Descarga de responsabilidades: Yuri! On Ice, no me pertenece a mí -obvio-. Le pertenece a la gente que lo hace (?

Advertencia: Au. No beteado.

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Onnagata

Por St. Yukiona

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Prólogo.

Petunias

Cuando está en el escenario. No importa si interpreta el Yamamba o la cruel Yukiona. Ese cuerpo que se mueve y rompe la cotidianidad es hermoso. Sus movimientos firmes. Su expresión calmada. La música que nace desde sus huesos y hace que la gente se olvide de respirar. Las funciones donde aparece su nombre suelen venderse con la misma velocidad que si un aclamado artista de rock o pop moderno se presentara en un teatro, solo con la diferencia de que el nombre de los artistas de rock o pop son sencillamente reemplazados por otros nombres de artistas de rock o pop, talentos jóvenes pues para el mundo de maquillaje y seda al que pertenece esa hermosa criatura no importa la frescura o juventud sino el talento y la belleza que se desarrolla con el pasar del tiempo.

—Kobayashi-san —grita uno de los paparazzi mientras que aquella persona embutida en kimono negro con amapolas rojas y petunias rosadas se giraba para regalar una inexpresiva y fría mirada que enloquece a sus seguidores. Los flashes no dejan de parpadear como el cielo nocturno azotado por ataque enemigo sin cuartel en guerra.

Al principio los ojos le dolían pero con tantos años frente a los reflectores ya nada le daña. Gira un poco su rostro, lo devuelve, saca su abanico de la larga manga de su kimono y lo mueve con la misma simpatía que un conejo al clavarse de un solo brinco en su madriguera.

—¡Oh! —hay una ovación y las luces de las cámaras se vuelven locas. Es ahí cuando decide caminar hacia el pequeño puente que le han abierto sus guardaespaldas para que entre hasta el teatro.

—No sueles ser tan benevolente cuando se trata de la prensa social, Kobayashi-san —dice alguien detrás de la persona de complicado obi que se saca los getta para entrar al ryokan de alta clase donde se hospeda.

—Vi algo interesante entre la gente, sólo eso —defiende Kobayashi mientras que es guiada por el largo pasillo con recubiertas de madera y pabellones de papel de arroz. Escucha un sepulcral silencio que delatan la expectativas de las personas que hay ahí. Aguardan entre las tinieblas espiándole. No los puede ver pero saben que están ahí respirándole sobre el hombro, por eso su espalda se mantiene erguida como una vara de nardo. Orgullosa y elegante es el modo en que su barbilla se mantiene altiva y el maquillaje no hace nada más que acentuar las finas facciones que ha logrado mantener saludable durante todos esos años.

Las puertas de la habitación principal se abren, primero pasa su asistente, después lo hace él y sólo cuando se cierran es que ambos hacen una pronunciada reverencia.

—El itinerario de mañana. Su ropa ya está listo en el armario. A las siete de la mañana llegaran los ayudantes para arreglarle.

Kobayashi aún en el interior de su habitación, en su intimidad se nota como una gacela orgullosa y territorial que examina la habitación con ojo crítico, su mirada brilla y se sorprende, sólo eso se permite cuando choca de lleno con un ramo de rosas azules. Se acerca con cuidado para tomar con sus dedos pálidos la nota que ha sido escrito a mano sobre un papel rotulado con un bonito marco de diseño intrincado, la acerca a su nariz y siente las notas del perfume de rosas y madera.

"Kobayashi".

En ruso, puede leer su nombre, sabe que es su nombre aunque desconozca los caracteres que ahí se rotularon pues con el pasar de los tiempos ha investigado; sus ojos saltan hacia las flores. En el medio de los pétalos azules, destaca una petunia como la que lleva en su kimono. Sus labios marchitos de sonrisas que ha practicado toda su vida frente a espejos que han visto hermosos reflejos, sonríen por primera vez en toda la semana con auténtica alegría.

—¿Lo volvió a mandar él?

—Sí, al parecer sí. Iba a rechazarlo pero creí que se pondría de buen humor y…

El asistente solo puede observar la espalda del kimono y el obi color verde, ve que se mueve hacia la zona donde el futon imperial espera por su ocupante.

—Devuelvelas —ordena Kobayashi.

Cuando el hombrecito alza la mirada las puertas de la zona de dormir se ha cerrado ya. Suspira. No se sorprende, durante seis meses Viktor Nikiforov ha estado enviando toda clase de obsequios a Kobayashi-san. Flores, joyas, peinetas, hasta un horrible kimono de funeral –el cual compró seguramente alentado por el bonito brocado que había en la tela sin saber su significado—sobre esto alguien se tomó la molestia de explicarle al patinador olímpico profesional que había sido una falta de respeto sobre todo porque Kobayashi era una persona joven y no había enviudado, así que en recompensa envió una disculpa escrita en ruso, con su respectiva traducción en inglés y español junto con dos kimonos. Todo fue devuelto menos la tarjeta escrito en ruso. Usualmente todo regresaba a su dueño menos las tarjetas, aunque sólo aquellas que son escritas a puño y letra aunque estén en otro idioma que desconoce casi del todo.

El asistente toma el arreglo de flores y enarca la ceja, está casi seguro que en el medio hace falta una flor. ¿Había alguna otra? ¿O quizás solo lo estaba imaginando? No lo recuerda y sale de la alcoba dejando en la puerta al guardapeslada que resguarda la seguridad de quien descansara.

Adentro, Kobayashi se tira contra la cama sin importarle si el kimono se le arruina o si el obi se arruga. Si los kanzashi se le entierran o las peinetas salen de su cabello. Pega contra su rostro la petunia y aspira con fuerza el aroma.

La flor que cuenta la historia de tragedia y amor.

Apresura el ritual para despojarse de todo el ajuar, los tabi salen bolando. El obi y el resto de listones, las capas del kimono, no quiere esperar a los asistentes para terminar de deshacer la ropa, prefiere pagar porque arreglen alguna pieza que ha roto en su desesperación, pues se apresura corriendo al televisor para encenderlo.

No verá la competencia en vivo, no lo lamenta pues sabía de ante mano que sus compromisos se iban a terminar pasada la hora en la que se tenía estimada la presentación de Viktor Nikiforov, pero alcanza los últimos momentos de la premiación, el corazón se le detiene al ver al ruso sonreír a las cámaras tan majestuoso e imponente al tiempo que alza una mano con un ramo de rosas azules y una única petunia en el medio. Besa la flor y enseguida la medalla de oro.

Las mejillas pálidas de la persona que observa expectante se sonrojan al grado que apaga el televisor, pero enseguida lo vuelve a encender. No puede evitar en tocar con la punta de sus dedos el televisor y el calor que irradia lo transforma en su cabeza con el calor que debería de sentir al tocar la piel de Viktor Nikiforov.

—¿Puedo pasar?

—¿Ah? —salta Kobayashi-san hacia el sillón y apaga el televisor mientras las puertas se abren.

—¿Estabas viendo la tele?

—Solo me distraía —murmura el hombre que ha entrado, de traje y corbata junto a dos señoritas que horrorizadas corren a recoger lo que Kobayashi ha dejado desperdigado por todos lados—. Estaba totalmente sofocado con todos esos reporteros. ¿Dejaste que se infiltrara el lugar donde me iba a hospedar a propósito?

—Yo sería incapaz de hacer algo como eso, Yuuri-kun.

Las ayudantes se alejaron con las peinetas dejando caer las extensiones de cabello que daban el efecto de larga melena. El maquillaje fue removido y las chicas sonrojadas empezaron a humedecer el pecho de firme y plano del onnagata que se refrescaba, bañarse después de una presentación era de mala suerte, así que por higiene solo era refrescado, perfumado y mandado a dormir.

—¿Crees que podría tener un par de días libres?

—¿Para qué necesitas tal cosa?

—Porque debo de ir a aclarar un par de cosas con alguien.

—Bueno supongo que sí puedes tener algunos días libres, no veo el problema.

—Bien, entonces consígueme unos boletos de viaje.

—¿A dónde? —el hombre de traje formal inspeccionaba que las asistentes guardaran de forma adecuada el kimono pero ya había sacado su celular tomando nota de los comentarios del artista.

—A Rusia. Iré a San Petersburgo.

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Acotaciones:

Yamamba: Es una pieza del teatro Kabuki, la pieza teatral hace referencia al ser mitológico Yamamba y es de las piezas más complicadas para los artistas que lo interpretan.

Yukiona: Es uno de los personajes más famosos dentro del teatro Kabuki, hace referencia al ser mitológico que lleva el mismo nombre. Se caracteriza porque el papel tiene muchas caras, y hay un constante ir y venir con máscaras que el actor debe saber manejar.

Kimono: Es un tipo de vestimenta del tipo japonés, el corte de sus mangas, el color y el estampado, destaca su edad, su estado civil, posición social y su disponibilidad en caso de estar soltera sin matrimonio. En el caso de la ropa de Kobayashi-san delatan que es alguien joven pero maduro, con vistas de soltería, en un estatus social alto y sin compromiso.

Getta: Son los zapatos de madera que parecen sandalias.

Kanzashi: Son adornos para el cabello.

¿Sorprendidos? No diré nada más hasta el siguiente capítulo. 3

Cronopios del autor: Bueno, nuevo proyecto. No me maten. Si me matan no podré actualizar nada. –se ríe—soy del tipo de persona que no puede tener solo un proyecto activo, así que por eso necesito tener mucho para pensar mejor en todo? Contradictorio, pero real. Este fic tenía como un año en tintero, apenas hoy me decidí en desarrollarlo, y espero me acompañen. Muchas gracias por su apoyo.

Subiré a mi página de Facebook (St. Yukiona) el vídeo del Tamasabaru de un onnagata, lo menciono al principio del fic. Espero lo disfruten. ¡Saludos!

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¡Gracias por leer, mazapanes!

¡Nos leemos!

St. Yukiona,

quien los ama de corazón, páncreas y pulmón.