Disclaimer: Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto. Di no al plagio

Advertencias: UA, lenguaje ofensivo, uso de drogas, prostitución, sexo explícito, violencia de muchos tipos y cosas por el estilo.

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Exclusivo para mayores de edad y no apto para personas sensibles.


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Lejos de Japón

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Kakashi

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Las cosas nunca salen como queremos.

Ese era el pensamiento que rondaba por la mente de Kakashi Hatake en esos momentos. No es que apenas se diera cuenta de que la vida apestaba, eso lo había sabido siempre. No, esos pensamientos llegaron a su mente mientras ajustaba la liga en su brazo y terminaba de preparar la inyección que se iba a colocar en su vena, al mismo tiempo que observaba de reojo cómo un par de tipos se tiraban a una joven de blanca piel y largos cabellos oscuros.

La tenían en cuatro y mientras uno la penetraba con frenesí, el otro mantenía su miembro dentro de su boca, a la vez que jalaba de sus cabellos con poco tacto. Los débiles gemidos de la chica llegaron hasta Kakashi mientras clavaba la aguja en su vena y... 'Flash', una luz lo golpeó y de pronto sintió una enorme tranquilidad que calmó su ansiedad.

Sí que era afortunado de que en esos momentos esos sujetos hubieran decidido cogerse a esa bella mujer de grandes senos en la gran habitación que le pertenecía, pues le estaban dando un espectáculo que intensificaba el placer que ya de por sí sentía.

Kakashi llevaba poco más de dos años viviendo en una gran casa abandonada en las afueras de Tokio, donde él y un grupo de okupas hicieron lo suyo. Tenía muchas habitaciones y kakashi había peleado para tener el derecho de dormir en la enorme habitación principal, aunque si éramos honestos, todo el mundo andaba por donde se le daba la gana, la única diferencia era que en esa habitación estaban escondidas bajo unas tablas en el piso las pocas pertenencias del peligris.

Y así como todos estaban en todos lados de esa enorme casa, como hace un rato cuando de pronto entró por el marco, donde alguna vez hubo una puerta, un sujeto que jalaba de los cabellos a una joven chica. No pudo ver su rostro, pero no hizo un intento por hacerlo porque ni siquiera tenía curiosidad por saber de quienes se trataba, cada quien hacía lo que se le daba la gana en ese lugar. Mientras no hubiera peleas dentro, todo estaba permitido.

Así que escuchó cómo aquel sujeto, que reconocía como uno de los tantos proveedores de droga de esa casa, arrojaba a la mujer sobre una pequeña mesa que estaba pegada en la pared y que seguro tuvo tiempos mejores. La acomodó de forma que la cara de ella pegara contra la pared, sus codos se apoyaran en la mesa y su trasero, apenas disimulado por una mini falda negra, quedara dispuesto para él. Pronto aquel sujeto tomó el largo cabello de ella con una mano y lo hizo a un lado, y comenzó a sacar las prendas una a una, sin un toque de delicadeza. Kakashi vio que abajo de esa pequeña falda negra, no había ropa interior y aquello le causó un poco de excitación, aunque no estaba muy seguro de si había sido eso o sí era la ansiedad que le ocasionaba estar medio día sin drogas y que su reciente inyección aún no combatía.

El conocido ruido de vaivenes se empezó a escuchar por toda la habitación, al parecer él la penetró sin ningún juego previo, pues escuchó el gemido de dolor que escapó de la boca de ella. Después no escuchó nada más que el constante golpeteo de la mesa contra la pared, que al parecer despertó al sujeto que dormía en una esquina de aquella habitación y del que Kakashi no había reparado, creía que era un montón de trapos sucios apilados en ese lugar, aunque tampoco le sorprendió mucho.

— ¿De dónde sacaste a esta belleza? — Preguntó el segundo tipo.

— En la casa okupa del centro, les cayó la policía y dijo que necesitaba dinero. La traje porque acá hacen falta tetas y culos.

El segundo tipo se relamió los labios y miró a la chica.

— Te doy cien yenes por tu culo.

Ella lo miró con ojos inexpresivos y asintió. Entonces el primer hombre sujetó con fuerza sus caderas y aumentó el ritmo hasta que salió de golpe y eyaculó a un lado de ella. Pero antes de que siquiera pudiera moverse, el segundo tipo la jaló y la colocó en cuatro en el suelo y comenzó a meter uno, dos dedos por detrás, mientras el primer tipo se recuperaba de su reciente orgasmo y se acercaba con el miembro semi erecto erecto y lo metía en la boca de ella mientras estrujaba los blancos y oscilantes senos de ella.

Kakashi estaba más entretenido organizando las cosas para inyectarse, pero no pudo evitar pensar que, a una chica que vende por cien yenes su culo, debe irle realmente mal. Lástima por ella, que se veían tan joven, le daba un poco de pena que hubiera terminado en ese lugar.

Ahora Kakashi estaba recostado en un viejo sofá observado el espectáculo. Llevó una mano a su miembro, pues los gemidos de esa chica le estaban erizando la piel y seguro podría tener un gran orgasmo, pero se sentía tan bien y tan tranquilo que pensar en mover su mano le daba pereza. Así que solo se acomodó en el sofá y observó cómo empezaban a darle nalgadas hasta que el tipo que le estaba dando por atrás se abrazó a su espalda y se pegó a ella, besando su cuello y dando estocadas fuertes.

Sin duda alguna la estaba lastimando, pues el peligris notó que los gemidos de ella ya no eran de placer, sino de quien intenta aguantar. Pensó en ir y decirles que fueran más gentiles, pero estaba demasiado cómodo ese sillón y seguramente esos tipos no le escucharían.

Finalmente, el segundo tipo salió de ella, haciendo que cayera de sentón y se quejara débilmente, entonces sujetó su miembro y eyaculó en sus largas y blancas piernas. El primer tipo no perdió el tiempo y también dejó salir su semen sobre ella.

— Nada mal la puta que trajiste.

— Le irá mejor aquí que en el centro, allá ni le pagaban... — Dijo mientras tiraba en el suelo un par de billetes. — Vamos por mercancía — Y el otro hombre asintió, tirando un billete de cien yenes y marchando de la habitación.

Kakashi suspiró de alivio al ver que se iban, por fin tendría un poco de silencio en aquel lugar, pero entonces vio tirada en el suelo a la joven de cabellos oscuros y despeinados.

— Hay papel en el cajón de la mesa — Kakashi señaló la mesa donde la habían recargado, cuando notó que ella intentaba limpiarse el semen con un trapo sucio que estaba a su lado.

Ella no respondió pero se digirió al sitio indicado y encontró el papel. Procedió a limpiarse y a recoger su ropa, se colocó un sostén negro, una blusa de tirantes azul y su minifalda negra. Cuando terminó de vestirse, recogió el dinero tirado, lo guardó en su sostén y se quedó parada viendo a la nada.

— ¿Te vas a quedar en este lugar?

— No lo sé.

— Bueno, mientras lo piensas podrías sentarte conmigo — Ella lo miró por primera vez y fue entonces que el rostro de ella se le hizo conocido, pero no sabía de dónde.

— Solo si tiene dinero.

— No requiero de tus servicios, solo lo digo por si no quieres que nadie te vea y te cojan de nuevo tan pronto. — Se alzó de hombros — Aunque es cierto que no tengo dinero, todo me lo acabé en esto — Y señaló las jeringas que estaban a su lado, aunque una ya estaba usada.

Notó que ella suspiró y se sentaba a su lado en el sillón. Se quedaron en silencio, pero a pesar de que él se sentía somnoliento y liviano, no podía dormir. Odiaba no poder dormir cuando se inyectaba. Toda la gente que conocía y se inyectaba heroína, se quedaba dormida luego de un rato, pero él no, y eso le frustraba.

— ¿Usted es Hatake-san? — Escuchó que preguntó ella en un hilo de voz.

— ¿Quién es Hatake-san? — Preguntó él mientras cerraba los ojos. Se la vivía en aquel lugar para no ser encontrado por su pasado. Si tan solo fuera un poco más valiente hubiera terminado con sus demonios él mismo hace mucho tiempo, tal como su padre. Pero no, era un cobarde y prefería matarse poco a poco con drogas que le permitían sentirse en paz por lo menos mientras duraban.

— Era un profesor de la preparatoria — Respondió con su melodiosa voz. — Hace frío aquí.

— No soporto el calor, por eso elegí este lugar. — Miró las ventanas y al estar corridas las gruesas cortinas, se preguntó qué hora sería. La habitación solo estaba iluminaba por dos lámparas.

Volvieron a sumirse en silencio.

— ¿Cuál es tu nombre? — Preguntó él cuando notó que ella empezaba a cabecear. Si él no podía dormir, ella tampoco lo haría.

— Hinata — Su voz tembló un poco al decirlo — Hace tiempo que nadie lo preguntaba.

Él no estaba siendo amable, al contrario. Debería dejárselo claro.

— No es un nombre común entre prostitutas.

Ella lo miró un poco sorprendida y luego frunció el ceño.

— Es mi nombre real — Desvió la vista y aquello hizo sonreír a Kakashi.

— ¿Usas tu nombre real con los clientes?

— Usted no es un cliente, dijo que no tiene dinero.

— No tengo dinero, pero puedo pagarte con un poco de paz líquida. — Señaló una jeringa que aún no utilizaba. — Bueno, solo un par de mililitros, esto me debe durar hasta mañana, aunque no tengo la menor idea de qué hora es...

Ella miró la jeringa y asintió.

— ¿Qué quiere qué haga? — Kakashi puso darse cuenta de que el ánimo de ella decaía al decir esas palabras.

— No tengo ganas de moverme, ¿Podrías ayudarme a dormir? Tal vez podría usarte como almohada... — Meditó más para sí mismo que para ella, sus senos se veían grandes y suaves.

En cambio, ella se sonrojó levemente.

— ¿Solo quiere eso? — Preguntó con un poco de duda, debido a eso, él se dio cuenta de que esa chica aún tenía un dejo de esperanzadora inocencia dentro de sí, sintiendo de manera inoportuna, un estremecimiento.

— Yo no necesito pagar para estar con una mujer, eso solo lo hacen los que no son capaces de seducir a una. Así que sí, solo quiero eso. — Él vio como sus ojos perlados mostraron un extraño brillo y al mismo tiempo le estiraba los brazos. — ¿Qué?

— Lo ayudaré a dormir — Jaló con delicadeza el brazo de él, quien no opuso resistencia y sintió como su cabeza se acomodaba en los suaves senos de ella.

— Eres una almohada realmente suave — Murmuró él mientras sentía leves caricias en su cabello. Pero si aquello no fuera suficientemente relajante, ella comenzó a tararear algo, quizás alguna canción, Kakashi no estaba lo suficientemente consciente como para saberlo.

Era la primera vez en mucho tiempo que se sentía... querido, sí, esa era la palabra. Fue extraño que en brazos de una mujer así, sintiera tanta tranquilidad.

— ¿Te gusta la vida que llevas? — Preguntó él al borde de la inconsciencia, tal vez estaba más cansado de lo que imaginaba.

— No, pero es mejor que volver a mi vida anterior. Por lo menos ahora decido a donde voy y si quiero hacerlo.

— Eres muy joven, aún puedes comenzar de nuevo...

Y eso fue lo último que dijeron. Kakashi se quedó completamente dormido.

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Cuando despertó, una respiración ajena a la suya lo desubicó por unos momentos, no recordaba haberse tirado a alguna mujer. Abrió los ojos y se encontró con el rostro de la chica que había llegado hace poco a la casa del okupa.

El efecto de la heroína ya se había pasado, por lo que sentía un punzante dolor de cabeza y un poco de dolor muscular por la posición en la que había dormido por horas. ¿Horas? Nunca había dormido tanto tiempo desde que llegó a ese lugar.

Se sentó y se alejó de la chica, quien semi sentada, continuaba durmiendo en el sofá que compartieron. Kakashi la acomodó para acostarla completamente y que no resultara tan adolorida como él. Fue así que pudo contemplarla con mayor detalle. Tenía largas pestañas y una nariz pequeña, sus labios rosados tenían una cicatriz de que en algún momento estuvieron heridos y un par de grandes ojeras adornaban sus ojos. Su apariencia le decía que probablemente esa chica era menor de edad, lo cual sería un grave problema si llegaba a entrar la policía, así que decidió pedirle que se fuera cuando despertara.

Se sentó en el suelo y recargó su frente contra sus rodillas. Se sentía estúpido en esos momentos por haber disfrutado del espectáculo que hicieron esos dos idiotas al cogerse a esa niña. Tal vez las drogas le estaban pasando factura y sus neuronas estaban muriendo. Desde donde estaba la observó dormir y se sorprendió a sí mismo sintiendo enojo. ¿Qué diablos lleva a una joven así a prostituirse y vivir entre bandoleros y vagos? Parecía hacerlo por voluntad propia.

Seguramente con un poco de descanso, comida, una muda de ropa decente y un baño, podría volver a la civilización, pedir una beca o algo para estudiar o trabajar en algo menos peligroso. Bueno, era inútil preocuparse, no la conocía y su vida ya era una mierda como para meterse en la de otros.

Buscó a tientas su celular, hasta que encontró su roída sudadera y metió la mano en el bolsillo en busca del aparato. La luz de la pantalla le molestó, así que la bajó al mínimo y buscó si había algún mensaje de su dealer o algún trabajo. No, nadie lo buscaba ni nadie lo necesitaba... como siempre. Así que bloqueó el aparato y sopesó la posibilidad de inyectarse otra vez.

¿Cómo había pasado de ser un reconocido escritor a vivir entre lo más bajo de la sociedad? Miraba el largo cabello oscuro de la chica y de pronto un nombre vino a su mente. Hyuuga. Tomó el celular y tecleó 'Hinata Hyuuga' encontrándose con algo inesperado. Las noticias decían que era hija de uno de los dueños más exitosos de Japón, pero que había muerto en un accidente de avión unos días después de contraer matrimonio con uno de los socios de su padre al cumplir 18 años. ¿Se trataría de la misma chica que estudiaba en el colegio de Tokio donde dio clases?

Recordaba a la chica de la pantalla de su celular, la que asistía a la preparatoria donde él daba clases. Nunca fue su alumna, pero la recordaba por el concurso de oratoria donde él fue parte del jurado y ella había ganado el primer lugar por decisión unánime. No recordaba en qué curso iba ella, pero siempre estaba rodeada por un montón de personas, ahora sabía que era por su familia adinerada. Cuando la vio en el concurso no pudo negar que era bonita e inteligente y que tenía talento para escribir, pero al parecer había muerto hace un par de años según la nota del periódico digital.

Se puso de pie y con cuidado se acercó a la chica, retiró el cabello de su rostro y comparó. No cabía duda, eran la misma persona, solo que la chica de la fotografía sonreía tímidamente mientras un encantador sonrojo adornaba sus mejillas, en cambio la chica que dormía en el sofá se veía demacrada, ojerosa y pálida, demasiado delgada... ¿Por qué ahora vivía prostituyéndose?

Si tenía 18 años cuando "murió", ahora debía tener 20, eso le quitaba el pendiente de ser arrestados por abuso de menores. Seguramente había una larga historia detrás de aquella chica, pero... ¿Quién era él para juzgarla cuando cargaba con sus propios demonios? Él no era un caballero de blanca armadura y mucho menos iba a rescatar a otra persona sino podía salvarse así mismo.

Levantó su sudadera y la colocó sobre el frío cuerpo de ella y regresó a sentarse contra la pared. Soltó una ligera maldición al notar que se había acabado el poco crédito que le había metido a su celular con la búsqueda del nombre de esa chica. Arrojó el aparato a un lado y miró el techo. Hace cuatro años que abandonó su vida como el cobarde que era, huyendo y dejando que lo despojaran de todo lo que amaba.

Tal vez todo comenzó cuando nació y surgió la primera prueba de que no estaba destinado a ser feliz, pues su madre murió dando a luz. Su padre solía decirle que su vida era valiosa porque llevaba consigo la vida de su madre, pero más que una bendición, Kakashi lo consideraba una carga, pues vivir por otra persona le causaba ansiedad, se preguntaba cada día si hacía lo correcto, ¿Si se portaba mal lo vería su madre? ¿Nunca estaba realmente solo? Esas eran sus preocupaciones de niño.

Conforme fue creciendo, fue olvidándose de esos miedos, aunque de una forma eso marcó su temperamento, que siempre fue cauto, silencioso y observador. En la escuela le iba bien, era el alumno preferido de los profesores, tanto las letras como los números le gustaban y las aprendía bien. Quería ser empresario, como su padre, y así ser tan genial como él. Pero un día, los bancos se derrumbaron, la economía se estancó y una crisis hizo que muchas empresas cayeran en la bancarrota. Una de ellas fue la de su padre, quien sobrellevaba el dolor de haber perdido a su esposa con su trabajo, y al sentir que había perdido lo que tardó toda una vida en construir, se suicidó. Olvidando que tenía un hijo, el que lloró solo la noche en que lo encontró sin vida en el garage de su casa.

A sus 9 años, Kakashi fue ingresado al orfanatorio de la ciudad, donde, siguiendo sus infantiles costumbres, se dedicó a estudiar y a ser el chico más brillante del lugar. Debía ser el mejor, debía estar siempre dos pasos adelante de todos para así nunca perder, para no terminar como su padre.

Ahí conoció a Obito y Rin, un par de huérfanos que llevaban en ese lugar toda su vida y que al conocer a Kakashi, no quisieron despegarse de él; Rin porque se enamoró del misterioso chico de cabellos plata, y Obito, porque Kakashi le caía bien y creía que, si se juntaba con él, también se volvería un genio.

Así pasaron dos años en el orfanatorio, Kakashi dejando a esos dos entrar a su corazón, hasta que un día de adopción, llegó una pareja y le preguntaron que si quería ir con ellos. Se trataba de Minato Namikaze y Kushina Uzumaki, una pareja joven recién casada que no podía tener hijos.

Los niños se asustaron, pues no querían separarse y Minato se conmovió ante ese gesto de hermandad entre ellos. La pareja Namikaze adoptó a los tres, y un par de meses después, los tres niños vivían en la mansión de sus nuevos padres, quienes tenían dinero pues eran un par de famosos abogados. Cuando tenían 14 años, Kushina anunció que por fin había quedado embarazada y todos en esa casa se alegraron. Obito seguía perdidamente enamorado de Rin, pero consiguió mejorar sus notas en la escuela, Rin se interesó por el oficio de sus padres adoptivos y solía ayudarlos en el despacho una vez que el embarazo de Kushina avanzó y Kakashi se ganó una beca de excelencia para ir a estudiar el nivel medio superior en Inglaterra.

Las cosas iban muy bien en el hogar y si le preguntaran hoy en día, él diría que esa fue la época más feliz de su vida. Seguía siendo parco en su modo de dirigirse a todos, pero los quería y los cuidaba. Le dolió irse a Inglaterra, pero Minato le aseguró que era lo mejor, que ahí podría especializarse en las letras que tanto le gustaban y que toda la familia lo esperaría con los brazos abiertos. Y se fue con una sonrisa, prometiendo a su padre adoptivo que se sería un famoso escritor cuando volviera.

Cuando llevaba dos años en Brístol una llamada a las tres de la madrugada le agrió de nuevo la vida. Era Rin y decía que Minato y Kushina habían muerto víctimas de un sujeto al que enviaron a la cárcel hace unos años por matar a su vecino. Que Naruto, siendo el bebé que era, había sido llevado por el padre de Minayo, Jiraiya-sama, y que ella y Obito venderían la casa para comprar una más chica y poder vivir más cerca de la ciudad donde buscarían empleo para seguir pagando sus estudios.

La impotencia de estar hasta el otro lado del mundo y no haber estado para sus hermanos y para sus padres adoptivos lo sumió en la depresión total. Quería ir y abrazarlos, pero perdería la beca y no podría cumplir con la promesa que le hizo al rubio: ser un escritor famoso. Así que se desde sus 16 años se perdió entre las hojas de los libros y se dedicó a trabajar como ayudante en algunas editoriales, para ganar dinero y ayudar a sus hermanos.

Se quedó en Inglaterra a estudiar letras en la Universidad de Oxford, de nuevo becado, y así fue como se quedó en ese país por diez años, en los cuales comenzó a escribir lo que sería su obra maestra al mismo tiempo que publicaba pequeños cuentos, algunos relatos y un par de novelas que dieron la vuelta al mundo, anunciando que una joven promesa estaba surgiendo en los muros de Oxford.

Regresó a Japón a los 25 años, aunque tal vez, de haber sabido lo que iba a pasar, se hubiera quedado en Europa, donde por lo menos, en vez de hundirse en la podredumbre, se hubiera quedado entre libros y velas. Rin lo recogió en el aeropuerto, y lo invitó a quedarse en su departamento, el cual acababa de comprar para estar cerca del despacho de abogados, el lugar donde trabajaba.

No vio a Obito, hasta un par de meses después, pues su trabajo como maestro de prescolar no le dejaba mucho tiempo. Todo iba tranquilo, hasta el día en que Rin le declaró sus sentimientos. Kakashi siempre lo supo, pero también era consciente del amor que su mejor amigo sentía por ella, así que la rechazó, argumentando que había dejado en Inglaterra a su amada y que no quería una nueva relación pronto.

Fue así que por primera vez Obito gozó de la completa atención de la castaña y sin demora, le propuso matrimonio, a lo que ella aceptó más por despecho que por real amor. Kakashi no quiso decirle nada de eso a su amigo, suponía que, si él se iba de nuevo, las cosas podrían mejorar para esos dos, así que pensó en irse el día después de la boda.

Un par de semanas antes de la boda, Kakashi rentó una casa pequeña en las afueras de la ciudad para ya no estar cerca de Rin, así que se sorprendió al escuchar un par de golpes en la puerta, pues no esperaba visitas. Se trataba de Obito quien llevaba un montón de cervezas diciendo que esa noche quería pasar su despedida de soltero hablando y poniéndose al día con su mejor amigo. Charlaron todo el día y fue que Kakashi supo que Naruto, el hijo de sus padres adoptivos, estaba creciendo fuerte y feliz con sus abuelos Jiraiya y Tsunade, que era idéntico a Minato pero que tenía el carácter impulsivo de Kushina. Se sorprendió sintiendo nostalgia y ganas de conocer al niño, así que se prometió buscar la oportunidad para relacionarse con él.

Pronto fue turno de contarle a Obito las cosas que vivió en Inglaterra y que no puso decir a través de cartas y el teléfono. Le dio una copia del libro que llevaba diez años escribiendo para que le diera su opinión, aunque él mismo pensaba que le faltaban 10 años más para poder terminarlo. Obito muy feliz por la confianza que Kakashi depositaba en él, le juró leer su obra maestra y decirle sinceramente lo que opinaba el día de la boda. Ese fue su tercer o cuarto error, pero siendo honestos Kakashi ya había perdido la cuenta siempre que pensaba en eso, rodeado de humo de marihuana y el efecto de las metanfetaminas.

El día antes de la boda, Kakashi recibió una llamada de parte de Rin, quien resultó completamente ebria en su despedida de soltera y no quería que Obito la viera así. Así que fue al bar que ella le indicó, pero una vez ahí, ella lo besó y le pidió estar juntos cuando menos esa única vez antes de que ella se casara y él se fuera para siempre. El peligris se negó y ella muy molesta, sacó un cigarrillo mientras le gritaba que se fuera, él decidió darle su espacio y justo cuando se dirigía a la salida, el lugar explotó, golpeándolo contra un automóvil y perdiendo la consciencia por unos minutos. El resultado del peritaje policial: una fuga de gas. Seis personas perdieron la vida, entre ellos Rin, mientras 20 salieron muy heridas, entre ellos Kakashi.

Un acceso de tos por parte de la chica que dormía en el sillón lo sacó de sus pensamientos, al parecer estaba enfermando en ese lugar tan frío. Así que Kakashi jaló una vieja manta y la tapó de nuevo.

Sonrió amargamente. Un maldito segundo cambió su vida para siempre. Obito lo culpó. Kakashi sin saber precisamente de qué se disculpaba, se tiró a los pies de Obito, recibiendo una mirada de Odio que le indicaba que estaba muerto para él. Todas y cada una de las personas que había amado estaban muertas. Su padre, Minato, Kushina y Rin. Obito estaba en shock y entendía que lo culpara, le iba a dar tiempo, y cuando se tranquilizara, le explicaría qué estaba haciendo con Rin en un bar a media noche el día antes de su boda y con el cuello lleno del labial de ella.

Se marchó a viajar por el mundo, plasmando sus sentimientos tristes en bellas obras rodeadas de melancolía y añoranza por un pasado perfecto. Se volvió un escritor reconocido, a sus 28 años tenía contratos con las editoriales más grandes y prestigiosas, salía en televisión y las universidades se peleaban para invitarlo a dar charlas en sus aulas. Un día recibió una invitación para ser profesor en la prestigiosa preparatoria de Konoha, en la cual sabía que estudiaba cierto rubio, así que pudiendo elegir cualquier escuela del mundo, eligió la que estaba en su natal Tokio para conocer al hijo de su padre adoptivo.

Así pasó el primer año que el chico iba a estar en esa escuela, nunca le dijo quién era, pero se aseguró de protegerlo y guiarlo. Se sintió orgulloso cuando lo oyó decir que iba a estudiar periodismo pero que se iba a especializar en letras, tal como Hatake-sensei. Fue en esos tiempos que conoció a la brillante Hinata Hyuuga y la escuchó declamar con voz firme y melodiosa ¿Serían la misma persona la señorita oradora y la chica sin ropa interior que dormía en su viejo sofá?

El día de su cumpleaños 31, todo se acabó. La obra que tanto tiempo le costó hacer, había sido publicada bajo el nombre de Obito Uchiha, quien no conforme con eso, lo demandó por plagio y se adjudicó la autoría de algunos libros suyos... ¿Cómo lo hizo? La noche de la muerte de Rin, cuando Kakashi estaba en el hospital descansando, Obito entró a su casa y copió en una memoria portátil sus borradores y se robó otros que estaban en papel. Kakashi no se dio cuenta hasta el momento en que Obito entró con ellos al juzgado.

Las pruebas no estaban a su favor y al verse acorralado, bajó la cabeza y aceptó los cargos. Rogaba que esa venganza le diera paz a su amigo, suponía que perder su carrera era un precio bajo comparado con la muerte de Rin. Así fue como lo perdió todo, llevaba cuatro años sin tocar un solo lápiz, las deudas y las demandas le dejaron en la calle e hizo lo que sus demonios le demandaban: huir y esconderse.

En ese peregrinaje en la calle terminó juntándose con vagabundos y gente a la que la vida los había pateado también. Ahí lo importante no era cuanto sabías, sino con quien te juntabas y qué tan fuerte pegabas. Ahora se ganaba la vida en peleas clandestinas, entrenaba a muchachos para que fueran a pelear y él se quedaba con un porcentaje de las apuestas que se daban una o dos veces a la semana. El resto de los días se la pasaba en esa fría habitación drogándose y esperando que la siguiente dosis lo matara.

Así que, si alguien le preguntaba a él, diría que todo estuvo marcado desde que nació y mató a su madre, teniendo que cargar con la vida de ella y la propia. Metió una mano en el bolsillo de su pantalón y encontró una pastilla. Ya había pensado demasiado, y si no podía dormir más, se iba a noquear con medicamentos, haciendo la última nota mental de preguntar a esa niña si conocía al joven rubio en el que algunas veces pensaba.

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¡Gracias por leer!

Bien, debido a mis múltiples longfics, me fue imposible siquiera plantearme hacer esta historia algo más larga. Pero no quería quedarme con las ganas de escribir esto. Quedó un poco largo, así que lo dividí en tres partes. Ya vimos la historia de Kakashi, y deje en segundo lugar la historia de Hinata porque está más fuerte y violenta que la de Kakashi, así que si no les gustó el primer capítulo, recomiendo no avanzar.

Traté de apegarme al canon, pero al final de cuentas los personajes terminaron con una especie de personalidad "What if...", así que puse el cómo podrían comportarse de acuerdo a sus personalidades y a sus difíciles vivencias, ojalá no les moleste y les haya gustado el resultado de este experimento.

Es un poco cruel pero es lo que quería escribir. Tienen 15 años de diferencia y en el próximo capítulo explicaré la línea de tiempo en las notas finales, por si me queda muy enredada la historia de Hinata.

A las malas aprendí que no debo publicar sin terminar, así que sí, el fic ya está escrito, así que no tardará la siguiente actualización. Este es mi fic número 16 publicado, me encanta que ese número vaya creciendo poco a poco.

Agradezco a todos los que hayan leído y los invito a dejar sus dudas y comentarios, ¿Será la misma Hinata que recuerda? Y si es así, ¿Por qué vive de ese modo ella? ¿Qué hay detrás?

Y por cierto, pueden opinar sobre si quieren final feliz o triste, eso aún está pendiente y será por votación general.

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Sábado 5 de agosto del 2017