Disclaimer: Naruto y compañía pertenecen a Masashi Kishimoto.


5.

Cuando las olas están inundando la costa y yo no puedo encontrar el camino a casa, ahí es cuando yo te miro.

-When I Look At You.


Hinata estaba agotada. Llevaba casi una semana sin dormir lo suficiente. Se sentía mareada. Ni siquiera recordaba su última comida. Sin embargo, trató de recuperar la compostura al ver que una mujer se le acercaba sonriente.

—Traje un poco de ropa que mi hija no necesita —murmuró.

Ella asintió.

—Muchas gracias por su ayuda —tomó la bolsa con las prendas y se la extendió a algunos de los sirvientes que le estaban ayudando en la recolección.

Después de retorcerse en su miseria por dos días gracias a cierto chico que no quería recordar. Decidió que era suficiente. No podía seguir sintiendo pena de sí misma y ahogándose en una tristeza que simplemente no iba a desaparecer si no hacía algo al respecto.

Necesitaba recuperar las riendas de su vida. Por eso, después de recapacitar, decidió hacer algo por los demás. Algo por la gente a la que su primo protegió con su vida.

Como volver a las misiones no era una opción, debido a sus vacaciones no deseadas, necesitaba invertir su tiempo en otra cosa. Tuvo distintas ideas, algunas más acertadas que otras, hasta que finalmente se le ocurrió hacer una recolección de fondos para ayudar a las personas que aún no tenían un hogar al que regresar.

Y estaba funcionando. Porque además de darle dinero para los desamparados, habían empezado a acercarse con ropa, mantas, alimentos o cualquier cosa que pudiera ser útil para los desamparados tras la guerra.

Hinata estaba orgullosa del rumbo que estaba tomando su proyecto.

—Nuestra casa se convirtió en un centro de acopio —musitó Hanabi, incrédula, mientras observaba a la gente entrar y salir de la mansión Hyūga con bolsas llenas de cosas.

—Debemos ayudar —respondió ella, con una leve sonrisa.

Su hermana suspiró.

—El consejo no está muy feliz con lo que estás haciendo. Le dijeron a nuestro padre que no te encontrabas en la posición de hacer algo así, que no estabas estable —la forma en que Hanabi dijo la palabra fue algo gracioso.

—Para ellos nunca soy suficiente —se encogió de hombros—. Ya sé que no van a permitir que nosotros hagamos donaciones, padre me lo dijo. Así que tenemos que ayudar de otra forma —miró que uno de los sirvientes le agradecía a una anciana que le entregaba un canasto de verduras. Hanabi también observó la escena—. ¿No te parece agradable? La gente de aldea apoyándose para salir adelante. Creo que vale la pena.

Se quedaron en silencio. Llevaban una semana recolectando la ayuda. Hinata sabía que los sirvientes y guardias también estaban agotados. Las personas aparecían en las puertas desde muy temprano con donaciones, haciendo largas filas.

Sabía que era un trabajo pesado y necesitaba ayuda.

El número de gente que asistía a la mansión cada vez iba en aumento.

—Te ayudaré y le diré a mis amigos que vengan también. Si hacemos turnos para recoger las donaciones, será más fácil —Hanabi sonrió—. Aunque padre y yo pensamos que es una idea problemática, también estamos de acuerdo en que es una acción noble, hermana. Estoy orgullosa —le dio una palmada en el hombro.

Hinata se le quedó viendo unos segundos, sorprendida. A veces olvidaba que Hanabi, a pesar de sólo tener doce años, tenía una mente madura. Guardó sus palabras en su corazón.

—Gracias, de verdad.

La menor asintió.

—Pero será más tarde, ahorita voy a comer, deberías venir.

Se iba a negar, pero de repente fue consciente de que realmente estaba hambrienta.

—Tienes razón, vamos.


En algún momento, mientras hacía un conteo de las donaciones, se había quedado dormida.

Estaban usando una de las habitaciones de huéspedes como almacén. Había un desastre, los sirvientes sólo entraban y dejaban las cosas ahí, sin revisar qué había dentro de las bolsas.

Hinata suspiró. Necesitaba seguir ordenando para poder empezar a entregar. En sus planes estaba empezar por el orfanato, después acercarse a los hospitales y finalmente al albergue temporal situado a las afueras de la aldea.

Se puso de pie, dispuesta a continuar con su tarea, cuando llamaron a la puerta.

—¿Hinata-sama?

Volteó a ver a una de sus damas de compañía y le sonrió.

—¿Dime?

—Shino-san y Inuzuka-san desean verla.

Las manos le empezaron a temblar. Empezó a respirar con dificultad.

No recordaba la última vez que había visto a sus amigos. A veces los recuerdos de lo que había sucedido inmediatamente después de la guerra eran borrosos.

Sintió vergüenza de sí misma.

Obviamente no podía huir por siempre. Si quería recuperar su vida, tenía que empezar por enfrentar a la gente que inconscientemente había alejado.

—B-Bien —se mordió el labio—. Déjalos entrar y trae algunos bocadillos.

La dama de compañía asintió y desapareció.

Hinata movió algunas cosas para hacer un espacio. Por un momento pensó en que no era buena idea recibir a sus amigos entre tanto desorden, se puso de pie, para ir a buscar algún sirviente y decirle que mejor los recibiría en otra habitación, sin embargo, se topó de frente con Kiba y Shino en la puerta.

Dio un respingo.

Los chicos también se sorprendieron de verla.

Un silencio incómodo se instaló entre ellos.

—Hola, Hinata, ha pasado un tiempo, ¿no es así? —fue Kiba quien inició la conversación y ella se lo agradeció.

El ver a sus amigos, hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas.

—H-Hola —murmuró, bajando la vista, sintiéndose incapaz de verlos a la cara. No tenía excusa alguna.

Los apartó de su vida sin siquiera preguntarles. Simplemente se escondió en su dolor, como una cobarde.

¿La odiarían?

Shino suspiró y le puso una mano en el hombro. Ella contuvo la respiración.

—Está bien —murmuró. El acto sólo hizo que las lágrimas empeoraran.

Kiba bufó.

—Es la primera vez que nos vemos en un buen tiempo, ¿y tú te pones a llorar? Vamos, Hinata —dijo, tratando de sonar gracioso, pero ella notó un poco el alivio en su voz.

Hinata negó.

—Los he extrañado muchísimo —confesó en un hilo de voz—. Esto ha sido tan difícil. A veces siento que me desconozco a mí misma —las palabras salían sin ningún filtro. Ni con Naruto se había sentido así—. Aun así, no debí alejarme, no debí…

La mano de Shino aún seguía en su hombro. Le dio un suave apretón.

—Lo entendemos. No es así, ¿Kiba? —murmuró. Hinata sabía que era sincero. El ser su compañera le había dado la habilidad de entenderlo.

Su amigo asintió.

—No te culpamos, en serio —sonrió. Estaba recargado contra el marco de la puerta y las manos en los bolsillos—. Todos perdimos algo en la guerra. Es difícil regresar a las misiones. Es difícil caminar por la aldea. Así que, te entiendo —entonces, se tensó—. Siempre vamos a respetar tus decisiones, Hinata. Eres nuestra amiga y compañera. Sin embargo, debes saber que también nos preocupamos por ti. Por eso estamos aquí —finalmente se le acercó—. Siempre te vamos a proteger y cuidar tu espalda. Porque tú lo has hecho por nosotros innumerables veces. Somos un equipo. Hemos estado juntos durante tanto tiempo que el no tenerte alrededor es extraño. Además de que Shino casi no habla —sonrió—. Lo que trato de decir es que, si quieres alejarte, está bien, lo respetamos, pero no olvides que somos tus amigos y nos tienes, siempre, siempre —remarcó.

Hinata levantó la mirada y finalmente vio a sus amigos. Ambos la observaban con cariño. Kiba tenía una sonrisa en los labios.

En esos momentos sentía que podía regresar el tiempo atrás a cuando tenían doce años. Durante ese tiempo ella lloraba por todo, las misiones eran muy difíciles, pero Kiba y Shino siempre estaban ahí, ayudándola; le dejaban las porciones de comida más grande, evitaban que se lastimara y se aseguraban de que durmiera lo más cómodamente posible.

¿Cómo es que había olvidado todos esos momentos? Si bien, ya no era esa niña llorona y tímida, en el fondo, seguía siendo una tonta.

Tonta por olvidar que tenía a dos personas maravillosas de su lado.

—Nos tienes —murmuró Shino, quien parecía extrañamente conmovido.

Ella asintió.

—Lo sé, lo sé —susurró, limpiándose una lágrima—. Yo sólo… estoy tan perdida.

—Entonces, hay que buscar la manera de hacerte recordar el camino, pequeña llorona —el castaño presionó el dedo índice entre sus cejas. Hinata dio un respingo—. Si sigues poniendo esa cara de sufrimiento cada que lloras, te arrugarás antes de tiempo.

Sorprendida ante su comentario, se permitió soltar una risita.

—Realmente los extrañé, chicos.

—Y nosotros a ti, Hinata —dijo Kiba.

Tomó una bocanada de aire y se impulsó sobre sus pies para abrazarlos. Los dos se quedaron estáticos entre sus brazos, pero no le importó.

Eran su familia.

Y los necesitaba.

—Muchas gracias por estar siempre para mí.

Finalmente, los pudo sentir responderle el abrazo.

—Lamento decirte que estarás atascada con nosotros por siempre. El equipo ocho es inseparable.

Hinata asintió. Se separaron y sonrió.

—Eso espero.

Se quedaron en silencio, recapitulando lo que acababa de pasar. Sabía que no necesitaba darles explicaciones, serían incapaces de exigirle algo así.

Y se los agradeció.

—¿Tienen tiempo libre? —preguntó, algo tímida.

Los dos asintieron.

—¿Necesitas ayuda con tu pequeño desorden? —preguntó Kiba, mientras observaba las bolsas acumuladas.

—Sí, necesito empezar a organizar estas cosas. Son donaciones para las personas que quedaron sin hogar —dijo, señalando las cosas que ya estaban clasificadas.

Shino asintió.

—Sabemos al respecto —dijo.

Hinata se giró a verlo.

—¿De verdad?

Kiba sonrió, mientras sacaba una gran bolsa llena de ropa y empezaba a separarla.

—Todos en la aldea saben al respecto —dijo—. Naruto se ha encargado de esparcir la noticia. Gracias a él estamos aquí.

Hinata se quedó congelada debido a la sorpresa. No se esperaba algo así.

Sus amigos se dieron cuenta.

—¿No lo sabías?

Ella negó.

—No he visto a Naruto-kun en días —murmuró, mientras vaciaba una gran bolsa con mantas.

—Bueno, ha estado hablando con todo mundo sobre tu centro de acopio, invitándolos a hacer donaciones. La gente se vuelve loca cuando lo ve. Supongo que es algo bueno, teniendo en cuenta el montón de cosas que hay aquí.

No respondió, porque no tenía palabras. En su lugar, cambió el tema de conversación.

Empezaron a clasificar y a ordenar las donaciones de acuerdo a su propósito. Pasaron el rato riendo y poniéndose al tanto de sus vidas.

Sin embargo, en el fondo de su mente, Hinata no pudo olvidar las palabras de Kiba. Era curioso como de una u otra forma, Naruto lograba colarse en su corazón sin siquiera estar presente.

Algunas cosas nunca cambiaban.


Hola, hola.

Espero y les haya gustado este capítulo. Estuve planeando el reencuentro del equipo 8 desde hace algunas viñetas. Me gustó bastante el resultado. Como vemos, Hinata está saliendo adelante y sacándole provecho a su tiempo libre.

Amo a Kiba, tenía que decirlo. Por cierto, perdonen cualquier dedazo, pero muero de sueño. Mañana reviso y corrijo.

En fin, muchas gracias por leer hasta aquí, si les gustó el capítulo los invito a dejarme un review.

Nos leemos pronto.

Lizy.

04.02.19