DISCLAIMER: Todo lo reconocible pertenece a George R.R. Martin y a los productores de la serie, el resto es mío.

AVISO: Este fic participa en el reto 80/"ABC" del foro Alas Negras, Palabras Negras".

Personaje: Sandor Clegane.

Número de palabras: 372.


Sufrimiento.

A veces pensaba en ella.

Recordaba la primera vez que la vio, de pie al lado de sus hermanos. Entonces no era más que una niña inocente. En cierto modo, todavía seguía siendo una niña, pero no pasaría mucho tiempo hasta que le arrancaran la inocencia del alma.

Cuando cerraba los ojos, la veía arrodillada ante Joffrey, suplicando por la vida de su padre. Como si con una sonrisa bonita y un poco de humillación pudiera arreglar el mundo.

El primer golpe que le dio la vida llegó al mismo tiempo que sesgaban la vida de su padre. Ned Stark, siempre tan recto, siempre velando por su familia, había terminado con su cabeza clavada en una pica. Su hija se había deshecho el rostro llorando, pero no había derramado una lágrima en presencia de Joffrey. El pequeño bastardo no se merecía ni una de sus lágrimas. Por mucho que le costara, Sandor había admirado su determinación cuando quiso acabar con su vida empujándolo al vacío, aunque ella también muriera. Una decisión estúpida, pero valiente.

Pero Sandor no podía dejar que una cara tan bonita quedara destrozada contra el suelo. Sin contar que el bastardo del rey podría haber sobrevivido. No, demasiados inconvenientes.

El pajarito había aguantado golpes, humillaciones y burlas. Y Sandor siempre cerca, siempre velando, aunque ella no lo supiera. La sangre le hirvió cuando vio a aquella escoria intentando violarla. Si él no osaba tocarla, esos puercos no pondrían un sucio dedo en ella.

La había contemplado quebrarse y desmoronarse pedazo a pedazo. Hasta se había ofrecido a llevarla con él cuando se había hartado de toda aquella pantomima de mierda. Por un momento había mantenido la esperanza de que aceptaría. Al fin y al cabo, y para su propia sorpresa, no pensaba pedirle nada a cambio por su protección.

Él podría mantener a los monstruos a raya, si era capaz de pasar por alto al propio Sandor. Podría ahorrarle tantas lágrimas y dolor... pero su pajarito era terca.

No había querido ir con él, y no había nada más que Sandor pudiera hacer. Si creyera en los dioses, les hubiera rezado porque la protegieran de todo lo que estaba por venir.

Lástima que esos bastardos fueran unos malditos sádicos. No había más que ver su cara quemada y el saldo de muertos que llevaba a las espaldas.