Primavera Perdida

XIII


Una de las tenderas que le había buscado en un par de ocasiones, le entregó un paño de lino y algodón, el rojo de sus manos por el uso de la lejía capturó un par de segundos su atención, pero cuando ella alzó la vista y le sonrió llena de proposiciones, Jon solo le extendió un par de monedas de cobre y la despidió, la muchacha no insistió y se alejó sin dejar de mirarle.

Llevó una mano a la cabeza y notó que su cabello comenzaba a crecer nuevamente, la sensación áspera le resultó agradable un par de segundos, luego se dijo que era otra estupidez como todo lo que había hecho hasta ese momento y se obligó a dejar de lado aquél vago placer. Se centró entonces en sus heridas, aún tenía un chichón del su penúltimo combate; un chiquillo, demasiado rápido a su gusto y le había sacado el yelmo con un golpe que le abrió parte de la cabeza, siquiera recordaba como es que había derribado al muchacho, solo que lo habían tenido que sacar de encima del pobre muchacho, porque a pérdida de su espada y yelmo, lo embistió y quitó el gesto de triunfo a golpes.

Aún le ardía y retumbaba cuando se movía con demasiada rapidez, el ponerse de pie le había generado una serie de mareos a los que poco a poco comenzaba acostumbrase.

Entonces mojó la tela y se la llevó al chichón, la carne ya había cerrado sobre las suturas de la curandera del campamento, mascó la hojarasca de amapola y escupió ante el amargor, colocó la masa que salió de su boca sobre la herida y con el pañuelo la sujeto, el alivio fue casi inmediato, solo entonces procedió a recostarse a la sombra del árbol que se había vuelto su único refugio, sin soltarse la venda y mirar hacia la copa de este, entre medio de sus hojas los rayos del sol se filtraban y le entregaban sol y sombra al mismo tiempo, dio un respiro, se sacó sus botas y cerró los ojos.

El ruido del campamento era lejano y sosegado, más escuchaba al riachuelo cercano, un pequeño afluente del Mander que se encontraba a un par de metros y que era visitado a esas alturas por otros escuderos, caballeros o lavanderas, había chapoteos, juegos y trabajo. Las sombras de ellos pasaban a distancia de él, y como en muchos lugares nadie le hablaba, aunque si decían cosas de él.

Ya esa mañana había rechazado a otro mozo de cuadras que esperaba volverse su escudero, dejándole muy en claro que no tenía dinero, ni comida, que no justaría porque no sabía y que lo único que lo había llevado al torneo había sido ganar lo suficiente como para seguir comiendo al día siguiente.

"Siquiera tu te crees esa mentira"

Pero servía, nadie lo había cuestionado, pues nadie lo había reconocido. Y claramente había señores que de haberle visto no dudarían en saber quién era, para muchos El verdadero heredero del Trono de Hierro.

Una falacia que se había visto olvidada en cuanto se casara con Daenerys, para muchos su mera existencia era un peligro a los derechos de ella. Sin embargo, de momento era ella quién tenía la fuerza de su lado. Los dragones y, al menos el más poderoso ejercito de Poniente. La última guerra había dejado casi sin hombres al resto de los reinos de Poniente y poder levantar una fuerza militar que pudiera combatir a los Dothrakis o Inmaculados, más a dos Dragones que solo seguirían creciendo se veía lejano y casi imposible.

"En cien años más ellos seguirán vivos y nadie podrá controlarlos"

Por tanto, era una necesidad el mantenerse alejado de cualquier señor que pudiera ver en él un arma en contra de Dany, era cierto que en la actualidad la reina era mucho más querida que cuando ocupara la silla de Aegon, pero se había trabajado en ello; él, más todos los señores y consejeros había ordenado canciones en honor a su belleza, poemas sobre su valentía ante el ejercito de los muertos; y la "Jinete de la Luna", "La reina de plata", "Los dragones de la doncella" y "Mhysa" se tocaba en todas y cada una de las tabernas a lo largo de Poniente.

Aun así, para muchos tan viejos como él era más difícil creer todas esas historias, sobre todo en los lugares alejados de la Batalla por el Amanecer como Altojardín, en donde se libraron batallas contra el ejército invasor de Dany, y si bien su actual señor había participado en la guerra contra los caminantes, muchos de sus señores no creían o tenían interés alguno en saber sobre ello, diferente era claro, si se trataba, como él, de un Norteño.

Otros habían tomados diferentes medidas. Antes de salir de Invernalia Sansa había ordenado que se escribieran los detalles de la Batalla, interrogando a todos sus participes que sobrevivieran, él mismo había sido entrevistado por Sam, al igual que Daenerys, Arya, Jaime Lannister otros relatos como el de Sandor Clegane o Theon, se habían perdido, en aquellos momentos Brann había dado su versión de los hechos, y a él le había resultado escalofriante como el Cuervo de Tres Ojos. Todo eso fue redactado y enviado a la Ciudadela, las Ciudades Libres y el resto de los reinos de Poniente; y, aun así, en lugares como en Las Tierras de los Ríos, El Dominio o la misma Roca Casterly se tachaban las historias del Rey de la Noche como una fantasía para combatir aquella incredulidad Tyrion había realizado un excelente trabajo al obligar a sus señores a aprender la historia y replicarla en cada Septo de las tierras bajo su mando. Además, los que habían peleado ahí tenían cierta credibilidad, como la Doncella de Tarth, Lord Gendry de las Tierras de las Tormentas y todo el ejercito del Valle, muchos de ellos habían colaborado a hablar de la verdad sobre la batalla contra los muertos, incluso Sansa y Lord Tarly, que los habían visto, y en el caso de Dickon luchado contra ellos, habían confirmado todo lo que se narrara en las canciones.

Era solo que, obviamente, las canciones sobre la princesa de Invernalia; Arya Stark, eran mucho más populares. En ese sentido, siquiera Dany podía hacer algo, solo por su personalidad y forma de ser Arya era querida entre su gente y cuando muchos la vieron y se toparon con aquella menuda chiquilla de lengua afilada y respuestas veloces, no existió nadie que no se sintiera inmediatamente atraído por ella. Lo había provocado los celos de Gendry, y de algunos señores que perdieron muchos hombres durante la batalla.

En aquel momento Dany entendió que habría ciertas cosas con las cuales sería imposible pelear, y hacerlo con el pueblo por un ídolo, o héroe sería siempre una batalla pérdida, entonces haciendo un alarde de astucia, jugó una de sus mejores cartas y se granjeó el amor de los Norteños al aclamarla como la salvadora de Poniente.

"La noche ha terminado de la mano de la princesa Arya Stark"

Dany hizo bien y además entendió a su pueblo, el trabajo que vino posterior a esto fue seguido punto por punto por ella. Además, la reina se empeñó en visitar las calles de Desembarco del Rey, desde el Gran Septo de Baelor al Lecho de las Pulgas, al menos una vez por semana, en su compañía había hablado con herreros, panaderos, vianderas, lavanderas, modistas y gorriones de la Fe. Él también había alcanzado algo de popularidad, pero la única canción que existía del Lobo Blanco le parecía triste y sombría, poco adecuada para el resplandeciente mundo que había nacido después de la Batalla por el Amanecer, para el mundo que lo rodeaba en aquel momento.

Un torneo que, sabía él, atraería demasiados caballeros de Desembarco del Rey, y como respuesta a ello en cuanto Jon pisara las tierras del Dominio, con su cabeza calva y el rostro lampiño, incluso de sus cejas, su ropa de campesino y su armadura gastada y vieja, nadie había dado una moneda de cobre por él.

Le decían El Norteño a secas, ya que al parecer era el único en aquél lugar y su indumentaria exenta de detalles y llena de marcas, más su carácter árido y directo, le habían granjeado una escueta popularidad, en la cual nadie se acercaba para hablar con él, pero era bien visto por los herreros y lavanderas y sirvientes en general ya que siempre pagaba cuando requería algún servicio.

Cuando él se presentó a las luchas con espada lo hizo como Robb el Errante, un caballero sin señor al cual servir y realmente, a esas alturas nadie le había solicitado sus servicios. Sin embargo, su aparente hosquedad se había suavizado en cuando comenzaron a tratarlo como "El norteño" aquello le había consolado como pocas cosas en ese último tiempo, saber que al ser anónimo la gente veía en él más de Invernalia que de Desembarco del Rey, llenaba un vacío que creía haber dejado atrás.

Si, había escuchado muchas cosas desde que saliera de la corte y más aún entre la gente común. El rumor corrió rápido, de hecho, siquiera era un rumor, mientras arreglaba sus pertenencias para irse Gusano Gris acudió a su habitación para despedirse de él.

"También podría haberme matado"

Pero el inmaculado fue claro al señalarle que, para su reina, incluso antes que su amante, señor, o esposo, era uno de los últimos Targaryens vivo. Y aquello, si bien era una bofetada a todo su discurso sobre lo nefasto que era, para él, aquella casa, también era una burla de los dioses sobre lo que él consideraba sagrado, y Dany, nuevamente le había vencido al dejarle con vida y no castigarle de ninguna forma.

Primero, no era lo suficientemente importante para que la Reina de los Siete Reinos; Daenerys de la Tormenta, reina de los Andalos, Rhoynar, de los Primeros Hombres, azote de las huestes de la muerte y Gran Khalessi del Mar verde enloqueciera o siquiera se sintiera triste por él y sus insignificantes sentimientos. Y, además, le enrostraba que la única razón por la cual seguía con vida y no haría nada en su contra era por la sangre que tanto odiaba y de la cual él también era portador.

Al fin de cuentas, su propio ego era el que le había dicho que ella lo mataría, que lo daría a sus dragones por no amarla.

"Que engreído"

"Y lo que más odias es lo que te tiene vivo"

Ella había sido clara con él, y si, lo había amado, pero Dany se tenía en más, en mucho más ya que sabía que al no apreciarla era él quién perdía, no ella. Y había actuado en consecuencia con ello. Ya que la mejor forma de mostrar lo poco que él valía, era directamente despojarlo de toda la influencia que el ostentaba en los siete reinos, influencia que derivaba directamente del poder que a través de ella fluía hacia él. Volverlo, siquiera un señor más, sino un simple hombre que compartía algo de sangre con ella.

Aun así, no estaba en las intenciones de la reina el humillarlo, por tanto, se le había entregado una escolta de seis caballeros, de los cuales Ser Leland Wilthmore estaba al mando, pero en cuanto se vio cruzando las tierras de Stokeworth y consiente de su actual insignificancia los despidió y agradeció su compañía, ninguno de ellos pareció afectado ante ello. En algún sentido eso le consoló, hablaba de la lealtad que Daenerys había ejercido sobre sus seguidores y en un continente que aún cicatrizaba, eso resultaba invaluable.

Desde entonces no había tenido mensaje alguno de ella. Para cuando él se perdió en medio del populacho de Poniente, era claro que Dany no le seguiría y menos trataría de buscarlo.

"Para ambas solo he sido una molestia"

En tanto, desde luego si existieron rumores, esos los escuchó en los castillos de algunos señores menores, pero todo el continente parecía hervir con la noticia; dijeron que tenía amantes, y cientos de bastardos, que la reina lo había amado y que solo ese profundo amor lo mantenía con vida, pero que ella como reina no podía permitir todas las traiciones que él le había hecho, aquello en cierto sentido era verdad, para muchos amar a otra, incluso en su caso, en donde no había existido la traición física era un crimen que merecía la muerte. Dany había sido generosa con él. Otros decían que estaba encerrado en las mazmorras de la fortaleza roja y que ahí le había castrado por llevar la polla a otros lugares, era estéril e incapaz de tener hijos y que la reina no podía seguir perdiendo el tiempo con él, que en las Ciudades Libres la reina había conocido amantes de verdad y que había mucho hielo en él por tanto era incapaz de satisfacer a una dragona.

Pero lo cierto es que nada de ello le había importado. Cuando se dirigió al su primer castillo, sin rumbo fijo, entendió que, por primera vez en años, era libre. Completamente libre, sin votos que cumplir, sin obligaciones o deberes.

Su primer impulso había sido ir a Rocadragón, pero eso habría sido provocar a Dany, luego pensó en la seguridad que el Norte podría ofrecerle y lo mucho que lo había extrañado, sin embargo, todos sus pensamientos fueron torcidos cuando le llegó la noticia del Torneo de Altojardín. Ahí también escuchó cosas, y cada vez que Sansa salía a la palestra parecía que su corazón se ensanchaba ante lo que de ella se decía, incluso si es que Dickon se encontraba en esas oraciones.

"Han perdido a su bebe y el señor de Altojardín solo quiere volver a ver a su esposa sonreír"

"Los ojos de Lady Tarly son tan fríos como lo de cualquier norteño, pero las lágrimas los inundaron cuando perdió a su pequeño"

"Siempre fue una muchacha triste, yo trabajé en las cocinas cuando estuvo de rehén en la Fortaleza Roja, se veía como huía al bosque de los dioses a rezar para volver a su hogar"

Y Jon solo podía pensar en lo que fueron sus días lejos de ella, en lo que habían sido, en sentirse miserable por no haber podido estar ahí. Pero ¿Cómo podría él saberlo? Aun así, había relatos tan vividos en los cuales él podía verla caminando por la Fortaleza Roja, sobre el puente en el patio de entrenamientos mirando hacia el norte, rezando en el Septo, recostándose sobre las raíces de los arcianos en el bosque de los dioses como la viera cuando ambos eran hermanos en Invernalia.

Y entonces sus pasos consientes e inconscientes lo guiaron al Dominio. La explosión de color que eran esas tierras desde la primera vez había causado un impacto en Jon. La vida como jamás la conociera; acogedora, limpia y brillante se extendía ante él, los campos llenos de trigo y fruta madura, las aguas tan cristalinas como las del norte, un cielo en donde las estrellas eran más grandes, el viento tibio de las tardes y refrescante de las noches, ciertamente que de frío u hambre un hombre no moriría en las tierras del Dominio.

Ahí el se sentía como un viejo triste y amargado, y si bien esa vida había tenido impacto sobre él, era demasiado impasible para demostrarlo. En una ocasión Lady Brienne le había dicho como Lady Catelyn Stark trató a los señores y los caballeros del Dominio como "Caballeros del Verano", él pensaba lo mismo. Y con cierto resentimiento admitió que se había vuelto inmune a la diversión. Que era aburrido, serio y demasiado grave.

Quizás era adecuado para un rey, pero ya no era necesario para él. Y si bien luchaba contra la agradable sensación de la soledad, cada vez se veía impedido de considerar significativa su capacidad para hacer amigos.

Él sabía que los tenía, pero estaban demasiado lejos. Él sabía que lo consideraban un amigo, pero él había elegido su vida de la forma en la cual ocurrió, y era demasiado tarde para arrepentirse de aquellas decisiones.

― Señor Robb… ― la voz era infantil y risueña, Jon se incorporó levemente y frente a él estaba la hija de la curandera.

― Rose ― le sonrió a penas, la niña se acercó y le entregó un mensaje, tenía el sello de la casa Tarly y cuando lo abrió, leyó la invitación a la siguiente jornada de combate, le dio un par de monedas a la muchacha.

En aquella ocasión se dirigió al río y se metió en este, junto a una docena de caballeros errantes hasta la cintura, ahí concienzudamente se lavó y volvió a afeitarse la cabeza, aunque pidió ayuda para la zona cercana a su herida.

Vistió sus ropas de siempre y se presentó en la arena al momento en el cual se le solicitó.

Había gente por todos lados, sin embargo a diferencia de Desembarco de Rey, El Dominio olía mucho mejor, sus calles estaban empedradas y limpias. Ya Jon había notado que dentro de la burocracia de la ciudad, existía un grupo dedicado exclusivamente al aseo y ornato del lugar, dirigidos por la laboriosa Lady Marrywather, una mujer de 21 años casada en segundas nupcias con lord Russel, un chiquillo que aún jugaba con sus escuderos y que no pasaba de los 13 años, sin embargo se decía que era inteligente y vivaz, mucho más que su joven esposo, quizás demasiado, decían otros.

Jon la había visto un par de veces sobre una yegua de andar tan elegante como ella, cuidando al señor de Granmesa, como si fuera su hijo. Por lo que entendía el padre del muchacho habían servido a Cersei Lannister como Justicia mayor y Mano, aunque había huido a Myr cuando Lord Russel no tenía más de 4 años y Cersei fuera obligada a cruzar Desembarco del Rey desnuda.

Sin embargo, para asentar la paz con la casa Rowan, Dany había ordenado el regreso del heredero de Granmesa; el pequeño Lord Russel y arreglado el matrimonio de este con la menor de las hijas del fallecido Lord Mathis Rowan. Había sido una buena estrategia, en cuanto Dickon y Sansa tomarán posesión de Altojardín la casa Merryweather fueron de los pocos que reconocieron a ambos como señores del Dominio sin intervención alguna de la Reina Dragón.

Tuvo la visión fugaz de la reina agonizando en la cama que fuera de ambos mientras se aferraba a la vida que aquél bebe envenenado quisiera arrebatarle. Parpadeó un par de veces y pronto sus pensamientos lo devolvieron a la arena de su combate, respiró y con tranquilidad notó que apenas había espectadores. El público estaba al tanto de las justas y en ese preciso momento iban a comenzar.

Al principio del torneo había esperado ver a Sansa entre el público. Pero lady Tarly solo acudía a las celebraciones nocturnas, muchos decían que aún en medio de aquellas fiestas no abandonaba el luto y que el salir de día a celebrar no correspondía para una madre que había perdido a su hijo. Otros que poco a poco lady Tarly estaba perdiendo la cordura y que se mantenía trabajando para evitar la pena. Y los menos que, desde que Dany llegara con sus dragones, había preferido guardar un segundo lugar en el torneo para no quitar la atención sobre la reina.

En todos lados celebraban la belleza y cercanía de la Loba Roja, y parte de Jon solía alegrarse de ello. Por otro lado, en muchas menos ocasiones, los celos atezaban y le entristecía saber que, a pesar de quererlo, nada así le generó afecto a su reina. Ahora ambas estaban ahí y si bien ese fue un movimiento que Jon no había esperado, uno que incluso debió haberle obligado a huir en cuanto se vieron descender a los dragones en Altojardín, él sencillamente se quedó ahí y parecía que su plan funcionaba; ya habían pasado veinte días sin que nada ocurriera.

Estaba en medio de ellos. Pero no llamaba la atención.

El portaestandarte golpeó el gong de metal y el sonido seco de este resonó en medio de la multitud sin detener a nadie. Un muchacho de unos diez años elegantemente vestido se alzó sobre los troncos que separaban su arena del resto y a viva y melodiosa voz recitó su nombre:

― ¡Robb el Norteño! ¡caballero errante! ― y le pareció oír algo parecido a aplausos quedos y vítores apáticos que lo llevaron a alzar la mano con desgano, antes de cubrirse con el yelmo y buscar su rincón ― ¡hoy enfrentará a Lord Beric Meyer!, espada juramentada de la casa Hightower ― en aquel momento los vítores fueron aún mayores y un grupo de chiquillas vestidas como nobles, extendieron pañuelos y gritos de apoyo para Ser Meyer.

Ese no era un chiquillo, era un adulto, más joven que él, pero en cuanto lo vio Jon supo que se enfrentaba a un caballero, tenía cicatrices en el rostro, una extensa que se salía del cuero cabelludo para atravesarle cerca de oreja hasta el mentón y desaparecía bajo el pañuelo que llevara atado al cuello. Y le parecía a él, que también era víctima de un análisis similar de parte de su contrincante, era alto y tenía los hombros fornidos, similar a como lord Tarly había lucido la primera vez que le prestara real atención.

Lo que bastó para encender su ánimo.

Al son de la orden ambos avanzaron presurosos y desenvainaron casi al mismo tiempo. El brazo de Jon tembló al contener el mandoble que había lanzado Ser Meyer, el choque de ambas espadas resonó en sus oídos y le trajo vagas memorias de su último combate, con un nuevo impulso Ser Meyer lo empujo y Jon trazo un largo ángulo hacia el rostro de su contrincante, el metal sonó contra el metal y un sonido de aprobación cruzó todo el lugar.

En eso, ambos retrocedieron y volvieron a calibrarse, Ser Meyer era más alto que él, no tanto como Lord Tarly pero si le sacaba un par de pulgadas notorias para todos, en sus ojos había algo parecido a la sorpresa y a la diversión.

Pronto el gesto se apoderó de su propio rostro cuando Ser Meyer avanzó hacia él dando un extenso arco con su espada, Jon solo esquivó ante la sorpresa y para cuando creyó haberse puesto a la distancia suficiente Ser Meyer volvió a atacar sin dejarle el espacio suficiente como para huir de nuevo. Por tanto, solo alzó su brazo izquierdo y atrapó la hoja entre este y su costado, cuando Ser Meyer quiso sacarla Jon avanzo embistiéndolo, ambos cayeron y en medio de aquello sintió como es que la hoja de su contrincante pasaba a través del cuero para hacerle un corte en el costado, la sangre pronto tiño sus ropas, se levantó tan rápido como pudo y con la espada de Ser Meyer aún en su poder miró al juez.

― Ha perdido su espada Ser ― el sujeto esbozó una sonrisa indulgente y asintió.

― Así es, mis señores ― Ser Meyer se adelantó hacia Jon y se rindió, las muchachas rieron y otras abuchearon ante lo que él mismo consideró un show triste, pero nadie dijo nada cuando lo nombraron ganador.

― Deberíais veros esa herida Ser ― le dijo su contrincante, a lo que Jon contestó:

―Lo haré, gracias Ser ― fue cuando el grupo de muchachitas que habían llegado a poyar a Ser Meyer se acercaron a ambos, la más grácil de todas le saludo con un gesto elegante y sencillo que resultaba casi hipnótico.

― Felicidades Ser Robb… ― Jon saludó con cortesía y le dio las gracias ― ¿Os desarmaron tan rápido Ser Meyer? ― dijo entonces risueña a lo que Ser Meyer solo contestó negando y a medias sonriendo.

― Ser, os presento a Lady Fanelle de la casa Hightower, hoja de Lord Garth Acerogris ― Jon nuevamente volvió a inclinarse solo que en esa ocasión contestó:

― Es un honor, mi señora ― no notó cuando ambos se miraron, y le tomó por sorpresa cuando ella le preguntó:

― ¿No ha sido eso una técnica muy arriesgada Ser?

― Oh, mi señora no ha sido una técnica en lo absoluto, solo me limite a evitar que Ser Meyer pudiera herirme ― la muchacha sonrió con gracia y miró llena de reproche a Ser Meyer.

―Ser, siempre creí que defenderías mis colores con hidalguía y bravura.

― Mi señora ― contestó ser Meyer ― mi bravura es proporcional a mi habilidad de espadachín, y no pueden funcionar una sin la otra, además los colores de la casa Hightower no quedarán en vergüenza por muy indigna que sea mi participación en este torneo, os lo aseguro ― la muchacha entornó los ojos graciosamente y al final solo agregó.

― Suerte que mi señora tuvo mejor juicio sobre apostar en los caballeros Ser…

― Lady Sansa tiene mejor juicio sobre muchas más cosas que usted, mi señora ― y la aparente insolencia de Ser Meyer quedó olvidada en cuanto saliera aquel nombre de sus labios. Principalmente por el temor que sintió.

No lo había pensado, lo había esperado sí. Pero no pensado, o siquiera imaginado. Era estúpido creerlo, su única intención había sido verla, pero cuando los días pasaron sin que se produjera ningún encuentro, algo se asentó en su interior llenándolo de tranquilidad. Podía estar ahí, cerca sin desesperarse por verla, sin intentar buscarla, de incógnito en medio de la muchedumbre, sin que ella supiera nada de él y había estado bien, se había sentido tranquilo.

A veces creía que el efecto de Sansa sobre su ánimo había desparecido. Durante mucho tiempo lo creyó así. Esos últimos días el efecto había sido el mismo. Hasta que escuchó su nombre de una forma que se le hizo demasiado cercana, no eran rumores o habladurías de la gente, Lady Fanelle era parte del séquito de Sansa, la veía a diario, la conocía y compartía con ella.

Cuando llegó con la curandera esta atendía a cuatro chicos además de él, Rose caminaba entre ellos recogiendo vendas y monedas para luego salir de la tienda. Su madre; Selene era una mujer esbelta de cabello rizado y negro, su piel era achocolatada y brillaba por el sudor, era espigada y tenía pechos turgentes, una cintura pequeña y caderas anchas, era Dorniense y Jon la había visto manejar la daga de una forma similar a la de Arya. Lo miró con gesto aburrido cuando lo vio entrar.

― Pensé que no os vería hasta un buen par de lunas Ser, que ese golpe en la cabeza le diría mejor sobre sus habilidades ― se dirigió hacia el y con brusquedad le sacó la mano del costado, donde Jon se sujetaba su herida, le dirigió una rápida mirada y luego a él ― un venado de plata ― sentenció, Jon buscó en su bolsa y se lo extendió, antes de notarlo Rose, que entraba en la tienda, lo cogió y se lo llevó a su madre.

― Ser Gerth, puede irse ― ordenó la mujer, y un muchacho con la mano entablillada se puso de pie y procedió a salir de la tienda, no sin antes agradecer.

Selene, aún con sus gestos y agrestes modales tenía a gran parte del campamento deseoso por ella, incluso él la encontraba atractiva, sin embargo, la respuesta de la mujer había sido más de un intento por rebanar el cuello de algún osado, mensaje que rápidamente fue entendido por todos en aquel lugar.

Le hizo un gesto con la cabeza y Jon pasó a usar la cama del expulsado Ser Gerth. Era entonces cuando los gestos de Selene se suavizaban, se decía que había sido una hermana silenciosa y que su hija era la bastarda de un caballero de alta cuna que la había violado antes de que Daenerys llegara a Poniente. La mujer le desato las capas de cuero sobre su costado y le ayudo con su blusa de lino.

― Este trapo esta tan ajado que será imposible volver a usarlo Ser ― Jon miró la tela y no pudo menos que darle la razón, ya tenía manchas de sangre de combates anteriores y costuras que se habían vuelto a zurcir una y otra vez ― Hija ― y Rose se presentó ante ellos ― ve al baúl de la ropa y ve si hay algo para Ser Robb ahí.

― No es neces…

― Claro que sí, ya me darás medio cobre por ella y no te sentirás ofendido Ser ― Jon miró al techo con gesto cansado, Selene se incorporo y fue a otro lado de la tienda, cuando volvió traía consigo dos botellas ― Leche de amapola y Ron de las islas del verano ― dijo, entonces le hizo recostarse de lado y mientras limpiaba su herida, después de un corto silencio le habló: ― ¿Estuviste en la batalla de los muertos? ― a Jon le pareció que no le creería si negaba, ya era conocido como El Norteño tenía cicatrices de batalla que Selene había visto, así que asintió.

― Estuve en Invernalia luchando contra los muertos ― una exhalación cálida le llegó al costado.

― ¿Es cierto lo que dicen las canciones sobre la Reina Dragón?

― Si.

Los pensamientos de Jon fueron entonces con Daenerys. Él se había recuperado antes que ella y rengueando y ayudado por Gusano Gris había acudido a las habitaciones que fueran de Lord Eddard, recordaba también lo difícil que resultaba a esas alturas para él, el olvidar que ahora era un Targaryen. Su padre, su padre y cada vez que recordaba el solemne rostro de Lord Eddard sentía que este se desvanecía para mostrarle a Rhaegar, pero de igual manera no sabía como este habría lucido, así que traba de darle a Dany facciones más afiladas y duras, al final todo se volvía un caos. Al final cuando entró en su habitación dejó de lado esas ideas para centrarse en ella.

Dany seguía con fiebre, pero sus heridas sanaban, estaba consiente y lloraba queda la partida de Ser Jorah. Sabía que ese era el primer día en que se le habían permitido visitas y cuando le dirigió su mirada llena de pena, Jon solo pudo avanzar a ella y abrazarla, en esa ocasión Dany lloró al igual que años después cuando perdieran a su hijo.

Ella también estaba en Altojardín, también estaba presente en los torneos y los señores que justaban también se peleaban por sus colores buscando su favor.

Comenzó a sentir como Selene tiraba de los puntos y obedeció cuando le ordeno beber Ron. El golpe fue inmediato, el sabor dulzón y el calor bajaron por su garganta y minimizaron las puntadas de Selene. Cuando esta termino aún sentía la piel tirante.

― Poneos hielo Ser, y en lo posible sed más cuidadoso con tus contrincantes ― Jon asintió y cogió la blusa que la mujer le extendió, era de algodón y gris, cuando lo notó Selene le estaba mirando el pecho ― habéis desafiado a la muerte más de una vez Ser, quizás ella es la que huye de ti.

― A veces lo creo así.

― ¿Y siempre la buscáis? ― Jon se le quedó mirando. Cuando despertara en la Guardia de la Noche, listo para irse después de su asesinato, recordó que lo único que había hecho era luchar; pelear y sobrevivir; contra salvajes, contra los muertos, contra los vivos, contra extranjeros, contra norteños y cuando llegó la paz y el amor no fue capaz de aceptarlo.

Puesto que; para él, la paz y el amor habían tenido un son distinto antes de la llegada de Dany. Antes de su partida a Rocadragón, la paz había sido comer en el gran salón en silencio mientras los hombres y mujeres de Invernalia pasaban por su lado y Sansa llegaba a hacerle compañía, la paz había sido el sonar de las forjas de Invernalia mientras enlistaba a sus pocos hombres y los señores del Norte que llegaban a prestarle juramento, en los arrepentidos de los Bolton que le juraban lealtad, en el barro bajo sus pies al caminar al lado de Fantasma, a la nieve que crujía en sus pisadas mientras estaba en el Bosque de los Dioses.

Y el amor.

Al pensar en amor; su mente saltaba de Ygritte a Invernalia, de la cueva y la escalada del muro, a la batalla contra los salvajes y como es que se había despedido de ella, de su canción sobre el último gigante y como es que se hubiera quedado con ella en la oscuridad.

De esos recuerdos saltaba a los que le trajeron, ese que había significado su nueva capa, una reminiscencia de la que fuera ser un Stark, amor había sentido con ese "lo eres para mi" recordándole que ambos habían compartido al mismo padre, la sonrisa que le daba cada vez que él le ofrecía su mano ya fuera para descender del caballo, o que lo cogía del brazo para los paseos en el bosque de los Dioses, cuando tenía alguna entrevista y descuidada le arreglaba el cabello y la capa, o se preocupaba de que sus botas estuvieran limpias, así como sus cintos y broches:

"―Jon tu cabello es un caos ―"

Y lo obligaba a sentarse, mientras ella lo recortaba.

"― Le diré a Oswell que te recorte la barba también… ― en aquella ocasión lo miró a través del espejo ―… te pareces mucho a padre, pero creo que el cabello es de tu madre…. La boca también ― Aquel simple comentario lo había dejado helado.

"― ¿Lo crees? ― y ella asintió con total seguridad ― solo Robb lo tenía así de rizado, pero cuando crecía se volvía más ondulado, como el de nuestra madre, lo mismo con Rickon, Brann y yo, el de Arya era liso y al crecer también se ondulaba, tus rizos… son imposibles ―"

Y ambos habían reído, sin sentirse tristes por los hermanos y padres que habían perdido y menos por la idea de que su madre, quizás también había muerto o quizás estaba aún por ahí. Había sido algo tan superficial, pero que le había recordado parte de buenos momentos con lo que fuera su familia.

Sansa había tenido ese efecto, le había ayudado a recordar con calidez y no con tristeza su vida en Invernalia. Eso para él, también había sido amor.

Y el mundo se encargó de darle su lugar, lo llevó con Daenerys y el amor que ella le profesaba le pareció el bálsamo a esa vida llena de luchas y peleas, sus besos fueron entregados, pero no incondicionales. Solo fue cuestión de tiempo hasta que ella comenzara a exigir y él entendió que Daenerys tenía demasiada experiencia lidiando con hombres y sus ambiciones como para solo entregarse a tener una vida tranquila a su lado.

Daenerys Targaryen montaba dragones y los domaba a su mera voluntad, era una estrella incandescente que sería recordada por eras y generaciones después de su muerte, claramente sus sueños eran mucho más grandes que a los que él aspiraba.

Y si domaba dragones, jamás ningún hombre, siquiera uno venido de la muerte dictaría sobre ella. Y la urgencia de la muerte les golpeaba la puerta, y Jon entendió que Dany no cedería siquiera habiendo visto a su hijo hundirse en las aguas congeladas de aquel lago.

"Es el pensamiento del guerrero, ninguna muerte será en vano…"

Y aceptó, aceptó la gloria que ella le ofrecía, aceptó la victoria casi segura a su lado. Aceptó terminar sus días de tranquilidad y dejar que la Paz se fuera con el recuerdo de sus días caminando al lado de su hermana.

"Juntos seremos invencibles, amor mío"

Y al llegar a su hogar, nuevamente fue lanzado al hielo sin previo aviso. Ella era su tía, ella era de su sangre y la familia que siempre había concebido como tal no lo era. Y, realmente, el primer shock vino al saber que Ned Stark, su padre, no lo era. Que Rhaegar Targaryen, alguien de quién solo sabía el nombre y una trágica historia lo había concebido, que su madre Lyanna, había muerto a los 16 años en una cama de flores y sangre, que su padre guardó el secreto por su seguridad. Que aquella vez en que se despidieron y Ned Stark juró hablar de su madre cuando se vieran nuevamente se había torcido, no solo cuando le cortaron la cabeza en Desembarco del Rey, sino que al entender que había yacido con su tía, que Dany, más que cualquiera de sus hermanos compartía su sangre. Y el rostro burlesco de Jaime Lannister se coló en su memoria cuando se burló de él por ir al Muro a defender los reinos de los hombres de gigantes y snarks.

Al final él; Jon Nieve, había tenido razón. Pero que Jaime Lannister se tragara sus palabras no era nada comparado a la idea de que él, Jon Targaryen, con toda su nobleza se había cogido a su tía. Había actuado como aquél que había destrozado a su familia. Había actuado de una forma que él mismo consideraba repudiable; pensó en Craster y sus hijas, Gilly que se paseaba por Invernalia con el pequeño Sam, el hijo que su padre había puesto en ella.

Y las ideas que aquello pudo significar se habían ido a la mierda, cuando los muertos llegaron a Invernalia.

Lo habían encontrado bajo el puente principal, cuando en un acto de locura creyó que podría enfrentarse a Dragón muerto, en cierto sentido le había parecido una bendición; morir y olvidar, habría caído como muchos más en esos días, y solo sería recordado como el Rey que entregó el Norte, lo que se dijera después daría lo mismo.

"Los muertos no pueden quejarse"

Pero en cuando despertó y vio que Arya y Sam estaban ahí y cuando Sansa fue a visitarle entendió que había muchas más cosas por las cuales si valía la pena vivir y aunque trataba no podía recordar que el cumplir su promesa a Dany fuera una de ellas.

"¿Qué explicación le daré?"

Había pensado aquella vez, tal cual ahora. Cruzó los brazos tras la cabeza y con el dolor de sus puntadas, consiente de su molestia sencillamente se dedicó a observar las estrellas. Selene le había dado un par de recomendaciones que realmente no escuchó.

"¿Y siempre la buscáis?"

Se había referido a la muerte, pero para Jon era Sansa. Y ahí, además estaba Dany.

"Debo irme"

Y de pronto aquella idea tenía toda la lucidez del mundo, toda la sabiduría y prudencia que, quizás bajo los efectos de que, había decidido no escuchar.

"Debo irme"

Y de la idea pasó a la urgencia con la poca velocidad que su estado le permitía. Con dificultad se colocó de pie. Y cogió sus cosas. Ya bastaba de tonterías. Se iría al norte, pasaría por Invernalia y cruzaría el Muro.

"Aún necesitas aclarar tu cabeza, imbécil"

Cogió las riendas de su caballo y notó como es que varios muchachos se le quedaron mirando al salir. Vio en sus rostros la interrogante, pero nadie le dijo nada. Un grupo de soldados con el Cazador de los Tarly le salió al camino y Jon trato de evitarlos. Hasta que el líder se adelantó a todos ellos.

― ¿Os retiráis sin participar en la final Ser Robb? ― los ojos de Dickon Tarly brillaban de una extraña manera que a Jon le pareció llena de molestia y algo más. Su tono había sido a medias burlesco y desafiante.

"Ser... Es cierto, ya no soy más un príncipe…"

De seguir así. Claramente lord Tarly se habría medido. Ahora, ante él parecía menos que un campesino. Y de seguro no tenía intención alguna de descubrir quién realmente era él frente a la gente que a penas lo reconociera. De todas maneras todos ahí, se inclinaron ante Lord Tarly en respeto. Jon no lo hizo, en cambio vio a Dickon mirar a su alrededor, y el gesto hostil que le dedicara se había esfumado. Inclinó la cabeza a modo de saludo con la gente a su alrededor y Jon no lo vio, pero claramente, aquel gesto fue retribuido.

― Como sabréis Ser, lady Tarly es de Invernalia ― dijo a toda voz ― de seguro estará feliz de ver a un coterráneo, por favor ser, acompañadme ― Dickon extendió su brazo por sobre el hombro de Jon como si fueran colegas de la guardia, ya el peso de su mano y la forma gentil en la cual hizo el gesto le recordó la fuerza de Lord Tarly.

Jon solo asintió y extendió las riendas de su caballo a uno de los hombres del señor de Altojardín.

El ruido del campamento fue alejándose en cuanto Lord Tarly y sus hombres lo fueron dejando atrás. Subieron una leve inclinación de la colina en donde los campamentos de los señores se alzaban, vio a varios conocidos, pero ninguno le presto atención. Siendo de noche; las fogatas y la animación en general, distraían a los hombres; había bardos y bailarinas, acróbatas y un grupo de enanos que animaban el lugar, razones más que suficiente para pasar desapercibido.

La tienda de Lord Tarly era la más grande de imponente de todas, estaba resguardada por cuatro guardias y un paje hermoso como una doncella se acercó a ellos con copas de agua para su señor, cuando le extendió la bandeja a Jon este solo negó.

― ¿Deseáis algo más fuerte Ser? ― Jon negó.

Al entrar en la tienda había soldados, capitanes, un par de mujeres recogiendo ropa y dejando bandejas de comida, otro paje más adulto, pero aun así un muchacho, se acercó:

― Despedid a la todos Ser Cifer, vos incluido ― el muchacho asintió y uno a uno los presentes fueron abandonando el lugar, ahí Jon pudo distinguir a Ser Meyer mirándole con curiosidad y fijeza.

"Él me ha reconocido"

Por unos segundos la esperanza de que Sansa supiera de él, se anidó en su pecho.

Dickon se acercó a la mesa principal y cogió una manzana, el muchacho se dirigió nuevamente a su señor al preguntar:

― ¿Algo más mi señor? ― Lord Tarly dio una mordida a su manzana y negó.

― ¿Tenéis hambre…? ― le preguntó una vez se encontraron a solas, Jon vio el gesto en su rostro al detenerse para referirse a él. Aparentemente luchaba contra la idea de llamarlo nuevamente Ser Robb, o en el peor de los casos mi príncipe, o Jon.

― No, mi señor ― contestó. Dickon dio otra mordida a su manzana y asintió conforme.

― ¿Qué hacéis acá, mi señor? Medio reino os busca ― Jon suspiró y miró hacia otro lado. El hecho de haber decidido abandonar el torneo y con ello Altojardín, había sido su reconocimiento de haber actuado mal.

― Fue un error, mi señor. Por favor disculpadme y no he sabido de que exista alguna recompensa por mi para que, como habéis dicho, medio reino me busque ― Dickon sonrió desganado y divagó unos segundos.

― Algunos señores no están muy convencidos de la capacidad de la reina ― dio otro mordisco a su manzana ― bueno, nunca lo han estado.

― ¿Qué más debe hacer la reina para convenceros de que es capaz? ― preguntó a medias harto, a medias impaciente.

― Aún no es capaz de poner en orden a sus hombres, los Dothrakis que abandonaron su ejercito han atacado varios pueblos, solo hace un par de días, nos informaron que atacaron Hunt, y le cortaron el brazo a Ser Hyle, se llevaron algunas mujeres y mataron a varios hombres ― aquello extraño a Jon, usualmente los dothrakis que habían abandonado el servicio de Dany, eran demasiado viejos para atacar pueblos, existían algunos fuertes y jóvenes, pero hasta donde sabía ella era demasiado admirada entre ellos para que sus ordenes no se tomarán en cuenta.

― Parece un caso aislado.

― Pero es suficiente para cualquier señor que no quiera verse bajo el yugo de un Targaryen, menos considerando la Batalla del Camino Dorado y los hombres del Dominio que cayeron ahí.

― Vuestro padre cayó ahí mi señor ― Dickon alzó la mirada casi advirtiéndole, pero Jon no se sentía asustado ante él.

― Es cierto ― contestó.

― ¿Y vos estáis contra el yugo Targaryen? ― Dickon termino su manzana y fijo la vista en él.

― Ciertamente que no soy un gran fan de nuestra reina, pero tampoco soy un conspirador, ya existen suficientes en este reino, y parece que su majestad no es capaz de verlos. Creo que no engaño a nadie al decir que soy más soldado que señor, aún así mi cabeza no es tan simple como para no entender los juegos que los otros señores se traen entre manos. Lord Lannister, el pentoshi, Lady Greyjoy, todos son unos manipuladores y vienen a mi casa a manipularme para seguirles su juego.

― Creedme mi señor, la reina sabe más de estos conspiradores de lo que vos creéis ― Jon suspiró, la repentina honestidad de Lord Tarly le recordó aquel día en que se fuera de Invernalia y como es que se negó a su invitación a Desembarco del Rey, porque sabía de sus sentimientos hacia Sansa. Ciertamente que no parecía un mentiroso, y aquello era esencial para conspirar ― sin embargo, si son un problema para vos, quizás lo mejor es dejar de tratarlos.

Dickon inclinó la cabeza y en ese momento su mirada era divertida.

― ¿Qué hacíais vos en Desembarco del Rey? Todos me han dicho que eráis una buena Mano.

― ¿Por qué lo preguntáis?

― Por que me dais consejos imposibles de seguir, para lo que es la experiencia de una buena Mano ¿Debo cerrar mi hogar ante los señores consejeros de su majestad, solo porque me desagradan? ¿Es acaso lo que haría un hombre sabio?

― No sé que haría un hombre sabio, pero vos no lo sois ¿cierto? ― aquel insignificante enfrentamiento, en ves de fastidiar a su anfitrión solo le causó risa y por unos segundos Jon vio lo cambiado que estaba Lord Tarly, algo como el cinismo jamás habría sido visible en aquél que conociera en Invernalia.

― Ya os lo he dicho, soy más soldado que señor. Y aunque apreció vuestros consejos, prefiero seguir los de mi esposa ― ahí estaba, la pequeña punzada llena de veneno que había amenazado con envenenarle la sangre y que por fin entraba en contacto con él.

Jon solo asintió.

"No digas nada"

Cuando alzó la vista Dickon le observaba fijamente.

― ¿Dónde iréis?

― Cruzaré el Muro ― contestó mirando las antorchas a su alrededor.

― Es un viaje largo ¿Necesitáis oro? ― Jon sonrió sin mirarle y negó ― comida entonces ― y en aquel sentido fue más razonable y sin decir nada asintió ― ¿Queréis que la reina sepa de vuestro destino? ― no lo sabía.

"¿Y siempre la buscáis?"

Y algo en su cabeza y pecho se removió incómodo. Siquiera pudo controlar su impulso cuando, incapaz de mirar al señor de Altojardín habló:

― Sansa…. ¿Cómo… ― se cortó en cuanto su cabeza se lo advirtió, ya había cometido el error de ir ahí, y mientras buscaba enmendarlo, Lord Tarly había ido por él.

Escuchó las pisadas de Dickon y su cercanía le obligó a alzar la mirada, sus ojos capturaban el brillo de las luces de la tienda y le devolvían una mirada llena de molestia y pena. Gesto que, como nunca, le provocaba a golpearlo, a dejarlo en el suelo.

― Lady Tarly se encuentra bien, si hubierais permanecido más tiempo en el torneo de seguro le habríais visto ― Jon no discutió aquello, solo asintió ― por cierto, ha sido un pésimo nombre el que habéis elegido ― y su sangre comenzó a bullir. Robb, sencillamente era un nombre perfecto.

― Es en honor a mi hermano… ― dijo molesto.

― Pero sabemos que no era vuestro hermano ¿Cierto? ― Jon respiro profundamente, le parecía una insolencia provocadora aquella estupidez y como caballero, hombre razonable y adulto sabía que no debía caer en esa pulla inofensiva. Molesta, pero inofensiva ― jamás llegasteis aquí tratando de pasar desapercibido, con ese nombre y conocido como el Norteño a todas luces gritabas buscar a Sansa, y más aún no considerasteis el riesgo para mi esposa.

― ¿Riesgo?

― Es por ella que estáis aquí, en un evento público, frente a señores, septones, dothrakis, inmaculados, dragones y caballeros ¿Qué buscabais Ser Robb? ¿Cómo habría visto el reino vuestra llegada a este torneo? ¿Cómo habría visto Daenerys Targaryen vuestra presencia en este lugar? ― y la molestia por la supuesta ofensa al nombre de su hermano se desvaneció ante la evidencia de su estupidez.

Siquiera fue capaz de disculparse.

Él conocía a Dany, y abandonarla, declararle que amaba a Sansa eran cosas que podía tolerar, siempre y cuando su conducta fuera prudente. Y con ello el alejarse de ambas era lo adecuado, lo correcto.

"Soy tan imbécil como Rhaegar Targaryen"

Y esa idea le hirió. Lo volvía más dragón de lo que él quería. Lo acercaba a la familia que no quería reconocer como propia.

Alzó la mirada y el gesto en el señor de Altojardín era acusador. Lo que le pareció mínimo. Él también estaría más que molesto con quién pusiera en riesgo a su familia.

― Debo irme ― finalizó. Y antes de que se le pudiera decir cualquier cosa salió de la tienda.

Siquiera avanzó diez pasos cuando el ruido cercó la tienda de lord Tarly. Los caballos se encabritaron y la guardia del Señor de Altojardín sacó sus espadas y lanzas, hubo confusión y en menos de lo que Jon se imaginó estaba rodeado por Dothrakis e Inmaculados. Inconscientemente cogió su espada, pero le golpearon el rostro antes de poder actuar, cayó al suelo y escuchó a Lord Tarly por encima de los ruidos del campamento.

― ¿Qué es esto? ¿Por qué atacáis a este hombre? ¡Es mi invitado!

― Os detendré ahí mi señor ― la voz de Dany cruzo el lugar silenciando todo a su alrededor ― o, os acusaré de conspirar contra vuestra legitima reina ― Jon miró a Dickon y este le devolvió el gesto preocupado y si, muy enojado.

Daenerys se acercó a él y se inclinó a su lado.

― ¿Qué hacéis acá? ― le preguntó casi en un susurro. Y Jon entendió que no podía decir la verdad. Decir que estaba ahí porque había extrañado a Sansa y que idiotamente se había creído en libertad para actuar como quisiera.

Guardó silencio. Dany se levantó y con gesto cansado habló:

― Detenedles, a ambos ― fue Gusano Gris quién se adelantó a todos y alzo a Jon, quién en medio del forcejeo sintió su herida tirar.

― Bisa ēza issare pirta ― fue todo lo que dijo.


Y el drama vuelve.

Saludos a tod s.

Atte.-

Brujhah