EPÍLOGO

Habían transcurrido varias semanas cuando Saori salió a navegar de nuevo por los alrededores del Santuario. En esta ocasión le había pedido a Tatsumi que se quedara en tierra, sólo Seiya la acompañaba. No obstante, estaba inquieta. Nerviosa, miraba ausente y con la cabeza en otra parte. No sabía cómo afrontar lo que tenía que decirle.

Él se había dado cuenta. Le gustaría pensar que no, pero lo cierto es que estaba disgustado y muy preocupado por ella. Apenas había sido esa misma mañana cuando habían estado en la sala de audiencias.

Shiryu había pedido permiso para regresar a los Cinco Picos con Shunrey, su mujer, y se había marchado hacía un par de días. Harbinger había convocado a los demás caballeros de oro porque Atenea tenía varias cosas que comunicarles. Se sentía feliz de atender al llamamiento. Desde que regresaron del Olimpo había tantas tareas por hacer en el Santuario que casi no habían podido verse.

Recordaba con nitidez el momento en que el caballero de Tauro había entrado con Saori en la estancia. Kiki, Hyoga, Fudo e Integra, perfectamente equipados con sus armaduras, le hicieron una reverencia. Él, en cambio, se

había quedado embelesado mirándola hasta que el nuevo guardián de Acuario, antiguo caballero del Cisne, le dio un codazo que le hizo salir del estado contemplativo. Ella le sonrió con complicidad.

- Lo primero que deseo es que dejéis de inclinaros ante mí cada vez que me veis. Os lo ruego – suplicó la diosa.

- ¡Pero, señora! – protestó Harbinger - ¡No queremos ser irrespetuosos!

- Nunca lo sois – respondió ella con una sonrisa condescendiente en los labios – No me hagáis sentir diferente. Estoy aquí porque quiero ser una más de vosotros. Sólo una humana más. ¡Al menos mientras estemos en paz! – añadió mirando a Seiya a los ojos.

Kiki asintió rápidamente y tomó la palabra.

- Tiene razón. Es hora de dejarla vivir tranquila y no recordarle todo el tiempo quién es y cuál es su destino.

- Estoy completamente de acuerdo – se pronunció él mismo.

- ¡Claro!, porque tú si vas a compartir su vida muy de cerca – se rió Integra de Géminis.

El joven se ruborizó avergonzado.

- Hay algo más que debo comunicaros – añadió Saori, a la que no le gustaba el cariz que tomaba la conversación – Ni Hefaistos, Eros, ni Afrodita van a volver a molestarnos en mucho tiempo – continuó sintiéndose algo mareada y con calor de repente – Palas me ha traído la noticia esta mañana temprano.

- Explicaos – pidió Fudo de Virgo, quien no había hablado hasta ese momento.

- Sí – continuó sintiendo un ligero sudor frío perlar su frente y se apoyó levemente en Nike – Zeus les ha castigado expulsándoles de la Tierra, confinándoles en sus dominios hasta dentro de doscientos años. ¡Ni siquiera tienen permiso para pisar el Olimpo!

- ¿Qué nos asegura que no se saltarán la prohibición? – inquirió Hyoga – Ya lo han hecho antes.

- Esta vez no pueden – declaró la muchacha empezando a sentir náuseas, aferrándose más a su báculo – No sé cómo explicároslo, pero es como si hubieran… perdido la facultad de viajar hasta aquí y… - la vista se le nubló.

Demasiado tarde Seiya se dio cuenta de que algo no iba bien. La mujer se desmayó frente a sus ojos. Prácticamente voló a su lado para sostenerla antes de que cayera al suelo.

- ¡Saori! – la llamó inútilmente - ¡Dime algo! ¿Qué te ocurre?

- ¡Rápido, Seiya! – apremió Kiki – Llévala a sus habitaciones. La examinaré.

En un instante estaba allí, recostándola en su cama. El caballero de Aries unió el pulgar y el índice de ambas manos estableciendo un campo de visión. Luego, desplegó sus habilidades de percepción deslizando el círculo sobre el cuerpo femenino. En un momento dado frunció el ceño.

- ¿Puedes salir un segundo? – le preguntó seriamente.

- ¿Pasa algo malo? – quiso saber.

- No. Confía en mí.

- ¿Qué tiene entonces? – insistió.

Kiki puso una mano tranquilizadora en su hombro.

- Seiya, sé cómo eres y cómo la amas. Y sé también que serías muy capaz de enfrentarte a mí si consideraras que debes permanecer a su lado. Por eso, en nombre de los cientos de veces que me has pedido que confiara en ti y yo lo he hecho sin dudarlo, te ruego que ahora hagas tú lo mismo. Debo comprobar un par de cosas.

Kiki estaba en lo cierto y, Atenea le diría lo mismo. Ella confiaba ciegamente en sus caballeros en cualquier circunstancia, por más adversa que fuera. Se acercó a la joven inconsciente y acarició su mejilla con suavidad. Luego salió de la habitación como le habían pedido.

Transcurrido un rato, que se le hizo eterno, el guardián de Aries abandonó la estancia al fin. Su semblante era grave y pensativo. Habló antes de que le preguntaran.

- Ya ha despertado y no quiere recibir a nadie – dijo en primer lugar mirándole con pesar – Necesita descansar un poco. Cuando lo haga os contará qué le ocurre.

Fudo e Integra asintieron comprensivos. Harbinger, por el contrario, puso el grito en el cielo y se marchó furioso después de estar a punto de golpear a Kiki por no querer darle más explicaciones.

Él también estaba muy enfadado. No entendía por qué Saori se empeñaba en ocultarle cosas. Pero, cuando estaba a punto de salir iracundo hacia la Casa de Sagitario, las palabras de Hyoga le detuvieron.

- Ten paciencia – le recomendó.

Esa simple frase, sin entender el motivo, hizo que cambiara su actitud de repente. Se prometió a sí mismo no agobiarla con preguntas, sino esperar y confiar, como hacía siempre. Sin embargo, horas más tarde, ella le había mandado un mensaje invitándole a que salieran a navegar.

Y aquí estaban, pero la joven aún no se había pronunciado sobre lo ocurrido y él comenzaba a ponerse nervioso.

- Saori, yo… - comenzó sin poder contenerse más - ¿Qué tienes?, ¿qué te pasa? Estoy muy preocupado por ti - dijo acercándose y tomándola de las manos - ¿Es que no confías en mí?

- No es eso, Seiya es que yo… - respondió con un hilo de voz.

- A mí puedes contarme lo que sea. Lo sabes, ¿verdad? Voy a ser tu esposo, déjame cuidarte, te lo ruego. No me ocultes nada. ¡Ni aunque sea por mi bien! – le suplicó.

- No es mi intención esconderte nada, te lo prometo. Es sólo que no encuentro la forma de decírtelo – se sinceró compungida.

- Déjame adivinar al menos. ¿Hay de nuevo alguien debilitando tu cosmos?, ¿drenando tu aura?

La muchacha se quedó pensativa.

- Quizás – respondió tras meditarlo un poco.

Él se encendió rápidamente.

- ¡Lo sabía! – exclamó - ¡Otro enemigo! ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿Vigilaba nuestros movimientos y no podías avisarme? No te preocupes que buscaré la manera de…

- ¡Seiya! – le interrumpió viendo cómo se exaltaba – No es un enemigo – le aclaró negando con la cabeza.

- ¿Entonces? – la miró confundido - ¿Quién está consumiendo tu energía vital?

- Nuestro hijo – admitió con un profundo suspiro.

¡Al fin lo había dicho! Llevaba varios días, desde que lo supo, queriendo hacerlo, preguntándose qué le parecería, cómo reaccionaría. Su desmayo de esa mañana había precipitado las cosas. Kiki se había dado cuenta al examinarla. No podía ocultarlo por más tiempo. Era una realidad innegable. Este paseo era una excusa para estar a solas con él. Le miró con incertidumbre. Seiya le devolvió la mirada aturdido, procesando lentamente sus palabras. ¿Un hijo? ¿Ella había dicho que iba a darle un hijo?

- Saori, ¿hablas en serio? ¿Es eso cierto?

- Así es – le respondió con timidez – Lo sé desde hace poco y no encontraba ni la ocasión ni el lugar para hablar contigo.

- Pero… ¿cómo es posible?

La dama se ruborizó y él se dio cuenta de lo absurdo de su pregunta. ¡Claro que era posible! ¡Por supuesto! Recordaba perfectamente todos y cada uno de los momentos que habían compartido juntos desde la noche que pasaron a solas en su apartamento. La felicidad le embargó y le asaltó un deseo aún mayor de protegerla y mantenerla a salvo de todo mal.

La joven, que a juzgar por la cuestión de Seiya, empezaba a pensar que él lo lamentaba profundamente, se vio sorprendida cuando de pronto la alzó entre sus brazos y la besó con pasión.

- Perdóname – dijo por último depositándola delicadamente en el suelo – No sé ni lo que digo. No me esperaba algo así en absoluto. Saori, me haces el hombre más feliz del mundo – confesó con lágrimas asomando a sus ojos – ¡No puedo imaginar mayor felicidad que ésta!

A la muchacha se le iluminó la mirada y le acarició el rostro. Él le besó la mano con la que le acariciaba sin dejar de sonreírle.

- ¡Yo también soy muy feliz! – suspiró aliviada y visiblemente emocionada – ¡Ni en mis sueños más inalcanzables me atreví a imaginar que sería algún día la madre de tus hijos!

- Y dices bien, Saori, porque éste sólo será el primero de varios – bromeó.

Seiya la miró sonriendo divertido, con esa sonrisa suya tan natural y sincera que la envolvía de calidez y ternura.

El cosmos de Atenea brilló de nuevo, expandiéndose sobre las olas del océano con su tono dorado y rosáceo característico, fundiéndose con la puesta de sol, inundando la atmósfera de amor y serenidad.

El cosmos de Pegaso desplegó sus alas protectoras rodeándola con su coraje y valor.

La Tierra estaba a salvo. La diosa de las Artes, la Sabiduría y la Guerra podía disfrutar de un periodo de paz y una vida plena. No obstante, si el equilibrio de fuerzas volviera a desestabilizarse, allí estarían siempre los caballeros de la esperanza para restaurarlo.


Gracias por haber llegado hasta aquí y gracias a todos los reviewers. Escribí este relato para mi hija, que deseaba un final para esta historia mientras esperamos pacientemente el próximo Next dimension ;-). Como me gustó el resultado pensé en compartirlo para todos aquellos que como yo llevamos esperando 30 años alguna evolución en este sentido desde el capítulo del "precipicio". Espero que les haya gustado y mil gracias de nuevo.