Wiii, Me gustaba tanto que me puse a escribirlo y no pude parar.

Espero disfrutaran mucho de este mini fic basado en canciones de Hamilton.

Este último capítulo aborda en primera instancia "We know", "hurricane" y muy brevemente "The Reynolds Pamphlet", pero lo verdaderamente importante viene en la parte narrada por Bonnibel que es exactamente todo de "Congratulations", por eso el nombre del capítulo.

Una aclaración importante: La primera parte es narrada por Marceline y la segunda (a partir de la línea divisora) por Bonnie.

Ahora que, no necesitan haber escuchado las canciones o visto todo el musical para entender, he puesto lo necesario para que la historia sea comprensible por sí misma, pero menciono lo de la música para aquello que sí lo conozcan ;3

En fin, nos leemos después en otra historia, hasta luego, no olviden decirme qué les ha parecido este triste y maravilloso drama.


Hace relativamente poco perdí mi trabajo en la tesorería del país por culpa del nuevo presidente, pero eso no bastó para detenerme. Oh no, definitivamente no pensaba quedarme callada y lo destruí públicamente. Mi escritura siempre ha sido mi fuerte.

Pensaba en eso cuando unos pasos me interrumpieron.

—Señor vicepresidente. Turtle. Senador Space.

No los escuché entrar a casa, pero seguramente Gumball los dejó pasar antes de salir como me había avisado que haría. Me levanté del asiento y ellos se acercaron, nunca me han caído bien, Space fue mi primer amigo, pero eso cambió cuando traicionó nuestro partido para poder convertirse en senador del país.

— ¿Qué es esto? —pregunté cruzándome de brazos.

Si creían poder arrinconarme estaban muy equivocados.

—Tenemos los talones de los cheques de cuentas separadas —dijo el vicepresidente Fire dejándolos sobre mi escritorio.

—Casi mil dólares pagados en distintas cantidades —prosiguió Turtle.

—A un tal Marshall Reynolds hace unos años —completó Space.

Yo sonreí.

— ¿Eso es todo lo que tienen? ¿Ya terminaron?

—Estás en una situación única en virtud de tu posición —dijo Turtle adelantándose unos pasos.

El vicepresidente sonrió y se sentó sobre mi escritorio.

—Aunque yo no diría la palabra "virtud" en esta situación —comentó señalando los papeles donde supuestamente probaban mi fraude.

—Para buscar ganancias financieras y desviarte de tu misión sagrada —continuó Turtle.

Space se limitaba a quedarse observándome, al menos de momento.

—Y la evidencia señala que te involucraste en especulación financiera —añadió el vicepresidente.

Creían seguro que con eso yo terminaría amedrentada y confesando un crimen que no he cometido y que no pienso cometer.

—Un inmigrante malversando fondos de nuestro gobierno. —Justo cuando creí que Space no podía decepcionarme más.

El vicepresidente se levantó del escritorio y le dejó la posición de seguir hablando a mi viejo amigo, aunque no sin lanzar un último comentario.

—Ya puedo ver los titulares, tu carrera se acabó.

—Espero que hayas guardado dinero para tu esposo y tu futura descendencia —comentó Space acercándose todavía más, tratando de intimidarme.

—Mejor será que vuelvas corriendo al lugar de dónde vienes —Rio Turtle.

Los otros dos le celebraron la gracia.

Yo no había quitado mi sonrisa en ningún momento y me acerqué a ellos rodeándolos como haría un cazador, pensaba defenderme, no podía dejar que dijeran mentiras en mi contra.

— ¡Ja! Ustedes ni siquiera saben que es lo que están pidiendo que confiese —me burlé.

—Confiesa —me advirtió el vicepresidente.

Yo llegué hasta él plantándole cara.

—No tienen nada, y yo no tengo que decirles nada. A menos que…

Me quedé pensativa, tal vez no era la mejor de mis ideas, pero podría sacarme de este lío y evitar que me acusen de un fraude que no cometí.

—A menos que… —repitió el señor Fire.

—Si puedo probar que no rompí la ley, ¿prometen no contar a nadie más lo que vieron?

Ellos se miraron entre sí sin responder.

— ¿Es eso un sí? —pregunté.

—Sí —dijo algo extrañado el vicepresidente.

Me dirigí a ese cajón donde guardaba tan celosamente la carta recibida hace años por el señor Marshall Reynolds y se la entregué a Space, la persona más cercana. Él la desdobló y comenzó a leer en voz alta, cuando llegó a la parte donde mencionaba que me cogí a su esposa tanto Fire como Turtle se acercaron más, visiblemente sorprendidos.

— ¿Qué? —exclamó Fire.

—Ella me cortejó, me escoltó a su cama y cuando me tuvo arrinconada fue que Reynolds me extorsionó. Le pagué cada tres meses una cantidad absurda. —expliqué—. Pude haber herido mortalmente mis oportunidades, pero mis papeles están en orden.

Caminé hasta donde estaban ellos y saqué una carpeta que les dejé abierta sobre el escritorio para que pudieran comprobar que no estaba mintiendo.

—Como pueden ver he llevado un registro de cada cheque en mi enrevesada historia. Compárenlo otra vez con su lista y vean que coinciden. Nunca me gasté un centavo que no fuera mío. —Sonreí con sorna—. Mandaron a los perros tras mi rastro, está bien, sí tengo un motivo por el cual avergonzarme, pero no cometí traición ni ensucié mi buen nombre porque como ven no hice nada que provocara acción legal. ¿Mis respuestas les satisfacen?

—Dios mío —pronunció el vicepresidente y comenzó a salir de la habitación.

—Caballeros, hay que irnos —dijo Turtle siguiéndolo de cerca.

— ¿Entonces? —pregunté antes de que se marcharan.

El vicepresidente se giró y me miró.

—La gente no sabrá lo que sabemos —aseguró.

Yo detuve a Space antes de que saliera con los otros dos tomándolo de la manga. Él esperó.

—Space, ¿cómo sabré que no usarás esto en mí contra la próxima vez que nos enfrentemos?

—Marceline, los rumores sólo crecen. Y ambos sabemos lo que sabemos.

Se marcharon dejándome sola en una espiral de pensamientos y preocupaciones, me recargué en el borde del escritorio y comencé a pensar lo silencioso que es estar dentro del huracán. Mi vida nunca fue la mejor de todas, me costó abrirme paso para poder llegar hasta donde estoy ahora; cuando tenía diecisiete un huracán destruyó el pueblo donde vivía, yo no me ahogué, es como si no pudiera morir. Escribiendo logré salir, escribí todo lo que pudiera ver, noté pronto que todos en el pueblo tenían puestos sus ojos en mí. Recuerdo perfectamente bien que pasaron un plato de colecta entre ellos; desconocidos que fueron conmovidos por mi historia, lograron reunir lo suficiente para que yo me comprara un pasaje en barco con destino a New York…

Levanté la cabeza, en mi mirada había determinación.

Escribiendo logré salir del infierno, escribiendo logré llegar a la revolución, fui más ruidosa que el estallido de una campana. Le escribí a Gumball cartas de amor hasta que lo conquisté. Escribí sobre la constitución y la defendí bien; y a pesar de la ignorancia y resistencia, yo creé sistemas financieros. Y cuando mis plegarias fueron reducidas con indiferencia tomé una pluma y escribí mi propia salvación.

Tenía doce cuando mi madre murió, ella estaba abrazándome, habíamos enfermado y me abrazaba, parecía que yo no podía morir…

Me quedé en silencio recordando cada vez que he salido adelante gracias a mis palabras, lo que escribo me ha llevado lejos y es la única forma que veo ahora de poder salir de esta situación, escribiré todo lo que puedo ver, los abrumaré con mi honestidad, este es el ojo del huracán, esta es la única manera en la que puedo proteger mi legado… El panfleto Reynolds.

Escribí toda mi aventura y la publiqué, defendí mi sinceridad con los fondos del país y limpié mi nombre de la traición, a pesar de saber que gracias a esto ya nunca podré aspirar a la presidencia, acababa de dejarle el camino libre a Fire. Mi noticia pronto se difundió, todo mundo hablando de ello, queda claro que mi familia enseguida se enteró, pero agravando mi sentimiento de culpa supe pronto que también Bonnibel lo sabía. ¿Habían visto a alguien arruinar su propia vida así?


El escándalo llegó a mis oídos incluso hasta mi residencia en Londres y tomé el primer barco a New York. Fui lo más rápido que pude a hablar con Marceline, tenía que encararla y gritarle todo lo que estaba pasando por mi mente en esos momentos. Tardé unos cuantos días y por suerte la encontré, estaba en su despacho y lucía contrariada mientras observaba unos papeles con suma atención.

Dejé mi maleta en el suelo y eso la asustó. Levantó la mirada y sus ojos brillaron al verme, habría disfrutado eso tiempo atrás, pero ahora estaba tan enojada que no quise ver esa leve muestra de cariño, todo lo que podía pensar era el enorme daño que le había causado a mi hermano.

—Vine tan pronto me enteré.

Se puso en pie y se acercó hasta mí con paso apresurado, como si fuera el último rayo de esperanza dentro de esta tormenta que ella mismo había creado.

—Bonnibel —dijo soltando un suspiro de alivio—. Gracias a Dios, alguien que entiende lo que estoy intentando hacer.

No la dejé que se acercara más y le di una sonrisa torcida. Estaba tan furiosa que apenas me podía contener, le arrojé el panfleto al rostro sin que ella hiciera nada por evitarlo, parecía sorprendida por mis acciones.

—Felicidades. Haz inventado un nuevo tipo de estupidez. —No sabiendo que más hacer, caminé hasta situarme cerca de su estantería—. Un daño que nunca podrás deshacer, así de estúpida. Un "abrí todas las jaulas del zoológico", así de estúpida.

Ella me observaba en silencio mientras yo seguía con mi lista de razones por las que esto era lo peor que ha hecho en su vida.

— ¿De verdad no pensaste en esto bien? Tan estúpida. Repasemos —dije apoyando las manos en su escritorio, pero sin dejar de verla a los ojos—. Tomaste un rumor que unas pocas o tal vez dos personas sabían y lo desmentiste compartiendo una aventura de la que nadie te ha acusado.

Quería llorar de rabia, en especial porque ella ni siquiera estaba intentando defenderse de mis palabras, sólo se mantenía en la misma posición apretando en sus manos el panfleto que le había arrojado hace un momento. ¿Cómo puede estar tan tranquila en esta situación?

—Te supliqué que tomaras un descanso y te negaste —reclamé—. Tan asustada de lo que te harían tus enemigos. Tú eres el único enemigo contra el cual siempre logras perder. —Me acerqué de nuevo quedando a pocos centímetros y señalando su pecho con el dedo—. ¿Sabes por qué Fire siempre puede hacer lo que quiera? ¡Él no dignifica burlas en el patio de la escuela con una respuesta! Así que sí, felicidades.

La vi apretar los labios con fuerza ante la mención de aquel hombre que siempre ha detestado.

—Bonnibel…

Yo comencé a alejarme a la salida, no quería seguir viendo su estúpido y hermoso rostro que me cautivó tantos años atrás y con el que no he dejado de soñar desde entonces, a pesar de saber que es la esposa de mi hermano.

—Has re-definido tu legado. Felicidades —dije con amargura y sin girarme.

— ¡Era un acto de sacrificio político! —gritó antes de que pudiera salir.

— ¿Sacrificio? —susurré con una falsa sonrisa.

Me viene a hablar a mí de sacrificio. Me di la vuelta de nuevo y avancé hasta ella, esta vez iba a contarle toda la verdad, dudo que no lo sepa, pero tenía que decirlo directamente, que pudiera entender lo que es hacer un verdadero sacrificio.

—Languidecí en un matrimonio sin amor en Londres. Vivía sólo para leer tus cartas, cada vez que te veo pienso "Dios, ¿qué hemos hecho con nuestras vidas y hasta donde nos ha traído?" —Ella abrió mucho los ojos, ahora de verdad parecía dolida por lo que le decía, y yo estaba soltando una que otra lágrima, ya no era capaz de contenerlas—. Eso no seca mis lágrimas y no se las llevan los años, pero estoy de vuelta en la ciudad y estoy aquí para quedarme, ¿sabes que vine a hacer aquí?

—Bonnie… —dijo de nuevo y trató de secar mis mejillas.

Yo me alejé y las limpié por mi cuenta mientras la veía con toda la furia que era capaz de sentir en mi interior. Conociendo por primera vez en mi vida lo que era de verdad estar enojada a este grado.

— ¡No estoy aquí por ti! —Comencé a gritarle perdiendo el control—. Conozco a mi hermano tanto como me conozco a mí misma. No encontrarás a alguien tan confiable o amable y hace un millón de años él me dijo "Ella es mía". Así que me aparté, dejé a un lado lo que hubo entre nosotras.

Marceline comenzó a llorar también.

— ¿Sabes por qué? —Pregunté hecha un mar de lágrimas, y viéndola ser el mismo desastre que yo en estos momentos—. ¡Amo a mi hermano más que a nada en esta vida! ¡Elegiría su felicidad sobre la mía todo el tiempo! ¡Gumball…!

—Gumball —susurró.

Me acerqué y la tomé de las solapas. Ambas llorábamos, pero ni siquiera verla así pudo remitir mi enojo, estaba destrozada porque ella lastimó lo que yo tanto he intentado proteger, aquello por lo que sacrifiqué mi propia satisfacción, su matrimonio.

— ¡Es lo mejor que hay en nuestras vidas! Así que nunca olvides el hecho de que has sido bendecida por el mejor esposo… Nunca pudiste estar satisfecha. Dios, espero que ahora lo estés —dije soltándola, casi empujándola para alejarla de mí.

Ella no decía una palabra, pero me escuchaba atentamente y tenía los ojos rojos de tanto llorar, probablemente yo me veía igual.

— ¡Felicidades! Por el resto de tu vida, cada sacrificio que hagas será por mi hermano. Dale la mejor vida… —Marceline se cubrió el rostro y sollozó con más fuerza—. Felicidades.