Tormenta

Asuna

La gran construcción del aeropuerto nacional de Nakita pronto se hizo visible frente a nosotros. Parqueamos frente a las puertas de salidas internacionales del país. Un turista que parecía desorientado se acercó al carro y preguntó un par de cosas en un idioma que no pude entender del todo, posiblemente cantonés. Kazuto asintió y dio una respuesta que se escuchó bastante vaga en el mismo idioma. Finalmente me indicó que bajáramos del carro. No entendí nada de lo que estaba pasando mientras tomaba mis escasas pertenencias y me bajaba del vehículo. El señor extranjero tomó las llaves que le tendió Kirito y en una fracción de segundo se fue del lugar, dejándonos frente a las oficinas de Lufthansa, una de las más grandes compañías aéreas orientales. Durante la guerra oscura había puesto sus aeronaves en servicio de la federación para transporte de civiles y suministros. Al finalizar la guerra había recibido varias condecoraciones y el monopolio de varias rutas aéreas, sobre todo en China y Japón.

—¿A dónde vamos? —Pregunté con curiosidad, ya que me di cuenta de que no tenía ni la mínima idea de nuestro paradero.

Por toda respuesta mi compañero me pasó un boleto y unos cuantos documentos. "Rui Hayashi" era el nombre que constaba en mi pasaporte, junto a una foto mía con el pelo corto que en mi vida recordaba haberme tomado.

—¿Rui Hayashi? —Pregunté con cierta sorna a Kazuto. —¿Chica entregada?

El se encogió de hombros.

—También significa cariñosa, por si prefieres la definición. —Contestó con voz despreocupadamente seria. —Es un nombre lo suficientemente genérico como para pasar desapercibida.

—Y ¿cómo dice en el tuyo? —Pregunté, curiosa. —Ya sabes, para llamarte por ese nombre. —Continué ante su mirada de incomodidad.

—Durante el trayecto me puedes llamar Kirito. —Respondió con cierta frialdad. —El apellido no es pertinente.

Decidí no darle vueltas al asunto al sentir cierta incomodidad por parte de Kazuto, por lo que dejé de enfocarme en mi compañero y decidí estudiar mis documentos. Aparte de mis papeles de identificación, el vuelo que tomábamos era rumbo a Ginebra, Suiza, y salía en dos horas. El vuelo duraba unas 17 horas, lo que lo hacía parecer bastante tedioso.

—Ok, escucha. Ésta es la parte más peligrosa de toda la operación. —Dijo Kirito de manera casual mientras hacíamos cola para hacer el check-in. —Una vez en el aeropuerto de Ginebra, nos volveremos lo suficientemente invisibles como para estar seguros. Mientras tanto debemos mantener un perfil muy bajo.

—¿No crees que hablar esto donde hay gente es contraproducente? —Le contesté, casi susurrando las palabras.

El negó con la cabeza. —El mejor lugar para hablar es cuando hay bastante gente. —Empezó a explicarme. —Una vez trabajas en esta profesión te das cuenta de que la gente rara vez pone atención a lo que otros dicen, pues el cerebro al no estar enfocado en ello lo traduce como ruido blanco. Además de eso, se ve mucho menos sospechoso que pararse a hablar a la mitad de un pasillo desierto y los micrófonos también se vuelven inútiles en estas circunstancias, así que estamos bien mientras nuestro lenguaje corporal no nos delate. —Terminó de manera perfectamente casual, como si estuviéramos hablando de lo que haríamos en unas vacaciones.

Lo escuché con atención mientras anotaba en mi cabeza todo lo que había dicho, pues seguramente sería útil saberlo en el futuro que nos aguardaba. Después de unos minutos en los que hablamos-simulamos hablar de cualquier cosa, nos llegó el turno. Nos atendió una amable y atractiva joven de ojos azules y pelo negro. Yo me sentía bastante nerviosa e incómoda al dar documentos falsos, y el estrés era aún mayor al tener que disimular mi malestar y tratar de poner atención a la chica, quien alegremente había empezado conversación mientras revisaba nuestros papeles.

—¡Entonces! —Dijo mientras tecleaba el código de nuestros boletos en la computadora. —Ginebra ¿eh? Es un lugar muy bonito, algo frío, pero con un buen suéter y una bebida caliente se soporta bien. ¿Por qué van? Viajan bastante ligero, por lo que no sabría decirlo ¿Luna de miel?

Yo me quedé en blanco por la insinuación, sobre todo porque estaba demasiado nerviosa por todo el asunto cómo para reaccionar de la manera adecuada. Escuché que Kazuto se reía incómodamente.

—¡Oh! ¿No son pareja? Disculpen el atrevimiento, es que a simple vista se ven bien juntos y… —Empezó mientras se ponía algo colorada.

—No, no, sin pena —Dijo Kazuto, con voz comprensiva. —Sí estamos saliendo, tan sólo falta bastante tiempo para una luna de miel. —Continuó mientras pasaba su brazo por mi cintura. —Tan sólo queremos unas vacaciones lejos del trabajo, de hecho. —Logré ver en medio de mi confusión cómo su voz se hacía más tímida y sus mejillas se coloreaban un poco. —Son nuestras primeras vacaciones juntos.

Lo dijo con tanta credibilidad que no hubo problema en que la joven se tragara el cuento, de hecho, casi y me lo tragaba yo, de lo convincente que había sonado. La muchacha nos devolvió los documentos junto con nuestros asientos ya chequeados y nos deseó feliz vuelo con una sonrisa amistosa y con bastante picardía.

—¿Se puede saber qué fue todo eso? —Le pregunté una vez ya estábamos lo suficientemente lejos.

Él se encogió de hombros.

—Aproveché un efecto psicológico. —Respondió con simpleza. —Cuando te presentas cómo pareja ante una persona, tiende a recordar no a dos personas diferentes, sino a una sola pareja. En caso de que se les pregunte si han visto a una chica castaña o a un chico pelinegro, es mucho menos probable que nos recuerde por factores separados. Ella no vio a un chico o a una chica con ciertas características, vio a una pareja de jóvenes y ya.

Me quedé un momento en silencio, mientras me daba cuenta de todo el trabajo psicológico que usaban los agentes de la federación en su favor.

—¿Algún otro truco que deba saber? —Me dirigí hacia él mientras nos movíamos hacia la parte de seguridad del aeropuerto, donde nos pusimos a hacer cola.

—Eh… —Pareció pensar unos segundos Kirito. — Cuando debas fingir alguna emoción, trata de recordar lo mejor que puedas la última vez que te sentiste así, ayuda a darle más veracidad a tu actuación.

—¿Acaso ustedes aprenden de "Inception" cómo ser agentes? —Bromeé con él, refiriéndome a la película.

El esbozó una sonrisa, siendo la primera sonrisa genuina que vi por su parte desde que lo conocí.

Una vez pasamos por seguridad sin ningún inconveniente nos dirigimos a la sala de espera de nuestro vuelo, la cuál se encontraba casi vacía. No es cómo si mucha gente viajara a Ginebra en esta época del año… O en general.

Me senté en la sala de espera, siendo seguida unos instantes después por Kazuto, quien se recostó sobre el asiento, cerrando los ojos.

Yo me dispuse a escuchar música, tratando de no pensar en toda la situación. Tan sólo pensar en mis padres y mi hermano me hacía un nudo en la garganta. No era justo, no era justo que una familia honesta tuviera que separarse porque corría peligro en su propia casa. No entendía cómo ataúd risueño justificaba sus actos, cómo sus miembros lograban dormir por la noche sin sentir culpa, por todas aquellas familias que habían destruido.

El hilo de mis pensamientos se rompió cuando avisaron por los megáfonos que empezarían a embarcar. Debido a que éramos pocos, no se realizó por grupos, sino que simplemente nos pidieron hacer una fila enfrente de la puerta.

Embarcamos en cuestión de minutos, yo con el corazón en la boca de nuevo debido a nuestros pasaportes falsos, sin embargo, la encargada se limitó a compararnos físicamente con el pasaporte y luego comprobar nuestros pases de embarque, antes de dejarnos pasar. Debido a que se trataba de un vuelo internacional, nuestros nombres, aunque fueran los falsos, figurarían en la lista que la aerolínea entregaría a Ginebra por razones de aduanas, esta era la parte más delicada de todo nuestro viaje, el único lugar desde el cuál podrían seguir algún rastro. Si llegábamos a Ginebra sin incidentes, nos volveríamos prácticamente invisibles, ya que nadie además de nosotros dos sabría nuestra localización, o al menos eso me había explicado Kazuto.

Llegamos a nuestros asientos y pusimos nuestras mochilas en el compartimiento correspondiente. Kazuto subió la mía y luego la suya, sacando de ésta un pequeño estuche con algo similar a una laptop.

—Eh… Rui, ¿te gustaría el asiento de la ventana? —A simple vista parecía una pregunta amable, sin embargo, logré advertir un leve tono en la voz de Kirito que no admitía discusión, cómo si fuera más una orden que una pregunta. Entendí casi al instante que se trataba de un asunto de seguridad, en caso de que alguien en el vuelo intentara atacarnos. La simple idea me aterró, el sentimiento de no estar seguro en ninguna parte me provocaba una intranquilidad a la que no estaba ni mucho menos acostumbrada. Sólo esperaba que todo esto terminara pronto.

Pasamos un par de minutos sin hablar, Kirito se encontraba revisando su Tablet de una forma que me recordó vagamente a mi madre. Yo, sin nada mejor que hacer, alterné entre ver fijamente la pantalla de entretenimiento personal, la cuál por el momento tan sólo mostraba un mensaje de bienvenida, y ver por la ventana, donde los operadores terrestres se empezaban a poner impermeables para soportar de mejor manera la creciente lluvia.

Mi incomodidad crecía conforme más tiempo pasaba en el avión. El aire se sentía frío e industrial y después de un momento empecé a sentir escalofríos. Traté de ignorarlo abrazándome más a mi suéter, en busca de un poco más de calor, sin lograr mucho realmente. Kazuto pareció darse cuenta de esto, pues con un simple gesto, detuvo a la aeromoza que se encontraba pasando por el lugar y con la amabilidad de cualquier turista, le pidió una manta para mí. Ella asintió y momentos después volvió con dos mantas cuidadosamente dobladas, con el nombre de la aerolínea escrita en la parte de arriba. Kazuto me pasó una de ellas y la otra la dejó a la par suya, mientras volvía a enfocarse en su Tablet.

—Gracias…— Le comenté en un susurro, agradecida por el gesto.

El volteó a verme y sonrió ligeramente.

—No hay de qué. —Contestó con voz cálida, careciente de la profesionalidad que había mantenido hasta ahora.

Desplegué lo mejor que pude en el reducido espacio que tenía la manta, para colocarla sobre mí. Agradecida del calor extra que ésta me empezó a brindar.

De repente se escuchó un ruido in crescendo mientras el avión se empezaba a mover para atrás y las aeromozas empezaban a explicar el procedimiento de seguridad. Kirito se vio obligado a apagar momentáneamente su Tablet y prestar atención a las indicaciones. El avión se empezó a mover por el aeropuerto, rumbo a la pista de despegue y las normas de seguridad terminaron justo cuando nos empezábamos a alinear con la pista. En ése momento, una voz sonó por el megáfono, retumbando en todo el lugar.

—Estimados pasajeros, debido a la creciente tormenta, es posible que haya una fuerte turbulencia durante el despegue, por lo que se les pide que guarden en un lugar seguro todos sus electrónicos y objetos de valor.

Se hizo el silencio, para unos segundos después sonar los atronadores motores del potente avión, mientras aceleraba por la pista de despegue. Después de un momento sentí la incómoda opresión en el pecho, señal de estar despegando, seguida de unas violentas sacudidas mientras la lluvia se convertía en una tormenta a nuestro alrededor. Logré ver Tokio por la ventana una última vez, antes de entrar en una nube y que todo se volviera borroso por afuera. Se sintieron otras sacudidas, seguidas de subidas, bajadas y cambios de presión que hicieron que me agarrara fuertemente del asiento, buscando algo de estabilidad.

Pasaron unos minutos más antes de que el avión por fin dejara de tambalearse, dejando atrás la tormenta. El sol empezó a entrar a raudales por la ventana, mientras todo lo que se encontraba debajo nuestra eran gigantescas nubes. Suspiré aliviada.

—¿Todo bien? —Preguntó con voz divertida Kirito, lo que me provocó voltear a verlo. Y fue en ese momento que me di cuenta de la situación. Mientras mi mano derecha se había anclado fuertemente al reposabrazos, mi mano izquierda se había desviado de su trayectoria y había… ¡¿Agarrado la mano de Kazuto!? Bueno, eso por ponerlo de alguna forma, en realidad era más la mano de Kazuto volteada hacia abajo y la mía agarrada fuertemente de ella, cómo si de salvar mi vida se tratara. Avergonzada, quité mi mano rápidamente de la suya, viendo unas delgadas líneas rojas quedar en sus dedos, vestigio de la fuerza que había usado.

—Lo lamento… —Comenté avergonzada, sin atreverme a ver en su dirección.

El soltó una pequeña risa.

—Tranquila, ¿primera vez volando? —Preguntó con amabilidad mientras masajeaba levemente su mano.

—No exactamente… Sólo es mi primera vez casi muriendo durante el despegue. —Respondí, tratando de alguna manera de mostrarme menos cohibida. —¿Está bien tu mano?

Su risa sonó un poco más fuerte esta vez.

—Sobrevivirá.

Me encontré gratamente sorprendida del cambio de humor que apareció en el semblante de Kirito, se veía más relajado. Suspiré internamente, pasar un tiempo indefinido con él de repente ya no sonaba tan mal.


Kouchirou

Hacía media hora que mi hermana y su guardaespaldas se habían ido. La intranquilidad del ambiente era palpable entre todos los ocupantes de la sala. En todo este tiempo, los hombres que acompañaban a Agil no se habían movido un céntimo de sus posiciones, o al menos eso parecía. El propio Agil se encontraba ocupado hablando algunos asuntos con mi padre, mientras yo me revolvía incómodo en mi silla.

Estaba acostumbrado a la acción. A estar activo, haciendo alguna tarea de campo o simplemente en entrenamiento. Mi paso por la academia y después el entrenamiento para entrar en la marina habían sido verdaderos retos físicos y mentales, por lo que acostumbraba a mantener el cuerpo y la mente en movimiento siempre. Estar sin hacer nada mucho tiempo me ponía ansioso, me hace sentir impotente frente a la situación, sea cuál sea.

Cuando ascendí en la jerarquía de la Federación, siempre me las arreglé para no obtener nunca ningún trabajo de oficina. Siempre me ofrecía voluntario para exploraciones de campo, misiones de reconocimiento o simplemente el entrenamiento de nuevos reclutas.

Fue por todo esto que siempre admiré a los equipos de élite y siempre soñé con ser uno de ellos, sin embargo, a mis padres nunca les gustó mucho la idea. No es que hubiera una tasa de mortalidad mayor en estos grupos, pero indudablemente el trabajo que realizaban era mucho más arriesgado que el de cualquier otro dentro de la federación. En tiempos de paz, al menos.

Ahora, la razón por la cuál había pedido que yo me encontrara entre las filas de su comando eran evidentes. Si bien yo era bastante bueno en cuanto a las clases de estrategia de la academia, sabía que la verdadera razón por la cuál mi papá me había reclutado en su equipo era para mantenerme seguro. Tanto él cómo yo sabíamos que yo podía ser mucho más útil en otros departamentos, capacitación de activos, estudio de campo, etc. Sin embargo, también comprendía su preocupación, ambos somos conscientes de lo que es capaz Ataúd Risueño y de que, al momento de empezar a operar activamente contra ellos, la gigantesca mafia podría usarnos cómo chantaje en contra de él, por lo que querría obviamente tenerme cerca.

Un sonido proveniente del pasillo rompió el hilo de mis pensamientos. Mi padre y Agil acababan de volver de hablar y al parecer iban a darnos nuevas instrucciones.

—Partiremos ahora hacia los cuarteles federales de la armada, ya que debemos resolver algunos asuntos de organización con los generales. —Empezó a hablar mi padre en tono marcial. —Después de ello nos dirigiremos a la sede de la división aérea de la federación, en donde se encuentra el apartado de lógica y estrategia, una vez allí, empezaremos a trabajar. Debemos poner todo en orden y lo más funcional posible. —Esto último lo dijo viendo hacia donde me encontraba yo. —Confío en ti, hijo.

Como toda respuesta, lo salude marcialmente antes de dirigirnos todos hacia la puerta delantera. Una vez allí, nos trasladamos al vehículo que se encargaría de llevarnos a los cuarteles federales, justo en el corazón de Tokio.

Suspiré mientras un trueno resonaba en la distancia, seguido de una creciente cadencia en la caída de las gotas de agua. La leve lluvia que había estado cayendo hasta ahora, se convirtió en una tormenta


Y éste sería el cuarto capítulo, ya he explicado antes en anteriores historias el motivo de mi retraso (tomen esa oración cómo ustedes gusten) es la universidad, por lo que no subo capítulos tan rápido cómo me gustaría. Sin embargo espero que el otro no se retrase tanto y haré todo lo posible porque así sea.

¡Espero les guste el capítulo! A mí al menos me gustó escribirlo.

Y pues, a por los reviews.

Guest: Pues no esperes más hermano (claro, sin contar los meses que sí tuviste que hacerlo) porque de una vez aquí dejo el cap. ¡Espero te guste!

SJZ77: Fue una de las ideas cuando la historia se encontraba en fase beta, sin embargo, si expando la historia, puede que la vuelva una miembro, o hacer otra historia con ése argumento no suena nada mal. ¡Un saludo!

Pursuit Mendez: Algo (no sé el qué) me dice que eres de México, corrígeme por favor si me equivoco :3. ¡Gracias! Me alegro que la historia te esté gustando, espero sigas por ahí y que te guste el cap.

txukyahm: Sí, la verdad, espero éste cap no sepa a tan poco y te guste. Eso es muy cierto, el hecho de procrastinar los capítulos, a veces puedo ser muy vago y apenas me las apaño con los quehaceres de la universidad, pero ahí poco a poco iré terminando la historia. O al menos eso espero. Respecto a las nociones filosóficas, aquí tampoco hay muchas personas con las que puedas conversar acerca de las corrientes nihilistas o acerca de los padres de la eclesiástica... Me alegro que no soy al único al que le interesa todo ésto. ¡Un saludo! Nos seguimos leyendo.

Naho160: ¡Me alegro de veras! Espero el capítulo sea de tu agrado; un saludo.

Y eso es todo, hasta la próxima.

Requiescat in pace.

Altaïr