Disclaimer: Saint Seiya no me pertenece, todos los derechos están reservados por Masami Kurumada y la TOEI.


Aclaraciones:

"— Diálogo con narrativa en tercera persona (Recuerdos)".
"Narrativa en primera persona"
"Narrativa en tercera persona"


Autora: Suki90
Serie: Saint Seiya
Título: Rememorando.


Capítulo 6: Decisión final.

Era extraño, se suponía que aquel joven que se encontraba suspendido en aquella eterna obscuridad estaba al borde de la muerte, sino es que ya lo estaba. Siendo así, ¿por qué? ¿Por qué el dolor no cesaba? ¿Cuál era la razón detrás de aquel intenso dolor que sentía en su pecho? Ni siquiera ejercer presión sobre la cicatriz que quedó tras la dura batalla contra Hades surtía efecto.

¿Era este un castigo divino? ¿Sufrir eternamente aún después del la muerte?

De ser así, de tratarse de un castigo otorgado por los dioses, entonces no hay nada que yo pueda hacer más que aceptar este incesante dolor. Me lo merezco, he blasfemado contra ellos en más de una ocasión, incluso llegué a alzar mi puño en pos de propinarles un buen golpe.

Lo acepto, pero no me arrepiento, ya que todo fue por proteger a mi diosa, a la mujer en la que creo y de la cual estoy enamorado. Todo lo que hice fue por y para ella. Por lo que he de aprender a lidiar con este dolor por toda la eternidad, no hay de otra. Puedo hacerlo.

Sí, esta herida no es nada, es una simple cicatriz.

Hablando de cicatrices, hay algo que siempre me he preguntado: ¿Aquella horrible herida te habrá dejado huella? Sí, me refiero a esa ocasión en la que mi corazón casi se desintegra debido a lo que mis ojos presenciaron justo cuando pisamos el santuario para ponerle fin a las ambiciones de Arles.

Desde el momento en que tomé la decisión de ir contigo a Grecia la vida me puso a prueba, era el momento de decidir qué hacer con esos sentimientos que tenía por ti, pero que en ese entonces no sabía cómo debía dirigirlos.

Recuerdo que una vez que llegamos al santuario, un hombre encapuchado se nos acercó y se ofreció para llevarnos con el patriarca. Si soy sincero, eso se me hizo algo un poco extraño en un inicio pero al final terminé por creer que era lo mejor, ya que yo no sabía cómo guiar a Saori y a los demás.

Pasaron los minutos, y al ver cómo todo estaba tan tranquilo mientras éramos guiados por aquel hombre, me tranquilicé lo suficiente como para bajar mi guardia por un instante.

Un error que hasta le fecha me reprocho.

Finalmente, después de haber escuchado la explicación del guía misterioso, el equipo de Saori decidió que era hora de entrar e intentar cruzar las doce casas. Sabían del riesgo que corrían, pero estaban seguros de que podrían afrontar cualquier situación si permanecían unidos.

Seiya, especialmente, esperaba poder encontrarse con Aioria pronto, pues él se había comprometido a ayudarlos derrocar a Arles y mostrarle al santuario quién era la verdadera Athena.

Pero no todo podía ser miel sobre hojuelas…

Con una risa cínica, el guía finalmente habló, una vez que los muchachos ya llevaba varios escalones pasados— ¡No les permitiré llegar ni a la primera casa! —exclamó él antes de deshacerse de su capucha— ¡Yo, Tremi de Sagitta no lo permitiré!

Sorprendidos por lo que acababan de escuchar, el grupo de caballeros de bronce se giraron con rapidez sobre sus pies pero no tuvieron el tiempo suficiente para ser vestidos por su armadura, pues el santo de plata lanzó su ataque de forma inmediata.

¡Flecha fantasma! —rugió él mientras un centenar de flechas se dirigían hacia los de bronce.

En un inicio aquellas flechas que intentaban dañarnos no parecían ser peligrosas, de hecho se veían como una mera ilusión. No obstante, mientras las esquivábamos una que otra alcanzó a rozarnos, lo que nos alertó lo suficiente como para entender que eran reales.

Debíamos tener cuidado.

Una vez que el ataque cesó, pensé que todo estaría tranquilo nuevamente, que no había nada que temer… que todos estábamos a salvo.

Qué equivocado estaba.

¡Ese truco no te servirá! —bramó Seiya desde lo alto— ¡Meteoros de Pegaso! —exclamó él, pescando desprevenido al caballero que había osado levantar su puño contra ellos.

El ataque fue rápido y preciso, efectivo en toda la extensión de la palabra, pues el caballero de sagitta cayó rápidamente al suelo. Seiya, quien tuvo que saltar para efectuar su ataque, aterrizó exitosamente frente a este.

Vaya, por lo que veo este tipo no es la gran cosa. Nunca pensé que un hombre así fuera un caballero de plata —expresó Seiya, con cierto aire de superioridad. ¿En verdad había sido todo así de fácil?

No, era demasiado bueno para ser cierto.

E-El patriarca me pidió que me encargara de Saori Kido, y-y… con esto termino la orden que me dio contra todos ustedes… —expresó el caballero con dolor, haciendo todo lo posible por articular su malvada intensión.

¡¿Qué dices?! —preguntó Seiya. Éste estuvo a punto de ir hacia él y cuestionarlo más… pero el quejido de alguien llamó la atención de los muchachos.

El primero en girarse fue Shun, quien al hacerlo, no pudo evitar abrir con fuerza sus ojos— ¡O-Oh no! ¡S-Saori está herida…! —exclamó el de cabellos verdes al ver cómo es que a la señorita de sociedad tenía una flecha de oro clavada justo en su pecho.

¡U-Una de las flechas doradas la alcanzó! —secundó Hyoga, pasmado por lo que veía.

Sangre, bastante liquido color carmín había salido de la herida y manchado aquel delicado y bello vestido blanco.

Estaba en shock. No podía creer lo que estaban viendo mis ojos. Me confíe… no te cuidé, estabas sufriendo y era por mi culpa, por mi ineptitud. ¿Cómo? ¿Cómo pude ser tan descuidado? ¿Por qué no te cubrí con mi cuerpo primero antes de atacar a Tremi?

Mil y un preguntas me hice en ese momento que para mi iba en cámara lenta. Pero por más que me cuestionaba, no hallaba una respuesta.

Ninguno de los muchachos tuvo la fuerza para moverse después de presenciar la herida que tenía Saori Kido en su pecho. ¿Cómo había sido posible que pasaran por alto que ella estaba detrás suyo? ¿En qué estaban pensando? ¿Olvidaron que iban con aquella dama?

El silencio reinó durante unos cuantos segundos, no sabían bien cómo o qué hacer; sin embargo la perdida de balance de Saori logró sacar a Seiya del shock en el que estaba para así dirigirse rápidamente hacia ella y tomarla entre sus brazos para evitar que diera contra el suelo y se lastimara más.

¡Saori! —gritó él antes de alcanzarla— ¡Resiste!

Al final todos terminaron imitando a Seiya y se acercaron a la diosa de la tierra con premura. Mientras la observaban se cuestionaron más de una vez qué podían hacer para salvar su vida, ¿cómo debían proceder ahora que su líder estaba en esas condiciones? Definitivamente no podían permitir que su deidad se fuera de su lado así como así, pero… ¿cómo evitarlo?

Pero como si el caballero caído pudiera leer la mente, este habló con seguridad entre cortada.

N-No funcionará…, nadie además del patriarca puede sacar la flecha dorada de su pecho… —expresó él con dolor mientras intentaba ponerse de pie—. Es imposible cualquier intento que hagan. Además… ya no tienen tiempo…

¡¿Qué dices?! —exclamó Seiya.

Sabiendo que ese era el fin de la supuesta Athena, Tremi no pudo evitar reír de nuevo con supremacía a pesar del dolor.

Sólo doce horas…, ese es el tiempo que la aguja del reloj tarda en pasar de Aries a Piscis —comenzó—. Si no logran pasar a través de las casas del zodiaco y traer al patriarca hasta aquí, Saori Kido morirá… La flecha se incrustará totalmente en su corazón, ese es su destino. Ya nadie podrá… salvarla… —y dando un último aliento, el caballero finalmente cae al suelo, muerto.

No es que no me diera una idea cuando vi la flecha en tu pecho… pero el que me lo confirmaran me dolió más. Iba a morir… Si no hacía algo, me dejaría solo.

¿Soné egoísta? Tal vez, pero en ese momento me importó un comino todo lo demás y me concentré en mí. No podía permitir aquel destino, tenía que hacer lo posible por salvarte. El caballero de plata nos dijo qué hacer. El problema era que parecía que sería mucho más difícil de lo que nos imaginamos.

Pero está bien. Lo haría. Te salvaría. No sólo porque fueras mi diosa, sino porque eras la mujer que apenas había descubierto y aceptado que amaba, y si estaba en mis manos salvarte la vida… lo haría.

Eso es lo que mi cabeza pensaba en ese momento.

Tenemos que traer al patriarca aquí en doce horas.

Si lo que dijo el caballero es cierto será mejor que partamos de aquí cuanto antes, tenemos muy poco tiempo —expresó Hyoga con decisión.

No obstante, el semblante preocupado de Shun se hizo presente— Pero no podemos dejar a Saori en este horrible lugar, sobre todo en las condiciones en las que se encuentra. Podría morir.

El moreno, que sostenía a Saori, posó su mirada sobre el de cabellos verdes— Shun… entiendo lo que sientes, sé que todos sentimos lo mismo que tú, pero no podemos hacer absolutamente nada por ella si nos quedamos aquí… —expresa Seiya con pesar en su mirada.

Sí… es cierto.

Saori, quien en ese momento cargaba con una mirada cansada y adolorida, hizo su mayor intento por hablar y persuadir a los muchachos— No se preocupen por mi y váyanse… —dijo ella casi en un susurro—. Este también es mi destino. Ahora me toca a mi sufrir en vez de ustedes —continuó—, ya que la pasaron muy mal por mi culpa cuando… éramos unos niños…

Saori…

Aquello no me entraba en la cabeza. ¿Cómo te preocupaba ese detalle aún en este momento? ¡Tu vida estaba en peligro y tú lo único que hacías era preocuparte porque ahora te tocara sufrir en vez de nosotros por lo que pasó cuando éramos niños!

Eso no hacía nada más que lastimarme más, especialmente porque yo no te ayudé a mejorar esa visión. Aún a pesar de darme cuenta de que algo había cambiado entre nosotros, yo no quise demostrarlo y seguí tratándote como siempre. Tosco, necio y poco atento. Seguí haciéndote creer que te odiaba, que no me agradabas, cuando era evidente que ya no era así.

Mi dulce princesa, lo siento tanto.

Perdóname, Saori…

Saori posó su mano con cuidado sobre la flecha dorada que estaba clavada en su pecho, mientras que los demás tan sólo la miraban preocupados, afligidos por lo que le sucedía a la que alguna vez les hizo su infancia imposible.

Era extraño, para todos, ahora sentir empatía con ella… ¿Sería algún signo de madurez?

Estoy bien, no perderé mi valor. Como me lo dijo mi abuelo: Venceré esta dificultad… para no ensuciar el nombre de Athena —declaró ella, haciendo el esfuerzo por sonreír.

¡Saori…! Ahora comprendo que vivir como Athena es mucho más duro y más difícil que morir… —pensó para sí el de cabellos cafés mientras la miraba.

El silencio volvió a reinar durante algunos segundos. Era ahora o nunca, debían decidir qué hacer puesto que el tiempo corría, y tan sólo eran doce horas las que tenían para salvarle a la vida a la mujer que yacía en los brazos del caballero de la constelación a lada.

No diciendo nada, pero a final de cuentas demostrando que aún dudaba un poco, Seiya tomó una decisión.

Resiste, te prometo que regresaremos dentro de doce horas… —afirmó Seiya—. Por favor, espéranos, Saori —rogó él, antes de comenzar a dejarla en el sucio suelo del santuario.

Confío en ti, Seiya —susurró ella antes de finalmente cerrar los ojos y dejar ir a los caballeros.

No tuve más opción que dejarte ahí. Si quería salvarte, debía alejarme de tu lado y cruzar las doce casas. No sabía qué es lo que me encontraría al avanzar... pero realmente ya nada me importaba.

Y fue en ese momento en que me decidí, mis dudas se despejaron. Sí, es verdad que debido a nuestras responsabilidades con la tierra y las personas que en ellas viven no podría externar todo aquel vehemente amor que sentía y siento por ti, pero eso no me impediría atesorarlo con gran fuerza. Si este debía crecer, lo dejaría hacerlo, ya que probablemente ese era el designio de las estrellas.

Te amaría en silencio, me convertiría en tu caballero más fiel y disfrazaría mis más fuertes sentimientos por la mujer por mera devoción hacia la diosa aunque eso estrujara mi corazón y me asfixiara por dentro.

Saori, fue a partir de ese momento que me juré que nada más volvería a pasarte, que mientras tuviera vida, te protegería sin dudarlo ni un sólo segundo. No porque fueras Athena... sino porque eras, eres y siempre serás la mujer que más amo en todo el mundo.

Tal vez ahora no pueda protegerte, pero sé que puedo confiar en mis amigos para ello. Mientras tanto yo velaré por ti desde el otro mundo, veré que tengas una vida plena.

Sin embargo, aquellos nobles y sinceros pensamientos se vieron interrumpidos gracias a una nueva ola de dolor sobre su pecho. Esta vez la sensación fue tan fuerte, que el caballero de bronce por fin se vio capaz de mover su cuerpo al retorcerse por dicha punzada.

¿Por qué? ¿Por el dolor continuaba haciéndose cada vez más fuerte? Eso era netamente imposible, él... él estaba muerto, no debía sentir más o menos de lo que sintió cuando llegó a ese lugar.

No obstante en ese preciso momento se dio cuenta de algo: Estaba comenzando a sentir frío y calor, algo que ciertamente al estar muerto no debía ser capaz de percibir. Y para terminar de acabarla, después de mucho tiempo fue capaz de moverse.

¿Qué era lo que estaba pasando con él? ¿Qué eran todas aquellas sensaciones?

Seiya... —escuchó él de pronto—. Seiya...

Esa... esa es la voz de Athena, de... de Saori. ¿Por qué? ¿Cómo es que puedo oírla?

Seiya, mi querido y dulce pegaso... te pido... que me disculpes por mi incompetencia. Te ruego que perdones a esta inútil diosa que no fue más que una carga para ti y todos los demás caballeros. Siento... no haber sido la deidad que les brindara más fuerza que sufrimiento. Perdóname por haberte obligado a pelear en mi nombre, por... hacerte quedar en este estado tan lamentable...

No, Saori... mi amor, no... no te disculpes, no me pidas perdón. Tú no tienes la culpa de nada. Yo, yo elegí ese camino, al final fue mi decisión. Lo único que yo quería era estar a tu lado, protegerte... serte de utilidad.

Nunca, jamás te sentí como una carga. En ningún momento te vi como una diosa incompetente. Al contrario, lo único que hacías era asombrarme por tu valentía, por tu decisión, por ese amor tan inmenso que le tienes a la tierra que hasta eras y eres capaz de sacrificar tu propia vida con tal de que los humanos podamos vivir.

Eres una diosa sin igual, y hasta el último instante de mi vida fui feliz, dichoso de servirte.

Por eso no, no te disculpes...

Mi Seiya... esto será arriesgado, y es probable que queden secuelas de lo sucedido pero... es lo único que se me ocurre para salvarlos... Para salvar tu alma —dijo la diosa, escuchándose cada vez más lejos—. Te prometo que después de esto tendrás la vida normal que siempre deseaste tener. Adiós, Seiya…

¡No, espera...! ¡No te vayas...! ¡Athena...!

¡SAORI...!

Y como si tan sólo de una pesadilla se tratara, el caballero de bronce que yacía sentado en una silla de ruedas en medio de la obscuridad se alzó levemente sobre esta y emitió un ahogado y ronco grito debido al inmenso dolor que sintió de nuevo en el pecho.

Yendo directo hacia el suelo, el joven caballero permitió que varias de sus lágrimas rodaran por sus heladas mejillas.

Con su voz algo débil debido al poco uso, el moreno soltó- E-Ella no está bien, Saori...

Así, tras ello, el legendario caballero de pegaso, aquel que se decía reencarnaba junto a la diosa Athena y le propinaba en cada guerra un golpe al dios del inframundo, se dio cuenta que ya no estaba rodeado de obscuridad, al menos... no una tan infinita como en la que se encontró por, según él, una buena cantidad de tiempo.

Sin embargo al final eso no era importante, estaba de vuelta, no sabiendo cómo ni por qué, regresó al mundo de los vivos. Desconocía dónde era que se encontraba, pero de lo único que estaba seguro era de que la joven de cabellos lavanda estaba en peligro, y lo peor, fuera de su alcance.

Tenía que ponerse de pie e ir por ella.

Así que con bastante dificultad, el japonés se apoyó en la maltrecha silla de ruedas y de a poco se fue poniendo de pie. Estaba débil y era difícil mantenerse parado sin apoyarse, pero aún así, a pesar de todo impedimento, él iría, se reencontraría con su diosa, con la mujer que más amaba en ese mundo una vez más.

La vida lo hizo rememorar muchos eventos de su pasado, lo hizo entender muchas otras cosas. Ahora, esta le daba una segunda oportunidad para continuar creando nuevos recuerdos, y aunque le costara, lograría alcanzar a la única persona que deseaba nunca faltara en sus memorias.

— Espérame, Saori... V-Voy por ti...


Suki: Y... ¡Se acabó! Oh sí gente, este es el último capítulo de este pequeño proyecto que me plantee hace varios años atrás. En un inicio iba tomar más capítulos del manga y el anime, pero al final decidí no hacerlo por lo siguiente:

Aquí es donde para mí, Seiya ya dejó en claro el asunto con sus sentimientos. En el episodio 30 creo que fue cuando comenzó a darse cuenta, pero no supo cómo debía realmente manejar esa situación. Ahora en el episodio 42, ya se decide a amarla silenciosamente. Llevar una relación sutil con ella, como el mismo Kurumada lo dijo, jaja…

Pero bueno, mi idea original era la misma, conectar el último recuerdo con unas palabras de Saori hacia Seiya antes de irse y que al sentir que esta se alejaba de su lado, nuestro morocho regresara al mundo real, situándonos entonces en Tenkai-Hen.

En fin, muchísimas gracias a todos aquellos que me dejaron su review a lo largo de esta cortita historia. Ojalá sigan apoyando mis otros escritos.

¡Los quiero!

.

.

.

Suki90, presentó.

Y tú, ¿has sentido el poder del cosmos?