Declaimer: Los personajes de Haikyuu! no son propiedad mía sino de Haruichi Furudate. Esta historia tampoco es mía, pero tengo el permiso del autor para publicarla y dar continuación en caso de que se encuentre incapacitado para hacerlo.

Si no leen las notas del final se los comerá un oso ;) están advertidos.


Shoyo se despierta antes de que el gallo de la vecina suelte el primer canto de la mañana. Con el cansancio equivalente a jugar cinco partidos seguidos sin descanso alguno. A pesar de ser fin de semana no siente que haya dormido y descansado lo que debería. ¿Quién es el culpable aquí? Su tonto entrenador.

Le ha prohibido ir a su casa, ya sea para comer o visitarlo, ni siquiera puede estar cerca en un radio de diez metros. Ah, pero eso no ha sido todo, nada de quedarse solos fuera de horarios de clase; tampoco mensajes de texto fuera de cosas para el club o de vida o muerte. Debería sentirse triste, devastado y a punto de morir como lo había pensando que sucedería, pero no, en vez de ello se siente molesto. Muy molesto. Porque Kageyama dice que lo está protegiendo, como si fuera un pequeño mocoso, Shoyo quiere saber de qué lo está protegiendo, porque él no puede divisar el peligro. La cárcel, bien, ese es un detalle casi insignificante. Si se gustan sólo hay que ser discretos y listo, asunto arreglado.

Lo cierto es que quiera o no, su entrenador le rompió el corazón.

El sonido de la puerta interrumpe sus planes de quedarse en cama hasta el mediodía ó, si fuera posible, hasta su siguiente vida. Con pesadez se levanta, ni siquiera se molesta en cambiar la pijama por ropa un poco más decente.

Al abrir la puerta escucha encuentra la cara sonriente y nerviosa de Kogi.

—Hola ¿Pasa algo?—pregunta al verlo ahí, temprano y con el gesto asustado.

Su amigo levanta la mano y le enseña el rostro molestisimo de una bella mujer que conoce más que bien. Su madre.

—¡Hinata Shoyo!—lo reprende con mucha bravura.

A Hinata se le enchinan sus bellos ante el alarido de animal herido y enojado. Ya no recordaba la última vez que la había mirado tan enojada, ni siquiera la vez que se puso a corretear en la tumba se su difunta abuela. Ni siquiera cuando sacaba todas esas malas notas, no se imaginaba que pudiera alterarla tanto. Estaba roja, como un jitomate.

La voz es tan chillona y alta de ella hace que las personas que van pasando por ahí desvíen sus ojos para mirar un poco la escena. Kogi no se atemoriza, sabe que la bronca es para su amigo y sólo deja la mano bien en alto para que hijo y madre puedan verse el uno al otro sin problema.

—Hola ¿Cómo va todo por allá?—intenta no verse intimidado, es decir, ella está tras una pantalla a cientos de kilómetros, nada podría pasarle ¿cierto?

—¡Nada de "¿Como va todo por allá?"—no baja ni un nivel el tono de su voz—. ¿Dónde has estado las últimas dos semanas? y más vale que no me mientas porque me lo ha dicho la señora Izuki, no has llegado a dormir varias veces. Shoyo, si no fuera porque hablo contigo todas las noches, estaría pensando lo peor.

A Hinata no le queda más que bajar la mirada, culpable y avergonzado. No puede mentirle a su mamá, no debe ni quiere, pero tampoco va a soltar que se metió a la casa de un desconocido mayor que él que resulta no ser tan desconocido porque lo entrena. Si se escucha mal en su cabeza, no quiere imaginar que tal mal se escuchará en voz alta. Es en este punto donde entiende un poco mejor lo que trata de hacer su entrenador.

—Me he quedado en casa de un compañero del club—dice— casi se acercan las fechas de nuestro primer torneo, entrenamos mucho y él ha insistido en que es peligroso e insano que regrese hasta casa tan noche— mentiroso, mentiroso.

La mitad de una verdad es una mentira completa, le grita su subconsciente, pero aquellas palabras calman la ira de su madre quien pide que hablen un momento a solas. Aunque aún puede notar el enojo su voz , predomina la preocupación de madre. Le comienza a cuestionar sobre dónde vive su amigo, que si no está siendo una molestia con su familia y que no se le olvide agradecer la hospitalidad que recibe.

—Sí, él se ha portado más que bien—dice con las mejillas coloradas, recordando las cenas que pasó al lado de Kageyama—. A veces le ayudo a preparar la cena. Es una gran persona, también me ayuda con los fundamentos del club.

Platican un rato más, casi no tienen oportunidad de hacerlo a viva voz, por lo regular comparten textos e imágenes adjuntas porque la recepción de los lugares a los que va su mamá es mala. Sumando que ella siempre está ocupada de aquí para allá, no le reprocha nada porque sabe lo importante que es su labor pero no puede evitar pensar en la idea egoísta de querer tener toda su atención como lo hace cualquier hijo.

—Sho, espero que recuerdes que fecha es el siguiente viernes—dice ella con el gesto alegre.

El chico intenta hacer memoria, es muy malo con las fechas. Por fortuna está cerca de un calendario, la fecha está marcada con la forma de un sol sonriente.

Llegó ese día de nuevo.

El que nada más llega cada 365 o 366 días.

Su cumpleaños.

—Es posible que pueda ir, de hecho es casi un hecho que estaré ahí para festejar.

Aprieta la boca, no puede creer que algo así va a suceder. Tiene unos tres años desde la última vez que su mamá estuvo con él en esa fecha tan especial. No se lo recrimina, de hecho no estima mucho el día, y aún así siente que su corazón se llena de calidez por la próxima venida de su madre.

Cuando el deber llama de nuevo a su madre, se despide con un beso a distancia y te amo. Ella hace lo mismo, sólo que agrega un par de amenazas relacionadas con contratarle un servicio si vuelve a quedarse fuera sin avisar.

En la cocina Kogi ya está preparando el desayuno para los dos, el aroma dulce indica que se tratan de hot cakes.

—Hablarás por la buenas o voy a tener que usar el chantaje emocional, Shoyo—dice Kogi sin siquiera mirarlo, tranquilo y amenazador.

Si hay alguien que lo conozca bien, al derecho y al revés es su mejor amigo. Frustrado con su vida se siente, tal vez es lo que necesita, un buen amigo de confianza que lo meta en cintura con la situación. Que le ponga los pies en el piso de una vez por todas.

Le cuenta todo, desde el día que se conocieron en el gimnasio, la chispa que sintió cuando miró por primera vez aquellos ojos de color azul. Con lujo de detalle platica de cómo se sintió cuando lo arropó entre sus brazos hasta el amanecer. Todas las comidas que compartieron y los entrenamientos que en vez de ser un castigo, era un regalo del cielo. Que le han roto el corazón, y que no sabe qué hacer para demostrar que lo que siente es genuino.

Finaliza y espera el veredicto de su verdugo, su mejor amigo.

—¿No vas a enojarte?

—No, este sujeto, Kageyama, parece ser un buen tipo— dice dando un gran bocado—. Digo, es perturbador eso de que le fascinas pero te alejó de él, pensó antes en ti que en su propia persona.

¿Realmente Kageyama estaba pensando en su bien?

—No quiero rendirme—exclama con fiereza—. No quiero que me cuiden, yo quiero tenerlo para mi.

—Shoyo, no pienses sólo en ti—lo regaña con suavidad—. Debes tratar de ponerte en su lugar y no ser imprudente o terminarás consiguiendo lo contrario.

—Pero…

—Imagina que alguien se entera ¿Qué van a hacer si pierden a su entrenador justo antes de las clasificatorias?

En verdad que eso sería horrible para el equipo, todos en el Karasuno confían todo a Kageyama y si él se fuera ahora sería un gran golpe.

—Está bien, voy a respetar sus reglas.

Koogi suspira, la mirada que trae Shoyo no es de alguien que se haya rendido tan de buenas a primeras. Aunque no esperaba menos de su tonto mejor amigo cabeza de chorlito. Sólo espera que no meta a nadie en problemas, y que ese hombre sea una buena persona como lo aparenta porque no dudaría dos veces en abrir el pico si algo pasa y Shoyo se ve involucrado.

.

Molesto, hambriento y, sobre todas las cosas, indignado por la actitud de Hinata, Kageyama comienza a devorar aquella elaborada caja de almuerzo preparada para él.

Aquel día, como mucho otros atrás, no había conseguido mucho con que llenar su estómago. Francamente el arroz solo no era para nada apetecible. Y cuando llegó a su oficina encontró un bento envuelto con una nota que decía "Estoy seguro de que no comiste nada, espero que lo disfrutes. No rompí la regla, técnicamente no estoy cerca de ti ni estoy escribiendo mensajes al celular" no habría que ser un genio para saber quién le había regalado tan bello presente. Odia que se esté pasando de listitllo aquel niño, que no respete su autoridad y que se portara tan irrazonable pero en el fondo de su corazón se lo agradece. Agradece que lo haya amenazado con que si no se la comía iba a tirarla, aún cuando fuera en contra de su política de "Oh, cuántas personas desearían comer esto que tienes en la mesa".

Shoyo tenía un don, no importaba si eran vegetales o carne, se volvía un festín cuando sus manos eran las que lo preparaban. Podía asegurar que sus dotes de cocina se comparaban con los de Nana. Que nunca se entere la mujer de aquello porque lo mata de hambre.

Le costaba tanto marcar una distancia entre ellos dos y Hinata no lo estaba valorando nada. ¿Por qué simplemente no podía pasar de su persona? simplemente pudo asquearse cuando se le confesó y escapar lejos de él. No sabe de dónde viene la obstinación de aferrarse a algo que no tiene futuro, porque aquello no tenía pinta de tener un bonito desenlace. Kageyama era un adulto y Hinata un adolescente en plena flor de su juventud.

¿Cómo puede lograr que Hinata viera que todo era más complicado de lo que él imaginaba en su inocente y joven mente? que Kageyama se alejara de él no era porque tuviera miedo al castigo. Bien, podía ir a la cárcel y ser tachado de un pedófilo pervertido, asusta pero Kageyama puede con ello pero ¿Hinata sería capaz de cargar algo así sobre sus hombros? Kageyama no soportaría ver que señalaran, acusaran y menospreciaran al enano. No dejaría que un sentimiento pasajero le arruinara el futuro que tenía por delante, Hinata empezaba a vivir y tenía un montón de cosas que disfrutar. No debería perder todo aquello tan valioso por estar al lado de alguien roto.

Porque Kageyama estaba roto, no podía exigirse mucho. Incluso correr era algo arriesgado para la condición de su tobillo. Mientras que Hinata quien a penas puede mantenerse quieto, él es un árbol adherido al piso, seguro se fastidiará a la larga al estar al lado de alguien que ya no puede jugar el deporte que tanto aman. No importa que Hinata curara una parte muy profunda de sus heridas con aquella sonrisa de sol, Tobio no podía asegurar que no lo quebraría. Ya lo intentó una vez cuando lo conoció y estuvo a dos de lograrlo.

Antes de poder notarlo, la comida se había escurrido entre sus labios y hasta su estómago. Sólo quedó la caja vacía, que le suplicaba dentro de un muy bizarro mundo que la llevara a la brevedad con su dueño.

Y Kageyama quería lo mismo, deseaba ver a Hinata, pero no lo haría porque él fue quien puso las reglas y ha de predicar con el ejemplo.

.

Tras terminar el entrenamiento, Tobio junta a todos lo chicos para hablar.

—Sugawara—llama Kageyama—. Hoy te quedas un rato más entrenar—todos mira raro al entrenador, rara vez hace que alguien se quede fuera de las prácticas, menos el chico de cabello gris.

—¿Por qué sólo Suga?—pregunta el capitán del equipo.

—No, Hinata también va a quedarse—responde Tobio—. Es necesario que ambos mejoren su sincronización, gracias a ustedes no se nota pero sus tiempos no se ajustan para nada. Si no lo arreglamos ahora nos puede costar muy caro en los partidos oficiales.

Hinata y Suga se miran, no lo habían notado.

—Se me había olvidado decirles, la siguiente semana tenemos una invitación para un pequeño campamento de entrenamiento en Tokyo, nos iremos el viernes por la tarde y regresamos el martes, ya hablé con sus profesores y no va a representar ningún problema su ausencia.

Noya y Tanaka vitorean por lo alto, emocionados de ir a la ciudad y poder jugar unos partidos con los grandes equipos de Tokyo. Nunca habían tenido la oportunidad de codearse con equipos de gran calibre, ni siquiera en su prefectura. Y aunque a Hinata también le emociona, no puede evitar maldecir la inoportuna coincidencia con la fecha de su cumpleaños.

Ir con el equipo a Tokyo o pasar la fecha con su madre. Tal vez pueda llegar por otra vía, si le explica a su mamá seguro le paga el pasaje en tren hasta la ciudad, aunque también tiene que hablarlo con el entrenador.

Después de el comunicado los demás se retiran.

Hinata se siente feliz de que sus entrenamientos extras no se hayan acabado, no es lo mismo que cuando eran ellos dos pero al menos están juntos un rato más.

Una hora más tarde dan por terminada la práctica extra, Suga apenas y tiene aliento para hablar. Ha sido demasiado intenso, espera ser capaz de levantarse mañana para asistir al colegio. Por otro lado le sorprende la vitalidad de Hinata, mientras que Suga siente que las piernas se han vuelto mantequilla al sol de verano, Hinata parece una fresca lechuga. Ni cuando tenía aquella edad recuerda tener tanta resistencia.

—En verdad que el entrenamiento ha sido muy intenso—exclama Suga limpiando el sudor que no deja de caer a borbotones de su frente—. Tal vez mañana no pueda levantarme de mi cama.

—Yo siento que ha sido bastante tranquilo, si lo comparo con las otras veces—alza los hombros restando importancia al asunto y sin darse cuenta de lo que dice.

—¿Otras veces?

Hinata se petrifica en su sitio, se golpea mentalmente por su innata boca floja.

—A veces el entrenador se queda conmigo a hacer horas extras.

—¡Dios! ¿Kageyama-san te obliga?—pregunta su superior su superior horrorizado.

—¡No! yo le pedí que me ayudara porque no quería quedarme atrás, hay un montón de fundamentos que no domino y él ha sido muy amable al darme entrenamientos extras—se apresura a contestar antes de que Suga lo malentienda—. Mi idea , todo se me ocurrió a mi.

—¿De verdad?

Hinata asiente de forma dramática.

—Él nunca haría algo que yo no quisiera—"más que negar mis sentimientos" piensa con amargura.

Suga parece conforme con su respuesta, al menos de momento.

Hinata aprovecha que Kageyama fue a buscar unas cosas a su oficina y le dice a Suga que puede marcharse primero, que él va a hacerse cargo de ordenar el poco material que ocuparon y que no debe de preocuparse. Suga se niega al inicio pero después agradece que la buena voluntad de Hinata, de verdad está exhausto.

—Pensé que te había dicho que no nos quedaríamos solos—dice con el ceño fruncido.

—No es lo que cree—responde con nervios—necesitaba platicar con usted, sobre el entrenamiento del siguiente viernes.

—¿Pasa algo?

—Me ausentaré ese día, mi madre vendrá y me gustaría pasar con ella todo el día—pide inclinando su cabeza—. Yo me encargaré de llegar en la noche, por eso permita que llegue a destiempo.

A Kageyama se le remueve el estómago, sabe que es bastante complicada la situación que tiene Hinata y su mamá, que es difícil que ambos se vean y lo especial que debe ser que tu única familia pueda estar en un día así de especial para celebrar. Sus papás siempre podrían estar metidos en el trabajo, pero se aseguraban de comprar un pequeño pastel y comerlo juntos, incluso ahora que era adulto ellos nunca se ausentan. Tampoco es que fuera a pasar algo importante en el rato que no estuviera Hinata, sólo acomodar las cosas y presentarse, el verdadero entrenamiento empezaría el siguiente día. Si ellos viajarían antes era por precaución y comodidad.

—Está bien, pero a cambio—lo miró con severidad, estaba tentado a decirle que el precio por dejarlo libre era que Shoyo debía de hacer lo mismo, que debería de alejarse y olvidar que él había profesado su amor—. Tendrás que trabajar más que cualquiera durante este tiempo para compensar tu falta—pero no pudo, porque estaba seguro que tendría el efecto inverso, casi como un reto para el menor.

Y Hinata brincó en los aires con alegría, en un desbordante ataque de efusividad terminó lanzándose sobre su entrenador quien por inercia lo recibió con los brazos abiertos para evitar que se dañara si caía.

—Lo lamento— se disculpó Hinata saliendo rápidamente de sus brazos.

—¿De verdad quieres matarme, cierto?—reclama con pena.

No, Shoyo no quiere lastimarlo, pero tampoco quiere estar lejos de él. Ojalá existiera una pócima que lo hiciera crecer diez años de un solo parpadeo, así ambos estarían en condiciones igualitarias para quererse sin que el mundo se interpusiera. Quisiera descubrir todo lo que Kageyama puede enseñarle, no nada más en lo que a voley se refiere.

—Yo…

—¿Sigues aquí?— interrumpe una voz jadeante—. Hice bien en regresar por ti.

—Suga-san ¿Por qué regresó?

—Tú vives al otro lado de la montaña, no es seguro volver a estas horas para un estudiante—sonríe con calidez—. Llamé a mi casa para decirle a mi mamá que llevaría a alguien así que llama a tus padres para avisar que no llegarás.

Cuando Sugawara dice aquellas palabras, se le estruja el corazón al pelinegro. Hinata iba a pasar la noche en una casa que no era la suya, seguramente también ayudaría con la cena como es su amable costrumbre y compartirá sus preciados manjares toda la familia del armador. Se lo imaginó, durmiendo en la misma cama y muy junto de su sempai, rozando sus juveniles pieles.

—No será necesario—contestó el pequeño cuervo haciendo una reverencia en forma de disculpa—. Sé que ha sido largo el camino que ha recorrido pero...—le dió una mirada, como si estuviera reiterando alguna clase de fidelidad con Kageyama—, será mejor que vaya mi propia casa para no importunar.

Hinata había leído su expresión, sus dudas y temores. Ponía en peligro su integridad por él.

—No seas necio, es noche así que acepta la amabilidad del joven Sugawara—lo regañó sin mirarlo, no quería ver la cara traicionada que seguramente tendría por mandarlo al hogar de otro—. Ahora vayan a casa antes de que se haga más tarde.

Lo único que pudo hacer Shoyo fue torcer la boca e ir con Suga.

Esto sería más difícil de lo que pensaba.


Regresé!

Este semestre en la universidad ha sido demasiado rudo :/ por lo que espero perdonen mi casi nula actividad, pero de verdad que ni siquiera he podido pasar los mil borradores que están escritos en mi teléfono. Una disculpa. También me disculpo por la ortografía del capítulo anterior, subí la actualización sin checarlo y habían un montón de dedazos y de autocorreciones del teléfono xD pero quien manda a no advertirme que había que había que revisar esas cosas.

Les dejo un nuevo capítulo, espero lo disfruten.

H dice: Hola, no fue mi culpa esta vez si van a golpear a alguien que sea a Rina.

Un saludo muy especial a Tokshoh que nos anima con sus comentarios :D te amamos.

Nos leemos pronto~