Capítulo 4; Tweek y ...

Sentía sus ojos pesados. El sudor cubría su frente, y respiraba de manera agitada. Estaba atado de pies y manos a una cama con sabanas celestes.

No entendía que estaba pasando... Se supone que debería de estar en casa de su padre, y en cambio, ahora estaba en una habitación oscura. Podía sentir el sonido de muchos insectos caminar por las tablas de madera en el piso, y al mismo tiempo, pisadas de humano. De pronto, se escuchó la puerta principal abrirse en un chillido. Un chico rubio con una bandeja estaba entrando.

Se quedó callado. Quiso moverse, pero tampoco pudo. No había manera de comunicarse con ese chico... Pensandolo mejor, quizá aquel chico estaba relacionado con el por qué estaba atado a una cama. La falta de medicamentos lo estaba volviendo loco. Necesitaba esas pastillas, necesitaba café, necesitaba drogarse con los remedios que su madre le daba cada mañana hasta sentirse adormilado por los efectos de las mismas.

De pronto las caminatas se dirigieron hasta su habitación. El chico parecía llevar una especie de parka anaranjada bastante vieja. Tenía parches de bandas de rock y metal, y su cara estaba minada de pecas. De pronto, sus ojos se encontraron, y el pecoso comenzó a hablar. Pero no podía entenderle, debido a que sus palabras quedaban amortiguadas por la parka.

El chico parecio entender, por lo que bajó la capucha, dejando ver sus cabellos dorados y sus azulados ojos. Era definitivamente guapo, pero el ojo morado no ayudaba demasiado.

—¿Quieres comer? Traje el desayuno.

La cara de Tweek se frunció, seguía sin entender qué es lo que estaba pasando. Poco a poco, el rubio desató sus piernas y brazos, para volver a atar estos ultimos en la espalda y cama. Tweek quedo en pose de indio, con las piernas cruzadas y sus brazos casi pegados al respaldo de la cama de madera. El pecoso trajo una silla en la cual se sentó, y comenzó a alimentarlo con un pote de puré de manzana, de esos que solía comer su hermana menor cuando era una bebé.

Tweek comenzó de a poco a recuperar el habla, pero sin sus medicamentos ahora solo podía tartamudear como solía hacer antes...

—¿Q-q-q-qué estoy haciendo a-aquí?—Por fin pudo preguntar, luego de dos cucharadas.

—Oh, eso —Respondió el pecoso —Te he traido a mi casa porque te veías mal en la calle.

—P-p-pero, estoy bien. D-d-desat-tame ya.

—... Me parece que no entiendes tu posición. Ahora que te tengo, no puedo dejarte ir. —Respondió mientras dejaba el puré de lado y comenzaba a acariciar los cabellos del menor... Quizá necesite de un baño para cuando regrese del trabajo.

Su cara tenía restos de pure de manzana y tierra. No era su culpa, el menor había pataleado demasiado cuando lo atrapó. Tuvo suerte de haber reparado el viejo auto de su hermano mayor, sino, no podría haberlo traído hasta la cabaña. Y cloroformo en la guantera.

El menor estaba mareado, no entendía ni una de las locuras que estaba diciendo aquel extraño. Se le hacía conocido, creyó haberlo visto antes... Pero eran tantas emociones juntas, que termino por vomitar en su pecho. El chico de las pecas no se molestó, simplemente cambio las sabanas y buscó una nueva remera para Tweek, dejandolo en la misma posción de antes. Se despidió de él con un beso en la frente, luego de darle unas pastillas con jugo de naranja y zanahoria, al parecer iba a trabajar...

Tweek estaba secuestrado, atado de manos y piernas, y al parecer, estaba drogado.