Hola a todo el mundo, si ya sé, no termino una para meterme en otra. Pero les juro que tengo tantas ideas para los proyectos que hay que desahogar la cabeza un poco. Siempre digo que serán pequeños, y terminan siendo totalmente lo contrario, así que sólo diré, esto durara un rato. Por lo tanto disfruten de la suculencia de este par hermoso. O por lo menos esa es mi intención. Por favor dejen un comentario, Favs o Follows, así sabré su opinión al respecto.

Muchas gracias de antemano por su apoyo, espero que esto les guste y sea de su agrado.

Declaimer:

Naruto NO es mío, es de Masashi Kishimoto.


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Episodio

1

Las estrellas caen del cielo

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"Eras como una pequeña estrella.

Una que estaba destinado a conocer."

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El destino es la cosa más extraña, maravillosa y frustrante de todo lo que existe en el universo. Es quisquilloso, travieso e irónico, le encanta envolver en sus hilos a las personas y revolver sus mundos cuando está aburrido. Muchos no creen en él y sin embargo no se dan cuenta que están siendo guiados por la fuerza invisible de aquello que desestiman, no es que te hayas equivocado, o sea sólo una casualidad, detrás de toda acción hay una razón y si bien es cierto que el destino no lo es todo, por lo menos se encarga de poner en el camino los puntos necesarios para que las decisiones sean las más adecuadas para cada uno. Nadie tiene un destino que no merezca; pues uno mismo se lo van forjando al tomar esas pequeñas piezas para armar un rompecabezas absolutamente único, no hay dos iguales, aunque en ocasiones, se trata de un solo acertijo con dos caminos para llegar a la resolución. Las piezas que embonan se encuentran a mitad de camino y entonces se dan cuenta que el mosaico estaba incompleto hasta su eminente choque Aquellos hombres y mujeres son las almas afortunadas que el destino ha bendecido, aunque sólo recaerá en ellos hallarse el uno al otro y mantenerse juntos.

Aun y cuando estén destinados a encontrarse, si no pueden luchar por la otra persona, el hilo que los ata se romperá para siempre y nunca podrá ser vuelto a tejer, porque al final de cuentas el amor y la felicidad no bastan por sí solos para sostener el futuro.

Esas personas tienen que luchar por su amor como todos.

Una melodía resonó por todo el interior de la gran Van negra, trayendo consigo los sonidos nostálgicos de las décadas de los 80's, entre la poca consciencia que recién estaba recuperando pudo distinguir la voz de la vocalista de Berlín, e inmediatamente reconoció las letras de Take my breath away, sin poderlo evitar sus dedos se movieron al ritmo de la canción, pero no abandonó la pose de brazos cruzados que tenía sobre el asiento del auto. Sus ojos no se habían abierto aún, los parpados le pesaban un montón y es que tenía un sueño terrible después de haber estado en el avión por horas. Se removió un poco en su sitio y llevó una de sus manos a los despeinaos cabellos negros que le adornaban la cabeza y revolvió su mata azabache. Tenía un rostro bastante atractivo y varonil, con líneas definidas y filosas, su musculatura era fina y no excesiva. El tono de su piel era demasiado pálido, generalmente detestaba exponerse a la luz solar, por lo que repercutía en esa coloración casi traslucida que dejaba ver las venas de su cuello y brazos si se exponía a ella. Solía usar diversidad de prendas con capucha, pues el astro rey le lastimaba la vista, la cual desde que era joven resultaba sensible a los rayos ultravioletas, cosa que alimentaba su aversión por el sol y el apego a las gafas oscuras. De las cuales un par descansaba en el cuello en V de su camiseta negra de manga ¾ con el diseño de la marca "Sweet Death" su marca de ropa preferida; una calavera con una espada incrustada y envuelta por unas alas destrozadas se podía apreciar en una impresión de blancos y grises en toda la zona del dorso, llevaba además un par de jeans oscuros, vans desgastados, un cinturón de cadena y un chaleco largo con capucha terminaba por adornar el conjunto.

Debido a ciertas circunstancias específicas era realmente necesario que ocultase su rostro del resto del mundo cuando andaba por las calles, aunque ya de por sí su estatura y presencia destacaban por encima del promedio japonés, ciertamente sería molesto si se dieran cuenta de quién era en verdad. Sobre todo la población femenina, armaría tremendo escandalo si se enteraban que Sasuke Uchiha estaba a su lado comprando un café en Starbucks, cosa que ya le había pasado un par de veces y sinceramente le tenía harto.

Pero no podía ser para menos esa reacción, pues se trataba de nada más y nada menos que del líder y vocalista de Seven Fallen, banda que había formado con sus amigos de la infancia cuando estaban en el Instituto y que esa primavera cumpliría ya ocho años de haber debutado. Recién estaban terminando su primer tour mundial, pues hacía dos años la banda había logrado posicionarse en el mercado global con su anterior álbum "Our distance" y luego de una nominación a los Grammy's su popularidad se había disparado increíblemente rápido. Pero aún tenían mucho camino por recorrer, si querían ser los mejores, si querían llegar a lo más alto, si él quería alcanzar a esa persona, tenía que esforzarse mucho más.

No podía andarse con medias tintas jamás.

Abrió los orbes y sus iris ónix distinguieron el interior de la camioneta de su compañía discográfica, tan sobria y oscura como cualquiera de su tipo. La canción terminó y otra más comenzó, esta vez siendo el turno de Bonnie Tyler para amenizar el ambiente. Pese a que era música clásica americana de hacía más de treinta años, era su preferida y siempre exigía que la pusiesen mientras se movilizaba en el coche la corporación. En los asientos delanteros al suyo, venían dos hombres de mediana edad, el de cabello castaño y camisa de vestir con jeans azules, era quien fungía como el manager de Seven Fallen, Yamato, que se encontraba manejando el auto. A su lado se encontraba un hombre de melena grisácea— aunque no por la edad— vestido con un traje Armani hecho a medida color gris plomo, con un manos libres inalámbrico en la oreja izquierda y un rolex en la diestra; él cubría su rostro con una mascarilla que jamás retiraba, ni siquiera para comer—o al menos eso parecía— y que naturalmente tanto Sasuke como sus amigos habían tratado de quitar para ver su cara años atrás con fallido éxito. Kakashi Hatake podía ser un verdadero maestro del escape, pues ninguna jugarreta o trampa había funcionado en ninguna ocasión, por algo era su representante y productor.

—Hasta que despiertas—exclamó del de cabellos platinados.

—No molestes—rezongó.

El viaje desde Corea había sido ridículamente pesado.

—Podrás descansar un poco cuando lleguemos al nuevo departamento, pero no debes olvidar que tendremos reunión con la presidenta a las cuatro—agregó el que conducía. Sasuke miró discretamente el reloj de la caratula del radio que marcaban las diez de la mañana.

Dudaba mucho poder dormir un tiempo decente.

—No entiendo para qué quiere reunirse, si ya dejó en claro la situación en Seúl—gruñó mirando por la ventana, perdiéndose en las calles de Tokio que estaban atestadas como siempre. El movimiento de la camioneta fue rítmico, pero no menos tedioso.

—Deberías estar feliz de que sólo suspenderá tus actividades por tres meses—Kakashi lo miró por el retrovisor—. Infringiste las reglas de la compañía, podrías ser demandado por incumplimiento de contrato, además de que tu imagen está dañada mientras no se esclarezca la situación. Un sermón es lo menos molesto de este momento, ¿no te parece?

—Tch.

—Sin embargo, tu suspensión es sólo en las promociones locales y apariciones públicas de la banda, todavía puedes ir al estudio para trabajar en el nuevo disco y concentrarte en la composición—destacó sacando su Smartphone para revisar la agenda.

Yamato giró en la intersección.

—Como sea—rodó los ojos.

Realmente aquel incidente le estaba fastidiando un montón y era un verdadero incordio como el mundo se había vuelto loco por eso.

Era una reverenda mierda.

La Van dio un par de giros más por las calles de Setagaya*, y Sasuke recordó vagamente sus años de preparatoria, creía alguna vez haber estado por ese lado de la ciudad, pero no estaba seguro del por qué lo habría hecho. No había demasiada gente en las calles, aunque seguramente se debía a que era miércoles por la mañana y muchos ya se encontraban en sus trabajos o escuelas. Aparcaron delante de un edificio departamental de tres pisos, bastante sencillo si lo comparaba con la casa de la compañía que había estado compartiendo con los demás miembros hasta ese día. Pensó por un segundo que estaban en el lugar equivocado, pero al ver como los dos hombres se bajaban, supo que ese castigo iba a ser peor que el infierno. Chasqueó la lengua y se colocó las gafas de sol antes de abrir de un tirón la puerta. Yamato descargó un par de maletas grandes y uno que otro estuche de guitarra.

—Dime que esto es una broma—exclamó el Uchiha mirando hacia Kakashi que analizaba la propiedad.

—En lo absoluto—rebuscó en el interior de su saco y extrajo un móvil táctil color negro y una tarjeta de débito. Se acercó al moreno y le extendió los variados objetos que éste miró torciendo la comisura de sus labios.

Estaba jugando, ¿verdad?.

—Tch, esto es una porquería—se quejó por lo bajo tomándolos bruscamente.

—Nos encargaremos de las facturas por los próximos tres meses, pero tendrás que hacerte cargo de las compras de tus suministros y la colada por ti mismo, recibirás un salario base como el personal administrativo. Los inquilinos de este edificio son en su mayoría estudiantes, así que no te toparas con ellos durante el día—explicó mientras subían por las escaleras de metal pintadas de un azul claro.

Eso sí que era en extremo ridículo, no solo no podría vivir en la casa con el resto de sus compañeros, sino que además ahora estaba condenado a vivir en una ratonera para estudiantes con sus fondos recortados. La compañía manejaba gran parte de sus activos y no podía disponer de ellos libremente, anotó mentalmente hacer un plan de inversión y fondo de ahorro para el futuro cuando ese plazo terminara.

Esa maldita presidenta se estaba pasando.

Vale, podía entender que lo excluyeran de la residencia de Seven Fallen porque era un lugar públicamente conocido y la prensa estaría rondando como buitres en busca de su carne para obtener toda la información del incidente de Corea. Pero teniendo ya veintitrés años era estúpida la manera en que lo trataban como si fuera un mocoso.

Llegaron a la puerta con ese maldito número de habitación y Yamato dejó el equipaje junto a la lavadora del pasillo y regresó por un par de cosas más a la camioneta.

—Supongo que ni siquiera podre ir por mi coche—soltó el moreno mientras se quitaba los lentes para fulminar la pintura blanca de la entrada. Kakashi no musito ni un monosílabo y se cernió sobre la cerradura digital para ingresar la contraseña. La cual Sasuke logró distinguir, y le hizo rodar los ojos, pues era la fecha de aniversario par Seven Fallen. El cerrojo emitió su característico sonido al ser correcto el conjunto de números y luego de un chasquido, el peliplata jaló del pomo.

Joder, era tan pequeño.

—Tu coche estará en el estacionamiento de la compañía hasta que tu castigo termine—contestó Kakashi al verlo entrar, le siguió y analizó el cuarto.

Tenía buena iluminación, aunque era pequeño, era un LDK, la cama estaba en el fondo cerca de la única ventana, paralelamente había un escritorio pegado a la pared, el televisor estaba junto al muro de la puerta corrediza que daba al balcón. La cocina estaba en una pequeña división del espacio, un poco anticuada y era compacta, junto al armario se encontraba la puerta del baño. Ciertamente no era espacioso, y hasta cierto punto resultaba claustrofóbico, pero para las personas que normalmente lo ocupaban, estaba más que bien para una sola persona.

Sasuke se volvería loco, de eso estaba seguro.

—Tch, ¿Y cómo se supone que iré a la empresa desde aquí?

—Hay dos estaciones de tren cerca de esta zona y una de autobús, tendrás que caminar un poco—el Uchiha se giró inmediatamente hacia su representante.

—¿Estás diciendo que debo tomar el transporte público?—bien, las cosas le estaban dejando de parecer coherentes y justas.

—Eras un experto en eludir a la prensa, no creo que te cueste mucho engañar a los fans. No podemos permitir que los autos de la compañía ronden esta zona mucho tiempo, seríamos descubiertos—su móvil sonó al recibir un mensaje—. Además por este barrio hay muchos extranjeros, tu estatura y complexión pasaran desapercibidos, no hay nada de qué preocuparse—el castaño regresó con el resto del equipaje.

—Sempai, creo que no hay suficiente espacio—musitó el manager. Ambos lo miraron, uno totalmente tranquilo y el otro completamente irritado.

Carajo.

—Yamato tenemos que irnos. Sasuke desempaca tus cosas y descansa un poco—ordenó el mayor de los tres—, no vayas a llegar tarde a la junta y llámanos si sucede algo—emprendió paso firme hacia la puerta—. Vendré a verte un par de veces a la semana.

—Por mi puedes perderte—escupió desde la puerta.

Menuda mierda.

—No vayas a causar ningún escándalo, no tengo que recordarte las reglas de la empresa ¿verdad?—advirtió desde el inicio de las escaleras.

—Hmmp.

Para nada era necesario eso, las tenía bastante presentes. Los dos hombres se marcharon y Sasuke se quedó un par de minutos en el pasillo, miró a su alrededor y el puente de su nariz se arrugó, diablos, había olvidado hacía un tiempo como eran ese tipo de lugares.

Tan enclaustrado.

Se colocó los cascos de los audífonos que traía en el bolsillo de su chaleco y los conectó al móvil que le había dado Kakashi, estaba seguro que ese aparato tenía lo que necesitaba aunque no fuera el mismo que le confiscaron.

Si, ahí estaba, su anticuada biblioteca de reproducción.

Las notas de Waiting for a girl like you de Foreigner comenzaron a sonar en sus tímpanos, se puso la capucha sólo por si acaso y tomó una de las maletas junto a la lavadora para meterla al apartamento. Regresó por sus estuches de guitarra, los cuales había insistido en llevar consigo fuera donde fuera. Escuchó vagamente la puerta del apartamento de al lado abrirse y escondió su rostro cuando la persona salió.

—Lo siento, se me hizo tarde—era una voz muy clara, un soprano bastante suave, una mujer joven supuso deteniéndose en la entrada—. Bu-buenos días—exclamó al pasar a su lado.

Miró a escondidas a la dueña de dicha voz pero sólo fue capaz de ver una larga mata azulada danzar al ritmo de sus pequeños y torpes—tropezó con una maceta más adelante—pasos apresurados poco consciente de a quién dirigía su torpe saludo que apenas si logró captar por la música de sus audífonos. Su silueta delgada a simple vista desde la espalda desapareció en el filo de las escaleras y Sasuke encogió los hombros al tiempo que sacudía la cabeza restando importancia a ese breve encuentro con la ocupante del cuarto 304.

No le interesaba demasiado saber quién o cómo era.


Bajó rápidamente las escaleras del complejo de apartamentos y se dirigió hacia la calle que llevaba a la parada del autobús para ir a la estación Shibuya. Acomodó la correa de su bolso y los mechones de su larga melena se le arremolinaron bajo la garganta. Tenía facciones definidas y un rostro bastante lindo, sus ojos eran como un par de perlas y el tono de su piel cremosa como la leche estaba ligeramente sonrojada en la zona de las mejillas. La blusa con el logo de "Sweet Death" le quedaba un poco holgada en la parte del vientre, pero justa en su pecho, la completaba con una camisa de franela de patrón de cuadros color azul. Sus jeans de mezclilla clara hacían juego con unos Converse blancos. Llevaba su móvil blanco contra la oreja izquierda; Hinata Hyuuga usualmente no iba a tarde a ningún lado, pero se había desvelado la noche anterior hasta las tres de la mañana.

Laboraba en una pequeña cafetería de Shibuya llamada Sunset Line, la cual estaba cerca de un par de compañías bastante importantes y que les daba su principal fuente de ingreso. Siempre había muchos clientes durante la mañana, aunque solía ser tranquila por las tardes y noches. Su hora de entrada era a las nueve, y ya estaba retrasada por una hora. Además desde la parada de autobús hasta la estación eran veinte minutos más, sin mencionar los diez que hacía hasta el local.

Se sentía terriblemente culpable de ir con tanto tiempo de atraso.

—Realmente lamento esto—se disculpó por enésima vez mientras pasaba su ticket del bus. Tropezó como por quincuagésima vez en el trayecto. Sus pies siempre le jugaban una mala pasada con los rellanos del suelo.

Está bien no te preocupes demasiado, suele pasar a veces, sólo ven con cuidado Hinata-chan—la voz de su jefa era como siempre bastante amable y agradable. Tomó asiento en la fila trasera, cerca de la ventana izquierda. A su lado se encontraban algunas amas de casa y ancianos.

—Sí, lo ha-haré—se mordió la lengua y sus pómulos enrojecieron un tono más de ser posible.

Solía ser bastante tímida y elevar la voz para que la pudiera escuchar era en verdad difícil al estar rodeada de extraños.

Bien, entonces estaremos esperándote—sabía que la gerente no estaba molesta, era una mujer muy comprensiva, pero tampoco se sentía bien hacerle eso.

Ella había sido muy buena al contratarla cuando más necesitaba un trabajo, aun y cuando no tenía ninguna experiencia, si se ponía a recordar sus primeros días en el café, eran un desastre vergonzoso. Cumpliría dos años de estar viviendo por sí misma y si no fuera por la gerente, no sabría si hubiera podido salir adelante en aquel tiempo.

Después de todo, estaba completamente sola.

Los mormullos de la gente eran constantes y elevados, pero no lograban ensordecer el ambiente que además era acompañado por la música de las bocinas repartidas por todo el sitio, no resultaba muy alto tampoco, sin embargo era necesario que elevaran el tono un par de octavas al estar en la caja pidiendo su orden. Detrás del mostrador se encontraban sólo tres personas. Al final de cuentas, Sunset Line era una cafetería pequeña. Aunque su café era delicioso, por ello era el preferido de muchos. El lugar era luminoso, con colores cálidos en la decoración, había una infinidad de adornos en las paredes y estantes repartidos por el local, armonizando unos con otros, pero todos coincidían en el mismo tema: la música. En la pared detrás de las máquinas para el café había un gran mural de imágenes sepia de diversas bandas, japonesas y extranjeras por igual, así como de solistas o dúos.

Una hermosa mujer de cortos cabellos cobrizos y ojos del mismo tono atendía amablemente la caja, a pesar de tener más de treinta, seguía teniendo una figura exquisita y pequeña, además de un aura agradable de la que muchos se sentían atraídos, pues era bastante conocida entre sus clientes como una belleza; anotaba los pedidos y luego se los pasaba los dos chicos que se movían de un lado a otro preparando las tazas de café.

—Kiba-kun, aquí tienes—dijo tranquilamente tendiéndole un ticket nuevo al joven de crespo cabello castaño oscuro y rasgos ligeramente salvajes, pues se podía notar el filo de sus colmillos cuando hablaba. Kiba Inuzuka tenía una apariencia revoltosa, pero era bueno en su trabajo como barista.

Rin Nohara había abierto aquella cafetería hacía ya diez años en esa calle, pues siempre quiso un sitio en el que las personas se sintieran cómodas y tranquilas. Cuando era joven pasó por un montón de cosas en la vida que le hicieron saber que sitios así eran necesarios para aquellas personas, que si bien eran meros extraños, en ocasiones necesitaban algo más que sólo una taza de café. Por lo que siempre daba lo mejor de sí al atender a sus clientes.

—Lo tengo Nohara-san—aseguró leyendo rápidamente la nota.

—Shino-kun, necesito que vayas al almacén por más cajas—indicó al chico de cabello negro y gafas oscuras que recién regresaba de entregar un pedido en una de las pocas mesas del local.

—Ahora mismo las traigo Nohara-san—asintió entrando rápidamente a la puerta junto a la máquina de capuchinos. Shino Aburame solía ser callado la mayor parte del tiempo, pero hacía su trabajo competentemente como ahora.

La campana de la puerta sonó al abrirse y Rin se encontró con la mirada apenada de la persona que faltaba detrás de la barra. Hinata se apresuró en atravesar el mar de gente cuidadosamente y levantó la puerta del mostrador para adentrarse en el cuarto del personal para cambiarse, regresó poco después mientras se apresuraba en atar la cinta del delantal que llevaban en la cintura. Alisó un poco la camisa blanca de vestir que hacía juego con unos pantalones negros y luego tomó la charola con pedidos que Kiba acaba de terminar.

—Me alegra que llegaras—aseguró la castaña atendiendo una mujer de aspecto ligeramente llamativo.

—Eso es para la mesa seis—informó el otro mientras giraba para terminar la taza de expreso negro que estaba haciendo.

—Ok, yo me encargo—tomó la charola y salió de la isleta para dirigirse a las escaleras que llevaban al segundo piso, donde estaban las mesas del local.

—Aquí están las cajas—Shino regresó con el material y Rin tomó una para poner los vasos de café que la mujer le había pedido para llevar.

Siguieron con ese ritmo frenético hasta que el reloj marcó las doce, punto exacto en que el flujo de clientes se estabilizaba y dejaba de ser excesivamente alto. Hinata entregó el último pedido y luego la calma llegó a la barra. Kiba se recargó en el mostrador, bastante exhausto y Shino se puso a limpiar las maquinas ahora que tenía tiempo.

—Aquí tienen chicos, tomen un descanso—la cobriza salió de la parte trasera y les entregó unas botellas de té helado.

—Gracias—musitó la Hyuuga recibiendo la bebida mientras le dedicaba una pequeña reverencia con la cabeza—, y lamento otra vez haber llegado tarde—bajó el rostro.

—Está bien, no te preocupes, suele suceder—le palmeó el hombro—, sólo ten cuidado con tus horas de sueño, no siempre es bueno desvelarse—aseguró con un tono maternal.

—Lo tendré en cuenta Nohara-san, gracias.

—¿Terminaste la letra?—inquirió el Inuzuka enderezándose para tomar un trago de su té.

—Sí, logré terminarla—asintió.

—Eso es genial, ¿cuándo nos dejaras escucharla?—cuestionó emocionado.

—Yo… aún no creo poder hacerlo—susurró abochornada.

—Está bien, no te presiones, cuando estés lista, déjanos escuchar tu canción—Rin sonrió suavemente.

Los únicos que sabían sobre el amor de Hinata por la música eran ellos. Pues la joven era tan tímida que nunca le mostraba ese lado a nadie. Pero ella amaba realmente la música. Desde que tenía memoria, le encantaba cantar y tocar instrumentos. Incluso le rogó a su padre que le permitiera aprender piano cuando estaba en secundaria. Pero ese tema por alguna razón siempre fue tabú en su familia. Aun a estas alturas desconocía porqué razón su progenitor detestaba rotundamente cualquier cosa que tuviese que ver con ese arte tan hermoso. Siempre le había dicho que aquello no era más que una pérdida de tiempo y que nunca llegaría a nada si seguía persiguiendo tonterías como esa. Que debía enfocarse en lo que de verdad importaba, los sueños eran sólo eso, y al final terminarían decepcionándola si se aferraba a ellos.

No obstante, nunca pudo renunciar a ella.

La campana resonó y los cuatro miraron a la persona que había entrado para desearle la bienvenida. Rin enarcó una ceja, luego sonrió radiante al ver a ese hombre de cabellos grises.

—Kakashi.

—Hola—expresó caminando hacia donde estaba la cobriza.

—Pensé que regresarías hasta mañana—exclamó tomando una de las tazas para preparar el café que el Hatake siempre ordenaba, un americano sin azúcar.

—Tuvimos que volver antes, uno de los chicos causó problemas—comentó tomando asiento en uno de los banquillos de la barra. Dejó su móvil sobre esta después de revisarlo brevemente.

—¿En serio?

—Sí, y no será fácil solucionarlo—suspiró con cansancio.

Sasuke generalmente era el más tranquilo en ese aspecto, no obstante cuando hacía algo, era en verdad complicado de corregir.

—Pero conociéndote, podrás hacerlo—dijo completamente segura de sus palabras. Depositó la taza frente al peliplata.

—Gracias, y yo no estoy tan seguro de eso—sorbió un trago pequeño. El café de Rin siempre le calmaba y en verdad necesitaba distraerse un poco. Después de todo, había estado toda la mañana atendiendo llamadas de los medios y de la misma empresa respecto al incidente con el líder de Seven Fallen.

Apenas si había tenido tiempo de escaparse para tomar un respiro.

—Yo sé que lo lograras—animó mirándolo a los ojos.

Hinata y el resto decidieron darles algo de privacidad y se dirigieron a organizar el resto de las cosas que faltaban. La joven sonrió al abandonar la barra para ir al segundo piso. Su jefa siempre se veía feliz cuando ese hombre iba a la cafetería. Según había escuchado eran amigos de la infancia y tenían una relación bastante cercana, aunque al parecer no eran nada más que eso.

Lo cual resultaba verdaderamente extraño.


Estaba arrepentido, generalmente no era de los que se sentía de ese modo respecto a una decisión. Vamos no era su estilo, bueno o malo, aceptaba las consecuencias de sus actos. Pero probablemente ahora si pensaría las cosas unas cuarenta veces antes de hacerlas. Porque estaba absolutamente arrepentido. Su ceño se frunció tanto que casi dolía y tenía las manos tan apretadas que por poco y se atraviesa los brazos con las uñas. Trató de recordar los ejercicios para relajarse que les habían enseñado durante los ensayos. Más no fue capaz de recordar ningún mantra lo suficientemente bueno para evitar saltarle encima al imbécil que se retorcía de la risa sobre su nueva cama. Definitivamente no había sido buena idea llamarlo a él, cualquiera hubiera sido mejor opción que ese idiota. Pero simplemente era una molestia hacerlo, así que naturalmente marcó el teléfono del cabeza hueca número uno en su lista de contactos: Naruto Uzumaki, quien dicho sea de paso, era al mismo tiempo su mejor amigo y compañero de banda. El joven de crespos cabellos rubios y mirada zafiro tenía la cara desencajada mientras emitía unas ruidosas y pronunciadas carcajadas. La piel de sus mejillas estaba comenzando a doler por lo mucho que se estiraban y las marcas de nacimiento en ellas se deformaron un poco. Era bien conocido que el bajista de Seven Fallen era inmensamente honesto con sus emociones. Casi siempre pareciendo un insolente tonto boca floja, pero nunca con intención de herir a nadie; aunque estuviera burlándose de las desgracias de otros, pues su sentido del humor era totalmente descontrolado. Aunque ese era su rasgo más encantador y carismático, según las fans, era un chico bastante agradable y fresco.

Verlo reír era contagioso.

Sin embargo, Sasuke no pensaba de ese modo. Definitivamente la risa de ese alcornoque lo estaba sacando de quicio. Por alguna razón el muchacho de rasgos zorrunos se tiró a reír en cuanto vio el apartamento donde su mejor amigo tendría que vivir por los próximos tres meses. El moreno le había pedido que pasase por él para ir a la empresa juntos en su auto, pues no estaba de humor para usar el transporte público por primera vez en años ese día, además de pedirle que le trajese algunas cosas de su dormitorio en la residencia de la banda que Yamato no había empacado y realmente necesitaba.

No obstante, ahí estaba, conteniendo las ganas de asesinarlo.

—¿Quieres cerrar el pico de una vez Dobe?—gruñó.

—Es increíble, no puedo con esto—exclamó cayendo de la cama al suelo por los espasmos—. Esto no te va para nada—indicó entre risas—. ¡Esto es tan pequeño para tu ego Teme!

—¡Ya cállate!—le arrojó lo más cercano que tenía.

Diablos, el control remoto.

—¡Ay!—gritó el rubio al recibir el aparato con su cara.

Mierda, esperaba no haberlo roto.

—Tsk—chasqueó la lengua y desvió la mirada como quien no quiere la cosa. El Uzumaki se frotó la zona enrojecida de su cara que dolía por el acto del morocho. Ese orgulloso, nunca media su fuerza.

Bastardo.

—No tienes por qué pegarme-ttebayo—reclamó frunciendo el ceño.

—Como sea, te lo merecías—declaró.

—Sakura-chan dijo que ibas a estar de malhumor, pero veo que es peor de lo que imaginamos—musitó volviendo a sentarse en la cama.

Sakura Haruno era su amiga de la infancia y la única mujer que formaba parte de Seven Fallen, la joven era bastante inteligente y tenía una sorprendente fuerza en su pequeño cuerpo. Ella tocaba la batería para su grupo, aunque solía quejarse de que no podía presumir de algo tan poco femenino, lo cierto es que era sorprendente una vez se ponía detrás de las percusiones y sostenía sus baquetas.

—¿Ella lo sabía?—cuestionó mirando con la ceja alzada a su mejor amigo.

—Ella fue quien le dijo de este lugar a Kakashi-sensei—respondió levemente sorprendido de que Sasuke no supiera aquello, pues al parecer era la primera vez que lo escuchaba—. Ya sabes, Sakura-chan vivía por este barrio cuando estábamos en secundaria—agregó.

Ah, por eso se le hacía familiar el rumbo.

—Esa idiota…

—¡Hey! ¿A caso no entiendes en qué posición estás? Sakura-chan sólo quería ayudar a solucionar tu problema—interrumpió defendiendo a su amiga—. Ella se preocupa mucho por ti. Necesitaban un lugar tranquilo en el que te pudieras esconder, y Sakura-chan sólo lo sugirió, deberías estar agradecido, además quien empacó lo que me pediste fue ella—se cruzó de brazos y con un leve cabeceó apuntó la maleta de plástico negro que se encontraba bajo el escritorio—, así que no la llames idiota, Teme.

—Vale, como sea—por santa paz era mejor no pelear por una cosa como esa.

Aunque no es que detestara a la muchacha, en realidad la apreciaba bastante, pero solía ser un poco molesta cuando actuaba sin preguntar nada primero. Pero reconocía que Naruto estaba en lo cierto, Sakura se preocupaba por él y eso lo agradecía. Ella siempre se comportaba como una hermana mayor con ellos, desde que se habían conocido quince años atrás, la joven los seguía de un lado a otro arreglando el desastre que él y Naruto provocaban donde quiera que iban, también solía reñirles con frecuencia y siempre procuraba que estuvieran bien.

Era buena cuidando de los demás, aunque su temperamento, no era precisamente dulce.

—Oh, es verdad—lanzó al aire el ojiazul haciendo un ademán de mazo con sus manos.

—¿Huh?

—Sai me dijo que te diera esto—metió la mano dentro de su chaqueta de mezclilla, rebuscando en los bolsillos algo. Sasuke lo miró por el rabillo del ojo con cierta curiosidad. El Uzumaki ladeó el rostro confundido y buscó en los saquillos de sus jeans claros, pero no aparecía el objeto desconocido. Incluso revisó dentro de su camiseta de Nivarna.

Se acuclilló.

—¿Qué estás…?

—¡Lo encontré!—gritó al ver lo que buscaba debajo de la cama. Seguramente se le había caído cuando tuvo su ataque de risa—. Ten.

Sasuke miró fijamente el pequeño empastado que el rubio le tendía.

¿Manual para el mejoramiento de la personalidad?

—¿Qué diablos está tratando de decir ese bastardo?—escupió fulminando el libro con la mirada.

Sai podía ser un genio al tocar el teclado, pues era un pianista bastante talentoso, pero su falta de conocimiento sobre las relaciones básicas entre personas, era en verdad un asco.

—Incluso yo quise golpearlo—suspiró dejando el texto sobre la cama. Sasuke anotó mentalmente tirarlo al incinerador del edificio en otra ocasión.

—Vayamos a la empresa, no quiero que esa mujer enloquezca más—dijo luego de mirar el reloj de su Smartphone.

Se puso las gafas de sol antes de salir al pasillo.

—La abuela, sólo está siendo estricta—Naruto siguió al moreno afuera del apartamento—. Quiero decir, realmente has causado un problema con ese incidente. El lanzamiento del nuevo álbum podría ser aplazado si la atención de la prensa no se desvía—expresó bajando los escalones del tercer piso.

—Ya lo sé.

—Pero hay algo que aun no entiendo Sasuke—masculló sacando las llaves de su coche deportivo que estaba aparcado frente al edificio de dos pisos.

El Uchiha lo observó de reojo.

—¿Qué?

—¿De verdad te acostaste con ella?—murmuró lo suficientemente alto para que sólo el pelinegro le pudiera oír. Sería malo si alguien más lo hacía.

El silencio reinó por lo que pareció un eternidad, pero en realidad sólo fueron veinte segundos.

—Metete en tus asuntos Dobe—gruñó abriendo la puerta del copiloto para meterse dentro.

Su humor había empeorado.


Tarareó una melodía desconocida mientras terminaba de preparar un Macchiato con caramelo que una estudiante de secundaria había pedido, y tras ponerle los toques finales le entregó su orden a la pequeña y linda chica con uniforme de marinero. Ver a las muchachas de su edad, siempre era refrescante, porque sus rostros irradiaban esa inconmensurable felicidad e inocencia que sólo la adolescencia les podía otorgar. Seguramente ella tenía un montón de sueños y esperanzas dentro de su corazón, y esperaba sinceramente que al menos uno de ellos, se volviera realidad.

Hinata siempre rezaba por los sueños de los demás.

Porque le gustaba pensar que había personas que lo hacían por ella aunque no conocieran ninguno de esos sueños.

—Gracias, vuelva pronto por favor—deseó al ver como la chica se dirigía la salida. Le respondió con una leve reverencia de cabeza.

—Hinata vamos a ir a mi casa después de cerrar, mi hermana consiguió un montón de carne—exclamó Kiba saliendo del depósito con unas cajas de granos de café.

—¿Carne?

—Sí, dijo que su novio había planeado una parrillada con sus amigos, pero se canceló y quedó mucho—sacó los paquetes para acomodarlos en el exhibidor, pues también vendían las infusiones de granos para los clientes que deseaban prepararlos en casa—. Hagamos una barbacoa antes de que empiecen las clases—pidió—. La próxima semana regreso a la universidad y no podré beber nada por un tiempo—el Inuzuka había retomado su último año de Veterinaria luego de su descanso sabático esa primavera.

—Pero no puedo ir hoy.

—¿Por qué no?

—Quedé de ayudar al nieto de la casera con sus estudios.

—Oh, es verdad estás ayudando a ese chico para el examen nacional de abogados.

—Sí.

—Habías obtenido una calificación sobresaliente en ese examen ¿verdad?—recordó—, es una lástima que te retiraras en el último año de…

Hinata miró al suelo y el silencio reinó.

Kiba se golpeó la frente. Había olvidado que ese era un campo minado con la Hyuuga.

—Eh… lo que quiero decir es…

—Hinata-chan—Rin salió de la puerta donde se encontraba la oficina.

Kiba suspiró aliviado al ser prácticamente salvado por la campana.

—¿Qué sucede Nohara-san?—indagó fijando sus perlas en la cobriza.

—¿Podrías hacerme un favor?—se acercó a ella.

—¿Un favor?

—Kakashi olvidó su teléfono antes de irse—sacó el aparato del bolsillo en su delantal—. Estoy segura que estará en un apuro si no se lo regreso rápido. Iría por mí misma, pero un proveedor quiere venir al café, así que no podré salir, por eso me preguntaba si pudieras hacerlo tú—explicó.

—Yo…—realmente no quería negarse, no era nada extraordinario, pero el lugar al que tendría que ir, le daba un poco de pánico.

—¿Por favor?—le cogió de las manos y clavo sus quinqués en ella.

Eso no era justo.

—Va-vale—se mordió la lengua.

—Gracias—sonrió de oreja a oreja mientras le daba el aparato.

Sólo tendría que ir rápido y regresar, eso no podía ser demasiado complicado, ¿Verdad?.


Era irritante.

De verdad que estaba comenzando a detestar la situación. Maldijo internamente a todos y todo en la tierra mientras atravesaba sigilosamente la calle detrás del edificio donde se localizaba su compañía. Naruto lo había tenido que bajar de ese lado al ver una turba gigantesca de reporteros amontonados en la fachada. Pateó un cubo para las cenizas en la puerta trasera que lucía un pequeño cartel con la leyenda: Sólo personal autorizado, y se adentró en el interior del colosal inmueble de veintisiete pisos. El guardia de seguridad se enderezó en su silla al verlo, pues con los lentes oscuros y la capucha puesta, se denotaba demasiado sospecho. Sin embargo, atinó simplemente a levantar su carnet de la empresa sin siquiera reparar en el hombre, quien al ver la tarjeta, volvió a tomar asiento. Dio un par de giros por los largos pasillos prácticamente vacíos y luego alcanzó a ver los elevadores del lugar. Algunas personas iban y venían por todo el camino que cruzaba las seis puertas de ascensor. Se parpo delante de la primera que vio y presión para llamarlo. Miró por sobre su hombro para cerciorarse que no había nadie de la prensa a su alrededor, sería una molestia deshacerse de esos idiotas que sólo les importaba perseguir chismes, pero sólo vio a uno que otro de los empleados administrativos de la disquera. Su puerta se abrió y sin pensarlo demasiado ingresó en la caja de metal al tiempo que pinchaba el botón del piso diecisiete, donde se encontraba la sala de reuniones donde habían sido citados. Supuso que Naruto y el resto de los integrantes de Fallen Seven ya se debían encontrar ahí. Las puertas emitieron una breve alarma en muestra de que pronto se cerrarían y el moreno alcanzó a escuchar unos ruidosos pasos en el exterior del elevador.

—¡E-espere!—gritó una voz que de alguna forma le sonó un poco, sólo un poco, familiar. Tenía un oído estupendo para los tonos, por ello sentía que ese sonido tan melódico y torpe, lo había escuchado antes.

Automáticamente presionó el botón para cerrar las puertas. No estaba de humor para compartir el mismo espacio con una chica. Porque esa persona era una mujer. Y estaba muy seguro de ello; vio un pie pequeño interponiéndose entre las dos placas de la puerta y estas inmediatamente se volvieron a abrir.

Mierda.

—Tsk—susurró pegándose a la esquina más lejana. Escondió tanto como pudo su rostro con el gorro de su chaleco.

—Gra-gracias—exclamó sin aire la pequeña muchacha. Pues por el reflejo de las paredes de acero inoxidable pudo notar que la desconocida media una cabeza y media menos que él y que aparentemente estaba fatigada.

¿Olía a café?

Sasuke distinguió el típico aroma de los granos de cafeína proviniendo de esa muchacha. La cual se paró al centro, un poco incomoda con el moreno que seguía cubriéndose lo más que podía.

¿Era un hombre sospechoso?

Hinata procuró mantenerse tan lejos como las dimensiones se lo permitían, ese sujeto, no parecía demasiado confiable. Aunque seguramente ni reparaba en su presencia, pues parecía estar ignorándola por completo.

Los números se movieron naturalmente y la canción del altoparlante era realmente buena. El sencillo número uno en las listas de música "Stainless night" resonaba en su versión corta. Sasuke se preguntó en que momento habían escogido una de sus canciones para eso, pero realmente le importaba poco saberlo. La peliazul movió sus pies por el nerviosismo, y jugó con sus dedos algo cabizbaja. El Uchiha le miraba por el rabillo del ojo muy discretamente.

¿Acaso quería perforar el piso?

Lucia tan exacerbada, que se notaba el hecho de que no estaba familiarizada con el lugar. Bufó, ¿y eso por qué le importaba? No era de su incumbencia a fin de cuentas.

El ascensor sonó al llegar al piso que había marcado y notó que la chica salía junto con él. Caminaron paralelamente por el largo pasillo hasta la pequeña recepción que se encontraba entre la sala de reuniones principal y la oficina del CEO de la compañía. La puerta de la presidencia se abrió y una mujer de mediana edad y corto cabello negro apareció.

—Por fin has llegado, Tsunade-sama y el resto están esperando por ti—comunicó mirando brevemente la tabla que llevaba en sus brazos.

Ah, entonces no era una persona sospechosa, sino, probablemente un artista de la empresa.

—Como sea—musitó quitándose la capucha mientras daba marcados pasos hasta una de las puertas del amplio cuarto iluminado por los grandes ventanales de la izquierda.

Por su parte Hinata posó su inquieta mirada en la mujer, que antes de seguir al morocho se giró a verla.

—¿En qué puedo ayudarte?—sonrió amablemente.

—Yo… esto… estoy buscando a… a Kakashi-san, te-tengo algo para él. Me dijeron que…viniera a este piso—contestó y sintió su cara caliente por la vergüenza.

¿Por qué era tan difícil hablar con desconocidos?

—Oh, ya veo, ¿podrías esperar un poco aquí? En este momento estamos por tener una breve reunión—comunicó mientras acomodaba la papeleta contra su pecho—, sólo serán unos veinte minutos.

—Pero yo…

—¡Shizune ¿Dónde estás?!—interrumpió la voz de una mujer proveniente desde la puerta que aquel sujeto había utilizado. La susodicha le dedicó una pequeña reverencia a la Hyuuga y luego desapareció por el lumbral del cuarto de reuniones.

¿Por qué tenía tan mala suerte?.


Había una sutil tensión en el ambiente que ninguno de los presentes podía evitar notar. El sonido de una hilera de uñas chocando contra la madera caoba de la amplia mesa que se encontraba en el centro de la sala era constante y rítmico. La mujer de cabellos rubios cenizos que tarimboleaba sus dedos mientras se sobaba la sien respiró hondo un par de veces antes de comenzar a hablar. Sus ojos castaños perforaban a la causa de todas sus más recientes preocupaciones. De por sí ya era difícil dirigir esa compañía que su abuelo había fundado hacía bastante tiempo, como para que encima ese mocoso viniera a sumarle más inquietudes a la lista. Los miembros de Seven Fallen esperaban pacientemente a que Tsunade Senju explotara de una vez.

Después de todo, estaban ahí para recibir un sermón.

Sasuke se encontraba sentado delante de la CEO de Konoha, aquella disquera que fuera su casa desde hacía ocho años. A su lado Naruto se mecía en su silla, bastante despreocupado con los brazos detrás de su nuca, aunque fue codeado por la muchacha de corta melena rosada y grandes ojos jade cuando la presidenta le miró estrechando los orbes. Sakura Haruno, la baterista de la banda más popular entre la plantilla de artista que Konoha manejaba, era tal vez la más seria entre todos los integrantes de la banda. A su izquierda, Sai mantenía una sonrisa de Mona Lisa mientras esperaba pacientemente el discurso. Kakashi se encontraba en contraparte junto con Yamato y Shizune no se despegaba del costado de Tsunade como la eficiente asistente que era.

—Voy a preguntarlo sólo una vez más Sasuke—comenzó luego de diez minutos de silencio—. ¿Qué fue lo que hiciste en ese hotel?

El moreno clavó sus ónix en ella.

—Nada—respondió simple.

La mujer estrelló su puño en la mesa.

—¡No me vengas con eso!—reclamó elevando la voz—. De ser tan simple, no tendría una horda de reporteros en mi edificio peleando por una maldita exclusiva, ni decenas de artículos circulando por todo internet—gruñó levantándose, Shizune le entregó la carpeta que llevaba consigo y la mujer que a pesar de sus sesenta años tenía un cuerpo envidiable se paró frente al Uchiha al tiempo que dejaba caer un puñado de papeles —. Quiero que me digas cómo es posible que fueses atrapado saliendo de un lugar como este con una menor de edad—exigió cruzándose de brazos—. ¡¿Cómo vas a explicar que no es nada si hay tantas malditas fotos por el amor de Dios?!

Sasuke observó las imágenes que se mezclaban con algunas notas respecto a lo que se veía en ellas.

Los titulares como: Famoso líder de banda internacional es capturado teniendo encuentros clandestinos con una Idol menor de edad o El amor prohibido entre el rebelde cantante y la joven actriz debutante sonaban tan rimbombantes que naturalmente llamaban la atención. Rodó los ojos, chaqueó la lengua y recargó la espalda en su silla.

—Ya dije que no es nada—musitó y la rubia enarcó una ceja—. No sé cómo quiere que le explique, pero es así.

—¿Estás saliendo con ella?—se apretó el puente de la nariz.

Tan frustrante.

—No.

—¡¿Entonces por qué estás acostándote con una niña de diecisiete años?!—gritó exasperada por su renuente actitud.

El silencio reinó.

—No me acosté con ella—estrechó la mirada.

—¿Entonces qué hacías con ella para que te atraparan de esta manera?—apuntó la imagen donde claramente ambos estaban cortos de ropa dentro de una suite en un hotel de Seúl. Mismo en que se habían estado quedando durante las diligencias de Corea.

—…

—¿Por qué no respondes?

— No puedo recordarlo—soltó harto—. No estoy seguro de por qué mierda estaba en ese lugar, pero sé que no me acosté con ella—aseguró—. Baje al bar y ella estaba ahí, hablamos por lo que tan siquiera pueden ser dos minutos. Después de eso, no recuerdo cómo llegué a la habitación, sólo sé que estaba mareado.

Todos lo miraron sorprendidos.

—¿Qué es lo que estaban haciendo ustedes?—miró a los otros tres—. ¿Qué estaban haciendo que no pudieron evitar esta tontería? ¿No les preocupa su reputación? He estado recibiendo un montón de llamadas por su culpa, ¿saben cuánto han afectado la agenda de su banda? ¡Hemos perdido algunos contratos importantes por esto!

—Lo sentimos mucho Tsunade-sama—exclamó la Haruno.

—Cálmese por favor presidenta—pidió Kakashi—. He estado tratando de contactar a la compañía de esa chica para aclarar la situación, pero parece que se encuentra en China promocionando su película.

—Por supuesto que lo está—volvió a su asiento—. Está aprovechando muy bien esta oportunidad polémica.

—¿Oportunidad…?—Naruto ladeó el rostro confundido por esas palabras—. ¿Oportunidad de qué?

—En marketing se le dice así al uso de controversias para generar una estrategia de publicidad—explicó Sai.

—En otras palabras, si Sasuke realmente no hizo nada y todo es un malentendido que fue manipulado, esa chica está colgándose de la popularidad de Seven Fallen—agregó la pelirosa llevándose una mano a la barbilla pensativamente—. Menuda arpía—escupió.

—Es una estrategia muy sucia—concordó Yamato.

—Tenemos que seguir intentando contactarlos, si es verdad que no sucedió nada y usaron algún truco para propiciar la situación, no se arriesgaran demasiado a que encontremos pruebas para demandarlos—el Hatake cruzó los brazos.

—Sin embargo sigue siendo tu falta—Tsunade observó al pelinegro—. Tienes que asumir las consecuencias.

—¿No cree que está pasándose un poco?—rebuznó el de ojos oscuros fulminándola con la mirada al recordar el "refugió y penitenciaria" que ahora tenía que ocupar por tres meses.

—Oh, claro que no. De hecho fui bastante suave—masculló.

—Tch.

—Sólo será por tres meses, tienes que pasar desapercibido en lo que arreglamos este desastre—expresó—. Así que asegúrate de no verte envuelto en ningún otro escándalo sino quieres causar problemas para su banda.

¿A qué se refería con eso?

—Como sea.

—No lo tomes a la ligera Sasuke, estoy hablando seriamente—dijo severa—. No causes ningún problema, no te involucres con nadie en este tiempo, en especial mujeres.

—Como si eso fuera posible—siseó poniéndose de pie. Estaba hasta la coronilla de ese tema ya.

—Sé que todos lo saben—comenzó antes de que el Uchiha se fuera—. Pero las citas están prohibidas.

Estaban más que conscientes de ello.

En ese mundo, no había lugar para una cosa tan frágil como el amor.

—Si—corearon los otros tres y el moreno sólo permaneció callado delante de la puerta.

—Por el momento, mantén el perfil bajo Sasuke, y concéntrate en el nuevo álbum—pidió suspirando audiblemente por el estrés que todo eso le estaba generando—, el resto continúe con las actividades planeadas y asegúrense de no quedar atrapados por los reporteros—se giró hacia el Hatake—. Sigue intentando encontrar a esa mocosa.

—Entiendo—asintió.

El pelinegro estrechó la mirada y bufó antes de tirar del pomo para irse de la habitación. Naruto se puso de pie mientras seguía tratando de comprender todo el asunto. Sakura lo imitó y le dedicó una pequeña reverencia a la presidenta Senju que también dejó el cuarto. Sai permaneció sentado anotando algo en la libreta negra que siempre llevaba consigo.

—Oh, es verdad…—Shizune se detuvo de recoger los papeles de la mesa—, Kakashi-san—lo llamó interrumpiendo su conversación con Yamato.

—¿Huh?

—Una chica está esperándote afuera—informó.

—¿Una chica?—enarcó una ceja y seguidamente se dirigió hacia la puerta—¿Hyuuga?—estaba un poco confundido por su presencia.

Sentada con la espalda recta y una expresión visiblemente incomoda, la joven que había visto muchas veces en el Sunset Line junto a Rin le esperaba.

—Kakashi-san—se levantó torpemente del pequeño sillón que había junto al escritorio del pasillo—Nohara-san… me pidió que le entregara esto—sacó el móvil del bolsillo izquierdo de su pantalón.

—Gracias—musitó—. Estaría en graves problemas si no lo hubieras traído tan rápido, lamento la espera que tuviste que pasar—tomó el aparato.

—Está bien… no fue nada—su rostro enrojeció.

—Trabajaste duro—aseguró—, te compensaré las molestias después.

—No… no… hay necesidad—negó reiteradamente—. Nohara-san fue quien lo hizo, yo sólo lo entregué en su lugar.

—Aun así hiciste todo el camino hasta aquí, imagino que no fue tan fácil—metió la mano dentro de su saco y extrajo una pequeña tarjeta—. Si alguna vez necesitas algo, haré lo que pueda—se la extendió y Hinata notó que se trataba de su tarjeta de presentación personal.

Dubitó un poco, pero al final la cogió. No podía despreciar groseramente su gesto.

—Gracias—le dedicó una breve reverencia—. Tengo que volver al café… así que me retiro primero.

—Ve con cuidado—exclamó—, Dile a Rin que iré a verla cuando cierre—pidió por ultimo antes de que la joven se marchara.

—Sí—le ofreció otra reverencia.

Hinata desapareció por el pasillo.


Sobó sus hombros mientras esperaba el autobús en la estación. El resto del día había pasado con relativa calma luego de ese pequeño desvío de la rutina diaria. Kiba y Shino la habían acompañado hasta la parada luego se fueron para tomar el metro e ir a la casa del castaño para realizar la barbacoa que le había mencionado antes. Revisó su teléfono para ver la hora, nueve veintisiete, el Sunset Line siempre cerraba temprano los miércoles , lo cual le era muy conveniente dado que había quedado de ayudar al nieto de la casa con sus exámenes. El camión apareció por la calle y la peliazul se acercó al filo de la banqueta para subir una vez se detuvo en la terminal. Pasó por el escáner su tarjeta y cuidando no tropezar con las butacas se sentó junto a la venta en la hilera de en medio. Había algunos estudiantes y asalariados, seguramente regresando a casa luego de un agotador día. Extrajo los audífonos de su bolso y los conectó a su teléfono celular. Deslizó los dedos por la pantalla táctil y abrió su biblioteca de música. Buscó una canción en específico y una vez la halló presionó el botón para reproducirla. La voz de Belinda Carlisle sonó por los auriculares y la Hyuuga movió discretamente los dedos sobre su regazo al ritmo de Heaven is a place on earth la música de antaño le gustaba mucho, también tenía algunas canciones de Akina Nakamori y Yukiko Okada*, y los clásico de CoCo* no podían faltar junto a la gran variada lista de artistas extranjeros que también escuchaba.

Miró hacía fuera de la ventana y dejó que la canción se apoderara de su cabeza.

Ah, eso era tan relajante. Siempre escuchaba su música favorita en el camino de regreso. Como una especie de rutina diaria que le gustaba mucho, era su parte favorita del día. Los veinte minutos que hacía hasta su parada, eran agradables como siempre.

La casera del edificio departamental era una mujer mayor bastante amable. Su rostro lleno de arrugas por los años vividos era redondo y su corto cabello gris se rizaba detrás de sus orejas. Siempre sonreía y se preocupaba por todos. En sus años de juventud había sido una vigorosa maestra de primaria, tal vez por eso ponía tanta atención a los detalles, y era realmente buena velando por los habitantes del edificio. Constantemente estaba en la terraza de la residencia de la azotea cuidando las plantas que sembraba cada año, esa temporada quería plantar girasoles si no recordaba mal. Vivía con su nieto, un joven universitario perteneciente al departamento de leyes que a veces ayudaba con el mantenimiento del edificio. Aunque el chico era más bien algo taciturno y callado a diferencia de su abuela. Lo había visto un par de veces cuando regresaba del trabajo. Era un chico bastante atractivo, pero de expresión tranquila. Su piel era más pálida que la de Hinata y sus desgreñados cabellos blancos hacían juego con ese par de ojos azules, claros como el hielo. Toneri Otsutsuki destacaba bastante ahora que lo pensaba.

—Lamento mucho esto Hinata-san—comenzó la mujer mientras salía de la cocina de su apartamento para servirle una taza de té de manzanilla a la ojoerla.

—Está bien no se preocupe.

—Aun cuando te tomaste las molestias de venir luego de tu trabajo, ese niño aún no ha llegado a casa—se sentó frente a ella—. Me disculpo por él.

—Tranquila Tomoko-san, probablemente Otsutsuki-san esté ocupado—intentó minimizar el pesar de la anciana—. Puedo venir otro día a ayudarle con sus estudios.

—¿En serio?—la miró con esos ojos azules, iguales a los de su nieto—. Muchas gracias mi niña, eres muy amable.

—No realmente, estoy honrada de poder ayudarla—su expresión se suavizó.

La casera había hecho mucho por ella desde que se mudó a ese lugar.

—Oh, por cierto querida, ¿puedes hacerme un favor más?.

Era lo menos que podía hacer.


Dejó las bolsas del minisúper sobre la mesa de su apartamento y se quitó el chaleco. Al menos la tienda de conveniencia estaba bastante cerca del edificio, apenas dos calles hacia abajo. Kakashi tenía razón, para su molestia, y el barrio era tranquilo, además de que había muchos extranjeros. Por lo que fue capaz de pasar desapercibido mientras compraba algunos paquetes de comida precalentada, luego iría al supermercado por algo más decente para sus comidas. Sacó el paquete de cervezas y lo abrió para acomodarlas en el frigorífico, era su marca preferida, ni demasiado amarga, ni demasiado liviana. Dejó una lata fuera guardó el resto de las compras en el congelador y la alacena. Caminó hasta la habitación y abrió el armario para sacar una muda de ropa. Se quitó la prenda superior y la sustituyó por una camiseta de manga larga con un estampado de alas, cambió también sus jeans por una pantalonera negra y se calzó un par de vans. Dejó la ropa sucia en el cesto del baño y regresó a la cocina para abrir su lata. Revisó su teléfono mientras daba un sorbo a la bebida.

Miró todo el lugar y dejó escapar un resoplido. Era tan pequeño de verdad.

Su teléfono comenzó a sonar.

Pensó por un momento en dejarlo y no tomar la llamada. Pero si lo hacía, ese idiota estaría jodiendo el resto de la noche. Así que lo mejor era responder lo más pronto posible.

—¿Qué?—gruñó poniéndose el aparato contra la oreja.

Por Dios ¿cómo puedes estar tan enojado a esta hora?

—No estoy de humor para esto, Dobe.

Nunca estás de humor para nada en ningún día Teme.

—¿Qué es lo que quieres?—tajó—. Si no es importante voy a colgar—advirtió.

Eres tan impaciente como siempre. Pensé que te sentirías solo en tu primera noche fuera de la residencia-ttebayo.

—Colgaré…

¡Espera! No seas así Teme—reclamó al otro lado de la línea el escandaloso rubio—, llevé una cosa más a tu casa, una cosa más—insistió.

—¿Qué? ¿Qué es lo que trajiste?—miró alrededor pero no parecía haber nada más de lo que había llevado más temprano.

Olvidé que lo llevaba, así que pasé de regreso a casa, todavía no llegabas así que lo dejé en la terraza, la abuela del edificio me dijo que podía dejarlo ahí—comunicó—. Es algo que definitivamente necesitas-ttebayo.

—¿La terraza?—musitó mirando la puerta—. ¿En qué parte está eso?

Al final de tu piso hay unas escaleras para la azotea, sube y lo verás.

Tomó su pote de cerveza y salió del apartamento sin colgar la llamada. Escuchó vagamente como el Uzumaki discutía con Sakura por haber dejado la ropa sucia de su maleta en el piso del baño. Encontró el acceso que su mejor amigo le había dicho y cautelosamente subió por las escalinatas blancas. Al llegar a la cima se encontró con un pequeño jardín en la azotea del edificio, había un variado y colorido conjunto de plantas, así como una mesa de picnic cerca del centro , también había algunos aparatos de ejercicio, seguramente puestos ahí por los otros vecinos, y unos cordones para el tendedero que llegaba a la parte superior de la case donde estaba la entrada.

Viéndolo bien, era un sitio bastante bueno.

—¿Dónde está esa cosa Dobe?—cuestionó llamando la atención del blondo.

Hay un pequeño tejaban cerca de la caseta, ahí lo verás, lo cubrí para que no se mojara.

—¿Un tejaban?—murmuró para sí mirando alrededor.

Encontró el sitio al otro lado de la entrada y vio algo tapado con una lona plástica de color azul. Un poco curioso se acercó y lo destapó.

Ese idiota a veces podía hacer buenas cosas.

La comisura de sus labios se torció un poco, en una especie de sonrisa, al ver aquel aparato que le llegaba a las rodillas.

¿Lo encontraste?

—Si—miró el mini arcade que solía tener en su cuarto, a veces lo jugaba para distraerse y despejar sus pensamientos cuando componía. Había olvidado que no lo tendría con él por tres meses. Naruto definitivamente había hecho una buena acción esta vez.

Estás feliz, ¿verdad? me debes una, ¿cierto?—vociferó arrogante el Uzumaki.

—Tsk, no seas engreído.

Un sonido extraño se escuchó, como algo plástico estrellándose en el suelo.

Automáticamente se giró sobre sus talones y vio algunas sabanas cayendo de la caseta. Parpadeó aturdido y dio pasos apresurados para ver la razón.

¿Teme? ¿Me oyes? ¿Teme?—la voz de Naruto se oyó lejana cuando bajó el teléfono al llegar a sitio donde estaban tiradas las ropas de cama.

El ruido volvió a oírse y el moreno levantó el rostro buscando su origen.

—¿Qué dem…?

—¡Cu-cuidado!—escuchó el grito de una chica, pero antes de siquiera corresponder a la advertencia la secuencias de sucesos fue tan vertiginosa que no podría decir a ciencia cierta lo que pasó en realidad.

Una maraña de largos cabellos azules ondeo con la brisa primaveral nocturna, y un rostro delicado apareció entre las hebras. Sus ojos chocaron contra la mirada aterrorizada de un par de perlas. Apenas fue una fracción segundo cuando su cerebro, captó medianamente la situación y en un impulso automático extendió los brazos hacía arriba para atrapar a la dueña de dichos orbes quien caía desde lo alto de la caseta.

¿Qué mierda estaba pasando?

El choque de sus cuerpos fue doloroso, y Sasuke podría jurar que su cabeza rebotó contra el suelo. El peso de la muchacha no era demasiado, pero lo tumbó con facilidad por la sorpresa. Su teléfono salió volando hacia algún punto y sintió que hasta perdió un zapato.

¿Dónde estaba su cerveza?.

—…—todo le dio vueltas.

—¡Lo siento!—vociferó la desconocida una vez la conmoción había pasado. Probablemente era debido a la adrenalina de la caída, pero se alzó sobre el muchacho con rapidez. Quedando parcialmente sentada sobre las caderas de éste. Quien aún estaba aturdido por lo pasado. Ella le tomó el rostro preocupada de haberlo herido al caer sobre él—. ¡¿Estás bien?

Sasuke apretó los ojos y los abrió varias veces tratando de enfocar la vista, que se le había vuelto borrosa por el shock, sus mejillas percibieron el cálido tacto ajeno que le estabilizó el cráneo.

Perla contra ónix.

—Arg…

—¿Puedes escucharme? ¿Te duele la cabeza? ¿Estás bien? ¿Necesitar ir al hospital?—habló tan rápido que sus palabras casi se atropellan unas a otras.

Ah, quizás era por el golpe, pero esa chica parecía estar brillando intensamente, como una estrella.

Una que acababa de caer sobre él directo desde el cielo.


.

"

"Esperando a que una estrella caiga y lleve tu corazón a mis brazos que es donde perteneces.

-Waiting for a star to fall"

Boy meets girl.

.


.-*+*-.

Continuará

'-+*+-´

.


Espero que les haya gustado. Muchas gracias por sus reviews, Follows, y Favs de antemano.

Espero que les guste esta historia.

Lamento los errores, trataré de corregirlos más adelante.

1*Setagaya (世田谷区Setagaya-ku?) es uno de los 23 barrios especiales de Tokio, Japón. Setagaya es también el nombre de uno de los distritos del barrio. Frecuentemente y en otros idiomas, Setagaya se autodenomina como Ciudad de Setagaya.

2* Akina Nakamori (中森明菜 Nakamori Akina, 13 de julio, 1965) es una cantante y actriz japonesa originaria de la ciudad de Kiyose en la Prefectura de Tokio, y fue una de las personalidades más populares de su país en los años ochenta.

Yukiko Okada (岡田 有希子 Okada Yukiko 22 de agosto de 1967 – 8 de abril de 1986). Fue una idol japonesa de la década de 1980. Su nombre real era Kaya Sato (佐藤佳代 Sato Kaya), Pero ella se dio a conocer con su nombre artístico.

3* CoCo (ココ). Fue un grupo idol japonés, activo en la década de los 90.

Sin más por aclarar.

Akari se despide.

Yanne!