Sé tú mismo

Dmitry Nikiforov me esperaba sentado en la barra.

Fruncí el ceño, reconociendo que lucía mucho mejor que la noche anterior.

Casi decente.

Viktor.

Lo siento.

Ciertamente lucía como un hombre respetable, no como el malnacido que se había encargado de culpar a su hijo del abandono de su esposa, no abiertamente, en un principio, más bien a base de pequeñas acciones y comentarios bien disimulados que habían calado hondo, durante años.

Yo había esperado ser quien llegara el primero y encontrarme en su lugar, no al revés, considerando que todavía faltaban veinte minutos para las siete de la noche.

Pero como dicen: Al mal paso, darle prisa.

Estás temblando.

Es tu imaginación.

No te muevas.

Uh...

Vitya bobo, no puedes engañarme a mí.

Avancé con paso seguro, tomando asiento a su lado y lo miré de reojo.

Tenso, Dmitry aclaró su garganta.

—Escucha, Viktor...

Chst —chasqueé la lengua—, te dije que nos reuniríamos a la siete, ¿lo has olvidado? Son las seis y cuarenta, aún no es hora.

Me miró largo y tendido, asintiendo tras lo que bien pudo ser un minuto, mas se sintió como una hora.

Permanecimos ahí, rígidos los dos, sin atrevernos a hacer nada que no fuese esperar.

El bartender notó la tensión y, muy inteligente de su parte, decidió no acercarse. Chris debía haberle hecho saber de lo que sucedería, en general.

Veinte minutos de incomodidad pura.

Es una forma de decirlo.

Aún tiemblas.

Abrazar a Yuuri me ayuda mucho.

Mhhh...

El reloj marcó las siete y me giré deliberadamente lento hacia el hombre que me había criado.

—Entonces, Dmitry —él frunció el ceño al oír su nombre en lugar del título que ostentaba y por el que, se suponía, debía llamarlo—, ¿a qué has venido, exactamente?

Entreabrió los labios, su lengua lista para arrojar palabras hirientes, camufladas con cuidado y atención. Estaba preparado para lo que viniera, no me volvería a tumbar.

—Vine a pedirte perdón.

Me desestabilizó así de fácil.

Entrecerré los ojos en su dirección.

—Y decidiste hacerlo, cinco años después de que me fuera, porque...

—Porque voy a morir...

Ahogué un jadeo, abriendo los ojos tanto como era humanamente posible.

—...algún día...

Me mordí la lengua justo a tiempo para contener un merecido insulto.

—y no quiero hacerlo sabiendo que mi único hijo me odia.

Ah, pero si hubiese tenido más de uno, seguro que no lo volvía a ver en la vida.

Viktor...

¡Eso fue lo que me dio a entender!

No exactamente...

Resoplé.

Sé maduro me recordé, cosa que Dmitry acababa de obviar por completo.

Él rascó detrás de su cabeza, a la expectativa.

—No te odio —solté y los ojos de Dmitry brillaron—, tanto...

Para mi sorpresa, se echó a reír.

A reír como todo un condenado, o un loco.

Echó la cabeza hacia atrás, dejando que la carcajada resonara fuerte y clara.

Lo contemplé, estupefacto, y casi me caigo de la silla en la que me encontraba al percatarme de que muchas de las personas presentes lo observaban, como era de esperarse pero, en lugar de lucir fastidiadas, sonreían tranquilas, ¡algunas hasta estaban sonrojadas! Regresé mi atención a papá y entendí porqué.

Dmitry Nikiforov siempre había sido un encanto mientras reía.

Yo mismo lo había dicho en más de una ocasión.

—Lo que más me gusta de papá es su risa, mami —le comenté a mi madre, cuando tenía siete—, es hermosa, toda cristalina y contagiosa.

Mi madre había asentido, sonriente.

—Su risa y su sonrisa fueron lo que primero que me llamó la atención en él, Vit'enka— me confesó y reí.

En aquel momento, sin ser capaz de controlar los temblores que sacudían su cuerpo, Dmitry lucía perfecto.

Y, en lugar de frustrarme y desear golpearlo contra la barra como el salvaje que sabía que podía ser, me dejé llenar.

Me relajé, uniéndome a él.

Los dos, juntos, reímos y reímos hasta cansarnos.

Él pidió una botella de vodka cuando nos hundimos calmados tras lanzarme una mirada contemplativa y asentí, divertido.

De tal palo, tal astilla.

Las penas con alcohol se sobrellevan mejor.

Te meteré a un grupo de Alcohólicos Anónimos.

¿En serio quieres discutir sobre alcohol y lo que le hace a nuestros sistemas, cariño?

¡Yo apenas y bebo!

¡Pero te descontrolas cada que sucede!

¡Eso es porque alguien no deja de rellenar mi copa, y no me deja soltarla hasta que es demasiado tarde!

Hablamos de todo y de nada.

Pasamos largo rato discutiendo acerca de Makkachin, el caniche que él me había regalado por mi cumpleaños número dieciséis y a quien había tenido que dejar al huir, no del todo seguro que podría hacerme cargo de él como lo merecía. Al menos, en casa de papá tendría techo y comida asegurados. Después de todo, lo admitiera o no, Dmitry amaba con locura a mi perro, casi tanto como yo lo hacía.

—Podemos ir a verlo ahora mismo, si quieres —ofreció.

¡Qué más habría querido yo! Pero se supone que aún tenía que mostrarme reticente...

—¿¡Qué estamos esperando!? —por supuesto que mandé la idea por el garete, pagamos por las botellas entre papá y yo y tomamos el primer taxi que encontramos.

Estabas todo feliz y brillante contándome sobre Makkachin horas después al volver a la habitación.

¡Se acordaba a la perfección de mí, Yuuri! Además, estaba borracho.

Esa no es una excusa.

Bueno, no te quejaste mientras te desvestía.

¡La próxima vez que llegues borracho a casa te cerraré la puerta en la cara!

Eso no es verdad.~

¿¡Me estás retando!?

¡No, amor, claro que no!

Eso pensé.

Resultó ser que papá vivía bastante cerca de la universidad, y con Makkachin de nuevo a mi lado (lamiendo mi rostro cada que me descuidaba) la conversación fluyó con aún más facilidad.

Terminamos hechos un par de desastres llorosos y él prometió estar presente el día de mi graduación y todos los demás de mi vida si yo se lo permitía.

—Además —agregó—, tengo que disculparme con ese bonito novio tuyo.

No hablaron de mí...

Por horas.

Y yo pensando que iba a resfriarme.

Papá te ama, cerdito.

Ya basta...

Casi era media noche cuando volví a la universidad y a la habitación que compartía con Yuuri, quien lucía muy preocupado.

—¡Tenias razón, Yuuri! —salté y lo abracé, risueño—, ¡fue todo un éxito!

—¿Eso quiere decir que se reconciliaron? —preguntó, animado.

Lo solté y tomé sus hombros, mirándolo con fijeza a los ojos.

—No —pronuncié —, lo asesiné.

En lugar de erizarse como pensé que ocurriría, sonrió y dijo:

—¿Y por qué no me llamaste para ayudarte a enterrar el cuerpo?

Esa fue la primera vez que te vi todo rojo.

¡Esa fue la última prueba que necesitaba para saber que no habría poder humano, celestial no demoniaco que podría separarnos!

Exagerado...

¡Tengamos sexo, Yuuri!

¿¡Por qué de la nada..!?

Eso fue lo que le grité.

Me miró estupefacto antes de romper a reír, negando con la cabeza.

—¿Y sí mejor hacemos el amor?

Me equivoqué. Ese fue el momento, no antes.

Eres un caso perdido.

Soy el roto y tú mi descosido.

... Supongo que sí.

Para no explayarme:

EL.

MEJOR.

SEXO.

DE.

LA.

VIDA.

Hasta ese momento, al menos.

Podrías detallarlo esta vez.

Sé que estás mintiendo.

Jajajaja.

Te conozco, pequeño saltamontes.

Eso crees.

Resultó increíble lo rápido que pasaron los días después de aquella noche.

Por la noche del día siguiente, papá le pidió perdón a Yuuri y Yuuri, a su vez, se disculpó con mi padre.

Ese día descubrí de quién habías heredado la sonrisa acorazonada.

A mí se me ve mejor.

Pues...

Yuuri también conoció a Makkachin y lo amó.

Ese fue amor a primera vista.

¿Y nosotros?

Es complicado.

¿Amor a primer revolcón?

¡No!

Makkachin amó a Yuuri de igual modo, claro.

Y todo estuvo perfectamente bien entonces.

Hasta que recordamos que Yuuri se iría a Moscú al terminar aquel ciclo y que yo estaba a un paso de graduarme.

Hubo algo de pánico...

Solo de tu parte.

Eso es falso.

Y de tu padre...

Más pánico...

Me acabaron por contagiar con tantas ideas pesimistas arrojadas una tras otra.

Y después calma.

Chris llegó para calmarme con una cachetada y de paso le dio una a mi padre.

Yuuri le dio una a él, dejándose llevar.

Me disculpé...

Y él te perdonó.

Hmmmm...

Chris nos hizo ver que era lo mejor que podía suceder, recordándome la oferta de trabajo directa en Moscú que me había llegado un par de semanas atrás.

Papá decidió que se movería igual, de tal modo que pudiéramos vernos seguidos, y debía entregarme a mi perro.

¿Ahora me dirás que Chris no es el mejor amigo universal?

No te he contado lo mucho que Phichit-kun me ayudó, sin lugar a dudas.

¿Umh?

No pienses cosas raras...

Claro que no. Lo conociste cuando ya estábamos juntos.

Y tú lo hiciste en un pésimo momento.

Que estuvieras semidesnudo y entre sus brazos no tenía porqué hacerme pensar mal.

Estaba ayudándome con el traje cuando me resbalé...

Mh hmmm.~

Viktor...

El día de la graduación fue un pequeño caos a gran escala.

Pero todo salió bien al final.

Chris y tú me persiguieron bañados en pintura entre las sillas de los invitados...

¡Y fue muy divertido!

¡No para mí!

No pude acompañar a Yuuri al aeropuerto, porque me encontraría con Lilia y, para ella, Yuuri llevaba semanas soltero.

Oh, la deliciosa ironía.

Cállate, Viktor.

Oblígame.~

Me reuní con Yuuko, que no había notificado a Lilia sobre su relación con Takeshi y tampoco pensabas terminarla.

Los dos juntos fuimos de los primeros en presentarnos ante nuestra nueva maestra y presentar respetos y agradecimiento.

Me abstuve de sacar mi teléfono celular y Yuuko me imitó. Los dos sabíamos bien que nuestras bandejas de entrada estarían atestadas de mensajes para cuando las revisáramos.

Ahora que lo recuerdo, ¿cuánto hace que Yuuko dio a luz?

Hmmmm... Ya va a ser un año.

¡Awwwwwww! ¿Podemos ir a visitarlos?

Seguro. He querido viajar a Japón desde hace meses.

¿Y de paso vemos posibles vientres de alquiler?

Se-¿¡EH!?

Pasaron tres interminables semanas tras la partida de Yuuri para que pudiéramos vernos de nuevo.

Besarlo después de tanto fue la gloria.

Me llevó a conocer el ballet Bolshoi y... W O W.

Nos tomamos muchas fotografías, vestidos como un par de pordioseros y más que contentos, claro que solo en la entrada, pero eso nos bastó y sobró. La puerta por sí sola era una obra de arte.

¡Ni siquiera tenemos fecha para la boda!

¡Que sea mañana!

¡Te negaste a casarte conmigo hasta que consiga diez papeles protagónicos, no me vengas con eso ahora, Nikiforov!

¡Pero ya vas siete!, ¡con eso basta!

¡NO ME SUBESTIMES!

¡No lo hago!, ¡Yuuri, vuelve aquí!

¡VIKTOR IDIOTA!

¡Abre la puerta, Yuuri!

¡Lárgate!

¡YUUUUURIIIIII!

Conservo una de todas aquellas fotografías, es mi favorita.

Sin duda lucimos como un par de bobos pero, es Viktor, todo lo que importa es lo que somos.

Todo lo que importa es que seamos nosotros mismos.

Fin

¡Un millón de gracias por leer! 333

Abrazos a la distancia.

BlAnWhiDe. 🎭🎹🎭