Even Angels Have Rules

Lore-chan


Rule Nª 3


"¿Sabes? Esto es una ruleta… puedes encontrarte con ella en la siguiente vida como nunca volver a verla. Además, no recordarás nada de ésta… son las reglas"

"Quiero volver…"

En ángel alado a su lado suspiró con tristeza

"Tengo que preguntarlo de todas formas" Lo miró con seriedad y tras entregarle una mueca, recitó: "Ishida Yamato, eliges renacer en la tierra con una nueva vida o decides ir al cielo"

El rubio lo miró directo a los ojos.

"Elijo renacer… para encontrarla otra vez"

El ángel asintió y escribió en su libro la decisión tomada.

.

.

.

Antes de tomar esa crucial decisión Yamato cruzaba los restos de un tren con los fierros torcidos, el humo llenaba cada espacio y chispas salían de todos los lados. Él tenía solo a una persona en su mente y la buscaba entre los cuerpos dispersos, entre quejidos y personas tosiendo, pidiendo ayuda, gritando, llorando. El Ishida se sostenía con su mano derecha una profusa herida en su vientre que sangraba sin parar.

¿Cómo pudo haberla soltado? ¿Dónde estaba si hace tan solo unos segundos iba sujeta a su mano?

-Por favor… - alguien sujetó su pantalón. Una chica de rostro tiznado, cabello pelirrojo y con una herida tan o más complicada que la suya rogaba desde el suelo - … Taichi… - pidió llorando - Es moreno… es… es mi novio - tosió sangre y comenzó a tiritar de un frío que solo ella sentía porque el ambiente estaba sofocante - estaba junto a mí.

-Lo siento, yo también busco a alguien.

-Taichi Yagami - insistió antes de cerrar los ojos y soltarlo.

Su pecho se apretó y un ahogo se atoró en su garganta pensando en que ella estaba allí entre el gentío buscándolo también como esa chica o quizás…

-Mimi… - habló lo más fuerte que la herida se lo permitió. Se arrancó una pañoleta azul del cuello y la usó de torniquete para su brazo que también sangraba.

Y siguió avanzando.

Era un tren … y él en un vagón, un vagón repleto de personas en plena hora punta de la tarde que regresaban a sus hogares tras una larga jornada de trabajo. Iban sonriendo, conversando de lo que habría para cenar esa noche y la explosión le cerró los oídos y lo lanzó lejos. Para cuando había abierto los ojos todo era un caos y ella no estaba a su lado.

-¡Mimi! - volvió a gritar.

-¿Yamato?

Pudo haber sido un susurro, pero él la oyó y siguió llamándola y ella haciendo lo mismo hasta que la encontró bajo un asiento con un pedazo de metal atravesando su pierna izquierda. Tenía una herida abierta en su cabeza y para cuando Yamato la abrazó sollozando ella murmuraba sin sentidos.

-Quiero volver… para encontrarlo otra vez - dijo y él no entendió nada aun cuando Mimi volteó a verlo para sonreírle - aunque sea una ruleta, yo sé que nos encontraremos…

-¿Qué estás hablando?

-Nos volveremos a ver, lo prometo.

Una lágrima roja rodó por la mejilla del rubio mientras la abrazaba con delicadeza.

-No me dejes. Va a estar todo bien.

-Lo va a estar - sonrió ella - lo va a estar - repitió mirando a un punto dentro del tren, pero muy cerca de ella - elijo renacer - susurró sin que Yamato pudiera escucharla y sus ojos se cerraron.

.

.

.

-¿Por qué tu libro es distinto al mío?

Yamato cerró de un golpe el enorme libro azul y miró al angel Tachikawa molesto.

-¿Quién te dijo que podías parar?

Mimi abrió la boca para reclamar, pero la cerró de inmediato. Tomó un par de flechas del suelo y se dirigió refunfuñando para sus adentros hasta el lugar donde debía lanzar las flechas.

Su puntería era horrible, llevaba ya dos semanas completas de entrenamientos y solo ocho veces había acertado a la X en el árbol a unos diez metros de distancia.

Cada vez que fallaba, Yamato la reprendía, diciéndole el pésimo trabajo que haría en el futuro, que se apiadaba del ángel guardián que le tocase de compañero y mil y otras insinuaciones. Ella solo pateaba el césped a sus pies y se aguantaba las lágrimas a más no poder y volvía a intentarlo porque se había hecho la promesa de no dejar caer los brazos, de no contradecir al angel Yamato, de no ser la siguiente en la lista de ángeles que habían renunciado.

Ahora entendía todo, cómo un tirano como ese rubio podía ser un cupido, con razón tantos habían dimitido. Los rumores eran ciertos.

Pero su determinación era más fuerte que cualquier insulto, sus ganas de hacer que otros encontraran el amor eran más grande que cualquier mirada de desaprobación cuando sus flechas desaparecían entre las nubes, muy lejos del árbol.

-¡Al fin! - gritó de alegría cuando la flecha numero…¿quinientos veintitrés? llegó a su objetivo - ¿Lo viste Ishida?

Lo miró, pero él estaba absorto escribiendo en su libro.

Eso estaba prohibido, no se podía escribir sobre la Guía Suprema del Ángel Cupido" era la regla número 3.

"La Guía Suprema del Ángel Cupido es sagrada, no puede ser rayada, rasgada, doblada, profanada bajo ningún concepto ni circunstancia"

¿Por qué él lo hacía si estaba prohibido?

Se acercó a tientas, él parecía muy concentrado. Se acercó lo suficiente como para ver un dibujo que la asustó tanto que ahogó un grito.

Yamato volvió a cerrar su libro de golpe al tiempo que se levantaba enfurecido.

-¿Quién te crees que eres? - espetó mirándola molesto, pero algo en sus ojos brillaba y Mimi no supo interpretarlo - Estoy así tanto - cerró sus dedos índice y pulgar, muy cerca del rostro de ella, dejando un mínimo espacio entre ambos - así tanto… de catalogarte de "no apta para el cargo"

-¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

El rubio dio media vuelta pero ella no lo dejó marcharse, se interpuso frente a él haciendo un puchero que no sabía con cuantas fuerzas estaba aguantando para no soltar el llanto.

-Me tratas mal, no hablas conmigo… llevamos dos semanas y lo único que haces es decirme cosas feas, decirme que no sirvo, no me ayudas, no me guías… ¡Y eres mi ángel guía! ¡Yo no te he hecho nada! simplemente me asignaron a tu lado y créeme que ha sido un castigo, un castigo que no sé de qué vida anterior estaré pagando.

-Hasta mañana - Yamato no respondió a ninguno de sus alegatos, pero Mimi no podía dejar las cosas así, exigía una respuesta.

-Te denunciaré por rayar el libro - y eso hizo que el rubio se detuviera dándole la espalda - es la regla numero 3 - titubeó la trigueña al ver que el ángel frente a ella giraba lentamente a mirarla - ¡no se puede rayar… ni…!

El ángel Ishida la tomó del brazo para decirle algo al fin, pero ambos simplemente se quedaron calladas, observando el uno al otro con los ojos brillando, saltando de un lugar a otro. Tragaron saliva al mismo tiempo y un flashback pasó tan rápido frente a ellos que les heló la sangre.

.

.

-Te amo - susurró ella en el oído del rubio mientras lo abrazaba por la espalda.

-Me lo has dicho ya más de diez veces…

-Te lo diría millones de veces… en esta vida y si existen otras, también.

-Solo tenemos esta vida…

-Quiero miles de vidas diferentes a tu lado en todas las épocas y en todas decirte que te amo aunque tú nunca me lo digas a mí.

.

.

-¿Qué fue eso?

Las alas de Mimi la hicieron retroceder varios metros. Se llevó las manos al pecho respirando agitadamente.

¡Era ella!… ¡Era ella y lo abrazaba a él! ¡Al ángel Ishida!

-Desde mañana practicarás una semana por tu cuenta y si quieres denunciarme ¡Hazlo!, me harías un gran favor.

Y antes de que Mimi pudiese siquiera hacer salir una sílaba de su boca, Yamato volaba lejos, muy lejos de su alcance.

.

.

.

.

La noche estaba tibia, como todas las noches durante los siglos de los siglos, Los días y las noches eran agradables, a excepción de ciertos lugares específicos en el cielo.

Y el césped parecía la más cómoda alfombra para caminar sobre ella por largas horas.

Así solía hacerlo el ángel Sora, caminaba y caminaba durante horas por el césped a orillas del vacío mirando, cuidando a Taichi que en esos momentos trabajaba tranquilamente mientras la chica de cabellos oscuros dormía en la cama de él.

Suspiró con tristeza llevando su mano derecha a uno de los tantos bolsillos de su vestido blanco. Sacó end especie de escarcha muy brillante y la sopló para que cayeran al vació. De forma inmediata Taichi Yagami comenzó a sentir sueño, apagó su computador y fue al baño a asearse antes de ir a dormir.

-Descansa… ya haz hecho bastante por hoy - le sonrió.

Cambió el sentido de sus pasos encontrándose a unos cuantos metros con otro ángel que le devolvió la mirada triste que ella conservaba desde hace un tiempo.

-La toqué - disparó afligido - y … pasó.

-Pero… - la voz de la pelirroja cambió de un segundo a otro, estaba preocupada - No puede Yamato.

-¡Sé que no puedo tocarla! ¡Pero fue un impulso!

-¿Recordaste…?

-Sí - dijo él y se llevó las manos a sus cabellos rubios perturbado - no sé de cual de todas, pero recordé y ella también.

La Takenouchi se tapó la boca con las manos.

-Yamato tienes que controlarte.

-¡¿Cómo quieres que me controle si estoy entrenando a la mujer que he amado en cada una de mis vidas pasadas?¡

-Así como yo estoy cuidando al hombre que he amado en todas las mías - respondió Sora sollozando - Sabíamos que esto podía pasar, pero hemos roto las reglas anteriormente y este es nuestro castigo. No hagas de nuestro castigo, el castigo de ellos también.

-Un castigo por la eternidad… - susurró y le entregó a la pelirroja una hoja rasgada con un dibujo hecho rápidamente.

-El tren…

-La primera vez que la perdí.

-La primera vez que perdí a Taichi.

-"La primera vez que nos conocimos" - se dijeron al mismo tiempo.

.

.

.

.


¿Hace cuánto no escribía? MUCHO!

Necesitaba esto. Necesitaba continuar esta historia.

Aun están ahi? o ya lo perdí a todos? XD