Ya hace dos meses que SDF-1 intenta regresar a la Tierra a los setenta mil civiles que cobija, luego de que una transposición lo dejara en la órbita de plutón. Los constantes ataques del enemigo dificultan su tarea, y ahora mismo se encuentran próximos a Marte, el único planeta del Sistema Solar que tiene una base de investigación del Gobierno de la Tierra Unida.

-Capitán, estamos recibiendo comunicaciones de la Base Sara- dijo Vanesa acomodándose sus lentes -Han divisado al enemigo, por lo que es probable que la base haya sido descubierta por ellos, pero por alguna razón no la han atacado todavía.
La Base Sara no cuenta con un gran armamento, es probable que el enemigo la considere inofensiva o la crea deshabitada- reflexionó el capitán.
-Así es- respondió Vanesa sin despegar los ojos del monitor -por eso no han disparado todavía y esperan instrucciones.
-Que continúen sin atacar. No están preparados para repeler un ataque de la magnitud de aquellos a los que nos estamos enfrentando. Si seguimos nuestro curso actual, los zentraedis nos seguirán como han estado haciendo hasta ahora y la base no correrá peligro alguno.
-¿No es muy riesgoso, capitán?- preguntó una cada vez más inquieta Lisa Hayes. Cuestionar las órdenes de un superior no encajaba en su estilo, pero esta vez era su corazón el que le dictaba las palabras; Karl Riber, su prometido, era uno de los 17 hombres que habían sido trasladados a Marte hacía ya cinco años -Es decir, si el enemigo decide atacar, la base no tiene la menor chance de sobrevivir. ¿Abandonaremos a su suerte al equipo de investigación que la habita?
Global sabía que Lisa no estaba siendo objetiva; en otras circunstancias no pensaría poner en riesgo setenta mil vidas para intentar rescatar a poco menos de veinte. Sin embargo, algo en todo ello tenía sentido. Necesitaban a aquellos hombres para engrosar las filas de defensa del SDF-1, ahora ante los Zentraedis y más adelante ante el Gobierno de la Tierra Unida.
-Los ataques ya nos obligaron a cambiar de curso de cualquier modo, y podríamos reabastecernos- dijo sabiamente Global -Bien, cambien de curso y dirijámonos a Marte.
La tripulación comenzó a virar la gigantesca nave 16 grados en dirección al planeta rojo, sin saber que allí los esperaba una emboscada: minas gravitacionales que la inmovilizarían para ser capturada luego por la división zentraedi de Kyron.

Lisa, entretanto, apenas podía concentrarse en su monitor. Sus pensamientos volaban hacia Karl, aquel hombre que tanto amaba y que hacía tanto no veía. Lo había conocido siendo muy joven, en una fiesta en casa de su padre, en la que se aburría terriblemente hasta que él se le acercó. "Sabía que el Almirante Hayes tenía una hija, pero desconocía que fuera tan hermosa" le había dicho galantemente y la había hecho sonrojar. Estaba acostumbrada a la presencia de soldados por el cargo que ostentaba su padre, pero hasta ese momento ninguno se había atrevido a hablarle, y mucho menos de esa forma seductora. Luego de esa noche continuaron viéndose en secreto por un tiempo hasta que formalizaron su noviazgo, cosa que no agradó del todo a su padre pero que sin embargo aceptó, ya que le parecía volver a ver en su hija algo de aquella felicidad que se había esfumado al perder a su madre.
Junto a Karl Lisa descubrió el amor y empezó a interesarse cada vez más en el ejército, cuando paradójicamente él comenzaba a hartarse. Desde niño, en tiempos de paz, soñaba con ser soldado, pero ahora que lo había conseguido se veía envuelto en una guerra a la que no le encontraba sentido alguno. Por eso, al enterarse de la construcción de una base en el vecino planeta, se postuló para el puesto de observador, y no tardó en obtener una respuesta positiva. La situación amenazaba la continuidad de su relación, pero ambos tomaron decisiones que (creían) los mantendrían siempre juntos: Lisa se enlistó finalmente en el ejército, y Karl le pidió que se convirtiera en su esposa en cuanto la guerra acabase.
Todos en el puente podían adivinar los pensamientos de la primer oficial, pero nadie se animaba a hablar. Sabían que la alegría y la ansiedad que debía sentir por volver a ver a su prometido se mezclaban con el miedo de perderlo para siempre bajo un ataque mortal del enemigo.

Momentos más tarde, el SDF-1 desciende sobre el suelo marciano y una nave de reconocimiento comienza a recorrer la distancia que los separa de la Base Sara. Al no advertir a las tropas de Kyron convenientemente ocultas, el capitán Global da la orden de salida a los camiones de carga de alimentos y maquinaria, pero antes de autorizar la salida del vehículo que traería a los 17 habitantes de la base, Lisa le pide ir también.
-Por favor, es importante para mí señor- le suplicó, casi al borde de una crisis nerviosa.
-Señor, yo cubriré su puesto ¿De acuerdo?- intervino Claudia en favor de su amiga, gesto que conmovió a Global. Aunque era estúpido arriesgar la seguridad de uno de los miembros más importantes de la tripulación por un capricho personal, decidió darle permiso, por el cariño que le tenía a Lisa y porque, con esos niveles de excitación, de todos modos no les sería útil en el puente.
A Lisa no le importaba el peligro o, mejor dicho, si el peligro era tan grande que los llevaría a morir, prefería hacerlo junto a su gran amor.

El tiempo dentro de la Base Sara parecía haberse detenido desde que establecieron la comunicación con el SDF-1. Todos esperaban con impaciencia que el equipo de rescate llegara a ellos antes que los pods enemigos.
-¡Ya están aquí!- gritó uno de los oficiales cuando el vehículo ingresó en la sala de las computadoras. La primera en descender del vehículo, para sorpresa de todos, fue Lisa, que hizo una venia rápida y enseguida se arrojó, con los ojos empapados, a los brazos de Karl.
-¡Vaya suertudo, teniente Riber!
-¡Yo también quisiera que me recibieran así!
-¿Y si mejor los dejamos solos?
-Ya basta de bromas soldados, el tiempo apremia- los interrumpió el conductor del vehículo -será mejor que suban y nos vayamos de una vez. Puente de control, aquí sargento Larsson- dijo ahora para el intercomunicador -iniciando evacuación de la base.
-Recibido. ¡Tengan extremo cuidado al regresar, estamos siendo atacados!- respondió una preocupada Claudia Grant. Y es que en efecto, miles de battlepods estaban disparando contra un indefenso SDF-1 que no tenía posibilidad alguna de escapar, atrapado como estaba por la emboscada zentraedi.
-¿No tenemos forma de llegar a la trampa subterránea?- preguntó Kim, como esperando un milagro.
"-Cálmense, tengo un plan- dijo un pensativo Global, tras recordar el instrumento explosivo que yacía en el subsuelo de la Base Sara; su detonación alcanzaría a las minas gravitacionales, liberándolos al instante. -Comunícame con Lisa.

-Ten cuidado mi amor- dijo Karl a su prometida cuando supo en qué consistía el plan del capitán.
-No te preocupes Karl, es muy sencillo. Espérame en el vehículo junto con los demás, yo me encargaré de sobrecargar los depósitos de combustible y volveré a tiempo para huir de la explosión.
Se alejó unos pasos, se dió vuelta para susurrarle un "te amo" y volvió a correr en dirección a los subsuelos. Aquel lugar era magnífico, era una verdadera lástima que destruirlo fuera su única alternativa. Tal vez por eso la orden había sido para ella y no para uno de los hombres que hacía años no conocían otro hogar que ese.
Luego de presionar todos los botones, tirar de todas las palancas y escuchar la alarma de detonación inminente, Lisa echó a correr, pero vio con horror cómo las puertas de emergencia se cerraban en torno a ella -¡Puente de control, estoy atrapada en el segundo subsuelo de la base!
-¿QUÉ? ¡El edificio va a explotar en diez minutos!- gritó Claudia con desesperación.
-Sargento Larsson, inicien la evacuación sin la comandante Hayes. Enviaré una veritech para que la rescate, ustedes no pueden hacer nada por ella.- Ordenó Global, y luego se dirigió a Claudia -Envíe a alguien del escuadrón Skull al segundo subsuelo de la base por Lisa ¡rápido!
¡LISA!- gritó Karl desde el vehículo ya en movimiento, viendo desde su ventanilla un veritech que se abría paso entre los enemigos para llegar a la base -¡Más rápido, maldito idiota!¿Qué no ves que la base va a explotar? ¡Sálvala, no te atrevas a regresar sin ella!

En su nave y ajeno a los insultos que le profería el teniente Riber, Rick se preguntaba por qué Roy le había delegado la misión de rescatar justamente a la persona que menos le agradaba de todas las Fuerzas Robotech.
-¡Ahí está!- exclamó cuando su escáner detectó la presencia de la comandante -¡No se mueva, voy a romper la pared para entrar al edificio! ¿Lista?- Y sin esperar respuesta, su nave propinó un fuerte puñetazo al vidrio, destruyéndolo al instante.
-¡Oiga, tenga cuidado!- gritó Lisa en un tono poco amable al tiempo que esquivaba los fragmentos de vidrio.
-¿Qué le sucede? ¡Mi vida también corre peligro, no hay tiempo para un rescate prolijo y calmado, así que vámonos!
-¡Qué arrogante! ¿Cómo se atreve a hablarle así a un superior?- dijo Lisa y hubiera seguido increpándolo, si no fuera porque Rick hizo cerrar la gigantezca mano del veritech sobre su cuerpo y despegó a tiempo para huir de la detonación. Lisa intentó mirar hacia abajo pero no logró divisar el vehículo de evacuación. -¡RIBER!- gritó con los ojos llenos de lágrimas, temiendo haberlo perdido para siempre.
El joven piloto esquivó el peligro con una precisión cronométrica y regresó al SDF-1, llevando consigo a su oficial superior sana y salva. Los evacuados de la base ya estaban esperándolos en la plataforma de vuelo, con el teniente Riber al frente de todos ellos. Lisa fue a su encuentro y, tras darles la bienvenida formal al SDF-1, fueron retirándose uno a uno, desbordantes de curiosidad por ver la ciudad Macross que orgullosamente se erigía en el centro de la fortaleza espacial.
Sólo Karl y Lisa permanecieron en la plataforma, uno en brazos del otro, mientras Rick los observaba silenciosamente desde su nave. La escena lo conmovió pero también lo confundió; era la primera vez que veía a Lisa como una mujer, y no como la temible Primer Oficial del SDF-1. Tuvo que reconocer que era hermosa, con esos ojos verdes que dejaban escapar lágrimas de felicidad, su largo cabello y esa diminuta cintura que Karl rodeaba tan dulcemente. Por un momento sintió envidia de él, del amor tan intenso que despertaba en esa mujer y de la forma en que ella se depositaba sobre su pecho con total entrega, temblando de emoción, sollozando y riendo a la vez. Ya no había rastro de la oficial fría y mandona con la que había discutido momentos antes, ahora había una criatura dulce y frágil que sonreía como una adolescente jugando con margaritas. Rick los vio alejarse, todavía abrazados, y sólo pudo pensar en lo feliz y afortunado que era el teniente Riber.