Renuncia: el libro de Harry Potter y el manga Shokugeki no Soma no me pertenecen. Esta es una historia sin fines de lucro por y para fans. No plagio o adaptación.

Pareja: Harry P./ Souma Y.

Género: Drama, Romance, Hurt/Comfort, Friendship.

Clasificación: PG-16.

Advertencias: mención de violencia infantil, EWE, incluye hasta el libro 5 de Harry Potter, pre-Shokugeki no Soma, slash/yaoi, AU, AR.

Notas del autor: ok, esta es mi pesadilla, desde que comencé a ver y leer SnS no pude dejar de pensar en un crossover y para mi más absoluto horror: no hay ninguno con Harry D: ¡ni siquiera un fem!Harry! What's wrong with you, people?! (kidding, kidding).

Traté de hacerlo lo más canon posible, pero ya saben, la musa puede decir otra cosa. Espero que lo disfruten y me hagan comentarios. Sé que debería estar escribiendo otras cosas, pero bueno, no lo pude evitar :P

Resumen: En sus platillos, Harry vertía cada vestigio de esperanza para una vida mejor, mas cuando su carta a Hogwarts le abre las puertas a un impensado universo de vida o muerte, su lucha pasa de la cocina a la vida real; claro, hasta que la guerra termina y deja a Harry con un vacío existencial que no lo deja vivir.

—¿Por qué no te inscribes a una escuela culinaria? Te gusta cocinar, ¿no? Así te despejas un poco y piensas en lo que vas a hacer sin presión. ¡Tienes solo 15 años, Harry!

Hermione y sus brillantes ideas.


AI NO TSUKURIKATA

Receta para un romance

1. Inoichi

Para Harry, la cocina era la línea entre vivir o morir, sobre todo cuando a sus cortos cuatro años le entregaron una sartén con panceta en su interior y con la única instrucción de «entrégalo a punto, ¡muchacho!». En ese entonces, Harry no sabía su nombre, el nombre de sus padres, ni tampoco cómo entregar una panceta «en su punto», pero aprendió a que no tenía que estar con bordes negros, ni tampoco cruda tras días de realizar la misma tarea, porque los Dursley no le perdonaron ningún error en la cocina.

A sus tiernos cuatro años, Harry vertió todos sus deseos de ser amado, respetado y cuidado en cada uno de sus platos. Escuchaba y veía a escondidas los programas de televisión que colocaba Petunia para aprender a cocinar y así preparar lo mejor para «Duddy-dums» y su esposo. Harry, por otra parte, veía cada uno de esos programas como una tabla de salvación.

Tal vez, si él cocinaba una excelente crema de zapallo, los Dursley no lo golpearían.

Tal vez, si él les daba a comer un bistec en su punto, los Dursley lo dejarían comer un poco.

Tal vez, si él hacía un crème brûlée para morirse, los Dursley no dejarían que este invierno pasara frío.

La lista de «tal vez» crecía y crecía a medida que pasaban los años, mas Harry nunca recibió ni un solo deseo de ella, porque la vez que entregó un pavo relleno con guarniciones que acompañaban su creación original que realmente era como ascender al cielo, incluso cuando los Dursley gimieron de placer e inhalaron sus platos con una voracidad que lo hizo sonreír, incluso allí, Harry se llevó el castigo de su vida y no pudo salir de su alacena por días, porque «algo raro le hiciste a la comida, muchacho, ¡tú y tus rarezas!».

No importaba si era postre, la cena para un importante cliente de Grunnings o sencillamente una barbacoa en el jardín, Harry podía entregar delicias culinarias que dejaban a los Dursley gimiendo de placer, mas nada de eso contaba al final, el resentimiento y la celosía de su familia eran más poderosas que las increíbles manos de un pequeño Harry que aprendió muy pronto a pasar desapercibido, estar siempre atento a su alrededor y nunca fallar un plato.

Con los años, Harry aprendió que cocinar era su trabajo, pero también su método de sobrevivencia. A los 10 años, la escuela primaria a la cual atendía con Dudley hizo un taller de cocina para los niños, de esta manera «ante cualquier emergencia» ellos sabrían cocinarse un plato básico y evitar accidente si estaban solos.

Petunia, como siempre, se quejó de que su hijo no necesitaba clases de cocina, para eso estaba ella, pero la profesora fue enfática en que «uno nunca sabe» y que solo le enseñarían lo básico, no a cocinar como un profesional, además, serviría para que «Dudley supiera qué comidas son más sanas que otras y cómo evitar comer cosas en mal estado, ¿no querrá que su hijo muera de intoxicación alimentaria, cierto Sra. Dursley?».

Tampoco importaba que Harry, para sus adentros, pensara que Petunia había dejado de tocar la cocina por más de 10 minutos hace años, ella aún se hacía llamar «la ama de la cocina» y todos en Privet Drive creían que las tortas que hacían eran de su creación, no la del pequeño bandido que tenía por sobrino.

Fue en esa clase que a mediados de semestre tuvieron que presentar un plato para un concurso, el mejor alumno recibiría un cupón para una tienda en Londres. Los jueces serían la directora de la escuela, el chef de la cafetería y un crítico culinario que era amigo de la directora, nadie le prestó atención a él, todos entretenidos por ganarse el cupón y poder comprarse juguetes o dulces, hasta Dudley estaba ansioso de tener dicho cupón e hizo que Vernon y Petunia le compraran cuanto ingrediente y chocolate fuera necesario.

El tema era sencillo: hacer un postre, podía ser cualquier cosa: galletas, tortas, flanes, soufflés, lo único que tenían que hacer era hacer un postre exquisito.

Harry pudo comprender por qué, muchos no querían que un niño estuviera enfrente de una cocina con un sartén, eran demasiados y siempre estaba el riesgo de que uno de sus compañeros hiciera un movimiento equivocado. Hornear era más sencillo, solo tenían que ocupar un horno y la batidora en algunas partes.

Hicieron la competencia un sábado por la mañana y todos los alumnos de su año tenían que participar por tres rondas en las cuales los jueces finalices darían el veredicto final, Harry realmente no sabía qué hacer, de no ser por su profesora quien pensó que la tonelada de ingredientes que Dudley había traído era para ambos así que dividió todo y puso la mitad con Harry y la otra mitad con Dudley.

La rabieta de su primo solo valió para intentar acallarlo con más promesas por parte de su padre y miradas de odio de Petunia, pero no había nada que hacer, toda la escuela los estaba mirando y Petunia solo frunció sus labios ante la situación.

—¡Solo no arruines lo de Duddy-dums! —chilló con gran dificultad, así que llevó con mucho cuidado todos los ingredientes a la mesa más lejana y Harry se sentó a pensar.

Todo lo sucedido era una gran locura, así que se encogió de hombros y decidió seguir la corriente. Harry, ante todo, era un niño en busca de reconocimiento y aceptación, así que nunca pasó por su mente entregar algo a medio terminar o que no le gustara y fue por eso que cuando se halló a sí mismo en la final, pasando su mini pastel de zanahoria con chocolate y café ante la atenta mirada de alumnos, profesores y apoderados, que Harry por fin pudo sentir la tensión y la odiosidad de su familia en su nuca.

—¿Cómo hiciste esto? —preguntó sorprendido un hombre al lado de la directora, Harry nunca lo había visto antes, así que supuso que era el crítico del cual todos hablaban.

—Con cuidado —fue toda su suave respuesta, no quería decir nada más porque él no pensaba que el hombre estuviera realmente interesado. Lo que siguió tras la degustación fue un montón de palabras que Harry no entendía, pero sí logró comprender lo más importante: a todos les había gustado su postre.

—Esto es increíble, Potter —habló su directora sorprendida —, esto es...

—Es un genio culinario, es increíble. No me dijiste que entre tus alumnos tenías este potencial, Sarah.

—Y-yo no lo sabía.

—¿Aprendiste de alguna parte, Potter? —preguntó el hombre con voz benevolente. Harry, ahora que podía mirarlo con más detenimiento, pudo ver que no lo estaba mirando como si fuera una cosa despreciable, sino que realmente estaba curioso.

—De la tele —fue todo lo que respondió. Con los años el menor había aprendido que las respuestas cortas y concisas eran la mejor manera de evitar más castigos cuando hablaba con extraños.

—Increíble —fue todo lo que dijo y le sonrió.

—Creo que tenemos un ganador —respondió el chef de la cafetería y todos asintieron.

Harry pudo haber ganado una medalla, un trofeo y un cupón, su foto estuvo en el pasillo principal de la escuela por una semana, pero nada cambió realmente.

Su medalla y trofeo se tiraron a la basura y Dudley fue a atiborrarse de comida en el restaurante donde le habían dado una cena gratuita por su victoria.

Y luego… luego vino Hogwarts.

5 años más tarde

No muchos lo sabían, pero Harry era un cocinero ansioso. Cada vez que estaba preocupado, triste, ansioso o temeroso, Harry iría a las cocinas de Hogwarts a cocinar hasta el cansancio. Creaba platos sobre la marcha mientras su cerebro trataba de digerir el último suceso de su vida; en muchas ocasiones, los elfos domésticos tenían que llevar las creaciones del joven mago a la sala común de Gryffindor para que se las comieran o sino terminarían podridas en las cocinas por la enorme cantidad de comida que Harry podía llegar a hacer en cinco horas.

Muy para la sorpresa de la señora Weasley, Harry tomó posesión de su cocina a los doce años tras ser rescatado por sus hijos, hasta ahora Fred decía que «no hay salchichas como las de Harry». Ron, por otra parte, prometió seguir al joven heredero Potter hasta la muerte siempre y cuando le diera el postre que tanto le gustaba.

Harry no hacía uso de sus habilidades muy seguido en la casa de su mejor amigo, Molly era, ante todo, una madre y para ella los niños no debían cocinar, se ponía ansiosa y casi temerosa de que su posición fuera arrebatada por el pequeño Potter, pero había ocasiones en las que Harry no podía evitar atrincherarse en la cocina y no salir por horas, sobre todo ahora cuando la guerra por fin había terminado y no sabía qué hacer con su vida.

Todo el caos a finales de su cuarto año había dejado completamente deprimido al menor y sin claridad en su futuro. En el ritual que Voldemort había fallado, había obligado a Harry batallar a duelo con Pettigrew y Bartemius Crouch Jr. cuando este se dio cuenta de que algo andaba mal y era el momento más adecuado para tratar de escapar. Pettigrew no fue el problema, sino más bien que Crouch había aparecido cuando su marca oscura ardió y sin miramientos trató de asesinarlo.

En los últimos meses, Dumbledore estaba en la ferviente búsqueda de los horrocruxes tras enterarse que Harry había efectivamente muerto a manos del avada kedavra que Voldemort le había lanzado en su estado de cuasibebé, pero la maldición había tenido un efecto inesperado y Harry había tenido que enfrentar la posesión de Voldemort cuando este se dio cuenta que el hechizo nuevamente rebotó en su cuerpo.

Había sido una noche escalofriante y no repetible.

La muerte de Cedric seguía pesando en los hombros del heredero Black, pero la Orden del Fénix y sus amigos hacían todo lo posible para hacerle comprender que, lamentablemente, Cedric no tuvo la oportunidad de salvarse, que pese a las advertencias de Harry él no había huido. Su muerte fue consecuencia de sus decisiones y mala suerte, nada más ni nada menos.

Lo que siguió después fueron meses de juicios y reuniones que poco a poco fueron carcomiendo su energía. Harry detestaba a la prensa, detestaba a los políticos y, muy por sobre todo, detestaba a las personas que no hacía nada por cambiar las cosas; sin embargo, Harry era una persona que siempre pensaba en terceros pese a sus ganas de simplemente descansar, fue por eso que se esforzó hasta no dar más en el ministerio mientras ayudaba a Sirius en su juicio, mientras ayudaba a Snape a no caer en cárcel, mientras trataba de estructurar nuevamente un sistema que no aceptara corruptos con Madam Bones, Harry trataba y cada vez perdía un poco de sí mismo hasta ser aquello que siempre detestó: alguien políticamente correcto. ¿Había que sonreír ante las cámaras para que el proyecto de ley en contra la discriminación pasara? Sonreiría, estrecharía un par de manos e iría a cenar con los Shaquif.

¿Necesitaban varitas para capturar a un mortífago? Harry iría a redadas pese a solo tener quince años.

¿Había que abrir un hospital para criaturas mágicas? Harry iría a recolectar las firmas de distintas familias para así ayudar, porque eso era siempre lo que tenía su mente: ayudar a construir un mundo mejor, no tenía por qué ser egoísta, no tenía por qué dudar, ese era su sacrificio.

—¿Harry? —el sonido de una voz femenina lo sobresaltó un poco y pestañeó un poco sorprendido al darse cuenta que ahora estaba haciendo un parfait de yogur, mango y menta. Sin detenerse, siguió en la olla mirando cómo todo se mezclaba y tomaba la consistencia y aroma que buscaba.

—¿Sí? —murmuró mientras seguía con la receta sin detenerse. A su lado, los elfos le entregaban los ingredientes que requería con precisión y alegría, mientras que los otros emplataban sus últimas creaciones y las repartían entre los alumnos o los profesores que Harry más apreciaba.

—Harry, ¿no vas a descansar? Son más de las ocho, Harry. Si sigues así no dormirás nuevamente —la muchacha suspiró mientras se sentaba sin siquiera intentar hacer un esfuerzo para alejarlo de la cocina. Harry miró a su mejor amiga y le sonrió levemente, una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

—Quizás cuando termine esto —fue todo lo que respondió y Hermione suspiró mientras miraba al joven mago moverse en la cocina.

Las cosas no estaban resultando tal y como Harry lo esperaba y Hermione podía comprender parte de su frustración y depresión, incluso si Harry se negara a estar deprimido o con una especie de trauma.

La joven bruja no pudo dejar de apretar sus labios ni evitar que sus ojos ardieran ante la necesidad de llorar, la ansiedad que sintió en el momento en el que Harry no volvió del laberinto fue agobiante y cada vez que veía todas las consecuencias que Harry acarreaba en sus ojos por todos los sucesos acontecidos esa noche la dejaban sin habla. Su pecho aún se comprimía cuando recordaba el caos que se había convertido el torneo de los tres magos. Harry había llegado acarreando el cuerpo de Cedric, Pettigrew y Crouch y se negó a que el Ministerio de Magia simplemente les diera el beso del dementor sin un juicio, todo por el bien de Sirius, todo por el bien del mundo mágico. ¿Importaba que él tuviera que estar presente en los juicios con esas bestias de dementores dando vuelta? No, porque el «joven que conquistó» podía derrotar a cien de ellos, no importaba si estar cerca de esas bestias lograra que recordara la muerte de sus padres, los gritos de los Potter y sus plegarias, incluso que recordara su propia muerte, total él era el salvador, él podía con todo.

Un Sirius que ahora se enfrentada a los hambrientos periodistas y una comunidad mágica en busca de una explicación del cómo toda su situación había sucedido y por qué su juicio estaba siendo aplazado y muchas cosas más.

«El joven que conquistó», así era como llamaban a un deprimido y exaltado Harry quien sencillamente no podía dormir en las noches y ponía una faceta ante todas las personas que se acercaban a él para darle las gracias, pedirle algo o sencillamente admirarlo.

Para Hermione todo era descorazonador, pero también comprendía la necesidad de Harry de querer separarse un poco de la realidad y la identidad que había forjado.

Lo acompañó en silencio y espero a que su amigo le diera una oportunidad para conversar, Merlín sabía que Harry podía ser denso e inhibido cuando quería. Es por ello que sacó su libro y dejó que los minutos corrieran sin desesperarse, Harry se acercaría al final, él siempre lo hacía, y conversarían de toda esta alocada situación. Lo único que se escuchó en la cocina fueron las suaves instrucciones de Harry, el sonido de platos y ollas y el suave sonido que hacían las páginas al pasar de una a la otra.

El sonido de un plato frente a Hermione la sobresaltó, bajó el libro y su mirada se fue al hermoso parfait que Harry había hecho, se veía y olía maravilloso y fresco y su emplatado era elegante y daba la sensación de que Hermione, al comerlo, se sentiría como si estuviera comiendo algo que no debía, la misma sensación que todos los platos que Harry hacía le provocaban lo mismo, casi como si ella estuviera haciendo una travesura por el simple hecho de desear aquel plato.

—Es hermoso, Harry, gracias —admitía la joven con una genuina sonrisa.

—De nada. ¿Qué lees? —la charla sin sentido que tuvieron mientras acompañaban el postre con una taza de té fue amena y superficial. Las clases, el último ensayo de Pociones, una pelea con Ron, los rumores que había escuchado Ginny, Luna y sus animales, las clases de Defensa, la última carta que Sirius había mandado y otras cosas irrelevantes, pero que los hacían sonreír.

—Harry —murmuró un poco culpable Hermione, sabía que traer el tema nuevamente a la mesa cuando Harry estaba tan relajado no era bueno, pero era ahora o nunca.

—¿Hmm? —el menor tenía el tenedor de torta en sus labios y la miraba con grandes ojos implorando por un poco más de tiempo, tiempo que Hermione sabía que no tenían así que sencillamente suspiró.

—Sé que no quieres hablar de esto, así que solo escucha. ¿Por qué no te vas un poco? —explicó rápidamente.

—¿Irme? No huiré, Hermione —espetó toscamente Harry y Hermione solo suspiró a su negativa.

—No es tan así, Harry. Lo que quiero decir es que… Harry —murmuraba un poco más nerviosa— tú ya sacrificaste todo, Harry; perdiste a tus padres, perdiste amigos, y pierdes cada vez más tu propia vida, la gente aquí no te deja respirar… ya ni siquiera puedes ir a clases sin escolta y sé lo mucho que detestas que alguien te siga.

» Creo sinceramente que debes alejarte un poco de Hogwarts, del mundo mágico en sí. Fudge no te está haciendo la vida fácil ni los mortífagos, y sé que dirás que no, pero no es tu tarea capturar a los mortífagos. Así que, ¿por qué no te tomas unas vacaciones? De esa manera descansas. Siempre me has dicho que hubieras querido seguir con tu escuela muggle, que nunca tuviste la oportunidad de estudiar tanto como hubieras querido, así que ahora es tu oportunidad —aclaró más pausada Hermione mientras le sonreía animándolo a tomar el paso.

—Hermione, ¿y mi educación como mago? Sabes que no puedo irme de Hogwarts sin antes terminar mi educación y...

—Bueno, averigüé y siempre puedes estudiar en casa, no es como si no hubieran magos y brujas que no lo hicieran. No serías ni el primer ni el último alumno en hacerlo, Sally-Ann Perks lo hizo cuando no le gustó Hogwarts en su primer año, ¿recuerdas?

—Hermione, no es tan sencillo —se quejó Potter con desdén, él quisiera que su vida fuera así de sencilla, pero él era «Harry Potter», él era el maldito símbolo de la paz y la fuerza del mundo mágico.

—Harry, quiero que me escuches bien: tú no le debes nada a nadie —el tono de su voz era serio, sus ojos manifestaban la seriedad de lo que estaba diciendo y el corazón de Harry latió por un segundo más rápido de lo que él creía era posible —. Hable con Sirius —admitió culposa tras unos minutos de silencio — y él está de acuerdo con esta idea.

—¿Lo está? —preguntó casi en todo de broma el menor —, Hermione...

—¿Por qué no te inscribes a una escuela culinaria? Te gusta cocinar, ¿no? Así te despejas un poco y piensas en lo que vas a hacer sin presión. ¡Tienes solo 15 años, Harry! —exclamó ya agotada la joven muchacha—. Lo único que Sirius tiene que hacer es darte su autorización y podrás hacer lo que quieras. Harry, los aurores y la Confederación de Magos están capturando a los mortífagos; Dumbledore está peleando con el ministerio para que haya una purga de magos corruptos como corresponde; Sirius puede tardar meses en su juicio; y a ti te siguen persiguiendo por los pasillos para preguntarte qué opinas sobre todo lo que está sucediendo. ¿Por qué no me haces caso? Inscríbete a una escuela muggle en Londres o en una escuela culinaria, puedes estudiar magia en tu tiempo libre, no es como si no tuvieras tiempo ni dinero para tomar el camino más largo.

Harry miró a Hermione detenidamente y pensó, por fin pensó en lo que todos sus seres queridos le habían estado diciendo desde el comienzo.

¿Qué es lo que quiero hacer? —se preguntó mientras tomaba otro sorbo de té y por fin, tras meses, Harry sonrió un poco, era una mínima sonrisa que sus labios hicieron, pero era la sonrisa más brillante y honesta que Hermione había visto desde hacía meses.

—A Ron no le va a gustar no tener su postre antes de dormir —bromeó Harry para aligerar el tenso ambiente.

—Oh, ¡que se pudra Ron! No es como si no pudiera cocinar algo por sí mismo o que tú mandaras algo con Dobby.

—Cierto, cierto —respondió suavemente. Harry por fin sintió que el peso sobre sus hombros caía poco a poco.

En un momento Harry estaba durmiendo y en otro su mente adquirió conciencia, instantáneamente sus párpados se abrieron. Sentía sus ojos un poco secos así que parpadeó rápido por unos segundos y suspiró sin moverse ni un milímetro de donde se encontraba. Harry cerró los ojos nuevamente y pensó. Su cama estaba cálida, el suave olor a naranja de sus sábanas lo relajó un poco más. No podía escuchar nada desde el exterior gracias a las barreras de protección que tenía su casa e incluso así le agradó la sensación de paz que sentía en el silencio.

Estaba seguro, por fin se sentía seguro.

Cuando volvió a abrir los ojos miró su mesa de noche donde se encontraba su reloj, eran apenas las 6:46 y se suponía que tenía que levantarse recién a las siete; sin embargo, decidió que por catorce minutos no se quedaría en la cama, Harry no era de los que procrastinaran por mucho tiempo, prefería por lo menos hacer algo que le gustara a quedarse quieto, así que se dirigió a su baño a tomarse una ducha e iniciar su día. Harry gimió de felicidad al sentir el agua caliente golpear su espalda y pensó en cuán sencillo y complicado había sido alejarse del mundo mágico, apenas cumpliría dos meses de su recién encontrada independencia en Londres, pero no todo había sido miel sobre hojuelas. Hermione, Sirius y Dumbledore habían comenzado con su complot de alejarlo del mundo mágico antes de siquiera presionarlo a aceptar, así que Harry ya contaba con todos los permisos necesarios; el problema radicó en que el mundo mágico y el Ministerio no estuvieron felices de dejarlo ir, pero tras una campaña por el diario El Quisquilloso y varios comentarios de «gente que no conocía», Harry pudo salir del mundo de expectativas a un lugar donde era solo Harry. Se inscribió en esas escuelas que enseñaban dos años de escolaridad por uno y a una escuela culinaria en su tiempo libre y, gracias a Hermione, utilizaba el giratiempos tres veces a la semana para ponerse al día con sus clases. Era un poco ajetreado, no obstante, si Harry era honesto consigo mismo, nunca se había sentido tan libre.

Por fin tenía amigos muggles, de esos que no esperaban nada de ti porque sencillamente eras normal y luego se iría a cocinar hasta que su corazón no diera más de la felicidad y armonía que sentía al estar enfrente de una cocina.

—Les tengo un anuncio —sonrió chef Lauren con una sonrisa —, tres alumnos de nuestra escuela culinaria irán a participar en un pequeño torneo regional. Si ganan podrán seguir avanzando. Para ir tendrán que inscribirse en admisión y haremos un concurso el próximo sábado, así que preparen sus mejores platos. Los primeros tres puestos irán como representantes de Edevane Cuisine. ¡Mucha suerte a todos!

El caos se apoderó por unos momentos del salón, mas Harry siguió moviendo su cuchara de palo mientras pensaba en qué hacer, mas resultó que no tuvo que pensar por mucho tiempo porque cuando los Weasley y Hermione lo vinieron a visitar el fin de semana casi explotaron de la felicidad ante el solo hecho de pensar en ir a apoyar a Harry a dicha festividad.

—¡Harry, cariño! Da lo mejor de ti, te iremos a ver. ¿No es así, querido?

—Claro que sí, Molly, estoy seguro que los chicos están igual de entusiasmados. Será un fin de semana maravilloso.

—¿Y podemos comer todo lo que cocines? —preguntó nuevamente Ron tratando de aclarar toda la competencia —, sabes que me da hambre verte cocinar.

—¡Ron!

—¡¿Qué?! Es una pregunta válida.

—No te preocupes, Ronnykins, estoy más que seguro que Harry hará comida para nosotros. ¿Cierto Harry?

—Merlín, no puedo esperar a comer lo que harás, se me hace agua a la boca —murmuraba Charlie a su izquierda. Bill asintió energéticamente con una sonrisa.

Ante tantos rostros felices Harry no tuvo la oportunidad de decir siquiera que lo pensaría. Además, el solo hecho que los Weasley y sus amigos quisieran acompañarlo y hacer cosas tan comunes como escribir pancartas con su nombre y felicitarlo lo tenían increíblemente feliz, su estómago se agitaba y no podía parar de sonreír ante las palabras que le decían. Más que cocinar para ganar, Harry quería que todo el mundo viera a su familia, quizás no de sangre, pero aquella familia que lo apoyaba ante todo lo que hacía, si sus ojos se llenaron de lágrimas, mas nadie dijo nada. Remus solo le sonrió y le dio el visto bueno con sus manos.

El próximo sábado, Harry, los Weasley y sus amigos entraban a Edevane Cuisine y Harry los dirigió a los puestos disponibles para la familia e invitados, Harry no se encontraba para nada avergonzado de la gran cantidad de personas que había llevado para que lo vieran cocinar. Sin embargo, el mago pudo apreciar a unos nerviosos compañeros, otros que se alejaban de sus padres y algunas personas mayores que estaban serias y concentradas en sus estaciones. El joven mago sonrió suavemente a su familia y caminó a su posición, comenzó a organizar sus ingredientes sin molestarse en mirar al resto y respiró profundamente. Hoy Harry Potter haría un plato digno solamente de una palabra: perfección.

Para terceros, ver a Harry cocinar era casi como verlo volar. Tenía una elegancia sin intención, sus ojos brillaban de excitación y una suave sonrisa lo acompañaba a cada paso de su creación. Todo en él exudaba seguridad y el aroma que tras media hora de preparación emitía su plato tenía a Ron baboso de hambre.

—Por Morgana, Harry sí que parece otra persona cuando cocina. Digo, cuando juega quidditch es increíble, pero aquí...

—Sé a lo que te refieres, es sorprendente, sobre todo sabiendo que ni Lily ni James podían freír ni un huevo.

—Es cierto...

Para nadie resultó sorpresivo saber que Harry ganó el primer lugar en la competencia, los chefs de la academia estaban absolutamente sorprendidos y maravillados de las habilidades del joven heredero Potter y sus amigos no pudieron evitar armar mucho ruido ante su premiación, Harry estaba feliz de ser reconocido por algo que él había hecho desde cero y mucho más feliz al ver los rostros de sus seres queridos apoyarlo en esta nueva etapa de su vida. Fue por eso que, dos meses después entre competencias y sus estudios, nadie estuvo sorprendido cuando Harry ganó el torneo de cocina a nivel nacional. La felicidad de ellos solo aumentó cuando se acercó uno de los jueces con un atuendo tan llamativo como las túnicas del director Dumbledore.

—¿Harry Potter? —su acento era evidente, pero comprensible. Harry asintió con una sonrisa y permitió que el mayor siguiera hablando. De lo que pudo observar, tenía el cabello castaño oscuro y lentes, parte de eso, su rasgo más destacable era su estructura facial, él era evidentemente asiático, pero si le pedían a Harry determinar cuál país, él no sabría qué contestar.

—Sí, mucho gusto —agregó mientras extendía su mano —. Muchas gracias por su crítica, me hizo muy feliz saber que mi plato le haya gustado tanto.

—Bueno —agregó un poco nervioso, cosa que sorprendió al menor —, la verdad no esperé encontrarme con un joven talento como usted, señor Potter.

—Oh, no, no me diga señor Potter. Harry está bien.

—¿Le parece Harry-san? En mi país acostumbramos a utilizar sufijos y realmente me haría sentir más cómodo si pudiera utilizarlos.

—Oh. ¿Entonces cómo debo llamarlo? —preguntó curioso Harry ante la explicación del mayor, nunca había escuchado algo similar, después de todo, en occidente, la cultura dictaba otra cosa.

—Nada muy formal. Mi nombre es Kageura Hisanao y preferiría si se refiera hacia mi como Hisanao-san.

—Está bien, Hisanao-san —el nombre extranjero sonaba ajeno en la boca del menor, pero pese a su atroz pronunciación, Hisanao-san solamente sonrió y asintió. No era como si él pronunciara su nombre demasiado bien, le salía más como un «Haree» y le sonaba un poco gracioso también al menor saber que en otros países su nombre era un poco impronunciable.

—De todas formas, me gustaría felicitarlo nuevamente. Su plato sin dudas me dejo sin habla, lo único que pude pensar era en cuál exquisito era, aún no encuentro palabras para describirlo. Disculpe mi rudeza, pero usted va a Leiths, ¿cierto? —Harry lo miró por un momento antes de entender qué le estaba preguntando. Lo cierto era que a medida que las semanas de torneos pasaban, solo iban quedando estudiantes de reconocidas escuelas culinarias, Harry había visto el berrinche que un chef de Cordon Vert lanzó cuando se enteró que no le había ganado y que un «chef de cuarta» como él le había ganado en un simple torneo regional.

—No —respondió y no pudo evitar sonar como si estuviera a instantes de hacer una travesura —, estudio en Edevane Cuisine, no es tan prestigiosa.

—Impresionante —murmuró para sí mismo y luego no pudo evitar susurrar palabras en su idioma nativo. Si no estuvieran frente a tantos muggles, Harry estaría más que feliz de hacer un hechizo de traducción para así evitar su confusión —… Y dígame, Harry-san, ¿no ha pensado en seguir una carrera como chef profesional? Usted tiene una increíble base culinaria y…

Lo que siguió fue una extensa y ardua promoción de la escuela que él representaba y que buscaba jóvenes talentosos alrededor del mundo, le explicó un poco el currículum y todo lo que podía lograr. Harry pensó por unos escasos segundos si esa podía ser su vida, si él podía sencillamente omitir su deber en el mundo mágico e irse a quién sabe dónde a estudiar cocina, quizás incluso abrir un restaurante mágico y muggle. Sus pensamientos llegaron a un final cuando Sirius se acercó un poco más para escuchar lo que el energético asiático estaba hablando con su ahijado y de reojo sencillamente asintió y le sonrió de medio lado al menor.

Harry no pudo evitar pensar que Sirius, a pesar de todas sus fallas y de todos sus problemas, quería lo mejor para él, que Harry por fin fuera libre y feliz.

—... ¿qué opina? Sé que es un poco directo de mi parte, pero no puedo evitar pensar en que un chef como usted desperdicie su talento o no experimente todo lo que puede entregarle la educación culinaria.

—… Ahora no sé qué decir, tendría que pensarlo… es un paso muy grande.

—Claro, comprendo, pero tome. Esta es mi tarjeta y allí se encuentran mis datos de contacto, si quiere más información podemos hablar por esos medios.

—Excelen... —pero antes de que Harry pudiera dar por finalizada la conversación, los periodistas llegaron a entrevistarlo. No lo malentiendan, generalmente eran parte del periódico de las escuelas culinarias o algunos críticos que querían su opinión, pero uno de los periodistas no era un muggle, era un mago con su cámara del siglo pasado y una sonrisa de tener la noticia de su vida en sus manos. Harry lo pudo ver en el momento en que sus ojos cayeron sobre él, las ridículas ropas que no calzaban y la cámara mágica que contrastaba con las cámaras modernas.

—¡Lord Potter! —y fue allí donde todo se volvió un caos.

—¿Lord?

—¿Dijo Lord?

—¿Hay un Lord aquí?

—L-Lord —Harry miró sorprendido el tartamudeo y la palidez de Hisanao y no pudo evitar gemir para sus adentros —, ¿es usted un Lord, u-un d-denka?

—¿Cómo le preguntas si es un Lord? —espetó enfurecido el periodista mágico quien dentro de su ignorancia no reconoció que estaba hablando con muggles —, qué desubicado. Lord Potter, por favor, unas palabras. ¿Cuándo decidió que cocinar era mejor que dedicarse al negocio familiar? ¿Impresiones de su victoria? No que nos sorprenda, pero siempre es bueno saber...

El bullicio comenzó de a poco y Sirius trataba de alejar al periodista entrometido en el momento en que metió la pata y dejó a Harry en el ojo del huracán.

—¡Lo siento tanto, Potter-Denka*! Por favor, discúlpeme mi atrevimiento, yo no sabía que… —el pobre hombre estaba tan nervioso y ansioso por su error que Harry solo pudo suspirar. Allí iba un poco de su anonimato.

—No se preocupe, Hisanao-san. Ingresé en este concurso esperando que nadie supiera de mi ascendencia, así que no se disculpe más, solo... Espero que la oportunidad que me ofrece siga estando en pie —por un momento, Hisanao no supo qué decir, después de todo no era todos los días que conocía a alguien de la realeza británica y que, además, cocinara de manera extraordinaria. Por otra parte, Hisanao miró al joven delante de él y el algarabío de la habitación y no pudo evitar pensar en Erina-sama, la joven promesa culinaria que estaba en Tootsuki y cómo su niñez y adolescencia la vivió restringida pese a no ser de la realeza nipona.

—C-claro.

—No le diga a nadie, ¿sí? Preferiría que, si yo decidiera ir, nadie supiera mis verdaderos orígenes. Lamentablemente, la gente cambia de impresión cuando uno le dice que es parte de la realeza. ¿No es así?

—Sí —fue todo lo que pudo decir el mayor. Harry le sonrió e Hisanao no pudo evitar cavilar que, a pesar del evidente descontento del menor con la prensa, él sabía cómo controlarla, sonreír lo suficiente y apaciguar las dudas de otras personas quienes desconocían su estado real.

Ahora, lo que no sabía Hisanao es que «real de realeza» Harry no era. Harry era Lord Potter y el único heredero de los Black. Si bien la realeza sabía de la existencia del mundo mágico, todas las antiguas familias estaban protegidas bajo el estatuto mágico, por lo cual el estado de Lord y Lady solo podía salir a la luz en instancias donde un idiota se olvidaba que ellos estaban entre muggles. El palacio de Buckingham más tarde emitiría un comunicado de Clarence House que aclaraba la existencia de familias reales que preferían el anonimato y solo afirmaron que Lord Potter efectivamente era parte de la realeza, Harry tuvo que ir a una reunión de emergencia en el palacio real donde una muy incómoda reunión con Sirius y la familia real se llevó a cabo.

El pobre periodista tuvo que pagar una costosa multa, pero la noticia de que el gran Harry Potter gustaba de la cocina y era excelente en ella atrajo nuevamente la atención de la comunidad mágica.

—¿No crees que es bueno considerar la opción que te dio el japonés? —preguntó Remus una tarde de viernes, en la casa solo estaban ellos dos y Sirius en una de sus tantas tardes «familiares».

—… Es demasiado lejos. No podré estar con ustedes y...

—Estoy más que seguro que en cuanto Sirius termine su juicio se irá contigo, Harry —admitió Remus con una sonrisa—, además, tenemos trasladores, flú e incluso aviones si llegamos a eso. Creo que es un buen momento para alejarse un poco más. Escuché que Mahoutokoro aparte de tener una escuela por día, recibe estudiantes por medio tiempo, solo tienes que ir por los canales adecuados, estoy más que seguro que te aceptarán. ¿Quién no quiere tener a un Potter en su escuela? —la sonrisa traviesa de Remus hizo que Harry rompiera a carcajadas.

—Me tendré que reunir con la familia real japonesa. Qué horror —masculló agotado Harry.

—Dicen que si el camino es fácil, no vale la pena ir.

—No ahora, Remus, estoy tratando de animarme, no de deprimirme.

Tres meses después y un montón de papeleo por parte de Sirius, tenía a Harry parado en el patio de los Weasley.

—… Y no se te olvide llamarnos por flú cuando llegues, cariño. ¡Recuerda el horario para llamarnos y…!

—Déjalo tranquilo, Molly, estoy más que seguro que Harry recordará que nos debe llamar cada dos días. ¿No es así, Harry?

—Claro que sí, señor Weasley —respondía diligentemente con una sonrisa. Hermione le sonreía llorosa mientras que Ron se movía inquieto cada dos segundos.

—¿Nos dirás si algo malo pasa, cierto? No te quedes callado, sabes que puedes contar con nosotros —murmuró el menor de los hombres Weasley.

Hermione le dio un abrazo rompecostillas y Remus se paró a su lado sonriente. Él sería quien lo acompañaría por los primeros meses para no dejarlo solo, pero sabía muy bien que si quería que Sirius saliera inocente del interminable juicio, él tendría que volver para fungir como niñera.

—Los llamaremos apenas nos acomodemos, así que mantengan despejada la red flú.

Harry miró a la que era su familia, a Bill con una sonrisa y a Charlie quien le había revuelto el cabello cuando se enteró que se iba de viaje y le dio un amuleto de buena suerte. Fred y George que no paraban de decirle que les mandara material de bromas, un Percy siempre correcto que solo asintió y siguió mencionando las normas que no debía romper en Japón, Ginny estaba llorosa en una esquina y Luna le murmuraba de vez en cuando para luego sonreírle a Harry como si supiera que él la estaba mirando. Harry los miró a todos y a cada uno de ellos sintiendo sus ojos humedecerse por los sentimientos de amor, cariño y preocupación que ellos le daban, de sus miradas alentadoras, sonrisas llenas de felicidad pese a los tristes tiempos que habían vivido y alegres ante la perspectiva de que Harry por fin encontrara algo que lo hiciera feliz.

—Chicos —murmuró tras su último abrazo que dejó a un tanto inestable Sirius que estaba siendo distraído por Bill y Arthur —, gracias.

Ellos no pudieron decir nada más, el traslador se activó llevando consigo a Remus y a Harry en una estela de colores y figuras.

—¿Crees que hicimos lo correcto? —preguntó por lo que parecía millonésima vez Hermione mientras miraba a Sirius de reojo, el mayor suspiró mientras el resto de los Weasley y amigos guardaban silencio.

—No es como si tuviéramos mucha opción. Harry estaba cada vez más introvertido y raro... Dumbledore nos aseguró que las cosas en Japón serían más tranquilas, allí la tasa de magos oscuros ingresando a las fronteras es extremadamente baja y tienen una excelente fuerza policial mágica; además, la reina muggle de Inglaterra le dio amnistía internacional junto con otras grandes coronas, esa incluye la japonesa. Saber que existe un mago que puede derrotar magos oscuros a los quince años y nos salvó a todos tiene sus ventajas y desventajas… —agregó sin saber qué más decir.

—Se siente como si lo hubiésemos echado del país —agregaba Hermione nuevamente mientras admiraba el lugar donde Harry había desaparecido hace unos pocos minutos.

—No es para siempre —la voz de Dumbledore interrumpió la conversación con precisión, sus ojos color cielo brillaban con emoción contenida ante lo que había tenido que presenciar y su túnica era incluso más brillante y extravagante de lo que la Órden había visto con anterioridad —. Además, esta experiencia será perfecta para que joven Harry se libere un poco de sus nuevas responsabilidades. Un joven de quince años no debe cargar con el deber de reconstruir un ministerio, eso nos toca a nosotros. ¿No lo cree, señorita Granger? —agregó jocosamente mientras la miraba como incitándola a decir que no, dado que la misma joven se negaba a soltar riendas sobre ciertos proyectos en vez de abocarse a su vida también.

—... Siempre y cuando esté seguro y feliz.

—Es Harry, él encontrará peligro en un paquete de ranas de chocolate —cortó Ron el denso ambiente con una broma ligera que produjo unas pocas carcajadas.

—Pobre Remus... —empezó George.

—… Tendrá que estar de guardia 24/7 —continuaba Fred. Ambos siguieron nombrando las mil y una posibilidad para que Harry encontrara una situación peligrosa en menos de cinco minutos y sin moverse de un mismo lugar.

Por otra parte, en el ingreso de trasladores internacionales en Japón, Remus miró tiernamente a Harry mientras el menor trataba de secarse las lágrimas. Si Harry lloró un poco más de lo que él esperaba, su acompañante no dijo nada. Solo le sonrió y abrazó por largos minutos hasta que el menor se sintiera lo suficientemente recompuesto para seguir con su arduo proceso de vivir en Japón.

—Sé que Sirius ya te lo ha dicho, pero nunca está demás. Los que nos aman, Harry, jamás nos dejan. Además, solo tienes que esperar a que Sirius termine su proceso y verás como no espera ni un día para venirse a vivir contigo.

El proceso fue arduo, pero a pesar de todos los papeles que firmar, las manos que tuvo que estrechar tanto en la comunidad mágica como en la muggle, incluso cuando tuvo que ir al palacio imperial a conocer a la familia real japonesa, por fin el primer lunes de abril, Harry ingresó tranquilamente a la Academia Tootsuki con un Remus que lo fue a dejar y se despidió no sin llorar un poco.

—Trataré que adelanten más el proceso de Sirius, todos sabemos que Scrimgeour ha estirado el asunto más porque no quiere demostrar incompetencia que por otra cosa. Realmente no quiero dejarte solo, Harry, pero ahora que vivirás en los dormitorios de la academia estoy más tranquilo sabiendo que no estarás aislado en un departamento.

—Lo sé. Llamaré a casa cuando termine el día, así que espérenme ¿sí? Ten un buen viaje, Remus, y dale a Sirius y a los demás sus regalos.

—Por supuesto, Harry. Cuídate y no dudes en contactarnos si tienes problemas.

Harry sonrió y vio a Remus desaparecer sin problemas. Harry suspiró tratando de asimilar el hecho de que ahora estaba solo en este país por quién sabe cuánto tiempo, pero trataría de disfrutar cada día. Aquí era solo Harry, la casa real de Japón decidió cumplir con su capricho y dejarlo ir sin mucho algarabío, pero Harry sabía que cualquier cosa podía pasar, sobre todo con los magos británicos.

Bien, es hora de enfrentar este nuevo desafío —se dijo a sí mismo y sonrió.


Inoichi [命]: vida, vitalidad, esperanza de vida, lo más importante (de la vida), cimientos. (Obsoleto: indica amor imperecedero, destino, karma).

Nueva historia :O He estado trabajando en este fanfic por meses, así que realmente espero que les guste. Nuevamente es un HP/rare pairing (ni se imaginan las cosas que he estado trabajando en mi tiempo libre). Esta historia forma parte de mi «sorpresa de navidad» y cierta publicación masiva que tenía como desafío personal este año. Pueden pasearse por mi perfil y ver las últimas historias actualizadas/terminadas (¡Sí, hay historias terminadas!).

Espero que se sumen a esta nueva gran aventura :D

Como siempre, los dejo invitados a que me lean en AO3 y Tumblr (links en mi perfil). En la última plataforma podrán ver previews o ideas que tengo en la mente.

Saludos,

-Derwyd