Hola a todos, como prometí actualización y fin de la historia hoy.

Siento que ya se acabe pues realmente adoro a esta pareja, pero todo tiene que tener su final.

Gracias por haber llegado hasta el final conmigo y haberle dado una oportunidad a la historia.

Espero vuestros comentarios.

Ahora a leer.

Besos, Shimi.


Capítulo 10

A la mañana siguiente durante el desayuno cuando el correo llegó una majestuosa águila que sabía perfectamente a quien pertenecía dejó una rosa blanca sobre las manos de Remus. Éste alzó la mirada, Lucius lo miraba serio, pero en sus ojos se podía ver que estaba esperando por la reacción de Remus.

Aún estaba enfadado y no se sentía de humor para hablar con él, además una rosa, ¿pensaba que él era una chica? La hizo desaparecer, le parecía bastante bochornoso que todos en su mesa le estuvieran mirando.

Probablemente después de aquello media escuela supiera que Lucius Malfoy le estaba enviando rosas, de nuevo exponiéndolo a sus antojos.

Desayunó con rapidez sin dirigirle ninguna mirada más.

Se mantuvo todo el tiempo distraído con las clases y sus amigos que no hicieron mención a la rosa.

Pero si pensaba que el rubio le iba a dejar en paz se equivocaba, cada una de las mañanas siguientes el águila con la rosa blanca volvía. Las risitas y cuchicheos ya no se dejaba disimular, Remus estaba fuera de sí, si pensaba que le iba a perdonar con aquel gesto era más estúpido de lo que se había imaginado.

Bello, sí, pero imbécil, pensó para sí mismo. Y más estúpido él por seguir pensando en él. Una vez más la hizo desaparecer.

Se fue a la primera clase de la mañana echando humo. Y no pudo ver como Lucius sonreía para sí mismo.

—¿Realmente piensas que eso va a funcionar?—le preguntó Severus a Lucius.

—Por supuesto—dijo éste seguro de sí mismo.

—Creo que no eres objetivo—dijo mientras volvía sus ojos al libro de pociones mientras daba un bocado a su tostada.

—Todo el mundo sabe que él es mío—dijo con los ojos mirando por donde se había ido Remus.

—Quizás es ahí donde estás fallando—dijo el pelinegro sin alzar la vista—.Los demás deberían darte igual.

Lucius lo miró algo sorprendido, ¿pudiera ser que se estuviera equivocando mandándole el mensaje alto y claro a toda la escuela?

-x-

Remus iba hacia la Biblioteca a realizar su ensayo para Defensa contra las Artes Oscuras, cuando fue interceptado. Realmente no necesitaba mirar para saber quien era. Mal que le pesara su olfato le detectaba, además el lobo movía el rabo como un estúpido perrito faldero. Éste le gruñó ofendido por la comparación.

—Remus—le llamó el mayor.

—Sigo sin querer hablar contigo Malfoy—dijo sin mirarlo.

—No voy a dejar de mandarte rosas hasta que hables conmigo—dijo malhumorado.

Remus se volvió, estaba harto de las puñeteras rosas, del águila que parecía mofarse de él cuando la soltaba y de las risitas de medio Hogwarts, el otro medio le miraba resentido.

—No soy tu puñetera novia, Malfoy—dijo girándose Remus—.Deja de tratarme como tal.

—Habla conmigo—le dijo este.

—Ya estamos hablando—suspiró fuerte el Gryffindor.

—No así—dijo aproximándose felinamente a Remus.

—Olvídate de hablar de otra forma—dijo indignado Remus.

¿Pudiera ser que Lucius Malfoy acabara de hacer un puchero? Remus estaba sorprendido, pues lo cierto es que le había parecido adorable.

—Remus, por favor…—bien, este Lucius empezaba a entender el asunto.

—Me lo pensaré—claudicó, y una resplandeciente sonrisa apareció en su cara, Merlín, debía ser el encanto veela, pensó sonrojándose mientras su lobo empezaba a mover la cola de nuevo.

—Este fin de semana hay salida a Hogsmeade…

—Me lo pensaré…—repitió exasperado.

El rubio asintió y se fue del pasillo en dirección a su próxima clase con una amplia sonrisa, si Lucius tuviera cola él también la estaría moviendo, pensó Remus mientras su lobo se reía.

-x-

Fue a Hogsmeade con sus amigos como siempre, estos parecían ser últimamente sus guardaespaldas más que nunca, aunque no sabía si para protegerlo a él o al resto de él. En cualquier caso iban a ir a las Tres Escobas cuando vio a Malfoy y Snape andando cerca. Un poco más lejos vio a Narcisa que parecía algo apenada, y curiosamente no sentía nada cuando la miraba.

Los ojos platas de Lucius lo miraban expectantes, bien, se lo había pensado y hablaría con él, con suerte dejaría de mandarle las condenadas rosas.

—Iré a hablar con Malfoy—le dijo a sus amigos.—Prometió dejarme de mandar las dichosas rosas…–dijo cuando sus amigos le miraron sonrientes.

Aproximándose hacia el rubio, oyó.

—Iré a vigilar donde Narcisa, quizás Remus se altere—fue dicho con poca convicción y Remus se rió pensando en que Peter solo necesitaba una excusa. Bien ese día varios obtendrían su oportunidad.

Lucius y Snape se iban aproximando, en realidad Severus iba como siempre sumergido en la lectura de su libro y casi ni se daba cuenta de hacia donde iba.

—Iré a Scrivenshaft—dijo Snape, separándose rápidamente de ellos sin levantar prácticamente la mirada de su libro.

Remus se sentía algo nervioso, en realidad ellos nunca habían tenido una "cita", sus encuentros habían sido en la clandestinidad de la noche.

—¿Te apetece ir a tomar algo?—le ofreció Lucius.

—Preferiría dar un paseo—no se sentía tranquilo para estar sentado mucho rato.

—Como prefieras—dijo iniciando la marcha Lucius.

Era consciente de que muchos los miraban, pero ciertamente, a Remus eso ya le daba igual. Que hablaran, que cuchichearan. Ahora venía lo peor, deberían "hablar".

En sus primeros pasos iban andando en silencio, Remus no quería mirarlo y se concentró en su alrededor. Pudo ver como James corría a recoger algo que se le había caído a Lily y Sirius seguía con la mirada a Snape, algo en la postura de su amigo le hizo pensar que quería ir tras de él. Miró a James que se enfrascaba en su eterno adoramiento de la pelirroja y Sirius se separaba del grupo para seguir al pelinegro hacia Scrivenshaft.

—Es una pena—dijo Lucius.

—¿Qué es una pena?—dijo Remus mirándole de soslayo mientras caminaban.

—Lo de esos dos—dijo señalando con la mirada a Snape y Sirius.

—Reconozco que Sirius tiene una obsesión enfermiza con Snape—dijo Remus.

—No es fácil para algunos expresar sus sentimientos abiertamente—dijo Lucius mirándolo con intensidad.

—En realidad basta con ser honestos—¿Quizás estuviera intentando decirle que ya no estaban hablando de Sirius y Severus?

—No todos han sido educados para ser honestos—esta vez fue el rubio el que rehuyó su mirada.

—Podrías haberme invitado a salir—dijo Remus, no le apetecía jugar a enredos—.En vez de montar todo este lío.

Lucius se paró, habían llegado al borde comercial de Hogsmeade.

—¿Lo hubieras tomado mínimamente en serio?—le preguntó algo sorprendido.

—Quizás…—aunque pensándolo objetivamente probablemente se hubiera negado a salir con él, no imaginaba escenario posible en el que no hubiera pensado lo peor de él.

—Ya nunca lo sabremos.

—Cierto.

Ambos continuaron andando y hablando de sus clases, de sus amigos, de los próximos exámenes a los que ambos deberían enfrentarse. Lucius era premio anual, y Remus valoró la amena conversación que fueron capaces de sostener, realmente si era sincero, lo había pasado estupendamente con él. Amaba a sus amigos pero no eran los más idóneos para mantener conversaciones altamente culturales y profundas.

Almorzaron en las Tres Escobas y Lucius le pidió poderlo acompañar a Hogwarts caminando. Cuando llegaron a las puertas de la escuela y cada uno debía volver a su sala común, Remus sintió que aquel chico a su lado no era para nada lo que hubiera esperado o la imagen que proyectaba y él había creído.

—¿Dejarás de mandarme las rosas?—dijo algo divertido.

—Así te lo prometí—dijo Lucius.

—Bien.—Era estúpido que ahora no quisiera que dejara de hacerlo.

—Aunque sería una pena que se quedaran tan solas esas 6 rosas que guardas en tu mesilla de noche.

Remus lo miraba sorprendido, cada vez que las hacía desaparecer las había ocultado en uno de los cajones de su mesilla de noche. Realmente eran tan hermosas que era una pena tirarlas.

—Eres…

Lucius no le dejó acabar la frase.

—No dejaré de mandarte rosas nunca, pienso que te mereces cosas hermosas y puras como tú.—dijo vehemente—.Gracias por darme la oportunidad de hablar contigo.

Se inclinó sobre él y posó un suave beso sobre sus labios, no más que un toque que derritió a Remus por dentro.

Aún absorto en la sensación que le había dejado pudo ver algo que casi lo dejó igual de sorprendido.

No mucho más lejos, dos chicos se encontraban agazapados detrás de una columna, él hubiera sido capaz de reconocer a Sirius prácticamente en cualquier lugar. De debajo de su cuerpo salió un sonrojado Snape con el pelo alborotado.

Se sintió complacido al saber que en ese día ambos habían aceptado que lo suyo con los Slytherin se había convertido en epidemia.

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EPÍLOGO

Era 10 de marzo de 1977, Remus acababa de cumplir 17 años y descansaba entre los brazos de un más que sonriente Lucius Malfoy.

El lugar para la celebración de su mayoría de edad no era de lo más encantador, pero la Casa de los Gritos se había convertido en su punto de encuentro. Remus había aceptado ir conociendo a Lucius de un modo más calmado, el compromiso había quedado postergado.

Aún no tenía claro que todo aquello de la pareja definitiva fuera cierto, pero ahora entre los brazos de él sabía que no le había mentido. La unión entre el lobo y Remus había sido completada, así como la magia entre Remus y Lucius. Aquello no había sido exclusivamente sexo, el mejor sexo de su vida, había notado como su magia reconocía a la de Lucius aceptándola y aceptándose a sí mismo.

—¿Querrás ser ahora mi prometido?—preguntó Lucius.

—Sí—dijo llanamente.

Aquella promesa fue sellada con un dulce beso.

—Pero hay algo que no entiendo—preguntó levantándose de su cómoda postura—¿Por qué aceptaron tus padres nuestro compromiso? Yo no soy la mejor opción para ti, eres el único heredero de la familia Malfoy, ningún padre querría que su hijo acabara con la estirpe familiar.

—Bueno, quizás haya algo que no te he comentado.—Remus sabía que había gato encerrado, no había sido normal como los Malfoy habían aceptado tan rápido rechazar el compromiso con los Black a su favor.

—Sorpréndeme—Remus sabía que a veces Lucius gestionaba con cuenta gotas la información que tenía.

—Somos criaturas mágicas—dijo suavemente intentando que Remus volviera a su pecho, pero este aún se mantenía acomodado en su codo mirándolo.—La Magia en nuestra unión es elevadísima como has podido comprobar—dijo acariciándole el costado que mantenía elevado.

—No—dijo Remus abriendo los ojos desmesuradamente.

—Remus, eso ocurrirá solo si tu quieres.—Dijo asustado Lucius, sabía cómo podía llegar a reaccionar el castaño y le amaba demasiado para soportar meses de su ausencia cuando le otorgaba la ley fría como la había llamado Severus.

—Eso es imposible, biológicamente imposible—dijo Remus.

—Eso es Magia, mi amor—dijo Lucius besándole.—En realidad solo pueden producirse si nuestras criaturas se unen transformadas.

Ya no podía oír a su lobo, pues él era el lobo y sabía que su parte animal le anhelaba, la posibilidad de herirle una vez se transformara le llenaba de temor.

—Tú nunca me harías daño, Remus—le dijo besándolo—. No necesito hijos, solo te necesito a ti, pero si algún día sucediera, amaría llevar a tus hijos en mí.

Su parte animal había reaccionado a eso, su manada, cachorros de melenas rubias plateadas y narices respingonas.

Lamió su cuello, salado por el sudor, girándolo y pegándose a su cuerpo por detrás.

—Quizás sea demasiado precipitado pensar en todo eso, pero no veo nada de malo en ir practicando.—Sus palabras fueron enfatizadas por el roce entre las nalgas del rubio con su miembro nuevamente rígido.

FIN


Ahora sí que sí, no sé que os habrá parecido ese final, ¿posible MPREG? En cualquier otro caso ni lo hubiera contemplado, pero os imagináis un mundo sin Drarry? Yo no.

Gracias a todos por estar ahí.

Nos vemos en otras historias.

Besos, Shimi.