Disclaimer: Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto. Di no al plagio.

Advertencias: UA, lenguaje ofensivo, uso de drogas, prostitución, sexo explícito, violencia y cosas por el estilo.

Rating M, para mayores de edad y no apto para personas sensibles.


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Lejos de Japón

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Finalmente

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¿Y si sí era Hatake-sensei? Se sonrojó ante la idea, aquel hombre la vio cuando estaba con los otros dos sujetos, que su amor platónico y una de las personas que más admiraba en el mundo la hubiera visto así... No, era imposible. Miró al hombre dormido y acercó sus labios a los suyos.

Era la primera vez en mucho tiempo que ella tomaba la iniciativa para acercarse a un hombre. Fantaseó con que ese hombre inconsciente por los efectos de las drogas era su amor platónico y que en realidad estaban en lugar diferente, una casa normal con comida en el refrigerador. Y que ella era su esposa y que podía besar esos labios bajo la máscara negra que los ocultaban...

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Kakashi abrió los ojos, para sorpresa de ella.

— ¿Qué haces? — Preguntó genuinamente interesado. — Ya te dije que no tengo dinero.

— Eso fue gratis. — Respondió ella tratando de restarle importancia al asunto. Se sentía extraña por estar nerviosa, generalmente ya no sentía nada cuando estaba cerca de otros hombres.

— ¿Por qué?

— Por cubrirme mientras dormía.

— No era necesario que me besaras.

— ¿Acaso no le gustó?

Él se incorporó y se miraron fijamente.

— Eres una niña, yo solo salgo con mujeres.

— Soy una mujer.

— Lo que veo es una niña jugando a ser mujer.

Ella infló sus cachetes un poco molesta.

— No es como que yo haya elegido esta vida.

Él alzó una ceja.

— Ah, ¿no? Lo que yo vi dice algo diferente.

— Necesito dinero — Ella sonrió y eso sorprendió de sobremanera al peligris.

— ¿Una mujer ambiciosa? No es raro en tu profesión.

Pero en vez de hacerla enojar, ella sonrió aún más.

— Estoy juntando dinero para irme muy lejos de Japón, entonces podré vivir en una casa donde tendré muchos cachorros y podré comprar libros.

— Será caro mantener a tantos perros — Respondió un poco sorprendido, no se había equivocado, esa chica aún conservaba un poco de inocencia.

— Aprenderé algún oficio, sé hablar inglés y soy buenas con las matemáticas, podría dar clases particulares o trabajar como cajera.

— ¿Y a dónde quieres ir? — Preguntó divertido, decidió seguirle el juego.

— No lo sé, lo que esté lejos de Japón será perfecto. Aunque estaría bien si no es un país tropical, mi piel es muy sensible ante el sol.

— En Inglaterra el clima es más bien nublado.

— Pensaba en New York... ¿No quiere venir conmigo? — Ella estiró una mano.

— ¿Invitas a desconocidos a viajar por el mundo?

— Sería bueno tener un amigo, en realidad hace mucho tiempo que estoy sola de un lado a otro.

— Estoy bien aquí. Ve a ganar más dinero y me avisas cuando te marches.

Ahora sí el semblante de ella se entristeció.

— No me gusta hacerlo, cuando empiezan a tocarme desconecto mi mente, por eso luego hacen cosas que no quiero, pero me doy cuenta muy tarde.

— ¿Puedes hacer eso? — Preguntó curioso.

— Si, me gusta imaginar cosas como que visitó el mar o que voy a esquiar en los Alpes. Me gusta ver programas de gente que viaja o youtubers que muestran sus países. Ahora estoy intentando aprender alemán.

— Yo también sé un poco. — Se sorprendió Kakashi de haber dicho eso en voz alta. — También sé un poco de francés y latín.

— Usted se parece a mí escritor favorito. — Dijo más para sí misma, pero él la escuchó. Y desvió la mirada.

— Debes tener un pésimo gusto.

— Claro que no, pocos autores logran ese nivel de profundidad en sus escritos, pero no solo eso, Hatake Kakashi es una persona realmente bondadosa, lo admiro mucho. Planeo comprar sus libros de nuevo cuando llegue a mi nuevo hogar.

Aquello irritó al peligris o tal vez las drogas lo hacían más susceptible, quien sabe.

— Ese sujeto es un perdedor, plagió toda su obra.

Hinata frunció el ceño.

— Claro que no, yo sé que es inocente y que de verdad escribió todo. En las pláticas que daba en la escuela se notaba lo mucho que dominaba la narración, yo pienso que ese tal Obito Uchiha es quien plagio a Hatake-sensei, se nota su estilo en toda la obra y por el hecho de que no está terminada y que el final no hace honor a la obra, se nota que lo hizo una persona distinta.

Kakashi no quería escuchar más y se lanzó sobre la chica, tapando su boca con sus manos e inmovilizando el cuerpo de ella con el suyo.

— ¿Y qué quieres que diga? ¿Qué mi mejor amigo se robó mi obra maestra? ¿Qué soy más feliz viviendo en esta pocilga y drogándome? — Ella abrió los ojos sorprendida, de verdad era él. — ¿Y qué me dices de ti? Una joven brillante casándose con un socio rico de su padre para luego morir en un accidente, en lo personal te veo muy viva, Hinata Hyuuga. — Él no intento ocultar el veneno de sus palabras y ella se entristeció. — Debes sentir repulsión por ver en lo que se ha convertido tu autor favorito, ¿No es así?

Un par de lágrimas surcaron el rostro de ella, pero negó con la cabeza. Kakashi la soltó.

— No sería capaz de juzgar su vida, yo misma estoy lejos de ser lo que alguna vez quise para mí.

Kakashi la miró y su sonrojó lo desarmó. Se quitó de encima suyo, las drogas lo estaban volviendo un poco inestable. Los dos se quedaron sin palabras, cuando de pronto unos pasos anunciaron la llegada de alguien.

— Espantapájaros, oí que llegó una nueva chica y quiero probarla.

Kakashi notó como el brillo de los ojos de ella se apagaba y con voz firme, pero autómata habló.

— ¿Tienes dinero?

Kakashi quiso decirle que no tenía por qué hacerlo, pero no salió ningún sonido de su boca.

— Si, acabo de vender un lote de celulares robados y me tocó una buena parte.

Ella se puso de pie. Él quiso tocarla para que no se fuera, quería seguir hablando con ella, convencerla de la basura de ser humano que había sido al dejar sola a Rin en ese bar. Pero la vida era una mierda y ella tenía un sueño por el que se vendía, él en cambio solo quería inyectarse una nueva dosis y no saber más del mundo.

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Hinata se quedó a vivir en esa casa y continuó trabajando y siendo solicitada por ser la novedad del momento. Inconscientemente Kakashi fue bajando las dosis de heroína que compraba, y se encontró ahorrando el dinero que le sobraba.

Cuando ella no trabajaba, pasaba el rato en la habitación de él, conversaban o simplemente pensaban en silencio en sus propios asuntos, pero no eran silencios incómodos, sino pacíficos.

Fue así que se fue desarrollando un lazo entre ellos, Kakashi se encargaba de golpear a los sujetos que no le pagaban o que la herían durante el acto y ella se encargaba de preparar un poco de comida decente en ese lugar para los dos.

— Iré por vodka y unos cigarrillos, ¿Quieres algo? — Preguntó él mientras se ponía una vieja chaqueta negra.

Habían pasado medio año con esa rutina, contándose sus vidas y sintiendo que por primera vez alguien los veía por lo que eran y no por lo que su físico mostraba.

— No, gracias, es tarde, así que ten cuidado.

— Te traeré una de esas barras de chocolate que tanto te gustan. — Ella se sonrojó y asintió. Tal vez, estaba empezando a sentir un real amor por ese hombre.

Kakashi caminaba con pereza hacía la tienda de conveniencia cuando de pronto alzó la vista y se encontró frente a frente con Obito Uchiha. Fue tan repentino que se paralizó.

— Vaya sorpresa, Kakashi. — Dijo el pelinegro mientras metía una mano en su bolsillo. Kakashi se debatía internamente sobre si hablar o irse de inmediato de ahí, por lo que no notó el movimiento de la mano de él.

— Nunca me dejaste explicarte lo que sucedió esa noche, por favor, Obito…

— No había mucho que explicar, tú y Rin de divertían a costa mía, aun cuando yo fui quien estuvo con ella todo el tiempo en que tu viajabas y disfrutabas de la vida. Yo fui quien hacía dobles jornadas como cargador de cajas para que ella pudiera estudiar la universidad. Yo la cuidaba cuando enfermaba y le dejaba flores cada mañana. — Hizo una pausa y se acercó a Kakashi — Y solo hizo falta que regresaras para que ella cayera en tus brazos. Te odio Kakashi, quitarte tu prestigio y tu carrera como escritor no terminó con mis ganas de vengarme de ti. — Sacó el arma de su elegante saco. — Llevaba unos meses pensando en ti, pero vine a encontrarte en el aniversario de la muerte de Rin, vaya ironía.

Kakashi no lo había recordado, pero no era momento de regañarse, no cuando un arma de fuego le señalaba. Obito nunca iba a escucharlo ni mucho menos perdonarlo, aunque si decía la verdad, él mismo no se perdonaba por haberlos abandonado cuando Minato y Kushina murieron y mucho menos por dejar a Rin en ese lugar…

"Obito va a matarme" pensó y entonces se dio cuenta de que lo único que iba a lamentar era el volver a dejar sola a Hinata, con tipos que no sabían ver la luz de sus ojos y que abusaban de ella sin rechistar. "Perdóname" y cerró los ojos en espera del impacto. Pronto escuchó el ruido del la bala al ser disparada pero los segundos pasaban y no sentía dolor. Entonces se encontró con que Obito se disparó a sí mismo en el brazo.

— Te vas a pudrir en la cárcel y ni así te perdonaré por lo que nos hiciste a Rin y a mí.

Su rostro denotaba locura y eso ocasionó que Kakashi se volviera a culpar. Jamás debió regresar a Japón, jamás debió quererlos, jamás debió ser adoptado. Porque él estaba maldito y solo arrastraba a todos a su desdichado destino.

No puso objeción alguna cuando lo arrestaron ni cuando el juez estableció una fianza alta, ni cuando le dictaron 15 años de cárcel por asalto con arma de fuego, 10 por posesión de drogas y tres por participar en apuestas de peleas callejeras.

Estaba en una celda de la comisaría, sin tocar su comida. Mañana en la mañana irían por él para llevarlo a la cárcel que sería su nuevo hogar por el resto de su vida. Pero de pronto un ruido de llaves y tacones lo sacaron de su estado pensativo. Era Hinata.

— Vamos, tenemos 10 minutos para salir.

— ¿De qué hablas?

— El juez dejará apagadas las cámaras de seguridad por diez minutos, vámonos. — Abrió la reja, pero él no se movió ni un poco. — ¿Kakashi?

— Quiero ir a la cárcel, es más seguro para ti mantenerte alejada de mí. Todas las personas que se relacionan conmigo terminan muertas o desquiciadas, no deseo que eso te pase a ti.

Ambos ya conocían la historia del otro, por lo que ella suspiró. Se arrodilló frente a él y lo tomó de las manos.

— Eres el primer hombre que no me trata con desprecio aun sabiendo a lo que me dedico, has sido una persona importante para mí desde que tengo memoria, no puedo dejar que te sigas destruyendo. Ven conmigo. Termina con el control que ese hombre ejerce sobre ti...

— No, esto es lo menos que puedo hacer por la muerte de Rin...

Pero ella lo interrumpió.

— ¿No fue suficiente con perder tu trabajo y todo lo que tenías? ¿Hasta tus amadas letras? Kakashi, deja de querer cargar tu solo con todas esas cosas. Rin no amaba a Obito y él lo sabe, te está haciendo sufrir porque sabe que tiene poder sobre ti. Vámonos, por favor. Es hora de emprender nuestro viaje.

Él la miró.

— No quiero ir a Inglaterra.

Ella supuso que era por todo el tiempo que vivió ahí.

— Iremos a dónde nos lleve el primer barco pesquero que salga del puerto de Tokio.

Kakashi lo pensó. ¿Debería por fin dejar ir su pasado? ¿Un hombre como él podría ser feliz al lado de un ángel como ella?

— Vamos, Kakashi. — Le suplicó.

Cuando él la miró, comprendió que aquella chica le estaba intentando salvar, le estaba ofreciendo una tregua. Tal vez, si la sacaba de aquella ciudad en la que ella temía salir a la luz de sol por miedo a que su padre o alguien más la reconociera, tal vez podría redimir un poco sus propios pecados, si se quedaba con ella quizás pudiera encontrar un poco de paz en su alma.

Ella volvió a estirarle la mano, la diferencia fue que ésta vez él si la tomó y salieron por el lugar que el hombre de traje les señaló.

— ¿Cómo conseguiste que te ayudara? — Preguntó mientras llegaban a la casa de los okupa y recogían sus pertenencias.

— Le di todo mi dinero ahorrado. — Dijo ella y Kakashi se detuvo y la miró con molestia.— Le di sexo pero dijo que no era suficiente para liberar a una persona con una condena mayor — Ella le mostró sus muñecas y él notó que tenían marcas rojas de esposas de policía — Aunque debo decir que me dolió un poco su fantasía.

Kakashi no quiso saber los detalles, pero tomó sus manos y depositó un beso en cada mano.

— Prometo compensarte.

— No es necesario… yo... me di cuenta de que no me había ido de Japón antes de conocerte porque me daba miedo irme sola... Creo que la cuestión de juntar mucho dinero fue un mero pretexto para postergarlo. Pero contigo a mi lado, me siento capaz de hacerlo en cualquier momento.

Se miraron con complicidad y marcharon para siempre de la casa okupa, con el dinero de él y las esperanzas de ella.

Llegaron al puerto y consiguieron que un barco pesquero los llevara, iban en dirección a Suiza, trabajaron para los marineros limpiando la cubierta y desmembrando peces, pero por primera vez Hinata estuvo feliz de no tener que quitarse la ropa. Ese era un nuevo comienzo para los dos, en busca de un mejor amanecer lejos de Japón.

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Ocho años después.

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Habían pasado 8 años desde que Hinata Hyuuga había desaparecido de su vida.

En esos momentos Naruto se encontraba en la iglesia esperando a que su futura esposa entrara por esa puerta y se sintió mal por estar pensando en la chica de ojos perlas. Porque Naruto aún la extrañaba, aún recordaba su última llamada y la amarga noticia de su matrimonio arreglado con un viejo amigo de su padre. En cuanto se enteró, él y su abuelo fueron a pedir explicaciones al patriarca de los Hyuuga pero, cuando llegaron a la empresa, se encontraron con la noticia de que el vuelo donde iba ella se había estrellado.

Probablemente ella había muerto envuelta en un halo de tristeza, y las tripas se le revolvían a Naruto solo de pensar en las cosas que ese maldito le podría haber hecho a su hermosa novia de entonces. Suspiró. No necesitaba pensar en esas cosas justamente cuando su abuela Tsunade lo sostenía del brazo en espera de que Sakura llegara escoltada por su padre.

Realmente deseó haber podido estar más tiempo con la peliazul, pero por lo menos ella ahora estaba en un sitio donde no había sufrimiento y donde no volvería a sentirse lastimada por el desprecio de su padre.

La marcha nupcial se dejó escuchar, mientras Sakura se asomaba por la puerta y le sonreía radiante. Sin duda alguna, la amaba, no como a Hinata quien fue su primer amor, pero estaba convencido de que Hinata estaría feliz de que continuara luchando por su sueño de ser periodista y disfrutando de la vida.

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Justo en esos momentos otra persona recordaba también a la peliazul.

Hiashi Hyuuga estaba en la cárcel acusado de lavado de dinero, no había mucho que decir de él, más que nunca se arrepintió de lo que hizo con su hija. A sus casi sesenta años solía soñar con ella rogando por un poco de atención que jamás le iba a dar.

Cuando Danzo le informó que escapó, pensó que ella iría con la policía a denunciarlo, así que usó todas sus influencias para encontrarla una vez pusiera un pie dentro de una comisaría. Pero nunca apareció, fue como si la tierra se la hubiera tragado, así que se olvidó del tema y continuó con su vida.

Pero hace unos meses la policía consiguió pruebas del lavado de dinero que hacía con las ganancias que la trata de blancas le daba a Danzo, por lo que terminó en la cárcel y con su empresa en la quiebra.

Su sobrino Neji se negó a tomar el mando de una empresa devastada, así que tomó sus cosas y marchó a Estados Unidos a comenzar su propio negocio. Estaba solo y así se iba a quedar por el resto de su vida, pero no se arrepentía de su opinión, todo había sido culpa de Hinata por nacer mujer.

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En un pequeño pueblo al norte de Alemania, donde una colonia de migrantes japoneses se habían instalado hace algunas décadas, vivía una pareja extraña. Un hombre de cabello gris despeinado y que usaba mascara negra para cubrir su cara, y una mujer pequeña de cabello azul, cuyos ojos de color perla la hacían objeto de halagos y admiración por parte de los niños del lugar.

Habían llegado hace poco más de cinco años a esa parte del mundo tan fría. Si le preguntaban a los vecinos, ellos te dirían que un día llegaron con solo una maleta entre los dos y que compraron la casa más antigua y desarreglada del pueblo. Nadie creía que fueran a durar mucho. Nadie sabía si se trataba de una pareja o si de padre e hija. Tampoco eran muy parlanchines, ella se limitaba a hacer las comprar y ser amable, él era huraño pero respondía a los saludos ocasionales.

Lo que sí sabían los vecinos es que todas las mañanas, desde el amanecer se escuchaban los martillazos y sonidos de que estaban arreglando la casa con sus manos. Si pasabas al medio día podía oír la cantarina risa de ella acompañada de tintineos de vasos con limonada y algún aperitivo. A los niños les gustaba contar que la extraña pareja se dedicaba a rescatar a todos los perros abandonados del pueblo, que ella les ponía nombre y un lindo collar.

Pero eran raros, porque a pesar de que había electricidad en el pueblo, ellos no tenían focos; tenían aire acondicionado, nevera y hasta horno de microondas, pero en las noches era posible ver sus sombras alumbradas por la luz de las velas.

Y ahora, cinco años después de su llegada, ella compró un pequeño local en el centro de la aldea donde vende libros.

Eran amables, así que el pueblo solo los dejó ser.

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— Creo que es una bella novela. — Hinata le devolvió las hojas al peliplateado. — Sería maravilloso que las personas pudieran leerlo.

Él se removió incómodo.

— Aún no me animo a llamar a algún editor. — Aceptó moviendo compulsivamente su pierna, era un tick que le había quedado de su época de drogadicción.

— Podrías usar un seudónimo.

— Tu misma lo has dicho, mi forma de escribir es uniforme y muy reconocible, creo que no es tiempo aún.

Ella se encogió de hombros, algo que había aprendido en sus años de convivencia era que Kakashi era muy obstinado y muy pocas veces ella podía hacerlo cambiar de opinión. Al final de cuentas, ¿Qué eran? ¿Qué era ella de él? ¿Amigos? tal vez, ¿Amantes? no, algo más; ¿Esposos? no tanto. Lo que era seguro es que eran dos personas que probaron por mucho tiempo las bajezas que el mundo tiene reservadas para los desafortunados que lo pierden todo, hasta la fe.

— ¿Cómo vas tu con la librería?

— Bien, creo que la gente prefiere los anuarios deportivos y los cuentos... — Miró una vela que estaba a punto de apagarse. — Estaba pensando en leerles un poco a los niños los fines de semana.

— Si eso te hará feliz, te ayudaré con los perros para que te alcance el tiempo.

Ella asintió radiante. Kakashi aún podía recordar como hace siete años cuando estaban en Francia, que Hinata quiso asistir a un centro de control natal para saber si era posible revertir su esterilidad. Después de interminables estudios y pruebas, la respuesta fue no y aquello la deprimió por un tiempo, así que él era consciente de que Hinata tenía mucho amor que dar a quien pudiera, por lo que la apoyaba si quería trabajar con los niños o en la librería o hacer cualquier cosa. Ella era joven y hermosa, ella estaba en la flor de su juventud y él solo era un viejo cascarón de lo que alguna vez fue.

¿Por qué ella se quedaba con él? ¿Por qué regresaba cada tarde y le preguntaba por su día? Si un día ella le decía que había encontrado a otro hombre y que se quería ir, no la detendría. Pero no, ocho años después de escapar lejos de Japón, ella seguía cada mañana abriendo las cortinas, cuidando de las velas en las noches y animándolo a seguir escribiendo. Por lo que esa nueva novela que tenía en sus manos era más de ella que de él, así de simple.

— ¿Eres feliz conmigo, Hinata? — Preguntó de imprevisto, ella volvió a sonreír y asintió.

— Soy muy feliz, tengo más de lo que podría pedir.

— Si quisieras salir al mundo no te detendría, lo sabes ¿no?

— Lo sé, pero amo a Kakashi-san, así que me quedaré aquí, ¿Está bien?

Kakashi sonrió, era cierto, él también la amaba.

— Está bien, Hinata-chan.

— Vamos a dormir, mañana hay que impermeabilizar el techo y necesitamos adelantarnos a la lluvia. — Le dijo ella mientras lo sujetaba del brazo e iba apagando las velas conforme avanzaban hacía su habitación.

Cuando la última vela se apagó, él la abrazó por la espalda y le dijo con voz ronca.

— Te amo, pequeña. Gracias por sacarme de ahí.

Y besó su cuello, con delicadeza, como si ella estuviera hecha de cristal.

— Gracias a ti por creer en mí, te amo Kakashi-san...

Y se entregaron a la ternura de no querer separarse nunca y seguir disfrutando de una vida simple, juntos.

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~ ~ ~ FIN ~ ~ ~


¡Hola a todos!

Muchas gracias por leer esta historia. Manejé temas completamente nuevos para mi y llevé el lemon a una dimensión desconocida, pero ya no quise poner lemon hardcore en éste capítulo. (Toda mi inspiración de lemon pasional se quedó en el capítulo final de Heridas, así que si quieren pásense por allá XD).

Hubo final feliz gracias a sus votos, si ganaba el final triste pensaba hacer algo tipo Romeo y Julieta (ando muy cliché últimamente jajaja) y los dos muertos de una sobredosis o algo así. Pero bueno, creo que estuvo mejor este final, aunque no sé, acepto críticas y comentarios.

Fue un fic muy corto, pero no quise quedarme con las ganas de escribir esto, el final me costó un poquito de trabajo pero espero que les guste. Hoy les agradezco sus palabras de aliento y ya no me siento tan tímida respecto a explorar estos temas, creo que podré explorar estos sentimientos negativos en One last thing.

Agradecimientos infinitos a todos los que han dejado un review, siguen el fic o lo han marcado como favorito. Contestaré por mensaje privado y bueno, les agradezco haber llegado hasta aquí.

Ya saben, me pueden encontrar en Facebook como Tamashitsumo.

¡Saludos!

Sábado 30 de diciembre del 2017