Disclaimer: Star Wars y sus personajes no me pertenecen. Tanto los concernientes al Universo Expandido como a la saga original son propiedad de Disney, LucasFilms y demás, y esta es una actividad que realizo sin ánimo de lucro.

Muy recomendable leerlo con el tema "Anakin's dark deeds" de fondo.


Prólogo.

1 año antes de la Batalla de Yavin.

El fuego crepitaba en la lejanía. Los edificios eran la leña que avivaba las llamas, las cuales ascendían imperturbablemente en la distancia, haciendo imposible discernir los tonos del ocaso del color de la destrucción que estaba asolando la ciudad que desaparecía frente a sus ojos. El joven, situado en un risco alejado, se mostraba imperturbable ante tal situación, ante los gritos de horror, de socorro y los lamentos de quienes buscaban a los muertos. Observaba todo impertérrito, con la mirada fría y el corazón helado, reforzado con una coraza de indiferencia para no sentirse afectado por todas la emociones que debían de haber estado embargándole ante semejante espectáculo, muestra de la mayor crueldad que podía existir en el universo.

Pero él no la sentía. Se mantenía firme, ajeno, como si lo que estuviese contemplando no fuese más que la destrucción de una colonia de hormigas bajo su bota. Aspiraba el aroma del humo mientras la suave brisa que le azotaba el cabello recorría el lugar, insuficiente para apagar las lenguas rojizas que intentaban lamer el cielo, pero sí para insuflarles la vida necesaria para propagarse sin descanso, sin piedad. El fuego no tenía compasión alguna de los vivos, de los padres, de los ancianos, de los hijos. Sólo respondía ante sus propios caprichos, insidiosos, voluptuosos, dañinos e ingenuos; como un niño que corretea detrás de un animalillo indefenso para torturarle con sus retorcidos dedos, incapaz de comprender el dolor, el sufrimiento y a la desesperanza.

Con la mirada siguió a los supervivientes correr entre las calles, perseguidos por los soldados que disparaban a todo el que no se detuviese para ser detenido y encerrado en nombre del Imperio. Por primera vez su rostro, terso, blanco, dibujó una mueca. Disgusto. No podía entender cómo no eran capaces de comprender que cuanto antes aceptasen el orden militar del Imperio, antes terminaría toda aquella desdicha. Daba igual cuántas ciudades cayesen, cuantos pueblos sucumbiesen a la desesperación, siempre encontraban poblaciones que habían dado asilo a esos insectos que se empeñaban en mostrarse desafiantes ante el Emperador. Con las manos colocadas en la espalda apretó los dedos enguantados entre sí, preguntándose durante unos breves instantes qué era lo que les llevaba a actuar así. ¿Por qué no podían, simplemente, dejarse dominar como los demás? ¿Por qué tenían que levantarse? ¿Por qué seguían esforzándose por luchar? Unió los párpados sin llegar a cerrarlos mientras reflexionaba al respecto. Sí, él había sido así una vez; irrespetuoso, rebelde, ignorante. Pero el dolor le había hecho entender. El dolor era la mejor doctrina, había aprendido de su maestro; con el fluir de la sangre todo era mucho más sencillo. Ahora se arrepentía por haberse mostrado tan insolente en el pasado, porque podría haberles ahorrado horas de inútil adoctrinamiento si su alma, inconsciente, se hubiese dejado doblegar antes de la llegada del dolor.

Ellos y ellas, quienes corrían escapando de las garras de los soldados, no lo comprendían aún. Pero al final lo entenderían. Todo el mundo lo entendía. Siempre. Daba igual el tiempo que tardasen, ya que antes o después el sufrimiento hacía que todo fuese más sencillo de comprender. Todo.

—Señor. —Una voz opacada sonó a sus espaldas. Él simplemente giró un poco el rostro para hacerle entender que le estaba escuchando, aunque su mirada nunca se centró en el soldado que acababa de aparecer—. Lord Vader quiere verle. —Asintió, sin cruzar palabra alguna con el militar, que se quedó aguardando a que le siguiese. El hombre echó de nuevo un último vistazo a la escena que se abría a sus pies, notando ya el calor de las llamas golpearle el rostro, y se dio la vuelta para avanzar hacia donde estaban esperándole.

Cuando bajaron de la cima en la que había estado contemplándolo todo, las temperaturas se hicieron más sofocantes, los gritos más histéricos y la sangre más fresca en el suelo. Los cuerpos carbonizados, o llenos de llagas y pústulas, o con el pecho quemado por los fusiles láser de los soldados, dibujaban un mosaico a sus pies que intentaba evitar. Respiró profundamente para bajar el nudo que empezaba a formarse en su garganta, pues la cercanía de tanta deformidad le resultaba muy desagradable, y apresuró el paso. Vestido de negro, contrastaba enormemente con las lenguas naranjas que salían de las ventanas rotas y las puertas quemadas.

Siguió al soldado hasta una plaza donde en cuyo centro se alzaba, poderosa e imponente, como siempre, la oscura figura de Darth Vader, que parecía intercambiar algunas palabras con un hombre anciano que estaba frente a él, arrodillado en el suelo. Con el rostro carente de emociones, el joven se situó a su lado, observando sin compasión, sin piedad, sin nada, a quien temblaba frente a su señor. Le sorprendió -aunque no dejó entreverlo- que a pesar de las convulsiones que azotaban su cuerpo, y a pesar de las lágrimas que derramaban sus ojos, su mirada se mantenía fuerte, dura, desafiante. Su piel cuarteada, quemada por el fuego, debía de estar matándole de dolor, y sin embargo no se quejaba, ni emitía un sólo grito. De nuevo se lo preguntó. ¿Por qué seguía luchando? ¿Es que acaso no alcanzaba a comprender las dimensiones de lo que estaba sucediendo? ¿Es que acaso no imaginaba lo que podía sucederle si Vader se lo llevaba para torturarle? Entonces el anciano se centró en él, y una mueca que no supo discernir se dibujó en su rostro despellejado, enrojecido por el fuego.

—¿También adoctrinas a niños para que maten por ti, Vader? —Su voz sonó potente, terrorífica para alguien en esa situación. Él sintió quebrar su orgullo un poco. No era ningún niño, y probablemente había visto más muertes, más destrucción y más sangre que ese viejo.

—Lord Vader no necesita que nadie mate por él —repuso, con un matiz de rabia en la voz. Sí, la rabia solía fluir por él con facilidad. Era lo mejor. Los sentimientos negativos hacían que la adrenalina recorriese con fuerza por sus venas y mitigaba el sufrimiento. Estaba acostumbrado a dejar salir la ira y el odio y a reprimir lo demás.

—Vaya, pero si tienes voz, criatura. ¿Es que aún te dejan hablar por tu cuenta? —Contempló con satisfacción cómo se mordía la lengua cuando uno de los soldados que lo escoltaban le golpeaba en la nuca con la culata del arma. Escupió sangre al suelo delante de ellos, pero ni él ni Vader hicieron nada por esquivarla.

—Si no quieres ser tú el que se quede sin habla, respóndeme. —El hombre que ya no era hombre sino máquina intervino, con el mismo tono carente de sentimientos de siempre. Al muchacho le despertaba devoción que su voz siempre sonase igual, aunque fuese por la máscara que llevaba—. ¿Dónde está la Alianza Rebelde?

El muchacho apretó los labios al ver que el viejo, lejos de mostrarse receptivo para responder, sonreía con suficiencia, con descaro, y soltaba una carcajada mientras la sangre, mezclada con la saliva, le recorría la comisura de los labios. ¿Cómo podía? ¿Por qué? Apretó los puños a ambos lados de sus piernas, con la mente llena de dudas que bullían con tanta fuerza como solían hacerlo sus emociones cuando no era capaz de controlarlas. Vader se giró hacia él, contemplándole con aquellos ojos muertos que nunca dejaban traslucir nada, al igual que su voz, y alzó la mano hacia el prisionero, que de pronto dejó de reírse para llevarse los dedos al cuello, luchando por apartar las garras invisibles que le impedían respirar. Con los ojos cada vez más rojos, boqueando como un pez fuera del agua y emitiendo desagradables sonidos presa de la desesperación, pataleó durante casi un minuto entero, hasta que el siervo del Emperador decidió soltar el agarre.

El anciano cayó hacia delante, jadeando, tosiendo y escupiendo sangre. Decía palabras en un idioma que se le escapaba, probablemente el dialecto propio de esa colonia. Cuando alzó el rostro, al joven se le erizó la piel debajo de la ropa al ver que mantenía todavía esa mirada desafiante. En un impulso desenfrenado por la ira que empezaba a recorrerle el cuerpo desenfundó su sable láser, rojo, y lo apuntó a su rostro.

—Lord Vader te ha hecho una pregunta. Responde o muere.

Durante unos segundos ninguno apartó los ojos del otro. Los del anciano eran oscuros. Los suyos, claros como el cielo azul de la mayoría de los planetas en los que había estado. Nadie dijo nada. Sólo se escuchaba la respiración artificial de Vader y los gritos al rededor de los pobres diablos que intentaban proteger a sus familias de la muerte imperial. Entonces el prisionero parpadeó, y él encontró tanta compasión en su mirada que algo dentro de su ser convulsionó. La rabia se disparó en su sistema, y si no hubiese estado tan atento a su presa, habría percibido claramente que Vader, siempre dentro de su ser gracias a la Fuerza, se estremecía con él.

—¡Responde!

Detestaba inspirar compasión. Detestaba inspirar cualquier sentimiento que pudiese ser mínimamente positivo. Él sólo quería que la gente, al verle, sintiese temor. Que todos le tuviesen miedo.

¿Todos?

No.

Leia.

—Lo siento por ti, muchacho. Espero que encuentres la salida a tanta oscuridad de algún modo.

Con un grito desgarrándole la garganta, descargó su espada contra su cuello, y pronto la cabeza del viejo rebotó en el suelo hasta separarse de ellos unos pasos. Tardó unos segundos en dejar de jadear, y mantuvo el sable encendido hasta que sintió la mano -robótica también- de su mentor sobre su hombro. Sentía oleadas de lo que parecía orgullo llenándole desde él, y eso le calmó hasta cierto punto y nunca del todo. Porque en lo más recóndito de su ser, esa zona que ni siquiera Vader conseguía atisbar cuando estaban juntos, el niño que había sido, el que había terminado sucumbiendo al dolor que había estado presente en cada segundo de su vida, lloró de nuevo. Pero su rostro no dio muestra alguna de ello. Se giró hacia su maestro mientras terminaba de dar instrucciones. Acabad con todos. No se merecían otra cosa, porque habían ayudado a los rebeldes. Traidores despreciables. Insubordinados.

Leia. ¿Qué harías si vieses lo que estoy haciendo ahora mismo?

—No dejes que las dudas nublen tu mente, mi joven aprendiz. —Las palabras de Vader le sacaron de su ensimismamiento, y dirigió sus ojos azules hacia él. Su cabello rubio olía a ceniza y se movió suavemente con la brisa, que allí era más leve, pero que trasladaba los sonidos y el humo de un lugar a otro de lo que quedaba de la ciudad—. Cada vez estás más cerca de mí y del Emperador. Cada vez tus pasos te adentran más y más en el Reverso Tenebroso. —¿Sabría que hacía años que cada vez que acometía un acto así, pensaba en Leia Organa? ¿Sabría ver en esos recónditos lugares de su mente que había intentado sellar para que estuviesen a salvo incluso del Emperador?

—Sois demasiado benévolo conmigo, maestro.

¿Sabría que en el fondo de su alma se odiaba tanto como odiaba todo aquello?

El transbordador que debía llevarles a la nave aterrizó cerca de donde estaban. Sin embargo ninguno dejó de observar al otro. Ni siquiera cuando uno de los capitanes de pelotón se acercó a ellos para informarles que todo estaba en orden, que podían proceder a marcharse. Ninguno se movió.

—Volvamos, Luke.

El joven echó un último vistazo a lo que pronto serían sólo montones de ceniza.

—Sí, maestro.

Y echó a andar.


N/A: Para los que me conozcan, soy terrible, lo sé. Para los que no... lo aviso, soy terrible. ¡Hola! Sé que esta es una presentación espantosa, pero prefiero ir con la sinceridad por delante antes que alguien me tire un vaso (o cosas mayores) a la cabeza.

En primer lugar, gracias por interesarte en este fic y pasarte a leerlo, tanto si dejas comentarios como si no. Tu presencia aquí me anima lo suficiente, aunque no lo creas, así que eso, gracias :) En segundo lugar, estoy de los nervios, aunque no lo creáis. Star Wars siempre ha sido el universo más especial para mí, y atreverme no sólo a escribir, sino a publicar cosas es como... guau. Traga despacio, respira profundo y vamos allá. Así que os pido clemencia, aunque las críticas siempre serán bien recibidas. Eso sí, insultos y 'buah, no me gusta qué porquería, te estás cargando el universo Star Wars' abstenerse. Hago esto por diversión, como ya he dicho, por experimentar y teorizar. Lo que vas a encontrar aquí son mis propias apreciaciones, reflexiones y demás sobre los personajes y las situaciones en la que los englobo. Si no te gusta, lo lamento, pero no necesito ese tipo de negatividad en mi vida. En cambio, si es una crítica razonada y argumentada de por qué no te parece bien esto o lo otro, por favor, estaré encantada de leerte y contestarte en lo que sea.

Esto me lleva a la explicación más gorda que puedo llevar en este fic. Y tengo que empezar por el principio.

Soy una gran fan de la saga original de Star Wars (entiéndase episodios IV, V y VI), y como persona que descubrió que había más gente que había escrito cosas de mis personajes preferidos, también soy bastante fan en general del Universo Expandido. Es aquí donde he metido los pies y me he enfangado hasta las axilas, pero es que soy así de masoquista. Por otro lado, también me declaro bastante hater de las precuelas (episodios I, II y III), por lo que si te gustan mucho, lamento disentir. Aquí es donde pasamos de las axilas hasta el cuello. Pero en serio, soy buena persona, me gustan los gatitos y los perritos, así que queredme.

¿Por qué digo todo esto? Pues porque esos tres detalles son sobre los que pivoto para hacer este fanfic.

1) Está basado en la idea original de los episodios IV, V y VI, pero como la premisa es bastante diferente (Luke comienza la historia con Vader y el Emperador), seguiré líneas generales de la misma, pero cambiaré cientos de cosas más, por lo que aunque tenga cosas en común con la saga original probablemente termine en lugares completamente diferentes.

2) Para mí, Universo Expandido es igual a Mara Jade, por lo que no he podido evitar traerla conmigo a este fanfic. Así, igual que Luke comienza siendo el contrapunto oscuro, voy a utilizar a Mara como contrapunto luminoso. De este modo, ni Luke ni Mara van a ser los Luke y Mara originales, porque han tenido circunstancias vitales muy diferentes, así que es imposible que sean las mismas personas. Voy a intentar mantener determinadas características que les hagan reconocibles, pero esto es lo que más ansiedad me crea. Sólo espero conseguirlo. Si veis cosas no coherentes, por favor, decidmelo, porque quizás encontréis detalles que me ayuden a terminar de moldearles.

3) Mi hate por las precuelas se cristaliza en que... cojo de ellas lo que me da la gana y el resto me lo invento. Lo siento, soy así y no voy a cambiar. Me parece que George Lucas tuvo ideas geniales pero el desarrollo de la segunda trilogía fue espantoso. No consigo creerme que Anakin es Vader. No consigo creerme que el Emperador se hiciese así con el control de todo. Y sobre todo, no consigo creerme la historia entre Anakin y Padme. Así que voy a dejar caer cosas de mi canonverse en este fanfic sobre lo que sucedió durante las Guerras Clon; por eso pedía perdón de antemano a quien sea fan de las precuelas. En general no tienen mucha importancia, salvo determinados detalles que sí son centrales (como el motivo por el que Luke está en manos de su padre), pero por lo demás, como la historia no se centra en torno a eso, no será demasiado relevante.

(Os dije que esto era un tocho)

¿Algo más que decir por mi parte? Bueno, ya tengo bastantes capítulos escritos, pero de momento voy a remitirme en intentar actualizar una vez al mes (espero, por una vez, poder conseguirlo; que para algo he empezado la historia con suficientes capítulos de antelación). Aún así, me reservo el derecho de pedir que no me lancéis tomates si me retraso, por favor. Opositar no es fácil.

¡Y creo que esto es todo! He preferido explicarlo todo aquí para no tener que ir haciendo aclaraciones en cada capítulo. Espero que, a pesar de todo, os guste este fanfic. Comentarios serán bien recibidos.

And may the Force be with you.