-¡Móntalo!.-Su cuerpo se estremeció, se convulsionó.Todos los músculos le dolieron mientras se sujetaba para la cabalgada de su vida. Lo único que importaba era resistirse hasta el final.

-Mueve las caderas.-Como si tuviera otra opción. Le quemaban los muslos y estuvo a punto de desvanecerse cuando llegó al final. Gracias a Dios. El toro mecánico se detuvo por fin. La gente gritó y silbó.

-¡Eso,señoras y señoras,es una dama que sabe montar!.-Bramó la voz del DJ a través de la multitud.-Ha permanecido arriba durante once segundos. Que alguien invite a esa chica a una cerveza.

Lucy Heartfilia se bajó del rojo vinilo acolchado con piernas temblorosas y se acercó hasta el suelo de madera rayada. En sus veintiocho años de vida nunca había hecho nada tan...estúpido,tan divertido. Creía que lo difícil había sido recorrer el colchón de espuma, pero ahora que estaba sobre suelo firme seguía teniendo problemas.

Tal vez el problema estuviera en haber bebido dos,no tres,no...quién sabía cuántos margaritas y los dos chupitos del misterioso líquido que le había escogido el camarero. Bueno, después del día que había tenido se merecía un poco de diversión. Necesitaba desconectar de la realidad aunque fuera brevemente y aunque se arrepintiera por la mañana.

Lucy iba chocando las manos que le tendían mientras se abría paso entre la multitud. Estaba volviendo hacia el taburete del bar que había calentado antes de arriesgarse a montar el toro cuando una mano grande y conocida se le posó en el hombro.

¿Tenía que estropearle todo aquel día? Su mirada se deslizó desde la mano morena por la inmaculada manga blanca hasta llegar a un par de ojos furiosos y verdes oscuros. Unos ojos que en sus fantasías resultaban mucho más afectuosos.

-Natsu-Lucy sonrió mirándolo a esos ojos.-¿Qué estás haciendo aquí?

-Rescatarte

Natsu le hizo una seña al camarero para que le diera el bolso y las llaves de Lucy. Eso era lo que le molestaba de Natsu Dragnnel. No tenía necesidad siquiera de hablar para que la gente le obedeciera.

Hacía un año que lo conocía, y durante todo aquel tiempo había mantenido un aura de poder combinada con un cuerpo letal, todo ello envuelto en ropa italiana. En cuanto entraba en una habitación, las mujeres se desmayaban...y ella no era la excepción.

-No voy a ir ninguna parte-aseguró Lucy, aunque si la invitación fuera para ir a su casa, lo reconsideraría si quieres quedarte puedes tomarte una copa conmigo.

-Creo que esta noche ya has bebido por los dos-Agarrándola con fuerza del brazo, la guió hacia la salida. Hacía una noche demasiado fresca para ser primavera.

-¿Cómo me has encontrado?-quiso saber Lucy mientras se tambaleaba detrás de aquel troglodita que la estaba arrastrando hacia su coche. Natsu abrió la puerta del copiloto, arrojó dentro sus cosas, la agarró de la cintura y la colocó sobre el asiento.

-Ésta fue la primera propiedad que vendí cuando entré en el negocio inmobiliario con mi padre. El dueño y yo seguimos siendo amigos.

Claro. ¿Quién no conocía al todopoderoso Natsu Dragnnel? Y no sólo eso. Lucy sabía que cualquiera haría todo lo que estuviera en su mano por hacer felices a Natsu y a su hermano Zeref.

Trató de ignorar el estremecimiento de su cuerpo allí donde él le había tocado la mano y la cintura. Los escalofríos se debían al alcohol...seguro que sí. Se negaba a creer que sus sentimientos hacía Natsu fueran algo más que superficiales.

¿Cómo iba a confiar en su instinto si estaba...? ¿Cómo era la palabra que estaba buscando? Ah,si. Destrozada.

-Pero,¿por qué te ha llamado?-Preguntó Lucy apartándole la mano cuando trató de atarle el cinturón de seguridad. Aquellos ojos verdes oscuros que se le aparecían en sus fantasías se cruzaron con los suyos.

-Imaginó que no quería ver a ayudante marinada en público. Tenía razón.-La puerta se cerró antes que pudiera pensar en una respuesta. Lucy se acomodó en el cálido asiento de cuero y cerró los ojos cuando Natsu arrancó el motor.

Lucy trató de apartar de sí los pensamientos que la había llevado hasta aquella noche. Pero las facturas médicas de su madre, los gastos del funeral y la más recientes oferta de trabajo de Natsu eran demasiado para su mente. No podía pensar en nada más.

Ya había decidido dejar aquel trabajo tan exigente justo antes de que Natsu soltara aquella bomba que cambiaría su vida. La suya y la de él. ¿Cómo iba a marcharse ahora? Pero, ¿Cómo iba a quedarse?

-¿tienes alguna razón para portarte como una mujer liberada y fiestera?

-Si-se hizo el silencio entre ellos mientras Natsu conducía por las calles de Magnolia. Lucy sabía que estaba esperando una respuesta,pero sinceramente, no creía que se la mereciera.

-¿Y?-le espetó. Ella abrió los ojos le miró fijamente.

-Mis acciones y las razones que se esconden tras ella no son asunto tuyo.-Lucy no pudo evitar sonreír de oreja a oreja cuando las manos de Natsu apretaron con más fuerza el volante. Era lo que se merecía tras haber arrojado aquella bomba en la oficina por la tarde.

Estaba prometido.

Le había clavado un cuchillo en el corazón cuando hizo el anuncio. Pero aquello no fue suficiente. No. Natsu retorció el cuchillo cuando le pidió que organizara la boda y trabajara directamente con Lisanna, la afortunada novia.

Lucy reunió el coraje suficiente para decirle que se iba. Que no podía seguir trabajando con un hombre del que se había enamorado secretamente. Pero Natsu le había ofrecido una impresionante suma de dinero por organizar su "encargo nupcial". Dios, no conocía a la afortunada novia, pero no había nada en aquella boda que resultara romántico. ¿Cómo iba a planear una boda bonita cuando una de las dos partes, o posiblemente las dos, lo consideraban únicamente un asunto profesional más?

Estupendo. sencillamente estupendo. sólo porque había trabajado como organizadora de bodas para una prestigiosa empresa varios años antes de entras en Dragnnel Entreprises, Natsu pensaba ahora que estaba cualificada para organizar la suya. Maravilloso.

-Esto no es propio de ti, Lucy.

¿Acaso la conocía tanto como para decir algo así? Sí, trabajaba para él, pero no sabía nada de su vida personal. Porque si la conociera, nunca la habría colocado en aquella posición.

Lucy mantuvo los ojos cerrados, incapaz de mirar la expresión sombría de su rostro dentro de la oscuridad del coche. Aunque el hecho de que estuviera despeinado, una imperfección menor, le hacía ser en cierto modo más cercano. Nunca, en todos los años que había trabajado para él le había visto de otra manera que no fuera perfecto.

No quería considerar la posibilidad de que Natsu hubiera estado en la cama cuando recibió la llamada hablándole de ella. ¿Estaría esa tal Lisanna esperándole en su casa? ¿Manteniéndole las sábanas calientes? No, no quería ir por ahí. Sin embargo y por desgracia, todos sus pensamientos estaban ahora invadidos por Natsu. El hombre no sólo ocupaba un gran espacio en su mente, sino que además su aroma masculino inundaba también el coche. Lucy gruñó en voz alta.

-¿Te encuentras bien?-le preguntó el. Su tono de voz era una mezcla de preocupación e irritación.-¿Quieres que pare?

Lucy se rió ante el hecho de que Natsu pensara que estaba a punto de vomitar en el inmaculado asiento de su coche de alto ejecutivo. ¿Estaba más preocupado por la factura de la limpieza que tendría que hacerle a la tapicería o por su estado físico?. Conteniendo otro gruñido,Lucy miró por la ventanilla.

-Llévame a casa-Sería mucho mejor hundirse en la autocompasión en su pequeño estudio situado al otro lado de la ciudad. Todo un contraste comparado con el lugar donde vivía Natsu, un ático carísimo en el que probablemente le estaría esperando su prometida en su cama.

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¿Quién había pedido una banda de música? Lucy se giró hacia un lado. Estaba deseando que terminara la sección de percusión. Sus mejillas rozaron algo suave y delicado...¿seda? Se incorporó de golpe, agarrándose la cabeza para no caerse. Estaba en la cama, pero no era la suya, percibió abriendo sólo un ojo. Ella no tenía una cama gigantesca con sábanas de seda grises y colcha a juego.

Entonces recordó donde estaba. En casa de Natsu. estupendo. sencillamente estupendo.

Con una mano a cada lado de la cabeza, se arriesgó a abrir los dos ojos y mirar si él estaba cerca con aquella expresión suya de burla. Gracias a Dios, estaba sola. Y completamente vestida.

Se quedó escuchando durante un instante, pero no le oyó moverse tampoco por ninguna de las demás habitaciones. Con suerte habría salido y se comportaría como un caballero, dejándole salir de allí sin decir una palabra. Haciendo un esfuerzo por salir de la cama, se ajustó la ropa arrugada y se incorporó.

Buscando frenéticamente el bolso y las llaves, Lucy salió despacio al pasillo. Seguía sin oír a Natsu. en el gigantesco salón, que Medía el doble de su apartamento, vio su bolso encima de la mesa de hierro que había delante del sofá de cuero marrón.

Había una nota apoyada contra el bolso. Lucy sintió un cosquilleo en el estómago cuando cruzó el suelo de madera y agarró el papel: Quédate aquí. Tenemos que hablar. Natsu.

Con la nota en la mano, Lucy se dejó caer sobre el gigantesco sofá. El suave cuero gimió bajo su peso, imitando el sonido de sus emociones.

¿Estaba pensando en volver a regañarle? Tal vez fuera su jefe, pero desde luego no era su guardián. La ira comenzó a sustituir a los nervios cuando se dio cuenta que Natsu no tenía derecho a sacarla del bar la noche anterior.

Sin embargo, por la mañana no parecía tan divertido. La resaca, el hecho de que tuviera que ayudar a la prometida de Natsu a planear la boda del año y que no pudiera rechazar el encargo por su madre, convertían aquel día en un lío.

Se tragó las lágrimas que amenazaban con apoderarse de su desgraciada mañana. Su madre no hubiera querido que se entristeciera demasiado por su muerte, ni que aceptara un trabajo que odiaba. Pero tampoco podía quedarse sepultada por deudas. Cuando la boda hubiera terminado, Lucy se marcharía sin importarle lo que Natsu opinara.