Inspirado en Bartender, el anime.

En honor a Amajiki Tamaki ¡Feliz cumpleaños!


Esa noche, Tamaki solo deseaba ir a casa. No perseguir a Fat hacia la puerta de entrada de un bar escondido del mundo de uno de sus conocidos. No cuando había sido un día duro con toda esa gente observando y alabándole cuando detuvo a un delincuente. No cuando aún seguía en su traje de héroe. No cuando faltaba tan poco para media noche…

Tamaki solo deseaba ir a casa…

- ¿¡Pero qué dices, Tamaki?!- Y Tamaki no podía evitar sobresaltarse, como años atrás cuando sentía que cada palabra de Fat era una tortura- ¡Lo bares son hospitales para el alma que solo abren de noche! Por supuesto debemos venir ¡después de todo fuimos invitados especialmente!

Para él, todo eso era claramente un abuso.

Tamaki aún no era del tipo optimista, animado… Y sospechaba claramente que solo Fat había sido invitado, mientras él solo estaba siendo arrastrado. Realmente no deseaba pasar el día siguiente recostado por la jaqueca ocasionada por haber sido obligado a beber por un Fat demasiado enérgico y llamativo… Especialmente si era mañana…

-Quiero ir a casa…

- ¡Y es en momentos como estos que a pesar de los años no has cambiado nada esa mentalidad tuya!

Y era que para Tamaki, los cócteles que los demás llamaban revitalizantes, para él no eran más que un nudo en el estómago. Y los bares… Los bares eran para Tamaki la presión de un bartender de ojos comprensibles, amables y manos hábiles.

Con su corazón al borde del colapso, la ansiedad producida por las posibles miradas de otros clientes y sus sonidos, mientras disfrutaban de su propia velada, solo ponían sus sentidos en blanco.

De solo pensarlo, Tamaki temblaba. Si tan solo daba la vuelta, regresar…

Regresar ya no parecía posible con un Fat (con la sonrisa más grande y fuertemente espantosa) abriendo la puerta del bar, empujándolo adentro, cerrando y dejándolo total y terroríficamente solo.

- ¡Bienvenido!

Y aquella voz que le daba la bienvenida, era de pronto como una mano sobre su hombro, diciéndole que era Suneater, el que eclipsaba al sol…

Y desde la primera vez que Tamaki ponía un pie en un bar, esta era la primera en que Tamaki se olvidaba de todo por completo.

- ¿¡Mi…Mirio?!

Y en un lugar sin clientes, de luz tenue, la sonrisa que Mirio le dedicaba parecía más intensa que cualquier sol.

Una intensidad que enceguecía su ansiedad, mientras se dirigía a una de las sillas de la barra.

- ¿Qué haces, Mirio?

-El dueño del bar necesitaba urgentemente ayuda hoy ¡Y tú sabes, Tamaki! ¡Si hay alguien en problemas que necesite ayuda…!

Y Tamaki sabía, con aquella risa contagiosa, sus mejillas levemente sonrojadas y sus brazos eternamente animados y un bar cerrado al público, que Mirio, descaradamente, mentía.

-Eso no es cierto… ¿Verdad?

Y con Mirio congelado en el aire, Tamaki no podía evitar esbozar una sonrisa.

- ¡Y se supone que yo debo ser el que revele tus más grandes secretos y que descubra lo que esta oculto en tú corazón! ¡Lo sabía, Tamaki! ¡Eres increíble! ¿¡Sabes que día será en unos minutos?! ¡Este es un favor que pedí al dueño del bar para que fuera tú regalo!

Y no era solo ver a Mirio declarando todo aquello con un guiño de ojo y su dedo pulgar hacia arriba, con la sensación de ser ambos unos años más jóvenes, que le hacia su pecho contraer. Era que Mirio había hecho todo eso por él.

La calidez lo embargaba y Tamaki aun no bebía absolutamente nada.

- ¿Y qué es lo que deseas tomar esta noche?

- A pesar de lo mucho que Fat pueda decir, sabes que aún no me acostumbro a beber en estos lugares, Mirio…

Y Tamaki, por el brillo chispeante en los ojos de Mirio, se daba cuenta, eso era exactamente lo que él esperaba oír.

- ¡Puedes dejármelo a mí!

Tamaki jamás se había sentido cómodo observando los dedos de otras personas mientras hacían su trabajo, incluso si eso era parte esencial de un bartender…

Excepto en ese momento…

Mirio, con las cicatrices que marcaban su camino de sangre y sudor a ser un héroe sobre sus brazos y manos, con la agilidad de un principiante a la hora de preparar un cóctel, y el aura de rudeza que solo un héroe entregado a salvar millones podía manifestar…

Sobre la barra, Mirio en sus manos tenía escrito la seguridad de poder descifrar en Tamaki cualquier clase de secreto.

Y mientras sus dedos depositaban en el fondo de una copa una flor, rociándola con champagne… Tamaki podía sentirse como aquella flor, rodeada de burbujas que subían hasta la cima, abriendo sus pétalos lentamente…

Y Mirio no era nada sutil al ofrecerle una flor que se decía inducía el deseo, una flor comestible, una flor roja asociada al amor…

Tamaki aún no bebía ni una sola gota de alcohol, pero ya se sentía completamente intoxicado.

Y por primera vez apreciando la sensación de burbujas en su paladar, la dulzura de la flor que podía sentir manifestando en la punta de sus dedos, brotando en su cabello, sonrojando sus mejillas… Tamaki era un libro completamente abierto.

Mirio podía ser su perfecto bartender, intentando crear un millón de cocteles que aliviaran su corazón, con la amabilidad, el ánimo y optimismo reluciendo como un sol. Creyendo siempre en él…

Solo esta vez -con Mirio como su bartender- Tamaki podía aceptar las palabras de que las sillas de un bar alejaban la soledad…

- ¡…Y tuve que aceptar un riguroso entrenamiento para poder recibir a cambio este favor! ¡Abrillantar botellas, aprender nombres…! ¡Fue realmente increíble, Tamaki!

Y Tamaki se embriagaba de la sonrisa de Mirio, mientras este le contaba con el entusiasmo de toda su vida los "no" sacrificios que afrontó solo por él.

Y con el reloj marcando la medianoche, la segunda copa en sus manos y Mirio admirando el sinfín de flores que Tamaki no había podido evitar manifestar, ambos chocaban copas.

"Feliz cumpleaños, Tamaki" Era dicho en su oído como un susurro demasiado dulce y provocador…

Esa noche, el deseo de ir a casa parecía tan lejano…

Esa noche, sin Mirio a su lado, Tamaki realmente ya no deseaba regresar…


Nota: El cóctel con la flor Hibiscus es Kir Royal.