Dejo por aquí el último especial de esta historia. Espero que sea de vuestro agrado.
Aquel enorme salón era cálido y confortable, y los tímidos rayos de sol se adentraban en la residencia a través de uno de los balcones. La primavera se alzaba aquel día en toda su plenitud.
Varios meses después de la resolución de la misión con la D21A, Saki jugaba tranquila sobre la suave alfombra de la casa de sus tías postizas, Yui y Chinatsu. Sus madres tenían una importante comida de empresa por parte de Ayano, y decidieron pedirles a dos de sus amigas de confianza el favor de quedarse con la pequeña mientras estaban fuera.
Yui se encargó de echarle un ojo a la hija de su mejor amiga a la vez que leía una revista en el cómodo sofá de su salón, donde podía tener a Saki a un par de metros por si necesitaba de su atención. Chinatsu, por su parte, se encontraba en la mesa del comedor tecleando en su ordenador portátil registros de pruebas de laboratorio ya finalizadas por ella y Akari. Aunque su embarazo estuviera ya bastante avanzado, quería seguir sirviendo de ayuda en todo lo que le fuera posible hasta el día en el que tuviera que dar a luz.
—Tía Yui —la llamó la pequeña chica rubia, a lo que Yui dejó de leer y la miró.
—¿Qué ocurre, Saki-chan? —dijo Yui, acercándose a ella—. ¿Quieres que juegue contigo?
—¡Sí! —sonrió feliz la pequeña. Acto seguido, le dio un juguete a su nueva compañera de juegos. Yui lo recibió con mucho gusto—. Éste tú.
—Es increíble lo rápido que Saki-chan progresa hablando, ¿verdad? —apreció Chinatsu, desde su posición—. Cada vez pronuncia mejor.
—Kyoko está siempre que puede hablando con ella y enseñándole palabras nuevas —explicó Yui, sentada en la alfombra junto a Saki—, reconozco que está haciendo un buen trabajo.
—¡Ron con pasas! —dijo la pequeña, para asombro de las dos adultas allí presentes.
—Sí… Kyoko-senpai está haciendo muy buen trabajo… —comentó Chinatsu, irónicamente. Sabía que solo a Kyoko se le ocurriría enseñarle a decir eso—. Espero que no le enseñe también a cómo robar pudin a los demás…
—No exageres, Chinatsu-chan —respondió Yui, entre risas—, Kyoko tiene a Saki-chan muy bien educada. Además, a estas edades se repite todo lo que se escucha.
Chinatsu-chan se levantó como pudo de su silla y corrió no muy deprisa, debido a su embarazo, a donde jugaban su esposa y la pequeña. Con semblante serio, se dirigió directamente a la chica rubia.
—¡Saki-chan! —la llamó Chinatsu, alterada—. ¡Nunca seas como Kyoko-senpai!
—¿Mami? —dijo una confundida Saki, mientras miraba con asombro a su tía Chinatsu.
…
Ayano y Kyoko salían en ese momento del parking privado del restaurante. Después de una buena comida y muchas risas entre colegas de la profesión, habían decidido que era el momento de retirarse e ir a recoger a su hija. Kyoko se ofreció a conducir el oscuro y elegante automóvil que poseían y Ayano ocupó el asiento del copiloto, mientras disfrutaba de viaje por carretera.
—Oye, Ayano… —habló Kyoko, sin mucho ánimo mientras conducía—. Sé que no es agradable recordar lo que sucedió hace unos meses y todos los problemas con aquella misión de Yui y Chitose, pero… sentí que quería preguntarte algo.
—¿Y qué es? —preguntó Ayano, girando su rostro para mirar a Kyoko directamente. Ella ya estaba acostumbrada a saber de fracturas dimensionales o problemas de conexión, pero para la mangaka era todo un universo por descubrir.
—La noche que desaparecí… —realmente Kyoko no comenzaba con el mejor recuerdo posible, pero se mantuvo firme—, ¿qué pensabas cuando veías que… me iba de tu vida?
Ayano volvió a mirar hacia delante, en silencio. Uno de los momentos más desgarradores de su existencia había sido, precisamente, ese intervalo de segundos en los que vio a la chica rubia desvanecerse por completo de entre sus brazos.
—¿A qué te refieres, Kyoko? —dijo, casi con un hilo de voz. Aún era notorio el dolor que le producía recordarlo.
—Cuando te vi llorar ese día… solo podía pensar en nosotras —explicaba Kyoko—. Creía que no te volvería a ver… y me vino a la mente el día en el que nos casamos. Jamás me había aferrado tanto a un simple recuerdo.
—Te entiendo —volvió a mirarla Ayano, esta vez llevando su mano hasta los cabellos rubios de su compañera—, a mí me pasó lo mismo.
—¿De verdad? —se sorprendió Kyoko, mientras miraba a su esposa de reojo. Para su mala suerte, no podía apartar completamente la vista de la carretera—. Y pensar que ya han pasado dos años.
—Podrían pasar miles de años, y aún lo recordaría —admitió Ayano, con una sonrisa en su rostro.
—Yo también —respondió Kyoko.
Y cómo olvidarlo, si aquellos dulces momentos de pareja recién casada habían sido de los mejores en sus vidas.
Todo comenzaba un domingo de abril, en plena primavera. Las flores adornaban la mayoría de los árboles, y la brisa era fresca y agradable. Kyoko y Ayano habían planeado una ceremonia íntima, a la que asistirían sus familiares y amigas más cercanas, en una humilde pero solicitada iglesia del centro de la ciudad. Era perfecto; cada detalle irradiaba belleza y todos los invitados se divertían en la pista de baile del salón donde celebraron el banquete. Su buena estabilidad económica les había permitido también desarrollar aquella fiesta pos ceremonia en uno de los hoteles más lujosos del momento en Japón. Ayano estaba realmente preciosa con su pelo suelto y su vestido blanco, y a punto estuvo de desmayarse al ver a Kyoko usando el suyo; encontraba a la chica rubia realmente arrebatadora aquel día.
—¿Me concederías este baile? —preguntaba Kyoko a su recién proclamada esposa, ambas aún sentadas en la mesa nupcial. Había comenzado a sonar una canción muy melodiosa, perfecta para un baile lento.
—Sí —respondió ésta, con una sonrisa que podría iluminar el mundo; aunque, en aquel momento, se conformaba solo con recibir la atención de aquellos hermosos ojos oceánicos.
La música era dulce y armoniosa, y las luces creaban un entorno acogedor para las parejas que se adentraron a bailar aquella canción. Kyoko, mientras rodeaba tímidamente el cuello de Ayano con sus brazos, podía ver a Yui y Chinatsu totalmente abrazadas al son de la melodía. Sonrió satisfecha al pensar que ellas serían las próximas en pasar por el altar, pues sabía que llevaban también enamoradas mucho tiempo. Chitose y Chizuru, en su mesa, hablaban amigablemente sobre lo bonita que había sido la ceremonia. Chizuru fingía arcadas de vez en cuando, sobre todo cuando su hermana comentaba lo bella que estaba Kyoko; pero, en el fondo, reconocía que había sido un momento precioso. Por su parte, Akari había sido sacada a bailar por una animada Sakurako, quién no se atrevía a pedírselo a su pareja e interrumpir la conversación que estaba teniendo con la madre de la chica de pelo castaño.
Kyoko se apegó más a Ayano y ésta le correspondió sin dudarlo. Hubiera deseado que aquella música sonara por toda la eternidad para poder tenerla siempre entre sus brazos.
—Una semana entera en París… Voy a echar de menos esto —le decía Ayano al oído, pensando en la futura luna de miel que comenzarían el día siguiente. Viajarían en avión a primera hora de la mañana.
—Yo también —contestó la chica rubia—, pero estoy segura de que lo pasaremos genial.
—Puede que allí no haya ron con pasas —dijo Ayano.
—Ayano, aún estamos a tiempo de quedarnos —bromeó Kyoko, haciendo reír a su esposa con aquel comentario.
Los aplausos se escuchaban al acabar la canción, aunque las dos jóvenes seguían aún abrazadas, hablando y riendo entre susurros. Dejaron después las baladas a un lado y siguieron bailando al agitado ritmo de las canciones pop del momento. Aquella noche parecía de ensueño.
Una vez terminada la gran fiesta, todos los invitados se retiraron a descansar a sus habitaciones en el hotel, gentileza de las recién casadas. Kyoko y Ayano, aún en sus vestidos de boda, estaban paradas frente a la puerta que conducía a su propia habitación; sería la primera noche que pasarían juntas como matrimonio formalizado.
La suite nupcial del hotel era majestuosa, con decorados de flores y corazones por toda la estancia. Un elegante mini bar se situaba en el mueble debajo de una enorme pantalla de televisión, y un equipo de música se encontraba ya encendido a bajo volumen mientras las suaves notas del blues danzaban por cada rincón. Una cama enorme y con un edredón de diseño se situaba en uno de los laterales de la habitación, también acompañada de varios velos traslúcidos que dejaban ver parcialmente el interior. Por último, unas velas iluminaban tímidamente toda la suite, creando un ambiente acogedor y romántico.
Ambas chicas pasaron al interior y cerraron la puerta tras de sí, aún mirando cada detalle de la habitación con asombro.
—¡Increíble! ¿Habrá también fresas y champan? —decía la chica rubia, emocionada.
—Seguramente en el mini bar haya algo de champan —respondió Ayano, sin apartar la vista del decorado de la suite. Después de una leve pausa, miró a su esposa—. Podríamos tomar un poco.
Kyoko se acercó al mini bar y sirvió un par de copas de aquel magnífico champan. Cuando llegó hasta Ayano para darle la suya, vio que observaba detenidamente la gran cama de matrimonio que tenían a pocos metros.
—Aquí tienes, Ayano —dijo, llamando la atención de su esposa. Alzó entonces su copa con cierto aire de burla—. Y no te preocupes, que tenemos toda la noche para estrenar esa cama.
—No estaba pensando en eso… —corrigió Ayano, mientras recibía aquella copa de champan—, pensaba en que podríamos comprar un edredón para nuestro nuevo cuarto que fuera parecido. Es realmente bonito.
—¡Me parece bien! —accedió Kyoko, acercando su copa a la de Ayano para brindar—. Por nosotras.
Ayano sonrió, de acuerdo con el brindis de su esposa. Podría declararse la mujer más afortunada sobre la faz de la tierra en aquel momento.
Los minutos pasaron mientras disfrutaban de aquella copa en compañía; el ambiente era tan relajante que sentían que podían disponer de todo el tiempo del mundo esa noche. Las palabras cariñosas terminaron en tímidos besos, y los besos fueron acompañados por delicadas caricias. Las copas de champan, aún sin quedar vacías, permanecieron en la mesita más cercana a la cama, donde ya no las necesitaban. Con cada beso se adentraban más en aquel juego en el que las reglas solo eran dictadas por ellas mismas y, poco a poco, aquellas muestras de amor se fueron volviendo más apasionadas. Aquellos preciosos vestidos blancos que habían usado hasta ese instante se acabaron convirtiendo en algo innecesario, y el suave contacto de la piel se hizo el principal protagonista. Se amaban, se necesitaban y se pertenecían en aquella hermosa noche que terminaría siendo inolvidable. Dejaban atrás toda inocencia, como muchas otras veces lo habían hecho, y confirmaban para toda la eternidad lo único de lo que siempre habían estado seguras: que ni siquiera la propia muerte podría arrebatarles el profundo amor que ambas sentían.
…
El matrimonio había llegado al fin a la humilde residencia de sus amigas Chinatsu y Yui. Aparcaron cerca de la entrada de la misma, pero no parecían querer salir de inmediato; permanecían aún en el interior del coche, regalándose lentos y sinceros besos ante aquel anhelado recuerdo que compartieron tiempo atrás.
—Te quiero —le dijo Ayano, una vez que se detuvieron. Podía recordar cada detalle de aquel día y estaba orgullosa de haberlo vivido con la chica que se encontraba frente a ella.
—Y yo a ti —respondió Kyoko, sacando a relucir aquella sonrisa que tanto enamoraba a su esposa.
Salieron al fin del automóvil y se dirigieron a la puerta de la casa para recoger a su hija. Aquella tarde tenían pensado también proponerles a Yui y Chinatsu un paseo por algún parque de la ciudad y jugar con la pequeña Saki todas juntas.
—Fue esa noche, ¿verdad? —preguntó Kyoko, mientras esperaban en la puerta de entrada a que alguna de sus amigas les abriera—. Esa noche hicimos el encargo de Saki.
—¿En serio llamas "hacer el encargo" a quedarte embarazada? —se extrañó Ayano, aunque reconocía que le resultaba divertido.
—Esos días las dos estábamos en fase de ovulación —explicó la chica rubia, para luego mostrarse pensativa—, aunque también pudo haber sido en nuestra luna de miel.
—Tienes razón. Perdí la cuenta de cuántas veces hicimos el encargo en París —dijo Ayano, entre risas.
Aquella íntima y privada conversación terminó en cuanto Yui abrió la puerta y les ofreció pasar al interior. Hallaron a Saki jugando en la alfombra del salón y a Chinatsu más allá, trabajando.
—¡Ah, bienvenidas! —dijo Chinatsu, en cuanto se percató de su presencia—. ¿Qué tal fue la comida?
—Muy bien, gracias —respondió Ayano—. Veníamos a recoger a Saki, pero se nos ocurrió que podríamos salir a pasear todas juntas.
—¡Chinatsu-chan, estás enorme! —decía Kyoko, aproximándose rápidamente a la embarazada para apreciar mejor lo avanzado que estaba ya su periodo de gestación. Acercó su rostro al estómago de su kouhai, tratando de comunicarse con el bebé—. ¡Hola! Soy tu tía Kyoko y, cuando nazcas, haré un manga de superhéroes donde Saki y tú seáis las protagonistas.
—¡Deja de decir tonterías, Kyoko-senpai! —se quejó Chinatsu.
—¡No son tonterías! Ya estoy trabajando en ello —confesó Kyoko.
—Le creo —dijo Yui, sin dudar—. Viniendo de Kyoko, es posible.
—¡Super Tomato Commando Saki, el terror de los villanos! ¡Nadie escapa a sus poderosos ojos de zafiro! —reveló la chica rubia, totalmente entusiasmada—. Tu hija será el maligno enemigo al que destruir.
—¡No dejes a mi hija como la mala de la película! —Chinatsu trató de atrapar a Kyoko estirando su brazo, pero ésta fue más ágil y se apartó rápidamente mientras seguía canturreando el título de su idea entre risas.
—Mami, mira —la llamó Saki, sentada en la alfombra.
—¡Oh! —Kyoko olvidó su pequeño entretenimiento con Chinatsu y fue hasta su hija para sentarse a su lado. Cogió uno de los juguetes y comenzó a jugar con la pequeña—. ¡No me derrotarás tan fácilmente, Super Tomato Commando Saki!
La niña disfrutaba estando con su madre, y se reía de las exageraciones que ésta hacía mientras ambas jugaban. Era interesante comprobar el contraste que existía entre dos de las chicas allí; Ayano miraba encantada a sus dos chicas rubias, y Chinatsu parecía desear levantarse de su silla y golpear a la mayor de ellas.
—En cuanto a la oferta de Ayano, me parece bien —dijo Yui—. Hace muy buen día hoy para ir a pasear.
—De acuerdo. Esperaremos entonces a que estéis listas para salir —concluyó Ayano, viendo que sus amigas aún vestían sus pijamas.
—Gracias —agradeció la agente Funami, para luego volverse a mirar a su esposa—. Será divertido, ¿verdad?
—¡No puedo! —gritó ésta.
—Vamos, Chinatsu-chan —trató de convencerla Yui—. Kyoko solo estaba bromeando, no te molestes por sus tonterías.
—¡Oye, Yui! —objetó la chica rubia, aún sentada en la alfombra—. ¡Tú sí que eres una tontería!
—¿Qué? —Yui la miró con cierta confusión.
Ayano estaba perpleja. Lo había visto antes y supo reconocerlo perfectamente en cuanto miró a Chinatsu. Recordó aquel día, cuando ella y Kyoko estaban tranquilamente en el salón de su propia casa. La chica rubia empezaba a sentir malestar y se llevaba en todo momento las manos a la parte baja de su vientre. Todo indicaba que iba a dar a luz.
Kyoko vio cómo Ayano miraba a la pobre Chinatsu, quien parecía sufrir fuertes dolores, y se percató de lo que estaba ocurriendo.
—¡Ya viene! —gritó, sin previo aviso. Se levantó lo más rápido que pudo y tomó a su hija en brazos—. ¡Ayano, plan de huida!
—Ve arrancando el coche, yo ayudaré a Yoshikawa-san a caminar hasta allí —respondió ésta—. Funami-san, prepara un pequeño neceser y mételo en el maletero.
Yui, al principio, estaba algo desorientada por lo que estaba ocurriendo, pero una llamada de atención de Ayano hizo que volviera en sí. Todo iba tan deprisa que apenas había podido reaccionar.
—¡Dios mío, ya viene! —gritó al fin, antes de salir corriendo a por el neceser que Ayano le había pedido.
Ayano ayudó a Chinatsu a llegar hasta el coche y la sentó con cuidado en la parte trasera del vehículo, para después ocupar el asiento del copiloto. Yui fue hasta el asiento de al lado de su esposa para estar cerca de ella.
El viaje hasta el hospital fue algo aparatoso debido al tráfico, pero llegaron a tiempo y sin problemas a su destino. Nada más llegar, examinaron rápidamente a Chinatsu y aseguraron que podían estar tranquilas; la joven aún no estaba totalmente preparada para dar a luz.
—La médica dijo que es muy común en las primíparas —explicó Yui a sus dos acompañantes, en la sala de espera—. Habrá que esperar.
Sakurako y Himawari no tardaron en llegar al lugar, al igual que Akari; ésta última se había emocionado mucho cuando Kyoko la llamó y le dijo lo ocurrido, después de asegurarse de que no se trataba de una broma más por parte de la chica rubia. Chitose, igualmente, se veía muy exaltada cuando llegó. Desde el cierre de la misión con la D21A, la agente no había tenido muchos motivos para sentirse alegre, excepto por los ánimos que Akari y su amiga Ayano le brindaban siempre que podían.
Finalmente, la médica avisó a Yui para decirle que Chinatsu estaba lista. Todas procuraron no perder la paciencia mientras, inquietas, esperaban nuevas noticias de cualquiera que saliera de aquella habitación del hospital, donde se estaba dando el hermoso milagro de la vida. No fue hasta a una hora más tarde, cuando algunos lloros se hicieron escuchar hasta la sala de espera; el bebé había nacido al fin. Kyoko daba saltos con su hija en brazos, Himawari y Sakurako se abrazaron con alegría, y Akari no pudo evitar derramar algunas lágrimas de la emoción. Pocos minutos después, Yui salía para comunicarles lo que ya intuían: su hija había nacido y estaba en perfectas condiciones. Las felicitaciones no se hicieron tardar para ella y para Chinatsu, quien tendría que permanecer aún algún tiempo en reposo y observación, pero que igualmente estaba feliz de aquel nuevo acontecimiento.
—Tendrás a alguien más para jugar contigo dentro de poco, Saki-chan —le decía Yui a la pequeña, aún en los brazos de Kyoko. Saki se sorprendía al oír aquello, ya que pronto tendría a otra chica con la que relacionarse a menudo, además de sus progenitoras y las amigas de éstas.
Chinatsu agradecía a todas sus amigas por estar allí, especialmente a su esposa. Nada ni nadie podía hacer desaparecer la amplia sonrisa que se dibujaba en sus rostros en aquel momento.
—Gracias por hacerme feliz —le dijo Yui, antes de inclinarse para besar su frente.
—Gracias a ti por decirme que sí cuando me declaré —respondió Chinatsu, entre risas.
Una nueva vida se abría camino para este matrimonio, y sería un camino que, plenamente satisfechas, se atreverían a tomar. También una nueva amiga aparecía para la pequeña Saki, con quien se divertiría y establecería una amistad que existiría para siempre. Chinatsu volvería a su puesto de trabajo con total normalidad tiempo después, y Yui seguiría guardando la seguridad de las conexiones junto a su compañera Chitose. Sakurako y Himawari seguirían peleándose con cariño todos los días, y Akari continuaría su labor en el laboratorio del Departamento de Dimensiones.
En cuanto a Kyoko y Ayano, ambas seguirían su vida en común junto a su hija; educándola, cuidándola y, más importante aún, queriéndola. Ayano permanecería en su puesto de política en el Ministerio, con un buen equipo de militantes a su cargo. Kyoko… Kyoko haría caso omiso a las amenazas de Chinatsu y crearía su tan ansiado manga de superhéroes, el cual tendría una gran acogida por el público y le permitiría escalar un poco en popularidad como Nishikyogoku Ramuko, su nombre artístico.
¿Y más allá? Lo que ocurre más allá en el transcurso del tiempo escapa al alcance de estas letras, pues se otorga a la imaginación de cada uno el cómo continúa esta historia. El delgado hilo que define el destino de estas chicas posee tantos caminos como estrellas tiene el universo conocido. Pero, y de eso podemos estar seguros, sabemos que podrán vivir felices y en armonía con sus seres más queridos; ya sea en ésta o en cualquier otra dimensión.
Hasta aquí mi aportación al conjunto de los fics de Yuru Yuri con "Yuru Yuri Dimensión". Espero haber conseguido que fuera, al menos, entretenido y que haya sido ameno de leer; siempre intento que sea entendible a todo público hispano-hablante, ya que yo soy española y la mayoría de los que leen aquí son de Latino-América.
Y poco más. Estaré siempre a disposición para incluir más contenido a esta serie en términos de fanfics y para lo que se me necesite. Gracias y un saludo.
Kyomori.