¡Hola!

No esperaba estar publicando material que no fuera Kacchako, pero le agarré tanto cariño que decidí participar... Y vaya que vengo atrasada xD

disclaimer: Todos los derechos reservados para Horikoshi-sensei.

Aquí va:

¿Qué era ese sentimiento?

Esa pregunta rondaba por la cabeza de Yaoyorozu todo el día, tanto, hasta el punto en el que no podía concentrarse para nada en sus estudios. Intentaba ignorar tales pensamientos, pero al verse ganadora aquella pregunta retornaba y sin siquiera notarlo ella ya estaba divagando de nuevo.

-Yaoyorozu –murmuró el profesor Aizawa, quien estaba en frente de todos con un libro en su mano-. ¡Yaoyorozu!

Despertó de su trance con un cierto grado de rojo cubriendo sus mejillas, se llevó ambas manos cubriendo su cara como reflejo. Se escuchaba el murmullo de todos y eso, de alguna manera le deprimía todavía un poco más.

-Yaoyorozu, lee, por favor –volvió a decir el maestro.

Su rubor fue aún mayor al no saber qué estrofa de aquella página debía leer. Lo que era peor, ni siquiera sabía si estaba en la página correcta ya que se había distraído tanto que no llevaba el hilo de la clase: algo bastante inusual en ella.

Decidió que admitiría su error y se disculparía. En ese momento escuchó un susurro despacio, aunque lo suficientemente claro para ella, indicándole lo que tenía que leer. Se giró en esa dirección, pero al verlo él estaba con sus ojos metidos en su libro, ella suspiró sonriente.

Al acabar la clase sus compañeros no paraban de ir de tanto en tanto junto a ella mencionando o bromeando sobre lo ocurrido aquella mañana, ella respondía amablemente con una sonrisa en el rostro para no incomodar a nadie, pero en su interior sentía una gran vergüenza, hasta se sentía avergonzada de estar avergonzada; no sabía cómo lidiar con todo y solamente quería encontrarse en su habitación, ducharse y dormir para tratar de olvidarse del pésimo día que le había tocado.

Se encaminaba hacia su habitación silenciosamente, creyó que nadie la había notado marcharse, pero al tomar el picaporte de la puerta con su mano derecha sintió una mano helada rodear su muñeca izquierda. Se giró asustada al no haber sentido la presencia de nadie, pero se sonrojó al ver al dueño de sus dudas en frente suyo.

-Lo siento, te molesté –dijo él al verla sorprendida, miró la palma de su mano, luego se inclinó levemente y cuando iba a girar, ella lo detuvo.

-No es ninguna molestia, Todoroki-san –acotó más nerviosa de lo que se sentía: en parte no quería ser descortés con nadie-, solo me asustaste un poco, ya me iba a dormir.

El bicolor se volvió hacia ella y lo miró con intensidad si decir nada, al sentirse tan apenada Yoyorozu no pudo evitar mirar hacia un costado.

-Buenas noches –alegó él, aunque Momo estaba segura de que aquello no era lo que quería decir, decidió que no diría nada al respecto. Se inclinó para despedirse y entró en su habitación.

Jadeó pesadamente una vez adentro, y se preguntó qué habría sido aquello.

...

Se había vuelto un hábito después de eso. Todoroki la interrumpía cada vez que ella se dirigía hacia su habitación, a ella no le molestaba en lo absoluto, mas se sentía un poco confundida con tales actuaciones: cada noche se preguntaba qué sucedía con él por eso se tomaba las molestias de desearle buenas noches antes de dormir.

Por las mañanas ya se hacía costumbre las bromas de Ashido-san y Hagakure-san sobre las acciones tan extrañas de su compañero, al comienzo se sonrojaba bastante, pero al paso de los días solo reía con ellas y respondía a los comentarios con "no es lo que parece" seguida de una sonrisa falsa.

Muy falsa.

Porque en su interior rogaba porque aquello significara algo más.

Decidió que le preguntaría esa noche, guiada por los consejos de sus amigas. Más que nada porque le consternaba el hecho de que cada vez que lo interrumpía tenía una mirada de determinación, le daba la impresión de que diría o haría algo importante, pero al final solo le deseaba "buenas noches".

Si algo había que escuchar, quería escucharlo ya: tener esos sentimientos ya la empezaban a molestar y prefería terminar con ello.

Pero esa noche había faltado él a su encuentro no pactado de siempre: aquello había dejado a Momo con un verdadero sentimiento de tristeza. Esperanzada miró hacia ambos lados esperando que él apareciera, se quedó un poco más de tiempo parada en frente de la puerta y aun así no sucedió nada.

Entró resignada con la cabeza agachada y aguantando un no-sé-qué que amenazaba con explotar en su pecho, agarró el celular y les avisó a sus amigas, para luego lanzar el celular y tirarse a la cama para no pensar en nada.

¿Por qué le dolía tanto? ¿Por qué sufría tanto?

Esas preguntas solo fueron respondidas por otras preguntas: las preguntas que se venía haciendo desde hace tiempo y le molestaban tanto que no le dejaban concentrarse.

Y aquellas preguntas solo fueron respondidas por la imagen de un compañero de clases.

-Ya veo –se dijo dándose la vuelta y mirando boca arriba-. Así que estoy enamorada de Todoroki-san.

Sintió la aguja que le molestaba en el pecho se amortiguaba poco a poco, sonrió al sentirse liviana, pero ese sentimiento de relajación fue acompañado por lágrimas que empezaron a caer sin siquiera ser detenidas.

Es más, ni siquiera intentó detenerlas: pensó que sería mejor llorar hasta quedar sin lágrimas que aguantarse el dolor. Poco a poco las lágrimas dejaron de caer y sintió sus ojos secos.

Estaba a punto de quedarse dormida cuando su celular empezó a vibrar.

Era él.

-Yaoyorozu, estoy afuera –dijo al teléfono. Lo suficientemente fuerte que escuchó a través de su puerta también, ella sonrió con ternura.

Se limpió un poco los ojos, se miró al espero para ver si se veían sus ojos hinchados y al no notarlo demasiado decidió abrir la puerta. Allí estaba él con un equipo de entrenamiento, todavía sucio con marcas de barro por la ropa.

-Perdón por despertarte -añadió aun teniendo el teléfono en la mano-. Se me pasó la hora entrenando.

-No me has despertado –respondió con una tierna sonrisa, no sabía si tenía sus mejillas rojas, si estaba llorando o si estaba temblando. No podía sentir absolutamente nada más que su corazón latiendo con fuerza.

Él abrió la boca dispuesto a decir lo de siempre pero antes de que dijera nada ella lo interrumpió:

-Todoroki-san –murmuró ella con cierto grado de desesperación: no quería oírlo decir buenas noches para verlo marchar después, no después de tenerlo todo claro.

Sin embargo, se sumieron en un silencio sepulcral por unos segundos. Yaoyorozu intentó pensar en lo que debía decir, pero ninguna de las ideas que formulaba llegó a salir de su boca. Él llevó su mano en su mentón y, habiendo tomado una conclusión, prosiguió a decir:

-Yaoyorozu, no estás bien –dijo-. Desde hace tiempo no estás bien.

-¿Qué? –soltó llevándose ambas manos a la cara sorprendida y totalmente ruborizada, pensando en lo peor-. ¿Estoy tan mal? –preguntó.

-N-no… –sonó nervioso, mucho más de hecho. Ella sonrió todavía con las mejillas sonrojadas.

¿Venías todos los días a preguntarme qué me pasaba? –preguntó divertida, el rubor estaba bajando y en su lugar sus mejillas tenían un tierno rosa suave-. ¿Y tenías miedo de mi reacción?

Se sonrojó levemente, por un segundo, Momo hasta pensó que usó su quirk de mitad frío para enfriarse y así acabar con su rubor. Esa idea la enterneció mucho.

-Creo… creo que me gustas –dijo él.

No entendía bien qué estaba ocurriendo. Por supuesto, sentía una tormenta de emociones que empujaban su pecho y sentía una electricidad leve por toda su piel, por un momento hasta olvidó respirar mientras pensaba en aquellas palabras…

¿No era ella la que recién estaba sufriendo por él? ¿Por qué aquello sonaba tan lejano?

Un hilo plateado de lágrima se le resbalo a través de la mejilla mientras se tapaba la boca.

-¿Tanto me odias? –preguntó Todoroki al verla llorar.

Ella negó con fuerza.

Se acercó a él de una zancada, su cuerpo parecía moverse solo sin escuchar sus ideas, y sin siquiera percatarse de la cercanía que les atraía rodeó sus brazos alrededor de su cuello.

-Tú me gustas a mí –respondió susurrando, uniendo sus frentes. Ambos tenían los ojos cerrados.

-Yaoyorozu –respondió él-. Me siento feliz.

Ella sonrió mientras alejaba su rostro del suyo, levantó un poco la barbilla y le depositó un tierno beso en la frente, haciendo que el muchacho se sonrojara.

¡De verdad que ella se sentía muy feliz!


Espero que les haya gustado. Mañana continuaré con el día 2: No seran historias seguidas, que quede claro.

¡Hasta pronto!