N/A Hola a todos y bienvenidos a mi nuevo proyecto. Este multi chapter será sobre escenas de la vida de Mike y Once en distintas etapas de su relación. No estarán en orden cronológico pero todo estará conectado, en especial porque como saben, yo suelo abrir mis historias con una fecha. Así que tanto las historias que se publicaran aquí, – que serán one-shots cortos y drabbles, en su mayoría – están conectados a su vez con los one-shot largos que he subido y seguiré subiendo individualmente de este multi chapter.
Espero que la idea les guste y me digan que les parece en cada nuevo capitulo que publique. La idea es siempre divertirlos y a su vez, saber si les gusta ya que seguiré subiendo historias mientras tenga feedback. Y hay ideas, MUCHAS IDEAS con toneladas de Mileven.
ATENCION: Cada capitulo tendrá su propio rating, así que tengan en cuenta que si el fic en general dice 'T', no significa que todos los capítulos lo sean. Porque habrá capítulos 'M' en el futuro, así como el capitulo de hoy es 'K+'.
Dicho esto, espero que lo disfruten.
Stranger Things pertenece a The Duffer Brothers y Netflix. No gano dinero con esto.
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Clasificación: K+./ Romance - Hurt/Comfort. / Once, Mike – mención –, OC.
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MENTA DE MIKE
Noviembre 3, 1989.
Es increíble lo que amar a alguien causa en uno.
Se vive desde el momento en que se despierta hasta que se va a dormir pensando en la persona que ama. Repasando los momentos del día en constante conexión pero, para Once no era así. Ella no solo vivía con el rostro de Mike en su corazón desde que despertaba hasta que se iba a la cama, sino que además también en sus sueños. Cada parte de su hogar tenía su aroma al igual que cada centímetro de su piel, con las líneas que sus dedos dibujaron en tantos encuentros llenos de pasión, grabadas en ella como un tatuaje invisible que solo ella podía ver.
Ella vivía con la voz de Mike en sus oídos, con sus ojos en los suyos, con sus labios probándola en besos desde inocentes hasta los más apasionados que abrían la intimidad en la cabaña o en la habitación de Mike, en su sótano o en su cama.
Para Once cada momento que vivió con Mike era brisa de aire nuevo, era un momento de felicidad libre y fresca como el viento que hacia volar las hojas secas de los árboles en otoño, como sus citas de los viernes luego de la siesta.
Esas citas de los viernes eran su parte favorita de la semana, la visita de las siete de la tarde a la heladería. La hacían desde que ella había iniciado la escuela con ellos en 1985 luego de que pudo salir a tener una vida normal, cada viernes después de la escuela y de hacer la tarea junto con Mike en su sótano, se acostaban bajo el fuerte y hablaban o tomaban una siesta hasta esa hora. Luego salían de la casa y, ella siempre abrazándolo por atrás, montaban en su bicicleta – y luego en su auto – hasta la heladería 'Lover's Delight', para disfrutar de su pequeña cita.
Uno de limón y menta para Mike, y uno de chocolate y frutilla para Once. Siempre los mismos sabores, siempre ellos dos, sin importar la estación del año, sin importar el clima, los viernes a las siete de la tarde era su cita y no invitaban a nadie más. Eran solo ellos dos.
O al menos solían serlo, hasta Septiembre, cuando Mike partió hacia la universidad.
Cada vez que Once iba a su 'cita' de los viernes, desde entonces, se sentía particularmente triste. No le había dicho a Mike que seguía yendo porque no quería hacerlo sentir mal, peor de lo que ella sabia que él se sentía por haberse ido tan lejos. Sin importar lo mucho que hablaron, sin importar que ella le dijo que lo entendía y que lo seguía esperando; cada martes, jueves y sábado, cuando él la llamaba por teléfono justo antes de colgar, podía sentir la voz de su novio cerca de quebrar y casi disculpándose por estar estudiando, casi disculpándose por estar trabajando duro para un futuro que al fin y al cabo, ella sabia que era para ambos.
- ¿Sabes cuanto me gustaría estar contigo, verdad? – solía decirle cuando se cumplía la hora y debían colgar el teléfono, y ella no podía evitar sonreír pensando en lo dulce que era recordándole siempre que la amaba.
Esas llamadas eran tan necesarias. La ayudaban a pasar los días teniendo pequeñas metas: resistir hasta la próxima llamada donde recargaría energías de Mike, donde se darían un poquito mas de fuerzas, donde él se sentiría un poco menos triste y podría estudiar mas, donde ella sentía un poco menos de frío hasta que llegue el receso de Navidad y él volvería a sus brazos por cuatro gloriosas semanas que ambos esperaban con hambre en sus cuerpos y sed en el alma.
- Buenas tardes, Jane. – saludo Stella Deveraux, encargada de la caja registradora y dueña de la heladería.
Después de tantos viernes yendo con Mike a tomar helado, la señora Deveraux ya les conocía el horario y los gustos. En más de una ocasión les había preguntado, con su rostro bondadoso cual abuela de 70 años le hablara a un nieto, su cabello blanco a excepción de un mechón aun rubio y calidos ojos azules; por qué nunca cambiaban de gustos. Ellos solo le sonrieron y se encogieron de hombros sin saber que decir, simplemente era una costumbre y eran sus gustos favoritos. De ambos, porque luego del helado había una buena sesión de diez minutos de besos donde cada uno podía probar en la boca del otro, el gusto que habían comprado.
Once le devolvió el saludo con una sonrisa pequeña pero sincera mientras abría su monedero y pagaba su helado, segundos después uno de los empleados de la heladería, el único que veía de hecho ese día, se acerco a ella con la misma sonrisa que le venia dedicando hacia algunas semanas haciéndola sentir incomoda.
- Chocolate y menta. – susurro simplemente evitando mirarlo.
- Si, lo recuerdo. – dijo entonces el empleado sosteniendo su sonrisa pero ella solo desvió la mirada, incomoda y un poco asqueada.
El empelado, cuyo nombre creía ella que era Jason pero que no recordaba ni le importaba en realidad, había ido a la escuela con ellos según había reconocido Mike un día. Sabía perfectamente lo que él pensaba y por que le sonreía así en especial desde que ella comenzó a ir sin su novio y ella intentaba por todos los medios dejar en claro que no quería nada con él, al nunca responderle las sonrisas ni sacarle tema de conversación. A decir verdad a ella le molestaba profundamente cada vez que le tocaba a él atenderla, y aunque no siempre era así y desde Septiembre que sentía sus ojos encima queriendo desnudarla. Nunca creyó que sentiría tanto asco hacia una persona luego de 'Papa' y tampoco hacia que sus citas solitarias se vuelvan más sencillas.
- Aquí tienes, Jane. Lo hice grande para ti.- llamo la voz de 'quizás Jason' ofreciéndole su cono con un aderezo de doble sentido, cortesía de la casa.
No pudo evitar rodar los ojos ante su descaro. – Gracias. – respondió Ce, cuan áspera pudo.
Se volteo de la barra tomando dos servilletas pensando en donde sentarse. Ese día la heladería estaba vacía, lo cual era asombroso considerando que aun en invierno el lugar se atestaba de gente, ya sea para los helados de verano, las malteadas de primavera o la nueva extensión de aquella pequeña empresa que en invierno pasado había comenzado a servir café y tortas de crema. Mike había dicho que pronto deberían cambiarle el nombre a la heladería de 'Lover's Delight' a 'Venga a Engordar'.
- Oye, Jane. ¿Me darías tu número? – la pregunta de 'quizás Jason' la sobresalto mientras ella estaba sumida en sus pensamientos y en sus dudas de donde sentarse ante tantas posibilidades disponibles. Once simplemente se volteo y lo miro con los ojos entrecerrados en una desagradable mueca de disgusto, lista para reprocharle el descaro o preguntarle si estaba alucinando ya que ella nunca le devolvió una sola sonrisa como para que él crea que podía pedirle el numero de su casa.
- Jacob, ya tuvimos esta charla. Aprende tu lugar con nuestros clientes, es la última vez que te lo digo. – reprocho de pronto Stella Deveraux. – Vuelve con los muchachos, vamos. – dijo la mujer golpeando sus palmas con un sonido fuerte aun para aquellas manos tan delicadas.
El muchacho simplemente miro a ambas mujeres una última vez resoplando algo que sonó como 'perras' antes de volver al fondo del local. Once sonrió relajada y satisfecha, sintiendo una ola de súbito cariño hacia la mujer que la rescato de aquel momento de incomodidad.
- Lamento que te haya causado molestias. Estos críos son los que les dan mala fama a tu generación, lamentablemente. – se disculpo la mujer y palmeo un lugar en la formica de la barra, enseñándole a Once una butaca justo al lado de la caja registradora. – Ven aquí, pequeña. Hazle compañía a esta anciana.
La joven miro a su alrededor de nuevo, al negocio vacío, a las calles sin movimiento y noto de nuevo que no había visto a los otros cuatro empleados y se acerco a donde la mujer le había dicho, sentándose en la butaca y comenzando a probar su cono antes de hablar.
- ¿Día lento hoy?
La risa dulce de aquella señora mayor le hizo olvidar al idiota de hace un momento. – No, querida. Hasta hace media hora no dábamos a basto preparando pedidos para llevar. Los muchachos están en el fondo mirando el gran juego.
Cierto, Hopper hablo de eso la noche anterior.
- Claro, lo había olvidado. Mi padre debe estar en casa ya, gritándole a la televisión.- bromeo la jovencita, tomando otra cucharada de su helado.
La mujer rió también. – Merece un descanso nuestro buen Jefe de la Policía. ¿Como esta por cierto él, querida?
- Esta muy bien, gracias. En realidad si le pregunta a él le dirá que esta hambriento porque Joyce, su novia, le dijo que tiene que comer mas verduras así que últimamente le hemos estado controlando. – rió. – Creo que nos odia.
Ambas rieron nuevamente, lo cual logro en Once relajarse por completo para disfrutar su helado tranquila. La señora Deveraux camino hacia la maquina de expreso y se sirvió una taza de café que puso frente a ella en la barra, claramente tranquila de que tenia tiempo suficiente para beber un café sin que aparezca algún cliente de sorpresa.
- ¿Que hay de ti, Jane? ¿Estas bien?
La pregunta y el suave, casi cuidadoso tono gentil que uso la señora Deveraux al hacerle esa pregunta, la hizo mirarla con sorpresa y confusión.
- Estas últimas semanas te he visto venir sola, a la misma hora, el mismo día. Te sientas en una mesa lejana, tomas tu helado de diferente sabor con cuidado y lentitud y, disculpa a esta anciana entrometida; con mucha melancolía.
Las palabras de la mujer tardaron un momento en ser procesadas mientras Once misma se pensaba en la cabeza y en los ojos de la dueña de la heladería, viéndola todos los viernes sin compañía.
- ¿Acaso tu y Mike...?
Once la interrumpió antes de que terminara, no le gustaba siquiera escuchar esas palabras que casi salen de sus labios.
- Oh no, no. No, nada de eso. – respondió sacudiendo su cabeza y ofreciendo una pequeña sonrisa, acariciando su helado con la cuchara de plástico. Por alguna razón la mujer pareció aliviada y Ce no pudo evitar sentir otra oleada de cariño, por lo que agrego. – Esta en la universidad.
- Oh, la universidad, claro. Debí pensarlo antes, recuerdo el día que se graduaron y aun con la toga tú y tu novio vinieron aquí, como cada viernes. Tan dulces. – dijo la mujer con una sonrisa sincera. – ¿A donde fue, si no te molesta contárselo a esta abuela?
Once negó con una sonrisa, siempre le gustaba hablar de Mike porque estaba orgullosa de él. – Lo aceptaron en el MIT, beca completa.
- Oh, vaya, eso es… lejos. – dijo la mujer, sorprendida mas de lo que pudo ocultar. – Fue difícil para ambos aceptar que estarían lejos.
No fue una pregunta y Once solo asintió, dándole la razón. De pronto se sintió más nostálgica que nunca y a la vez con más ganas de hablar, con la necesidad de hablar de Mike.
- ¿Tu no quisiste estudiar?
Once negó. En realidad Mike había insistido con que ella también debía ir a la universidad pero la idea de alejarse de Hawkins ella sola le asustaba demasiado y a Hopper, aunque le había dado pena, también le había dejado mas tranquilo la decisión de su hija. Por el momento Once trabajaba en la farmacia Keene a tres calles de la heladería, justo en frente de RadioShack donde su novio trabajaba mientras estaban en la escuela. Si, se rodeaba de todo aquello que podía tener la esencia de su novio y de cierta forma eso la reconfortaba.
- Quizás cuando él se gradúe yo estudie pero no estoy segura. Aunque conociéndolo… –comento la joven con una sonrisa divertida. – Me insistirá tanto que terminare cediendo.
La señora Deveraux volvió a regalarle una calida sonrisa. – Ese muchacho esta tan enamorado de ti, pequeña. Pocas veces en mis años de vida y en especial desde que tengo esta heladería que he visto parejas a montones, he podido ver un amor tan sincero. – comento – La forma en que ese muchacho te sigue y te observa, te sonríe y te cuida. Siempre he creído que los niños no son muy concientes del amor, pero ustedes son esa rara excepción a la regla.
Once no se atrevía a mirarla mientras le hablaba porque lo que esa mujer le estaba diciendo aun cuando la única relación que tenia con ellos era para cobrar el dólar y cincuenta centavos del helado, era exactamente su relación con Mike. Ce sabia después de tantos años que Mike la amaba tanto como ella lo amaba a él. Funcionaban así, sin desgaste de lo cotidiano, sin que deje de haber sorpresas. Con siestas en la hamaca de la cabaña, con canciones inventadas, con viajes en bicicleta o en el auto de Mike desde el año anterior, él era su cable a tierra y también el par de alas que la hacían volar alto como nadie.
- Yo lo amo tanto… – susurro jugando con su helado y mezclando la menta con el chocolate antes de volver a probarlo y, lo noto en ese momento, también para calmar el nudo en su garganta que no sabia en que momento se había formado, pero que evidentemente la mujer delante de ella noto que estaba.
Puso una mano amorosa sobre uno de sus brazos reconfortándola y, cuando Once miro en sus ojos azules detrás de sus gafas, encontró una mirada de comprensión que la hizo sentirse una niña pequeña.
- Esta bien, querida. Puedes desahogarte con Stella, para eso esta el helado. Es mucho más sano y delicioso ahogar las penas en conos de menta que en cerveza.
Once rió y a la vez libero las lágrimas que venia reteniendo hacia algunos segundos o quizás en las últimas semanas, no estaba segura. A pesar que había llorado poco, –porque contuvo con todas sus fuerzas el impulso de desplomarse el día que Mike partió para la universidad –, desde aquel día no había derramado una sola lagrima más. En cambio, y eso era evidentemente peor, había entrado en una especie de trance donde funcionaba para hacer su vida, para comer, bañarse, ver la televisión con Hopper, ir a trabajar pero todo parecía verlo desde un plano de afuera.
La vida en si se había vuelto como el vacío al que tanto solía ir, años atrás, cuando estuvo un año escondida y solo podía ver a Mike oculta tras la estática de su televisor. Solo cuando se iba a dormir se sentía despertar porque cada noche soñaba con él, reviviendo algún bello recuerdo o soñando en como estaba su novio y cuando volvería a verlo. Sus sueños eran su refugio, eran otra cuota mas de relajación hasta que llegaba el día de la llamada a las ocho de la noche y el corazón le palpitaba fuerte como un tambor. El timbre del teléfono nunca llegaba a sonar dos veces porque Once prácticamente lo arrancaba de la pared y se aferraba a el como si la vida se pudiese terminar si no lo atendía con fuerza y la voz de Mike, en la cual podía sentir y ver su sonrisa y su emoción gemela a la suya, llenaba sus oídos y su corazón, alimentando su cuerpo y recargándole energías.
Pero hasta entonces no había vuelto a llorar y ahí, frente a la dueña de la heladería, una mujer que a fin y al cabo a penas y conocía, Once se dejo consolar mientras continuaba tomando su helado a cucharaditas.
Y lloró, lloró mucho.
- Eso es, déjalo salir Jane. Es natural sentirse así. Yo lo se, créeme.
Al cabo de unos minutos Once limpio sus lágrimas con la manga de su chaqueta, – chaqueta de Mike, en realidad – y la miro agradecida por el apoyo que de pronto estaba recibiendo. Una pequeña sonrisa se aventuro en sus labios hasta que capto lo ultimo que le dijo y la señora Deveraux pareció darse cuenta.
- Mi esposo. – menciono apuntando tras ella a la comuna detrás de la maquina de expreso. La fotografía de hombre casi de la edad de la mujer, sino unos años mayor, estaba situada alta y majestuosa en la pared. Un rostro sonriente, calido como lo era ella. – Murió hace dos años, pero estuvimos juntos cincuenta y cuatro. Pero antes de casarnos hubo un periodo de tres años donde no lo vi, ¿sabias? Fueron tres años y cincuenta y tres días, lo recuerdo bien, donde vivía con el miedo constante de recibir una carta que me dijera que la espera seria eterna porque él no volvería.
La joven la escucho con cuidado, el ceño fruncido y aun así no parecía sentir tristeza en la voz de la mujer aunque si algo mas. Melancolía, ¿será?
- ¿Se fue a la universidad también?
La mujer negó con esa tierna sonrisa. – No, querida. Se fue a la guerra.
La guerra, Once recordaba haber visto eso en la escuela. Aquella vez que a ella le dio sarampión, ambos Mike y Ce tuvieron que hacer un ensayo sobre ese tema. Sintió escalofríos, no quería pensar en todas las imágenes que habían visto cuando estudiaban el tema.
- Lo siento. Usted ha pasado por tanto tiempo en un momento tan horrible y yo aquí llorando porque mi novio esta en la universidad a quince horas de viaje…
- No te disculpes, Jane. – dijo la mujer y apretó su mano gentilmente en el brazo de Once, mirándola con firmeza pero con gran cariño. – Es solo natural sentirse como te sientes, créeme. Yo te lo he dicho para que sepas que te puedes desahogar tranquila porque aunque te lleve muchos años de experiencia de vida, he estado en tu lugar y se lo terrible que es eso que estas sintiendo.
- Es que… – susurro Ce, intentando batallar con su voz quebrada, sintiéndose tonta pero a la vez desesperada. Porque Mike no la había abandonado, porque él volvería a su lado en unas pocas semanas mas, porque él seguía siendo suyo aun a 808 kilómetros de distancia. – ¿Es normal que me este costando tanto?
La mujer suspiro antes de responderle. – Estar lejos de la persona que amas es lo más difícil que puedes enfrentar. – le dijo en un susurro dando suaves palmaditas en su brazo sobre la barra de formica. – Yo se que se piensa que no se lo volverá a ver, ya sea como fue mi caso en la guerra o el tuyo que él esta estudiando lejos; cuando dos personas se aman tanto es todo un reto resistir. Pero mientras se este seguro de lo que se siente, el tiempo pasara si pones una meta en el futuro. Tú lo amas.
- Si. – respondió Once, repitiendo las palabras que ya había dicho, ahora entre lagrimas libres. – Yo amo a Mike, lo amo con todo mi corazón y se que él me ama a mi, siempre ha sabido dejarlo en claro.
- Cuéntamelo, querida. Te ayudara.
Su voz era un remanso de paz entre un mar de pensamientos ruidosos que se amontonaban en ella a causa de lo mucho que lo extrañaba. Once le contó a la señora Deveraux, mientras tomaba su helado, que Mike la llamaba tres días a la semana. Le contó sobre la primera vez que él de dijo 'te amo', le contó sobre la canción que le había tocado. Le contó cuando tuvieron su primer beso y, sin mucho detalle, también se atrevió a decirle a una señora que podría ser la madre de Hopper, sobre la primera vez que estuvieron juntos en la intimidad. No le contó sobre el laboratorio, ni tampoco sobre el demogorgon ni nada de todo aquello que era secreto, pero le dijo que Mike había llegado a su vida para darle la vida que ella conocía. Le hablo de su relación, mientras veía la sonrisa con micro arrugas y la mirada azul calida detrás de gafas de media luna, a una señora que veía los viernes simplemente para tener su cita con Mike, y ella le estaba brindando un apoyo que no se había dado cuenta que estaba buscando ese día.
- Lo siento, creo que me deje llevar. – se disculpo Ce, limpiando sus lagrimas de nuevo con la manga de la chaqueta de Mike pero con una sonrisa.
La mujer negó nuevamente y acaricio el brazo de Once, que para ella era el brazo de Jane Hopper. – Que hermosa historia que tienen. Que bella jovencita esta esperando a ese muchacho, y que muchacho maravilloso ha enamorado a la joven frente a esta abuelita.
Once rió, apenada y halagada mientras terminaba su cono de helado, disfrutando las últimas cucharadas de menta. – Es por eso que me pido otro gusto. – le dijo de pronto enseñándole el cono y siguió hablando. – El chocolate lo pedía yo y Mike pedía el de menta. Para mí, por más tonto que parezca, tomarlo así es como tenerlo aquí hasta que vuelva.
Stella Deveraux negó con la cabeza mirándola ensoñadoramente, como si estuviese viendo el momento más bello de una telenovela.
- Que cosa más hermosa, pequeña Jane. – comento, conmovida. – ¿Y es igual que cuando lo tomabas con Mike?
Once lo pensó un momento y miro en cono vacío, probando los restos del gusto en su lengua y en el interior de sus mejillas, sintiendo pena por su respuesta. – Pues, en realidad no. Es delicioso, pero cuando lo probaba en mi novio sentía algo mas, ¿sabe?
La mujer asintió y volvió a mirarla, esta vez con un poco de picardía. – ¿Será porque a mi helado de menta le falta el toque especial que le daba Mike?
Once se sonrojo tan profundo como él lo hacia cada vez que Hopper los pescaba dándose un beso particularmente apasionado, sin embargo sonrió y bajo la mirada antes de volver a observar los ojos azules que esa tarde la reconfortaron. Porque era eso, porque a la menta de su helado le faltaba algo fundamental. Porque la primera vez que la probó fue en la cucharada que Mike le acerco cuando tenían catorce años y ella reía mientras él jugaba que era un avión. Porque luego probaba el gusto fresco de esa menta en los labios llenos y rojos y siempre tan calidos de Mike cuando salían de la heladería y lo besaba sin importarle la gente alrededor. El gusto de la menta era uno de los mejores sabores de helado que había, era cremoso, fresco, dulce pero no en exceso, pero no había mejor gusto de helado, que la menta en los labios de su novio.
La campanilla de la puerta de la heladería sonó, dejando pasar a dos chicas que venían riendo desde el estacionamiento y Once miro la hora en el reloj calculadora de su muñeca, también de su novio, y noto que ya era hora de volver a la cabaña con Hopper para vigilar su cantidad de cervezas.
- Creo que debo irme ya, señora Deveraux. – dijo Once bajándose de la butaca y rodeando la curva de la formica pasando la caja registradora donde solían entrar y salir los empleados cuando había mesas para atender y, esta vez, fue ella quien apoyo una mano en el brazo de la señora antes que deba atender a la nueva clientela. – No olvidare la ayuda que me brindo hoy. Me siento mejor, me siento más cerca de Mike y creo que eso él lo notara cuando me llame por teléfono mañana.
La mujer le dedico otra pequeña sonrisa y palmeo la mano de Ce sobre su brazo con cariño, asintiendo por las palabras de aquella jovencita. – Envíale saludos de esta viejecita y dile que cuando regrese, el primer helado de su cita del viernes será a cuenta de la casa.
Once sonrió aun más amplio y no pudo evitar el impulso de abrazarla y, aunque fue breve, se sintió incluso mejor.
- Gracias. – susurro y se marcho saludando en el aire hasta ir al estacionamiento donde había dejado el auto, también de Mike, que había dejado estacionado lista para volver a casa.
En el viaje de vuelta, con la brisa de noviembre en la ventanilla mientras conducía camino a la cabaña, Once sentía el gusto de la menta en su boca y su sonrisa comenzó a crecer pensando en la cita del viernes luego que Mike volviera a casa para Navidad. Pensó en decirle al día siguiente que ella seguía yendo a la heladería y quería pedirle, dentro de su apretado horario, que él comience a ir a hacer lo mismo para que luego puedan comparar el gusto del limón y la frutilla, cuando no la probaban de los labios ajenos. Se sentía recargada de energías, se sentía comprendida gracias a una señora que había sabido escucharla, aconsejarla y levantarla cuando ella misma se había estado atrapando en las lágrimas de su soledad. Pero ahora se sentía mejor, ahora sentía que podía ayudar a Mike a sentirse mas tranquilo cuando hablaran por teléfono, ahora sentía que estaba bien hablar con Joyce y con Hopper cuando se sienta mas nostálgica que otros días, ahora podía incluso llevar con ella a Max a la heladería para hablar de sus novios y de los demás chicos que estudiaban fuera y seguir recordando lo mucho que se divertían, lo mucho que los extrañaban y lo feliz que estarían cuando los seis vuelvan a verse en el receso de Navidad.
Y por sobre todo Once no podía esperar para volver a tomar el helado con él, bajo la mirada enternecía de la señora Deveraux y, esta vez, comprobar con todo deseo y toda seguridad, que no había menta más deliciosa que la menta en los labios de Mike.
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¡Ta Dah! Bueno, primero que nada YA SE que Mike no aparece en este one-shot, aunque todos estos capítulos serán Mileven, pero me gustó la idea de Once hablando de él con una tercer persona ajena a todo el círculo para profundizar en sus sentimientos estando lejos de él.
Segundo quiero aclarar que este capitulo salio mas largo de lo que serán los siguientes. Como he dicho, todos los capítulos serán one-shots cortos sobre la vida de Mike y Once, construyendo su relación juntos. No serán en orden cronológico pero todo estará conectado. Y quédense tranquilos, que en el segundo capitulo estarán Mike y Once juntos en una escena de la vida en su hogar.
Espero que me sigan en esta nueva aventura y disfruten de todo el Mileven que tengo listo para ustedes. Hay muchas ideas y las seguiré subiendo mientras vea que hay respuesta.
¡Hasta la próxima!