—Si estuvieras aquí, tal vez, te abrazaría.

Eso fue lo que dijo justo antes de lanzarle aquel objeto esperando que la ilusión se desvaneciera. Grande fue su sorpresa, pero aún más grande su dicha cuando esto no pasó.

—¿Y bien?— dijo el hechicero luego de un rato—Un rey debe cumplir con su palabra, ¿No?

Oír aquello dibujo instantáneamente una sonrisa en su rostro; sabía que su hermano no era muy dado al contacto físico y que el pelinegro lo exigiera era un logro; una señal de que todo aún no estaba perdido.

En dos zancadas rompió el espacio entre ambos estrechandole entre sus brazos, lo apretó con fuerza y se permitió hundir la cabeza en la cuenca de su cuello. Aspirando su aroma dejó a sus toscas manos acariciar el elegante cuerpo, acercandose más a él y se dedicó a sentirlo con sus manos, con su corazón.

Con un suspiro le miró al rostro, su diestra aterrizó sobre la mejilla del azabache con una suavidad impropia en él y su pulgar se deslizó por la piel del contrario con tal delicadeza que parecía pensar que en cualquier momento iba a desaparecer.

Se unieron ambos ojos en un destello verde-azulado y se encontraron allí, mirándose sin decir nada y parecía inecesario hacerlo, las palabras no bastaban para contar lo que tenían que decirse. Aunque de todas formas el rubio se moría por expresarlo. Respiro hondo uniendo sus frentes y rompiendo poco a poco la leve distancia entre sus cuerpos. Busco las palabras correctas a pesar de que dudaba encontrarlas. Hablar jamás había sido su fuerte, era un hombre de acciones. Dejando que estas hablarán por él unió ambas respiraciones mientras sus manos descendían tímidamente por la espalda del ojiverde y se preguntaba que tan necesario era hablar, pues, temia que su torpeza destruyese la magia del momento. La sonrisa brillaba tanto en sus ojos como en sus labios y el poder distinguir esa alegría oculta en los ojos de Loki, no hacían más que multiplicar su dicha. Se acerco apenas unos milímetros; despacio pero decidido a robarle cada gota de aliento a esos finos labios, se acerco y entonces...

Entonces golpearon la puerta.

Un sobresalto y se separaron como imanes de igual polo repeliendose, alejándose uno del otro con la mayor rapidez posible. Un leve suspiro, una mirada cómplice y una sonrisa que parecían decir ya será más tarde; pues la voz denotaba urgencia y ambos tenían obligaciones.

Oh, si lo hubiera sabido, si tan solo lo hubiera sabido. Si alguien le hubiera dicho lo que pasaría. De haber sabido que ya nunca más lo estrecharia en sus brazos lo hubiera apretado con más fuerza y no le habría permitido marcharse. Al menos no así: no con las palabras atoradas en su garganta; no con las emociones desbordandose en su pecho, gritando por sus ojos todo aquello que nunca había dicho. De haber sabido que sería el último instante de paz que tendría a su lado se habría asegurado de besarle una última vez.