Carlos daba vueltas por el salón. Aún no sabía cómo afrontar aquella situación. No después de aquella conversación con Evie.

Se lo hemos dicho a Malice—soltó Evie de sopetón.

Fue tanta la seriedad y el nerviosismo con que lo dijo que Carlos no había podido evitar sonreír.

¿El qué? Que aunque Mal sea la badass de apariencia fría y determinada eres tú la que...

¡Carlos, por todos los demonios! —había exclamado Evie. Luego había reído— Eso no lo tiene que saber. —Luego había hecho una pausa—. No, lo que le hemos dicho es que los cuatro descendemos de villanos.

¿¡Qué!? —Él había apoyado la taza de café repentinamente en la mesa. Y se había dado cuenta del grito que había pegado porque todas las cabezas de aquella cafetería se habían girado en su dirección. Luego había añadido en un susurro ahogado—: ¿Cómo que le habéis dicho eso?

Evie había suspirado.

Lo preguntó.

Y, ¿cómo se lo ha tomado?

Aún tiene miedo. Cree que la llevarán a la Isla. Me he acercado a su cuarto estas últimas noches. Habla y grita en sueños, y a veces llora. Luego me dice que Maléfica vendrá para llevársela. Mal no me dice nada, pero está mal por esto. Odia ver a la niña así. De verdad, en un principio creímos que no le costaría tanto aceptarlo, pero ahora...

Carlos había colocado la mano sobre la de su amiga para reconfortarla.

Esto quiere decir...

Que deberíais decírselo a JC cuanto antes. Malice es horrible guardando secretos.

Y así estaban las cosas, se decía Carlos. Y siguió dando vueltas por el salón pensando en cómo se lo diría a su hijo. Evie le había sugerido que con tacto, que Mal probó sin él y fue un desastre.

—JC, hijo—empezó, hablándole al aire— Tu abuela es Cruella de Vil. Sí, la que quería despellejar cachorritos para hacerse abrigos. Vale, eso no se lo puedo decir—convino Carlos consigo mismo—. La del cuento de los 101 dálmatas. Es una mujer obsesiva y algo chiflada. No fue tan mala madre, pero me trataba como un secuaz o un criado. ¡No, no! ¡Así tampoco!

La puerta de entrada de la casa se abrió entonces y entró Jay. Tenía preocupación en los ojos.

— ¿Qué ha pasado, Carlos? ¿Por qué gritabas? ¿Estás bien? —dijo acercándose y dándole un abrazo.

—Sí —dijo, y se apretujó más contra su marido—, es solo que...—Luego cayó en la cuenta de algo y se separó— ¿Dónde está JC? ¿No te había acompañado a comprar?

—Sí, está fuera, practicando Tourney. Ahora que es el capitán del equipo Infantil de la Escuela Primaria de Auradon, con sus solo seis añitos, debe practicar. Ahora —dijo Jay y le dio un beso en los labios— me puedes decir, ¿por qué estás tan nervioso?

—Es solo que Evie me ha dicho que le han contado a Malice que los cuatro descendemos de villanos y, como esa niña no se puede guardar nada, le hemos de contar a JC nosotros antes de que se lo suelte ella en un descuido y no sé cómo hacerlo.

—Eso... —comenzó Jay, pero su móvil comenzó a sonar—. Ahora seguimos hablando—Y se dirigió a la cocina mientras descolgaba—. Hombre, Mal Bertha...

Y entonces el sonido quedó demasiado lejano.

«— ¡Qué oportuna, Mal!—se dijo Carlos.»

Entonces la puerta de entrada volvió a abrirse y entró JC. Tenía su pelo rizado pegado a la frente por el sudor y sonreía ampliamente.

—Se presenta el capitán JC de Vil. ¡Dadme una J! ¡Dadme un C! Que tenemos ¡JC! —gritó su hijo con emoción.

Luego corrió hasta él para un abrazo. Carlos le aupó y le abrazó. Luego le miró a los ojos.

—Hijo, ¿estás seguro de que no quieres ser parte de las animadoras?

—No, papi, porque si no le quitaría el puesto de capitana a Malice y se enfadaría conmigo. Tiene muy mal genio.

Carlos rio y le dejó en el suelo.

—JC, tengo que contarte algo. Ven, sentémonos en el sillón—El niño asintió y corrió a sentarse. Él se sentó a su lado—. No sé cómo contarte esto...

Su hijo le miró arrugando el entrecejo. Sus ojos parecían cerrarse totalmente con ese gesto.

— ¿El qué, papi?

—Esto... ¿alguna vez te has preguntado quienes son tus abuelos?

El niño sonrió.

—Sí, claro, pero ahora ya lo sé.

—Sí, lo sabes —Carlos abrió los ojos ampliamente y miró a JC—, ¿¡lo sabes!?

—Sí, papi. Jafar y Cruella de Vil. Bueno me voy a jugar a los videojuegos—Y salió corriendo a la planta de arriba ante la atónita mirada de Carlos.

—Te quise decir—comenzó Jay, que salía de la cocina— antes de que Mal llamara, que eso no era necesario. JC me lo preguntó hace unos días y se lo conté.

— ¿¡Y no me dices nada!?—exclamó Carlos indignado golpeando el sofá con el puño.

Jay le sonrió.

—No creí que fuera un drama familiar tan grande. Si hubiese sabido esto te lo habría dicho.

—Yo tratando de no crearle traumas a nuestro hijo y tú...tú...

Jay se acercó hasta él, y se agachó al llegar al borde del sillón. Le miró.

—No está traumatizado, se lo tomó bien—Y le dio un beso en los labios—. Sólo le dije que cuando su abuelo se muera le regalaré la vara de la serpiente, que es muy chula y le ayudará a hechizar a la gente para que hagan lo que el quiera.

— ¡Jay, eso es a todo punto irresponsable! Eres...

Jay le seguía mirando con una sonrisita.

— ¿Sí?

—Eres irresistiblemente irresponsable —Jay le sonrió más ampliamente, luego le besó y volvió a levantarse.

—Todo lo que tú quieras, pero el niño está feliz y sin traumas —dijo dirigiéndose de nuevo a la cocina— Y ya le vale a Mal, mira que soltar todas las cosas malas que hicieron sus abuelas para explicar las cosas. Me lo acaba de contar. Normal que Malice esté asustada. Debió contárselo Evie desde el principio.

—Coincido—dijo Carlos y recostó la cabeza en el sillón. Luego murmuró—: A veces no sé qué haría sin él.