, Gon nunca dejó de sonreír y saludaba con la mano a la pantalla, Alluka no paraba de saltar diciendo Bye, bye Gon-nii-san; Killua lo miró por última vez, y luego, la pantalla frente a él se volvió negra.

El pelinegro dejó caer su brazo, mirando la pantalla oscurecida.

Hace más de tres meses que sus caminos no se volvieron a cruzar, y aunque no quisiera pensar mucho en ello, en su día a día notaba la falta de la presencia de Killua; estaba acostumbrado a que el rostro del otro fuera lo primero que veía al despertar y lo último que veía al dormir. También se había acostumbrado a tener su presencia cerca de él mientras dormía, de tantas veces que habían compartido cama o espacio personal, para Gon ya resultaba natural; y aún no podía hacerse a la idea de que la falta de presencia el Zoldyck menor en su vida no fuera común. Cuando hacía los quehaceres, cuando salía a comprar, caminar o comía algo extremadamente delicioso; lo único que abarcaba su mente era "Cuando vea a Killua de nuevo…" "A Killua le gustaría" "Killua seguramente haría…". Quizás, el hecho de que no hubieran muchos niños de su edad en la Isla ayudaba a que no pudiera parar de pensar en su amigo.

Pero Gon estaba feliz por sobre todo. Cada vez que miraba al cielo se tranquilizaba pensando que Killua y él siempre estarían conectados si seguían observando el mismo panorama.

–Así que, ¿No le has dicho? – Mito preguntó un día mientras almorzaban.

– ¿Qué ya no puedo utilizar Nen? No, no se lo he dicho.

– ¿¡Eh!? ¿Por qué? ¿Killua-kun no es tu amigo?

–Claro que lo es – dijo seriamente, metiendo una cucharada de sopa en su boca con firmeza. – Pero, no tiene real importancia, ¿Verdad? Killua está muy ocupado pasando tiempo con Alluka, hacía tanto no se veía tan feliz. Y conociéndolo, armaría un escándalo innecesario.

Mito lo miró, analizando una por una las palabras que salían de la boca del pequeño. Suspiró y asintió, sintiendo descontento. Justo ahora, Gon sonaba como si no fuera tan importante como para meterse en el camino de Killua. Y eso, no la hizo feliz. Sonaba como si se menospreciara, eso no le agradaba para nada; pensó sobre ello, pero luego de un rato lo dejó en el olvido. Era imposible que Gon pensara de aquella manera.

Así no era su niño.

El almuerzo transcurrió sin ninguna otra anomalía, sólo se escuchaban risas salir de aquella casa.

Mientras Mito lavaba los platos, Gon solía salir al patio. Se sentaba con las piernas cruzadas, inhalaba y exhalaba, cerraba sus ojos, y dejaba que su energía fluyera. O al menos, pensaba que su energía estaría fluyendo. Podría ser una idiotez tratar de entrenar el Ten, porque ya estaba claro que no podía manipular su aura de ninguna forma, pero no perdía nada en intentarlo. Solía hacerlo un par de horas en la mañana, y otro tanto a la tarde, luego de haber almorzado. Su abuela solía sentarse en el pórtico a tomar unas tazas de té mientras observaba a su nieto practicar; sonreía pacientemente mientras con delicadeza, daba pequeños sorbos a su taza.

Cuando Mito lo observaba entrenar, sentía como si su corazón se estrujara. Estaba muy feliz de que su niño estuviera nuevamente en casa, pero algo le decía que ese no era el lugar donde él pertenecía, y la forma en que hablaba de haber encontrado a Ging, más que la alegría y sensación de autorrealización de una meta alcanzada, sonaba a una desilusión.

Ella no podría estar completamente feliz de tener a su niño en casa bajo esas condiciones. Pero Gon nunca denotó que no fuera realmente feliz de estar ahí, además, decidiese lo que decidiese, ella siempre lo apoyaría.

Fue entonces cuando pasó.

Una carta había llegado a la Isla, a la casa de los Freecs, en un día nublado. Se acercaba una tormenta. Mito, fue por el correo, dando con un inusual sobre negro ¿Qué es esto? Miró el reverso, encontrando sólo el nombre de Gon. Una extraña sensación la envolvió de pies a cabeza, mientras que una ráfaga de viento la golpeó, haciendo flamear su ropa. Dentro del hogar, sentada sobre la mesa con las manos cruzadas, se debatía realmente si debía darle ese sobre a Gon o no, había algo que no le gustaba viniendo de todo eso; estaba realmente preocupada.

Cuando escuchó pasos animados bajar corriendo la escalera, suspiró. Tampoco es como si pudiera ocultar algo de él; suspiró.

Cuando al día siguiente Gon se había alistado para embarcarse en un nuevo viaje, Mito no pudo hacer más que sonreírle, y desearle buna suerte. En algún lugar de su mente, ese pensamiento de que no debió mostrarle aquella carta, seguía latente.

Pero, Gon ya se había decidido. Y cuando él había decidido algo, muy pocas veces se podía detenerlo.

Lo vio subir al barco, y le despidió con la mejor de sus sonrisas.

Gon, había hecho lo mismo.


.-.-.-.-.-.-.-.-.-.


Esto no puede ser más que una broma. Pensó Gon, recostándose sobre la proa del barco y observando las gaviotas que revoloteaban de aquí para allá soltando sus graznidos.

Era imposible que Ging Freecs escribiera una carta. Más sobre todo porque tenía su número y podía llamarle fácilmente; además, de una carta se podía sacar demasiada información de su escritor. Sabiendo estas cosas era obvio que la carta no era más que una vil broma. Aunque no era de la persona de la cual provenía su preocupación, si no, del contenido de la misma.

Encuéntrame en la ciudad de la torre del cielo, en Padakoa. Si hay alguna forma de que vuelvas a usar Nen, allí se encuentra la primera pista.

No le había dicho a nadie más que a Ging, la abuela Abe y Mito-san que aparentemente se había vuelto una persona normal. Y entre más vueltas le daba a ello, menos sentido le encontraba. Quién podría haber sido… quizás, realmente, la carta sólo era de Ging.

Lo dudaba.

Suspiró, sacando su teléfono, y enviándole un mensaje a Killua.

Actualmente, el pequeño de los Zoldyck se encontraba explorando un continente casi deshabitado donde los medios de comunicación eran casi inexistentes; algo parecido a NGL, nada más, que este era tratado como una reserva natural de algo prestigio y riesgo, albergando especies de plantas y animales al borde de la extinción con la esperanza de evitar ese final. Aquél país pequeño país era llamado Kazul, y estaba cubierto por una cúpula que sellaba su paso aéreo, y rodeado de muros que impedían el paso de las personas por otro lugar que no fuera la frontera. Ese era el motivo de que fuera tan especial.

Aun sabiendo que Killua muy probablemente no leería ese mensaje hasta que saliera de ese país, lo escribió, y lo envió.

Lo siento, ha surgido algo así que tuve que comenzar un nuevo viaje, ¡Tu visita tendrá que esperar!

Un nuevo horizonte se abría frente a él.