Prefacio

- Señor, la hemos encontrado -Dijo un soldado leopardo a su señor, cuyo rostro no puede ser visto entre las sombras -Sin embargo ...

- ¿Sin embargo, que? Hable General Mao - Salió de entre las sombras, dejando ver que se trataba de un tigre. Alto y de cuerpo fornido, sus ropas rojas, largas y muy elegantes. Camino a su subordinado y puesto a dedo en el suelo de este para levantar la vista.

- Estaba sola ... -Los ojos de su señor le inspiraba un miedo terrible. Podía tener un ejército de soldados a sus espaldas y todas las armas que quisiera, pero no dejaría nunca temblar antes aquellos ojos rojos. -Él bebe no estaba con ella.

Saco sus dedos a la cara de la cara del leopardo y extrajo una daga de entre sus ropas.

- Una cosa, Mao. Solo una pequeña cosa debían hacer. Encontrar a mi suceder y no haber. Ustedes que me encantan los mejores soldados de toda China fueron burlados por una chica. -Puso el filo en el cuello de su general- Pero bueno al menos la trajeron a ella ¿No? -El asintió frenéticamente mientras el metal seguía en su cuello. -Kun -Otro tigre salió de entre las sombras -Ocúpate tú de él, esta ropa es de la seda más fina del país.

Kun sin miramientos saco su espada y sin dudar un segundo atravesó al que antes era su general por la espalda haciendo la punta de su espada por el pecho de este. Estaba muerto antes de que su cara golpeara con el piso de frio.

- Felicidades, ahora eres General -Kun limpio su espada con la capa del ahora muerto ex-general sin expresión. -Ahora llevaba con ella. Y cuando vuelva no quiero ver ni la más mínima gota de sangre en este piso. Es asqueroso

Rápidamente llegaron unas cabras que se pusieron en el piso y un gorila que se encargó del cuerpo.

Kun y su señor bajaron hacia el calabozo del palacio y entraron a la celda de más atrás, donde una tigresa se suspendió en el aire con cadenas en sus muñecas. Kun se quedó afuera esperando.

- Querida, un gusto verte - La tigresa levanto su rostro,

- Un lindo día ¿No? El sol brillaba bastante -Comento ella con una media sonrisa que la mantiene por el dolor. - Un brillante que no dejaba ver el monstruo. Pero nunca será más brillante que el próximo después de tu muerte, querido Ren.

- altura: 107%; "- Me habéis traicionado, Lixue. Ahora soy tu Señor Renxing. -Tomo bien el rostro de ella entre sus manos, dejando que sus garras se entre en un poco en su cara. La mueca de dolor fue sublime. -Ahora dime donde está.
- Mientes. No hay serias capaces.

- Yo no. Pero otros sí -Abofeteo fuertemente el rostro de una tigresa que tanto había amado antes.

- No tienes las agallas así que la verdad. ¿Dónde está el?

- ¿El? -Pregunto divertido y escupió un poco de sangre, la bofetada fue bastante fuerte- Es una niña, Ren. Una linda niña Pensé que con lo preocupado que estabas por lo menos sabrías su sexo.

- Da igual. Es mi fruto y conmigo debe estar. -Estaba perdiendo los estribos. -Dime donde esta o matare.

- Adelante. -Lo reto y estiro su cuello en forma de burla -Cuando tú quieras llamas a alguien para que lo haga. Porque tu jamás ha sido capaz de eso. Eres un cobarde Renxing. Te ocultas tras tus soldados y ...

- ¡Cállate! -Sintió el calor de la sangre llegar a su mano. Acababa de apuñalarla. A ella.

Saco la daga rápidamente del abdomen de la que había sido su esposa y dejo caer aquel mortífero metal. Guardo la compostura rápidamente. Aunque por dentro está temblando, no era la primera vez que lo hacía, sino que acababa de matarla, a ella. Y lo peor es que no quedaban las pistas que seguir. Sabía que había sido ella quien oculta a su hija y ahora el secreto había muerto.

- ¡Kun! -Su nuevo general llego en menos de un segundo. -Des ... Deshazte de ella. Y cuando acabes tu nueva y única misión sera encontrara a mi hija, cueste lo que cueste ¿Entiendiste?

- Claro como el agua mi señor.