Los personajes de INUYASHA no me pertenecen sino a RUMIKO TAKAHASHI

Esta obra pertenece a KIM LAWRENCE, ha sido adaptada y modificada por mí

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Los personajes utilizados pueden contener Ooc.

Los personajes son todos humanos, la trama se ubica en un universo alternativo.

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Capítulo 1

Kagome POV

La librería no era un eufemismo para designar un par de estanterías, pensó Kagome al, contemplar la impresionante estancia llena de libros. La habitación, al igual que el resto de la casa, hablaba de dinero. Con una mirada experta, contempló los cuadros que colgaban de la pared forrada de madera de roble, mostraban un gusto exquisito y fondos ilimitados. Ahora que el mayordomo se había retirado, aprovechó la ocasión para familiarizarse con el ambiente que, al parecer, debía acabarle siendo familiar.

Se sintió culpable. La lógica le decía que era una tontería, que aunque su hermana gemela tenía el cabello completamente negro, ella lo tenía con brillos azulados, y que ella tenía un pecho ligeramente más generoso que el de su hermana, ni siquiera sus padres podían distinguirlas, sin necesidad de ver a los ojos de sus hijas, las cuales eran de un negro y azul respectivamente.

La noche anterior la idea le había parecido difícil de llevar a cabo con éxito, pero ahora casi no podía controlar las ganas de darse media vuelta y salir de allí corriendo. Debería haberse negado a seguir el plan de Kikyo, pero su hermana la había convencido con una mezcla de chantaje sentimental y encanto.

Por los motivos que fueran y a pesar de que el sentido común le aconsejara no hacerlo, había accedido a formar parte de ese ridículo engaño: fingir ser su hermana durante unos días.

Al enterarse, casi por accidente, de que su hermana se había prometido, se quedó perpleja; pero descubrir que además no tenía intención alguna de casarse con otro hombre que no fuera su novio, la dejó absolutamente atónita... ¡Incluso teniendo en cuenta el estilo de vida enloquecido de su hermana! Como se habían criado separadas, nunca habían tenido oportunidad de sustituirse la una a la otra, como otros gemelos hacían, y Kagome siempre había echado de menos eso en su niñez, al igual que otras muchas cosas.

¿Pero esto? Lo que su hermana le había pedido no era un juego inocente.

Le ayudaría conocer algo sobre el carácter de ese hombre con el que se suponía iba a casarse, además de los mínimos detalles que su gemela le había dado, detalles que no le servirían de nada. Kikyo había descrito a Sesshomaru Taisho como un hombre extraño, casi siniestro. Se puso una mano en el estómago, donde se le había formado un nudo por la tensión nerviosa.

-En ese caso, Kiky, ¿por qué accediste a casarte con él? -le había preguntado Kagome el día anterior.

Los ojos de su hermana, tan diferentes al de ella, separados y ligeramente rasgados, lo que confería a los delicados rasgos de su rostro un aspecto exótico, se agrandaron enormemente.

-¿Que por qué, Kagome? Porque me pareció una buena idea.

Los sentimientos de Kagome por su hermana, una mezcla de exasperación y cariño, en esta ocasión se inclinaron hacia lo primero.

-No me mires así, Kagome. Tenías que haber estado allí. Era la fiesta más aburrida que puedes imaginarte, y cuando él llegó... Bueno, deberías haber visto a las mujeres que había ahí, todas se lo comieron con los ojos; y él se fijó en mí -Kikyo suspiró-. Puede ser encantador cuando quiere y, al principio, pensé que le había gustado. Me sentí muy halagada.

Kagome recordó la tensión nerviosa que notó en su hermana mientras ésta continuaba.

-Las cosas rodaron después de aquello. Papá estaba encantado pensando en las ventajas que le proporcionaría estar emparentado con Sesshomaru Taisho, y el pobre de Aku no hacía más que darme largas porque tiene esa estúpida idea de que no es suficientemente rico para mí. Me pareció que, si me comprometía con alguien, Aku recuperara el sentido común. Y Sesshomaru necesitaba una esposa por la cláusula del testamento, así que no era que yo le gustara.

-Me parece una locura comprometerte con un hombre estando enamorada de otro -la frivolidad de Kikyo, espejo de la de su madre, no sorprendió a Kagome-. Supongo que no le has dado motivos a Aku para dudar de tu fidelidad, ¿o sí?

El suspiro de Kikyo al hablar de Sesshomaru Taisho había hecho que Kagome se cuestionara si su hermana gemela había sido completamente honesta al decir que no sentía nada por él.

-Aku es diferente a todos los demás, Kagome, en serio -insistió Kikyo-. Le dejé muy claro que no me entusiasmaba su idea de esperar a ganar su primer millón antes de casarnos. El problema de Aku es que, a veces, es muy tradicional. Se me ocurrió que acceder a casarme con Sesshomaru le pondría celoso y así se olvidaría de esos tontos principios.

-Pues parece que ha funcionado -había comentado Kagome.

La coqueta sonrisa de Kikyo estaba teñida de una desesperación que Kagome no habla visto nunca en su hermana.

-Sí, pero ahora el problema es Sesshomaru.

-No, el problema es cómo deshacerse de él, ¿no?

Por algún motivo desconocido, su hermana pareció encontrar la respuesta de Kagome increíblemente divertida.

-No lo entiendes, Kagome, tú no conoces a Sesshomaru. Lo único que te estoy pidiendo son dos días de tu vida,

Kagome. Lo significa todo para mí. Quizá esté equivocada y a Sesshomaru no le importe que lo dejen, pero no quiero correr ningún riesgo tratándose de mi futuro... y del de Aku. Si algo le ocurriese a Aku por mi culpa, jamás me lo perdonaría. Se trata sólo de una medida de precaución.

Kagome no se sintió muy comprensiva respecto a tan melodramática afirmación.

-Por el amor de Dios, Kikyo, no creo que ese hombre vaya a atacar a Aku.

-No, desde luego. Me temo que haría algo más sutil, pero igualmente perjudicial -respondió su hermana misteriosamente-. Ni siquiera tiene que enterarse de que tú no eres yo. Lo único que tienes que hacer es seguirle el juego y dejarle cuando ya no pueda hacer daño.

La culpabilidad que Kagome sentía aumentó al repasar el razonamiento tan peculiar de su hermana. Se mirase como se mirara, se trataba de engañar a un hombre que, por lo que ella sabía, le había propuesto a Kikyo el matrimonio. Una ruptura limpia y tajante era lo correcto, y eso fue lo que le pidió a su hermana que hiciera. Era innecesario mantener las falsas esperanzas de Sesshomaru Taisho. Pero, al final, Kagome había accedido con desgana.

El plan le parecía increíblemente complicado y excesivo, pero Kikyo no se contentó con menos.

Casada y con el océano Atlántico de por medio era la única forma de que Kikyo se sintiera segura, y para conseguirlo había solicitado la ayuda de Kagome. ¿Y qué alternativa tenía ésta? Sólo dos: abandonar a su hermana o engañar a un inocente desconocido. Por otra parte, si era tan horrible como Kikyo había dado a entender, no era tan inocente.

Unas voces la sacaron de sus distraídos pensamientos, y el ruido de cristales al romperse y un grito de mujer la hicieron contener otro grito.

Instintivamente, fue a prestar ayuda. Lanzó un gruñido cuando los tacones, los tacones de su hermana, elegantes pero no diseñados para la velocidad, la hicieron tropezarse con la alfombra que decoraba el suelo de mármol. La cautela le dijo que retrocediese, pero al oír el llanto de una mujer decidió continuar adelante. Ninguno de los dos ocupantes del cuarto de estar notaron su aparición.

Allí, vio a una joven enfundada en un vestido de noche que, a los pies de un hombre alto, se incorporaba hasta quedar pegada a él.

-Pero Sesshomaru, cariño, sé que me amas. ¡No soy demasiado joven! -la voz subió en crescendo-. Si tienes que casarte, ¿por qué no te casas conmigo en vez de con esa estúpida criatura?

-Cálmate, Rin -el hombre se deshizo de los dos brazos que le rodeaban el cuello-. Este matrimonio sólo es un asunto de conveniencia, como tú bien sabes. Las chicas que se casan a los diecisiete acaban arrepintiéndose, cielo; sobre todo, si sus maridos tienen treinta y cinco.

-¡Todo el mundo espera que te cases conmigo! -gritó ella con voz estridente-. Si tu abuelo hubiera esperado un poco para morir, yo sería mayor de edad y no tendrías que casarte con esa snob.

-Estoy seguro de que mi abuelo habría aguantado un poco de haber sabido lo inconveniente que iba a ser para ti, querida.

En ese momento, él volvió la cabeza y Kagome vio que sus palabras iban acompañadas de una cínica y paternalista sonrisa. ¡Y también notó otras cosas!

Kagome contuvo la respiración. Su hermana le había dicho que era guapo, pero no había imaginado que lo fuera tanto. De repente, ese hombre le recordó a un caballero medieval tallado en madera que -había visto en una iglesia de niña: el mismo rostro de ángulos pronunciados y unos ojos con los que había soñado.

Sin embargo, estos ojos no eran madera muerta, sino vivos y muy dorados, como los rayos del sol en el verano. El sentimiento que le provocara que su prometida, presenciase aquella escena podía ser cualquier cosa, menos remordimiento, y Kagome se indignó por su hermana. La simpatía que había sentido por aquel hombre se evaporo, era imposible considerarle una víctima. Además, le había oído llamar a su matrimonio un asunto de conveniencia.

-Vaya, estoy muy solicitado esta mañana -la sonrisa que curvó sus sensuales labios no mostraba calor humano ni el humor irónico que Kagome había notado hacía unos momentos.

Los ojos de ese hombre le recorrieron el cuerpo, enfundado en las caras y ceñidas ropas de Kikyo, con una expresión que la enfureció.

-Creo que he venido en un momento inoportuno y... -Cierto -las cejas de él se arquearon mientras Kagome enrojecía y bajaba los ojos.

Kikyo nunca se sonrojaba, se recordó Kagome a si misma, sintiéndose incómoda e insegura bajo esa penetrante mirada.

-¡Tú! -la chica se volvió con gesto melodramático, aunque Kagome estaba segura de que las emociones que proyectaba eran sinceras.

La joven tenía un rostro bonito que aún conservaba redondos los contornos de la boca. Sacudió una melena de cabello castaño y miró a Kagome furiosa, con los ojos enrojecidos por las lágrimas. El rímel le corría por las mejillas maquilladas.

-¡Te odio! exclamó la chica.

Avanzo un paso y Kagome se dio cuenta de sus intenciones demasiado tarde, no pudo evitar la bofetada.

-Rin, pídele disculpas a mi prometida -ordenó él con dureza, pronunciando cada palabra despacio y marcadamente-. ¡Ahora mismo! Te estás comportando como una niña mimada. Y otra cosa, tienes un aspecto absurdo con esa ropa de noche. Te sugiero que vayas a lavarte la cara, pareces una máscara de Hallowen.

El sarcasmo estaba destinado a insultar a la adolescente, y Kagome vio que había cumplido su objetivo.

-¡Los odio a los dos y prefiero morir antes que disculparme! -gritó la joven mientras salía precipitadamente de la estancia.

-Has sido extremadamente cruel -observó Kagome críticamente.

A pesar del dolor que sentía en la parte izquierda del rostro, recordaba la intensidad de las emociones de la adolescente y le dio pena.

-Pero efectivo.

Kagome apretó los labios con desaprobación. -Podías haber sido un poco más suave.

Se sobresaltó al sentir la mano de él en el rostro.

-Teniendo en cuenta que Rin ha sido de todo menos suave, me sorprende que no quieras su sangre -comentó él reflexivamente.

La ligera presión de los dedos de Sesshomaru le hicieron alzar el rostro, los ojos de él estaban fijos en sus cabellos negros como la seda. Sesshomaru, que tenía el ceño fruncido permanentemente, arrugo aún más la frente antes de que sus miradas se encontrasen.

No podía haberse dado cuenta, pensó Kagome mientras reprimía el impulso de seguir el ejemplo de la joven... ¿cómo se llamaba... Rin? ¿Se suponía que ya la conocía? Al momento, se dio cuenta de que el plan de su hermana tenía muchos fallos, y ella había sido una idiota al sucumbir a sus ruegos.

No era sólo la presencia física de ese hombre lo que le preocupaba, sino lo que vislumbraba bajo esa máscara de urbanidad y buen gusto: una crueldad casi primitiva en su intensidad. El nudo en él, estómago se acentuó mientras se veía sometida a aquella mirada.

-Todos hemos sido jóvenes -forzó la risa estridente de su hermana, la que sonaba tan atractiva en Kikyo, pero sonó como un graznido.

-¿Tanto tiempo hace de eso?

La voz de Sesshomaru tenía una textura aterciopelada. Era como el chocolate amargo, demasiado rico para su sencillo paladar.

-No sabía que te gustaran las niñas de colegio, Sesshomaru -se relajó un poco al utilizar la clase de diálogo que era tan natural en su hermana.

Si la descripción que Kikyo había hecho de él era precisa, Sesshomaru no debía hacer discriminaciones respecto a las mujeres. Probablemente fuese la clase de rompecorazones que se merecía una lección. Kikyo lo había descrito como un hombre amoral.

-No me casaría contigo si así fuese, ¿no te parece? -contestó él arqueando una ceja con gesto cínico.

Sesshomaru alzó la barbilla y sus cabellos platinados se echaron hacia atrás hasta rozarle el oscuro cuello de la chaqueta del traje.

-No soy tan mayor -respondió Kagome enfadada.

-Y tampoco has sido nunca tan joven, ¿verdad? -dijo Sesshomaru retirando la mano del rostro de Kagome, para alivio de ella.

Le sorprendía que el contacto físico con él le hubiera repelido tanto. Quizá fuese porque estaba acostumbrada a que la gente la tocase con calor, pero no había calor en ese hombre. Ella frunció el ceño al alzar la cabeza para contemplar los ahora austeros rasgos de él.

-Todos hemos sido así de jóvenes, aunque puede que no tan desinhibidos -dijo Kagome lentamente, incómoda cuando él le devolvió la mirada.

-Por lo que he oído, tú puedes ser especialmente, y a menudo en público, desinhibida.

«Piensa como Kikyo», se dijo Kagome enfadada consigo misma. La prensa había recogido las hazañas de su hermana desde su adolescencia.

-Pobre niña, ¿no habrás hecho algo para que se hiciera ilusiones? -dijo ella dulcemente-. Parecía convencida de que la pasión que siente era algo mutuo.

Él lanzó una carcajada sin humor y se apartó de Kagome con gracia felina hasta llegar a la chimenea. Se volvió para mirarla y Kagome se estremeció al ver la frialdad de sus ojos. ¿Qué había poseído a su hermana para prometerse a esa criatura? No era un hombre con quien se pudiera jugar.

-Espero que no sean celos lo que he detectado en tu voz.

En circunstancias normales, no era un comentario propio de un hombre que iba a casarse en unos días; pero aquellas no eran circunstancias normales.

-Intentaré contenerme -le aseguró ella con voz grave, y Sesshomaru clavó los ojos en su expresión inocente.

-Te lo agradecería. Tu estado de ánimo parece peculiar hoy, querida.

-No soy tu querida -contestó ella con un brillo desafiante en los ojos, propio de Kagome.

No soportaba el tono paternalista y condescendiente de ese hombre. Probablemente le resultara más fácil utilizar palabras como «querida» que recordar los nombres de las mujeres con las que se acostaba. Según Kikyo, su fama de mujeriego era legendaria.

Se había engañado a sí misma al creer que aquel hombre pudiera estar enamorado de su hermana, Sesshomaru era más frío que el hielo. Le había parecido que Kikyo había exagerado al enfatizar que se trataba de un matrimonio de conveniencia porque pensaba que su hermana quería disculparse a sí misma. En silencio, pidió perdón a su hermana. Incluso ella, que no sentía una inclinación favorable a la institución del matrimonio, pensaba que debía ser algo más que una unión de conveniencia.

La breve y desastrosa unión de sus padres no había hecho nada por mejorar su opinión sobre la institución. Una fuerte atracción sexual hizo que dos personas se unieran, dos personas que lo único que tenían en común fueron sus hijas. Y las dos hijas acabaron viviendo separadas, cada una con uno de sus progenitores.

Kagome había formado parte de la corte que seguía a su madre alrededor del mundo. En parte, el motivo que había separado a sus padres era la incapacidad de su padre a aceptar el éxito de su esposa artista, a quien le encantaba que la admirasen.

Hasta ir a la escuela, Kagome había imaginado inocentemente que todos los niños de cinco años pedían la cena al servicio de habitaciones.

Por su parte, su extrovertida gemela se había criado con niñeras y un padre banquero que casi siempre estaba ausente. A pesar de su personalidad, no había sido expulsada del colegio. Un ambiente convencional había producido una elegante bohemia a la que conoció a los dieciocho años.

Cuando Kagome decidió ir en busca de su hermana, había imaginado encontrar un espíritu gemelo, alguien que instintivamente la conociera. Al cabo de cinco minutos de estar en su compañía, se había dado cuenta de su error, su vivo retrato no tenía nada que ver con ella. En muchos aspectos eran lo opuesto; sin embargo, como ocurría con los opuestos, se atraían.

Eso fue hacía cuatro años y cada vez que Sakura tenía que ir a Londres, Kagome siempre veía a su hermana. Su madre también estaba contenta de haber visto a su hija, aunque Kagome sospechaba que era más por enfadar a su ex esposo que por amor maternal. A Kagome le había resultado difícil de asimilar que su hermana se pareciese tanto a su brillante, encantadora y terriblemente egoísta madre.

Sesshomaru Taisho empequeñeció los ojos al encontrarse con la mirada colérica de su prometida.

-Necesito una esposa, no una alma gemela. -Algunos piensan que lo uno va con lo otro. -Yo no soy uno de ellos.

-Estoy totalmente de acuerdo.

Al momento, recordó las palabras de su hermana: «no hagas nada que pueda despertar sus sospechas, Kagome. Hasta el martes».

-¿No deberías ir a ver si Rin está bien? -añadió Kagome.

-¿Estás intentando deshacerte de mí, Kikyo? Al fin y al cabo, has venido a verme.

-La chica estaba muy disgustada.

-Mayor motivo para no acercarme a ella. Cuanto antes acabemos con esta maldita boda y ella y su madre se vayan de mi casa, mejor. No se puede culpar a la hija de las fantasías de la madre. Ha sido sorprendente que, por casualidad, mi madre no tuviera en estos momentos una habitación en su casa donde pudieran hospedarse -declaró Sesshomaru con cinismo.

-¿Esperaba todo el mundo que te casaras con ella? -preguntó Kagome con curiosidad.

-Mi padre y su padre son amigos íntimos desde la adolescencia. Creo que se ilusionaron con la idea de que sus respectivos hijos se casaran. El hecho de que los dos, mi padre y el suyo, estén muertos y enterrados no parece haber cambiado la situación.

-Lo siento -murmuró ella secamente. Sesshomaru no hablaba con dolor. De tener un corazón, lo tenía muy escondido. Era el hombre más arrogante que había visto en su vida.

-La muerte de mi abuelo parece haber resucitado esa idea.

-Es extraño poner una cláusula así en un testamento -Comentó Kagome, que no podía evitar sentir curiosidad por aquella familia tan peculiar-. Desheredarte si no te casas en los seis meses siguientes a su muerte.

-Desheredarme es una palabra excesiva. Si no consigo cumplir los términos del testamento- me veré obligado a ceder el control de la compañía o, al menos, a compartirlo.

-¡Extraordinario! -murmuró ella secamente fingiendo inocencia, la ironía no formaba parte del carácter de Kikyo.

-Por supuesto, podría intentar anular la cláusula y creo que lo conseguiría-, sin embargo, la compañía sufriría mientras tanto y la familia se desgastaría mucho en sus esfuerzos por salvarla. En resumen, es más sencillo casarme contigo y, probablemente, más barato. A propósito, tengo un contrato prenupcial para que se lo lleves a tu abogado.

La expresión de Kagome debió mostrar lo que le repugnaba la actitud de él, porque Sesshomaru añadió inmediatamente:

-Los términos del contrato son muy generosos. -No me cabe duda -dijo ella plácidamente. ¡Qué arrogancia la de ese hombre! Le habría encantado decirle exactamente lo que pensaba de su falta de humanidad, pero pronto se le presentaría la oportunidad.

-¿No habría sido igualmente fácil casarte con Rin? ¿Por qué yo?

-Es demasiado tarde para que te eches atrás.

A pesar de su actitud relajada, Kagome se dio cuenta de que le había alertado.

-¿Con un esposo tan generoso? -su risa fue adecuadamente superficial-. Es sólo curiosidad. La chica parece adorarte, ¿no es eso lo que todo hombre quiere, una esposa que le venere incondicionalmente?

-Una esposa enamorada necesita muchas atenciones y, además, Rin me gusta demasiado como para casarme con ella.

Kagome parpadeó, aceptando el insulto con creciente indignación.

-De lo que se deduce que yo no te gusto, ¿no es eso?

-¿Tiene importancia? Te conozco, Kikyo, eres la esposa ideal para mí.

Sesshomaru alzó un largo dedo y se lo pasó por el cabello mientras extendía el cuello para aliviar la tensión de los músculos de sus hombros.

Los dorados ojos de él interceptaron la mirada de Kagome, que bajó el rostro, incómoda por haberla sorprendido observándole. Ese hombre tenía una forma singular de moverse: sorprendentemente coordinada, felina y elegantemente descuidada. En comparación, se sintió torpe.

-Lleva tiempo conocer a alguien.

Con indignación, pensó que le habían presentado a Kikyo hacía sólo un mes.

-Tengo un informe completo sobre ti, querida. Conozco todos tus secretos. No te asustes, se necesita mucho para sorprenderme. Además, no estaba buscando a una incauta. Quiero una mujer que me sirva de anfitriona, la señora de mis casas. Sabes cómo vestirte y cómo comportarte, y creo que puedes ser discreta respecto a... tus divertimentos. Estoy seguro de que no harás nada que me pueda poner en ridículo -la sedosa advertencia final fue muy clara.

-Es evidente que lo tienes todo muy bien pensado -dijo ella débilmente-. ¿Y si te enamorases?

No había podido resistir- hacer la pregunta. «Por supuesto, de alguien que no seas tú mismo», añadió en silencio.

-La posibilidad de que yo me enamore de alguien es... remota -contestó él con sorprendente seguridad-. Pero ya que tú pareces enamorarte y desenamorarse con tanta frecuencia, yo serviré para compensar el desequilibrio. Y cuando he dicho de alguien, Kikyo, te incluyo a ti también. No tengo deseos de entrar en tu mundo de fantasía.

-La idea no se me ha pasado por la cabeza -le dijo Kagome con sinceridad.

Una ceja se arqueó cínicamente.

El enfado y desagrado que Kagome sentía sobrepasaban los límites del sentido común. Se olvidó que era Kikyo, que reía en las situaciones incómodas y conseguía salirse siempre con la suya por medio de la astucia, nunca del enfrentamiento abierto.

-Jamás he estado enamorada -anunció Kagome apretando los dientes y la mandíbula-. Y si alguna vez me enamorase, sería de un hombre tan diferente a ti como sea posible. Así que no te preocupes de que pueda colocarte en un pedestal porque es tan improbable como que tú te enamores.

Mientras se tranquilizaba, recordó que no debía hablar como lo hacía normalmente, sino como lo hacía su hermana. Casi lanzó un gruñido. Si su enfado hubiera arruinado el plan de su gemela...

-Lo que he querido decir es que nunca he estado realmente enamorada -añadió Kagome a la desesperada con la intención de reparar el desliz.

-Y eso que lo has intentado con mucha frecuencia -observó él secamente y con el ceño fruncido.

Kagome enrojeció, preguntándose cuántas cosas sabía Sesshomaru de su hermana que a ella le eran desconocidas.

Porque lo que ella sabía era suficiente para que una mentalidad liberal quedara sorprendida.

-Me extraña ser la feliz candidata... teniendo en cuenta mi reputación.

-Precisamente por eso, Kikyo, por tu reputación -respondió Sesshomaru-. Considero muy poco probable que te enamores desesperadamente y decidas cancelar nuestro contrato antes del momento adecuado para mí. Te gusta el lujo y estás acostumbrada a un cierto estilo de vida que yo te puedo proporcionar. Físicamente, creo que puedo tenerte también satisfecha... y no pido fidelidad, sólo discreción..

Inesperadamente, Sesshomaru le tomó la mano. Examinó la palma y luego estudió las uñas cortas y sin esmaltar. Pareció fascinado. ¿Y por qué ese contacto le afectó a Kagome? Casi le daba vueltas la cabeza.

Una absoluta desorientación la dejó paralizada, su hermana había omitido varios detalles. «Esto sólo es un teatro», se dijo a sí misma. «No vas a ir al altar con este hombre. Tranquilízate, Kagome».

Lanzó una repentina carcajada. Al menos, Sesshomaru no era infalible si había elegido a Kikyo para casarse. ¿Su hermana una amante esposa? Tenía la misma falta de instinto maternal que su madre, que con frecuencia comentaba sobre lo incivilizado que era dar a luz.

En cuanto a los hijos, Sakura siempre había dicho: «¡Son tan dependientes!» Y siempre había aconsejado a sus hijas no tener descendencia. Hasta el momento, estaba encantada de que Kagome no hubiera sentido inclinación a convertirla en abuela.

-Parece que te he hecho gracia.

Kagome intentó recuperar la compostura, pero una última y ronca carcajada escapó de su garganta.

-Es sólo que... es difícil imaginarme a mí como madre -dijo ella decidida a no desviarse de la verdad siempre que fuera posible.

No le costaba esfuerzo una mentira ocasional, pero aquella trama requería habilidades de las que ella carecía.

-La principal razón de este matrimonio es conseguirme un heredero.

-Creí que la principal razón era cumplir con la cláusula del testamento de tu abuelo y seguir con el control del imperio Taisho -dijo ella inocentemente.

Él recibió el audaz ataque sin pestañear. Echó la cabeza hacia atrás y la contempló con ojos empequeñecidos. Kagome se sintió como un microbio bajo la lente de un microscopio y se arrepintió de haber opinado en voz alta. La hipocresía de ese hombre sacaba una latente agresividad en su normalmente plácido carácter. Vivir con su madre no le permitía exhibiciones de mal genio, alguien tenía que mantener la cabeza sobre los hombros.

-A mi abuelo le gustaba controlar a la gente -dijo él finalmente, con admiración en la voz en vez de resentimiento

-Comprendo que hayas racionalizado tu decisión. Es muy desagradable que le manipulen a uno, ¿verdad? -observó Kagome con dulce comprensión-. Creo que es muy acertado saber doblegarse con dignidad.

La expresión de Sesshomaru se tomó gélida.

-¿Que comprendes...? -Sesshomaru respiró profundamente-. Me sorprende que esa lengua tuya no te haya metido en serios problemas.

-Algunas personas pueden considerar un serio problema mi matrimonio contigo.

-A juzgar por el comentario, ¿debo entender que no te agrada la idea de convertirte en la señora Taisho?

-Habría preferido un título nobiliario -dijo ella con una expresión resignada-. Sin embargo, vienes de una familia de gran linaje.

Sesshomaru la observaba con una expresión sumamente peculiar. Kikyo se habría puesto furiosa de saber lo que su hermana estaba haciendo, pero Kagome se sentía maravillosamente contenta consigo misma en ese momento.

-Sí, de gran linaje -dijo él gravemente y, con pesar, Kagome vio que Sesshomaru estaba tranquilo y despreocupado-, y descaradamente rica.

-Sí, lo sé.

Kagome descubrió que el brillo de humor en esos ojos dorados era extrañamente atractivo.

-No tientes a la suerte... Kikyo. ¿Debo suponer que te ha molestado que no me deshaga en halagos? No te preocupes, aunque no me has dejado atontado, te encuentro una mujer muy atractiva.

Que interpretase su actitud como que estaba molesta por no haberle rendido el debido tributo a su belleza le encolerizó. Bajó la cabeza para ocultar el hecho de que se había ruborizado de pies a cabeza.

-Puede que sea pragmático, pero soy lo suficientemente lúdico para que la tarea de procrear no resulte demasiado ardua.

-¿Para quién? -Kagome alzó la cabeza, el resentimiento le quebró la voz.

-¿Me estás desafiando, Kikyo... o es una invitación?

Kagome se sintió intimidada y se dio cuenta de ello mientras trataba de controlar la violenta reacción que la había inmovilizado. Estaba fascinada y aterrorizada simultáneamente.

-Ni lo uno ni lo otro consiguió decir ella mientras Sesshomaru se le acercaba.

-Ya que has sacado el tema, no puedo evitar pensar que no sería aconsejable casarnos sin primero asegurarnos de que somos compatibles en la cama -la voz de Sesshomaru tenía atractivo, a pesar de que sus palabras la llenaron de horror. Era una voz cálida, vibrante y tremendamente sensual.

-Sólo tenemos que esperar dos días -era una posibilidad que no se había parado a considerar.

¿Cómo podía haber estado tan ciega? Ni siquiera se le había ocurrido preguntarle a Kikyo si se había acostado con él... cosa que evidentemente no había hecho y ella, Kagome, tampoco iba a hacer. Ni siquiera por su hermana gemela.

-Dos días pueden dar mucho de sí.

-No lo suficiente. Tengo millones de cosas que hacer... vestidos, arreglos, el banquete... -se interrumpió, consciente de que estaba balbuceando.

Notó el especial aroma masculino de aquella piel, ligero y excitante. Respiró profundamente y lo intentó de nuevo:

-He venido hoy por la mañana porque me habías invitado a una exposición.

-La del juguete de mi madre.

-¿Juguete? Es un término muy ofensivo -dijo ella con gesto de desaprobación.

La mirada en él que el comentario provocó hizo que Kagome deseara haber mantenido la boca cerrada.

-¿Eso crees? Mi madre colecciona artistas como otra gente colecciona sellos. Y es una afición muy cara -observó él irónicamente-. Pintores, escultores, poetas... todos ellos incomprendidos y con necesidad de ricos y poco críticos mecenas.

-Me da la impresión de que tu madre sabe apreciar el arte más que tú.

-Los que se pegan a mi madre son artistas de pacotilla. No obstante, la tienen contenta -concedió Sesshomaru-. Mi padre murió cuando yo tenía ocho años y, al contrario que él, nunca me he dejado manipular. Mi madre tenía que encontrar sustitutos.

-Mi madre es una artista -le recordó ella secamente, sorprendida por la opinión que Sesshomaru tenía de sus propios padres.

-Sakura Lane. ¿Tienes contacto con ella? -preguntó Sesshomaru con expresión de sorpresa-. Tenía la impresión de que...

-El hecho de que viva con mi padre no significa que no me enorgullezca del talento de mi madre -dijo Kagome en tono altanero. «Piensa como Kikyo», se dijo a sí misma.

-Tu madre es una artista de éxito, casi una institución. A mí madre sólo le gustan los artistas incomprendidos y pobres.

-El dinero da respetabilidad -comentó ella sarcásticamente.

-Vaya, también tú lo has notado, ¿verdad?

-Me da la impresión de que tu madre debe ser encantadora -insistió ella obstinadamente, sin el duro cinismo que caracterizaba al hijo de esa mujer.

-Pues la otra noche no pareciste tener mucho que decirse la una a la otra -observó Sesshomaru en tono burlón, mirándola con una expresión que la hizo disolverse en confusión y culpa.

-No tuvimos la oportunidad de conocernos mejor -respondió ella con voz temblorosa. -Bueno, eso podremos remediarlo hoy, ¿verdad?

Para sorpresa de Kagome, Sesshomaru no insistió en ese tema. Contuvo un suspiro de alivio; de repente, cuarenta y ocho horas le parecieron una eternidad.

-Iré a cambiarme -anunció Sesshomaru-. ¿Te parece que pida que nos traigan un té? A menos que prefieras ayudarme como una buena esposa. No te había visto sonrojar antes, es impresionante la cantidad de armas de las que dispones.

-Gracias, cultivaré este arte -respondió ella deseando palidecer-. Un té será suficiente.

Sesshomaru le tocó la mandíbula suavemente; al momento, las pupilas de Kagome se dilataron y un estremecimiento le sacudió todo el cuerpo, ella rogaba que no se diera cuenta de las lentillas que usaba para tener un parecido al color de su hermana.

-Como tú quieras -dijo él y salió de la habitación.

Kagome se dejó caer en el sofá e intentó controlar el temblor que su primer encuentro con Sesshomaru le había producido. Pero casi lanzó un gruñido cuando a los pocos minutos la joven Rin hizo su aparición.

-Te crees muy lista, ¿verdad? -dijo la chica.

Kagome, tras considerar su evidente falta de inteligencia, sonrió. Rin estaba mucho más guapa sin maquillaje, decidió tras mirarla fijamente.

-No vas a ganar puntos con Sesshomaru si sigues con los melodramas -comentó Kagome.

La chica tomó el consejo mal y sus mejillas se encendieron.

-¡Sesshomaru no te ama y nunca te amará!

Kagome no pudo seguir el impulso de decirle a la chica que, en ese momento, no creía que le pudiera pasar nada peor, por lo que permaneció en silencio.

-Sigue enamorado de Kagura, su primera esposa -comentó. Rin con una sonrisa perversa-. Jamás amará a otra, todo el mundo lo sabe; pero yo podría hacerle feliz. Tú no eres más que una advenediza.

-Puede ser, pero el anillo está en mi dedo -dijo Kagome señalándose el enorme brillante que llevaba en la mano izquierda.

Rin estalló en lágrimas una vez más.

-Lo más seguro es que lo haya comprado su secretaria.

Tras esas palabras, Rin salió de la estancia con la misma brusquedad con la que había entrado.

¿Así que Sesshomaru había estado casado? Pensó Kagome sorprendida.

P.D: Agradecería su apoyo y si no fuera molestia algunos review.

Gracias de antemano por darse un tiempo en leer esta historia.