Los personajes de esta serie no son de mi propiedad.

1 –

La habitación estaba ligeramente alumbrada por la luz del sol que entraba por el porche, se sentía tensión ante el encuentro de un pasado que le era esquivo. Miró directo a aquel par de ojos azules que le sonreían, que le recordaban, que le pesaban. Lo vio pasarse de un lado a otro con los brazos cruzados, así como cuando eran jóvenes. Sólo que esta ocasión no portaba el uniforme de la escuela, sino un traje azul marino de casimir y un par de zapatos Oxford de piel de venado. Aunque le pidió que se descalzara, no accedió; temía el arduo trabajo que sería el limpiar el suelo. En cambio, el vestía un traje tradicional japonés oscuro y estaba sentado sobre sus piernas, totalmente recto.

– Jun, Jun, Jun –se detuvo en seco, dándole la espalda–, me costó mucho encontrarte. Saber que te casaste y cambiaste tu apellido, no sé si realmente me hace feliz.

– Luka, pensé que seguías en Rusia…

– Tienes una deuda conmigo. Y te aseguro que no querrás quedar mal con un Ayase –ladeó la cabeza para verlo desde arriba–. ¿Lo recuerdas?

– Sí –contestó tajante.

Pensar que aquel hombre rubio, atractivo y fornido, fue su mejor amigo cuando joven, le hacía sentir escalofríos. Y no de los agradables. Fue una tonta apuesta ante su increíble debilidad al alcohol, fue fácil suponer que se trataría de un juego de párvulos. Sin embargo, ahí estaba, frente a él, el heredero de toda la fortuna de los Ayase. Y los rumores sobre la dudosa procedencia de su fortuna, eran tema discutible. No, no le convenía hacerse el desentendido.

– Muy bien, entonces mañana traeré a mi pequeña para que conozca a su futuro esposo –sentenció.

– Luka… creo que tenemos un problema –carraspeó nervioso. Rogaba a los cielos que su acompañante no sacará un arma y le volara los sesos.

– ¿Sigues siendo un mojigato? ¡Y eso que te quedaste con la chica! –Se acuclilló para poder quedar de frente, le dedicó una mirada amenazante–. ¿Acaso eres estéril?

– ¡Cla-claro que no! –se sonrojó ligeramente–. Es sólo que… es chica.

– Oh… –posó una de sus manos en su barbilla, meditando, sopesando la información–. ¿Y? En estos tiempos ya no es impedimento.

– Aún no es mayor de edad –tragó saliva.

– Está bien. Jun, Jun, te preocupas por insignificancias, como siempre –le sonrió como en los viejos tiempos–. Servirá para que se conozcan y puedan hacerse a la idea. Será mejor que le digas, sé un buen padre, ¿quieres?

Lo vio levantarse, abrir la puerta e irse. En ese mismo instante una chica de cabello azul entró a la habitación, donde aún él estaba intentando componerse. Si su esposa estuviera viva, seguramente hubiera encontrado la forma de solucionarlo.

– ¿Quién era ese hombre, padre? –habló despacio, todavía mirando la puerta por la que había salido el rubio.

– Umi, cariño, siéntate –le dijo, dando pequeños golpes al espacio vacío que tenía a un lado–. Tenemos que hablar.

Un BMW Serie 5 Sedán color gris estaba estacionado a las afueras de un dojo japonés. En la entrada podía leerse "Sonoda". El conductor traía unos guantes de piel y se encontraba agarrando con fuerza el volante. Su copiloto lo estaba sacando de sus casillas, pero ante todo, tenía que comprender que era aún una adolescente a la cual le estaban obligando a contraer matrimonio con una total desconocida.

– Elichika, por favor…

– ¡NO!

– Elichika –se dignó a verla a los ojos y sintió la furia ajena. Suspiró.

– ¡Esto es muy injusto!

– Lo hago por tu bien… sabes la situación por la que estamos pasando.

– Mi madre nunca hubiera permitido esto –fue casi un susurro, pero fue perfectamente audible para el mayor.

– Tu madre te abandonó.

– Claro, si hubiera estado en su lugar también hubiera huido –espetó, mirándolo con mucho coraje.

No era la primera vez que su padre hacía lo que le diera en gana. Como la vez en que la obligó a vivir en Japón para después regresarla a Rusia. Sí, la mayoría de las veces era por cuestión de seguridad debido a los malos caminos por los que se andaba el hombre, pero eso impedía que tuviera una vida normal y apacible. Los mejores años fueron aquellos que compartió tranquilamente con su madre y su hermana. Sin embargo, ahora no sabía dónde se encontraba ninguna de las dos. Poco a poco le fue arrebatando todo, intentando sustituirlo con bienes materiales que, si bien le facilitaban la vida, también le hacían sentir cada día más vacía.

– Te aseguro, Eli, que esto será más agradable de lo que crees. La familia Sonoda está conformada por personas muy razonables –la tomó por un hombro, intentando darle ánimos y al mismo tiempo, autoconvencerse.

– De todos modos no es como que pueda decidir… –volvió la vista a la ventana y vislumbró el enorme recinto.

– Vamos.

Ambos salieron del carro. El hombre se desnudó una de sus manos para poder tocar la puerta. Fue cuestión de segundos para que una persona de cabello negro y ojos amielados abriera ante el llamado. Hizo una pequeña reverencia y los invitó a pasar. Iban caminando por el sendero que estaba adornado con un sinfín de flores y plantas de todo tipo. El ambiente era fresco y acogedor. Llegando a la entrada, antes de pasar al suelo de madera, los detuvo.

– Por favor, descálcense.

Eli no dudó en hacerlo. Sin embargo, el hombre parecía reticente a querer ensuciar sus calcetas de alta costura, terminó accediendo ante la mirada de fastidio de su hija. Volvieron a seguir al moreno. La rubia lo examinó todo a su paso, el estilo de la casa, la decoración, los muebles, el acomodo de las cosas, todo le parecía una invitación al aburrimiento. Sobre todo la vestimenta del otro hombre que era blanca en la parte superior y oscura en la parte baja, nada de lujos, nada de ostentos. Todo llano, muy simplista, a sus ojos acostumbrados a lo deslumbrante de lo material.

Abrió las puertas a una habitación donde se encontraba una pequeña mesa con algunos refrigerios y bebidas, con un movimiento de su brazo los invitó a pasar y a instalarse.

– Pueden tomar lo que gusten –agregó–. En un momento los acompañaremos.

– Parecen personas aburridas –comentó Eli en cuanto vio desaparecer al otro hombre.

– Te equivocas –le dijo su padre dedicándole una sonrisa–. Son personas con modales, cosa que a veces dudo que tengas.

La chica le dedicó una mirada pesada a su progenitor. Detestaba el hecho de que fuera la copia de su padre, pero en femenino. Tenían el mismo color de cabello, el mismo color de ojos, los mismos gestos e incluso, muy a su pesar, el mismo temperamento. Hubiera deseado tener la recatada belleza de su madre, o lo que recordaba de ella, y no ser la "rubia despampanante" de todas las escuelas y lugares a los que se presentaba.

El ruido de la puerta al abrirse le obligó a mirar en su dirección. De nuevo aparecía aquel hombre enclenque y condescendiente de hace rato. Iba acompañado por una chica con un cabello azulado que le cubría toda la espalda, vestía un yukata azul rey con pequeñas flores amarillas y rojas. Tenía una expresión solemne e iba ligeramente cabizbaja. Vaya, es mujer… pensó Eli. Sus ojos se encontraron, tenía el mismo color de iris que su padre, sin embargo, su mirar era más firme.

– Bienvenidos –habló la chica haciendo una reverencia–. Permítanme presentarme, mi nombre es Sonoda Umi.

– Un placer –se levantó el hombre rubio de su lugar, fue directamente hacia la chica, se desfundó una mano para tomar la de la peliazul y depositarle un suave beso–. Ayase Luka. Ella es mi hija, Ayase Eli.

De nuevo una reverencia, un poco más pronunciada debido al sonrojo que intentó ocultar. Eli, por su parte, parecía aburrida con todo el espectáculo de las presentaciones. Quería irse lo más pronto posible de aquel lugar, estaba fastidiada y molesta. Si su propósito era mostrar negación ante la situación, lo estaba cumpliendo al pie de la letra. Miró hacia el exterior, como solía hacerlo cuando estaba en clases.

Cuando regresó su vista a lo que ocurría, se encontró con la figura de Umi sentada enfrente de ella, con un té entre sus manos, los ojos cerrados, respirando acompasadamente. ¿Ella estará bien? Se preguntó la rubia.

– Luka, podríamos acelerar esto –habló tímidamente el padre de Umi.

– Pero Jun, seremos familia –se dirigió hacia él y le dio un efusivo abrazo–. No seas un aguafiestas.

– Es que… tenemos que abrir el dojo.

– Nada de eso, hoy es día de celebración.

– Pero aún no se van a casar.

– Día de celebración, dije –espetó y le dedicó una de esas miradas que él sabía le harían callar.

– Muy bien, ya la vi, ya la conocí, ¿ya me puedo ir? –comentó la rubia mientras se estiraba con pereza.

– Elichika…

– Umi, ¿por qué no le muestras el dojo a Eli-san? –comentó Jun.

– Claro, padre –se puso de pie y, mirando a la rubia, continuó–. ¿Podría acompañarme?

– Tsk –Eli se levantó. Sabía que no tendría opción, sino su padre la regañaría.

Salieron de la habitación, dejando a los dos hombres para que arreglaran ciertos asuntos que tenían pendientes, aparte de ser la mejor excusa para que ambas chicas empezaran con la interacción. Eli la seguía a paso lento, mirando los lugares que le señalaba, medio escuchando y medio ignorando todo el discurso aburrido al que recurría para referirse a ciertos lugares. No lo podía negar, el lugar era hermoso, pero no encajaba con ella. Ni siquiera Sonoda Umi lo hacía. Nada podía quedar con ella, el matrimonio, la vida apacible, la estabilidad. El compromiso. Eso no era para ella. Divagó por un momento en todas las tareas que tenía pendientes en la Universidad, pero probablemente, hiciera o no trabajos, ella saldría bien. Como de costumbre.

– ¿Ayase-san?

De repente escuchó la voz que demandaba su atención. Umi estaba frente a ella, mirándola con curiosidad.

– Ne, Umi, ¿cuántos años tienes?

– 16.

La observó por un momento. Parecía estar tranquila con toda la situación. 16 años.

– ¿Estudias?

– Sí.

– ¿Estás bien con todo esto?

– No.

– Oh –de repente, un destello de luz irrumpió en su cerebro–. Podríamos buscar la forma de impedir que todo esto pase, ¿sabes?

Umi le dedicó una mirada que la rubia no supo descifrar. Desde un inicio su rostro había permanecido inexpresivo, salvo el sonrojo que le mostró a su padre. La vio girar sobre sus talones, para darle la espalda y seguir con el recorrido. Eli frunció el ceño.

– De ese lado se encuentra el espacio dedicado a los arqueros –lo dijo mecánicamente, como si ya se supiera lo que tenía que decir sobre cada lugar. Siguió sin voltear–. Tal vez para ti es fácil contradecir a tu padre, pero yo no puedo hacerlo. Él es todo lo que tengo. Ha dado su vida, su tiempo y todo su esfuerzo para mantener este lugar en pie en nombre de mi madre. Lo menos que puedo hacer es ayudarlo.

Eli la observó, en su voz se podía entrever una convicción de la que ella siempre carecía. Pensar en ello le obligaba a sonrojarse del coraje, quizá envidia. Nadie tenía porque ser tan petulante. Ella bien podría presumir mil y un cosas, pero pocas con tal profundidad y significado. En cuestión de minutos, aquella chica le hizo sentir insignificante.

– De este lado, están las instalaciones para los que practican kendo –continuó, como si nada.

– Oye, ¿y tú qué haces? –interrumpió.

– ¿Disculpa? –volteó para verla.

– Sí, de todo esto, ¿qué haces?

– Ah… –se quedó un rato en silencio, meditando si le convenía responder o no. Se sonrojó ligeramente–. Danza tradicional.

– Harasho –le sonrió y siguió el camino con ella.

Pasaron por todos los lugares, hasta los más recónditos, del dojo. De esa manera la rubia fue consciente de todo el trabajo que hacían en aquel lugar que le parecía en suma raro. No eran sólo las actividades que se realizaban, sino todo el empeño que dedicaban para ambientar el lugar. Quizá no era algo totalmente contrario a ella, sino diferente. Algo desconocido, que sin que ella se diera cuenta, empezaba a sembrar miedo y dudas a cada paso intermitente que daba.

– ¿Qué más haces, Umi? –preguntó al aire, interrumpiendo de nuevo su discurso sobre las flores que utilizaban para adornar los exteriores de los recintos dependiendo de la actividad que se realizara en él. La nombrada le dedicó una mirada confusa–. Cuéntame de ti.

– ¿Realmente te interesa o lo haces únicamente para sacar tema de conversación?

– Ambos –dijo mirándola fijamente–. Al final de cuentas, serás la persona con la que pase el resto de mi vida.

La peliazul dio un respingo y se sonrojó notoriamente. ¿Qué diablos le pasa a esta chica? Pensó. Se rascó ligeramente la mejilla, indagando sobre su persona. Nunca le gustó hablar de ella. Fue testigo de personas que se contradecían al hablar sobre ellas mismas.

– Pues… practico kendo, arco, danza, se tocar el shamisen, especialmente en estilo Nagauta –se dio la vuelta para encaminarse al lugar de donde habían salido y reencontrarse con sus padres. Carraspeó ligeramente, empezaba a sentirse incómoda–. Me gusta leer, escribir… Soy vicepresidenta del consejo estudiantil en mi escuela.

– Seguro eres popular –le dijo desde atrás. La chica la seguía con las manos metidas en las bolsas de su chamarra de cuero, se encontraba mirando hacia la salida–. Yo solía ser presidenta, era bastante molesto, sobretodo porque iba en una escuela exclusiva para chicas. A veces eran un poco… intensas.

– Sí… –se volvió a sonrojar al recordar las cartas que a veces recibía, las cuales seguía sin responder–. ¿Y usted, Ayase-san?

– Puedes decirme Eli, me haces sentir una anciana. Sinceramente, no hay mucho que pueda decir de mí –en realidad disfrutaba el escrutinio, el interrogatorio, el acercamiento unilateral que parecía estar incomodando a la peliazul. Estaba sonriendo, pero no de felicidad–. Por cierto, ya que tenemos que conocernos y todas esas sandeces, ¿qué te parece si nos vemos una vez al mes? Así no obstruimos nuestras actuales vidas.

Umi la miró en silencio, cuestionándola. De repente, Eli escuchó a la distancia la estrepitosa risa de su padre. Ambas voltearon a ver a la entrada de la casa y lo vieron salir. Iba dando pequeños brincos sobre un pie en el intento de ponerse de nuevo sus costosos zapatos, venía con un suave tono carmín en sus mejillas y una sonrisa tenue. Estuvo tomando, lo sabía porque su progenitor se volvía una persona bastante tratable cuando estaba de buen humor y más aún con unas cuantas gotas de alcohol recorriéndole las venas. Volteó a ver a su compañera, que parecía estar sorprendida por la repentina aparición del mayor de los Ayase y también se podía adivinar cierta preocupación en su mirar. Y al regresar la vista, entendió el motivo: su padre venía tambaleándose.

– Cariño, hemos encontrado la solución a la situación –el rubio abrazó a su hija con uno de sus brazos por encima de los hombros, estaba perfectamente bien a comparación del otro hombre–. ¡Venga, Jun, deja de ser tan patético!

– ¡Padre!

Ambos rusos vieron correr a la peliazul para sostener a su tambaleante padre antes de que fuera a dar contra el suelo. Umi era consciente de lo débil que era el cuerpo de su progenitor para soportar las bebidas alcohólicas, por ello muy rara vez tomaba. El hombre alcanzó a su hija y recargó todo su peso en ella. La chica cargó con el sin dificultad alguna, sin tambalear. Se escuchó un "harasho" al unísono por parte de los rubios.

– Presiento que te van a domar –comentó Luka en voz baja para que únicamente fuera audible para su hija.

La arquera continuó su camino hasta quedar frente a los Ayase. Tendría que seguir sosteniendo a su padre hasta que fuera le fuera posible hacerlo por su cuenta. Luka estaba sonriendo de una manera misteriosa y podía verse a Eli quitándose constantemente el brazo de su padre que a cada rato intentaba abrazarla. Jun, el padre de la peliazul, dio muestras de fortaleza y se irguió levemente.

– ¡Marcito mío! –balbuceó, abrazó a su hija con fuerza. Su rostro portaba un sonrojo que le dibujaba hasta las orejas.

Umi se sonrojó violentamente, su padre solía decirle así cuando era pequeña, pero esa no fue la única razón por la que su rostro se tiñó de rojo, fue más el hecho de sentir la penetrante mirada de su futuro suegro mientras le sonreía ampliamente y escuchar la risa burlona de su prometida.

– ¡Pa-padre! –masculló a modo de reprimenda.

– Por favor, Jun, haznos el honor de sentenciar a estas dos bellas mujeres –comentó el rubio con galantería.

– Creemos hip –levantó una mano y apuntó primero a su hija y luego a Eli– que ambas hip… ¡deben vivir juntas para conocerse!– y alzó ambos brazos en señal de victoria mientras de sus labios salía otro hip.

– ¡¿QUÉ?! –esa fue la rubia que miraba perpleja a ambos hombres.

– ¡Eli-chan, cuida a mi niña, por favor! –le dijo el moreno mientras se abalanzaba hacia ella para abrazarla, cosa que dejó desconcertada a la rubia.

– Padre… –Umi intentaba separarlo, pero el hombre parecía rehusarse. Lo escuchó lloriquear y se detuvo.

– Jun, deja de ser marica –Luka lo quitó de encima de su hija con un sólo brazo y lo sostuvo por el cuello de su ropa por un momento–. Vivirán juntas en mi antigua casa, les quedará considerablemente cerca de sus escuelas.

Ambas voltearon a verse, aún sin procesar la información. La primera en responder fue Umi.

– Tengo que permanecer con mi padre, por el dojo.

– ¡Eso! –la apoyó la rubia.

– Tranquila –le dijo Luka mientras soltaba a Jun, quien cayó de sentón al suelo, para después, de forma coqueta, acariciar la mejilla de la peliazul–. Lo contemplamos todo, traeré gente para tu padre.

Al finalizar, le guiño un ojo, acción que hizo sonrojar a ambas chica, a Umi de vergüenza y a Eli de coraje.

– E-es-está bi-bien –primera muestra de nerviosismo en la voluntad inquebrantable de la peliazul.

– ¡Ugh! – Eli bufó exasperada, todas caían en la misma artimaña.

– No seas celosa, Elichika –comentó su padre mientras se reía. Dio media vuelta y se encaminó para salir del hogar de los Sonoda–. Ve preparando tus maletas, Umi. También tu mente y tu cuerpo, mi hija es insaciable.

– ¡Oye! –gritó la rubia, su rostro estaba adornado con un ligero sonrojo.

Eli le siguió los pasos a su padre, volteó momentáneamente para ver a su futura esposa. La peliazul estaba sorprendida, pero al saberse observada, se espabiló y volvió a centrar su atención. Le dedicó una mirada pesada, amenazante y poco amigable.

No sería fácil.

Para ninguna de las dos.

N/A: ¡Hey! Otra vez su servidora con una nueva historia.

No puedo decir mucho salvo que será una historia lenta y un tanto larga por varias cosillas que trataré. Espero no llegue a ser pesada.

Para los que se pregunten por Maki y Nozomi, aparecerán después, son personajes muy importantes. Este capítulo fue un pequeño prologo para el drama :V No quiero hacerles spoiler así que me retiro xD

Ya saben, se acepta todo tipo de comentario, crítica, sugerencia, duda, etc.

¡Muchas gracias por tomarse el tiempo para leer!

Saludos :3