No sé cuántos meses pasaron desde la publicación de esta historia, pero deben ser muchos, y bueno, finalmente, aquí el extra. Espero les guste, y bueno, responderé los reviews, nunca pensé hacerlo, pero vaya. Bien, aquí va:

*Mag Max Kuv Bigotes: Ahh, no sé qué tanto he crecido desde entonces papá, pero muchas gracias por tu review, me emocionó mucho recibirlo, en serio TwT. Espero te guste este extra si llegas a leerlo, y en serio, muchas gracias por leer la primera parte, lo aprecio mucho, aun más, sabiendo que no te agrada del todo el Ship, pero muchas gracias, en serio.

*C.A Press: Y mira, nos volvemos a ver xD, aunque esto parece un salto en el tiempo, han pasado tantos meses. Ahh muchas gracias, es raro leer un review mediano tuyo xD, pero igualmente lo aprecio, la verdad poco después me di cuenta que no le había puesto el suficiente esfuerzo y me dejé llevar demasiado por el video de Night Butterfly, después añadí un final más extenso. Muchas gracias por tu apoyo en mis fics!

*Tenshi Everdeen: Eh... hehe, por fin llegó. Lo tenía escrito desde hace mucho xD, pero apenas me animé a subirlo. No pude terminar a tiempo tu regalo, pero al menos dejo este pequeño detalle anticipado al verdadero regalo. Muchas gracias por tus palabras, recuerdo que leer tu review me hizo muy feliz, sobre todo porque me alegró poder transportarte a la piel de Chika y Riko, espero poder conseguirlo de nuevo, muchas gracias por tus palabras y feliz cumpleaños!

*Weirdrock: Espero hacer más ChikaRiko después, por ahora me centré un poco en otras cosas, pero ya vendrá una sorpresita para los ckrk fans. Muchas gracias por leerlo y dejar tu review! Espero te guste el extra.

Y bueno, es todo, muchas gracias a quienes leyeron y continuarán llegando a leer esta historia.


Mariposa negra

EXTRA:

"Mariposa Blanca"


La vida eterna suele ser muy aburrida, cada vida que miras pasar frente a tus ojos, parece apenas un susurro que el tiempo te permitió presenciar, pero una vez que se desvanece, no queda nada, es como si nunca hubiera existido.

Pero entonces…


— ¡La señora murió!

— ¡No puede ser! — escuché los gritos de un par de personas. Muerte, de nuevo esa piadosa dama andaba rondando por aquellas pacíficas tierras.

Me acerqué, siempre era interesante mirar cómo los humanos reaccionaban ante la muerte, había quienes buscaban culpables, muchas veces se iban contra los médicos por no poder salvar a sus familiares, a veces se deprimían, en algunas ocasiones, llegaban al suicidio, otros se negaban a creerlo, y algunos más, se mostraban indiferentes. Era entretenido deducir cuál era el camino que tomarían, sólo para después, ver tus teorías hechas realidad por ellos mismos.

La escena era extraña, pocas veces tenía la oportunidad de mirar un funeral con dos personas y criados del lugar. Una anciana de cabello color mandarina oscuro estaba arrodillada junto a una pequeña niña del mismo color de cabello, pero varios tonos más claro, como la persona que yacía en el suelo, rodeada de rosas blancas. Los ojos color rubí de la pequeña estaban inundados en lágrimas, que después, contorneaban su rostro hasta bajar por su barbilla al suelo.

No veía al padre por ninguna parte, ¿habría muerto también? Qué desafortunado para ella, si es que era así.

— ¿Y papá? — no, al parecer seguía vivo.

— Está en el trabajo, llegará por la noche— contestó la anciana.

— Pero él dijo…

— Debes entenderlo, tiene que ocuparse de muchas cosas.

— Siempre es igual— susurró la niña, mientras tomaba la mano de la que, entonces, sería su madre, o bueno, había sido su madre.

Un padre ausente, una anciana serena y una niña resentida.

El padre probablemente se absorbería en su trabajo para no permitir que su hija lo viera débil, quizá es un hombre orgulloso y a quien le cuesta mostrar sus sentimientos, se distanciaría de su hija, y es posible que entrara en el alcohol durante los primeros meses de la muerte de su mujer. La niña tomaría resentimiento al padre, crecería intentando alejarse de él y buscando la figura materna que perdió.

Sí, al menos una de esas cosas le pasarían a cada uno. La anciana moriría pronto seguramente, así que no había necesidad de fijarme en ella.


Tal como lo había previsto, el padre se había sumergido en su trabajo, y rara vez iba a su hogar, la niña había tomado resentimiento al hombre, el cual reemplazaba con los momentos que buscaba crear con su abuela, su nueva figura materna.

— Las hadas negras son malvadas Chika— dijo la anciana, mientras terminaba de pelar una mandarina.

Hadas negras… Sí, eso era yo, un hada oscura, no cualquier hada oscura, yo era la segunda creación de Lilith, la compañera que había elegido. Yo vivía una existencia que nunca había pedido, pero aquella mujer me había visto buena para soportar una vida llena de persecución y soledad… Podría hacer que más personas me acompañaran, pero… ¿para condenarlos también a esta… cosa? No, definitivamente no.

— ¿Por qué? — la vocecita de Chika interrumpió a la anciana, era extrañamente educada, aun con todos los sentimientos que albergaba en su corazón — Realmente parecen tristes, quizá solo necesitan un abrazo como esos que me daba mamá.

Un abrazo eh… Sí, eso me gustaría.

— No Chika, no debes confiar nunca en una— la mirada color carmín de la anciana se elevó al lugar donde yo estaban haciendo que mi corazón ser acelerara, ¿me había visto? Imposible, nadie podía hacerlo —. Puede parecer que quieren ser tus amigas, pero no te dejes engañar, un hada oscura no puede querer ni amar.

— Eso… Es algo triste— lo es Chika, lo es.

— Es su destino, todas ellas han cedido a toda clase de sentimientos negativos, cegadas por otra desafortunada alma transformada en hada oscura, o peor aún, incitadas por la mismísima reina del abismo— sentimientos negativos… sí, algo así había sido lo que había ocurrido conmigo.

Mi madre había sido atrapada por un grupo de bandidos que llegaron al lugar donde vivíamos, mi padre fue golpeado y asesinado a punta de piedrazos por los mismos. Quería venganza, quería hacerles sentir dolor… Entonces, aquella mujer que había visto en sueños apareció delante de mí, extendió su mano a mí, yo no sabía lo que estaba ocurriendo, y si lo hubiera sabido, quizá me habría dejado asesinar también, pero no, la tomé, y entonces, las cabezas de todos y cada una de esas personas explotaron. Aún recuerdo sus palabras, mientras ponía su pálida mano en mi hombro: "Eres mi primer hada oscura, ahora puedes hacer lo que quieras, y no vas a morir jamás".

Una sentencia nunca se había escuchado tan extraña.

— ¿Y qué pasa si la reina del abismo te atrapa? — ¿Lilith?

— No volverás a ser quién eras… Nunca más— Sí, exactamente eso.

Yo no podía volver a ser aquella joven sonriente y virtuosa, ahora era un ser de tinieblas. Y estaba siendo atraída a la luz, la luz que emanaba aquella niña… Y estaba segura que cuando me acercara lo suficiente, esa misma luz sería mi fin.

— Chika— el hombre de cabello castaño entró en la habitación.

Aquí venía la última de mis predicciones, entonces, podría irme a entretenerme con alguna otra co…

¿Eh?

— Te extrañé, papá— dijo la niña, mientras abrazaba con fuerza a su padre.

Pero… hasta hace poco… ¿por qué?

Nunca me había equivocado, y, aun así, esta niña no estaba odiando a su progenitor, no lo estaba evitando y no encerraba sus emociones. ¿Cuán puro era el corazón de Chika Takami?


Observarla se convirtió casi en un hábito, nunca reclamó a su padre por su trabajo, aun cuando el hombre ni siquiera estuvo a su lado cuando aquella señora falleció. Al parecer había encontrado un amiguito, un niño de cabello plateado llamado Eduardo; él estuvo con ella, abrazándola con fuerza mientras ponía las rosas blancas alrededor del cuerpo de su abuela.

Casi por inercia, mi mente empezó a maquinar el futuro de Chika.

Pasaría algunos meses en depresión, esta vez, sí recriminaría algo a su padre, quiero decir, el hombre parecía ignorar que la señora estaba enferma y que su propia hija sufría, no había manera de que Chika no le reclamara al menos una cosa. Eduardo quizá se haría su pareja, el niño se mostraba cariñoso y empático con ella, algo que hace que, algunas veces, el amor surja cuando los humanos están indefensos, y ese era el caso.

Pero, de nuevo, no…

Chika no reclamó nada a aquel hombre, no recibió las atenciones del joven que estiraba su mano hacia ella y no entró en depresión, simplemente se dedicó a recoger rosas blancas cada día y a llevarlas a las tumbas de su madre y abuela, hablando con ellas de vez en cuando. Comenzó a capturar mariposas, disecarlas y exhibirlas en porta retratos en su habitación, parecía fascinada con las alas de aquellas criaturas, y enfocó toda su atención en esos insectos.

¿Por qué Chika?

¿Por qué no odias y reclamas?

¿Por qué eres tan pura y sincera?

Siempre me había pedido mantenerme lejos de ella, pero siempre había algo que me pedía acercarme, así que esa noche entré en la habitación de la, ahora, joven mujer, y me arrodillé a lado de su cama.

— ¿Por qué permites que tu padre te trate de esa manera? — susurré, mientras acariciaba su suave cabello, logrando que frunciera ligeramente el ceño. Sonreí, de alguna manera me daba pena, pero al mismo tiempo, deseaba ser al menos esa compañera fiel, que estuviera con ella mientras afrontaba el mundo.

Sólo para después… verla morir, como a todos los demás.

Incluso una luz tan grande como la de Chika, estaba destinada a ser apagada algún día… Pero, una parte de mí no quería que eso sucediera, sin embargo, no dejaba de ser lo que era, y la otra parte, anhelaba que esa luz saliera de la existencia y nunca más volviera a encenderse.

— Mamá…— susurró.

— … No, soy Riko— respondí, acariciando su cabello. No volvió a decir algo más, simplemente se acurrucó en su lugar, paseé un poco por su habitación, encontré algunas tarjetas, reconocí su letra en ellas… ¿cuándo era que había pulido tanto su caligrafía? Cuando vives tanto tiempo, unos meses pueden ser semanas. La escuché quejarse ligeramente, regresé a su lado y la cubrí de nuevo con su cobija… El impulso de hechizarla para sacar sus más oscuros deseos se hizo presente en mí, pero no podía permitirme hacerle eso, aun dentro de la maldad acumulada dentro de mí, existía un poco de esa Riko que había querido enterrar años atrás, me recargué a su lado y comencé a improvisar una melodía — Duerme mi amor, el cielo ya oscureció, tus pensamientos el sueño se los llevó, quiero ver tu rostro durmiendo, sonriendo al tener una aventura, que las nubes guardarán con premura. A la luna, pediré que mengüe para arrullarte, al padre viento, una brisa cálida para abrazarte, quédate aquí, y yo estaré junto a ti cuando abras los ojos, esos hermosos claveles rojos…

Quizá quedaría mejor rubíes, pero bueno, ya estaba cantado, nada podía deshacerlo.

Me incliné para besar su frente, y una sensación abrazadora salió desde mi pecho hasta la última fibra de mi ser. Retrocedí, casi aterrada… ¿qué era aquello? Tan dulce y amargo a la vez… Tan cruel pero amable… Sentía incertidumbre, y aquel magnetismo que me ataba a Chika, comenzaba a hacerse más fuerte.

Era ridículamente bello.


— Riko…— susurró.

Una noche más, una vez más, yo estaba aquí, a su lado, cantándole para dormir y acariciando su rostro…

— ¿Por qué te haces esto, Riko? — podría simplemente matarla y librarme de ella, podría hacerlo… pero no quería hacerlo. Amor, obsesión, lo que fuera que me ataba a esa joven, estaba comenzando a afectar mi mente, pero ni todo el amor ni toda la obsesión que sentía, quitaban mis ganas de arrebatarle esa luz y hacerla mía al fin. Al que sí podía asesinar era a ese chico, Eduardo… ¿quién se creía que era? Tan cercano a Chika… siempre poniendo su mejor cara para ella, incluso si estaba cansado o triste por la situación de su hogar. No me importaba qué era lo que pretendía con Chika, pero ella era mía, y no se la daría a nadie.

Pero yo tampoco podía tenerla.

Entonces la estaría condenando a una vida de soledad, pero al menos, la suya tendría un fin, no como la mía, que ya ni siquiera podía ser llamada vida.

— Duerme mi amor, el cielo ya oscureció, tus pensamientos el sueño se los llevó, quiero ver tu rostro durmiendo, sonriendo al tener una aventura, que las nubes guardarán con premura. A la luna, pediré que mengüe para arrullarte, al padre viento, una brisa cálida para abrazarte, quédate aquí, y yo estaré junto a ti cuando abras los ojos, esos hermosos claveles rojos…— canté de nuevo.

— ¿Cómo te llamas? — susurró. Casi me da un paro cardiaco al escuchar su voz, pero no podía moverme, en cambio acaricié su mejilla — ¿Quién eres? — besé su frente.

Soy tu demonio personal, ese que quiere amarte tanto como destruirte, aquella que se ha enamorado de tu luz, y aquella que quiere robarla también. Soy el lobo, intentando acercarse a caperucita roja con un par de rosas entre las garras, sabiendo que al final, va a terminar devorándola. Eso soy.

Suspiró y su respiración se volvió acompasada y delicada.


Debía estar loca si seguía detrás de ella, aun cuando sabía que ella era consciente de mi existencia, ya ni siquiera intento esconderme, estoy detrás de los arbustos, como una niña curiosa.

— ¿Saldrás a verme esta vez? — ahí estaba, de nuevo, ese golpeteo en mi corazón. Abrí mis labios para responder, pero volví a cerrarlos… Quería hablar con ella… tanto — El viento se siente realmente bien hoy— inhaló y exhaló mientras cerraba los ojos. Era hermosa, tan hermosa— ¿Puedo verte?

— No— dije, más para mí que para ella.

— ¿Por qué? Tú me miras cuando duermo, ¿no es así?

Reí, más por nerviosismo que por cualquier otra cosa. Salí corriendo del lugar cuando ese nerviosismo se convirtió en pánico.

Ahí estaba, como una mariposa queriendo ir a la luz, una mariposa negra que deseaba encajar con una mariposa blanca… No podía seguir con eso, no debía seguir con eso, entre más supiera de ella, más la amaría, y entre más la amara, más querría destruirla.

Emprendí mi vuelo a las montañas.

— No puedes volver— me dije con severidad, como si quisiera que mis palabras se tatuaran en mi mente, para no regresar.

A esas horas, Chika seguramente estaría cenando con el servicio… con ese Eduardo… y el joven estaría intentando hacerla sonreír, lográndolo… obviamente, tenía carisma, era atractivo, pero no más carismático ni más atractivo que yo. Si quisiera, podría tener a Chika comiendo de la palma de mi mano… a pesar de que ella ya me tuviera a mí, embelesada con su belleza. Mi preciosa mariposa de luz, blanca y pura… No puedo volver a tu lado.


A pesar de que dije eso… ¿qué hago aquí?

La hora había llegado, aquella donde Chika venía a jugar a su jardín personal, y aquí estaba yo, incapaz de soportar un minuto más sin verla y saber cómo está, si ya había desayunado, si ya había dejado que un poco de la oscuridad del mundo la envolviera, si accedería a las atenciones de Eduardo… Me estaba volviendo loca, esa chica me estaba volviendo loca.

— Oye…— su voz interrumpió mis pensamientos, haciendo que mi mente se adormeciera ligeramente — ¿Estás bien? — hizo una pausa — Esta noche no viniste a mi habitación— parecía que me reclamaba.

No puedo con esto. Pasé detrás de ella, sigilosa, buscando sentirla cerca, me había hecho falta.

— ¿Querías que fuera? — volvió su vista, pero yo ya estaba del otro lado del jardín, con mi corazón palpitando emocionado, intrigado, asustado…

— Sí…— susurró.

— A mi igual me gusta ir a verte— dije en voz baja para mí misma, esperando que no me hubiera escuchado.

Y, aun así, esa noche decidí no visitarla.

Me permitiría verla… al día siguiente… Y sabía cuál era la excusa perfecta para una cita. Las mariposas negras que habían despertado su atención me ayudarían.


Estúpida sonrisa, quítate de mi rostro.

Estúpido corazón, deja de latir de esa manera.

Estaba ansiosa por que llegara la hora, ¿le gustaría cómo me veo? Había hecho el mejor vestido que había podido, incluso había usado una mascarilla que había tomado de una tienda cercana. Yo era hermosa, pero me importaba más lo que Chika creyera.

La miré entrar en el lugar, por un momento, me dieron ganas de salir corriendo, pero… Tomé aire, y posé mis manos sobre sus hombros, evitando el impulso de desaparecer como la vez anterior.

— Ho-Hola… — dijo, sin voltear. Inhalé y exhalé.

— Hola.

Se volvió hacia mí, y finalmente, sus ojos me miraron, sólo a mí, a nadie más. Un sonrojo se hizo presente en sus mejillas, abrió la boca para hablar, pero parecía que nada salía de sus labios. Tan hermosa… tan… destructiva para mi cordura.

— E-Eh…

— Hola Chika— sonreí, intentando provocarla.

— Hola…— repitió, casi por inercia, miraba mis labios. Era más audaz de lo que había esperado, pero estaba feliz de ese detalle.

— ¿Me extrañaste? — esperaba que no se notara mi vergüenza, el sonrojo de Chika me ayudó a relajarme, acaricié su cuello con suavidad, piel preciosa, tal como la seda, sentí su respiración volverse pesada, sentía algo extraño en mi abdomen, era demasiado.

— ¿Eres humana? — me dijo, una vez recobró la compostura.

— Lo fui una vez— contesté, rememorando aquellos días, los mejores de mi vida, al menos, hasta el día en que había conocido a Chika.

— ¿Fuiste?

— Soy un hada oscura— levanté su mentón y sentí cómo había dejado de respirar por un momento.

— Un hada oscura…— se alejó ligeramente, logrando que me enfadara un poco.

— ¿Qué ocurre? — ¿no era ella la que quería verme?

— Aléjate.

— ¿De verdad quieres eso? — me acerqué, casi con rudeza — Te he visto llamarme por las noches cuando te quedas dormida.

— P-Pero yo no sé tu nombre— la forma en que su resolución flaqueaba con mi cercanía me divertía, y también, me hechizaba cada vez más.

— Lo sabes, pero solo te lo he dicho cuando estás dormida.

— ¿Cuál es…?

— Riko.

— Riko…— repitió, lo más hermoso que había escuchado en el día.

— ¿Me tienes miedo?

Ella titubeó, me miraba de arriba hacia abajo, noté cierto destello de deseo en sus ojos, después de todo, estaba en esa edad.

— No… Pero no se supone que me acerque a ti— dijo mientras se acercaba a mí.

— ¿Por qué?

— Las hadas oscuras… Son malas…

— No todas lo son— mentí, yo lo era, pero al parecer, mi amor por aquella pequeña era más grande —, vayamos paso por paso— extendí mi mano hacia ella, invitándola a acercarse completamente.

Sus ojos iban de mi rostro a mi mano, levantó ligeramente la vista, como si le preguntara al cielo si podía confiar en mí. Esperaba que le dijera que no, así al menos, tendría una razón para acabar con ella, queriendo creer que me había dolido que me rechazara, cuando en el fondo, sabía que lo habría intentado de nuevo si ella se alejaba. Tomó finalmente mi mano, y yo apreté ligeramente el agarre.

— Ven— dije, empezando a caminar.

— ¿A dónde vamos?

— ¿No quieres a esa mariposa negra? Sé dónde hay muchas.

— Oh, pero… Necesito ir por mi red o por un frasco.

— Tranquila, no será necesario, confía en mí.

— Sí…— respondió, sus ojos me miraban con una profunda ensoñación, como si pudiera hacer lo que quisiera con ella. Y justo eso haría.

Quería lanzarme sobre ella y besarla, tocarla, hacerla sentir que nadie la podría amar más que yo, que nadie podría hacerla sentir lo que yo, pero tenía que ir poco a poco, no quería asustarla, no quería tener que forzarla a estar a mi lado si es que deseaba huir.

— Elige la que quieras— le ofrecí, una vez llegamos al claro donde había reunido varias mariposas oscuras y completamente negras.

Sus ojos brillaron mientras paseaba su vista por todas y cada una, para un hada oscura con tantos años como yo, no era difícil armar un espectáculo de mariposas sólo para ella.

— ¿Puedo elegir ésta? — apuntó.

— Esa será, ¿ya quieres regresar? — esperaba que dijera que no.

— Pues…— miró la mariposa entre sus manos — Sí… — en serio esperaba que dijera que no.

— Bien, regresemos— extendí mi mano a ella, pero comenzó a caminar por delante.

Poco a poco, Riko… poco a poco…


Eso no estaba bien… bueno, sí lo estaba, pero a la vez no…

Chika… Chika… Chika… Sólo podía pensar en ella, y cada vez que lo hacía, su inminente final me aterrorizaba tanto, que, a veces, despertaba con lágrimas en mis ojos, maldiciendo por ser inmortal, culpándola por ser mortal.

No quería perder a Chika… Y a la vez… Incluso yo misma podría lastimarla, un humano era tan frágil…

Los momentos a su lado eran tan efímeros, tan cortos, tan… nada, no eran nada comparado con lo que yo quería, necesitaba más de ella, quería más de ella, pero, ¿por qué tenía que haber sólo una forma? Que te jodan Lilith, espero que algún día te quemen.

— Es extraño estar en mi cuarto hasta que llega el atardecer, generalmente estoy jugando en el jardín trasero— dijo Chika mientras miraba al balcón.

— Lo he notado— sonreí, abrazándola como si mi vida dependiera de ello—, te gusta mucho ese columpio.

— Sí… Es divertido estar en el, ¿tú qué haces para divertirte?

— ¿Divertirme…? — pensé un momento — Como el alma de las personas que me dejan entrar en su casa.

— ¿D-De verdad? — me reí al mirar su expresión.

— Claro que no— mentí — Pero sí es divertido verte, molestarte…

— ¿Molestarme es divertido? Espero que no te aproveches mucho de eso— infló una de sus mejillas.

— No lo haré— guiñé un ojo —, me gusta más verte sonreír.

Chika se sentó en la cama, sonriendo y bajando la mirada al suelo.

— B-Bueno, es hora de que vaya a dormir.

— Claro.

— ¿P-Podrías voltearte? Voy a cambiarme— casi me ahogo cuando pasé saliva.

— ¿Por qué? Ya te he visto desnuda muchas veces— bromeé.

— ¡¿Eh?!— parece que se molestó — ¡Fuera!

— Espera, espera, era una broma…

— ¡Fuera! — me empujó fuera de su habitación. Si tan sólo supiera que, si quisiera, podría mirar a través de su ropa aun cuando la traía puesta… Pero… era un hada oscura, no una súcubo.

— Es todo un caso— me recargué en el pasillo, sonriendo.

— Disculpe, ¿quién es usted? — preguntó un chico de cabello blanquizco y ojos verdes. Eduardo… el hombre que quiere arrebatarme a Chika… No me importaba su madre enferma y sus dos hermanos pequeños, cualquiera que se acercara a Chika tanto, cualquiera que se atreviera a abrazarla de la manera en que él lo hacía… a esa persona, a él, lo quería muerto, fuera por mí propia mano o por la de…

No, ella no podría hacer eso, pero… si la llevaba hasta el límite de la amargura y el dolor entonces… Chika podría…

— Me llamo Riko, ¿y tú? — dije, sonriendo con cierta lascivia.

— Yo soy Eduardo— sonrió y besó mi mano. Tuve que contener el impulso de rechazar su atención, qué asco, nadie más que Chika podía tocarme, pero al menos, por esta vez…

Lo siento Chika, sigo siendo un lobo… Sigo siendo tu demonio.


— ¿De verdad era una broma? — me preguntó.

— ¿Qué cosa?

— Eso de que… Me has visto desnuda.

— Era broma, procuro respetar tu espacio— y yo no soportaría verla sin querer lanzarme sobre ella.

— Bien… Gracias…. Y perdón.

— ¿Por qué?

— Por sacarte a empujones de mi habitación.

— Tranquila, creo que te entiendo— sonreí con cierta amargura, esa noche, sería cuando todo se pondría en marcha—, no confías en mí, lo sé.

— Y-Yo no…

— Tranquila, está bien— pronto sólo podrás confiar en mí.

— Riko…

— ¿Sí?

— ¿Te acuestas conmigo?

— ¿Eh? — sentí el calor en mi rostro.

Chika se recorrió y me cedió un lugar en su cama, mi corazón casi se derrite, una sonrisa se dibujó en mi rostro y avancé a su lado, la abracé con fuerza y besé su frente.

— Gracias.

— No es nada.

No pasó mucho tiempo para que Chika se durmiera. Miré el techo de la habitación, pensando en si lo que iba a hacer era lo correcto… Lo era…

Al menos para mí.

Y estoy segura que, cuando Chika entendiera mis razones, para ella, también sería lo correcto para ella. Yo la llevaría lejos de Eduardo, la llevaría lejos de esa vida que su padre le había hecho pasar, ya no iba a estar sola, iba a estar conmigo, y era todo lo que ambas necesitábamos. Ella estaría de acuerdo.

Me levanté con sigilo y salí por la ventana hasta la casa de aquel hombre.

Aun no dormía, se encontraba haciendo cuentas, sus hermanos estaban dormidos y su madre descansaba en una gran cama, al parecer él dormía con los dos pequeños. Me acerqué a él y posé mis manos en sus hombros.

— ¿Eh?

— A partir de mañana, yo voy a ser la mujer que deseas, aquella con quien quieres acostarte y a quien seguirías hasta el fin del mundo. A partir de mañana, me buscarás, a partir de mañana, dejarás todo lo en lo que crees y sólo te moverá tu deseo por mí, ¿lo entiendes?

— A partir de mañana, te amaré, Riko— repitió.

Sonreí, sólo eso se necesitaba para controlar a un humano, y, aun así, no podía hacerle lo mismo a Chika, pues ella me controlaba a mí, mientras yo intentaba controlarla a ella, pero no quería tomar su luz, a menos que ella me la diera voluntariamente, y si sus sentimientos por mí eran lo suficientemente fuertes, entonces ambas podríamos estar juntas.

Y si no…

Y si no… entonces… lo intentaría de nuevo.


— ¿Q-Qué ocurre?

— Me estabas mirando demasiado, pensé que querías que te mirara también— sonreí, esperando la hora en que Eduardo fuera a buscarme y así, poner en marcha el domino.

— Eso no es cierto…

— ¿No quieres que te mire entonces? A mí me encanta mirarte, eres hermosa.

— No juegues Riko— nunca me cansaré de su rostro avergonzado.

— No estoy jugando— recargué mi mentón en el dorso de mi mano —, eres hermosa Chika Takami.

— ¿Se les ofrece algo señoritas? — mal momento para llegar, pero bueno, todo había comenzado.

— … No…— susurró.

— No, muchas gracias Eduardo— lo miré con una sonrisa, y él me respondió de igual manera, no tenía ningún reparo en ocultar su vista, que recorría todo mi cuerpo, me hizo estremecer de desagrado, pero tenía que seguir con lo planeado. Guiñé un ojo a él, y entonces, escuché cómo Chika se levantaba de la mesa, corriendo a su habitación.

No podía ir tras ellas.

Aun no…

Al demonio.

Me levanté, queriendo ir a su lado.

— Riko— Eduardo me abrazó por la cintura, casi lo golpeo, pero gracias a eso, pude poner los pies sobre la tierra de nuevo.

— Dime.

— ¿Puedes quedarte conmigo hoy? Siempre estás con Chika.

— Quizá, mañana— me volví hacia él —, se paciente, ¿bien?

— Bien…— me robó un beso en los labios, para después irse. Tanta naturalidad, mi magia era efectiva, como siempre.

Esperé un momento más y fui a la habitación de Chika, la llamé, pero no respondió, estaba acostada en su cama, abrazando su almohada.

— ¿Qué ocurre? — habló, sin despegar la almohada de su rostro. Mi pecho dolió ligeramente al percibir su voz ahogada, pero no era tiempo de dudar, no cuando ya la había lastimado para mi egoísta propósito.

— ¿Estás celosa?

— No.

— ¿Entonces?

— No es nada.

— Ven— tomé su muñeca, la sentí tensarse. No tengo tiempo para que seas infantil ahora, Chika — No tengas miedo— suavicé mi tono de voz.

Quería abrazarla, pero sería demasiado, y ella aun no me había permitido hacerlo.

— ¿Él te gusta? — preguntó.

— ¿Eduardo? Bueno… No realmente.

— Pero sí te gusta un poco…

— ¿Tienes algún problema con eso?

— Que sí…— Chika bufó, era la primera vez que la veía molesta. Así que… incluso ella podía hacer una cara como esa— ¡Claro que sí! — empujó mi mano — Primero me dices que soy hermosa, me intentaste besar una vez, acaricias mi cabello… Buscas abrazarme… Y después coqueteas con él frente a mi…— las lágrimas bajaron por sus hermosos ojos, lastimándome a mí también — No sé si solo estás jugando conmigo o…— mordió su labio inferior, parecía arrepentida.

— ¿O…? ¿Qué es lo que quieres decir?

— No es nada— Chika iba a tomar de nuevo la almohada de lino, pero no le permití hacerlo. Tan expuesta, Chika parecía decirme con su cuerpo que me acercara a ella, y así lo hice, quedando sobre ella, mientras la recostaba en la cama.

— Chika… Yo… — no había planeado esto… pero sabía que lo necesitaba, me acerqué lentamente a ella, rozando mis labios con los suyos, sintiéndola temblar bajo mi toque, sus ojos eran brillantes orbes que refulgían en fuego rojizo.

— Riko…— susurró, poniendo sus manos en mi espalda — Bésame…

Esos ojos que me rogaban más, sus manos acariciando mi espalda… Me dolía y a la vez… me excitaba tanto, me disculpé en mi mente, mientras corrompía su piel con mis manos pecadoras.

— Lo siento— susurré mientras la escuchaba gritar mi nombre, diciendo que me amaba… Yo también la amaba, por eso la deseaba a mi lado, aunque eso significara renunciar a todo lo que creía, no podría vivir sin Chika… El aire que entró por su ventana me hizo saber que estaba llorando, la abracé, pegándola junto a mí, esperando que no lo notara. Mi único mal había sido estar sola, pero sí tenía a mi mariposa blanca conmigo, entonces ni ella ni yo sufriríamos.


Una semana estando con ese hombre… no quiero ni siquiera pensar de dónde es que saqué fuerzas para poder tomar su mano y coquetear con él, pero lo hice, y ahora, lo tenía justo donde lo quería. Tenía que endurecer mi corazón, era lo mejor, para ella, y para mí, al final, lo que importaba era el resultado, quería confiar en el amor de Chika, y esperaba que ella pudiera confiar en el mío.

Mientras caminaba junto a él, tomada de su brazo, me sentí como si hubiera regresado años atrás, cuando no me importaba con quién jugaba y a quién arrebataba el alma, nunca había tenido que ver por nadie más que por mí, y eso me había hecho egoísta y altanera. Hasta que quedé prendada de esa chica de sonrisa radiante y espíritu puro, limpia, sin malicia.

El lobo estaba por comerse a caperucita, justo después de haberle prometido la luna y las estrellas.

Había llegado la hora, y yo avancé con Eduardo por el jardín, pretendía reír con uno de sus malos chistes, vi un destello color mandarina esconderse tras los arbustos, y fue entonces, cuando realmente tuve que retroceder a mi yo de hacía tantos años.

— Creo que la señorita Takami ha salido— me dijo, era pertinente un comentario así, estábamos en su jardín favorito, después de todo.

— Yo igual lo creo, pero entonces quiere decir que tenemos un cuarto libre— tomé su brazo, pegando mi pecho a el.

— ¿Eh?, ¿En la cama de la señorita?

— ¿Por qué no? ¿No dices que quieres que tu primera vez sea especial? La habitación de Chika es muy bonita— pero tú y yo no haremos nada ahí, eso sí no voy a permitirme destruir.

— Pero, ¿qué no ustedes dos son novias? — novias…

— No— respondí, las palabras me sabían a hiel — No somos nada.

La mirada de Chika conectó con la mía. Ella estaba llorando, una parte de mí quería soltarlo y abrazarla, pero entonces, todo sería en vano. Le sonreí, y nunca haber sonreído me había quebrado tanto el corazón, pero… aunque no quisiera admitirlo, estaba feliz, todo acabaría pronto.


— ¡Riko, abre la puerta! — cerré, manipulando la cerradura, buscando que no se abriera, la cerradura alcanzaba a mostrarle el balcón, aquel donde yo la vigilaba todas las noches, y justo ahí, Eduardo me besó con voracidad, mordiendo mi labio en el proceso. Tuve que pedir paciencia, lo jalé a la cama, saliendo del campo de visión de Chika, sus gritos martilleaban mi corazón de una manera que jamás creí posible, me disculpaba después de cada súplica, de cada ruego, tenía que hacerlo — ¡Riko!, ¡Por favor, no puedes hacerme esto! Riko… Yo te amo… ¡Riko!

— ¡Ve a jugar con tus muñecas! — gritó Eduardo, y yo mordí su hombro — Auch, ¿qué ocurre?

— Nada… simplemente quería probarte.

— Eso dolió bastante— no más de lo que te dolerá después.

— ¡Riko, por favor!, ¡¿Qué hice?!, ¡Riko!

— Lo siento, Chika…— susurré. Puse las manos en la cabeza de Eduardo.

— ¿Qué haces?

— En este momento, vas a dormir, no vas a despertar hasta que sientas que yo me he movido.

— Hasta que tú te muevas— repitió.

Lancé el hechizo, los gemidos de Eduardo y míos llenaban el lugar, junto al chirriar de la cama; incluso a mí me produjo escalofríos escuchar tal cosa, insoportable, pero aún más insoportables eran los quejidos de Chika, quien me seguía pidiendo que no me entregara a él, que volviera con ella y que entonces, haría lo que quisiera. Pero ya lo estaba haciendo, y ahora yo sólo tenía que esperar, recostada en la cama, a lado del que fuera su mejor amigo.


Yo nunca hubiera deseado el mal de la inmortalidad a nadie, pero cuando puedes compartirla con la persona que amas… ¿no es algo asombroso? Vivir siempre a su lado, sin preocuparte por morir antes o después, con el poder para hacer de cada día, memorable. Sí… eso era justo lo que deseaba ahora, aunque para conseguirlo, tuviera que quitarle esa luz de pureza a la chica que amaba. Sí, era egoísta, demasiado, y ahora mismo, reclamo a Chika Takami como mía, para siempre.

Las horas pasaron, ella no regresaba y no había rastro de que fuera a hacerlo pronto, el sueño me venció al final, de cualquier manera, era probable que Chika hiriera a Eduardo, que lo golpeara, y el joven, indefenso, no sería capaz de defenderse. Entonces lo sacaría de sus vidas, quizá lo enviaría lejos, sí, era lo más probable, y una vez llegara al límite de sus emociones, el veneno de la mariposa oscura que había dejado en ella tras hacer el amor, comenzaría a fluir por sus venas, y entonces…

— ¿Mm? — todo estaba oscuro… no, tenía algo frente a los ojos, intenté levantar mi mano, pero no logré llegar a mi rostro… Yo… ¿estaba atada? Pero… ¿por qué? — ¿Eh?

Sentí que alguien se sentaba a mi lado, ¿era Chika? Pero si era así, ¿por qué estaba atada?

La venda fue removida, y no pude evitar abrir mis ojos con sorpresa ante la imagen de Chika… Al final… había tenido que robar su luz… su rostro se mostraba inexpresivo, me miraba como si me analizara, su vestido blanco ahora había sido reemplazado por uno negro, junto a su maquillaje, notablemente sombrío. Un escalofrío recorrió mi cuerpo… ¿Qué había ocurrido? De nuevo… se salía de cualquier cosa que hubiera previsto, pero entonces… ¿qué tenía planeado hacer?

Acarició mi rostro, un olor metálico llegó a mis fosas nasales, entonces, Chika sonrió, pero no era la misma sonrisa que siempre me había mostrado esta vez… se sentía diferente, siniestramente diferente. Me abrazó, y sentí su mano pasar por mi cabello con delicadeza casi ceremoniosa, paseé mi vista por la habitación, y fue cuando lo vi… tirado en el suelo, con una puñalada profunda y sangrante en el pecho. No era una herida normal, le habían clavado algo con tanta saña, que su herida parecía más un picadillo de carne… Chika… Pero ella no podría… pero entonces… ¿Cómo?

Chika… no podría haberlo hecho, y, sin embargo… ahí estaba Eduardo… Muerto.

— ¿Chika...? — susurré, con cierto temor.

— ¿Me amas?

— ¿Qué?

— Eres mía, Riko, no puedo entregarte a alguien más, no perdonaré a nadie que intente arrebatarte de mi lado, acabaré con esa persona... ¿Me amas? Dímelo, necesito escucharlo de tus labios.

— Pero... tú no eres así... — no podía digerirlo, había pensado en que Chika lo matara, pero… Eso no era propio de ella… Por mucho, había esperado que lo golpeara o algo parecido.

Chika deshizo el abrazo y tomó mis mejillas, haciéndome mirarla a los ojos.

Apagados, pero con un refulgir extraño…

— Ya no soy una niña... Fue por eso, ¿verdad? Por eso me traicionaste, porque era inmadura y crédula, pero ya no más, quédate a mi lado, quiero que estés a mi lado — su voz me hizo temblar, pero al mismo tiempo… Me sentí…

Triste…

Y satisfecha.

Caperucita roja, había dejado su capa atrás y había asesinado al lobo.

— Chika...

— Te amo Riko...— una marca en forma de mariposa se había formado en el cuello de mi amada, la admiré, casi con orgullo, la marca de las hadas corrompidas. Después de todo… el amor sí que cambia, y a Chika, la había convertido en el mismo monstruo que yo… O mejor dicho… Yo la había convertido en eso…

Casi podía sentir la mirada de Lilith, burlándose de mí, pero eso no me importaba. Tenía a Chika a mi lado, esta vez, para siempre y por siempre.

— Te amo Chika.