Los colores azafranados y rosáceos del alba se cuelan con lentitud por los templos del santuario. Las hojas secas de los árboles del bosque se desprenden de las ramas con un último suspiro de vida, mientras los soldados rasos despiertan para iniciar la rutina de mantenimiento y restauración del santuario.

Shun se pasa las palmas de las manos por el rostro inconsecuente. Su cabello esmeralda esta revuelto —debido a que durante la última media hora no ha dejado de agarrarse los cabellos enmarañados con desesperación— intenta con sus dedos que los mechones sueltos y rebeldes se aplaquen hacia atrás. Se encuentra nervioso, dando vueltas por la antesala que da al exterior hacia el templo del León. Intranquilo por la situación que va a acontecer en un par de horas. El corazón le bombea casi a punto de explotar, como si hubiera corrido 15 kilómetros en un corto periodo de tiempo. Se detiene de golpe cerca de un pilar, se apoya en este y se lleva la mano al pecho. Inhala y exhala con los ojos cerrados, tratando de calmarse.

—Luces como si estuvieran por llevarte a Cabo Sunión—el comentario lo hizo voltear, encontrándose con los profundos ojos azules de su maestro y una sonrisa conciliadora—. Debes tranquilizarte, el raciocinio puede ser tú mejor arma allí dentro, y no podrás pensar apropiadamente si dejas que el miedo y el pánico se apoderen de ti.

—Lo sé... es sólo que no quiero fallar, y cuando pienso en la posibilidad de perder... yo... —murmuró casi sin voz, luego se dejó caer lentamente, resbalando por el pilar hasta el suelo.

Tenia miedo, se había esmerado durante los últimos años para obtener su armadura. Entrenó del amanecer hasta la puesta del sol, obtenía las mejores calificaciones en las materias básicas que se le impartián, y en los combates ya no dudaba como antes, acababa con su contrincante.

Pero la prueba para obtener la armadura de Andrómeda era de las más difíciles. Por fortuna Seiya sólo tendría que ganar en un combate en el coliseo, dónde se enfrentaría a otro contrincante llamado Casios, quien a pesar de su altura de un metro noventa y cuerpo robusto, era mucho más débil que el castaño. Seiya tenía asegurada su armadura, sin embargo él no.

Shaka observó como los hombros de Shun temblaban a causa de los intentos por reprimir los sollozos. Entendía el miedo y la duda del más joven, que el esfuerzo y el trabajo de años para obtener lo que tanto deseas se vaya tan rápido como un espejismo, era realmente aterrador. Se arrodilló a su lado, y lo envolvió en un abrazo casi paternal. Pareció relajarse un poco con ese gesto.

Mientras aún lo mantenía entre sus brazos, Shaka se pregunto meditativo, sí en verdad había tomado la decisión correcta esa noche hace cinco años.

Decidió callar. Pero no se quedaría de brazos cruzados cuando Pandora y su ejército vinieran por Shun. Intentaría todo —incluso sí le costaba su propia vida— pero él se encargaría de cambiar el destino de Shun.

Un protector de Athena, ese era el destino que le reescribiria, Shaka.

Sin embargo ahora, él también temía que Shun no pasará la prueba. Muchos aspirantes morían en las pruebas, y los que sobrevivían y no ganaban, no tenían más opción que ser unos simples soldados rasos. Al menos con la última opción, Shun podría permanecer en el santuario y él aún podría cuidar del menor. No obstante, Shun no aceptaría algo así, su orgullo y su deseo por encontrar a su hermano Ikki no se lo permitiría. Ser un soldado raso, es casi ser como un esclavo sin cadenas. Su único trabajo es servir a los santos, mantener el santuario en buen estado y de vigilar a los alrededores. Además, un soldado razo tiene prohibido salir del santuario, a no ser que vaya en compañía de un santo que le necesité para alguna labor.

—No debes presionarte tanto... —le sugiere. Sabé que las palabras no servirán mucho ahora, pero verlo tan angustiado no es algo que le agrade ver, así que piensa en algo para que ayude a calmar sus nervios—. ¿Conoces la historia de Andrómeda?—le pregunta, sentándose a su lado.

—No.

—Casiopea, la madre de Andrómeda presumió que su hija era más hermosa que las Nereidas, estas enfadadas por dicha ofensa, pidieron a su padre Poseidón que los castigará. El gran dios de los mares envió a Cetos, un monstruo marino para que matará a la gente, y destruyera la ciudad. La única forma de aplacar la irá del dios era que Andrómeda se sacrificará. Ella por su pueblo decidió hacerlo, atándose a una roca para que Cetos la devorará. La constelación y la armadura de Andrómeda por la que tú aspiras representa el sacrificio—Shaka colocó su mano sobre sus mechones esmeraldas, alborotandolos—. Creó que no hay nadie mejor que tú para que porte y represente esa armadura, Shun. Te pertenece. Sé que la ganarás.

………

Encontrarlos se había convertido en una odisea. Él junto a Pandora, Radamanthys y otros espectros se habían embarcado hacia una isla para buscar Cíclopes.

Y es que el plan de Pandora para recuperar a Shun, incluía una distracción gigantesca. Así que llevaba dos días junto a ellos en mar abierto buscando esa remota isla de Cíclopes.

Decir que estaba hastiado y malhumorado era poco para definir todas la sensaciones revoloteando en todo su ser. Además, el leve mareo ocasionado por el movimiento del barco y que Radamanthys lo mirará con una sonrisa burlona desde la cubierta, no ayudaba a que se sintiera mejor.

—¿Que sucede? ¿Te sientes mal?—el tono burlón del espectro podía percibirse a kilómetros, y la verdad, Ikki no tenía ganas para lidiar con la molesta presencia de su acompañante.

Así que dio media vuelta y se dirigió a su camarote sin responderle. Los tripulantes se apartaban de su camino con un visible miedo en sus miradas, antes de agachar sus cabezas y alejarse de él. Le temían, no podía culparlos por ello, no después de lo que había hecho.

Él y Radamanthys habían tomado el barco, usando la fuerza y la amenaza de una muerte dolorosa sí no cooperaban. Sus manos habían terminado manchadas de sangre, con las personas que se negaron a cooperar o que habían intentado escapar. Sus gritos de agonía aún retumban en sus oídos.

Terminó de bajar los peldaños que daban al corredor de camarotes, dobló a la derecha y se dispuso a abrir la primera puerta de la izquierda. Por alguna razón no se sorprendió de encontrarla ahí cuando terminó de abrir la puerta; se había librado de alguien molesto para encontrarse con otro peor que el anterior. Suspiró, y se sentó en una vieja silla frente a ella, que se encontraba de piernas cruzadas en el cutre colchón del camarote.

—¿Qué demonios quieres?—escupió con fastidio.

—Esa no es forma de hablarle a alguien que fácilmente podría cortarte el cuello—su sonrisa socarrona se ensancho más al notar que lo había enfadado más de lo que ya estaba.

—¿Qué quieres?—volvió a preguntar entre dientes.

—Que hablemos—fue su simple respuesta. Sus hombros se tensaron, cuando Pandora se refería a hablar; su único propósito era molestarlo—. Nunca pensé que cuando me dijiste aquella vez que serías capaz de todo por Shun, serías capaz de convertirte en un asesino sin compasión como nosotros. Un monstruo, como te llamo ese sujeto en sus últimos momentos de vida.

Era una ironía, al final había terminado convirtiéndose en algo parecido a ellos; un monstruo, esa era la palabra que mejor lo definía ahora. Se odiaba cada día, odiaba en lo que se había convertido, odiaba tener que manchar sus manos de sangre inocente, odiaba tener que obedecerla, pero lo que más odiaba era este destino miserable que le tocó vivir a él y a Shun...

—¿Disfrutas mucho mi sufrimiento, Pandora?—no hacía falta que la azabache le respondiera, Ikki sabía de sobra que ella se había propuesto hacerle la vida miserable.

Ella sonrió, pero no era su típica sonrisa. Pandora se incorporó, y camino hasta él, acarició su rostro con una dulzura que muy pocas veces mostraba.

—Sabes, no soy tan mala como crees—musito cerca de sus labios—. El concepto de bondad y maldad no tiene sentido en este mundo absurdo. Yo y mi ejército somos considerados los malos, mientras que los santos de Athena los buenos. Pero dime, ellos no hacen lo mismo que nosotros, matan porque se les ordena hacerlo... ¿Tu querido maestro a cuantos crees que mató por cumplir su deber como santo?—sus dedos se deslizaban entre sus cabellos ásperos—. La violencia y el derramamiento de sangre solo es justificada cuando la usan los buenos, pero cuando son los malos, esta mal.

—No intentes justificarte por tus actos...—le replicó—. Tú matas por placer, lo he visto en tu rostro. Como te regocijas ante el dolor y sufrimiento ajeno.

Pandora se apartó un poco y comenzó a reír como desquiciada, mientras él la miraba con algo similar al odio y miedo entremezclados.

—Parece que me conoces mejor de lo que pensé—dijo cuando su respiración se normalizo.

La puerta del camarote se abrió de repente, dejando vislumbrar al espectro de Wyvern con cara de aplastar a todo lo que se encuentre a su paso, especialmente a cierto peliazul que continuaba inmiscuyendose en el peculiar interés de la azabache.

—Hemos llegado, señorita Pandora—informó—. Minos dijo que debíamos llevar a varios tripulantes para dar como ofrenda a los cíclopes.

—Encargate de llevar los que se vean más apetecibles—le ordenó mientras salía y se dirigía con el capitán—. Ikki, tú vienes conmigo.

El peliazul obedeció de mala gana, pasando al lado del espectro que lo miraba con una sulfúrica furia apenas contenida.

………

La euforia en el coliseo era algo abrumadora, los aplausos y gritos ensordecedores reinaban en las gradas del lugar. El cuerpo debajo de él permanecía inmóvil, inconsciente. El sudor y la sangre se deslizaba por su rostro. Sus nudillos cubiertos del líquido carmesí dolían, y aunque las piernas le temblaban, se incorporó tambaleante y con su brazo alzado en señal de victoria.

Fijo sus ojos castaños en las dos personas más importantes para él, las personas con las que compartiría su victoria. Precisamente arriba, en la última grada estaban; Shun y Athena. Sonrió, y ellos le devolvieron la sonrisa.

Aioria observó como su hermano mayor ayudaba a su discípulo a mantenerse en pié —intentando que no cayera— mientras el patriarca le entregaba la armadura de Pegaso.

Sintió algo parecido a los celos y una molestia indescifrable en su pecho. El castaño a veces le recordaba a su otrora discípulo; Ikki. Tercos, impulsivos e idiotas. Sonrió con tristeza al pensar en el peliazul.

Durante mucho tiempo fue incierto lo que había sucedido con su pupilo, hasta hace unas semanas que lo descubrió.

¿Cómo es que Ikki había terminado en el bando enemigo?

Era lo que se preguntaba todos los días y todas las noches desde que volvió a encontrarse con él. Estaba en una misión de reconocimiento. Habían habido rumores de espectros acechando la zona y el patriarca lo había enviado a comprobarlo.

Sólo había sido cuestión de unos momentos, pero lo había visto claramente. Ikki estaba a varios metros frente a él, y a pesar de que había crecido y sus rasgos habían madurado, era él; su discípulo. Estaba vistiendo una surplice color ébano, y parecía liderar al escuadrón de espectros que había alcanzado.

Sus ojos se enfrentaron por una fracción de segundo, y lo que vio le impidió seguirlo. Vergüenza, tristeza y odio era lo que reflejaban. Ikki y los espectros no tardaron en perderse entre la espesura del bosque, no lo siguió. Sus manos temblaban de ira y de duda.

¿Como era posible que Ikki terminará convirtiéndose en un espectro de Hades?

No importaba las veces que lo pensará, e intentará dar una explicación o justificación, las cosas no cambiarían. Ikki, el chico que había sido como un hijo para él era su enemigo ahora, debía aceptarlo. Y sí algún día volvía a encontrarlo, debía cumplir su deber como santo de oro.

Los aplausos hacia el nuevo santo de Athena retumbaron por el coliseo, volvió su vista hacia él y su hermano Aioros que le despeinaba el cabello con alegría mientras el menor intentaba quitarle la caja de la armadura que mantenía en alto. La diferencia de altura era destacable, y por más saltos que daba Seiya sólo lograba rozar el metal de la caja. Cualquiera podría decir que Seiya era el hijo de Aioros, debido a su parecido. Ojos centellantes color marrón , cabello castaño rebelde, una sonrisa alegre, y una molesta costumbre de hacer chistes y bromas en los momentos menos adecuados.

Negó con la cabeza con una sonrisa, su hermano nunca dejaría su lado infantil.

—Parece todavía un niño ¿No?—murmuró Shaka que estaba a su lado, observando hacia la arena igual que él.

—Y se supone que podría ser el nuevo patriarca—comenta el castaño con el mismo tono de humor—. Ya puedo imaginar el descontrol en el santuario... —Shaka soltó una pequeña risa. No recuerda la última vez que vio reír al rubio, sí es que alguna vez lo vio reír. Normalmente sólo una expresión sería y tranquila adorna su rostro, y siempre ha sido así.

Miró de reojo al discípulo de Shaka que estaba a una corta distancia junto a la señorita Athena. Una duda lo asaltó. Él le había relatado al rubio su encuentro con Ikki esa noche que regresó al santuario, en parte para desahogarse y también porque Shaka era el maestro de Shun, quien era el hermano menor de Ikki. Y el indicado para contarle sobre lo sucedido con Ikki era Shaka —ya que él tendría más tacto al hacerlo— no como él, quien lo hubiera dicho sin miramientos y con rudeza.

—¿Lo de su hermano Ikki y los espectros...?—inquirió un poco dudoso de continuar la pregunta al verlo tensarse al mencionar el nombre del peliazul—. ¿Se lo has dicho?

Shaka volteó hacia el peliverde para comprobar que no haya escuchado algo, pero este parece no haberlo hecho, ya que continúa aplaudiendo sonriente al castaño que por fin le ha quitado de las manos la caja de la armadura a Aioros para colocarse por primera vez la cloth de Pegaso.

—No... estoy esperando el momento para hacerlo—le contestó luego de un rato de incómodo silencio.

Durante mucho tiempo creyó que sus conjeturas no eran más que una loca idea de su paranoia, hasta que Aioria volvió a reafirmarlas cuando le contó sobre su reencuentro con Ikki, que ahora era un espectro de Hades.

—¿Pensaste que la noticia le afectaría para su prueba?

—La noticia hubiera sido demasiado abrumadora para él.

—¿Entonces, se lo dirás después de ella?

—Sí...—mintió.

La verdad era que no pensaba contárselo nunca. Conocía a Shun, y sí le decía lo que había ocurrido con su hermano mayor, iría tras él. Y sí sucedía eso, era como entrar en la boca del lobo por voluntad propia.

El patriarca terminó el pequeño discurso hacia Seiya, que se encontraba de rodillas frente a él. La prueba del castaño había concluido, ahora era turno de Shun. Volteó a verlo, parecía más tranquilo que esta mañana. Sí sus plegarias hacia Athena fueron escuchadas, hoy su destino sería reescrito.

Camino hasta él, apretó su hombro suavemente, indicándole que lo siguiera. Athena se despidió de él con un abrazo y un susurro deseándole suerte.

—Vamos—le dijo tomando su mano como aquella vez en el templo de los peces gemelos—. Recuerda lo que te dije esta mañana, mantenlo en tu mente mientras te encuentras ahí. No dudes, Shun.

El peliverde asintió y llevó la mano libre hacia el medallón que Ikki le dio. Lo apretó con fuerza, intentando que el miedo y las dudas se discipen con ese simple acto.

………

Hace muchos siglos los Cíclopes, que eran hijos de Poseidón fueron sellados por la misma Athena, quien al ver el caos que causaban, decidió llevarlos a una isla cerca de Sicilia y mantenerlos allí por siempre. Encontrar la isla no es fácil, y es que solo marineros con conocimiento sobre su paradero saben encontrarla.

La toma del barco, y sobretodo del capitán no había sido al azar. Minos se había encargado de investigar sobre alguien que supiera como llegar. Aetos era un viejo marinero, capitán de un barco comerciante. Cuando bebía en los bares de la costa de Grecia, solía hablar demás, sobretodo acerca de una ruta hacia cierta isla misterios llena de Cíclopes.

Su imprudencia al hablar le había costado caro, ya que su conocimiento le era útil al ejército de Hades para hacerse de un arma poco usual.

El sello impedía que algo entrará o saliera de ahí, gracias a Zelos lo habían comprobado, cuando este quiso entrar y salió disparado, como si una onda expansiva lo lanzará hacia atrás.

—¿Y ahora que hacemos?—le preguntó a la azabache, mientras Giganto comprobaba que Zelos todavía siguiera con vida—. No podemos entrar.

—En verdad crees que vendría a esta isla solo para irme con las manos vacías, Ikki—le dijo con seriedad—. Pensé que me conocías mejor.

Pandora se paró firme con su tridente en las manos, y sin problemas este atravesó la barrera invisible que rodeaba la isla.

La había subestimado.

—Por fortuna el sello ha perdido su efectividad, ya que ni siquiera mi tridente hubiera podido hacer algo contra esta barrera de no ser así—murmuró más para sí, que para sus acompañantes.

Pandora avanzó seguida de Ikki y Radamanthys. Giganto, Zelos y los prisioneros caminaban tras ellos. Ikki había escuchado relatos de esas criaturas, no eran muy inteligentes pero su tamaño y fuerza eran aterradoras. Después de caminar en círculos durante una hora —gracias a la mala coordinación del rubio— finalmente se encontraron con la criatura mitológica.

No estaba asustado, el había visto demasiadas cosas como para asustarse por algo así, pero debía admitir que si se sentía intimidado por su tamaño. A pesar de su apariencia humana, su único ojo en el centro de su rostro delataba su verdadera naturaleza.

Los labios de la criatura se ensancharon en una sonrisa que le erizo los vellos de la nuca. Saltó hacia un lado antes que la mano gigante de esa criatura le aplastara contra la tierra, dejando un enorme cráter donde habían estado sus pies instantes atrás.

Intentar razonar con ellos sería lo más difícil de lograr. Continuó esquivando los ataques del Cíclope con agilidad, saltando mientras Radamanthys se encargaba del otro Cíclope que había aparecido por el costado de la derecha.

Miro por el rabillo del ojo a Pandora, quien permanecía tranquila, como si el ser de diez metros de altura frente a ella no estuviera retumbando la tierra con sus intentos por agarrarlo para después devorarlo como un pedazo de carne.

—Haz algo... —le ordenó a la azabache. No es que no pudiera atacarlo, pero temía no controlar su ataque y terminar matando a la criatura. No habían venido para matarlos, sino para una alianza—¡Pandora, haz algo para que se detenga!—volvió a ordenarle o suplicarle.

Esta suspiro, y elevo su tridente hacia la criatura. Su ataque golpeo de lleno, el Cíclope lanzo un alarido de dolor que posiblemente se escuchó en toda la isla, el suelo trono y retumbo cuando el cuerpo del Cíclope cayó estrepitosamente.

—Quiero hablar con Polifemo... —Pandora se había acercado al Cíclope que permanecia semi-inconsciente—. Tengo un trató que ofrecerle a él y a tu raza.

El único ojo de la criatura miro fijamente a la azabache durante unos segundos, movio su boca y una voz gutural le respondió con una calma inusual.

—¿Que es lo que deseas ofrecerme?

Su aliento fétido golpeo su rostro, pero contuvo las arcadas y sonrió ampliamente, erguiéndose con prepotencia y orgullo. Debía decir las palabras correctas para que cayera en su propuesta, o sí no terminarían en el estómago de esa horrible criatura frente suyo.

—Athena te encerró a ti y tu raza durante siglos, y ahora yo he venido a liberarte a cambio de tu ayuda.

—Piensas comprarme sólo con eso—le replicó el Cíclope mientras se incorporaba con torpeza.

—Dime Polifemo ¿cuántos años llevas hambriento en esta isla desierta?—el Cíclope fruncio el ceño, como si meditara lo que acababa de decirle—. Sí me ayudas, podrás devorar todo lo que tus manos acaparen, además de la oportunidad de vengarte de ella.

Había logrado finalmente captar su atención, era una embustera de lo peor, pensó Ikki. Pero al menos estaban a un paso más cerca de recuperar a Shun.

Al final Pandora tenía razón en lo que le había dicho en el camarote, se había convertido en uno de ellos. No le importó los gritos de ayuda de los tripulantes que eran sujetados como muñecos de trapo, para luego ser devorados sin piedad por los Cíclopes. No le importó quién fuera sacrificado con tal de tener a Shun a su lado devuelta.

Mientras regurgitaba el desayuno de esa mañana, y el olor del vómito y la sangre que caía a unos metros de él se entremezclaba, causandole más arcadas. Se preguntó, observando la sangre escurrir de los dientes afilados y podridos de esas asquerosas criaturas que sonreían satisfechos y llenos, sí Shun sería capaz de reconocerlo, sí sería capaz de reconocer como su hermano mayor a ese monstruo en el que se había convertido.

………

Notas de autor:

Primero, I'm back ;) y segundo, lamentó la tardanza del capítulo, se suponía que lo subiría a finales de agosto pero surgió un pequeño inconveniente, y es que gran parte de lo que había escrito no me gustaba, así que borre más de la mitad del capítulo y volví a escribirlo. Es por ello, el motivo de que tardará tanto en actualizar.

Bueno, agradezco nuevamente a los que dejan comentarios y votos. A los queridos lectores fantasmas que nunca se hacen presenté—a no ser que entres en hiatus— y a los que hacen fanarts de mis fics.

Hasta la próxima actualización :)