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EL CIELO LOS UNIÓ

(o al menos lo intentó)

V

La encontró en la terraza. Yamato sabía que la encontraría ahí y no es como si una nube gris sobre su cabeza delatará su posición. No era algo que Yamato necesitase de todas formas. Sora no levantó la cabeza hasta que lo tuvo a su lado. Le regaló una sonrisa que quedó triste pero que enterneció a Yamato. Incluso tan desanimada como se encontraba se esforzaba en hacerle sentir feliz.

Depositó una bolsa ante ella que desprendía un olor delicioso y adictivo. No había ramen, sí una rica y grasienta hamburguesa. Aunque tuviese el estómago cerrado por la angustia la deseaba pero no se sentía digna de ella. Bajó la cabeza y Yamato se acuclilló a su lado.

Jugueteó con sus mechones y la besó en la nariz. La sonrisa de Sora fue más sincera pero igualmente triste.

—Tenía razón. Taichi, tú, el mundo. Siento no haberte escuchado antes —dijo al fin.

—Creo que si Taichi se puso tan a la defensiva es porque hay sentimientos reales, ¿no crees? —dijo Yamato, ignorando sus palabras.

Sora suspiró y Yamato se sentó en la mesa sin dejar de mirarla.

—No sigas con eso —cubrió la cara con sus manos.

Yamato se las apartó y le depositó otro beso en la nariz.

—Estoy orgulloso de ti —dijo, pero Sora se revolvió incómoda. Cruzó los brazos a la defensiva.

—Taichi me odia.

Yamato rodó los ojos por lo exagerado de su afirmación.

—Nadie te odia. ¿Has hablado con Taichi?

—No —musitó con los labios apretados—, lo evito desde lo de la playa.

—Pues háblale, seguro que ya se le ha olvidado. Y si no dale de comer hasta que se le olvide —sonrió satisfecho por la discreta risa de Sora.

—No es solo Taichi —descruzó los brazos y los bajó en actitud de derrota—, nada sirvió. Todo fue una molestia para nuestros amigos y para ti. Mimi y Koushiro, por ejemplo, siguen igual que siempre.

—Koushiro viste mejor —dijo Yamato, pero Sora lo miró con incredulidad.

—¿Tú crees?

—No —bajó la cabeza por su inútil mentira. Volvió a mirarla a los ojos—. Pero sí es más comunicativo con las chicas, con Mimi. Puede que no sean novios pero su relación ahora es más sincera.

Sora lo escuchó pero no terminó de convencerse.

—No sé, tal vez… ¿pero y que me dices de tu hermano? —sacó el celular y le mostró su nueva foto de perfil—, ¿quién es esta chica?

Yamato se encogió de hombros.

—Mi hermano es un pequeño troll descarriado pero mira a Hikari —puso el perfil de Hikari. Sora no supo como reaccionar de primeras.

—Se ve feliz.

—Y Daisuke te gusta. Es un buen chico para Hikari —comentó Yamato viendo la foto de ambos comiendo un helado manchados y sonrientes.

—Sí, pero… —Sora hizo un mohín—, quería que Hikari fuese mi hermana.

—Junta a Jun con mi hermano —instó Yamato. Perdió la sonrisa al ver que Sora realmente parecía pensarlo—. No me hagas eso, por favor.

Sora rio y le dio un toque en la nariz. Yamato rio con ella, dichoso por empezar a verla más animada.

—Pero eso no fue obra mía a fin de cuentas —suspiró, ya inmersa en sus reflexiones—. Pensé que el domingo podíamos salir con Jou y su novia pero ya vuelven a estar siempre no disponibles. Siempre estudiando.

—Pero para ellos está bien, además por fin conociste a la novia de Jou —Sora hizo una mueca. Realmente comprobar su existencia fue algo que le hizo ilusión—, y yo recuperé mi amistad con Akira —y la mueca se transformó en sonrisa complacida por la emoción que reflejaba Yamato.

Regresó el silencio y Yamato volvió a juguetear con sus mechones que cubrían sus ojos de manera sombría.

—Y mientras te buscaba para comer vi que Taichi y Meiko estaban comiendo juntos y parecían bastante cómodos.

Sora alzó la cabeza.

—¿En serio?

Daba por hecho que su acción habría provocado que se evitasen y que si había existido la posibilidad de algún tipo de acercamiento entre ellos alguna vez habría desaparecido para siempre.

—Es posible que por fin le hayas devuelto ese empujón que le debías a Taichi —y Sora se sonrojó por recordar las maravillosas consecuencias de ese empujón.

—Entonces, ¿crees de verdad que nuestros amigos ahora son un poco más felices?

Yamato asintió y Sora supo que no era para complacerla, que de verdad lo pensaba. Sus ojos nunca mentían, sus sonrisas nunca eran gratuitas.

—Sé que sientes que debes cuidar de todos tus amigos y es algo que admiro y me hace estar orgulloso pero por favor, prométeme que nunca te sentirás culpable por ser feliz. Porque tú también te lo mereces —apartó la mirada levemente sonrojado. No solía decir este tipo de cosas pero también sabía, que a veces, Sora necesitaba escucharlas. Lo sabía desde que la sacó de aquella cueva solo con palabras. La volvió a mirar—. No te prives de ser feliz. No me prives de poder hacerte feliz.

¿Por qué Yamato veía siempre tan claro su corazón?

Supuso que por eso mismo era la persona capaz de hacerle tan feliz. Fue consciente entonces de que no podría negárselo nunca, porque para Sora hacer feliz a Yamato era el más prioritario de sus asuntos.

No llegó a derramar lágrimas pero si sintió los ojos humedecidos. Asintió; los cerró para contener su emoción, su felicidad, su amor. Respiró y cuando los abrió, vio la hamburguesa ante ella y rio.

—Come o se quedará fría —Yamato, ya sentado en el banco, comía la suya con parsimonia.

Sora sintió que se lo merecía. Todo. A Yamato. La felicidad. El amor. Y por supuesto esa tentadora hamburguesa. Le dio un ansiado bocado.

—Yamato, ¡hoy quiero hacerte feliz solo a ti! —exclamó de repente, de nuevo envuelta por esa energía que había estado irradiando en los últimos días.

Yamato se atragantó levemente y Sora se sonrojó al entender que pensamiento había pasado por su mente. Se mordió el labio traviesa.

—Eso también… —y la sonrisa de Yamato, con ese leve rubor, le pareció lo más adorable y deseable que había visto nunca—, pero antes he pensado que podemos ir al museo de ciencia. Sé que hay una exposición sobre tecnología astronáutica a la que seguro tienes ganas de ir.

Yamato la miró ilusionado como un niño. Quizá lo había dicho en voz alta en alguna ocasión o quizá Sora leyese su mente tan bien como su corazón. Sí, Yamato se permitía tener razonamientos cursis cuando se trataba de Sora y ni encontrar un mensaje de Koushiro en su teléfono aclarándole que actividad nerd le haría ilusión a Yamato le arrebataría el sentimiento de comunión mística que ya se había apoderado de él.

Daba igual de todas formas. Lo importante era que lo sabía. Siempre lo sabía. Su Sora seguía siendo SU Sora y él seguía amándola por encima de cualquier cosa.

—¿Sabes a quien le gusta también mucho la ciencia y la tecnología? —empezó con naturalidad— A Miyako. ¿Por qué no la llamas y vamos con ella?

Sora se sintió un poco desconcertada pero asintió.

—Claro. Hace tiempo que no estoy con Miyako-chan.

—Genial. Llamaré a Ken también —lo dijo despacio y tranquilo, mientras hacía una bola con la servilleta y la tiraba, como si encestase, al centro de la mesa.

Se levantó, Sora había dejado de comer y miraba atentamente esa bola arrugada en un casi estado de shock.

—Ken y Miyako… —susurraba—… son perfectos.

Buscó rápidamente con la mirada a Yamato que de pie, a su lado, sonreía triunfal.

—Pero… tú no, nunca estuviste de acuerdo… no… ¿por qué harías algo así?

Y Yamato negó; enamorado y feliz. Se inclinó y la besó. De esa manera como nunca la besaba en la escuela, ni siquiera si estaban en la intimidad de la terraza. De esa manera como la besaba solo cuando eran ellos dos, cuando el tiempo no trascurría, cuando las palabras no existían.

«Porque me ama»

-OWARI-

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#Iorienmicorazón