Capítulo 2: Acercamiento.


A la mañana siguiente, el esper despertó con una sensación de frío en los huesos y pesadez en el cuerpo. El sol no iluminaba su cuarto como había hecho estos días atrás, por el contrario, una tenue luz pasaba a través de la ventana. Aún con los ojos cerrados, supuso que estaba nublado.

Se tomó su tiempo para desperezarse y abrir los ojos lentamente. Se sentía terriblemente fatigado, y cuando terminó de despertarse, pudo comprobar porqué: había estado durmiendo destapado, con la única protección en el torso que le daba la camisa de su uniforme escolar, con la corbata medio desatada. Tenía síntomas de haberse resfriado. Con suerte, no parecía tan grave como para ser una gripe, o al menos eso esperaba.

Al incorporarse para levantarse de la cama, un agudo dolor de cabeza le atravesó las sienes. Se llevó la mano al lugar para masajearse mientras miraba el reloj de su mesilla de noche; las once y diez de la mañana. Frunció el ceño ligeramente, pero, para su propia sorpresa, ni siquiera le preocupó no haber ido a clase aquella mañana. Es más, por cómo se sentía, prefirió no hacerlo o esa vez el día sí que podría haber acabado mal, ya que una sensación de hundimiento comenzó a inundarle al recordar la conversación de ayer con Mori.

Medio dormido, se levantó de la cama y se dirigió a la cocina en busca de algún medicamento para calmar el punzante dolor en su cabeza. Aunque, mientras rebuscaba en los armarios de la cocina, recordó que las medicinas las guardaba en el último cajón de su mesita de noche, y se limitó a alcanzar un vaso y llenarlo con agua del grifo para trasladarlo a su cuarto. Se sentó pesadamente en el borde de la cama y sacó varias cajitas de pastillas del cajón de la mesita hasta que dio con la adecuada. Normalmente no le hacía falta buscar la caja de pastillas que tomaba para sus frecuentes dolores de cabeza y musculares, pero en ese instante no podía pensar con claridad.

Aquel medicamento resultaba casi mágico, ya que a los pocos minutos el esper sintió como el dolor de su sien comenzaba a desvanecerse, lo que le alivió enormemente. Sabía que no debía abusar de medicamentos tan fuertes, pero bastante tenía con el resfriado que empezaba a extenderse por su cuerpo y el extraño sentimiento de pesadumbre que lo atormentaba desde ayer.

Cuando el dolor se fue casi por completo, se levantó de nuevo y se dirigió al baño. Al mirarse al espejo, comprobó que su aspecto dejaba mucho que desear, pero ya ni siquiera le importaba. Le habían enseñado durante demasiado tiempo que su aspecto debía ser siempre impoluto e impecable de cara a los demás, y, por consiguiente, le costaba ver más allá de aquello, pero ahora que ya no estaba en la Agencia, supuso que podía dejar un poco de lado al Koizumi plástico y robótico. Aunque quizá fuese algo problemático estando con la líder de la brigada, pero de todas formas ya no era su problema.

Con su estado de salud, quizá bañarse no fuese lo más adecuado, pero decidió hacerlo, sobre todo para despejar su mente. De todas formas, el agua y el baño estaban aclimatados a una temperatura cálida. Una media hora después, cuando las yemas de sus dedos estuvieron completamente arrugadas, decidió que era hora de salir de la bañera. Sonrió cuando recordó que era lo que su madre siempre le decía, que no podía quedarse en la bañera una vez que sus yemas estuviesen arrugadas, aunque la razón por la que decidió salir fue para no empeorar su resfriado, más que nada. Es por eso que también decidió secarse bien y vestirse dentro del mismo baño, antes que exponerse al ambiente frío del exterior.

Tras el baño, el vacío en su estómago se hizo más persistente. Al recordar que era casi la hora del almuerzo, pensó en una suculenta comida japonesa; llenar la mesa de platos con sopa de miso, arroz, encurtidos, verduras y quizá algún pescado. Pero el malestar le recordó que quizá no era buena idea meterse más de una hora en la cocina para preparar algo que ni siquiera podría disfrutar completamente, así que comprobó que aún quedaba arroz en la arrocera y se sirvió una porción en un cuenco, espolvoreando unas pocas semillas de sésamo negro por encima. Aún le quedaron ganas para hervir un poco de agua y prepararse un té, y después de tenerlo todo listo, se dirigió a su habitación a comer.

No acostumbraba a comer en la cama, pero en aquellas circunstancias poco le importaba, además, le parecía más que conveniente. Con la taza de té en la mesilla de noche y el cuenco de arroz sobre el regazo, poco podía hacer más que mirar por la ventana, donde comprobó que comenzaba a llover tímidamente, mientras se llevaba una porción de arroz de los palillos a la boca. No pudo evitar volver a pensar en todo el asunto de la Agencia y en que pronto tendría que buscar otro trabajo a media jornada si no quería quedarse en la calle. La situación no parecía tan complicada como su mente le hacía creer, pero tenía una horrible sensación de angustia y desesperanza desde ayer, aunque quizá se prolongaba más atrás en el tiempo de lo que el esper creía.

Cuando los pensamientos casi comenzaron a angustiarle de nuevo, le sobresaltó el sonido de notificaciones que tenía guardado para el grupo de Line de la brigada. No le apetecía moverse, pero por suerte el móvil estaba sobre la mesilla, al lado de la taza de té, así que intercambió el lugar del móvil por el cuenco de arroz, y se dispuso a abrir la aplicación.

Brigada SOS: ¡Por un mundo sin aburrimiento! (5)

Haruhi~dancho: ¡Chicos! ¡No os olvidéis que hoy en la reunión del club discutiremos asuntos importantes, así que no faltéis! (12:31)

¿Cómo le diría ahora a la líder de la brigada que le era imposible asistir hoy? Y peor aún, ¿cómo se lo diría sin enfadarla? Normalmente la chica no se enfadaba con Koizumi tan fácilmente como con Kyon, por ejemplo, pero aún así tenía que ser precavido.

Koizumi Itsuki (tú): Lo lamento mucho, Suzumiya-san, pero hoy me va a ser imposible asistir… Estoy en la cama con un resfriado, lamentablemente ^^U (12:31)

Haruhi~dancho: ¿Qué? Pensaba que tu salud era de hierro Koizumi-kun, nunca habías faltado a ninguna reunión hasta ahora… (12:32)

Koizumi estremeció durante un instante y tragó saliva antes de responder.

Koizumi Itsuki (tú): Jaja, agradezco que me consideres como una especie de superhéroe, pero todos los seres humanos tenemos nuestros límites, desafortunadamente ^^U (12:32)

Haruhi~dancho: Es una lástima, contaba contigo para la reunión de esta tarde, pero no importa Koizumi-kun. ¡Espero que te recuperes pronto! Aunque tendré que poner a Kyon al cargo de secretario en tu lugar, y pasar de aprobado a suspenso en un día es muy peligroso para la brigada… (12:33)

"Kyon": Oye, que te estoy leyendo… (12:34)

Koizumi rió levemente después de aquella conversación, pero no volvieron a escribir nada más en toda la mañana. De una manera u otra, seguía sintiendo cierta presión por parte de la líder de la brigada. O quizá eran imaginaciones suyas y otra vez estaba dándole demasiadas vueltas a las cosas.

Su malestar empeoró levemente tras el almuerzo. No encontró las fuerzas suficientes para levantarse de la cama, así que decidió dormir un rato tras tomarse otro medicamento que encontró perdido en el desorden de su mesilla de noche. Cayó fulminado por el agotamiento unos pocos segundos después de acomodarse en la cama. No recordaba cuántos días llevaba sin dormir más de una hora de seguido, pero por momentos como ese agradecía enormemente el haber sido inhabilitado de su trabajo como esper.

En un momento dado, el repentino sonido del timbre de la puerta le sacó de su profundo sueño. Pensó por un instante en dejar que sonara y fingir que no estaba en casa, al fin y al cabo, no se encontraba con fuerzas ni ganas de levantarse de la cama, pero un extraño presentimiento de que quizá fuese Haruhi reclamando su ausencia y probablemente de mal humor le hizo saltar de la cama a pesar del dolor y correr por el pasillo para alcanzar la puerta de entrada, que abrió con demasiada efusividad, encontrándose a Kyon, que retrocedió por la impresión, aunque sin perder su expresión malhumorada.

—Apuesto a que no era yo a quien esperabas encontrar… —Señaló de forma algo monótona, arqueando la ceja.

El esper abrió los ojos con sorpresa. Lo cierto es que de todas las personas que imaginaba, Kyon era el que menos esperaba encontrarse. Y la verdad es que no le apetecía demasiado lidiar con él en ese momento, sobre todo después de lo sucedido los días anteriores.

—Oye, créeme que a mí tampoco me hace ninguna gracia estar aquí, pero Haruhi me ha obligado a traerte unas cosas, según ella "indispensables" para las próximas actividades de la brigada, ya sabes… —Kyon alzó la vista, que hasta ahora había mantenido en cualquier punto por debajo de la cara de Koizumi, y miró al esper de reojo. Sin duda, le parecía extraño verle con mascarilla y el pijama puesto—. …En fin, me voy. Que te sea leve.

Koizumi reaccionó ante el insensible comentario del otro, que le hizo cierta gracia.

—Disculpa el silencio, creo que la medicación aún me tiene algo aturdido. Por favor, entra. Eres bienvenido —El esper se percató de las bolsas que Kyon había dejado a sus pies y las dejó en el recibidor, dándole paso para que entrara en su casa. Como siempre, sus buenos modales le impedían hacer que Kyon se marchase sin más después de haberse molestado en llegar hasta su casa.

Kyon frunció aún más el ceño al escuchar la invitación del esper, aparentemente irritado.

—Escucha, Koizumi… —Soltó en un suspiro, apretándose el puente de la nariz—. Yo no te caigo bien, y tú a mí tampoco. Sabes que conmigo no necesitas aparentar amabilidad, sé perfectamente cómo eres en realidad, me lo has demostrado muchas veces… Como ayer, y el otro día, por ejemplo. Así que por favor, dejemos las cosas estar. Tú sigues con tu vida de falsedad y apariencias y yo con la mía, y nuestra única interacción será en el club de la brigada y sus actividades, y todos contentos, ¿de acuerdo? Hasta más ver, "compañero de brigada" —Después de lanzarle una mirada entre severa y juiciosa, se dio media vuelta para marcharse, pero Koizumi fue más rápido, y en un arrebato agarró a Kyon con violencia del brazo, arrastrándolo hasta el recibidor de su casa y cerrando la puerta tras de sí. Retiró la mascarilla de su cara con la otra mano y la dejó en su barbilla, antes de hablar.

—¿No entiendes… que nos tenemos que llevar bien aunque tú no quieras? ¿Que si Suzumiya-san ve que algo va mal entre nosotros puede… destruir lo que le plazca a su antojo? ¿Acaso quieres contemplar y ser partícipe de la destrucción del universo por tu… maldito comportamiento egoísta? —El esper estaba completamente fuera de sí. Hablaba de forma entrecortada y le costaba respirar con normalidad. Su aspecto era deplorable en aquel momento, y sus ojos desencajados hicieron que Kyon le tuviese miedo por primera vez desde que le conocía.

—¡S-suéltame, idiota! ¡La fiebre te hace delirar! —Kyon intentó zafarse del agarre, pero resultó inútil. Koizumi era mucho más fuerte que él incluso estando enfermo, y sus movimientos para intentar librarse sólo lograron que el esper le agarrase ambos brazos con más fuerza—. ¡Me haces daño, maldita sea! ¡Suéltame de una vez!

—¿Acaso… tienes miedo? —Los insistentes movimientos de Kyon por intentar escapar hacían que los nervios del esper aumentasen por momentos, y los detuvo bruscamente aprisionando el cuerpo del otro con fuerza contra la puerta de entrada, lastimando levemente su espalda y haciendo que Kyon soltase un quejido de dolor.

Acercó su cara, quedando a escasos milímetros de la del otro chico y haciendo que sus narices se rozasen. El agarre del esper era tembloroso pero firme, casi a la altura de los hombros. Una firmeza que le cortaba la circulación de los brazos a Kyon, que se quedó completamente paralizado, sin saber qué hacer. Nunca había visto un comportamiento parecido en Koizumi, y conociendo su verdadera personalidad detrás de esa sonrisa plástica incluso temía por su vida.

—Tú no sabes lo que es el miedo… —Susurró con tono lúgubre, tan cerca que Kyon pudo sentir su aliento cargado de medicamentos y el excesivo calor que desprendía el cuerpo del otro debido a la fiebre, que empezaba a agobiarle sobremanera. Koizumi se estaba comportando como un verdadero demente, y en un instante en que bajó la guardia, Kyon reaccionó y lo empujó, abriendo la puerta de entrada con nerviosismo para escapar de allí.

El esper, aturdido por el empujón, no se detuvo; aún mareado y sin saber muy bien lo que hacía, agarró a Kyon de la bufanda y tiró de ella hacia atrás con fuerza antes de que lograse salir de su casa. Cuando le tuvo cerca, le agarró nuevamente del brazo por la espalda, sin soltar aún la bufanda, que empezaba a dejar a Kyon sin respiración. Reuniendo toda la fuerza que pudo, Kyon se giró bruscamente, logrando zafarse del agarre del otro y le propinó un puñetazo en la cara, haciendo que el esper tambalease y cayese al suelo. Una vez en el suelo, al verlo indefenso y con la rabia acumulada en ese momento, le propinó una patada en el vientre. Koizumi se retorció en el suelo, y en un momento de arrepentimiento, Kyon tuvo la necesidad de ayudarle, pero se lo negó a sí mismo y salió corriendo de casa del esper antes de que cometiese una locura, cerrando la puerta tras de sí con un fuerte golpe.

El esper yacía en el suelo del recibidor, completamente dolorido debido a los recientes golpes y al malestar que ya sentía de antes. Su cabeza daba vueltas y se veía incapaz de levantarse en aquel momento, pero sabía que si se quedaba en el suelo toda la noche su estado actual empeoraría, así que simplemente decidió esperar. Después de un largo e interminable periodo de tiempo, se incorporó lentamente, y una vez en pie, el mareo que sentía se agravó aún más, tanto que tuvo que apresurarse al baño para vomitar. Lo poco que había logrado comer aquella mañana no le había servido para nada, aunque su cuerpo ya se había acostumbrado.

Después de un rato sentado en el suelo del baño, se incorporó como pudo procurando no ver su lamentable estado reflejado en el espejo, y caminó como un zombi hacia su cuarto, tirándose en la cama en cuanto llegó a los pies de ésta.

¿Qué demonios había pasado hace un momento? ¿Había intentado… ahogar a Kyon en un momento de frustración y desesperación dentro de su cabeza? No, por supuesto que no, él no sería capaz de hacer algo así. ¿Cómo podía tan siquiera pensar en hacer daño a alguien? Pero, aunque no entrase dentro de sus planes, lo había hecho, había hecho daño a Kyon, él mismo se lo había dicho. Se había comportado como un psicópata delante de él y había huido aterrorizado. ¿Qué pasaría si el próximo día de clase le dijese algo a Haruhi? ¿Si le dijese que Koizumi, el alumno modélico y perfecto, su perrito faldero y segundo líder de la brigada, había intentado… matarle? No, sabía que Kyon no diría algo así, por el bien de la humanidad. Y si lo dijese, ¿quién le creería? Sería absurdo pensar algo así de alguien como Koizumi. Intentó calmarse pensando con algo de lógica, aunque fuese casi imposible en aquel momento.

Se sentía realmente patético y hundido. Se sentía el ser humano más despreciable sobre la faz de la Tierra. Con ese comportamiento no le extrañaba que toda su vida se basase en la falsedad y que nadie se interesase en conocerle de verdad. Ahora entendía las palabras de ayer de Kyon. De todas formas, no le extrañaba tener un comportamiento tan turbio, si nunca había tenido vida. Nunca había sido feliz. ¿Cómo podía pensar en tener empatía hacia los demás?

Se dio la vuelta en el colchón para quedar boca arriba y contempló el cielo nocturno desde la ventana, al lado de su cama. Le dolía la cara y el vientre, y todo el cuerpo en general. Sentía calor y frío a la vez, un mareo constante, y su boca sabía a bilis y a sangre. Era un auténtico monstruo. Quizá ni siquiera merecía vivir, aunque el suicidio siempre era lo último que pasaba por su cabeza.

Agotado física y mentalmente después de pasar horas cavilando, el sueño le venció a altas horas de la madrugada. Su cuerpo estaba tan acostumbrado que cada vez le costaba menos dormirse tan tarde. Antes de caer rendido, pensó por un instante que quizá, ya que su cuerpo estaba acostumbrado, debería buscar algún trabajo nocturno, aunque fue una locura pensada en aquel momento, de todas formas aún tenía fiebre.