Los rayos de sol que ya habían comenzado a asomar por el horizonte se desvanecieron en el preciso instante en que aquella luz rojiza proveniente del castillo se alzó hacia los cielos. Al mismo tiempo, una especie de neblina del mismo tono que aquel rayo empezó a extenderse por las calles de la ciudadela. Los soldados de un bando y los de otro dejaron de luchar, atemorizados por el extraño espectáculo que estaba sucediendo, observando las calles que poco a poco comenzaban a adquirir un tinte pesadillesco.

Sin embargo, la calma duró poco, pues conforme aquella neblina fue alcanzando a los soldados hylianos, estos comenzaron a quedarse rígidos, soltando alaridos que hacían pensar en que sus entrañas ardían. Los gritos se iban sucediendo de tal modo que, cuando apenas habían pasado unos instantes desde que todo comenzó el aire estaba lleno por los alaridos de aquellos que parecían sufrir los efectos de la niebla.

Finalmente, los gritos cesaron, pero ahora fue el otro bando el que observó, con pavor, que sus enemigos parecían haberse fortalecido: sus ojos, cuando pudieron volver a abrirlos, tenían el mismo brillo rojizo que la luz que seguía brotando desde el castillo.

Las tropas del desierto no tuvieron tiempo para el miedo, ya que aún estaban asumiendo lo sucedido cuando los soldados, quizás alimentados por la fuerza que parecía brotar desde el centro de la ciudadela, se abalanzaron sobre las tropas enemigas con un ímpetu que poco tenía de natural. Las tropas del desierto no tardaron en responder, luchando con todas sus fuerzas, pero eran conscientes de que poco tenían que hacer contra esos rivales. Si en un principio, cuando habían logrado traspasar las murallas confiaban en una victoria, ahora eran conscientes de que, si no lograban detener la fuente de aquella magia tan extraña que parecía avivar a los soldados hylianos, estarían condenadas.

Por su parte, los tres portadores avanzaban lo más rápidamente posible hacia el castillo, espoleando a sus monturas hasta casi el límite. No encontraron resistencia en el camino, daba la impresión de que la mayoría de las tropas estaban defendiendo la muralla y que Leoni confiaba demasiado en los altos muros de piedra y en la fuerza de sus hombres para conseguir retener a las tropas del desierto fuera. Zelda conocía lo suficientemente bien a su hermano para intuir que, de nuevo, la arrogancia de Leoni iba a dejarles a ellos vía libre para poder derrotarlo con más facilidad.

Si tan solo no le pesase tanto tener que enfrentarse a él… La joven no había dicho nada del dilema interno que le suponía enfrentarse con una persona que la había acompañado incluso en el útero materno y gran parte de su vida.

Con esos pensamientos en su mente la princesa no miraba más que al frente, los oídos sordos a todo lo que pasaba a su alrededor; sólo quería alcanzar el castillo y detener a su hermano antes de que las pérdidas aún fueran más numerosas de lo que ya lo habían sido.

Los cascos de sus caballos repiquetearon sobre el empedrado de la plaza que conectaba la ciudadela con el castillo mientras el sonido del metal chocando contra el metal se seguía elevando desde la ciudad.

Zelda, sin embargo, no escuchaba nada, tampoco era ya consciente de su acompañantes mientras desmontaba de un salto y corría hacia el interior del castillo sin mirar atrás. No quería detenerse ni un segundo a pensar en lo que estaba sucediendo y en lo que estaba por venir. Había leído una vez que la batalla más dura era la que se libraba contra la propia sangre, pero nunca imaginó que iba a poder constatar si era verdad o no.


Consumir, consumirlo todo y hacerse con el control del reino.

Leoni sentía ese pensamiento clavado en su mente mientras notaba aquella descarga que lo recorría de arriba abajo brotar hacia el cielo plomizo de Hyrule. Al extraño invocante que estaba parasitándole le daba igual la sangre que regaba las calles de la ciudadela y a él también, lo único que codiciaban era el trono y eliminar todo rastro de su hermana, aunque se le había resistido de una y mil formas. Primero intentó enviarla al desierto junto a Ganondorf para que éste acabara deshaciéndose de ella, pero sólo consiguió que se aliasen. Luego trató de formar una alianza matrimonial con Holodrum para conseguir un heredero firme al trono, y lo que obtuvo fue la muerte prematura de su esposa por un veneno que, al parecer, provenía del desierto. Por último, había probado a condenar a su hermana de traición pero ella escapó de la prisión donde la había encerrado para volver con un ejército.

Zelda había ganado los asaltos previos, aunque esta vez no iba a consentir que volviera a salir victoriosa. No le importaba el número de muertes que trajera consigo si por fin conseguía exhibir la cabeza de su hermana como trofeo y, de paso, la de los otros dos portadores de la Trifuerza. Nunca se había dado el caso de que alguien que no fuera un portador matara a uno de estos, pero quizás de ese modo el fragmento de la Trifuerza pasara a manos del asesino. Y era una idea demasiado tentadora como para no fantasear con ella.

Aplastar a los Dragmire y hacerse con los fragmentos que éstos poseían, ese sería el objetivo principal de aquella batalla y que le permitiría conseguir el poder supremo.

Les permitiría.

Todo sería para ellos.


Un silencio sepulcral y una calma que no auguraba nada bueno fueron los encargados de recibir a Zelda, Link y Ganondorf cuando estos entraron en el interior del castillo. La princesa nunca imaginó que un lugar tan conocido y familiar para ella pudiera desprender un aura de peligro y amenaza, dando la impresión de que algo acechaba tras cada esquina dispuesto a acabar con su vida en cuanto osara dar un paso.

La joven tomó aliento. Era consciente de que en esa situación tendría que ejercer como líder, no sólo por ser quién mejor conocía el terreno, sino también porque, bajo su punto de vista, era ella quién debía tratar de enmendar lo que su hermano había empezado.

—No sé dónde se encuentra mi hermano —intentó que su voz sonara firme, pero para su propio disgusto las palabras brotaban temblorosas —Pero si lo conozco bien sé que habrá subido a alguna de las torres para tener la mejor vista de lo que sucede. Leoni nunca fue partidario de luchar en primera línea, cuando éramos pequeños siempre que simulábamos una batalla entre nosotros prefería preparar una trampa y esperar a que yo cayera en ella.

Guardó silencio, temerosa de que sus palabras hubieran hecho saltar alguna de las ocurrencias de Leoni como sucedía en su niñez, pero no pasó nada, todo siguió igual de muerto que minutos antes. La princesa se giró entonces hacia el gerudo, cuya expresión era inescrutable debido a las sombras que envolvían todo.

—Cuando todo esto no era más que un mal presagio yo misma dije que cabalgaría a la guerra para derrotar a mi hermano —sentenció —No sé a qué nos vamos a enfrentar ni qué poderes habrá desatado mi hermano pero sí quiero ser yo quien le pare los pies.

No esperó a que nadie respondiera, tampoco se veía capaz de mantener su apariencia estoica mucho más tiempo antes de derrumbarse por el peso de lo que estaba al venir. Aceptaba su cometido y era consciente de que debía hacerlo por el bien de Hyrule, pero la sangre no dejaba de ser sangre.

Se adentraron en el castillo, sintiendo como la opresión del ambiente iba aumentando por momentos. No sabían dónde exactamente podía encontrarse Leoni, pero Zelda, por mera inercia, se encaminaba hacia la sala del trono, guiándose más por sus recuerdos que por sus sentidos, pues conforme avanzaban la luz comenzaba a ser escasa y los sonidos del mismo castillo se retorcían de tal modo que un paso parecía provocar una avalancha.

Zelda sentía unas sensaciones extrañas en su interior, como si hubiera algo que le estuviera drenando las energías poco a poco; poner un pie delante de otro estaba comenzando a exigirle un esfuerzo descomunal. No podía ver cómo se encontraban los otros dos, pero el sonido de sus respiraciones agitadas le confirmaba que ellos también estaban comenzando a verse afectados por lo que fuese.

Llegaron a la sala del trono casi sin aliento, deslizándose entre las puertas medio abiertas, para encontrarse con una estancia vacía y con el mismo panorama desolado del camino.

Un golpe seco hizo que la princesa se girase, para poder ver en la semipenumbra como la figura de Link se había dejado caer al suelo de rodillas, con ambas manos apoyada sobre la alfombra carmesí que la princesa tan bien recordaba, aquella por la que había rodado la cabeza de Sorobi cuando intentó hablar con Leoni hacía tiempo. ¿Cuánto había pasado de aquello? A Zelda le parecían siglos…

—¿Link, te encuentras bien? —los fantasmas de aquellos recuerdos seguían atormentándola, pero la joven no pensaba ceder a ellos.

El chico no consiguió responder, sino que se limitaba a tomar aire con una respiración pesada. Zelda sabía que no había sido herido, por lo que debía de estar siendo afectado por algo, aunque le costaba identificarlo.

—Conozco esta energía —la voz de Ganondorf, replicada al instante por un eco poco natural en la sala, la sobresaltó —En el pasado tuve a algún aliado que usaba una fuerza similar a ésta, un ente corrupto que no tardó en traicionarme en cuanto conseguí tomar el castillo.

—¿Qué tipo de ente era? —Zelda se agachó junto a Link por si necesitaba algo, pero tenía los ojos fijos en la oscura silueta del gerudo.

Ganondorf se tomó su tiempo en responder y, cuando finalmente lo hizo, Zelda notó por su tono de voz que sabía más de lo que decía, pero que dicho conocimiento no era agradable.

—Uno que había pasado tanto tiempo preso en el Templo de las Sombras que estaba completamente corrompido. Tuve que descender hasta casi lo más profundo de ese lugar para conseguir liberarlo del sello que lo retenía. Era poderoso, pero impredecible… como si fuera odio puro.

Un escalofrío recorrió a la princesa de los pies a la cabeza. Conocía bien a Leoni como para saber que su hermano también podría haber sido más que capaz de descender a lo más profundo del lugar más abyecto de Hyrule si con eso lograba vencerla.

—Ese ser, ¿fue eliminado? —preguntó con un hilo de voz.

—El Héroe consiguió derrotarme antes de que pudiera someterlo de nuevo —fue la escueta respuesta —Desconozco lo que hicieron después.

Zelda sintió que cada centímetro de su cuerpo se tensaba ante la mera idea de enfrentarse a un ente que había sido tan fuerte como para atacar a Ganondorf y ofrecerle resistencia. La princesa era consciente de que la magia que dominaba el gerudo era justo la opuesta a la que ella poseía, motivo por el cual en el pasado otras Zeldas habían podido neutralizar a la reencarnación de Demise usando el poder de las Diosas. Sin embargo siempre habían estado muy igualados, por lo que no quería ni pensar en lo que podría ser enfrentarse a algo semejante.

—Mi hermano quería encerrarme en ese templo cuando me capturó —murmuró con un hilo de voz —Habría estado ahí hasta que muriese…

—No —respondió él —Tu alma habría seguido atrapada ahí dentro hasta el final de los tiempos hasta acabar siendo otra criatura como esa.

Zelda guardó silencio, dejándose caer en el suelo junto a Link, que parecía estar recuperándose poco a poco. Ella también notaba los síntomas del agotamiento a pesar de que era consciente de que nada de lo que habían hecho les había supuesto un esfuerzo demasiado grande.

—Descansemos un momento —Ganondorf, aunque también parecía afectado, no lo estaba en el mismo grado que los otros dos —Si mis sospechas son ciertas, el efecto será mayor conforme nos vayamos acercando a la posición de Leoni.

—Pero el castillo es inmenso —Link había encontrado la suficiente fuerza para hablar, aunque cada dos palabras debía pararse a tomar aliento —Puede llevarnos días registrarlo entero, y a saber si las tropas aguantarán.

Zelda fue a contestar, pero una risa entre dientes por parte del gerudo detuvo sus palabras antes incluso de que salieran de su boca. ¿Cómo podía encontrar gracioso todo aquello? La princesa ya comenzaba a tener algunas dudas sobre si tal vez a él le estaba afectando mentalmente, pero en seguida tuvo respuesta a su pregunta no formulada.

—Puede que sea una opción que no agrade, pero gracias a esta aura es muy fácil seguir el rastro hasta localizar a Leoni. Sólo hay que dejarse llevar por el sufrimiento.


Perdieron la noción del tiempo que estuvieron descansando. Tal vez fueron unos minutos, tal vez horas, o días o años. Se quedaron sentados en el suelo, esforzándose en aplacar sus respiraciones, hasta que finalmente Ganondorf se puso en pie y los instó a avanzar. Ni Link ni Zelda se encontraban preparados para seguir, pero el gerudo fue firme, ya que les advirtió que, por mucho que intentaran recuperarse, el único modo sería destruyendo la fuente de aquella energía.

Zelda volvía a abrir la marcha, dejándose llevar por la sensación de angustia que la recorría y siempre teniendo en mente los pasillos por los que tantas veces había deambulado en su vida.

El camino los llevaba hacia arriba, subiendo y subiendo cada vez más. Cada escalera que coronaban los dejaba sin aliento, pero una tenacidad férrea les impulsaba a seguir avanzando aunque se encontraran al borde de las asfixia. Saber que quizás esta vez podrían conseguir lo que nunca había sucedido desde la guerra entre Hylia y Demise, logrando quizás poner fin a la maldición del demonio era una idea tan atrayente que les hacía sacar fuerzas de donde no las había.

—La torre del mirador —dijo Zelda cuando coronaron otra escalera y se encontraron ante un pasillo tan oscuro como los anteriores. La sensación era peor si se aproximaban a la izquierda del mismo, desde donde parecía partir otra escalera —Si no me equivoco, por aquí se subía allí. Era la torre más alta del castillo. Sabía que mi hermano habría ido a una zona alta.

No quiso añadir que, viendo el estado en el que se encontraban, iban a estar en desventaja cuando se encontraran con Leoni, completamente agotados tras subir la empinada escalera de caracol que daba acceso a la torre más alta del castillo. Conforme se iban acercando más y más, tal y como Ganondorf había anunciado, la sensación de pesadez y malestar comenzaba a hacerse casi insoportable, por lo que Zelda prefería no imaginar cómo sería una vez frente a su hermano. Sin embargo, no quiso decir esos pensamientos en voz alta, temiendo desanimar a los demás; aparte de que estaba casi segura de que ellos también debían barajar la misma opción.

Subir la última escalera fue tan duro como la princesa había temido. Cada escalón parecía una montaña pero aún así se obligaban a avanzar, ella siempre delante, movidos por una fuerza interior que ya parecía surgir de la misma desesperación. Zelda no había pasado por una boda con su peor enemigo, por adaptarse al desierto hasta el punto de pasar por la dura iniciación al culto de la Diosa de la Arena, por haber sido apresada por su propio hermano y luego tener que volver a Hyrule por una guerra contra él para que ahora, a tan solo unos pasos, se derrumbase. Ella iba a terminar lo que había empezado hacía ya más de un año.

Fue la determinación la que la impulsó a dar los últimos pasos y a salir, finalmente, a la parte superior de la torre y a enfrentarse cara a cara con su hermano… o lo que quedaba de él.

La princesa jadeaba, casi completamente superada por las náuseas que aquella energía causaban en ella, cuando Leoni apareció en su campo de visión. Su hermano estaba de espaldas, observando la ciudadela que se extendía a sus pies, pero pareció notar la presencia de los tres portadores, pues se giró lentamente hacia ellos, dejando ver una luz del mismo tono violáceo que había surgido desde el castillo cuando las tropas del desierto comenzaron el ataque de la ciudadela.

—¿Leoni? —a pesar de todo lo vivido y de ser consciente de que su hermano era ahora su enemigo, la joven no podía evitar que los recuerdos influyeran a favor de él. Habían estado juntos desde el útero materno y, a pesar de todo, no dejaba de ser su hermano —Leoni, ¿qué has hecho…?

El aludido observó a los tres portadores que en esos momentos se encontraban intentado recuperarse de la ascensión. Ganondorf parecía el menos afectado por la energía que brotaba del ente que ahora compartía su interior, sin embargo Link y su hermana estaban en una situación penosa. En un rincón de su mente intuyó que tal vez eso se debería a que el gerudo dominaba una magia que compartía la misma base que la del ente, por lo que le afectaría mucho menos que a los otros dos. Como si importara, Leoni había decidido deshacerse de Ganondorf desde el momento en que le mandó a su hermana al desierto. Había sido una tontería pensar que eso mantendría alejado al Rey Demonio, pero ahora se consideraba más que preparado para terminar de una vez con toda con la molestia que él y su hermana representaban.

—Mi querida hermanita —se dirigió a Zelda directamente, lo mejor que podía hacer era librarse de los que en ese momento estaban más débiles para luego centrar toda su energía en Ganondorf, quien seguramente sería un desafío mayor —Tus tropas están muriendo por momentos en las calles, y tú pronto harás lo mismo.

Zelda sintió que su cuerpo se volvía tan rígido como una piedra debido a la voz que brotó por los labios de Leoni. Sí, era la voz de su hermano, pero cada vez que hablaba sonaba como si otra criatura hablase al mismo tiempo que él. Un extraño líquido oscuro le corría por las comisuras de los labios, parecía sangre muy oscura o algo que la joven prefería directamente no imaginar lo que podría ser. Sus mejillas, por otra parte, parecían algo más hundidas de lo normal. Daba la impresión de que aquel poder que Leoni estaba utilizando lo estaba consumiendo.

—Leoni —Zelda se aproximó un paso a él; quería creer que todavía podía salvar a su hermano a pesar de todo lo que había hecho. Si el mismísimo Rey Demonio había demostrado que sus actos habían tenido un motivo en el pasado y ella le había comprendido, ¿no podía hacer lo mismo con alguien que llevaba su misma sangre? —Detén esta locura. Tus tropas también están cayendo, ¿no ves que hemos llegado hasta el corazón del reino? Nuestro padre nunca quiso vernos enfrentados, su deseo era que compartiéramos el trono…

Avanzó un paso más en su dirección, alargando instintivamente la mano hacia su hermano como hacía cuando eran pequeños y alguno de los dos se disculpaba por alguna travesura.

—Zelda, no te acerques más —Ganondorf lanzó la advertencia, pero la joven no le escuchó.

—Podemos reinar juntos, tal y como nuestro padre quería —aunque sabía que lo más sensato era terminar con la vida de su hermano, Zelda se negaba a no intentarlo una última vez —Estoy dispuesta a perdonarte todo lo que has hecho si eso supone no derramar ni una gota de sangre más.

Leoni miró fijamente a su hermana con rostro inexpresivo, el líquido oscuro que brotaba de su boca comenzaba a chorrearle por la barbilla. Daba la impresión de parecer más un cadáver que otra cosa.

—¿De verdad me perdonarías? —Leoni pareció recuperar cierto control sobre si mismo, pues su voz se hizo más fuerte que la del otro ser que hablaba al mismo tiempo que él.

Zelda asintió, alargando un poco más la mano hacia su hermano, gesto que Leoni imitó. Ambos se acercaron, dos copias casi idénticas de no ser por el lamentable estado en el que se encontraba el hyliano. Sus manos casi se rozaban cuando Leoni cambió el gesto con rapidez a una mueca de desprecio y odio.

—¿Me perdonas? Como no, la dichosa princesa Zelda, la elegida de las Diosas, la que siempre me ha hecho estar a su sombra. ¿Pues sabes qué? ¡Yo jamás te perdonaré haber nacido! —bramó, y de sus dedos salió una descarga de energía que impactó con fuerza contra el pecho de la princesa con tanto ímpetu que la joven salió disparada hacia atrá, cayendo al suelo como si no fuera más que una muñeca de trapo.

—¡Zelda! —el nombre de la joven brotó de los labios de Link y Ganondorf al unísono mientras observaban como la princesa no hacía ningún intento por levantarse.

La risa de Leoni ante la imagen de su hermana inconsciente hizo que sus ojos se encontrasen. Por primera vez, el Héroe y la reencarnación de Demise se miraban fijamente uno al otro, y no para medir sus fuerzas.

Iban a luchar juntos.

No tuvieron que decir palabra, tampoco que hacer ningún gesto, simplemente actuaron al unísono, siendo conscientes de que el otro pensaba igual que él. Link por la izquierda y Ganondorf por la derecha cargaron contra Leoni, que parecía preparado pues no tuvo problema en bloquear su ataque.

—¿Queréis jugar? —los retó, la segunda voz mucho más fuerte que la primera —Pienso exhibir vuestros cadáveres putrefactos en la puerta del castillo hasta el final de los tiempos. El aprendiz de soldado, la princesa y el cerdo.

"No caigas en sus provocaciones" se dijo Ganondorf a si mismo mientras sentía en su interior hervir el odio que siempre había sentido hacia los hylianos, pero esta vez concentrado hacia aquel joven "en otras ocasiones caíste ante el héroe por dejarte llevar por la rabia. Esta vez, no va a ser así".

Se concentró, invocando su magia, dispuesto a atacar el fuego con el fuego, mientras Link seguía embistiendo contra Leoni. El joven parecía a punto de caer agotado, pero se negaba a soltar la espada, dando estacazo tras estacazo. Ganondorf era consciente de que el tiempo corría en su contra, la energía maligna del ente pronto los dejaría agotados, aparte de que no sabía si Zelda estaría luchando contra algo o simplemente ya había muerto. No quería ni considerar la segunda opción.

Notaba la magia brotar de su cuerpo, por lo que supuso que era el momento adecuado para tratar de neutralizar a Leoni y así, tal vez, darle una oportunidad a Link para que sus ataques tuvieran efecto.

—¡Prepárate! —bramó.


Para Zelda, todo se había vuelto negro de repente. Se encontraba sumida en una oscuridad que la oprimía, aunque una fuerza en su interior conseguía que aún no fuera devorada del todo, a pesar de que cada vez le costaba más resistir.

¿Qué había pasado? No recordaba nada más allá de alargar la mano hacia su hermano y estar a punto de tocarlo cuando todo se volvió negro y desde su pecho se extendía aquella oscuridad que la envolvió por completo. No podía moverse, tampoco hablar, y desconocía si tenía los ojos cerrados o abiertos. Sólo existían ella y la oscuridad.

Si tan sólo pudiera alejarla un poco… concentrando todas sus fuerzas en la energía cálida y palpitante que sentía en su interior, Zelda empujó la oscuridad y notó como lograba que cediera un poco. ¿Una segunda vez? El efecto fue el mismo, la oscuridad parecía dejar de presionarla y en esos momentos se sentía mejor.

Centímetro a centímetro, fue empujando, notando que poco a poco esa energía que la ayudaba se iba extendiendo por su cuerpo como un bálsamo cálido que la iba protegiendo. Si tan solo pudiera protegerse por completo y alejar las tinieblas, podría salir de aquel estado.


Link atacó en cuanto la advertencia del gerudo le puso sobre aviso. Ganondorf atacó a Leoni mediante magia y justo cuando la energía que brotaba del hermano de Zelda pareció remitir un poco, el joven cargó contra él con todas sus fuerzas. Sin embargo, aunque su espada llegó a hacer contacto con el cuerpo de Leoni, fue como si una barrera invisible detuviera su hoja.

—¡Está protegido! —gritó, no pudiendo unir más palabras —¡No puedo atacarle!

Ganondorf gruñó entre dientes, evitando una nueva descarga de Leoni, que parecía bailar mientras esquivaba sus embites y lanzaba rayos de magia hacia ellos dos. Debían encontrar la forma de detener la magia del ente para así tener una oportunidad, pero era consciente de que quien podía conseguir tal cosa era Zelda.

Recordó como, cuando Leoni la encerró en las mazmorras del castillo, ella se había podido comunicar con él mediante mensajes telepáticos. ¿Podría hacerlo al revés, ser él quien intentara ponerse en contacto con ella? Nunca lo había probado, pero también era cierto que hasta ahora nunca habían luchado juntos.

"Zelda" pensó con todas sus fuerzas, mientras volvía a cargar contra Leoni "Zelda, despierta. ¡Despierta"


"¡Despierta! ¡Despierta!"

Una voz muy familiar sonó dentro de la cabeza de la princesa justo cuando ésta había conseguido proteger la parte superior de su cuerpo de la oscuridad.

"¡Esta batalla debes terminarla tú! ¡Eres la única que puede con Leoni!"

Ganondorf. La voz del gerudo resonaba en su interior, igual que lo había hecho justo antes de que la rescatara. La misma voz que en otras vidas había odiado pero que ahora la animaba a recuperarse para dar el golpe de gracia.

¿El golpe de gracia? Zelda se centró de nuevo en seguir bombeando aquella energía para blindarse por completo, mientras su cabeza comenzaba a pensar en el enemigo al que se enfrentaban. Puede que quedara algo de su hermano todavía, pero dudaba mucho que pudiera conseguir separarlo del ente por completo. Leoni estaría tan consumido por la magia negra del ser que seguramente no resistiría su magia opuesta.

La imagen mental de las flechas de la luz invadió de repente sus pensamientos. Todas las princesas Zeldas conocían de su existencia y sabían que podían invocarlas cuando hubiera que luchar contra el mal. Siempre se habían usado contra Ganondorf, ¿podría usarlas para atacar una fuente de energía tan perversa que hasta se había rebelado contra el mismísimo Rey Demonio en el pasado? Bueno, ya habían ido en contra de lo habitual cuando el Valor, la Sabiduría y el Poder se habían aliado por primera vez en la historia de Hyrule. Si las Diosas habían consentido eso, consentirían que Zelda usara su poder para eliminar el mal, aunque fuera un mal distinto al de siempre.

Una renovada energía hizo que empujara la oscuridad lo más lejos posible de si misma, consiguiendo que la calidez que sentía en su interior se extendiera por todo su cuerpo. Las tinieblas se apartaron y la joven se encontró de pie en lo alto de la torre del mirador, elevada sobre el suelo, observando a Link y a Ganondorf luchar contra un casi consumido Leoni, que lanzaba latigazos de magia hacia ellos.

Zelda nunca había recurrido al poder divino que todas las reencarnaciones de la diosa Hylia tenían, pero sabía cómo hacerlo. Alargó los brazos con las palmas abiertas hacia el cielo a modo de plegaria silenciosa y se encomendó a Hylia, a las Diosas y a la Diosa de la Arena.

Una fuerte descarga de energía la recorrió desde la cabeza hasta los pies, pero fue una energía que la revitalizó por completo, haciéndola sentir fuerte, poderosa, invencible. En sus manos se materializó un arco dorado y brillante, igual que un haz de flechas.

Zelda cargó el arco y apuntó hacia Leoni. El tiempo pareció congelarse mientras tensaba la cuerda y tanto él como Ganondorf y Link se giraban hacia ella.

Soltó la flecha, que pareció nadar lentamente en dirección al pecho de su hermano hasta que, finalmente, impactó en el centro, liberando una luz blanca cegadora y haciendo que una sombra malva se materializase sobre la forma de su hermano.

—¡Ahora! —gritó.

La Espada Maestra cayó sobre la figura de Leoni y sobre el extraño ente que se había materializado en parte ante él, al mismo tiempo que Ganondorf clavaba su hoja en el cuerpo del hyliano.

Todo se volvió blanco esta vez mientras Zelda caía al suelo sobre sus pies y el tiempo, que tan lento había parecido antes, ahora intentaba compensar avanzando a toda velocidad. No podía ver nada, tampoco escuchar nada que no fuera un agónico grito.

La luz finalmente se apagó y Zelda se encontró entre Link y Ganondorf, mirando directamente a los ojos azules de su hermano, que la observaba fijamente.

—Bien jugado, hermanita —murmuró, con su voz de siempre, para luego inclinar la cabeza sobre el pecho.

Ninguno de los tres quiso decir palabra alguna mientras contemplaban el cuerpo inerte de Leoni ante ellos. Mientras, sobre sus cabezas, las oscuras nubes violáceas se fueron extinguiendo al mismo tiempo que unas gotas de lluvia comenzaron a caer sobre Hyrule después de tanto tiempo.


¿Creeíais que me había olvidado de este fic? Para nada.

Sé que he tardado siglos en subir, pero este capítulo me ha costado más que ninguno, hasta el punto de que lo he borrado y reescrito más de cinco veces, porque nunca quedaba del todo conforme, y no me atrevía a subirlo. Aparte, entre todo el trabajo que tengo encima con el chino, las clases y mantenerme serena dentro de lo que cabe con la situación global que estamos viviendo, apaga y vámonos. Espero que estéis todos bien dentro de lo que cabe de salud tanto física como mental, pues la cuarentena puede desgastar psicológicamente que da gusto.

No quedan ya muchos capítulos y espero poder subirlos a buen ritmo, ya que lo que me bloqueaba que era el final de la contienda ya ha pasado. No puedo dar un número exacto de ellos, pero según mis planes no quiero que sean más de dos o tres que iría subiendo a lo largo de los próximos meses. No puedo prometer subir cada semana como hacía en tiempos porque literalmente que me faltan horas para todo. Pero como digo siempre, actualizaré, sobre todo ahora que ya he llegado tan lejos.

Esta vez sí que os animo a dejar review, sobre todo por el esfuerzo que me ha costado el dichoso cap de las narices. Si sumo todas las páginas que he borrado, creo que pasan de 25, más las once de hoy. Creo que sólo por eso me lo merezco (?)