DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a J.K. Rowling, el resto es mío.

AVISO: Este fic participa en "¡Quiero un regalo de cumpleaños!" del foro "El triángulo, donde tres, están unidos". [Regalo para AliciaBlackM].

Este fic solamente está publicado en Fanfiction y no permito su difusión en otras plataformas. (Di no al plagio).


~N/A: Pues sí, otra vez yo, lol. Y sí, drama, jeje.

Advertencias: Rated M por violencia, muerte, lemon implícito/explícito, vocabulario soez y mención de suicidio.

Descargo de conciencia: No he experimentado muchas de las cosas que narro en mi fic, así que pido disculpas por adelantado si no consigo plasmar correctamente los sentimientos correspondientes a cada situación. Todo lo que he escrito está hecho desde el respecto y la empatía, espero que nadie se ofenda. Si creéis que podéis aportar alguna experiencia personal que me ayude con la narración, no dudéis en poneros en contacto conmigo.

Este fic un proyecto que empecé en noviembre del año pasado, cuando decidí que me apetecía dar rienda suelta a algunos de mis deseos literarios más perversos. Recalco «algunos», porque no he podido incluir todo lo que me gustaría. Una lástima, porque sé que el corazón negro de Alicia lo hubiera apreciado.

Me veo en la obligación moral de dar este aviso: si no os gusta el drama, en la esquina superior izquierda de Google está la flechita que os sacará de aquí. Si os gusta, bienvenidos a una de mis idas de olla. He hecho lo que siempre hago cuando me quedo con una idea para un regalo: tomar la idea principal y añadirle todo lo que me da la gana. Alicia me ha dado permiso para ser cruel, así que…

Información a tener en cuenta: A pesar de que hay varios sucesos que necesitan explicación, este no es un fic con grandes misterios y giros argumentales que os dejarán preguntándoos qué coño está pasando. Escribo para narrar la situación de determinados personajes, su carácter, cómo llegaron a ser así y qué pasará con ellos ahora que su vida ha dado un giro de ciento ochenta grados.

Habrá un capítulo semanal, los sábados, hasta que me quede sin capítulos o tenga que dejar de publicar por alguna causa mayor. Tengo dieciséis capítulos escritos, así que, como mínimo, tendremos fic desde hoy hasta el uno de septiembre aproximadamente.

Por último, quiero dar las gracias a mi hermosa dianetonks por haber tenido la paciencia de leer el fic y hacerme una de sus preciosas portadas. Mención especial a MeriAnne Black por leer algunos capítulos y fangirlear. N/A~


Feliz cumpleaños, esposa mía.


EPITAFIO A UNA MENTIRA


i. Los placeres violentos poseen finales violentos y tienen en su triunfo su propia muerte, del mismo modo en que se consumen el fuego y la pólvora en un beso voraz. (William Shakespeare)

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27 de diciembre de 2006

Hermione está sentada en la mesa de la cocina. Lleva unos diez minutos esperando, pero no le importa. En ocasiones necesita estar sola, pero no el tipo de soledad que trae no tener a nadie al alrededor, sino aquella que proporciona la paz mental. Solo se piensa con lucidez cuando se está sola, y ella necesita pensar.

Cuando se abre la puerta, levanta la cabeza. Los sentimientos encontrados que la han embargado durante la última semana desaparecen para dejar lugar a una máscara de tranquilidad. Ha practicado tanto en los últimos años que es capaz de auto-convencerse en cuestión de minutos de que no le afecta nada de lo que pasa a su alrededor. O, al menos, de aparentarlo.

Cuando Ron se asoma por la puerta, sonriente, esta máscara está a punto de resquebrajarse, pero, por suerte, su amante y segundo mejor amigo siempre ha sido malo en interpretar los sentimientos ajenos. Hermione le devuelve una sonrisa forzada y la de él se borra lentamente. Puede que no se le dé tan bien mentir como ella cree.

―¿Estás bien? ―pregunta Ron.

―Como nunca ―responde ella. En cierta manera, es cierto: nunca se ha visto en aquella situación.

El hombre retira una silla hacia atrás y se sienta. Todos los movimientos que hacen parecen retumbar en aquella casa vacía. A oídos de Hermione, su respiración suena como un tambor acelerado.

―¿Qué pasa? ―pregunta él. Lo dice a sabiendas de que no le va a gustar la respuesta, pero Ron nunca ha sido de guardarse las cosas. La última vez que lo hizo, explotó y lo mandó todo a la mierda.

Abre la boca, dispuesta a soltarlo de golpe, pero después recuerda que Ron sí que le importa. Lleva tanto tiempo metida en el mundo de la política y casada con Draco Malfoy que ha olvidado lo que es tratar a los demás con delicadeza. Suspira y vuelve a empezar mentalmente.

―Estoy embarazada ―susurra.

Observa la reacción de Ron: el hombre abre los ojos como platos; el color abandona sus mejillas, creando un contraste todavía más pronunciado con su pelo anaranjado. Su boca se abre, formando una «o» perfecta.

―¿Cómo…? ―Niega con la cabeza; ambos saben cómo―. ¿Cuánto hace que lo sabes? ―pregunta.

Hermione baja la mirada hasta sus manos; las tiene en el regazo, apretadas en sendos puños, así que se obliga a relajarse y ponerlas encima de la mesa.

―Ayer fui a San Mungo a por los resultados.

Ron se recuesta en la silla; parece derrotado.

―¿No hay ninguna posibilidad de que…?

Hermione niega con la cabeza rápidamente, antes de que termine su afirmación.

―Si la hubiera, ya estaría encerrada en Azkaban.

Ron tuerce la boca en un rictus de desagrado; su opinión sobre Draco Malfoy quedó clara hace mucho, y con cada día que pasa, no hace más que reafirmarse. Ambos saben que él piensa que su marido no la merece, pero Hermione sabía los riesgos cuando se acercó a él, y dejó muy claro a Ron cómo estaban las cosas cuando empezaron a verse de forma asidua.

Ron se levanta y rodea la mesa para acuclillarse a su lado. La mira desde abajo con esos ojos azules llenos de sinceridad.

―¿Por qué no lo dejas?

Hermione suspira. No es la primera vez que tienen esa conversación.

―Ya sabes que no puedo. Las cláusulas legales son muy estrictas y…

―No me refiero a divorciarte ―corta él―. Vámonos lejos de aquí. Tú y yo. Que le jodan a él y a su contrato.

Hermione sonríe con tristeza y se inclina hacia él. Acaricia su mejilla rasposa con una mano. Qué bonito es tener sueños cuando se tienen opciones.

―No puedo ―dice, llevándose una mano al abdomen―. Mucho menos ahora. ―Toma aire; necesita infundirse de valor para lo que viene a continuación―. Tú sabes que te quiero, Ron. Puede que no como tú necesitas, pero te quiero. ―Él sonríe y un relámpago de felicidad cruza su rostro―. Pero también quiero a este hijo. ―Corta el contacto físico con él, aunque ya empieza a lamentar el vacío―. Sé que no lo entiendes, y puede que nunca lo hagas, pero me hace feliz saber que estoy embarazada.

Es cierto. Cada palabra que ha pronunciado es verdad. Sabe que suena egoísta y caprichosa, pero hay muchas formas de amar y muchos tipos de egoísmo.

Quiere a Ron por cómo la hace sentir, por cómo sonríe al verla, por los pequeños detalles que tiene con ella. Pero también quiere ser madre. Le da igual que el padre sea un bastardo al que apenas soporta: se asegurará de que su hijo sea mejor que él. Sonríe ante la idea de un pequeño bebé balbuceando y extendiendo las manitas hacia ella. Por un segundo, el futuro despierta en ella algo más que apatía: ilusión.

Ron se levanta y carraspea. Está enfadado, pero Hermione no puede culparlo.

―Siento que las cosas estén así ―dice.

Ron la mira brevemente antes de apartar la mirada. Sabe que será la última vez que se vean asolas, y todavía no sabe cómo asimilar la idea.

―Yo más que tú, créeme.

Cuando Hermione se queda sola, una lágrima solitaria recorre su mejilla izquierda. Todavía mantiene una mano sobre su abdomen, justo donde crece una nueva vida.


26 de mayo de 2007, tarde

Draco está en su despacho cuando recibe la noticia.

La muerte de su padre trajo consigo una responsabilidad que no esperaba que llegara hasta varios años después, pero también una libertad inimaginable. Nunca había deseado su muerte, pero tampoco puede decir que lo eche de menos. Lucius Malfoy era un hijo de puta manipulador cuyo única cualidad redimible era lo bien que se le daban los negocios. Su hijo, como no puede ser de otra manera, es una copia de su parte con el pelo más corto y todavía más ojo para el dinero. Ah, y el talento para ser cruel, aunque no le tenga el mismo gusto.

Termina de revisar las cuentas mensuales y guarda la carpeta en su escritorio. Tiene a todo un cuerpo de contables que trabajan para asegurarse de que cada mes Draco Malfoy sea algo más rico, pero no se fía de ellos. Su padre le enseñó que solo podía fiarse de sí mismo si quiere tener las cosas bien hechas, por eso siempre se queda una hora más que los demás trabajadores, aunque no se queja: gana dos veces más que todos ellos juntos.

Guarda la pluma en su caja de madera de roble y la alinea junto al bote de tinta. Le gusta la perfección; cualquier elemento que desentone con el entorno queda fuera de su despacho y de su vida. Aunque eso no es del todo cierto, piensa con cinismo, porque entonces haría mucho tiempo que no tendría esposa.

Se levanta, alisando las solapas de su traje. Coge su varita y la guarda en el bolsillo interior de la chaqueta.

Pero cuando se dispone a abrir la puerta, su secretaria irrumpe en el despacho. Parece agitada.

―¿Qué pasa, Alicia? ―pregunta Draco, molesto. Sea lo que sea, no piensa quedarse ni un segundo más. Si su secretaria tiene algún problema, tendrá que solucionarlo sola.

―Acaba de llegar esta notificación de San Mungo, señor Malfoy. ―La mujer traga saliva con dificultad mientras le extiende un papel. «No mates al mensajero», parecen decir sus ojos―. Es su esposa. Ha pasado algo.


Ese mismo día por la mañana

Hermione abre la puerta de su antigua casa. Hace meses que no va allí, y de hecho, ha estado a punto de no acudir, pero en el último momento se ha sentido culpable. Además, aunque se repita hasta la saciedad que no lo necesita, la verdad es que le echa de menos.

Cuando entra, la recibe la soledad característica de una casa abandonada. Da unos pasos hacia el interior y cierra la puerta con cuidado. Su madre siempre le decía que no hay que dar portazos.

―¿Ron? ―llama.

Cuando está a punto de creer que es una especie de venganza infantil de Ron y que en realidad no ha ido, la voz de su antiguo amante le llega desde la cocina.

―Aquí.

Hermione se dirige hacia allí con paso rápido. Ron está sentado en la mesa de la cocina, con su varita frente a él y la mirada perdida. Cuando ella entra, levanta la vista.

―¿Qué pasa? ―pregunta ella.

Ron parpadea varias veces, como cuando necesitas despejarte, y sonríe.

―Pensaba que no vendrías.

Hermione se cruza de brazos.

―Bueno, he estado a punto de no hacerlo, pero tenía curiosidad. ¿Qué quieres?

Ron se levanta y se acerca a ella. La mira de arriba abajo, deteniendo sus ojos en la tripa de ella.

―¿Cómo estás? ―pregunta, eludiendo así la pregunta de ella.

Hermione se lleva una mano a la barriga y suspira. Sabe lo que está intentando y le parte el corazón tener que rechazarlo.

―Muy bien ―responde. Mira al hombre a los ojos―. Ron…

―Te echo de menos ―confiesa él―. ¿Es que no podemos vernos alguna vez? Para charlar ―agrega al ver la expresión tensa de ella.

―Si primero me dices que me echas de menos, no. ―Lo mira con atención desde que ha llegado. Lleva barba de varios días, y diría que está más delgado―. ¿Cómo estás tú? ―pregunta. No puede evitar preocuparse por él; siempre será su amigo, aunque las cosas entre ellos estén mal.

Los músculos faciales de Ron se tensan.

―¿Tú qué crees? ―Se acerca a ella y le acaricia la mejilla. Hermione se deja tocar durante dos segundos, pero rápidamente se aparta―. No puedo olvidarte.

―Lo siento, Ron.

Los ojos azules de él se quedan vacíos.

―¿No tienes nada más que decir? ―escupe―. ¿Cómo puedes ser tan hipócrita?

Hermione aprieta los labios hasta que se convierten en una fina línea. No quiere hacerle daño, pero tampoco piensa dejar que le hable así.

―Si eso es todo, me marcho. Llego tarde al trabajo.

Se da la vuelta y empieza a caminar hacia la puerta. Se lleva una mano disimuladamente a la cara, secando la lágrima que recorre su mejilla. No quiere que él vea lo mucho que le duele tener que rechazarlo.

―Espera. ―Hermione se detiene automáticamente. Le duele en el alma que siga intentándolo―. Falta una última cosa.

Hermione se da la vuelta de nuevo, encarándolo. Separa los labios para pedirle que no diga nada más, pero frunce las cejas al ver que Ron tiene la varita en la mano. Las palabras que iba a pronunciar mueren en su memoria.

Observa, como si estuviera debajo del agua y todo sucediera de forma más lenta, cómo Ron levanta la varita, apuntándola con ella.

―Crucio.


~N/A: Bueno, pues hasta aquí el primer capítulo. ¿Qué opináis de la introducción a esta nueva historia? ¿Demasiado oscura? ¿Demasiado drama, hasta para ser yo? Las cosas se pondrán chungas en los próximos capítulos (realmente el fic entero estará lleno de altibajos), pero algunos hilos irán desenredándose con el paso del tiempo. Tal vez se formen nuevos nudos en el camino, pero así es la vida, ¿no? Este no es un fic que pase la prueba de los unicornios y los "vivieron felices y comieron perdices", así que si leéis, sed conscientes de que puede que no os haga felices.

Quiero pedir perdón a Ron (y a todas a las que os guste el personaje) por la situación en la que le he puesto, pero me he guiado por los gustos de Alicia y por lo que necesitaba para este fic. Alguien tiene que ser el malo, y esta vez le ha tocado a él.

Y si habéis decidido darme una oportunidad con este nuevo proyecto, que sepáis que os estoy eternamente agradecida por el voto de confianza. Sé que soy mala actualizadora y peor terminadora de historias, pero les pongo cariño e intento ir avanzando poco a poco.

Nos vemos el próximo sábado. N/A~

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MrsDarfoy