Nombre del capítulo: Sirviente.
Advertencias: Disclaimer TMNT versión humana; los personajes no me pertenecen, créditos a Nickelodeon. OoC [Fuera de personaje]. Semi-AU [Universo Alterno]. Situaciones dramáticas, vergonzosas, cómicas y poco románticas. Nada de lo ocurrido aquí tiene que ver con la serie original; todo es creado sin fines de lucro.
Puntos a tener en cuenta: Narración. —Diálogo.
Total de palabras: 1545.
Notas: Lamento la espera :u Avisen si encuentran fallas horrográficas ;u;
Capítulo 3: Sirviente.
—Un momento, un momento —detiene la joven pelinegra moviendo ambas manos en señal de negación—. ¿Qué fue lo que dijiste? ¿Puedes repetirlo?
Al muchacho rubio se le iluminan los ojos cual niño en dulcería y con una amplia sonrisa hace caso a la orden.
—¡Seré tu sirviente!
Entonces todo se viene abajo para la kunoichi.
. . .
—Esto no puede estar pasando. No. No puede estar pasando. —Intenta convencerse la pelinegra en tanto da vueltas y vueltas en la habitación y se agarra de la cabeza en un acto de desesperación.
Y mientras ella sigue tratando de creerse sus propias palabras el chico rubio simplemente se mantiene cerca de la ventana observándola con curiosidad y sin una pizca de culpa —la cual debería tener, puesto que es la principal razón de porqué ella está en ese estado—. Sus ojos celestes viajan a la muñeca de la muchacha y ve el imperceptible hilo rojo que se enreda ahí y lo conecta al cuello del vampiro. Por un momento siente escalofríos pero no dice nada.
—¿Cómo sucedió esto? —pregunta entonces Shinigami deteniéndose en medio del lugar y mirando hacia algún punto desconocido. El ojicielo sonríe y se levanta de su lugar sacudiendo un poco su ropa negra.
—Es porque tienes sangre de hechicera —explica con naturalidad logrando que ella le preste atención—. Si no la tuvieras no habría este lazo —prosigue y agarra el cordón para estirarlo un poco y jugar con él sin borrar su amigable sonrisa—. Y por tu expresión supongo que no sabías que tenías este tipo de sangre.
—No. No es como si dijeran de qué tipo de persona desciendo cuando me hago un examen sanguíneo —comenta sarcásticamente y el chico la mira confundido cual niño. Niega un par de veces con la cabeza y suspira cruzando los brazos sobre su pecho—. En fin. ¿Hay alguna forma de romper este lazo?
Él muestra una sonrisa radiante.
—No.
Cri.
Cri.
Cri.
Cree no oír bien, así que se limpia los oídos con el meñique. Definitivamente no oyó bien. Porque teniendo en cuenta la expresión tan calmada y alegre y fredca del vampiro algo como eso no podía ser verdad. Le estaba jugando una broma, y una de las feas.
—¿Qué dijiste? —inquiere esperando con ansias que aquello no fuera más que un juego.
—Dije que no —aclara el rubio y ella siente el aire escaparse de sus pulmones. Empero el chico no cambia su dulce expresión—. No hay forma de romper este lazo, a menos de que alguien de los dos muera.
Enseguida ve cómo la chica camina robóticamente hacia un armario y de allíagarra una katana. Enseguida se espanta al darse cuenta de lo que iba a suceder. Y ella se acerca con arma en mano y lista para atacar.
—¡O-oye! ¡Yo no pienso matarte! —exclama él sincero en tanto retrocede de espaldas. La chica aun así no se detiene y sus ojos brillan con maldad.
—Es matar o morir... —murmura macabra y sigue acercándose a la par que él se aleja.
Al final el muchacho choca la espalda contra la pared. Sus ojos celestes se abren de par en par al ver su muerte tan cercana.
—No tengo intenciones de matarte o defenderme —aclara como última petición pero ella ni parece inmutarse. Se cubre con los brazos como último recurso—, así que si cambias de opinión juro que no te haré daño jamás y también haré todo lo que me pidas.
Y da el golpe... qué nunca llega. El chico vampiro al no sentir nada abre los ojos y quita sus brazos, observando a Shinigami. Ella está con la cabeza gacha y el arma con la punta sobre el suelo, sus hombros caídos como si estuviera arrepentida y triste.
—No puedo hacerlo... —declara bajamente y suspira pasándose una mano por el rostro tratando de liberar la presión. Levanta la cabeza y mira con pena hacia él—. Oye, lo siento. No puedo matarte ni aunque quiera.
—¿Por qué? —pregunta curioso con ojos dulces y brillantes y una expresión de suma inocencia. Además de ello un aura deslumbrante le rodea, tan resplandeciente que le quema los ojos a la muchacha y se ve obligada a desviar la vista.
—Por eso mismo —afirma seca y él sigue sin entenderle. Bufa y luego suelta la katana y lo vuelve a mirar a los ojos—. Bien... —dice a regañadientes y con una mueca de resignación—. Tenemos un lazo y eres mi sirviente, ¿cierto?
—Síp.
—Y este lazo es posible gracias a que tengo (algo que no sabía por cierto) sangre de hechicera. ¿Es así?
—Síp.
—Ok, es difícil de digerir pero creo que puedo soportarlo —alega tratando de ser positiva. Da media vuelta y enseguida cae al suelo de rodillas y pega la frente a éste hecha una maraña de emociones—. Kamisama, dime que esto no es un castigo por haber escrito algo sobre la lápida de mi vecino.
—Por cierto, señorita —habla de nuevo el extraño vampiro logrando hacer que levante la cabeza y se encuentren cara a cara y ver su típica sonrisa dulce—. No sé su nombre.
—Shinigami —contesta seca y él parece confundido—. Sólo llámame así. ¿Cuál es el tuyo?
—Michelle Anggel —responde con una amplia sonrisa y ella le mira raro—. ¿Qué?
—¿En qué idioma está eso?
—Francés.
—Oh, ya veo —asiente desinteresada y se hace un ovillo en el suelo—. Todavía pienso que estoy soñando y que en algún momento despertaré.
De pronto siente una mano posarse en su cabeza y levanta apenas la mirada, notando que el chico le sonríe amigable e inocente. Un acto que sigue desconcertándole bastante.
—Ahora que lo veo bien —empieza Michelle diciendo con un ligero rubor en sus mejillas pecosas—, eres bastante linda.
Shini siente su rostro calentarse un poco y enseguida desvía la vista. Se abraza a sí misma y lleva las rodillas lo más apretadas que puede hasta su pecho. Se queda un momento en silencio.
—No me digas eso, sirviente molesto —habla tratando de sonar altanera como siempre. Él ríe—. Y tú tampoco estás tan mal que digamos.
—Eso es muy dulce de su parte, ama.
—Ugh... —murmura ligeramente descontenta por ese honorífico.
.
.
.
Finalmente está afuera. El campamento escolar sigue y ella decide separarse un momento del grupo de alumnos bulliciosos que conforman su clase, pero sin dejar de ser vigilada por su nuevo sirviente quien se mantiene al margen sin ser notado por nadie. A su alrededor sólo hay vegetación y algunas cosas como letreros. En sí el ambiente es tranquilo y eso es lo que más necesita.
Sigue sin creerse que todo aquello le estaba ocurriendo, justo a ella.
—¡Shini!
La conocida voz de su mejor amiga la despierta de su sueño despierto en donde se le quedó viendo cómo idiota a una ramita tirada en el suelo. Enseguida levanta la vista y siente como su senpai se abalanza a abrazarle con fuerza y respira profundo como si estuviera realmente aliviada. Luego se separa y la observa de arriba abajo meticulosamente.
—Es bueno ver que estás bien —declara la de ojos miel y suspira de nuevo. La agarra de los hombros y la mira con seriedad—. Por favor, dime que lo que sucedió ayer no fue una alucinación mía.
—¿Te refieres al hecho de que nos escapamos de nuestras habitaciones, corrimos por un bosque a mitad de la noche, llegamos a una iglesia y nos encontramos con la masacre de un monstruo? —Inquiere y la castaña asiente a todo eso—. No, no fue un sueño por desgracia.
—Oh, rayos... —murmura y aprieta los labios con fuerza y piensa en algo—. Tenemos que avisarle a la policía.
—¿Sobre qué? ¿El que un ente desconocido apareció desde un ataúd y atacó y mató a cuatro chicos en menos de cinco minutos? Oye, no sé tú pero yo creo que nos tacharán de locas si decimos algo como eso.
—¿Entonces qué sugieres? No podemos-
—¿Sucede algo? —pregunta de pronto una nueva voz que Karai no reconoce. Enseguida mira por sobre el hombro de la pelinegra divisando a un chico rubio de ojos claros que no parecía para nada de ese país.
Parpadea un par de veces y luego mira hacia Shinigami, quien tiene una mueca de incomodidad en esos momentos
—¿Lo conoces? —inquiere la mayor refiriéndose al entrometido.
—Sí —acepta con desánimo—. Él es mi... mi...
—¡Soy su sirviente!
Cri.
Cri.
Cri.
Karai parpadea de nuevo. Mira a Shinigami, luego al rubio, después a Shinigami de nuevo, y de nuevo al rubio. No sabe qué más hacer que mirarlos.
Entonces suelta una risa torpe y nerviosa.
—¿Khé?
La kouhai quiere que la tierra se la trague.
Continuará.