Disclaimer: Los personajes y el maravilloso mundo de Harry Potter pertenecen a la genialidad de J.K. Rowling. Yo solo me adjudico la trama que nace de mi desequilibrio mental y esos deseos locos en donde todos los "y sí…" son posibles. Obviamente no me hago responsable por la inestabilidad y delirios que pueda provocar en los lectores, tendrán que costearse solos su medicación y leer bajo su responsabilidad, mis queridos.

Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas…

Capítulo XLI

Severus Snape apareció en la biblioteca del número 12 de Grimmauld Place a las diez de la mañana en punto, tal como se le solicitaba en la lechuza que había recibido la noche anterior, la cual a decir verdad no le había sorprendido.

Con cuidado se acercó hasta el estante medio destruido, al igual que toda la casa, y sacó un par de libros que se encontraban completamente cubiertos de polvo para observarlos con mayor detenimiento. Limpió el más pequeño y se giró hasta la elegante puerta de madera, que por increíble que pareciera había resistido el fuego, y acto seguido elevó el libro enseñándolo.

–No creo que a tu padre le importe que lo tome prestado. –Dijo con seriedad.

–Por supuesto que no, de hecho estoy casi seguro que papá te adoptaría, eres algo así como un hijo perdido, por tus ideales y todo eso. –Respondió con burla Sirius.

Severus no respondió, simplemente se limitó a tomar asiento en uno de los polvorientos sillones.

Sirius, en cambio, se mantuvo recostado contra la puerta y con sus brazos cruzados a la altura de su pecho.

–Eres un temerario, Black. –Comentó Severus –No es muy inteligente juntarte con un Mortífago a plena luz del día y en una casa que está siendo custodiada por Aurores.

–Eso la hace perfecta. –Replicó Sirius con una sonrisa de suficiencia –Nadie en su sano juicio va a sospechar que un Mortífago se atrevería a aparecer por aquí, menos cuando es la casa de los Black, que fue escenario de una batalla, y por supuesto, que está siendo custodiada por Aurores.

Snape encogió los hombros restándole importancia y se detuvo con interés en su acompañante.

–Además eres un Mortífago que juega doble, Severus. –Susurró Sirius.

–¿Desde cuándo dejé de ser Snivellus, Black? –Preguntó con curiosidad el joven Mortífago.

–Nunca lo has dejado de ser, pero quiero ser amable, después de todo lo que ha pasado y por más que estemos del mismo lado, pudiste haberte negado a venir. –Respondió con sinceridad Sirius.

–No tenía intención de venir. –Reconoció Severus –Pero El Señor Tenebroso me advirtió que podrían intentar acercarse y que seguramente recurrirían a mí.

–Un mago muy agudo. –Se burló Sirius.

–Te burlas, pero estás aquí, solicitando mi ayuda.

Sirius se separó de la puerta y asintió, Severus tenía razón, se burlaba de Lord Voldemort por sus conjeturas, sin embargo, ahí estaba él, haciendo todo lo que el mago tenebroso dijo que haría.

–¿Para qué me llamaste con tanta urgencia, Black? –Preguntó sin más rodeos Severus.

El chico se sentó frente al Mortífago en uno de los escombros y dejó caer sus brazos sobre sus rodillas en una postura relajada. Lo miró fijamente y habló en tono bajo y con calma.

–Quiero que le digas a tu Señor Tenebroso que necesito hablar con él, cara a cara, lo antes posible.

Severus no ocultó su sonrisa cuando respondió.

–Él dijo que pedirías verlo. –Comentó mientras examinaba a Sirius –Dijo exactamente que llegaría a Hermione a través de ti, y eso lo llevaría a todos los Black.

Sirius enarcó una ceja y lo ignoró.

–Necesito verlo, ¿me harías ese favor, Snape?

–¿Te quieres hacer Mortífago, Black? –Preguntó Snape de muy buen humor –Lástima que ya se cerraron las inscripciones. –Comentó con falsa tristeza –Me habría gustado tenerte de compañero. –De pronto cambió su postura y la seriedad cubrió su rostro –Quiero que te quede muy claro, Black, yo no te debo nada y no tengo por qué hacerte favores, menos uno como este que pone en riesgo todo lo que la Orden protege. Estoy seguro que harás una estupidez, sin embargo sé también que lo haces por tu esposa y a ella le debo estar en libertad y tener una oportunidad. Lo haré por ella, no por ti.

Sirius asintió conforme.

–Me parece justo, y te lo agradezco.

Ambos se pusieron en pie y estrecharon sus manos.

Tres golpes ligeros en la puerta sobresaltaron a Severus e hicieron que Sirius se girara en la dirección del sonido.

–Debes irte ahora. –Advirtió Sirius –Esa fue la señal de que hay cambio de Aurores y vendrán a patrullar la casa los que toman el nuevo turno. –Señaló la lámpara del escritorio de su padre –Tienes treinta segundos para aparecerte, luego se bloqueará el punto de aparición.

Severus se encaminó con rapidez.

–Rompes muchas reglas para ser Auror. –Dijo con reproche.

–No lo hago como Auror, soy un Black y esta fue mi casa, sé hasta dónde puede interferir el Ministerio en este lugar y también conozco los puntos ciegos. –Contestó sonriente.

–Espera mi contacto. –Dijo Snape a modo de despedida antes de desaparecer.

Sirius salió con seguridad de la biblioteca y bajo las escaleras. En el primer descanso lo esperaba Dorcas.

–Te avisé antes, Alastor está fuera con Dumbledore, pareciera que huelen cuando algo no anda bien. –Dijo la castaña con el entrecejo fruncido.

–¿Notaron algo raro? –Quiso saber Sirius.

–Nada, tardaste menos de diez minutos, un patrullaje normal. –Respondió Dorcas y enseguida realizó la pregunta que más la intrigaba –¿Te ayudará?

–Sí, le tiene estima a Hermione. –Respondió con tranquilidad Sirius –Y es por ella que lo hago.

Dorcas asintió convencida y ambos salieron a reunirse con el resto de sus compañeros.

Dora se encontraba recostada sobre la pequeña cama de Hermione con la mirada enfocada en la pared color crema. Parecía ausente, casi se podría decir que estaba petrificada, de no ser porque cada ciertos minutos llevaba un trozo de chocolate a sus labios, lo masticaba y tragaba con ansiedad; devolvía la mirada al techo, suspiraba profundamente y volvía a la pared. Luego el ciclo se repetía.

Hermione por su parte tenía la mitad de su cuerpo apoyado en la cama y el resto en el suelo. Miraba con curiosidad e impaciencia a Dora. De forma más animada sacaba chocolates del recipiente que tenía su amiga entre sus manos y se los comía.

Tras una hora de repetirse la misma rutina, Hermione se cansó de estar en silencio, aunque eso pareciera imposible, y movió una mano cerca del rostro de Dora para regresarla al presente.

La chica miró a Hermione y le sonrió nostálgicamente.

¿Qué hora es? –Quiso saber –¿Hace cuánto estoy comiendo esto? –Dijo señalando los chocolates y se incorporó, quedando sentada con las piernas cruzadas.

Hermione aprovechó de subirse en la cama, tenía las piernas acalambradas por la posición. Imitó a Dora y ambas quedaron una frente a la otra.

Son casi las ocho de la noche. –Respondió Hermione mirando el reloj que colgaba de una de las paredes –Y estamos así de alegres desde hace una hora, creo.

Dora asintió y miró a la puerta.

Tus padres no han venido, ¿acaso no cenan? –Volvió a preguntar la chica.

Hermione sonrió.

Están contentos porque traje a una amiga mágica. –Contestó haciendo énfasis en la última palabra –En realidad porque invité a una amiga. –Agregó más divertida aún. –Así que nos están dando espacio.

Dora sonrió divertida y su mirada nostálgica cambió a una curiosa. Observaba todo a su alrededor.

Nunca antes había estado en una casa muggle por tanto tiempo, eres muy ordenada. –Dijo mientras se recostaba en el respaldo de la cama.

Hermione se encogió de hombros.

Ambas volvieron a sumirse en un profundo silencio.

El cabello de Dora comenzó a mutar del azul eléctrico que llevaba ese día a su castaño natural, solo que muy opaco. Hermione se arrastró hasta su lado y apoyó su cabeza en el hombro de su amiga.

Hermione… –Susurró Dora mientras entrelazaba sus brazos –¿Qué harías diferente si pudieras cambiar el pasado?

Esa pregunta extrañó a Hermione. Su amiga estaba al tanto del viaje que realizaría y parte del plan de Dumbledore, al menos hasta el mismo punto que Hermione sabía. Era una cotilla y había husmeado hasta enterarse del máximo posible y la apoyaba en todo, de hecho se había enfrentado a Sirius en un par de ocasiones por ese tema. Ella no estaba de acuerdo en que le estuviesen ocultando información a Hermione.

Dora, tú sabes que yo… –hizo una pausa mirando en todas direcciones antes de proseguir –Yo viajaré en el tiempo.

Dora asintió como si fuese obvio e inmediatamente hizo un gesto con la mano para proseguir.

Por supuesto, y sabes lo que opino. –Se apresuró en contestar –Pero me refiero a que harás este viaje por los demás, para cambiar las vidas del resto, pero… ¿eso cómo te deja a ti? ¿En qué cambia todo tu mundo?

En nada supongo. –Respondió Hermione suspirando con tristeza.

¿Crees que en la nueva línea de tiempo seamos las mismas? –Preguntó Dora presionándose más contra su amiga –¿Seremos amigas?

No lo sé, Dora. –Dijo con sinceridad y ansiedad Hermione.

Me da miedo desaparecer. –Reconoció la chica a Hermione –Saber que no seré la misma de ahora, aunque en teoría eso jamás lo sabré, quizá solo tú lo hagas. ¿Me lo recordarás?

Hermione negó divertida.

Me creerías una loca. No lo haré, además tendrás una nueva vida, que se supone será mucho mejor. Y no temas, Dora… no dejaré que nada te pase, eres mi amiga y no desaparecerás.

Dora sonrió genuinamente y plantó un beso en la mejilla de Hermione.

Quizá escogería no enamorarme de Remus. –Dijo de pronto –Me pone el cabello muy feo. –Agregó de inmediato mientras reía.

Hermione se unió a sus risas y se puso pensativa.

Y yo escogería no enamorarme de tu tío, Sirius es realmente intenso en cuanto a emociones.

Dora asintió completamente de acuerdo.

De la tristeza habían pasado a las risas.

Dora ayudó a Hermione a terminar de empacar sus cosas, ese sería el último año en Hogwarts y comenzaba dentro de tan solo unos días.

La puerta se abrió y la madre de Hermione se asomó con una sonrisa.

Veo que están muy alegres, chicas. Terminen eso y bajen a cenar.

Ambas asintieron y se apresuraron.

Antes de bajar, Dora detuvo a Hermione y presionó muy fuerte sus manos.

Debes prometerme que te cuidarás y que no harás nada estúpido cuando llegue el momento y viajes.

Hermione sonrió conmovida ante la petición de su amiga y asintió.

No debes preocuparte, haré todo al pie de la letra, no me desviaré del plan y saldrá todo perfecto. –Prometió Hermione.

Eso es lo que me preocupa, Hermione. El tiempo es una de las únicas cosas que no se puede comprar o detener, y tú lo desafiarás cara a cara. –Insistió su amiga.

Hermione no contesto, estaba totalmente consiente que Dora tenía razón.

Y tú debes prometerme que te cuidarás mucho en las redadas a las que te manda Alastor, y que pase lo que pase seguirás las órdenes y no te pondrás en riesgo. –Pidió.

Aceptado, no me convertiré en el escudo de nadie. –Contestó con solemnidad Dora.

Se dieron un gran abrazo y comenzaron a bajar las escaleras.

No he visto a Harry, deberíamos ir a La Madriguera antes que vuelvan a Hogwarts. –Propuso Dora tan entusiasmada como de costumbre y su cabello comenzó a tornarse rosa.

Hermione la miró suspicaz y negó divertida.

Apuesto lo que quieras a que Remus está allá.

Dora se mostró ofendida y al llegar a la mesa que se encontraba servida la apuntó con un dedo.

¡Me calumnias! –Señaló teatralmente –Y si quieres apostar, apuesto a que antes que Remus esté en La Madriguera… ¡Te conviertes en amiga de Voldy!

Hermione abrió su boca sorprendida y comenzó a reír histéricamente.

¡Ni en sueños! Imagina si podríamos compartir siquiera el mismo aire en una habitación.

Los padres de Hermione entraron con la comida y las miraron con curiosidad.

¿Quién es Voldy? ¿Es el chico popular del Colegio? ¿O un actor famoso del Mundo Mágico?–Preguntó enarcando una ceja el padre de Hermione hacia ambas chicas.

Ambas rieron con complicidad y prefirieron no contestar.

Hermione se incorporó con cuidado, se sentía mareada y muy cansada. Parecía que no hubiese dormido y a juzgar por la hora que señalaba el reloj de la chimenea, había estado durmiendo o más bien soñando sus recuerdos desde hace un par de horas.

Quedó sentada en el sofá de la sala y secó las lágrimas que se habían acumulado en la comisura de sus ojos. Siempre que veía a Dora en su mente ocurría lo mismo. No quería transformar ese recuerdo que acababa de recuperar en objeto de melancolía, sin embargo era imposible no pensar en las cosas que se habían prometido y cómo habían fallado estrepitosamente en el intento.

Ese recuerdo podía ser perfectamente la escena de una comedia dramática si la ponías en perspectiva con todo lo que había ocurrido después o antes, según se viera.

Ató su cabello en un moño descuidado y se reincorporó. Con ayuda de su varita comenzó a limpiar el desorden a su alrededor.

En lo primero que reparó fue en la copia de El Profeta de ese día. Tomó el periódico entre sus manos y leyó algunos de los titulares con detenimiento para ver si las noticias habían cambiado o si era más de lo mismo.

¿Mundo Mágico: Ad portas de un nuevo duelo entre Albus Dumbledore y Gellert Grindelwald?

La idea de una inminente batalla entre ambos magos gana cada vez más fuerza en la opinión de magos y brujas, sobre todo después del breve encuentro que sostuvieron en el parque muggle que fue atacado por El Innombrable.

Fuentes del Ministerio que presenciaron el hecho declaran que no hubo tal encuentro y solo estuvieron por breves segundos en el mismo espacio común, antes que Grindelwald huyera con su ejército, sin embargo eso es más que suficiente para especular.

Recordemos que la pasada semana El Innombrable llevó a cabo un ataque, del cual se desconocen mayores detalles, y en donde también participó Gellert Grindelwald, que hasta el momento no se había dejado ver.

El Innombrable asciende con fuerza y letalidad… ¿Unión entre magos tenebrosos o rivalidad con Grindelwald?

Ampliamos en página 12.

A 34 años de la gran batalla: Dumbledore vs Grindelwald.

Reportaje especial.

Hermione arrugó la copia de El Profeta hasta convertirla en una pequeña bola y la arrojó al cesto de basura.

Nada había cambiado, todo seguía igual o peor.

Ni siquiera necesitaba leer los reportajes, especiales o noticias de último minuto, se los sabía de memoria. Llevaban siendo acosados una semana por los periodistas en el Ministerio, desde que se habían enterado de lo ocurrido a la mañana siguiente, no habían dejado de perseguirla a ella y a Alastor para obtener más información. Por supuesto que Dumbledore la tenía a ella y no estaba obligado a lidiar con la prensa.

Decidió dejar todo como estaba, al fin y al cabo no estaba tan desordenado, era solo que ella no sabía qué hacer consigo misma en los momentos de ocio. Se recostó en su amplio sofá, mientras esperaba a Sirius para almorzar. Era sábado, ese día no tenía que ir a trabajar, sin embargo Sirius tenía entrenamiento en terreno con el resto de los Aurores, por lo que desde la madrugada estaba sola con sus pensamientos.

Había transcurrido una semana desde el ataque y no era capaz de borrar su conversación con Lord Voldemort de su cabeza, por más que lo intentara. Daba vueltas sin parar y cada vez la arrastraba a un abismo de más conjeturas que lo único que estaban consiguiendo era enloquecerla.

Se sentó con las piernas cruzadas y trabajó en su respiración, le hacía bien tener técnicas de relajación.

Cuando regresaron ese día con Dorcas todo había sido caos.

En cuanto Sirius mencionó lo de las cartas ella quedó en blanco y con un vacío terrible en su cuerpo. De pronto no se sentía tan entusiasmada por conocer el contenido de los pequeños sobres, al igual que Sirius, quien estuvo completamente de acuerdo en mantener las cartas guardadas y leerlas cuando se sintieran listos.

Y así llevaban una semana, las cartas permanecían encima del tocador de Hermione, eran como una bomba que en cualquier minuto explotaría. Habían intentado devolvérselas a Orion, sin embargo el patriarca de los Black se había negado a recibirlas, ya que según sus propias palabras, desde el momento en que Voldemort se había enterado de la profecía sobre Harry y del Desiluminador era de vital importancia que supieran ciertos detalles, información que contenían las cartas, para que Voldemort no los manipulara.

Hermione intentó que el mismo Orion les explicara, pero se negó. No había vuelta atrás y era algo que debían leer ellos mismos, sin intermediarios, aunque luego él les ayudaría a entender y sería un pilar de apoyo, se había comprometido.

Ese mismo día y cuando finalmente estuvieron más calmados, ella y Dorcas tuvieron que explicar mucho. Dumbledore y Alastor se encargaron de ocultar que habían ayudado a Grindelwald. La versión oficial era que las primeras en llegar al lugar, alertadas por la cercanía al lugar de los hechos, justamente habían sido Dorcas y Hermione, quienes al ser miembros del Wizengamot y del cuerpo de Aurores, estaban completamente habilitadas para actuar.

Luego, tuvieron que contar todo lo ocurrido, desde la alianza con Grindelwald, hasta la conversación con Voldemort. Alastor y Orion se aseguraron que las chicas no hubiesen sido maldecidas de alguna forma, mediante múltiples hechizos, e incluso las hicieron beber Veritaserum.

Dumbledore, Alastor y Orion estaban recelosos con la repentina cooperación y altruismo de Gellert, sobre todo después de presenciar el ejército con el que contaba en tan solo unos meses, pero más alertas estuvieron cuando escucharon el relato de ambas sobre el encuentro con Voldemort. Los tres convinieron que la cercanía de Lord Voldemort no era buena y les advirtieron sobre la enorme capacidad de convencimiento y manipulación que tenía el mago tenebroso.

Los tres magos conocían muy bien a Voldemort, sobre todo Dumbledore y Orion, sabían de lo que era capaz con tal de lograr su cometido.

Regulus y Sirius en cambio sentían pánico, más allá de toda lógica que pudiesen encontrar los tres experimentados magos, ellos sentían en sus cuerpos fluir el miedo de saber que Voldemort y Grindelwald se acercaban cada vez más, cada uno con sus propias intenciones.

Ellos siete eran los únicos que conocían la verdad completa de lo ocurrido esa noche, el resto del mundo mágico, incluyendo sus familias y amigos, solo conocerían lo que El Profeta se encargara de decir, y por supuesto, Orion y Hermione supervisaron de cerca todo lo que el periódico sacaba a la luz.

Cuando finalmente quedaron solo Hermione y Sirius en compañía de Dorcas y Regulus, pudieron explicarle con más detalles a Dorcas todo lo que estaba ocurriendo, ya que por fin lo sabía todo. Ella por supuesto que entendió por qué lo habían hecho y estaba feliz de poder ayudar más activamente.

Después de ese día, la semana había transcurrido muy rápido y apenas habían tenido tiempo para reunirse nuevamente y conversar. Hermione era la más atareada en el Ministerio, mientras que Dorcas y Sirius pasaban todo el día en redadas y entrenamientos. Regulus en cambio estaba ayudando a su padre en todo lo referente a Grimmauld Place y su prima Narcissa.

Narcissa y los Prewett continuaban internados en San Mungo, de hecho esa tarde serían dados de alta.

Algo pinchó la cintura levemente descubierta de Hermione, por lo que metió su mano en los pliegues del sofá y rebuscó lo que fuese que le estaba molestando. Sacó un trozo de pergamino que enseguida desdobló y leyó.

Sirius,

Dorcas y yo estamos bien, Voldemort no nos ha hecho nada y tampoco lo hará. No volveremos enseguida a casa, antes tengo que llevar a Dorcas a un sitio, es hora de contarle todo, no más mentiras con ella, no se lo merece y lo sabes. Es nuestra amiga, más que eso, es como una hermana que está dispuesta a dar su vida por mí, así que espero que comprendas junto a Regulus mi decisión de mantenerlos apartados esta vez.

Cuando volvamos podremos conversar todos juntos.

Te amo.

Hermione.

La castaña dobló el pergamino con cuidado y lo metió en el bolsillo de su pantalón. Era la nota que había enviado a Sirius la noche de la batalla que estuvo con Voldemort.

Se sentó nuevamente justo a tiempo que la chimenea hizo un pequeño ruido. Al segundo siguiente Sirius la atravesó y se quedó de pie en medio de la sala sacudiendo los restos de cenizas de su abrigo negro.

Hermione sonrió y se acercó hasta él, con un pequeño movimiento de su varita el abrigo estaba como nuevo.

–Por cosas como estas son más prácticas las túnicas o capas de viaje. –Dijo divertida.

–No es necesario, vivo con la mejor bruja de todo el mundo mágico, tienes un hechizo para todo, señora Black. –Respondió Sirius para luego sacarle la lengua.

Juntó sus labios con los de Hermione delicadamente y tras unos segundos se separaron.

–Comamos algo antes de ir a San Mungo. –Propuso Sirius.

Los dos se encaminaron a la cocina y comieron algo rápido. Luego se cambiaron de ropa y fueron hasta el punto de aparición que habían establecido en la sala. Un segundo más tarde estaban en San Mungo.

En la sala de espera ya estaba Orion hablando con los médicos que habían atenido tanto a Narcissa como a los Prewett. Sentados unos metros más allá estaban Regulus y Dorcas conversando animadamente con Molly y Arthur Weasley.

Hermione detuvo bruscamente su andar en cuanto reparó con más atención en Molly. Sirius tiró de su mano al ver que no avanzaba y siguió su mirada, enseguida notó lo mismo que ella.

Molly mantenía una de sus manos apoyada en un pequeño vientre que se comenzaba a formar, debía tener unos cuatro meses de embarazo.

Hermione se sintió algo descompuesta.

Molly estaba esperando a Ron. Y sacando cuentas rápidas eso solo significaba que Alice y Lily también estaban embarazadas.

Hermione no se había olvidado de sus amigos, por supuesto que no, lo que ella quería bloquear de su cabeza era la profecía. Una profecía que comenzaba a tomar forma.

–Mione, sé lo que estás pensando, en casa lo hablamos. Ahora finjamos que no pasa nada, por favor. –Rogó Sirius.

Hermione asintió y secó las gotitas de sudor que se comenzaban a formar en su frente. Caminaron con seguridad y se unieron al grupo.

Conversaron animadamente e incluso bromearon entre todos. Los Weasley estaban muy agradecidos de Orion que había hecho tanto por los hermanos de Molly.

–Si es niño se llamará Ron. –Les contó Molly llena de amor –Y si es niña… no tenemos idea. –Agregó algo acongojada.

–Solo tenemos niños, no creo que sea niña, cariño. –La consoló Arthur.

Hermione a cada palabra de Molly sentía un nudo más grande en su estómago, así que cuando llegó Orion solicitando que ayudaran a Narcissa a preparar sus cosas, fue un verdadero alivio. Se ofreció enseguida y Dorcas la acompañó.

Molly fue con sus hermanos.

Las chicas abrieron la puerta en donde encontrarían a Narcissa, no habían podido verla en toda la semana que estuvo internada.

La rubia estaba sentada en su cama, esperando a que fueran a prestarle ayuda. Tenía su cabello recogido y su blanco rostro estaba más pálido que nunca, una de sus mejillas tenía un cardenal que tardaría en desaparecer y profundas ojeras enmarcaban sus ojos, además había rasguñaduras en su frente.

Ambas se quedaron estáticas mirándola y cerraron la puerta.

–¿Tan mal me veo? –Bromeó Narcissa apenas las vio.

Las chicas sonrieron y se acercaron enseguida para envolverla en un abrazo.

–Estaba peor, ya solo queda esto. –Dijo la rubia señalando su pómulo y frente.

Dorcas le restó importancia.

–Nos hemos visto igual o peor, querida.

–Eso es cierto, tu hermana sí que nos ha hecho la vida imposible y nos ha dejado unas cuantas cicatrices. –Agregó Hermione.

Narcissa sonrió de buena gana y permitió que sus amigas y hermanas postizas le ayudaran a vestir y ordenar sus cosas, mientras tanto las tres conversaban.

–Los medimagos dicen que mi bebé sobrevivió de milagro. –Comentó Narcissa en tono preocupado.

–Supongo que tendrás que guardar reposo. –Dijo Dorcas, recordando cuando la loca de Bellatrix la había torturado.

–Solo una semana más, para que se pase el dolor y que terminen de desaparecer los cardenales. Luego de eso me chuequearán con regularidad, pero puedo retomar mi vida normal. –Contestó la rubia.

–Entonces volverás a Hogwarts. –Afirmó Hermione terminando de guardar todo en el baúl.

Narcissa asintió.

–McGonagall vino a hablar conmigo, volveré a enseñar a Hogwarts, pero ya no viviré en el Castillo. –Les informó muy contenta.

–¿Dónde irás? –Preguntaron Dorcas y Hermione al mismo tiempo.

–Con mi tío, viviremos en el mismo edificio que ustedes, consiguió un departamento allí, es mejor estar todos juntos. –Contó muy entusiasmada –Además ya no podemos volver a Grimmauld Place, así que viviré con él y todos los días iré a dar mis clases.

–¡Será genial tenerte tan cerca, Narcissa! –Dijo Hermione y la envolvió entre sus brazos.

–Todos los días serán noches de chicas. –Dijo Dorcas riendo y uniéndose al abrazo.

Unos golpes en la puerta las separaron.

Gideon asomó la cabeza por la puerta y le sonrió a las tres. Estaba casi en el mismo estado que Narcissa.

–Gideon, entra. –Lo apresuró Dorcas.

El chico entró, cojeaba un poco, pero estaba casi en un cien por ciento repuesto.

–¿Me veo muy mal? –Preguntó Gideon con una sonrisa.

–Como siempre. –Respondió Dorcas.

–Te he visto peor. –Apoyó Hermione de buena gana.

Gideon rio como siempre y luego se puso más serio.

–Acabo de hablar con Orion y le pedí unos minutos para hablar contigo, Narcissa, antes que nos den el alta. –Dijo muy serio –¿Podemos conversar? –Pidió con ternura.

Dorcas y Hermione miraron a la aludida que se había sonrojado.

–Claro, conversemos. –Contestó la chica.

–Estaremos fuera, ya están todas tus cosas listas. –Dijo Hermione mientras jalaba a Dorcas fuera de la habitación.

Cuando quedaron solos, Gideon se acercó a Narcissa y la ayudó a sentarse en uno de los sillones individuales que había en el lugar para los familiares que acompañaban a los enfermos. Él se sentó en otro, frente a ella.

Se sostuvieron unos segundos la mirada, Narcissa fue la primera en hablar.

–Gracias por ir ese día, era una trampa y sin pensarlo fuiste por mí. –Narcissa habló apenas en un susurro que era del todo audible para Gideon –Si no fuese por ti y Fabian que llegaron primero, y luego las chicas…

El pelirrojo le dio una pequeña sonrisa.

–Habrías hecho lo mismo, de hecho siempre lo haces. –Contestó recordando las veces que Narcissa se había arriesgado por él.

Volvieron a cruzar sus miradas, esta vez ambos tenían sus ojos llenos de lágrimas.

–¿Cómo te sientes? ¿El bebé está bien? –Preguntó Gideon sin quitar la vista de la chica frente a él –Amenacé con escaparme y venir a verte si los medimagos no me decían cómo estabas, y uno de ellos me dijo que ambos estaban estables.

Narcissa secó las lágrimas que caían por su rostro y sollozó profundamente. Gideon enseguida se arrodilló a su lado con algo de esfuerzo y tomó sus manos entre las de él. Le dio una sincera sonrisa cargada de amor y habló.

–Cissy, chica rubia… –Dijo bromeando y logró sacar una sonrisa de la chica –No te alteres, solo estamos conversando, no pasa nada, ¿está bien?

Narcissa asintió en su dirección y calmó su respiración antes de contestar.

–Estamos bien, los medimagos dicen que podré hacer una vida normal dentro de una semana, no tendré que guardar más reposo ni nada por el estilo. –Contó en detalle –Gideon, –dijo ella con voz pausada –lamento no habértelo dicho antes, y también me disculpo por haberte alejado de esa forma cuando intentabas acercarte, es solo que estaba tan confundida y sentía alegría por mi bebé, pero al mismo tiempo rabia y dolor, y no quería hacerte parte de eso, no quería dañarte. Prometo que te lo iba a decir, solo estaba esperando que mi divorcio se hiciera efectivo, no quería involucrarte en problemas.

Gideon la miró con comprensión y sonrió lleno de amor.

–Ni siquiera puedo imaginar todo lo que sentías cuando te enteraste de tu embarazo, además estabas sola, –la voz de Gideon era tan suave como la brisa –y lamento no haber sabido porque te aseguro que no te habría presionado tanto, realmente lamento haber puesto más presión sobre tus hombros, Narcissa.

La rubia sonrió ante la disculpa y asintió.

–No tenías cómo saber.

–Sí entiendo por qué lo hiciste, no querías dañarme. –Continuó hablando Gideon y Narcissa le prestó más atención aún –Pero quiero que entiendas algo, tú jamás podrías dañarme, y mucho menos el saber que estás embrazada. –Acarició la mano de la chica y dejó un beso en ella –La única forma en que podrías destruirme es alejándome de ti.

Narcissa agachó su cabeza.

–Sabes que este bebé no es tuyo, Gideon. –Su respuesta estaba cargada de tristeza porque le aterraba la idea de que el chico la rechazara.

–Por supuesto que lo sé. –Contestó el pelirrojo sonriendo feliz –Pero no tiene por qué ser de esa forma.

–¿Qué quieres decir? –Preguntó la rubia elevando su cabeza y mirándolo sorprendida.

–Cissy, hay familias que no comparten ni una gota de sangre y son perfectamente felices. –Comenzó diciendo emocionado –Desde siempre has conocido mis intenciones, nunca he querido aprovecharme de ti o tomarte a la ligera, de hecho en muchas oportunidades te dije que cuando todo esto acabara, tu matrimonio en el cual no eras feliz y las mentiras, iría con tu tío y le pediría tu mano.

Narcissa presionó fuerte la mano de Gideon y mordió el interior de su labio. Se sentía abrumada, ella conocía el corazón del pelirrojo frente a ella, sin embargo, después de enterarse de su embarazo y al haber sido criada en una familia tan tradicional, pensó que el rechazo era lo único que quedaba para ella. Y es por eso que había elegido apartarse, quería evitar el dolor inminente que sentiría.

Pero al parecer se había equivocado y no todo debía ser gris.

–Si tú quieres y me lo permites, Narcissa, quiero estar a tu lado, no tienes que estar sola. –Dijo emocionado Gideon.

Narcissa quedó pasmada cuando vio que de su bolsillo sacaba una sortija de oro blanco con un pequeño y delicado diamante en el centro.

–Lo mandé a hacer después que me salvaste en el tren, ese día supe que no te era indiferente y que teníamos una oportunidad. –Confeso medio sonrojado y continuó con su declaración –Narcissa Black, sabes lo mucho que te amo, a ti y todo lo que de ti provenga, quiero pasar el resto de mi vida contigo, ¿te gustaría lo mismo? Me refiero a… ¿te gustaría ser mi esposa y junto al bebe que viene en camino formar una familia? –Preguntó con una mezcla de torpeza y solemnidad.

El rostro de Narcissa en cualquier minuto se rompería por lo enorme de su sonrisa. Se agachó hasta Gideon y lo besó llena de amor y alegría. No podía creer lo que estaba pasando. Se abrazó al chico para sentir que todo era parte de la realidad y no de un sueño producto de las pociones que le habían dado.

–Solo tengo una petición. –Susurró cuando se separó unos centímetros del rostro del pelirrojo.

–Lo que quieras. –Dijo Gideon sin dudar.

–Primero tendré al bebé y después será la boda, no quiero más engaños. –La chica habló claro y Gideon asintió –Y luego, llevará el apellido Malfoy, –el chico dudó un poco, pero esperó a que Narcissa acabara –le diremos la verdad, sabrá todo porque solo eso nos asegurará que no se cometerán los mismos errores, siempre la verdad estará ante todo. –La rubia acarició el pálido rostro de Gideon y sonrió –Tú serás su padre, eso no cambiará, pero este bebé, tiene derecho a saber de dónde viene.

Gideon sonrió y la besó una vez más.

–Estoy de acuerdo y respeto lo que me pides. –Respondió serio, luego le guiñó con su coquetería característica –Entonces, después de todo lo que me dijiste… ¿puedo asumir que aceptas? ¿Es un sí?

Narcissa le tendió su mano derecha y asintió.

–Acepto casarme contigo, Gideon. Soy la chica más afortunada de todo el mundo mágico. –Su respuesta era segura y definitiva.

El chico deslizó la sortija en el dedo anular de la rubia y la besó.

–Ahora eres mi novia, señorita Narcissa, y dentro de unos meses serás la señora Prewett.

Ambos sonrieron y se quedaron unos minutos con sus rostros tan unidos que casi podían ser uno solo.

Cuando por fin salieron de la habitación los medimagos les dieron el alta y pudieron irse. El anillo en la mano de Narcissa confirmó las sospechas de todos, quienes solo podían estar felices por ambos chicos. Orion por su parte le dijo a Gideon que lo esperaba a él y a su familia para formalizar todo una vez que estuviera recuperado, no podía permitir que su sobrina anduviese en boca del mundo mágico.

Los Prewett se fueron con Molly, ella se encargaría de que sus hermanos guardaran reposo hasta estar completamente recuperados. Narcissa por su parte se fue con su tío hasta su nuevo hogar.

El departamento era muy parecido al de Hermione y Sirius, además bastante cómodo, solo que la decoración era más elegante, como le gustaba a Orion. La red flu de ellos estaba conectada con la de Sirius y Regulus, además de la de los Prewett, así en caso de una emergencia podrían ayudarse.

Cuando llegó el día lunes Dorcas y Sirius se fueron a primera hora al Ministerio, Alastor los llamaba cada día más temprano.

Orion fue por Macmillan para que asesorara a Narcissa, ya que habían recibido una lechuza del Ministerio con noticias. El juicio de Lucius Malfoy sería dentro de un mes y ella tendría que testificar. Eso claramente la alteró. Charlotte que estaba en el Wizengamot la calmó y le explicó que no sería nada traumático para ella y que tendría el mínimo contacto con Lucius.

Regulus por su parte se fue a la A.M.A.D. casi a las nueve de la mañana. Iba bajando cuando vio a Hermione salir de su propio departamento. Eso le llamó la atención, ya que por lo general ella a las ocho de la mañana ya estaba en el Ministerio junto a Dumbledore comenzando su jornada.

Se acercó con sigilo hasta su cuñada y la abrazó por la espalda. Hermione se llevó el susto de su vida e inmediatamente reaccionó sacando su varita y lanzando un hechizo a su atacante. Reg lo desvió con facilidad y se comenzó a reír en su cara.

La castaña lo miró con cara de pocos amigos y guardó su varita.

–¡Eso no se hace, Reg! ¡Qué susto me llevé! –Se quejó mientras continuaba su camino.

El más joven de los Black la siguió de cerca, continuaba riendo.

–¿Dónde vas tan tarde, Hermione? Tengo entendido que entras más temprano. –Dijo el chico al mismo tiempo que acomodaba sus libretos y pergaminos.

–¿Me estás interrogando, Reg? –Quiso saber Hermione.

El chico negó.

–Simple curiosidad, además el hecho de que te asustaras con tanta facilidad y no prestaras atención en mi presencia solo me indica que ibas saliendo a escondidas, no querías que nadie te viera. Y eso es raro, ya que si fueras al Ministerio… ¿Por qué irías con tanto cuidado?

Hermione suspiró en cuanto Reg terminó su monólogo y sonrió.

–Tengo cosas que hacer, Reg. –Contestó la castaña mientras salían del edificio –Digamos que son extraoficiales.

Regulus asintió comprendiendo y se acercó más a ella, le ofreció su brazo que Hermione aceptó con burla y comenzaron a caminar hasta un parque cercano.

–Puedo acompañarte si no te molesta, ya que estoy casi seguro de qué se tratan esos asuntos extraoficiales. –Se ofreció Reg de buena gana –Además, no tengo ensayo hasta el mediodía, es solo que me gusta llegar con tiempo.

Hermione hizo un mohín con sus labios que en vez de enfado mostraba diversión y asintió.

–Sujétate fuerte entonces. –Dijo la chica.

Acto seguido ambos desaparecieron del desolado parque y al segundo siguiente estaban en el Valle de Godric.

–Comienza a hacer mucho frío para ser otoño. –Se quejó Reg mientras subía el cuello de su abrigo.

–No seas delicado. –Lo regañó Hermione al mismo tiempo que justaba sus guantes y volvía a engancharse del brazo de Reg –Es por acá.

Ambos continuaron su camino por una transitada calle por donde iban decenas de amables magos y brujas. Luego doblaron para tomar un atajo hasta llegar a una casa en ruinas.

Hermione se aseguró que nadie los estuviese siguiendo y pronunció unas palabras que apenas fueron audibles para Reg, al cual jaló para que atravesaran una puerta que en cualquier minuto se caería. Una vez dentro pudieron ver la verdadera puerta de acceso que era de una elegante madera.

La chica llamó tres veces y la puerta se abrió. Entraron al cálido hogar que estaba decorado de manera bastante hogareña, de hecho era muy parecida a la casa de Dumbledore, y enseguida se sacaron sus abrigos que dejaron colgados en el perchero de la entrada.

Regulus hacía y seguía los pasos de Hermione de manera mecánica.

–Veo que conoces muy bien el lugar. –Dijo el chico –Y claramente no es la primera vez que vienes.

La castaña asintió y lo llevó por un pasillo hasta una pequeña sala llena de libros. En un sillón individual estaba Grindelwald tomando una taza de café, mientras en una mesa cercana se encontraba Severus mezclando pociones.

El hombre mayor en cuanto los vio de puso en pie y los saludó. Se veía agotado y algo pálido, al menos más que de costumbre.

–Que agrado tenerlos en casa. –Dijo a modo de saludo y los invitó a sentarse –¿Algo de beber?

–Un té estará bien, muchas gracias Gellert. –Respondió Hermione con una sonrisa.

–Café y galletas para mí serían perfectas. –Agregó Reg bastante cómodo.

La chica enarcó una ceja en su dirección y Grindelwald rio de buena gana. Severus rodó los ojos y los saludó escuetamente antes de continuar en su labor.

Gellert hizo un par de hechizos y solo en unos minutos había un banquete frente a ellos. Severus se les unió y tendió una pequeña copa al mago tenebroso que la bebió enseguida.

–¿Está enfermo? –Preguntó Regulus mirando con sospecha la poción.

–No diría exactamente enfermo. –Fue la respuesta de Grindelwald.

–Ser suicida puede considerarse como enfermedad. –Intervino Severus.

El mago suspiró agotado y le regaló una hermosa mueca a Severus, el que enseguida miró significativamente a Hermione, que a su vez de inmediato miró con reproche a Grindelwald. Todos se miraban con intención y entendían algo a lo que Regulus era ajeno.

–¿Qué ocurre? –Preguntó el muchacho –¿Secretos entre magos tenebrosos? Les recuerdo que fui Mortífago, puedo entrar al club.

Grindelwald rio de buena gana y retiró el guante de cuero negro que cubría su mano izquierda. De inmediato todos pudieron ver la mano del mago, la cual se encontraba casi por completo negra y el color se comenzaba a ramificar por la muñeca. En su dedo anular brillaba el anillo de la familia de Lord Voldemort.

Regulus se arrodilló a su lado enseguida y tomó la mano del mago entre las suyas para examinarla.

–Es una maldición y muy poderosa. –Dijo Regulus en un susurro.

–¿Solo eso? –Preguntó Grindelwald con una ceja elevada.

El mago tenebroso se encontraba fascinado con el más joven de los Black.

Reg omitió la mueca que quería dejar salir, únicamente porque respetaba a Grindelwald, aun cuando no creía en su repentino altruismo. Además estaba el factor que se había llevado a su esposa a una misión suicida. Para Reg no era muy diferente a lo que hacía Moody con Dorcas, sin embargo, el loco Auror era su jefe y él sabía que pasara lo que pasara, Alastor siempre defendería con su vida a su equipo.

–Es un Horrocrux. –Agregó el chico mirando a Hermione buscando su aprobación. La chica asintió –Sentí la presencia del alma del Señor Tenebroso en cuanto entré, la magia es similar al guardapelo de Salazar Slytherin que destruyó Hermione hace ya mucho.

–¿No debería ser idéntica? –Inquirió nuevamente Gellert divertido.

–Lo era, –respondió Reg sonriendo con maldad –pero es usted muy pretencioso Gellert, y está seguro de su poder, entonces en un acto de altruismo que a mi parecer es simplemente ego reprimido, decidió sacrificar su alma y vida al portar el anillo. La magia se apodera de usted y el Horrocrux con cada día que pasa se vuelve más débil. –Reg dio un vistazo más a la mano y la soltó –Destruye un trozo del alma de él a costa de su integridad. Es muy tonto o quiere expiar alguna culpa. –Finalizó el chico y se sentó nuevamente al lado de su cuñada, quien sonreía. Severus también estaba divertido –¿Dumbledore quizá?

Grindelwald nuevamente soltó una risotada y secó la comisura de sus ojos.

–Seguramente ya te han dicho que heredaste la agudeza de tu padre, Orion, joven Black. –Dijo el mago –Si no supiera que Albus y Alastor vendrían en persona a matarme, te ofrecería un lugar en mis filas.

Hermione intervino rápidamente.

–¿Sus filas? –Preguntó curiosa –¿No habíamos quedado en no más levantamientos?

–Todo es un constante cambio, querida. Además, no he escuchado que te quejaras de lo que hicimos esa noche en el lugar muggle.

Hermione levantó las manos y se rindió.

Severus dejó a un lado su taza y se dirigió a Reg.

–Preparo una poción muy compleja a diario y se la doy, no lo revierte y mucho menos lo cura, pero al menos minimiza síntomas y malestares, además que retrasa el avance de la maldición. –Explicó y le tendió un libro a Reg.

El chico leyó con atención y asintió.

–Podríamos mejorarla un poco. –Susurró –No sería perfecta y tampoco la cura, pero creo que le daría más tiempo aún.

–Eso suena perfecto. –Dijo Severus sonriendo y se levantó, invitando al chico con él –Si quieres me acompañas y te muestro.

Ambos se fueron a una habitación llena de calderos, pociones y materiales, mientras Hermione y Gellert salieron al jardín trasero. Tuvieron una conversación tranquila y trivial como de costumbre.

Fawkes sobrevolaba el lugar atento.

–¿Cuál es el plan ahora? –Preguntó Hermione.

–Nunca hay un plan. –Respondió simplemente Grindelwald.

Ambos sonrieron.

De vuelta en Londres, Hermione acompañó a Regulus hasta la A.M.A.D. antes de dirigirse al Ministerio.

–Estaré ayudando a Severus con la poción, creo que podemos mejorarla. –Comentó el chico mientras caminaban.

–¿Cuánto tiempo tendría? –Quiso saber Hermione con una ligera tristeza.

A pesar de todo lo malo que había hecho Grindelwald en el pasado, ella podía ver su cambio y cómo los años y la soledad le habían ayudado a reflexionar, además de todo eso estaba de su lado.

–No mucho, Hermione. Todo depende de la maldición. –Contestó Regulus e hizo un mohín –Y lo peor es que él lo sabe, es un acto suicida más que heroico, y no logro comprenderlo del todo. ¿Qué pretende ganar con todo esto?

Hermione lo sabía, esa misma tarde lo habían hablado, pero no podía compartirlo con el mundo, era personal de Grindelwald.

–Te agradezco que me hayas acompañado, los veo en la tarde a ti y Dorcas. –Dijo Hermione despidiéndose.

Regulus se despidió con la mano antes de entrar al teatro y Hermione se encaminó al Ministerio.

Cuando llegó a El Atrio fue inmediatamente abordada por Sirius y Dorcas. Ni siquiera la saludaron, cada uno se puso a su lado y la miraron con desconfianza.

–¿Control natal en San Mungo? –Preguntó Dorcas con suspicacia.

–Una excelente excusa para llegar tarde al trabajo. –Continuó hablando Sirius y le dio un pequeño empujón a su esposa –Aunque claro, hasta donde sé, no estamos planeando tener hijos y estás tomando la poción anticonceptiva.

Hermione rodó los ojos y comenzó a bajar las escaleras, los elevadores iban llenos. Ambos la siguieron de cerca.

–¿Les suena que las mujeres nos hacemos controles anuales? –Les devolvió la castaña riendo.

–¡Por supuesto! Y está muy bien. –Dijo Dorcas –Pero… cuando llegas a tu control o cita con el medimago.

–Y tú no fuiste, mi amada esposa. –Finalizó Sirius.

Hermione se paró en el descanso y se giró para enfrentarlos a ambos.

–¿Me están siguiendo? –Preguntó incrédula.

Ambos negaron.

–Fuimos a San Mungo con Frank, Alastor nos mandó a organizar la seguridad para esta semana y dentro de eso teníamos que revisar los pacientes que estarán rondando el lugar en los próximos días. –Explicó Dorcas recargada en una baranda.

–Y… ¡Bingo! –Dijo Sirius sonriente –Ahí decía que tenías una cita hoy a las nueve de la mañana.

–Pero… –Interrumpió Dorcas –A las nueve con quince minutos llegó una lechuza en donde decías que no podrías asistir por temas laborales en el Ministerio.

–Y cuando llegamos no estabas. –Terminó diciendo Sirius con los ojos entrecerrados.

La castaña negó en dirección a ambos y continuó su recorrido por la escalera.

–Asuntos extraoficiales. –Respondió con seguridad.

Sirius y Dorcas se miraron con sospecha, pero prefirieron no continuar averiguando, después de todo lo sabrían de todas formas en algún momento. No se guardaban secretos entre ellos, además estaba la pequeña posibilidad que realmente fueran asuntos extraoficiales del Ministerio.

Los chicos la dejaron en el Departamento de Seguridad y Hermione continuó hasta llegar a su despacho. En cuanto entró notó la presencia de Orion que estaba cómodamente sentado en uno de los sillones, mientras leía El Profeta.

–¿Está embarazada, querida? –Preguntó burlón, pero sin perder los modales y fue hasta ella para saludarla.

–¡No lo puedo creer! ¿Dorcas y Sirius fueron con el chisme de que pedí una cita en San Mungo? –Devolvió la pregunta la castaña y tomó asiento.

–¡Para nada! El medimago con quien tenía la cita se me acercó esta mañana cuando fui a ver los temas financieros con la Directora y me dijo que quizá tendría buenas nuevas. –Contestó riendo.

–Y por supuesto usted no le creyó. –Comentó Hermione.

–Por supuesto, la conozco lo suficiente, y eso también implica que sé cuándo miente y que es una pésima mentirosa.

–Tendré que pensar mejor mis excusas cuando tenga asuntos extraoficiales entonces. –Dijo la chica sonriendo a su suegro.

–Déjeme adivinar, ¿fue tras algún mago tenebroso?

La chica sonrió y le contó todo lo que había ocurrido en la mañana.

–Regulus es excelente en pociones, –comentó Orion orgulloso –aunque no me agrada el hecho de que salga del lado de un mago tenebroso para unirse a otro. Pero ya es mayor y está casado, no puedo hacer mucho más que aconsejarlo, aunque realmente nunca pude hacer mucho para controlar a mis hijos, son unos rebeldes… eso lo sacaron de su madre.

–Grindelwald tiene una excelente opinión de usted, Orion. –Comentó Hermione.

–Los Black siempre hemos sido afines a las artes oscuras.

Hermione asintió y le dio la palabra a su suegro para que hablara.

–Usted y Sirius se ven muy bien y a la vez muy tensos, puedo suponer entonces que aún no han leído las cartas.

La castaña asintió.

–Deben hacerlo, cuanto antes, Hermione. –La presionó Orion –A cada minuto que no conocen la verdad son más vulnerables a caer en trampas y a que ustedes mismos se vuelvan sus propios enemigos.

–¿Por qué no nos quiere decir lo que dicen? –Preguntó la chica por milésima vez con gesto cansado –Sería más fácil si nos lo cuenta y explica.

Orion negó.

–Créame, será mucho mejor si lo hace solos, en la intimidad de su hogar y se toman el tiempo necesario para procesar cada palabra. Luego de eso, estaré disponible para responder preguntas.

Orion dio la vuelta y depositó un beso en la frente de Hermione antes de marcharse.

–No me obliguen a maldecirlos para que lean esas cartas, sería terrible tener que pasar una temporada en Azkaban.

Hermione no pudo evitar reír y vio cómo su suegro se marchaba.

Pasaron dos semanas totalmente tranquilas, eran mediados de noviembre y un viernes bastante normal, lo que quería decir ajetreado en el Ministerio.

Hermione discutía con Alastor sobre unos papeles que no habían sido aprobados por ella o Dumbledore.

–Alastor, no eres un niño y no puedes hacer lo que quieras. –Insistía Hermione molesta.

–A Dumbledore no le molestan mis métodos. –Se defendía el Auror intentando no mirar a la chica.

–Tampoco a mí, pero al menos avísanos cuando hagas redadas extraoficiales o peligrosas.

Moody hizo una mueca a la chica y se estaba preparando para responder cuando la sirena de alerta de máximo peligro comenzó a resonar en todo el Ministerio.

Tanto Alastor como Hermione se apresuraron a la puerta y se encentraron a Dumbledore que los arrastró en una aparición hasta el Departamento de Seguridad. Los Aurores ya se reunían y fue Frank quien se les acercó primero.

El Innombrable. –Dijo Frank con desagrado dirigiéndose a Alastor –Acaba de ser visto en Hogsmeade. La Directora McGonagall nos avisó, Hogwarts se encuentra blindado, pero los lugareños están desprotegidos, llegó con un ejército de Mortífagos que se encuentran atacando las barreras del Castillo.

–¿Qué demonios quiere en Hogwarts? –Preguntó Alastor molesto.

Dumbledore suspiró y miró de reojo a Hermione.

–¿Tienes los Aurores suficientes, Alastor? –Preguntó Dumbledore preocupado.

–Siempre, Albus. –Contestó el Jefe de Aurores sonriendo –Dorcas y Sirius están en San Mungo, los Prewett vigilan los barrios mágicos y Lupin con McKinnon están en el Callejón Diagon. –Comenzó a enumerar Alastor en voz alta.

–Hermione y yo defenderemos el Ministerio, puedes ir tranquilo. –Dijo el Ministro poniendo una mano en el hombro de su amigo.

Alastor miró a todos los Aurores y los dividió en equipos para terminar de proteger puntos estratégicos que eran los favoritos de Voldemort para atacar. El resto iba con él.

Cuando todos desaparecieron, Hermione y Dumbledore fueron hasta el despacho el ex director.

–¿También cree saber para qué fue Voldemort al colegio? –Preguntó Hermione preocupada.

–No tardaría mucho tiempo en descubrir dónde estaban sus Horrocruxes, querida. –Contestó el mago –De hecho, podría apostar que la noche del ataque en el parque de diversiones, sintió la parte de su alma que carga Grindelwald. –Explicó Dumbledore con reproche, no había estado muy feliz cuando se enteró que Hermione le había dado el Horrocrux a uno de los mayores magos tenebrosos de la historia, y menos si ese era Gellert.

–Eso lo debe tener como loco, sin contar el hecho de que ya destruí uno. –Aseguró Hermione.

La diadema, la copa y el diario, que eran los Horrocruxes restantes estaban ocultos en el Espejo de Oesed en el colegio. A medida que los habían ido consiguiendo y luego de analizarlos habían decido que Hogwarts era el lugar más seguro para tenerlos ocultos, al menos hasta que fuese el momento de destruirlos.

–No entiendo cómo se enteró. –Se recriminaba Hermione.

–Son tres partes de su alma en un solo lugar siendo contenidas, por más que el Colegio tenga defensas, sería un error subestimar a Tom. Él lo debió sentir y ahora querrá recuperarlos, son parte de su alma, no debe olvidarlo, él los puede escuchar y sentir.

La castaña asintió en dirección al Ministro y se sentó a esperar, no podían hacer nada más. Si iban al Castillo sería una provocación y no podían seguir cayendo en sus trampas.

Cuando los Aurores llegaron a las inmediaciones de Hogsmeade ya había muchos heridos, los lugareños intentaban defenderse como sus medios se los permitían, pero los Mortífagos eran sanguinarios. Decenas de Mortífagos por otro lado intentaban atravesar las barreras del Colegio, mientras los Aurores que custodiaban Hogwarts levantaban más protecciones.

Lord Voldemort acariciaba su varita con los ojos cerrados, se veía tranquilo. En cuanto sintió la presencia de los Aurores abrió sus ojos que ardían como el fuego en un rojo carmín intenso y los enfocó en Alastor.

Se encaminó hasta el Jefe de Aurores con seguridad.

–Potter y Longbottom, se quedan conmigo. –Ordenó en un susurro el hombre y los tres emprendieron rumbo a enfrentar al mago tenebroso.

El resto de los Aurores ya estaba en lo propio con los Mortífagos.

Lord Voldemort miró con curiosidad a James Potter y poco a poco comenzó a encajar el puzzle que hace unos días había comenzado a armar en su cabeza, únicamente con vagos recuerdos.

Iba a hablar, pero fue interrumpido por dos chicas, la pelirroja se ganó al lado de James y la de cabello corto al lado de Frank.

Alastor se apresuró a llegar hasta Voldemort para evitar una desgracia, después hablaría con ambos chicos y sus esposas.

–¿Qué demonios hacen acá? –Preguntó James molesto y preocupado.

–Comenzaron a llegar heridos a San Mungo, ¿realmente creías que los dejaríamos solos? –Preguntó Lily dolida.

–Alastor nos matará. –Susurró Frank poniendo muy cerca de él a Alice.

Los cuatro llegaron con rapidez hasta donde estaba su jefe. Las chicas ya estaban allí, no tenían nada más para hacer sino luchar.

Alastor luchaba con Voldemort, que luego tuvo que hacer frente a cinco magos en total.

Lord Voldemort no había visto directamente un recuerdo de Harry, sin embargo, había visto los recuerdos de Hermione donde recordaba a ese tal Harry, lo cual era como un cuadro difuminado, aunque muy certero si se prestaba atención. Reparó entonces en los verdes ojos de Lily Potter y en el rostro de James Potter. Sonrió con maldad y satisfacción.

–¿James Potter, verdad? –Preguntó Voldemort en dirección al chico –¿El mejor amigo de Sirius Black?

James furioso se limitó a no contestar y se enfocó en no bajar la guardia.

–Veo anillos y puedo suponer que la bella pelirroja a tu lado vino a defender a su joven esposo, tan romántico. –Comentó Voldemort de buen humor –Les extiendo mis felicitaciones por su unión.

–¡Qué demonios quieres, Voldemort! –Bramó Alastor.

El Mago Tenebroso se defendió con efectividad de la maldición de Moody y puso un escudo a su alrededor. Todos descansaron un minuto sin bajar sus varitas. Sería estúpido y desgastante intentar penetrar las defensas de Voldemort, quien se giró nuevamente a Lily y James.

–Seguramente sus hijos serán hermosos, lástima que su sangre será impura. –Comentó mirando a ambos.

Lily y James se miraron confundidos.

–¿No se cansan de hacer esto siempre, venir y enfrentarme? –Preguntó repentinamente aburrido Voldemort.

–¡Jamás! –Respondió Frank –Siempre te enfrentaremos.

–Ya te lo dije una vez, –agregó James –lucharía contigo una y otra vez.

–¡Maravilloso! –Contestó Voldemort y luego agregó con maldad en la voz –Es casi… profético.

Levantó la manga de su túnica y conjuró la marca tenebrosa. Rápidamente sus Mortífagos se replegaron y él les dio un asentimiento a los cinco magos frente a él.

–Nos volveremos a ver, no tengan duda de eso.

Desapareció tan rápido como dijo esas palabras y Moody lo miró frustrado.

–¡Malnacido!

Hermione estaba sentada frente a la chimenea, esperando a Sirius cuando este cruzó hasta la sala. Lucía agotado. Enseguida la chica se lanzó sobre él y lo abrazó con fuerza.

–Pensé que iría a atacar San Mungo o el Ministerio, siempre lo hace, algo cambió esta vez. –Dijo la chica –Cuando todo acabó me vine a casa y Alastor todavía no llegaba, así que no me he enterado de nada, temía que cometieras una locura.

Sirius sonrió en el cuello de la castaña.

–Gracias por tanta fe depositada en mí.

Hermione sonrió y se separó un poco para sostener el rostro de Sirius entre sus manos.

–Te conozco, Black.

–Descuida, ahora soy un hombre más responsable. –Se burló Sirius besando su mano –Ahora siéntate, te contaré todo, me enteré gracias los gritos de Alastor en San Mungo y por James.

Se sentaron en el cómodo sillón y Sirius le contó a Hermione todo tal cual se lo había dicho su amigo.

–Él ya ató los cabos sueltos, Mione. –Dijo el pelinegro pasando las manos por su cabello –James me dijo que con burla los miraba y les dijo que sus hijos serían hermosos, sabe quiénes son. Además… esto no te gustará. –Comentó esperando la reacción de su esposa que lo instó a seguir –Ellos, Frank y Alice, James y Lily lo volvieron a enfrentar, y él les dijo que todo era casi profético.

Hermione se pudo en pie y trató de respirar lo mejor que pudo. Sirius llegó enseguida a su lado.

–Imposible, la profecía todavía no se hace, estoy segura, he estado siguiendo de cerca a los maestros que solicitan enseñar en Hogwarts y la profesora Trelawny todavía no solicita el puesto. –La castaña intentaba de explicarse cómo todo se había salido de sus manos en tan poco tiempo –Además, falta tiempo… Alice y Lily todavía no están embarazadas, o quizá sí… pero no lo saben.

–James no me ha dicho nada y Frank tampoco ha comentado algo, y de todas formas son nuestros amigos, nos contarían. –Razonó Sirius –Mione, por las fechas seguramente solo no lo saben.

La chica asintió y tapó su rostro con ambas manos.

Sirius abrazó a Hermione y le propuso salir a comer esa noche, podrían respirar aire fresco y luego ir a dormir.

Así lo hicieron.

La tercera semana de noviembre no fue para nada tranquila. Periodistas por todos lados, San Mungo colapsado, el Departamento de Seguridad Mágica más alerta que nunca y el Callejón Diagon todo el día repleto de brujas y magos que comenzaban a prepararse para Navidad.

Hermione se despertó a las cuatro de la madrugada y se extrañó al no ver a Sirius por ningún lado. La ventana estaba abierta y había plumas de lechuza. Cerró porque hacía frío y comenzó a buscarlo, pero no estaba por ningún lado. Cuando volvió a la cama porque ya estaba casi segura que estaba soñando, vio un pequeño pergamino sobre la almohada de Sirius. Se apresuró en desdoblarlo y ponerse a leer.

Mione,

Redada sorpresa, ya sabes cómo es.

Te veo en la noche para la cena, intentaré llegar antes.

Te amo.

Sirius.

Hermione arrugó su nariz y se acurrucó del lado de Sirius para intentar dormir un poco más, después de todo, solo era otra redada de las que se le ocurrían a Alastor. Sin mucho esfuerzo volvió a caer profundamente dormida.

Sirius se apareció en la desolada calle, frente al Orfanato de Wool, tal como lo indicaba la nota. Eran las cuatro en punto.

Había recibido la lechuza de Severus hace una hora.

Atravesó la puerta del lúgubre lugar y enseguida notó la presencia de dos Mortífagos que le indicaron que debía subir las escaleras. No los reconoció.

Siguió las indicaciones y pronto se encontraba en el segundo piso, en donde Severus Snape, que fiel a su papel, lo miraba con rechazo. Se dio la media vuelta y comenzó a caminar por un largo pasillo que llevaba hasta una enorme habitación a la que entraron, era una biblioteca que estaba medio destruida.

En la ventana, por la cual se colaba el frío y las viejas y raídas cortinas ondeaban con el viento, se encontraba Lord Voldemort con la vista perdida en la noche.

–Mi señor, –habló Severus con absoluta reverencia –Sirius Black ya se encuentra aquí.

Voldemort se dio la vuelta y sonrió a Severus, luego posó su mirada en Sirius.

–Puedes retirarte, Severus. Nos tardaremos mucho.

El joven Mortífago acató la orden y tras una reverencia salió del lugar.

Lord Voldemort miraba sin ninguna expresión en el rostro a Sirius, quien también intentaba mantenerse calmado y neutro.

El mago tenebroso se acercó hasta un escritorio viejo y débil y se afirmó allí, cruzándose de brazos, expectante. Los ojos del hombre volvían a ser castaños, ahora Sirius lograba entender cuando Hermione decía que aún era humano.

El pelinegro se recargó en la puerta e imitó la postura de Voldemort. Achicó un poco los ojos y sonrió cuando sintió una leve punzada en su frente.

–No podrás entrar. –Dijo el chico –Soy experto en Legeremancia y Oclumancia, Lord Voldemort, deberías saberlo bien.

–No deseaba entrar en tus pensamientos, solo quería saber qué tan poderoso eres. –Dijo a modo de disculpa Voldemort –Pediste verme, joven Black. Te escucho.

Sirius suspiró y fue directo al grano.

–Secuestraste a mi esposa para conversar y le dijiste muchas cosas. –Comenzó Sirius –Sugeriste conocer el hechizo que contiene el Desiluminador, que a estas alturas ya sabes que es el artefacto encargado de hacerla dejar esta época y regresar a la suya.

–Es una maldición. –Corrigió Voldemort como el perfecto sabelotodo que era –Y estoy casi seguro de conocer su naturaleza, aunque tendría que verlo y examinarlo. Sería una lástima que Hermione nos dejara.

–¿Tienes entonces alguna idea de qué es esa cosa? Me refiero a… ¿quién lo hizo, cómo se activa? –Preguntó Sirius comenzando a ponerse ansioso.

–Ya te dije, no puedo estar completamente seguro sin verlo, pero es una maldición poderosa, y por los recuerdos que vi de Hermione, hay sangre involucrada, se lo dije a ella. Y solo una persona pudo ser capaz de hacerlo.

Sirius entrecerró los ojos.

–¿Dumbledore, Alastor quizá?

Voldemort negó.

–Un Black.

Sirius negó incrédulo.

–¿Sugieres que yo lo hice? ¿Te atreves a insinuar que fui yo quien maldijo a Hermione? –Preguntó el pelinegro ofendido.

–No lo sugiero, de eso estoy seguro. –Contestó el mago cambiando de postura –Hermione emana magia oscura, y también está marcada con la maldición. Si tuvieses tu mente en frío y no siempre tan exaltada podrías notar que ella tiene una marca física. Es tu esposa, ¿acaso no la miras bien?

Sirius se tensó un poco e intentó recordar alguna marca en Hermione, pero no lo conseguía.

Voldemort elevó su brazo izquierdo y le señaló el antebrazo.

–Es delicada, seguro si le preguntas no recuerda cómo se hizo aquella cicatriz. –Explicó.

Sirius negó.

–Yo no le haría daño. –Dijo Sirius.

–Eso también lo sé, por eso estás aquí, conversando de manera racional conmigo. –Contestó Voldemort –Pero nunca dije que fuiste tú, fue el Sirius de su época, aquel que no se parece en nada al mago que está frente a mí.

Sirius se separó de la puerta y se sentó en un polvoriento sillón.

–Supongamos que te creo. –Dijo mirando directamente a Voldemort –Que todo lo que dices es cierto… ¿Puedes evitar que Hermione se vaya? –Preguntó con una nota de histeria en la voz.

Lord Voldemort suspiró y arrugó sus labios antes de responder.

–Las maldiciones suelen ser irreversibles, están destinadas a ser lo que son. Además, no puedes detener el tiempo, pero podría intentar descubrir cómo funciona el Desiluminador y encontrar alguna forma de extender su tiempo en esta época y aplacar los malestares.

–¿Qué malestares? –Preguntó Sirius con curiosidad.

–La maldición comenzará a afectarla a medida que se acerque el tiempo de volver.

–¿Y si se creara otra maldición para retenerla en esta época, a mi lado? –Inquirió Sirius muy serio.

Lord Voldemort sonrió.

–Realmente estás dispuesto a hacer cualquier cosa a cambio de tenerla a tu lado. La amas.

–Es mi vida. –Respondió Sirius.

–¿Romperías el juramento a los Aurores y al Ministerio?

Sirius se paró y se puso muy cerca de él para responderle.

–No rompería mis principios, pero hay concesiones a las que se pueden llegar sin tener que traicionarme a mí mismo.

–Ya veo. –Dijo Lord Voldemort y pensó unos segundos –¿Te unirías a mí, trayendo contigo a toda tu familia?

El chico negó.

–Eso jamás y lo sabes. Solo pedí hablar contigo porque eres conocedor de las artes oscuras de una manera única, al nivel de mi familia, pero a diferencia de ellos, estas dispuestos a transgredir todo lo que se interponga en tu camino. –Explicó Sirius.

–Entonces, ¿qué me ofreces a cambio de ayudarte a ti y tu joven esposa?

Sirius sonrió.

–¿Qué más quieres que no sea unirme a tu causa? –Preguntó.

Voldemort ni siquiera tuvo que pensarlo.

–A Bellatrix.

En cuanto pronunció el nombre de su prima, a Sirius le subió la bilis por la garganta. Odiaba a esa maldita bruja. Pasó una mano por su cabello.

–No debes responderme ahora, tómate el tiempo que necesites para pensarlo. –Propuso Lord Voldemort –Finalmente el tiempo a quien persigue es a Hermione, no a mí.

Sirius tragó pesado y asintió.

–Y si puedes consigue el Desiluminador.

Ambos se saludaron levemente con un gesto de sus cabezas y Sirius se giró para salir nuevamente al pasillo.

Con la mano en el pomo de la puerta y sin girarse, realizó una pregunta más a Lord Voldemort.

–¿Qué sientes por Hermione?

Lord Voldemort que estaba con un libro en la mano quedó desconcertado por la pregunta, pero conocía la respuesta, así que fue sincero.

–Comenzó siendo un peligro, pero hoy más que nunca me gustaría tenerla a mi lado, a ella y los Black. Solo eso me aseguraría el triunfo por sobre todos. –Respondió –La admiro y me causa curiosidad, incluso podría decir que le tengo cierto afecto.

Sirius salió al pasillo y dejó que Severus lo llevara de vuelta a la calle.

Caminó por el frío una vez más y en cuanto encontró un callejón desolado se apareció en el Londres muggle más céntrico. Entró a una cafetería y desayunó algo.

Su cabeza estuvo todo el día en la conversación con Voldemort, e incluso evitó a propósito a Hermione en el Ministerio durante todo el día, no quería que ella lo notara extraño.

Llegó a casa pasadas las ocho de la noche. Cuando cruzó la chimenea vio a Hermione sentada en el suelo contra una de las paredes, había estado llorando.

La chica lo miró con desconfianza.

Sirius se sentó a su lado y la miró entendiendo que él algo tenía que ver con sus lágrimas.

–Cuando desperté en la madrugada no estabas, te busqué por todos lados y me asusté mucho. –Comenzó diciendo la castaña –Me quedé más tranquila cuando leí una nota tuya, pero Dorcas se fue hace una hora, trajo al pequeño Orion, y cuando le pregunté si estaba muy cansada por la redada, me dijo que hoy no hubo ninguna redada, que Alastor estuvo todo el día en el Ministerio. –Hizo una pausa –Pero, yo no tenía cómo saberlo, estuve todo el día encerrada en el despacho de Dumbledore. –Una nueva pausa –¿Por qué me mentiste, Sirius? ¿Dónde estabas?

El pelinegro rehuyó un segundo su mira, sin embargo, lo mejor era decirle la verdad.

–Me reuní con Tom. –Contestó con seguridad y mirando a Hermione directo a los ojos.

La chica buscó algún indicio de broma, pero no había nada, él no mentía.

–¿Qué hacías con él? –Exigió saber en un susurro.

Sirius le contó todo, sin omitir nada. Hermione lo escuchó en completo silencio y aguantando las ganas de vomitar y llorar.

Cuando Sirius terminó se paró con cuidado y caminó hasta el sillón para sentarse. Sirius la siguió y se volvió a sentar al lado de ella.

–¿Cómo puedes creerle? ¿Por qué fuiste con él? Tu padre dijo que no debíamos ceder ante sus presiones. –Susurró Hermione con dolor en la voz.

–No quiero que me dejes, no lo soportaría, y estoy dispuesto a lo que sea, Mione. –Contestó con sinceridad Sirius y secó las lágrimas que caían por su rostro –Y ni mi padre, ni Dumbledore nos han ayudado en todo este tiempo, al menos no ha encontrar una solución.

–Tu padre me ayudó a recordar. –Contraatacó Hermione.

–Pero desde el principio nos dijo que no hay nada para hacer, sé que nos ayuda y que quiere aliviar el dolor de lo que significa tu viaje y el hecho que debas regresar, pero eso no es una solución.

–Grindelwald es el mago más tenebroso de la historia y tampoco tiene una solución, ¿por qué piensas que Tom sí la tendrá? –Preguntó la castaña con su cabello entre sus manos.

–Porque es peor que Grindelwald y te necesita, él tiene cierta obsesión por ti, es una admiración extrema.

Hermione se giró a Sirius y también secó su rostro.

–¿Hablas de unirnos a él? ¿Sabes que también quiere a tu padre, a tu hermano y a Dorcas de su lado? –Preguntó la castaña –¿En serio ahora seremos Mortífagos y traicionaremos todo en lo que creemos?

Sirius negó.

–¿Qué te pidió entonces?

–A Bellatrix. –Contestó Sirius cerrando los ojos.

Hermione negó.

–No lo puedes hacer, Sirius. Escúchame… –tomó su rostro y lo obligó a mirarla –Encontraremos una solución o una opción, algo más habrá para hacer.

Sirius se separó de ella y negó.

De pronto recordó las dos cosas que más lo atormentaban de su conversación con Lord Voldemort. Se giró a la castaña y la miró con gesto dolido.

–Dijo que yo creé el Desiluminador y te maldije.

–También me lo dijo, te lo conté. –Dijo Hermione –Y tu padre en muchas ocasiones ha sugerido que es magia muy oscura...

–Pero hay algo más, Mione. –La interrumpió y se acercó nuevamente a ella –Dijo que tienes la marca de la maldición de forma física en tu cuerpo.

Hermione se alejó un poco y movió su cabeza.

–Está mintiendo.

Sirius la atrajo nuevamente con él y levantó la manga izquierda de su blusa, giró su antebrazo y miró con cuidado. Desde la muñeca hasta casi la altura del codo se extendía una fina línea que era la perfecta cicatriz que dejaba una herida causada con un puñal. El chico marcó el camino de la cicatriz que era apenas visible, estaba casi del mismo color de la piel de Hermione.

–¿Cómo te hiciste esta cicatriz? –Preguntó el pelinegro.

Hermione balbuceó unas palabras sueltas e inconexas y finalmente movió su cabeza frustrada.

–Yo… no lo sé. –Reconoció.

Se puso en pie y se dirigió a la cocina. Sacó un vaso y lo comenzó a llenar de agua. Intentaba pensar y recordar, pero no lo conseguía. De pronto imágenes sueltas comenzaron a llegar.

Sirius estaba recostado en el marco de la puerta de la cocina, esperando.

–¿Cómo? –La presionó.

–Estoy intentando, Sirius. –Contestó molesta Hermione.

–Es imposible que no recuerdes cómo te hiciste esa cicatriz, dime cómo, Hermione. –Volvió a exigir.

La castaña se comenzó a alterar y perder la paciencia.

–¡No sé! No recuerdo bien. –Su voz salió en un grito.

–¿Qué recuerdas? –Continuó Sirius acercándose a ella y dejándola pegada contra uno de los muebles.

Hermione respiraba agitada.

–Recuerdo a Harry, él… me dijo que me caí. –Respondió atropelladamente.

–¿Dónde te caíste? –Exigió saber Sirius.

Hermione lo miró desorientada y balbuceó nuevamente. Cada vez apretaba más fuerte el vaso entre sus manos. Había comenzado a sollozar.

–Es que no lo sé, no lo recuerdo, solo recuerdo a Harry y lo que me dijo. –Contestó la castaña.

–¿Qué dijo Harry entonces?

Hermione se comenzó a sentir mareada, el aire le faltaba y podría jurar que tenía fiebre.

–Yo desperté y entonces estaba Harry a mi lado, en Grimmauld Place. Estaba en la habitación que utilizaba cuando iba allí… y yo, tenía mi mano y brazo vendado. –Comenzó a explicar –Y le pregunté a Harry qué había ocurrido y él dijo que cuando llegó Sirius y Dora me estaban vendando, que había caído por las escaleras con unas cosas de vidrio y me había cortado.

Sirius maldijo el momento en que Lord Voldemort tenía razón, ella no recordaba nada, solo recordaba lo que le habían dicho.

–¿Te caíste por las escaleras de Grimmauld Place con cosas de vidrio y solo te dañaste el brazo? –Preguntó incrédulo Sirius.

Hermione se puso más nerviosa al entender lo estúpido que eso sonaba y se esforzó más aún por recordar, pero no conseguía visualizar el momento en el que ella caía por las escaleras o siquiera cuando estaba llena de sangre. No podía.

Continuó presionando el vaso, hasta que se reventó en sus manos y los vidrios saltaron en todas direcciones.

Sirius se asustó en cuanto vio la sangre corriendo por sus manos y se apresuró en presionar su mano izquierda que era la más herida. La llevó hasta la sala, pero Hermione cedió ante su peso a medio camino. El pelinegro se arrodilló a su lado, pero ella solo miraba la forma en que Sirius sostenía su mano que sangraba copiosamente.

Su mirada se nubló y se sostuvo a Sirius lo mejor que pudo, dejando marcas de sangre en su ropa. Estaba medio desmayada, pero continuaba consciente, aunque su cabeza dolía como los mil demonios. Sirius entendió que estaba recordando y la acunó en sus brazos, y sin pedir permiso, porque sabía que era de extrema urgencia conocer ese recuerdo, entró en su mente para ver lo mismo que ella y al mismo tiempo.

Hermione ordenaba los libros que había sacado de la biblioteca del número 12 de Grimmauld Place cuando Sirius entró con una bandeja con comida. Ella le sonrió y dejó lo que estaba haciendo. Se acercó y se apresuró a tomar un vaso con jugo de calabaza, sin embargo, Sirius se adelantó y le pasó el más lleno.

Llevas horas encerrada aquí, seguro tienes hambre. –Explicó.

Ella asintió y empezó a beber jugo, además de comer las deliciosas galletas que preparaba Kreacher.

He estado leyendo unos libros de tu padre, –comentó muy animada desde el suelo, donde estaba sentada –hay mucho sobre viajes en el tiempo, es realmente interesante, creo que si tengo alguna noción puede ayudar cuando llegue el momento.

Sirius asentía y sonreía levemente a cada comentario que Hermione hacía.

De pronto la castaña se sintió algo mareada y su vista se nubló. Intentó pararse, pero solo logró hacer un desastre a su alrededor, tirando todo en el suelo y ensuciando la alfombra.

Sirius… –Llamó la chica preocupada –No estoy bien…

Sirius no contestó.

Hermione se arrastró temblorosa por el suelo, únicamente sujetándose de la alfombra, hasta que llegó donde se había volteado lo que quedaba de su jugo de calabaza y pudo sentir el intenso olor a poción e identificar algunos ingredientes.

¿Reconoces qué tipo de poción es? –La voz de Sirius sonaba amortiguada, era casi un susurro.

La castaña sentía su lengua y labios dormidos.

Es una poción paralizante y también de confusión. –Contestó la castaña –¿Qué pasa, Sirius… estás bien? Quizá Kreacher se equivocó y…

No podía seguir hablando. Sintió que alguien se movía a su lado y segundos después se esforzó por abrir sus ojos cuando reconoció que eran los brazos de Sirius los que la sostenían. Estaba con su cuerpo medio recostado sobre el de Sirius. Apenas conseguía pensar con claridad, pero su instinto estaba alerta, buscó su varita a tientas en su bolsillo cuando vio que Sirius estaba en perfectas condiciones.

Te quité tu varita en cuanto entré, ni siquiera lo notaste, estabas cansada y tenías hambre. –Explicó el hombre con su rostro completamente serio.

Hermione no entendía qué estaba ocurriendo, pero sabía que no era nada bueno, lo podía presentir. Intentó zafarse de los brazos de Sirius, pero fue en vano.

Sabía que si intentaba aturdirte, seguramente serías más rápida y terminaría contra una pared inconsciente. –Reconoció el mago en un susurro –Pero con una poción sería simple, tardaría más, pero podía intentar confundir tus sentidos. El jugo de calabaza es perfecto para aromatizarlo, ni siquiera te diste cuenta.

Por las mejillas de Hermione comenzaron a rodar gruesas lágrimas.

¿Qué haces? –Preguntó con un hilo de voz.

Vio de reojo que Sirius sacaba un elegante puñal de su bolsillo.

Se acerca el día en que tendrás que realizar el viaje, y debo asegurarme que volverás, que nada malo te pasará.

¿Por eso me atacas? –Preguntó la castaña sollozando.

Sirius negó.

Decenas de hechizos te llevarán al pasado, pero traerte de vuelta será aún más difícil, casi imposible y muy riesgoso para ti.

Es un riesgo que acepté. –Razonó la chica –Además, puedo quedarme.

Sirius la miró con profundidad antes de responder.

Debes volver porque si no lo haces te comenzarás a debilitar y morirás, entonces desaparecerás para siempre, porque si no existes en el pasado, por más que nazcas, jamás existirás en el futuro.

El sollozo de Hermione fue profundo y apenas audible.

La única forma de que vuelvas a salvo es mediante una maldición. –Explicó Sirius con dolor en su voz.

¿Qué maldición? –Exigió saber con un hilo de voz la castaña.

Una de sacrificio. –Contestó el hombre.

Hermione intentaba unir las piezas, pero su adormecido cerebro no lo conseguía.

Te amo Hermione, y sé que me amas, y lo más probable es que cuando realices el viaje nos volveremos a encontrar, y no sé qué suceda, pero pase lo que pasé te volveré a perder. No hay forma en que en este momento podamos estar juntos, y tampoco lo que exista en el pasado podrá perdurar.

¿Qué quieres decir? –Susurró la chica con un inmenso dolor en su corazón.

En esta época no te puedo amar, no tenemos oportunidad de ser felices, es por eso que viajas, para cambiarlo todo, incluida nuestra historia. –Comenzó contando con profundo dolor –Si en el pasado no te dejo ir y te retengo a mi lado, morirás. –Explicó Sirius en un susurro –Por lo tanto, la única forma en que quizá tengamos una oportunidad, es que vuelvas del pasado al futuro, a tu verdadero presente.

Entonces, ¿tendrás que sacrificar nuestro amor una segunda vez? –Preguntó la chica cada vez más atolondrada.

Así es, Hermione. –Confeso Sirius –Seré yo y nadie más el que deba dejarte partir.

Pero volveré… –Dijo Hermione agitada y apenas respirando –Y entonces todo será igual… solo los años se interpondrán.

En el momento en que te deje partir, hay una gran posibilidad de que nunca recuerdes nada. Nacerás, crecerás y tendrás una nueva vida, pero no hay certeza de que tus recuerdos regresen. Será tu cuerpo, pero no tu mente y alma.

Hermione miró a sus ojos grises y negó.

No iré.

Si estamos destinados a estar juntos, nos volveremos a encontrar y recordarás, tus recuerdos y tus sentimientos volverán al cuerpo de la Hermione que nazca en 1979.

La castaña negó.

No me arriesgaré.

Pero yo sí. –Respondió Sirius decidido –Esto será lo que te traiga de vuelta. –Dijo enseñándole el Desiluminador de Dumbledore –Tendrá tu sangre, la cual debo tomar por la fuerza y de esa forma maldecirte, por lo que si te atreves a tocarlo te quemará. –Explicó ante la cada vez más desesperada Hermione –Y en el pasado se activará únicamente con mi sangre, entregada voluntariamente, siendo reflejo del sacrificio que estaré dispuesto a hacer por amor. Cambiaré mi corazón por tu vida, Hermione. Y al estar tu sangre maldita, se purificará con mi sacrificio, solo entonces regresarás. Así que si lo toco en el pasado, me quemará.

La chica negó y una vez más intentó alejarse, pero no tenía fuerzas, en cualquier minuto se desmayaría.

Sirius la abrazó con fuerza y con rapidez hizo un corte profundo desde su muñeca hasta su codo.

Hermione emitió un grito de absoluto dolor, mientras Sirius pronunciaba el maleficio. Su piel comenzó a arder como si estuviesen poniendo fuego sobre ella.

Quizá fueron segundos, pero para Hermione pareció una eternidad.

Cuando por fin todo acabó miró su brazo que sangraba sin parar. Se sentía débil y tenía fiebre.

Sirius la tomó firme entre sus brazos y salió de la biblioteca. Comenzó a bajar la escalera y tiró unas cuantas cosas de vidrio a su alrededor. En el último escalón de la escalera de sentó y la dejó recostada en el frío suelo.

Le diré a Dumbledore… –Susurró Hermione –No olvidaré esto Sirius… no te perdonaré…

No le dirás nada a nadie. –Contestó Sirius con tristeza –Cuando despiertes no recordarás nada y creerás lo que te digamos que ocurrió.

Acto seguido vertió con mucho cuidado el líquido que contenía un pequeño frasco entre sus labios.

Poción del olvido, aunque mejorada. –Explicó.

Hermione lentamente fue perdiendo del todo la consciencia y solo sentía el frío suelo y los espasmos producto de la fiebre.

Todo era silencio, estaba sola.

Una puerta fue azotada y se escucharon los gritos de Walburga Black. Alguien entraba.

Poco a poco comenzó a olvidar todo. ¿Qué hacía tirada en el suelo y por qué su brazo dolía tanto?

¡Hermione!

Un grito femenino la hizo sobresaltarse.

¿Qué demonios te pasó? –Preguntó la dulce voz de Dora –¡Sirius ayúdame, Hermione tuvo un accidente!

Pasos resonaron en la escalera, alguien corría.

Seguro cayó por la escalera. –Indicó la voz de Sirius –Debemos llevarla arriba.

¿Caer? –Preguntó su amiga incrédula –¿Cuándo caes te da fiebre y solo te dañas un brazo?

¿Qué insinúas Nymphadora? –Preguntó con voz afilada Sirius.

No me digas Nymphadora. –Siseó la chica de vuelta y ambos la subieron hasta su habitación.

Hermione en ese momento dejó de escuchar y despertó a las horas, era de noche. Lo primero que vio fue el rostro de Harry.

Vaya susto, Hermione. –Dijo su mejor amigo.

¿Qué pasó? –Preguntó la castaña con voz entrecortada.

Estuviste todo el día en la biblioteca, Sirius nos contó. –Comenzó a contarle Harry –Y luego bajaste con libros y unas cosas de vidrio, tropezaste y rodaste por la escalera. Es una suerte que solo tu brazo resultara herido.

Al finalizar tenía una sonrisa dulce en el rostro.

Hermione se sobresaltó cuando mencionó a Sirius, por alguna razón necesitaba verlo y al mismo tiempo lo quería lo más lejos posible. Era una sensación de desconfianza que atribuyó al golpe y a la confusión.

Los iré a buscar, está en la Biblioteca con Remus y Dora… últimamente esa bruja anda muy alterada. –Comentó riendo su amigo y salió de la habitación.

Hermione quedó sola y de cierta forma con un vacío inexplicable en su corazón.

Sirius quitó un mechón de cabello del pálido rostro de Hermione. Llevaba dos horas observándola dormir. Se había desmayado en sus brazos en cuanto había terminado el recuerdo. Un recuerdo al que Sirius no quería dar crédito.

No quería pensar o analizar lo que había visto. Simplemente se negaba a creerlo.

Arropó un poco más a Hermione y él siguió recostado a su lado en la enorme cama matrimonial.

La chica se removió y lentamente abrió los ojos, y se topó enseguida con los ojos grises de Sirius. Soltó un suspiró contenido de desesperación y se abrazó a él como si toda su existencia dependiera de ese solo gesto.

–Tranquila, estás bien, conmigo. –Susurró Sirius.

–Lo recordé. –Sollozó Hermione –Sé que lo viste, dejé que lo hicieras, no tenía fuerzas. –Reconoció –Dime que es mentira.

Sirius asintió.

–Haremos que no sea verdad. –Prometió sin saber si podría cumplir su promesa, pero al menos se esforzaría en que así fuese.

Hermione más tranquila se sobresaltó cuando sintió que se alejaba de ella.

Sirius fue hasta el tocador de Hermione y llevó consigo las dos cartas que por semanas habían estado evitando. La castaña se sentó en la cama y tomó la que el pelinegro le tendió. Él se sentó a su lado y la miró con una pequeña sonrisa.

–Necesitamos respuestas, Mione, y el único que nos las puede dar es el maldito de Sirius Black. –Dijo con certeza Sirius –Yo jamás te haría daño, y si en algo estamos de acuerdo es en lo mucho que te amo, pero no solo daría mi corazón, yo daría mi vida por ti.

Hermione se refugió en los brazos de su Sirius y al mismo tiempo abrieron las cartas que finalmente sí habían explotado, solo que en forma de recuerdos.

Travesura realizada…

Nota de Autora: ¡Hola preciosas! ¿Cómo han estado? Espero que super super bien.

Bueno, he aquí con un nuevo y creo que emocionante capítulo. Este es ESE capítulo que explica mucho, de hecho los recuerdos de Hermione nunca han estado en orden, este sería algo así como uno de los primeros desde que se le comenzaron a "ocultar cosas". En el próximo capítulo estará el contenido de las cartas y quizá se entienda un poco mejor la descripción de "sacrificio" y por qué era la única salida. Siempre preferí que primero fuese el recuerdo y luego las cartas, según yo queda mejor.

Ahora hay muchos temas, pero los fundamentales son: ¿Quién los ayudará ahora? ¿Gellert, Voldemort u Orion? ¿Hay una salida a todo esto? ¿Tiene que realmente volver? ¿Volverá siendo ella? ¿Puedo su amor trascender el tiempo? Sé que en este momento odian al Sirius del pasado o futuro según se vea o lo entienden quizá… Denle tiempo hasta las cartas, por piedad. Yo personalmente amo a su Sirius, al de los 70'. Esto y mucho más… ¡en el próximo capítulo!

Chicas, las adoro mil, a todas, a las que leen y comentan, a las que leen en las sombras, a las que desde que comenzó esta historia continúan y a la nuevas que se suman a la locura. Mil gracias a todas por el apoyo, las palabras y por leerme, obvio. Espero sus comentarios e impresiones en los Reviews.

Agradecimientos mega especiales a: Mademoiselle Narcissa (tranqui, el final lo tengo planeado desde que comenzó y cada capítulo es un nuevo paso al desenlace, pero no soy tan loca para quitarle la lógica y mandarme un GOT. Para mí todo debe tener un por qué y una razón fundamentada. Punto aparte… Esa serie no tiene punto intermedio, o la aman o la odian. Yo no la he visto, me hice spoiler y mucho no puedo opinar porque vi el final, pero mis amigos estaban destrozados); Kika Lestrange (Las cartas tienen más respuestas que interrogantes, solo deben decidir qué hacer… ¿lo correcto o lo que quieren?); Mitzuki19 (Jajajajajaja por favor, no soy una criminal jajajajaja Realmente me sonrojo con tus comentarios, muchas gracias, y por favor guarda uñas e instinto de supervivencia para los otros capítulos); MesalinaBlack (Todo tu review era un spoiler jajaja Sí, estamos en la recta final, de hecho ya se acerca Harry *gritos*. Lo más fundamental lejos son los recuerdos, eso lo hace todo, y ya con las cartas se terminará de armar todo. Y la sangre es de ambos, solo que dependiendo la época es quien lo activa, chan chan).

Mis preciosas que tengan una excelente semana y nos leemos en el siguiente capítulo.

¡Besos!