11. ALL THAT YOU ARE IS ALL THAT I'LL EVER NEED, I'M SO IN LOVE
(Epílogo)
James Corden está en el interior de su Range Rover negro hablando por teléfono.
- ¿Crees que podrías ayudarme a llegar al trabajo? Hoy el tráfico está horrible – inquiere. Se pausa un momento para esperar la respuesta y agita la cabeza en un asentimiento complacido –. Muchas gracias, tía .Te debo una.
Minutos más tarde la puerta del copiloto del Range Rover se abre y trepa a su interior Beca Mitchell. Recibe al presentador de televisión con una sonrisa mientras se acomoda en el ancho asiento, poniéndose el cinturón lo primero de todo.
- ¿Qué tal? – le pregunta Corden.
- Muy bien, muy bien. ¿Y tú?
- Genial – el presentador pone su atención de vuelta en la carretera cuando se reincorpora a la circulación –. ¿Te importa si pongo algo de música?
- Para nada.
Corden alarga una mano y presiona el botón de la radio. Inmediatamente empieza a sonar una de las canciones de Beca, These Days. Ambos se ponen a cantar en armonía, dando comienzo oficialmente al carpool karaoke que tan famoso ha hecho el talk show de James Corden.
Beca canta relajadamente y, aún así, llega a todas las notas sin problema aparente. Su cabeza reposa en su mano, que tiene alzada en la ventanilla gracias a su codo. Se revuelve sus sedosas ondas castañas para echárselas hacia un lado y sonríe cuando James llega a una nota particularmente díficil.
- Siempre me hace gracia que la gente parezca tan sorprendida de que cantes bien – comenta.
- Yo no diría que es gracia lo que me hace precisamente… – bromea el presentador, riéndose en seguida.
- No, en serio – ríe Beca con él –. Eres uno de los protagonistas en Into The Woods por dios bendito, obvio que sabes cantar.
La conversación se ve interrumpida cuando comienza You Deserve Better, y ambos vuelven a poner en uso sus pulmones para crear una melodía exquisita.
Es un día raro en Los Ángeles, en vez del habitual sol, el cielo está cubierto por oscuras nubes grises que presagian una fuerte tormenta. La luz del semáforo rojo se refleja en las suaves gotas de lluvia que se acumulan en el cristal delantero entre roce y roce del limpiaparabrisas.
Dos canciones más tarde y tras más conversación ligera, James pasa a las preguntas realmente importantes.
- Dime, Beca, ¿es cierto que has estado en la cárcel? – el presentador arquea las cejas en un gesto en el que se mezclan la curiosidad, la diversión y la incredulidad.
La morena pone los ojos en blanco y ríe.
- Aquí donde me ves – señala la corta longitud de su cuerpo con una mano –, soy pequeña pero matona.
- No lo dudo – James asiente, pero su sonrisa le delata –. El mundo de las competiciones universitarias de a cappella es muy peligroso – dice en tono burlón.
- Te sorprendería lo competitiva que puede llegar a ser la gente – Beca se encoge de hombros, acostumbrada ya a recibir bromas por el tema de la a cappella –. Pero, para contestar a tu pregunta – gira la cabeza para mirar al presentador –, sí.
Las cejas de Corden se alzan tanto que casi desaparecen de su frente, y deja escapar una carcajada incrédula. Golpea el volante con la palma de una mano y desvía su mirada unos minutos para mirar a Beca.
- ¿De verdad? – parece tan ilusionado como un niño en una tienda de chuches con dinero ilimitado.
- Solo fueron unas horas – advierte Beca, tratando de calmar su emoción antes de que se lleve una decepción –. Ni siquiera fue la cárcel en sí, estuve en una de estas celdas que tienen en comisaria. Y no se presentaron cargos.
- ¿Qué hiciste? – pregunta Corden con ojos chispeantes.
- Mmm – Beca ladea la cabeza y parece algo más reticente a la hora de contestar –. Fue un malentendido, pero… Técnicamente me arrestaron por conducta violenta y destrucción de una propiedad.
El presentador deja escapar un largo silbido impresionado y mira a Beca con algo parecido a la alabanza. Asiente lentamente y señala hacia los asientos traseros con un pulgar.
- Detrás de tu asiento debería de haber una bolsa de plástico – indica.
La morena se retuerce para poder llegar con el brazo hasta el suelo y saca la bolsa blanca de plástico. Dentro hay un sombrero de gángster que, entre risas, Corden le dice que es para ella.
Beca obedece y se lo pone, bajando el parasol para poder mirarse en el pequeño espejo que traen en su interior. Pasa las puntas de los dedos por la ala del sombero negro y se lanza un guiño a sí misma.
Con un fingido acento italiano y voz grave, dice:
- De ahora en adelante quiero que me llaméis Lil Killa.
Ambos estallan en risas y les lleva un buen rato conseguir calmarse lo suficiente como para poder volver a hablar. Corden expulsa un resoplido y se seca las mejillas con el dorso de la mano, eliminando los restos de lágrimas.
- ¿Te apetece un café? – pregunta, algo jadeante todavía.
Beca gruñe con satisfacción y asiente.
- Mataría por un café.
James detiene el Range Rover enfrente de un Starbucks cualquiera de Los Ángeles y los dos se bajan del coche de un salto. Se reunen en la acera, el presentador con el cuello lleno de cadenas de oro y sus dedos adornados con gruesos anillos; Beca con su sombrero de gángster.
Entran en el Starbucks con andares de matones, tratando de mantenerse lo más serios posibles pero sin tener mucho éxito. Corden se acerca al mostrador vacío y golpea con su puño para llamar la atención de los baristas, que no saben si reírse o qué hacer exactamente.
- Ponme un expresso – pide –, con un chorrito de whiskey.
Uno de los baristas trata de disimular su risa, y al otro no le queda más remedio que acercarse a la máquina para empezar a hacer la bebia. La que está en la caja registradora actúa con tanta calma que no debe ser su primer rodeo.
Hace estallar la pompa de chicle y se encoge de hombros.
- No tenemos bebidas alcohólicas aquí, señor – se disculpa.
El presentador encuentra tremendamente divertida la impasibilidad de la barista. Le entra la risa descontrolada y Beca tiene que tomar las riendas de la situación, acercándose al mostrador para pedir, por favor, un frapucchino con caramelo.
Mientras sus bebidas se están haciendo, se trasladan a la zona de espera. Al lado de los palitos para remover los cafés y las pajitas de colorines, hay una torre algo precaria de vasos de distintos tamaños.
Corden coge uno y empieza a jugar con él distraídamente.
- Beca – llama de repente.
- ¿Hhhmm?
- Me ha contado un pajarito que haces una cosa muy guay con un vaso de plástico… – comenta Corden tratando de parecer inocente.
Beca gruñe y pone los ojos en blanco de forma tan exagerada que uno pensaría que ha sido capaz de verse el interior del cráneo. Deja caer la cabeza entre sus hombros.
- Voy a matar a Chloe – masculla.
Termina por aceptar ante la insistencia del presentador y coge el vaso de Starbucks. Lo coloca sobre el mostrador y se queda un minuto callada, concentrándose. Entonces, con las palmas de sus manos, comienza a reproducir el familiar ritmo y canta a la vez.
Al terminar, todos los presentes en ese Starbucks que no están ocupados grabando lo ocurrido, le aplauden. Beca se quita el sombrero – literalmente –, y agradece la bebida que le alarga uno de los baristas.
De vuelta al Range Rover, Corden vuelve a encender la música. La canción tarda un poco en comenzar a sonar, tanto que Beca, distraída con su frapucchino de caramelo, no se da cuenta de cuál es hasta que se escucha a sí misma.
Traga lo que tiene en la boca y se une en el segundo verso.
I told you something safe
Something I've never said before
And I can't keep my hands off you
Su voz es casi rota, pero llena de dulzura y sensualidad. La música es muy suave, al principio casi no se aprecia y, cuando por fin se alza, es poco compleja. Hecha con sintetizador y diferente al estilo casi acústico que la morena tenía en la primera mitad de su disco Afterthought.
James cubre los graves y Beca alza su voz para cubrir los agudos. Se miran de vez en cuando, sonrientes, mientras recorren las calles de Los Ángeles y llaman la atención de aquellos que se atreven a pasear bajo la lluvia.
I want you all to myself
Don't leave none for nobody else
I am an animal with you
- ¿Es cierto que esas risas que se escuchan tras el estribillo son de Chloe? – pregunta Corden, hablando por encima de la canción.
- Sí – admite Beca –. Uno de los días que me quedé trabajando hasta tarde, produciendo esta canción precisamente – señala hacia la radio –, me mandó una nota de voz.
Sus dedos juguetean con la pajita, sacándola y volviendo a meterla en la bebida para que se mezcle el sirope de caramelo y la nata montada con los contenidos de abajo.
And as the days fly by
We'll be more than getting through
And in time we'll build a home for two
- La estaba escuchando mientras tenía la canción sonando de fondo y, al final, Chloe salía riendose por algo que había hecho Jazz, nuestro perro, y… – se encoge de hombros y esboza una sonrisa atontada –. Me pareció que la combinación quedaba bien.
- ¿Y qué dijo ella cuando se lo contaste?
La sonrisa de Beca se vuelve traviesa y sus ojos relucen con un brillo pícaro.
- No se lo conté – confiesa sin un ápice de remordimiento –. Se enteró cuando la escuchó en la radio por primera vez y para entonces ya no se podía cambiar nada – deja escapar una risa algo malvada.
No angels could beckon me back
And it's hotter than hell where I'm at
I am an animal wih you
- Eso fue arriesgado – observa Corden.
- En el fondo sabía que no iba a haber problema alguno – admite Beca –. Lejos quedaron los días en que teníamos que andar con despistes y secretos, todo el mundo sabe que estamos juntas – se encoge de hombros –. Su risa en una canción no iba a cambiar nada.
- ¿Cuánto tiempo hace que estáis juntas?
- Depende de cuándo empieces a contar – ríe la morena. Alza una mano, estirando un dedo por fecha que cuenta –. Oficialmente, desde mayo del año pasado, por lo que sería… – guiña un ojo, haciendo un cálculo rápido –. Un año y cinco meses.
- Eso fue cuando apareciste por sorpresa en su graduación, ¿verdad? – corrobora el presentador.
- Ajá – asiente ella –, pero si empiezas a contar desde la primera vez que nos besamos entonces es un mes más – extiende otro dedo en el aire –. Un año y seis meses.
- Ese beso al que alguien sacó fotos y casi hacéis estallar Internet.
- El mismo – ríe Beca –. Y luego está lo que contamos nosotras, que es desde el día en que nos reconciliamos y decidimos volver a intentarlo, aunque al principio fuera solo como amigas – un tercer dedo se alza –. Y serían dos años y tres meses.
- ¿Sois de las que celebráis los mesarios? – se interesa Corden.
- Ugh no – Beca se estremece como si la idea le diera asco.
- Lo que sí hacéis es vivir juntas, ¿no?
- Sip, hace un año y cinco meses que vivimos juntas en un loft – asiente Beca con esa sonrisa atontada que solo le sale cuando habla de Chloe.
(1 día viviendo en Nueva York)
Chloe levanta el hombro derecho de uno de sus suaves vestidos de verano para colocarlo en la percha que tiene en las manos. Recoloca bien la prenda para que no se deforme y cierra el botón superior del escote, colgando la percha en la barra del armario.
Pasa su mano por encima de la ropa que ya ha colgado y que ocupa un tercio del espacio. Baja la mirada a la maleta, tan grande que cabrían Beca y ella dentro, y llena hasta arriba. Considera hacer limpieza, temiendo no tener espacio suficiente para todo en su lado del vestidor.
Se agacha y coge un montón de pantalones vaqueros largos doblados hasta formar una pila encajada en una de las esquinas de la maleta. Pasa el paño húmedo sobre una de las baldas de madera y coloca la pila de vaqueros en ese estante.
El de abajo lo llena con jerseys gorditos de invierno que está deseando poder ponerse ya. Se limpia la frente con el antebrazo, asfixiada de calor porque en el interior del vestidor no hay aire acondicionado.
Puede escuchar a Beca pulular por la habitación mientras coloca sus cosas donde ella considera adecuado. Le hace sonreír porque su novia está canturreando para sí misma, probablemente sin ser consciente de ello, y es adorable.
Le encanta el sentimiento de familiaridad que impregna el aire húmedo. Le encanta volver a estar tan cerca de Beca, sus vidas tan entrelazadas que es dificil diferenciar una de otra e imposible aislarlas.
Si consideraba la etapa en la que había compartido piso con Beca y Amy la Gorda una de las mejores de su vida, ahora está segura de que esta la va a superar con creces.
Porque por fin puede tener a Beca como simpre ha querido: en su totalidad. Con sus días buenos y sus días malos, sus sonrisas torcidas y sus ojos en blaco, su humor ácido y su dulzura en la intimidad.
Simple y completamente Beca Mitchell.
Limpia el polvo de otro estante con la balleta húmeda y no necesita siquiera esperar a que se seque, hace tanto calor que es inmediato. Mete una pila de camisetas de manga corta cuidadosamente dobladas, empujádolas hacia el fondo para tener hueco para las de tirantes.
- ¿Chlo? – llama Beca desde la habitación –. ¿Qué hago con tu caja de libretas?
Chloe frunce el ceño y la mano con la que está limpiando el cajón de la ropa interior se detiene. Entrecierra los ojos como si en los dibujos de la madera fuera a encontrar la respuesta que está buscando.
- ¿Mi qué? – pregunta llena de confusión.
- Tienes una caja llena de libretas – explica la voz lejana de su novia –. Son de cuero, como del tamaño de un diario, y de colores variados…
Al mismo tiempo que Beca deja de hablar, Chloe se da cuenta de a qué libretas se refiere. Deja caer el paño húmedo sin pensar en ello y sale corriendo del vestidor para tratar de impedir que Beca abra una de esas libretas.
Pero llega demasiado tarde.
Se para de golpe en el borde de la alfombra. La morena está sentada a los pies de la cama con una de esas libretas descansando sobre sus manos. El cuero ajado de la cubierta se doblega sin resistencia y se mantiene abierta por sí sola.
Chloe ve cómo Beca recorre las páginas llenas de dibujos.
Árboles de la calle, edificios de Nueva York, animales especialmente adorables con los que coincidió en la clínica, hojas recogidas de paseos por Central Park, flores… Todo aquello que llamaba la atención de Chloe y hacía que sus dedos hormigueasen por las ganas de coger un lápiz y ponerse a dibujar.
Pero no es eso lo que tiene el pecho de Chloe aprisionado, sino lo que está presente en todas sus libretas, quien está presente en todas sus libretas. Llenando página tras página. Intercalada entre dibujos inocentes.
Al mismo tiempo que la boca de Beca se transforma en un oh lleno de reconocimiento, Chloe inhala bruscamente.
La libreta está abierta en un retrato hecho en bolígrafo azul. Todos los trazos son cuidadosos y precisos, hechos con la dedicación de un artista empeñado en capturar la belleza de una persona.
No hay duda alguna de quién es la persona dibujada: la afilada línea de su mandíbula, torcida en su característica sonrisa. Los mechones castaños que ondean al viento mientras su mirada está perdida en algún punto del horizonte, totalmente ajena a sus alrededores.
No hay contexto sobre dónde estaba, Chloe no dibujó ningún fondo. No hay árboles ni flores, ni edificios de Nueva York o animales adorables. Solo Beca.
Porque Chloe solo tenía ojos para Beca. Todo lo demás estaba en segundo plano.
La morena continúa pasando páginas, descubriendo más y más dibujos de ella.
Algunos son simples bocetos a medio dibujar, otros son más elaborados. Algunos hechos a lápiz, otros con bolígrafo, y otros en los que Chloe había jugado con las acuarelas mientras trataba de replicar el azul medianoche de los ojos de Beca.
(Se acercó muchas veces, pero no hay nada como la realidad.)
Hay página tras página llena de sus labios, de sus manos, de sus ojos, de sus sonrisas, de sus lágrimas. Retratos de cuerpo entero y retratos solo de su rostro.
Cuando llega al final de la libreta, Beca deja que la portada de cuero se cierre sola por la inercia y pasa una mano por la piel, maltratada por el uso continuo. Su roce es delicado y su expresión tan cambiante que Chloe es incapaz de leerla.
El silencio se alarga y espesa, se llena de la tensión que irradia de Chloe. Todavía de pie, se siente inusualmente expuesta considerando que está vestida y en la presencia de la persona en la que más confía de todo el mundo.
Pero esas libretas, esos dibujos, esos años de observación minuciosa y retrato cuidadoso en secreto; nunca planeó que fueran vistas por otros ojos que los suyos. Nunca planeó que otros dedos que no fueran los suyos recorrieran sus hojas.
Esas libretas son casi mucho más sinceras que cualquier te quiero que pueda caer de su boca, por mucho sentimiento que ponga en él.
Esas libretas contienen pedacitos de su corazón, que fue depositando entre sus páginas como quien deja una rosa para que se seque y preserve hasta la eternidad.
- Chlo… – murmura Beca, su voz rota y espesa. Cargada de algo.
La respiración de Chloe se atasca y alza la mirada del suelo casi con culpa. Como si hubiera hecho algo malo. Sus ojos se encuentran con los de Beca y su corazón da un brinco en su pecho.
Beca no parece tener nada más que admiración para ella. Y amor, tanto amor que amenaza con derramarse de ese azul medianoche y caer por sus mejillas.
- ¿Son todos…? – Beca no es capaz de terminar la pregunta, pero hace un gesto con la mano en dirección a la caja y Chloe entiende lo que quiere saber.
Así que asiente.
Si se pusiera a mirar, descubriría que toda y cada una de esas libretas están llenas de Beca.
La morena parece sacudirse ante la revelación, como si hubiera hecho que algo dentro de ella se moviese. Se levanta bruscamente de la cama y, con el cuaderno presionado contra su pecho, acorta la distancia que la separa de Chloe.
- Eres increíble – susurra contra sus labios.
Chloe cierra los ojos y suspira, relajándose por primera vez desde que se dio cuenta de qué era lo que había dentro de esa caja. Se pierde en el beso de Beca, fácilmente uno de los más dulces que se han dado hasta el momento.
Tan dulce que hace que su cabeza dé vueltas.
Beca se separa lo suficiente como para poder volver a susurrar algo contra ella:
- Te quiero.
No deja que Chloe conteste, no lo necesita. Tiene la prueba en su mano, la acaba de ver con sus propios ojos, y sabe que hay una caja entera que demuestra que Chloe la quiere con todo su corazón.
- Antes has mencionaro que tú y Chloe tenéis… – James no termina la frase.
En su lugar, señala hacia la guantera que hay frente a las rodillas de la morena y le indica con un gesto de la mano que la abra. Beca saca dos tablas de poliespán tamaño A3 que tienen publicaciones de Instagram impresas y pegadas encima.
- Tenéis un perro, ¿verdad? – pregunta, buscando la historia que hay tras el pequeño canino negro –. ¿Qué raza es?
- Sí, Jazz – responde ella, sonriente –. Es un border collie, aunque no estamos seguras de que no esté mezclado con otra raza.
Beca mira la primera impresión de Instagram.
Es una foto algo movida de los tres que hizo la misma noche en que Jazz llegó a casa. Están en el sillón, Chloe casi sentada en el regazo de Beca y el perro, para no quedarse fuera, subido sobre las piernas de las dos.
Chloe ríe a carcajada limpia mientras que la morena, que es la que hizo la selfie, tiene el rostro arrugado en una mueca de risa y asco, y el cuello estirado en un intento de huir del lametón que Jazz le está dando en toda la cara.
Relee lo que escribió: Dicen que tres son multitud, y quizá tengan razón. Bienvenido a casa Jazz :3
(6 meses viviendo en Nueva York)
Chloe da un brinco cuando escucha la puerta principal del loft abrirse y cerrarse, seguido del "hola" que Beca tiene por costumbre gritar nada más llega a casa.
Las orejas del perro que tiene frente a ella se alzan y angulan hacia la fuente de sonido. Chloe es rápida al chistarle y poner sus manos alrededor de su morro, silenciando cualquier posible ladrido.
Sus dedos rascan tras las orejas alertas del perro y este en seguida se relaja, ladeando la cabeza y empujando la mano de Chloe con la cabeza en busca de más mimos. La pelirroja deja escapar una risa silenciosa, mordiéndose la lengua.
- ¿Chlo? – escucha a Beca llamar desde algún punto del loft. Probablemente ha visto sus llaves en el bol de la entrada y le extrañe no encontrarla por ningún lado.
Se muerde el labio inferior mientras observa al animal obedientemente sentado en sus cuartos traseros frente a ella, encima de la pequeña toalla que usan para no manchar el suelo de agua con los pies nada más salen de la ducha.
- Quieto aquí, ¿vale? – indica en un susurro, señalando al perro para que entienda que es importante lo que está diciendo –. No hagas ruido.
El animal se queda mirándola con esos ojos azules e inteligentes, y Chloe está segura de que la ha entendido a la perfección. Otra cosa es que decida obeceder…
Cruzando los dedos para tener suerte, abre la puerta del baño lo suficiente como para poder salir ella y la vuelve a cerrar rápidamente una vez está fuera. No tiene tiempo ni de suspirar de alivio, ya que la voz de Beca suena directamente tras ella y le asusta.
- ¿Qué estás haciendo? – pregunta con voz llena de sospecha.
Chloe se da la vuelta igual que un niño al que acaban de pillar con el brazo metido hasta el hombro dentro de la jarra de galletas que tiene prohibido tocar, y sonríe en un último intento de parecer despreocupada.
- Nada – miente. Se acerca hasta Beca y le da un beso en los labios a modo de saludo –. ¿Qué tal tu día?
- Bien – responde Beca, cautelosa, oliéndose que hay algo raro en el comportamiento de su novia.
Sus ojos se entrecierran y analizan el rostro de Chloe en busca de una pista. No la necesita, porque apenas medio segundo después se escucha claramente el sonido de zarpas rascando el interior de la puerta del baño.
Ambas se giran hacia la fuente del sonido: Beca con expresión de victoria, Chloe cierra los ojos y sacude la cabeza.
- ¿Quieres intentar explicarme por qué la puerta suena así antes de que mire dentro? – ofrece la morena, divertida, con una ceja arqueada.
- ¿Tenemos termitas? – dice Chloe, guiñando los ojos en una mueca y encogiéndose de hombros.
Beca ríe e intenta abrir la puerta del baño, pero Chloe se interpone en el último minuto. Agarra la mano que tiene posada en el picaporte e impide que pueda empujar hacia abajo; sin embargo, el rasgueo se incrementa en cuanto el perro percibe sus presencias tan cerca.
- No te enfades, ¿vale? – ruega con su mejor puchero y ojos tristes.
La morena abre la puerta del baño y, en cuanto el hueco es lo suficientemente grande, el perro sale hacia afuera. Su presencia y tamaño pilla a Beca un poco desprevenida y esta da un paso hacia atrás, asustada.
Chloe agarra al animal del collar provisional que le hicieron en la clínica con un cordel y acaricia la parte superior de su cabeza con la mano. El perro sigue meneando la cola de lado a lado, excitado por la presencia de una desconocida, y olfatea el aire continuamente en dirección a Beca.
- Chlo… – empieza a reprochar la morena al ver el perro.
- Antes de que digas no – pide Chloe, alargando una mano para frenar las palabras de su novia –, escucha lo que tengo que decir.
Beca suspira, pero agacha la cabeza y hace un gesto con las manos para indicar que adelante.
- Es callejero – explica –. Lo trajeron esta mañana a la clínica después de que lo encontraran hurgando en un contenedor de basura en busca de comida. Es muy tranquilo, obediente y está sano, a pesar de todo.
Chloe hace referencia al trozo de oreja izquierda que le falta, perdido hace tiempo en alguna pelea callejera con otro animal, y al arañazo que tiene en el hocico, que ha cicatrizado en la forma de tres rayas irregulares blancas que empiezan en el labio superior y se cortan en la barbilla.
Acaricia al animal, que sigue quieto entre sus piernas y no ha tirado ni una sola vez para intentar acercarse a Beca a pesar de que está claro que le produce mucha curiosidad. Su novia hace chascar la lengua y suspira, mirando al perro con lástima.
- No sé, Chlo…
Nota la resolución de Beca deshacerse por momentos, así que decide soltar al perro y dejar que se acerque a la morena a investigar. El animal olfatea primero, cauteloso, y se acerca lentamente con su cola rompiendo el aire de lado a lado.
Acerca su hocico húmedo a la mano que Beca tiene colgando al lado de su cuerpo y la empuja con su cabeza como hizo antes con Chloe, buscando mimos ahora que ha decidido que Beca es de fiar.
La morena suspira y baja la mirada al perro. Mueve su mano hasta que le rasca tras las orejas y el animal se derrite bajo sus caricias, dejando que su lengua cuelgue felizmente de un lado de su boca.
- Lo iban a llevar a la perrera, Bec – dice Chloe suavemente, para dar el último empujón –. No podía permitirlo.
Su novia se acuclilla frente al perro, asesorando el brillo inteligente de sus ojos azules. Pasa una mano por la cicatriz de su morro y la sube por su mejilla hasta la semiluna de su oreja. Al final, sonríe, y así es como Chloe sabe que ha ganado.
- Bueno… Supongo que si vamos a tener un perro, mejor que sea uno que tiene pinta de tipo duro – dice finalmente con un encogimiento de hombros mientras se incorpora.
Chloe ríe y sale corriendo a abrazarla y cubrirla de besos. El perro se emociona también, como si comprendiera lo que acaba de pasar, y da brincos alrededor de ellas.
- Se llama Jazz, por cierto – comenta.
- ¿Ya le habías puesto nombre? ¿Sin saber qué iba a decir yo? – se indigna Beca.
- Oh, cielo – murmura Chloe contra los labios de su novia, dándole un breve beso –. Estaba claro que ibas a decir que sí.
James ríe cuando Beca termina de contar la historia de cómo Jazz acabó en su casa. Hace un gesto giratorio con la mano en el aire y señala hacia las tablas de poliespán que tiene la morena en sus manos.
- ¿Y cuál es la historia detrás de la segunda foto? – pregunta.
Beca pasa la primera tabla detrás y observa la impresión de Instagram que tiene delante. La reconoce al instante, pues se ha acostumbrado bastante rápido a ver la tinta en el costado de Chloe cada vez que se despertaba con el cuerpo desnudo de su novia entre sus brazos.
Y también porque ella tiene exactamente el mismo tatuaje en el mismo sitio.
Reprime el instinto de llevarse la mano a la zona: el costado izquierdo, bajo su pecho. Sin embargo, acaricia con las yemas de los dedos las letras marcadas con tinta negra para siempre sobre sus pieles y reescribe cada una de ellas hasta formar las tres palabras: feel your heartbeat.
- Tenéis las dos ese tatuaje, ¿verdad?
- Sí, aunque en un principio no estaba planeado que nos lo hiciéramos las dos – responde Beca –. Era Chloe la que quería un tatuaje, yo solo iba de acompañante.
(10 meses viviendo en Nueva York)
El sol se filtra a raudales por los amplios ventanales de la habitación y cae sobre las partes de sus cuerpos que quedan descubiertas por las sábanas revueltas, calentando sus pieles y ayudando a que ninguna de las dos tengan ganas de levantarse.
Es una mañana de domingo perezosa. Llevan despiertas casi hora y media y todavía no han hecho amago alguno de salir de la cama, a pesar de que las dos declararon hace tiempo que tienen hambre.
Chloe se acurruca contra la espalda de Beca, abrazándola con más fuerza hacia ella. Nota el escalofrío que recorre la columna vertebral de su novia, que sigue estremeciéndose como la primera vez cuando sus cuerpos desnudos se rozan.
Es adorable.
Oculta su sonrisa contra su espalda y deposita tiernos besos sobre la piel expuesta que tiene a su alcance. Con la mano que no tiene atrapada bajo la cabeza de Beca, recorre un brazo hasta dibujar delicadamente las flores de loto que adornan el hombro derecho de la morena.
Su mirada cae hasta las barras ecualizadoras que dividen la espalda de su novia a la mitad y sonríe ante la familiaridad del cuerpo de Beca. Conoce cada lunar, cada tatuaje y su significado, cada…
Se pausa, consciente de un tatuaje nuevo sobre el que nunca ha interrogado a Beca. Se incorpora sobre un codo de forma que pueda alzarse por encima del hombro de la morena, echándose el pelo hacia un lado para que no le moleste.
Sus dedos trazan la rosa, del tamaño de la tapa de un bolígrafo, que Beca tiene tatuada en el interior del bíceps, unos centímetros por encima del codo. La descubrió la mañana siguiente a la primera noche que Beca se presentó en su casa por sorpresa en la madrugada, cuando despertó entrelazada en la morena y tuvo unos instantes para absorber la imagen antes de que Beca despertase y le dijese que dejara de observarla porque era raro.
Sus petalos son rojos pero, a medida que descienden para unirse al tallo, el rojo va desapareciendo hasta que la base de la rosa es transparente.
- ¿Qué significa? – pregunta en voz ronca que no se alza más allá del murmullo.
Beca abre los ojos con un parpadeo somnoliento y tarda un poco en enfocar. Su mirada localiza el roce de Chloe en su brazo y bosteza, hundiendo la cara en la almohada hasta que termina.
- Si te soy sincera – empieza a decir, carraspeando para limpiarse la garganta –, me lo hice una noche en que iba un poco borracha.
Chloe ríe contra su hombro, pero continúa acariciando el tatuaje para que Beca sepa que quiere la historia entera.
- ¿Conoces el mito de las rosas rojas? – pregunta la morena.
- Creo que no.
- Bueno, hay varios – aclara –, pero yo me refiero al de Adonis y Afrodita.
Beca se humedece los labios y se mueve hasta quedar tumbada. Chloe sigue cerciéndose sobre ella, su cabeza sujeta en la mano del codo que usa para estar semi incorporada. Su mano ahora pasa a acariciar el pecho expuesto de la morena, haciendo que sus ojos parpadeen lentamente.
- Afrodita estaba enamorada de Adonis, al que le encantaba cazar – empieza a narrar Beca –. Afrodita ya le había avisado de que tuviera mucho cuidado mientras cazaba porque había algunos animales que no tenían miedo de él.
La morena se encoge fuera del roce de Chloe cuando esta pasa los dedos muy cerca de ese punto en sus costillas que le hace cosquillas, y le lanza una mirada de reproche a la pelirroja porque esta conoce perfectamente qué punto es.
- Un día, Adonis salió a cazar. Sin hacer caso de la advertencia de Afrodita, decidió perseguir a un jabalí y el jabalí le hirió de muerte – Beca frunce el ceño al recordar algo –. Algunos dicen que el jabalí era el dios Ares, que estaba celoso de Adonis porque él también estaba enamorado de Afrodita.
Chloe hace un movimento de cejas sugerente, porque le encantan los triángulos amorosos complicados y, la verdad es que los dioses griegos y romanos tienen los mejores de todos. Beca ríe y le pincha en el costado para que deje de distraerla.
- El caso es que, hasta ese momento, en el mundo solo existían rosas blancas – continúa –. Pero cuando Afrodita se enteró de lo que le había pasado a Adonis, salió corriendo en su busca y se cortó en una mano. Su sangre cayó sobre una rosa y… – hace un momento explicativo con la mano –. De ahí vienen las rosas rojas.
- ¿Y te hiciste el tatuaje por ese mito? – pregunta Chloe.
- Sí, no sé – Beca se encoge de hombros –. Lo había leído ese día y supongo que me debió de parecer muy bonito o algo porque fue lo primero que se me ocurrió.
Chloe emite un "mmhh" pensativo mientras mira el tatuaje de la rosa. Su mente divaga hacia la pequeña mariquita que adorna el interior de su muñeca izquierda, y cómo siempre había tenido ganas de acompañarla de algo más pero nunca había estado segura de qué.
Ahora, sin embargo, cree saberlo.
- Quiero hacerme un tatuaje – sentencia con seguridad.
Nota la sorpresa de Beca, que se separa un poco para poder mirarle a la cara.
- ¿Sí? – ante el asentimiento de su novia, sonríe –. Está bien.
(11 meses viviendo en Nueva York)
- ¿Cómo lo llevas? – pregunta Beca suavemente.
Chloe abre los ojos, que ha cerrado para aguantar mejor el dolor, e intenta suavizar su expresión de sufrimiento. Abre la boca para contestar pero se detiene, inhalando bruscamente y apretando los dientes cuando el tatuador pasa por una zona de sus costillas especialmente dolorosa.
- Bien – responde finalmente con voz estrangulada.
Beca ríe porque es obvio que está mintiendo, y le da un apretón de apoyo.
- ¿Cómo está quedando? – Chloe vuelve a abrir los ojos y se sorprende de lo ronca que suena su voz.
- Es… – Beca se queda un momento callada y, cuando vuelve a hablar, suena maravillada –. Es precioso, Chlo – da un largo parpadeo mientras sacude la cabeza con admiración.
Cuando reaparece su azul medianoche, está cargado de emociones que sacuden el pecho de Chloe. Y quiza sea eso, mezclado con el agudo dolor de la aguja penetrando la piel sobre sus costillas, lo que le empuja a confesar la verdad.
- En realidad, cuando se me ocurrió este tatuaje lo hice pensando en… – se corta a sí misma, cogiendo aire bruscamente entre dientes ante una zona especialmente dolorosa. Lo deja escapar de nuevo en un torrente y gruñe –. Joder.
- Lo siento – se disculpa el tatuador, levantando la máquina para pasar el pañuelo empapado de alcohol y limpiar restos de sangre y tinta –. Ya queda menos, solo tengo que repasar las letras.
- ¿Qué? – exclama Chloe llena de indignación –. ¿Estás de coña?
Se incorpora sobre un codo para dejar de estar tumbada de lado y mira su costado enrojecido. Inspecciona las letras tatuadas sobre su piel, mucho más finas de lo que ella diseñó. Es apenas el primer borrador.
- Si quieres te lo dejo así – responde el tatuador con tranquilidad, encogiéndose de hombros.
- No – Chloe suspira y vuelve a tumbarse, exponiendo su costado ante la aguja una vez más –. Sigue torturándome.
La risa queda del tatuador queda ahogada por el zumbido de la máquina al encenderse de nuevo. Chloe se prepara para el mordisco de la aguja y aprieta la mano de Beca, la cual no recuerda haber cogido.
Beca le devuelve el apretón y le regala una sonrisa tranquilizadora llena de apoyo. Arquea las cejas, expectante.
- Estabas diciendo… – dice a modo de empujón para que retome la frase donde la dejó.
- Que… ufff – hace una mueca y aprieta con más fuerza la mano de Beca –. Cuando pensé en este tatuaje fue con la idea de… – se pausa, apretando los labios, y espera a que pase lo más fuerte del dolor –. De hacérnoslo juntas – termina en un murmullo apresurado.
No ve la expresión de su novia por estar con los ojos cerrados, pero la escucha en la sorpresa que traspasa a su voz.
- ¿En serio? ¿Por qué no me lo dijiste?
- Estuve a punto – admite, descubriendo que es mucho más fácil ser sincera mientras no ve a Beca porque le da la tonta impresión de que Beca no puede verla a ella tampoco –. Pero esa mañana… – deja escapar un gruñido y una palabrota, intentando no moverse aunque todo le pide que se gire a darle un puñetazo al tatuador –. Me dio vergüenza que pensaras que… No sé, que era una tontería o una cursilada.
Silencio.
La falta de reacción por parte de Beca alarma a Chloe, quien lucha contra el dolor para relajar sus párpados y abrir los ojos. Parpadea para ajustarse a la luz blanca de los fluorescentes después de solo ver negro y puntitos de color.
Beca sigue frente a ella, sentada en un taburete alcochado con ruedas que le ha prestado el tatuador para que así pudiera estar a su lado durante todo el proceso. Su expresión es pensativa, sumida en el interior de su cabeza.
Chloe da un apretón tentativo a su mano y Beca sale de su ensimismamiento. Sonríe con infinita suavidad en cuanto nota la preocupación de la pelirroja y acaricia su mejilla, cuidadosa de no interferir en el trabajo del tatuador.
- Sé que no lo parece – murmura en voz queda –, pero soy bastante cursi cuando se trata de ti, Chlo.
Chloe resopla una risa que pronto se convierte en un quejido y una mueca. Regula su respiración para calmarse y no hiperventilar, pero no hace nada para detener la sonrisa torcida que se expande por sus labios.
- Lamento tener que decirte que todo el mundo sabe eso, Bec – se muerde la lengua para no reírse ante la ofensa con la que reacciona su novia –. Tu fachada de tipa dura dejó de ser creíble hace tiempo.
Beca no es capaz de seguir fingiendo estar indignada y se ríe suavemente. Sacude la cabeza con restos de risa, tratando de recuperar la seriedad del momento.
- Lo que intento decir es que… – se humece los labios, como si estuviera nerviosa. Rueda el taburete hasta que su frente casi roza la de Chloe –. No quiero que te refrenes de contarme tus ideas por miedo a que piense que son cursis, y que… – sus labios tiemblan y se curvan en una pequeña sonrisa –. Si todavía quieres, me encantaría hacerme el mismo tatuaje.
El corazón de Chloe brinca alegremente contra sus costillas y se infla de amor. Si no fuera por la aguja clavándose en su costado, saltaría en este momento en brazos de Beca y la llenaría de besos.
Siendo como son las cosas, se contenta con echar la cabeza un poco hacia delante, cuidadosa de no mover el resto de su cuerpo, y deposita un suave beso en los labios de su novia.
- ¿Y qué me dices de disfrazarnos como la familia Claus para las postales de Navidad? – pregunta con una sonrisa pícara, sabiendo exactamente cuál va a ser la reacción de Beca.
La morena se separa y pone los ojos en blanco de forma exagerada.
- No te pases, Beale – advierte.
- Pero, Beeeec – suplica Chloe, poniendo un puchero –. Jazz estaría tan guapo en un disfraz de reno.
Beca ríe, sacudiendo la cabeza en una negativa llena de cariño, y continúa rechanzando cada propuesta de su novia.
Las risas de Beca, piensa Chloe, hacen más llevadero el dolor de su costado.
- Así que la idea fue de Chloe – comenta Corden mientras reduce la velocidad del coche para deternerse en un semáforo que regula una gran intersección –. ¿Y aceptaste en el momento?
- Uh-huh – asiente Beca, pasándose una mano por el pelo para apartárselo de la cara y volviendo a ponerse el sombero inmediatamente después.
- ¿Sin pensártelo?
- No había mucho que pensar realmente – dice con despreocupación.
- Según tú – ríe James –. Yo habría necesitado por lo menos un año. Un tatuaje es algo que vas a tener para toda la vida.
- Ya lo sé, de eso se trata.
El presentador acelera cuando el semáforo cambia a verde.
- ¿Y si Chloe y tú no duráis? – pregunta, presentando esa hipotética situación con una mirada expectante –. Te quedarías para siempre con ese tatuaje que te recordará a ella cada vez que lo veas.
James tuerce el rostro, poco convencido con el concepto en general, y chasquea la lengua.
- Creo que para mí todos los tatuajes van a ser de los temporales que te regalan en verano con los Cheetos – proclama.
Beca ríe con él, y se imagina la situación con tanta vividez que a medio camino de su ataque de risa tiene que secarse la comisura de los ojos por las lágrimas que se le acumulan ahí. Suelta un wow y sacude la cabeza.
- Para empezar – dice. Su voz suena inestable así que tiene que carraspear –, los tatuajes se pueden quitar con láser. Pero, de todos modos, no va a ser necesario.
- Bueno… – James se encoge de hombros y le lanza una mirada a Beca para que sepa que no va con malas intenciones –. La verdad es que nunca se sabe lo que puede pasar.
- Cierto – condece ella con un asentimiento –. Pero… Después de ocho años de errores, por fin hemos conseguido estar juntas.
Esboza una sonrisa que, aunque es pequeña, nadie puede dudar de lo sincera que es.
- Créeme cuando te digo que, por lo que a mí respecta… – su mirada se fija en algún punto lejano más allá del cristal delantero del Range Rover y su voz se torna algo pensativa, aunque firme en su convicción –. Esto es para siempre. Chloe y yo somos para siempre.
Becs :3
últ. conexión a las 04.56
Date prisa y vuelve conmigo y con Jazz
Te echamos de menos :(
Por cierto
Por lo que a mí respecta
Esto también es para siempre
:3 :3 :3
How would you feel, if I told you I loved you?
It's just something that I want to do
I'll be taking my time, spending my life falling deeper in love with you
So tell me that you love me too
PARTE 1 DE LA SAGA: There's nothing you could do or say (I can't escape the way I love you)
A/N: No sé qué tiene la vuelta a la universidad, a Madrid y a la vida normal, que ha encendido la chispita de la inspiración y he escrito esto mucho más rápido y más pronto de lo que creía. Supongo que era por necesidad de distraerme y así no pensar en la depresión post-vacacional. (ES MUY REAL.)
PD: Sé que os tengo muy mal acostumbrados con los capítulos largos, pero la verdad es que siempre tuve claro que el epílogo iba a ser cortito. No hay necesidad de contar mucho. Solo hay que hacer que, lo poco que es, sea importante.
PD2: Canciones mencionadas: "Tenerife Sea", de Ed Sheeran / "Animal", de Troye Sivan / "How would you feel", de Ed Sheeran.
PD3: Ahora sí que sí, se acabó lo que se daba. Muchísimas gracias a todos los que habéis estado en este viaje conmigo. Este fic es, posiblemente, uno de mis favoritos. La experiencia de escribirlo ha sido increíble y veros reaccionar a él solo ha hecho todo el proceso mucho más especial.
Es hora de decir adiós, y pasar a algo nuevo. (Ya estoy trabajando en ello.)
Nos vemos pronto ;)