Hola a todos.

Hace años que no colgaba nada en Fanfiction y de hecho esta es la primera vez que publico algo de Harry Potter, pero necesitaba escribir una historia sobre la vida de Ron y Hermione post guerra: sus primeros días después de la batalla, su vida laboral y como pareja.

¡Espero que le guste a alguien y agradezco cualquier mensaje!

Nota: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, todo ha sido creado por la diosa JK Rowling.

-ooo-

Capítulo 1

El sol fue ascendiendo por el cielo de Hogwarts y el gran comedor se llenó de luz y de vida. Ron y Hermione tuvieron que separarse de Harry, cuya atención era exigida por cada mago y bruja que se encontraba en el gran comedor. Todos querían una parte del que era una vez más, el gran salvador del mundo mágico.

Ron por su parte, no se separó ni un instante de Hermione, ambos deambularon alrededor de la estancia sumergiéndose en abrazos con conocidos que, como ellos, estaban rebosantes de felicidad. El desorden continuó hasta que la profesora McGonagall colocó las cuatros mesas del comedor en su lugar y todos decidieron permitirse un merecido reposo, sin importar de cual mesa se tratase Ron arrastró a Hermione hasta la más cercana y permanecieron sentados muy juntos observando todo lo que pasaba a su alrededor. Su misión había llegado a su fin y Ron estaba encantado al comprobar que los mayores tomaban el mando de la situación.

Fue una decisión casi unánime que los miembros de la orden del Fénix lideraran el ministerio mientras la situación se normalizaba, así pues Kingsley Shacklebolt, quien después de la muerte de Moody se convirtió en la cabeza de la orden, era ahora el nuevo ministro de magia. Su primera orden fue separar el cadáver de Voldemort del resto de fallecidos en la guerra, luego mandó de inmediato lechuzas a San Mungo pidiendo ayuda para tratar a los heridos y para la preparación de los cadáveres. También mandó a incorporar refuerzos con el fin de inspeccionar cada rincón de Hogwarts en busca de algún mortifago escondido o rezagado. De igual manera prohibió la entrada al colegio a personas desconocidas, solo familiares de los que ya estaban dentro podían acceder a los terrenos.

Por su parte, los profesores de Hogwarts también fueron de mucha ayuda. La profesora McGonagall ordenó a los elfos domésticos a que suministraran comida. Con gran placer Ron observó aparecer frente a él toda clase de alimentos: Pasteles de calabaza, pollos, chuletas de cerdo, puré de papa, jugo de calabaza…

- los pobres elfos – oyó que se lamentaba Hermione a su lado – también tienen derecho a descansar –

Ron se moría por probar bocado, pero titubeó ante la negativa de Hermione.

- por otro lado – agregó la chica con algo de pena - no hemos comido desde que salimos de la casa de Bill y Fleur – alargó el brazo, tomó una porción de pastel de carne y se la comió con ganas, Ron le dedicó una sonrisa entre divertida y aliviada e hizo lo mismo con el puré de papas. Mientras comía buscaba con la mirada a su familia, su padre, su madre y sus hermanos estaban desperdigados a lo largo del gran comedor, se veían agotados, pero sanos y fuera de peligro.

- ¡Oooh! ¡Miren, un blibber maravilloso! – exclamó Luna en voz alta, llamando la atención de todos.

Hermione movió la cabeza de un lado a otro, sonriendo.

- Luna no tiene remedio – lo dijo más con un tono cariñoso que de crítica.

- después de todo lo que le ha pasado, hay que dejarla que sea feliz –

- todos podemos ser felices – replicó ella de inmediato y sin previo aviso tomó su mano por debajo de la mesa y la estrechó cariñosamente, Ron sintió un estremecimiento similar a la de una leve corriente eléctrica y recordó el beso que habían compartido la noche anterior, en medio de la batalla. De repente odiaba estar allí rodeado de tanta gente, quería tomarla entre sus brazos y llevarla a algún lugar donde solo estuvieran los dos y poder besarla sin interrupciones.

- soy yo – murmuró una voz muy familiar a sus espaldas - ¿pueden venir conmigo? –

Ron se obligó a soltar la mano de la chica y se levantó de inmediato siguiendo la voz de su mejor amigo.

No era tiempo de pensar en besos, se reprendió a sí mismo. El destruido salón le recordaba la cruda realidad. Afuera el panorama era más devastador, escombros en el suelo, agujeros en el techo y manchas de sangre le daban a los pasillos de Hogwarts un aspecto terrorífico y Ron se preguntó cuánto tardaría el castillo en volver a la normalidad.

A lo lejos oyeron la voz de Peeves cantando a todo pulmón:

¡Los hemos machacado!

¡Menudo sujeto es Potter!

Y ahora ¡a divertirse,

Que Voldy estiró la pata!

- Sabe expresar el alcance y la gravedad de la tragedia, ¿verdad? – comentó con sarcasmo.

Durante la siguiente hora, Harry les contó todo lo que sucedió desde que se separaron a su regreso de la casa de los gritos: los recuerdos de Snape, el descubrimiento de la piedra de resurrección, su pequeña charla con sus padres, Sirius y Lupin, así como también su entrega a Lord Voldemort y su encuentro con Dumbledore. Hermione y Ron escucharon con asombro y conmoción, sin embargo, antes de poder decir cualquier cosa llegaron frente a la gárgola que custodiaba la entrada del despacho del director.

- ¿podemos subir? – le preguntó Harry.

- adelante – gimió la estatua.

Para su sorpresa fueron recibidos por una abrumadora ovación por parte de los retratos de los antiguos directores de Hogwarts, Ron se encontraba satisfecho por el reconocimiento a su arduo trabajo, Hermione a su lado parecía apenada, mientras que Harry solo le prestaba atención al cuadro de Albus Dumbledore e ignoraba los maravillosos halagos de los demás.

- el objeto escondido dentro de la Snitch se me cayó en el bosque prohibido – dijo Harry cuando todo quedó en silencio - no sé exactamente dónde, pero no pienso ir a buscarlo ¿Está usted de acuerdo, profesor? – preguntó.

- por supuesto, hijo – contestó un Dumbledore visiblemente conmovido y orgulloso – Una decisión sabia y valiente, pero no esperaba menos de ti. ¿Sabe alguien más donde se te cayó?

- No, nadie – repuso Harry – pero voy a conservar el regalo de Ignotus –

- Claro que sí, Harry. ¡Es tuyo para siempre, hasta el día en que se lo pases a alguien –

- y luego está esto – y mostró la varita de sauco.

Ron la contempló con asombro, aquella varita era la artífice del asesinato de Lord Voldemort, la última pieza del rompecabezas que durante casi un año él y sus dos mejores amigos intentaron armar con tanto ahínco.

- no la quiero –

- ¿Qué? – Ron lo observaba incrédulo, no le cabía en la cabeza que alguien rechazara la varita más poderosa del mundo, la varita que había acabado con la vida de Lord Voldemort - ¿te falta un tornillo? –

- ya sé que es muy poderosa – Comentó Harry visiblemente molesto – pero era más feliz con la mía, así que…-

Bajo la atenta mirada de todos los presentes, sacó los restos de su vieja varita del monedero que llevaba colgado del cuello, la dejó encima del escritorio y apuntó con la varita de sauco:

- Reparo –

La varita de su amigo quedó como nueva.

- voy a devolver la varita de sauco del lugar de donde salió, puede quedarse allí. Si muero de muerte natural, como Ignatus, perderá su poder, ¿no? Eso significará su final –

Ron no entendía la reticencia de su amigo a quedarse con la varita, si bien era cierto que Voldemort estaba muerto, aún quedaban mortifagos libres y tal vez en un futuro, algún mago tenebroso de poder similar pudiera de nuevo poner en riesgo todo su mundo, aquella varita era la mejor arma para mantener la paz.

- ¿estás seguro de esa decisión? – preguntó mirando la varita con nostalgia.

- creo que Harry tiene razón – opinó Hermione en voz baja.

- esa varita genera más problemas que beneficios – dijo Harry – y sinceramente – dio la espalda a los retratos y caminó hacia la salida – ya he cubierto el cupo de problemas que tenía asignado en esta vida –