Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation, no hago esto con fines lucrativos.


El amor no tiene edad

Capítulo 3

—¡Koushiro! ¡Qué gusto que ya estés de vuelta!

Cuando su madre salió a recibirlo al genkan, el pelirrojo supo que algo ocurría. No era que nunca saliera a recibirlo, por el contrario, Yoshie siempre había sido extremadamente amorosa y atenta con él, pero la sonrisa en su rostro auguraba alguna novedad y como siempre, no tuvo que esperar mucho para saber.

—Tienes una visita. Está en tu habitación.

Aquello lo sorprendió. Sus amigos nunca iban sin avisar.

—Gracias —sonrió, decidiendo en el último segundo no preguntar de quién se trataba.

Caminó por el pasillo barajando todas las posibilidades que existían. Taichi sin duda encabezaba la lista. Mimi estaba prácticamente descartada porque casi nunca iba verlo. Siempre llamaba o pedía que salieran a algún lugar. ¿Sora? No era de las que se presentaban sin avisar a menos que algo grave ocurriera y por el rostro de su madre podía intuir que no se trataba de nada así. De ser el caso, ella lo hubiera percibido en su amiga y se lo habría advertido.

Abrió la puerta y se encontró con un chico rubio sentado a los pies de su cama. Probablemente la que hubiera sido su penúltima opción antes de Jou, que solía estar muy ocupado para hacer visitas exprés.

—Yamato.

El aludido alzó la cabeza al oír su nombre y se levantó de inmediato con gesto avergonzado, lo que era extraño en él.

—Koushiro. Lamento presentarme así. Iba... yo estaba afuera porque no quería incomodar y sabía que todavía no llegabas a casa, pero tu madre salió a comprar y me vio.

—Está bien. No me molesta. ¿Cómo sabías que no estaba?

—Tu mamá también insistió en dejar esas galletas y el jugo, pero... —continuó como si no lo hubiera oído.

—No te gustan las galletas —complementó Koushiro, y el rubio cabeceó en asentimiento.

Yamato siempre había tenido una extraña relación con su madre y con las madres del grupo en general. Siendo todo lo serio y compuesto que era, solía convertirse en alguien torpe y penoso cuando Yoshie o la madre de Mimi, que eran las más cariñosas, le ofrecían cosas.

Koushiro, con lo poco que sabía, no veía a Natsuko siendo ese tipo de progenitora; del tipo que hornea galletas o atiende a tus amigos, ni siquiera cuando vivían todos juntos. Por eso lo entendía.

—No quiero ser maleducado.

—No te preocupes. Ya me las comeré yo y ella no se enterará de nada. Entonces...¿qué te trae por aquí? —preguntó haciéndole un gesto con la mano para que volviera a sentarse sobre la cama mientras él se dirigía a la silla del computador y la giraba para quedar enfrente.

—Vine a hablarte de algo.

El pelirrojo lo observó en silencio, esperando a que continuara. Se sentía profundamente curioso porque, valía la pena repetirlo, Yamato no era de los que te visitaban porque sí ni tampoco de los que pedían favores, a menos que estuviera al borde de la muerte, hipotéticamente hablando.

—Es... sobre Jun —comentó un tanto incómodo, lo que no hizo sino extrañar más al otro.

—¿Sobre...Jun? —No pudo evitar que su voz temblara un poco—. ¿Qué podrías...? —Quiso preguntar a qué venía ese tema tan repentinamente, pero no hizo falta pues lo entendió solo y la vergüenza inundó cada uno de sus poros—. ¿Cómo te enteraste de lo de Jun? —preguntó en su lugar apartando la mirada. Ya tenía una buena teoría al respecto, sin embargo, no era de los que prejuzgaran, o al menos intentaba no hacerlo.

—Simple. Mimi le contó a Hikari y ella me contó a mí. No puedes culparle. Es una Yagami después de todo, aunque a veces no lo parezca.

Cuando Koushiro se atrevió a mirarlo de nuevo, le sorprendió ver una suave sonrisa delineada en su labios. Apenas era perceptible pero ahí estaba, como si la idea de que su novia fuera un poco chismosa lo divirtiera, siendo que él odiaba los rumores y ese tipo de cosas.

—¿Y eso qué quiere decir?

—Que ser un poco chismosa está en sus genes.

Se miraron largamente en silencio hasta que comenzó a hacérseles incómodo. Ninguno era bueno haciendo contacto visual exactamente, y menos sosteniéndolo por tanto tiempo.

—Escucha. Vine porque pensé que podías necesitar un consejo y no soy el mejor dándolos, pero... al menos puedo intentarlo. Así que aquí va mi mejor intento —inspiró e hizo una pausa, cualquiera pensaría que para añadirle drama a la situación, salvo porque él no era de esos—. Solo sé tú mismo.

Koushiro se quedó mirándolo sin decir nada por varios segundos. Luego pestañeó y su ceño se frunció progresivamente.

—¿Te burlas de mí? —preguntó a pesar de que Yamato tampoco era de esos. Más bien eran Taichi y Takeru a quienes les gustaba reírse a costa de los demás y si bien el rubio mayor solía ser sarcástico, su humor era más directo y menos delicado porque no escondía sus intenciones.

—Kou, sé que suena absurdo y trillado. Una típica frase de esa basura comercial que te venden en las librerías como libros de autoayuda. Primero tienes que quererte y bla bla bla. Pero créeme. No hay mejor receta.

—Puede que a un tipo rubio y atractivo como tú le funcione, pero a mí…

—No a todas las chicas les gustan los rubios. —Enarcó una ceja como si la idea de que se diera aquello por supuesto lo molestara.

—Pero a esa chica sí.

—Claro que no. Estaba obsesionada, eso es diferente. Y pasó hace años. ¿De verdad crees que ella iba todos los días a la biblioteca porque sí? Porque como yo lo veo, lo hacía para encontrarse contigo.

—¿De verdad lo crees?

Yamato asintió.

—Así que, si quieres comprobar mi teoría, ve e invítala a una de esas convenciones de frikis a las que te gusta ir. Sin ofender.

—No me ofende.

—Si dice que sí tiene que ser porque le gustas. No veo otra razón para que acepte.

—De acuerdo, eso sí me ofende un poco.

—Lo siento. —Yamato siempre ponía una mueca extraña cuando se disculpaba, como si hubiera roto algo, el jarrón favorito de su mamá por ejemplo, aunque Natsuko no parecía de las mujeres que tuvieran jarrones ni el rubio de los que los rompían.

—¿Y si dice que no?

—Podrás dar un paso al lado y seguir tu camino. No hay nada peor que quedarse con la duda.

—¿Eso fue lo que te impulsó a confesarle tus sentimientos a Hikari?

Los ojos de Yamato se dilataron por la sorpresa. Resultaba evidente que no se esperaba aquella pregunta, aunque no se veía exactamente molesto.

—Lo siento, no... —Intentó disculparse Koushiro, a sabiendas de que muchas veces pecaba de curioso. A pesar de lo que pudiera parecer, respetaba mucho la vida privada de sus amigos.

—¿Quién dice que yo fui el que se confesó? —Esta vez el sorprendido fue el pelirrojo ante semejantes palabras.

—Oh, creí…

—Todos lo creyeron, pero soy más cobarde de lo que piensan. Quieres saberlo, ¿cierto?

—Nadie lo sabe. Cómo fue que ustedes...

—Está bien. Puedo contártelo si eso te va ayudar —suspiró y se quedó en silencio por tanto tiempo que Koushiro creyó que finalmente no le diría nada—. Es difícil explicarlo, ya sabes. No tengo claro cómo comenzó... solo una idea aproximada. Fue más o menos cuando Taichi, el "guardián", estaba demasiado ocupado con los estudios y con Sora. Empezó a dejarme plantado y de alguna forma terminaba siempre sentado en su sofá, con Hikari ofreciéndome algo para beber.

»Como sabrás, ella y yo no teníamos mucha relación antes, por lo que resultó incómodo al principio. Largos silencios y todo eso, aunque el más incómodo era yo. Hasta que un día empezamos a hablar. Hikari me hizo una pregunta sobre mi banda, le respondí y... solo se dio. Así que seguí visitando la casa de los Yagami, pero aunque decía que era por Taichi, iba por ella. Lo hice hasta que me di cuenta de lo que estaba haciendo y de que mis sentimientos no eran tan fraternales como quería creer.

—Lo recuerdo. La época en que Taichi reclamaba que ya no lo visitabas y tú decías que para qué ibas a ir si nunca estaba.

—Exacto. Estaba... confundido y no sabía si yo le gustaba a Hikari.

—A todas les gustas.

—Claro que no. Muchas chicas se sienten atraídas por mí, pero eso es diferente. Hikari y Takeru tienen eso en común. No son la clase de personas que se fijen solo en una apariencia, por eso no podía saber si Hikari sentía algo por mí o estaba siendo amistosa como con todos, y preferí hacerme a un lado.

—Entiendo.

—Así que tomé distancia. El problema fue que Hikari empezó a aparecer en todas partes. Siempre estaba y se hacía notar. Nos encontrábamos en los lugares más insólitos.

»Llegué a pensar que me estaba acosando, pero no me pegaba mucho con ella y al final me di cuenta de que a veces las personas son invisibles hasta que simplemente decides verlas. Al fin y al cabo ella siempre estuvo. Por lo menos estaba en casa cada vez que iba a ver a Taichi, y te hablo desde hace años. Solo que ahora la notaba y me molestaba porque no podía quitármela de la cabeza. Hasta que un día no pude más. La agarré del brazo y la besé. Esperaba que me golpeara, pero no lo hizo. Cuando me separé solo dijo: Te habías tardado.

—Entonces sí era a propósito.

—Lo era. Pude ser el que dio el primer paso y todos parecen conformes con esa suposición, pero ella fue la que me impulsó a darlo. Por eso, de la forma en que yo lo veo, Hikari fue quien se confesó. Lo que trato de decir es que las chicas algunas veces envían mensajes encriptados pretendiendo que los entendamos. Ellas no solo van por ahí coqueteando.

—Y crees que Jun...

—Al menos sé que nunca fue de las que se pasaran las tardes frente a un computador. Además, me encontré el otro día con ella de casualidad y parecía bastante normal. De verdad creo que ya no está tan loca como antes.

—¿Y se supone que eso debería animarme?

—Evidentemente. Al menos no corres riesgo de que si les gustas, te arranque la ropa. Salvo que quieras, claro.

Koushiro lo miró entre patidifuso y conmocionado.

—Es broma —sonrió—. Hasta donde quieras que lo sea. Ahora date una ducha y ve a verla.

—¿Qué? ¿Ahora?

—Por supuesto. No pretendo dar este discurso dos veces.

—Pe-pero...

Yamato enarcó una ceja.

—Vale, supongo que podría ir antes de la cena.

El otro asintió, mostrándole su conformidad.

—Entonces supongo que no me queda nada que hacer aquí.

—¿Te vas?

—Confío en que harás lo que dije.

—Lo haré.

—Bien —dijo dándole un ligero apretón en el hombro antes de pasar por su lado.

—Eh, Yamato. —Cuando tuvo los ojos de su amigo sobre él, lo miró un poco avergonzado—. Gracias. Sé que no te gusta hablar de estas cosas.

—Ciertamente no lo hace. ¿Podría pedirte un favor? —preguntó cuando su mirada captó algo más allá de Koushiro.


Cuando salió, prácticamente no lo sorprendió encontrarse con una bella chica apoyada contra la entrada. Tenía las manos detrás de la espalda, entre la pared y su cuerpo, mientras sus ojos vagaban por el cielo, supuso que en busca de alguna nube con una forma particular.

—Hikari.

La castaña se volvió y le sonrió.

—Te tardaste.

—¿Qué se supone que haces aquí?

—Vine para darte una mano por si te acobardabas. —Como toda Yagami, llegaba a ser brutalmente honesta.

—¿Tan buen concepto tienes de mí? —preguntó enarcando una ceja.

—El mejor de todos —contestó risueña—. Pero ya que te tardaste, creo que se lo dijiste.

—Lo hice, sí.

—Mírate. Estás hecho todo un consejero del amor.

—Búrlate todo lo que quieras. Solo espero no haber metido la pata. Jun es... extraña. Nunca pude entender a esa chica, y menos ahora.

—No creo que metieras la pata. Esto saldrá bien, tengo un buen presentimiento.

—¿Ahora eres bruja? —preguntó con un aire divertido.

—Siempre lo he sido un poco, ¿no? ¿O es que no te has planteado la posibilidad de que te haya lanzado un hechizo?

—Esa no es una duda, es una certeza —replicó con convicción pese a que no estaba hablando de magia en lo absoluto. No de aquella sobrenatural.

—Entonces sí crees que soy una bruja...

—Vamos a casa —sonrió, eludiendo su pregunta.

—Pero tu casa está en la otra dirección.

—Y tú eres una bruja muy lista, si eso ayuda a enmendar mi error. Te iré a dejar primero. Iba pasar a verte de todos modos.

—¿Si? —preguntó trotando para alcanzarlo y caminar a su lado—. ¿Por qué?

Como toda respuesta, el chico introdujo la mano en uno de sus bolsillos y extrajo una bolsa con un par de galletas.

Los ojos de Hikari brillaron antes de arrebatársela.

—¿Son de...?

—Sí, las hizo la mamá de Koushiro.

—¿Quieres una?

—Ya sabes que no.

Se alejaron lentamente por la vereda hasta que ella le cogió sorpresivamente la mano y Yamato, tras un par de segundos de titubeo, dejó que sus dedos se enrollaran alrededor de los suyos.


—¿Quién? —preguntó la aburrida voz de Daisuke por el interfono.

Koushiro pasó saliva. No se echaría para atrás ahora.

—Soy yo, Kou...

—¡Koushiro-san! ¡Enseguida abro!

La puerta se abrió con un desagradable pitido y el pelirrojo entró directo a los ascensores. En el momento que llegó frente al departamento de los Motomiya, apenas alcanzó a golpear una vez antes de que le abrieran y la cara de su amigo apareciera frente a él.

—¡Hola! ¿Qué te trae por acá? No hay un problema con el Mundo Digital, ¿o si?

—No, no, todo está bien. Yo, de hecho...en realidad venía a ver a Jun.

—¿A la loca de mi hermana? ¿Ustedes se conocen?

El pelirrojo se dispuso a responder, pero antes de que cualquier palabra pudiera salir de su boca, un torbellino, que luego identificó como Jun, apareció de la nada y estampó a Daisuke contra la puerta abierta cuando éste no se quiso quitar del camino.

—Que te apartes —farfulló dándole aquel empujón fatal.

El otro se alejó rumbo a su cuarto, sobándose la cabeza y rumiando palabras malsonantes contra su hermana.

—¡Koushiro! Qué sorpresa verte por aquí, ¿quieres pasar?

El chico, un poco intimidado por lo que acababa de suceder y por el increíble desborde de energía que parecía emanar de Jun, dudó unos segundos.

—Oh, no... solo vine de pasada.

—Claro. —Sonrió con una mueca extraña y pareció serenarse un poco, quizás al darse cuenta de que acababa de ser algo efusiva.

—Yo vine...estoy aquí porque...

«Así que, si quieres comprobar mi teoría, ve e invítala a una de esas convenciones de frikis a las que te gusta ir»

—Quería-saber-si-quieres-ir-a-una-convención-de-frikis-conmigo —barbotó atropelladamente.

Silencio.

¿En serio acababa de decir lo que creía que acababa de decir? ¡¿En serio?!

—¿A una...?

—¡Convención de Ciencias! —La atajó él a tiempo—. A una convención de Ciencias. Sé que probablemente la Ciencia no te interese mucho y que...

—Espera, ¿me estás invitando a salir?

Koushiro pensó que nunca había visto los ojos de una persona agrandarse tanto por la sorpresa.

Se frotó un brazo, incómodo bajo los orbes de la chica.

—Sí, aunque no tiene que ser una cita si no quieres. Pero me gustaría...

De repente, y sin que él se lo esperara en lo absoluto, la chica lo jaló del polerón y le estampó un beso en la boca que lo dejó algo atontado.

Una mueca se pintó en los labios de Jun sobre la sonrisa que brillaba hasta un segundo atrás al ver el estado del chico.

—Acabo de arruinarlo, ¿cierto? —murmuró apesadumbrada—. No importa. Ibas a saberlo de todos modos.

—¿Saber qué exactamente?

—Que te mentí. No he estado siendo yo misma contigo. Digo, sí...lo era, o quería serlo. Pero cuando me di cuenta de quien eras, sabía lo que pensarías. Hasta te imaginaba diciéndole a tus amigos: "Hoy vi a la loca Jun en la biblioteca, ¿la recuerdan?" Ese fue el apodo que Taichi y Yamato me dieron hace años, ¿verdad?

—Yo nunca...

—Lo sé. Eres demasiado educado para eso, pero da igual. El efecto es el mismo. Quizás no lo dijiste, pero seguro lo pensaste. —Koushiro se sintió incómodo al saber que ella tenía razón—. Y no te culpo. Después de todo me comporté como una loca en esa época de mi vida. Fue por esa razón que quise que me vieras diferente... traté de ser diferente. Comportarme y no ser tan gritona. Seguir todos esos estúpidos consejos que toda la gente que ha formado parte de mi vida me ha dado, creyéndose con la autoridad para hacerlo.

»Pero no funcionó, o creí que no lo había hecho, porque tú solo mirabas computadora cuando estaba allí así que...me rendí. Y ahora apareciste por esa puerta y supongo que me olvidé de aparentar.

—Jun...

—Está bien. No tienes que disculparte. Lo iba arruinar tarde o temprano, siempre lo he hecho, por eso...

—No.

—¿No? —Levantó un poco la cabeza, solo para encontrarse con los profundos ojos del chico mirándola como si quisieran traspasarla.

—No —repitió antes de dar un paso al frente y ser él quien la besara esta vez.

Ella abrió la boca, sorprendida, y ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar antes de que Koushiro se apartara y estuviera mirándola de nuevo.

Ahora que estaba asimilando lo que acababa de hacer, no se veía tan seguro como un instante atrás.

—Yo...creo que me gustas, así, tal como eres. Es cierto que eres gritona y un poco... impulsiva, pero...

—¿Estás hablando en serio?

—Sí.

—Tú también me gustas, Kou.

—Es gracioso porque...mis amigos parecían convencidos de eso. Yo no estaba tan seguro. Quiero decir, soy lo opuesto a Yamato. Lo sabes, ¿no? Y además soy incluso menor que él. Tenemos cuatro años de diferencia, ¿lo habías pensado?

La chica se empezó a reír y se llevó una mano a los labios para disimularlo. No sirvió porque él ya se había dado cuenta.

—¿Bromeas? Que seas menor lo hace incluso mejor. No sé si algo esté mal conmigo, pero siempre... siempre...

—Me han gustado las chicas mayores.

—Y a mí los chicos menores.

Se miraron en silencio por unos segundos.

—Entonces... ¿podemos ir a esa exposición de Ciencias?

—No tenemos que ir si no quieres.

—Pero quiero.

—Pasaré por ti el sábado a las diez.


El tercer tiempo del partido estaba por empezar. Sentada en una de las gradas más bajas, Mimi observaba a los jugadores del otro lado de la cancha, haciendo ejercicios y reponiéndose para seguir.

Takeru, totalmente ajeno a su mirada, bebía de una botella de agua.

—¿Estás bien? —Hikari la sobresaltó—. Parecías concentrada —le comentó mientras se sentaba a su lado dejando los pompones sobre su regazo.

—Estoy bien.

—¿Es por Takeru, eh? ¿Todavía no arreglas las cosas con él?

—Eres su mejor amiga. No necesitas preguntármelo.

—Pero tú eres mi amiga también, y me gustaría verlos felices. Tú no has estado animando como siempre y él no está jugando bien, lo sabes.

—¿Me estás culpando a mí?

—No, de hecho los estoy culpando a los dos. A Takeru por cabezota y a ti por tener miedo de lo que la gente piense. Todos se imaginan que él es muy fácil de tratar, pero lo cierto es que a veces también puede ser cruel e inseguro. Estoy segura de que no quiso ser tan duro contigo, tanto como tú no quisiste herirlo.

—Ya, ese es el punto. No estoy acostumbrada a ser la primera que cede.

—¿Y vale la pena?

—¿Cómo?

—¿Te está funcionando eso de no ceder? Porque si lo hace, está bien. Pero si, como creo, los dos están sufriendo innecesariamente...

—Tú no me entiendes. Eres demasiado noble.

Hikari rio como si Mimi le hubiera contado algo especialmente gracioso. A veces odiaba eso de ella y también de Takeru. La forma en que parecían entender cosas que ella no.

—Pues tú también puedes serlo. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que...?

—¿Que me saboteo a mí misma? Koushiro ya tuvo la amabilidad de mencionarlo, gracias —murmuró enfadada, apoyando el mentón sobre la palma de su mano derecha.

El entrenador hizo sonar el silbato haciendo que todo el mundo se moviera para retomar sus lugares.

—¿Vienes? —preguntó Hikari, mirándola con preocupación.

Mimi se levantó con desgana, pero entonces descubrió a Takeru de pie en su posición, en el centro de la cancha, mirándola a hurtadillas. Apartó los ojos cuando se dio cuenta de que ella se daba cuenta, aunque eso no impidió que las palabras que le dedicó en los vestidores días atrás se repitieran dentro de su cabeza en un ciclo un poco masoquista.

Pero si esto es un mero capricho que la princesita quiere cumplir, tendrás que buscarte a otro para que lo haga.

No estoy para tus juegos.

No estoy para tus juegos.

A veces pienso que te boicoteas a ti misma, ¿sabes? Que como todo el mundo suele asumir que eres superficial y frívola, te convences de que lo eres, pero no es así.

No estoy para tus juegos.

No estoy para tu juegos.

—¿Mimi? —insistió Hikari al verla en una especie de trance.

La aludida parpadeó y todo el mundo pareció volver a la normalidad. Descubrió que tenía varias miradas puestas encima, incluyendo la de un par de ojos azules.

Perfecto.

Mientras más miradas mejor.

Ese era uno de sus lemas.

—¿Mimi?

—Quizá quieras tomar tu cámara —le susurró ésta ante de encaminarse hacia la cancha.

—¿Qué estás diciendo? ¿Qué vas hacer? ¿Mimi?

Al ver que se acercaba a él, Takeru no pudo quitarle los ojos de encima. Eludirle la mirada de lejos era un cosa, pero no podía ser tan descarado como para fingir que no la miraba cuando ella estaba tan cerca.

Con cada paso que daba, Mimi se cuestionaba si sería lo correcto.

Sabía lo que dirían sus compañeras. Harían un completo escándalo de ello, no solo por la diferencia de edad, sino por lo que estaba a punto de hacer.

Podía oír sus vocecitas molestas dentro de su cabeza. Se mezclaban con las palabras de Takeru.

¿Supiste lo que hizo? Es una cualquiera.

No estoy para tus juegos.

No estoy...

¡Sí! Ahí, frente a todo el mundo. ¡Qué atrevida!

Desde su regreso a Japón le había costado volver a acostumbrarse a la cultura nipona. Siempre tan recatados, siempre tan correctos cuando las mismas cosas que sucedían en cualquier parte del mundo también se hacían allí, pero a oscuras, en un pasillo desierto o algún lugar propicio. No frente a todo el cuerpo estudiantil.

—¡Tachikawa! ¡Salga de la cancha en este mismo instante! —La voz del entrenador le llegó atenuada, como si estuviera más lejos de lo que debía estar. Quizá era ella quien se había alejado.

—¿Mimi? —Esta vez fue Takeru—. ¿Qué estás haciendo? Tienes que salir o...

Pero antes de que el chico pudiera concluir su frase, ella se prendó de su cuello y lo besó. Sí, en la boca.

El auditorio contuvo el aliento por un segundo y luego estalló en murmullos, pero por primera vez Mimi no los escuchaba.

«Tomen eso, malditas mojigatas», pensó.

—¿Suficientemente público para ti, Takaishi? —preguntó al apartarse.

El chico no contuvo una carcajada.

—¿Te he dicho que eres increíble?

—No necesitas hacerlo, ¿o si?

—No, supongo que no.

—¡Yuks! Estás todo sudado. No pensé en eso —dijo alejándose con cara de asco.

—Como si no te gustara espiarme en las duchas mientras me quito todo este sudor.

—¡Takaishi! —gritó el entrenador—. Tenemos un partido que ganar. Luego podrás besarte con tu novia.

—Sí, entrenador. Aunque ella no es mi novia.

Mimi lo golpeó en el pecho con una mano.

—¿O si? —añadió él.

—Si piensas que esa es una proposición, tendrás que pensarlo mejor —replicó ella, mirándolo con el cuello muy erguido antes de darse la vuelta.

Viéndola marchar, Takeru no pudo estar más de acuerdo. Mimi ya había hecho su jugada. Ahora le tocaba a él. El balón estaba en sus manos, literal y figuradamente.


Se la encontró a la salida de los vestidores apoyada contra la pared. Como siempre, era el último en salir. Sus compañeros lo molestaban, decían que por ser hermano de una estrella de rock se le habían pegado sus manías de diva. A él solo le agradaba demasiado la sensación del agua tibia contra su cuerpo, en especial después de un partido.

—¿Vienes a espiarme de nuevo? Siento decepcionarte, pero ya estoy vestido.

—Nunca lo dejarás pasar, ¿cierto? —reclamó con un chasquido, cruzando los brazos a la altura del pecho

—Absolutamente no. Y aunque me halaga que me estés esperando, ¿no deberías estar en clase? Creo que el quinto período empezó hace un rato.

Mimi simplemente se encogió de hombros.

—Soy la capitana del equipo de porristas. Tengo permiso.

—¿Según quién?

—Según yo. Nunca nadie me ha reprendido por llegar tarde.

—Eso es porque eres demasiado bonita y te aprovechas.

El chico se sorprendió cuando ella, en vez de jactarse de lo que decía, apartó la mirada con las mejillas sonrojadas.

—¿Qué? Tú sabes que eres bonita.

—Pero es la primera vez que me lo dices.

—Claro que no.

—Claro que sí.

—Entonces deberías leer mis pensamientos y te darías cuenta de que lo pienso todo el tiempo. Solo hay tres cosas en mi cabeza, Mimi. Tú, el básquetbol y el porno.

—¡Idiota!

Takeru se rio con ganas, incluso afirmándose el estómago con una mano.

—¿Qué? Solo estoy siendo honesto.

—Lo sé, por eso eres un idiota como todos los hombres, pero...también tienes algo especial.

Esta vez fue él quien carraspeó incómodo, por primera vez sin saber encajar un halago.

—Por cierto, felicidades por su triunfo. Estuvo reñido.

—Sí, cierta chica no me dejaba pensar bien.

—Espero que fuera yo.

—¿Es que lo dudas? —preguntó inclinándose para besarla.

—Ta-keru-kun... no deberíamos... aquí no.

—Bueno, tenemos los vestidores para nosotros solos, ¿qué dices?

—Eres un...—El resto de la frase murió en su garganta cuando él la sujetó del rostro para alcanzar finalmente sus labios mientras la otra mano se enredaba en su cintura y ambos se dirigían a tropezones hacia el interior de los vestidores masculinos desde donde no habrían salir en un buen rato.


—Y me pidió que fuera su novia. Se agachó frente a mí como esos caballeros antiguos y me preguntó si quería ser su novia. ¿Puedes creértelo? —Los ojos de Mimi brillaban con ilusión cuando se lo contó y Koushiro estaba realmente feliz de verla tan contenta.

—Pues de Takeru sí que me lo creo —Asintió con una tímida sonrisa, procediendo a detenerse de golpe cuando sus ojos captaron algo entre la multitud de gente frente a la preparatoria.

—Kou, ¿estás bien? —preguntó extrañada, y al seguir la dirección de su mirada, comprendió lo que sucedía—. Es Jun. ¡Ve a saludarla!

—¿No crees que será un poco raro? Digo, ella es mayor...

—¡Por favor! Los chicos que salen con chicas mayores quedan como campeones. Las chicas que salimos con chicos menores somos profanadoras de cuna. Es la regla.

—¿Según quién?

—¡Solo ve! —exclamó dándole un contundente empujón que lo dejó finalmente a la vista de la chica, quien alzó una mano con cierta timidez y luego la agitó en el aire con efusividad.

Koushiro bajó los escalones para ir a encontrarse con ella mientras Mimi lo seguía con atención, al menos hasta que alguien le habló al oído, produciéndole un respingo.

—¿Qué estamos mirando?

—¡Me asustaste! —reclamó la chica, sonriendo a pesar de las palabras.

—Diría que lo siento, pero no estaría siendo sincero. ¿Qué miramos, entonces?

—A Kou y Jun —le explicó, señalándolos con el dedo sin riesgo de que los vieran.

—¿La loca Jun?

—Más te vale no decirle de esa forma. Creo que ya no está tan loca y en todo caso Koushiro le pedirá que sea su novia, solo es cosa de tiempo —murmuró encantada al verlos hablar a la sombra de un árbol.

—Pues me alegra que haya mejorado porque según recuerdo estaba bastante loca.

—Eso fue hace tiempo. Un momento, ¿qué día es?

—¿Día? ¿Por qué...?

—Solo responde.

—Quince de junio.

—Lo logramos.

—¿Qué cosa?

—Oh, algo de Koushiro y mío.

—¿Debería estar celoso? —preguntó enarcando una ceja.

—¡Deja de hacer eso! Te pareces a Yamato.

—Es increíble lo mal que se llevan ustedes dos. Muero por decirle que estamos juntos solo por ver su cara.

—Pero lo haremos juntos, ¿no?

—Lo sabía. Disfrutas tanto como yo molestarlo, ¿cierto?

—¿A Yamato? A todo el mundo le encanta, Takeru.

—Ya decía yo que eras mi alma gemela.

La chica agitó la cabeza ante su broma y al volver a mirar a la feliz parejita bajo el árbol, descubrió que estos se alejaban de la preparatoria.

«Lo conseguimos, Kou. Te dije que antes del mes lograríamos conquistarlos», pensó.


¡Gracias por leer!