EXTRA: Scorpius & Albus
El principio del fin había comenzado con un nombre: David Myers.
Observó al chico con ojo crítico. Estudió su cabello negro y lacio, echado hacia un lado, sus ojos marrones insulsos, su mandíbula pronunciada y esa barba de tres días que llevaba.
David Myers era el novio de Albus.
Novio.
Le entraban ganas de vomitar cada vez que pensaba en esa palabra.
¿En qué momento había pasado eso?
Albus nunca había sido un chico especialmente extrovertido. No había logrado hacer amigos con facilidad cuando era pequeño, y al crecer, se había centrado rápidamente en su carrera como Inefable, dejando su vida sentimental a un lado. Scorpius, falsamente, se había confiado y había llegado a pensar que eso siempre iba a continuar así, cuando era obvio que la soltería de Albus no iba a durar para siempre.
Vio a David reír. A su lado, Albus también sonreía, junto con Oscar Shepard y Connor Relish, dos amigos que compartían desde que fueron a Hogwarts.
Se levantó, tal vez demasiado bruscamente, porque Albus fijó sus ojos verdes en él, mirándolo inquisitivamente.
— Voy al baño —anunció.
A pesar de lo que había dicho, se dirigió a la calle, donde el aire fresco le recibió con fuerza.
Soltó un resoplido, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón, y apoyando la espalda en la pared. Estaban en el Londres muggle, en el pub que normalmente se reunían para tomar algo. Era más fácil salir por allí, donde nadie les conocía y por ende no les miraban con curiosidad o escepticismo.
— ¿Estás bien?
Se sobresaltó, casi saltando sobre su sitio, al escuchar la voz de Albus a su espalda. En momentos como esos era cuando detestaba que el otro fuese tan silencioso.
— Sí, solo necesitaba algo de aire —mintió.
Su amigo se plantó frente a él, obligandole a mirarlo. Se fijó en el cabello oscuro de Albus, que caía revuelto sobre su frente, sus imposibles ojos esmeraldas que lo miraban con profundidad. Vestía con una camiseta negra de manga corta, que acentuaba sus músculos ya que tenía los brazos cruzados sobre su pecho y unos pantalones vaqueros que parecían haber sido hechos para él.
¿Por qué Albus tenía que estar tan bueno?
Céntrate, se recriminó a sí mismo, se supone que estás molesto con él, joder.
— ¿David no te cae bien?
Casi se echó a reír ahí mismo.
En ese momento, David Myers encabezaba su lista negra de personas a las que detestaba.
¿Por qué lo había elegido a él? David no conocía a Albus, no había estado con él cuando todo Hogwarts lo miraba como si fuera un animal de feria solo por ser el hijo de Harry Potter. No había estado consolándolo cuando perdían un partido de Quidditch, ni estuvo allí defendiéndolo cuando los niños se metían con él. No había estado allí cuando admitió ante sus padres que era gay. No había estado apoyándolo cuando Albus se estresaba y se venía abajo porque creía que no iba a conseguir nunca terminar el entrenamiento para los Inefables. No lo conocía. No conocía a Albus tanto como lo hacía él.
— Es que no entiendo porqué lo has elegido a él —y no a mi, terminó mentalmente.
— Porque es un chico genial, compartimos mucho tiempo juntos y, no sé... me comprende —¿Y él no lo comprendía? Era su jodido mejor amigo. ¿Por qué Albus no se daba cuenta de eso?—. De hecho he pensado presentárselo a la familia este fin de semana.
Todos sus pensamientos se detuvieron. Presentar a alguien externo a la familia era un paso importante. Eso era algo que tenían claro Albus, Scorpius y Lily. James no tenía ese problema, porque llevaba con su mujer desde los dieciséis, pero para los otros tres, llevar a alguien a una cenar familiar significaba que realmente iba en serio con esa persona.
Solo esperaba que su padre se lo cargase en la cena. Tal vez podría convencer a Harry para que lo hechizase hasta el cansancio.
— ¿En serio? —cuestionó.
Intentó mantener su desdén a raya, pero ocultar sus emociones nunca había sido su fuerte. Debería haberle hecho caso a su padre cuando con ocho años le instó a aprender a cubrir sus sentimientos. Ahora ya era demasiado tarde.
— ¿Por qué no puedes darle una oportunidad?
— ¡Porque no es suficiente para ti! —espetó. Los celos habían terminado por corroerle la sangre.
— ¿Y tú qué sabrás si no lo conoces?
— Ni falta que me hace.
— Además, no eres el mas idóneo para juzgar eso, cuando tú eres el primero que se tira a todo lo que se mueve.
Scorpius chasqueó la lengua, totalmente ajeno a la mirada iracunda que le dirigía Albus en ese momento. Sabía que si continuaba, la situación iba a terminar mal, pero entonces recordaba a su amigo todo sonriente, presentando a David como su novio, y todo su raciocinio se iba al garete.
— Eso no es verdad.
— ¡Besaste a Rose, el día de mi cumpleaños!
— ¡Ella me besó a mi! ¿¡Cuántas veces te lo tengo que explicar!?
— ¡Y te acostaste con tu profesor en la facultad, uno que podría ser tu abuelo!
— ¡Solo le hacía compañía! —y era verdad. Gerald Thompson había sido uno de sus profesores cuando estudiaba medimagia, un anciano gentil y solitario. La mayoría de veces lo único que hacían juntos era jugar al ajedrez, pero a Scorpius le había parecido divertido molestar a Albus diciéndole que el hombre le cortejaba. Ahora veía que no había sido una buena idea.
— ¡Era un puto viejo senil!
— ¿Por qué estoy dándote explicaciones, de todas formas? —preguntó, harto ya de toda esa conversación.
— Cierto. No me debes nada, la igual que yo no te lo debo a ti. Así que si no te gusta David, te jodes.
— Pues que te vaya muy bien con él —sonrió, sarcásticamente —. Ojalá pilles una enfermedad venérea.
— Scorpius...
Se desapareció de allí, antes de que Albus pudiese terminar la frase.
Miró el expediente clínico por quinta vez, sin ser capaz de concentrarse, mucho menos cuando unos golpes en la puerta le distrajeron. Por un momento, su mente traicionera pensó en Albus, y luego se regañó a sí mismo por ser tan jodidamente iluso.
No había vuelto a hablar con él desde su discusión en el pub, hacía ya un par de semanas de eso.
— Adelante —murmuró.
— Tengo un problema.
Bueno, no era Albus. Era Lily.
— ¿Cuándo no tienes un problema? —cuestionó con mordacidad.
La chica le ignoró con una maestría admirable, sentándose frente a él en su consultorio en San Mungo.
— Me he acostado con Lysander.
Hubo unos segundos de silencio, mientras Scorpius miraba a su hermana sin entender dónde estaba el problema.
— ¿Habéis usado protección? —cuestionó, divertido.
— Te estoy hablando en serio.
— Yo también.
Lily le miró, como quien mira a un crío pequeño que se esta portando mal.
— ¿Eso es lo único que tienes que preguntar?
Lo pensó durante unos instantes, antes de encogerse de hombros.
— ¿La tiene grande?
— ¡Scorpius! —reprochó ella, con las mejillas coloreadas.
— ¿Qué? El tamaño importa, digan lo que digan.
— ¿Es que no ves lo grave de la situación?
— Pues no, la verdad.
— ¡Lysander y yo somos familia! Su madre es mi madrina.
— ¿Y?. Harry es el padrino de Teddy, y eso no los convierte en familia, técnicamente hablando. De hecho, por mucho que nosotros seamos como hermanos, hablando objetivamente, no compartimos lazos sanguíneo, así que si nos acostamos —o yo me acuesto con Albus, pensó —, no pasaría nada.
El rostro de Lily se deformó con repulsión.
— ¿Tú y yo? Qué puto asco.
Sí, pensándolo bien, daba algo de grima.
— Sabes a lo que me refiero.
— Sí, ya... pero no sé. ¿Y si nuestros padres no lo aceptan?
— Por amor a Merlín, Lily. Todos adoramos a Lysander. Es imposible no hacerlo.
La chica sonrió con dulzura.
— Ya. Es tan tierno... —suspiró, con voz enamorada.
Scorpius la envidió por un momento. Jodido Albus. ¿Por qué tenía que estar tan ciego?
— ¿Cómo fue la cena? —preguntó, cambiando de tema.
El fin de semana pasado había celebrado una de sus habituales reuniones familiares. Scorpius se había abstenido de ir, excusándose con que tenía un montón de trabajo, cuando en realidad lo único que había hecho era estar encerrado en su casa, preguntándose si David Myres había sido aceptado o no.
— Bien, como siempre —contestó Lily, encogiéndose de hombros.
Miró el expediente clínico que aún estaba abierto sobre su escritorio, pensando en si sería buena idea preguntar o no.
— Y... ¿el novio de Albus? —dijo, finalmente.
— ¿Qué novio?
Scorpius levantó la vista. La chica le miraba extrañada.
— ¿No fue con él?
— ¿Albus tiene novio?
No sabía quién estaba más confundido de los dos.
— ¿Sí? —contestó, ya no muy seguro.
¿Albus no había ido con David al final? Su pulso se aceleró, ante la posibilidad de que, tal vez, ya no estuvieran juntos.
— No sé. No dijo nada durante la cena —él asitió, mas concentrado en sus pensamientos que en la conversación —. ¿Por eso no quisite venir?
— Tenía mucho trabajo —se excusó.
— Sí, claro. Cuéntale eso a quien se lo crea.
Soltó un suspiro cansado.
— Discutimos —admitió —, y no nos hablamos desde entonces.
Lily resopló, negando con la cabeza.
— Deberíais hacer algo con toda esa tensión sexual no resuelta que tenéis.
— Díselo a tu hermano —bufó con disgusto.
— Eres un pervertido.
— Habló la que se acuesta con el hijo de su madrina —replicó, con un golpe bajo.
Lily le fulminó con la mirada, mientras él sonreía triunfalmente.
Necesitaba hablar con alguien, así que fue al único sitio donde podía ser sincero sin que le juzgasen ni un ápice: la botica de su padre.
Abrió la conocida puerta acristalada, entrando a la tienda. Aunque el pasillo central quedaba justo frente a él, Scorpius decidió pasar por uno de los pasillos laterales. El del centro siempre le recordaba a la imagen de su padre tirado en el suelo, desangrándose, lo cual no era nada agradable.
— ¿Necesita que le cobre? —le preguntó a una señora que esperaba tras el mostrado. No había rastro de su padre.
— Sí, por favor.
Se acercó a ella, cobrándole varias pociones que llevaba.
— Vuelva pronto —despidió, con una sonrisa encantadora.
Se dirigió a la trastienda una vez que la botica quedó vacía, encontrándose a su padre muy concentrado en un caldero frente a él.
— ¿Qué te tiene tan absorto que no puedes atender a tus clientes? —dijo a modo de saludo.
Draco ni si quiera levantó la vista. Scorpius suspiró dramáticamente, sintiéndose ignorado, mientras tomaba asiento frente al mayor.
— Estoy ocupado.
— ¿Tanto que no puedes hacerle caso a tu pobre y desdichado hijo?
Su padre levantó los ojos, solo para dedicarle una de sus habituales miradas cargadas de exasperación.
— No tengo tiempo para tus sandeces, Scorp.
— ¿Te he dicho alguna vez que eres un padre muy comprensivo?
— No.
— Con razón.
El mayor emitió el mismo suspiro dramático que él había soltado minutos atrás, solo para dejar el caldero a un lado y mirarle como si aún tuviese seis años.
— ¿Qué quieres?
— Ahora ya nada.
— Scorpius, no me jodas.
El chico se removió en su asiento. Debería haber ido a hablar con Harry, él era mucho más benevolente y paciente que su padre.
— Albus y yo no nos hablamos.
De hecho ya llevaban mas de un mes sin hacerlo, y él no quería admitirlo, pero tal vez lo echaba un poco de menos. Un poco.
— Es normal, está en Australia.
— ¿En serio?
— En una de sus misiones. ¿No te lo ha dicho?
— ¿No acabo de decirte que no nos hablamos?
— Ah, cierto —asintió su padre —, es que como estoy acostumbrado a veros juntos.
Algo se clavó dolorosamente dentro de su pecho.
Tal vez echaba mucho de menos a Albus.
— ¿Os ha dicho que tiene novio? —preguntó. Necesitaba confirmar lo que le había dicho Lily semanas atrás.
— No tiene novio —afirmó Draco, muy seguro.
— A mi me dijo que sí.
Vio a su progenitor negar con la cabeza.
— El otro día Harry se lo preguntó, y ambos sabemos que Albus nunca podría mentirle a su padre. Podrá ser Slytherin y todo lo que tu quieras, pero se ha criado entre Gryffindors.
Scorpius sonrió, con más cariño del que quería demostrar.
Esa información abría un mundo de posibilidades frente a él.
— Discutimos por eso —admitió sinceramente.
El mayor soltó un suspiro. El chico lo miró, estudiando su reacción, pero Draco no parecía sorprendido, ni mucho menos enfadado.
— ¿Sabes qué fue una de las cosas más importantes que aprendí de tu madre? —Scorpius le miró con algo de sorpresa. A su padre nunca le importaba hablar de su madre, pero no solía hacerlo con frecuencia—. Que el orgullo no sirve para nada. Puedes estar orgulloso de ti mismo y de tus logros, y eso está bien, siempre y cuando no te dejes cegar por eso. Pero dirigir tu orgullo hacia los demás solo hace que te alejes de ellos. A veces, simplemente tienes que aceptar que lo has hecho mal, y agachar la cabeza.
— Al final si vas a ser comprensivo, y todo —comentó, intentado aligerar la atmósfera melancólica que se había formado.
— Vete a tomar por culo —rió Draco, volviendo a centrar su atención en el caldero.
Scorpius sonrió. En momentos como esos era cuando echaba de menos a su madre, pero se alegraba de tener a su padre ahí, para hacer el trabajo de los dos.
Era el cumpleaños de Lily, lo que significaba que La Madriguera estaba a rebosar de gente, como era habitual en una fecha señalada.
No debería haberse sorprendido, pero ver a Albus entre la gente le había hecho tambalearse interiormente durante un instante. Hacía tres meses que no sabía nada de él, aunque ciertamente había querido arreglar las cosas, pero el moreno había estado en una de sus misiones durante ese tiempo, y no había sabido cómo contactar con su amigo en todas esas semanas.
Y ahora que lo tenía ahí delante, lo único que podía pensar era en lo bien que le sentaba esa túnica.
Tenía que aprender a centrarse.
— ¿Qué haces aquí?
Scorpius levantó la vista hacia la puerta. Había decidido encerrarse en la cocina, para evitar futuras estupideces que podría cometer delante de Albus.
Se encontró con uno de los gemelos Scamander.
— Lorcan —saludó, aunque era casi una pregunta. Nunca se le daba bien diferenciar a Lorcan de Lysander.
— Has acertado. ¿Qué haces aquí? —repitió.
— Necesitaba un poco de agua —y dejar de comerse a Albus con la mirada, como le había dicho Lily.
El chico se acercó a él, mirándole intensamente, con una sonrisa insinuante en el rostro.
Sus nervios se encresparon, y no en el buen sentido.
— Sabes, a pesar de que nuestras familias están muy unidas, creo que nosotros aún no nos conocemos lo suficiente.
— ¿De verdad? —preguntó, con falsa sorpresa.
— Sí, y deberíamos solucionar eso.
Rose se le había declarado dos años atrás, y ahora aparecía Lorcan. Esa familia debía tener un fetiche con los rubios porque sino no lo entendía.
— No creo que sea conveniente. Somos familia, al fin y al cabo.
— Solo moralmente —replicó el otro—. No estamos emparentados.
— De hecho, creo que tu madre y mi padre son algo así como primos muy lejanos, así que si lo piensas bien, sí lo estamos.
— Pero...
— Lorcan —una voz desde la puerta llamó su atención. Albus estaba apoyado en el marco, y aunque tenía una sonrisa en la cara, su mirada era gélida —, tu hermano te está buscando.
El chico hizo una ademán de replicar, pero pareció pensárselo dos veces, porque se encamino había la salida.
— ¿Me dejas pasar? —le cuestionó a Albus, quien todavía no se había apartado de la puerta.
— Que sea la última vez que te veo intentando conocer mejor a Scorpius —amenazó.
El rubio se relamió, notando como sus pulsaciones se le aceleraban y la boca se le secaba. Le ponía mal ver a Albus en plan autoritario. Ese hombre le iba a llevar a la miseria.
— Maldito niñato —le escuchó decir.
En otra o momento, Scorpius se hubiera burlado de él, diciéndole que había heredado los celos de su padre, aparte de sus ojos verdes. Pero Albus le miraba con un intenso anhelo, y eso era demasiado para él.
— Tenías razón —le dijo el moreno—. David no era suficiente.
— Siempre tengo razón, pero nunca me haces caso.
Albus soltó una corta risa, mientras se acercaba a él.
Quería besarlo. Quería enredar las manos en su cabello, acariciar su pecho, su estomago y clavar sus dientes en su cuello.
Intentó buscar en su mente una buena razón para no hacerlo, una mínima idea que le dijera que eso estaba mal, pero no encontró nada, así que acortó la distancia que habían entre ellos, y estrelló su boca con la de Albus.
El moreno se sobresaltó ante el arrebato, pero segundos después estaba correspondiendo a ese beso casi con tanta ansiedad como lo hacía él. Llevó sus manos hacia las caderas de Albus, pegándolo más a su cuerpo, como si no estuviera o suficientemente juntos. Necesitaba una superficie plana lo antes posible.
La puerta de la cocina se abrió de improvisto, antes de que pudiera llevar ese beso a algo más intenso.
Harry se encontraba ahí parado, mirándoles como si no les reconociera. El mayor levantó una mano, cerrando los ojos y negando con la cabeza.
— Voy a hacer ver, que no he visto nada.
— No es lo que parece —le dijo Albus a su padre, con voz ahogada. Scorpius le miró de soslayo.
— Lo que parece es que tengo un hijo inefable y otro medimago y ninguno sabe hacer un fermaportus —espetó—. Que hay niños pequeños en esta casa, hombre.
— Lo tendremos en cuenta.
Harry entornó los ojos, mientras el rubio sonreía inocentemente. Al final el mayor suspiró, como si estuviera resignándose, mientras cogía algunos platos y se marchaba por donde había venido.
Scorpius miró a su amigo, quien también le observaba, mordiéndose el labio inferior. Soltó una carcajada, que fue secundada por Albus, antes de que volviesen a besarse.
Esta vez se aseguraron de sellar la puerta.
Lily llevaba mirándole toda la cena con una sonrisita conocedora que le estaba sacando de quicio, así que se concentró en respirar hondo. La quería como a una hermana, y por mucho que su novio fuese Inefable, estaba seguro de que le caería al menos una multa por agresión si iba y le clavaba un tenedor en la frente a la chica.
— ¿De qué queríais hablar, entonces? —preguntó Draco.
Sintió a Albus exhalar con fuerza a su lado, mientras que él se concentraba en mirar a su padre antes de hablar.
— Albus y yo estamos saliendo —soltó. Al mal paso, darle prisa, decían.
— ¿Y eso es una noticia? —cuestionó James, observándoles con extrañeza.
— Yo creía que ya erais novios —comentó Olivia, que parecía tan confundida como su esposo.
— No, no lo eramos.
Scorpius dirigió su vista hacia Harry, pero este no parecía alterado, aunque eso ya se lo esperaba. Así que volvió a mirar a su padre.
— ¿No vas a decir nada? —le preguntó.
— ¿Me pasas la sal? —fue la respuesta del mayor.
— ¿Eso es lo único que vas a decir?
— ¿No tengáis sexo en nuestra casa?
— ¡Papá! —exclamó. Harry soltó una carcajada al otro lado de la mesa.
— No sé si os dais cuenta de que llevamos media vida viéndoos a ti y a Albus juntos. Sabíamos que esto iba a pasar antes que vosotros.
La mesa se quedó en silencio durante un instante, antes de que su ahora novio lo rompiese.
— Bueno, no ha sido tan malo después de todo.
Scorpius sonrió, negando con la cabeza. Miró a Albus, notando como su ojos verdes brillaban divertidos.
Al final iba a tener que enviarle una carta a David Myers, agradeciéndole que hubiera aparecido en su vida, y se hubiera esfumado con tanta rapidez.
¡Hooooooooola!
Bueeeno, pues aquí tenéis vuestro pequeño Scorbus jaja. La verdad es que me he aficionado a esta pareja, y al final no he podido resistirme a escribir algo de ellos. De hecho mi mente tenía tan claro cómo iba a ser su relación que he podido escribir este capitulo en tiempo récord.
También he añadido un poco del Lily/Lysander, porque, en serio, amo a los hijos de Luna.
¡Espero que os haya gustado!