Este es un longfic inspirado en la imagen nº 195 del proyecto: "Escribe a partir de una imagen".

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Stars in our own Sky

Lore-chan


Prologo

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Se había cortado su cabello. En un principio creyó que era lo mejor… ya estaba cansada de que sus largos rizos se quedaran enganchados en sus bolsos, en las hebillas de las chaquetas y en cuanto lugar se les ocurriese.

Por eso, cuando pasó por fuera de una peluquería, no lo dudó.

Ahora se miraba en el espejo que estaba en el pasillo de la entrada de su departamento. Se tocaba las puntas y movía la cabeza de izquierda a derecha para que su corta melena – sobre el hombro – se meciera con gracia. Hasta un flequillo se había hecho que le caía por el costado derecho tapándole un poco el ojo.

—Voy atrasado, muy atrasado.

Su novio salió del cuarto con maletín en mano y sobre el mismo un delantal blanco. Éste buscó rápidamente dentro del salón sus anteojos, no veía muy bien sin ellos y ese día tenía una operación importante. Finalmente, los halló sobre una revista de moda de su novia.

Se acercó a ella, la besó en los labios con prisa y antes de cerrar la puerta tras de sí y colocarse los lentes, su teléfono ya estaba piteando. Ella sabía que se trataba de alguna emergencia, siempre lo era si piteaba con ese sonido en especial.

Estuvo estática en su puesto tanto tiempo como su cabeza le dijo que él no había reparado en su corte de cabello.

Con el tiempo había aprendido a no hacer berrinches porque él no notaba que se pintó las uñas de un rosa más pálido que el anterior o que la ropa que llevaba puesta era nueva y quería saber su opinión de cómo se veía. No. Ya no lo hacía. Se había acostumbrado a que él era distinto a ella, a que la quería a su manera. Pero una palabra bonita de vez en cuando, más cuando es tan obvia, no está de más.

Dos mechones rebeldes que le hacían cosquillas en el mentón fueron a dar atrás de sus orejas.

Quizás mañana se fijaría, cuando despertase luego de descansar tras sus largos turnos.

Apagó todas las luces del piso y salió al amplio balcón. Era lo que más le había gustado del departamento cuando lo eligieron con su novio, colocó varias plantas colgando de la pared, colindante al apartamento subsiguiente, y sobre el techo largas luces en forma de ampolletas que viajaban de esquina a esquina. En las noches de verano, colocaba una manta en el piso e imaginaba que su propio techo era un inmenso cielo estrellado de su propiedad.

Habría hecho eso mismo esa noche, pero helaba de los mil demonios. El invierno se acercaba a pasos agigantados.

Iba a entrar a buscar un suéter más grueso o quizás, solo, quedarse adentro acostada en su amplia cama acompañaba de un té de jazmín, viendo alguna serie en Netflix – ese era su panorama un sábado por la noche – estaba abriendo la ventana corrediza cuando lo oyó toser. Tosió varias veces y una colilla solitaria se estrelló contra la baranda de su balcón para luego caer en el piso del mismo.

Se cruzó de brazos y avanzó hasta el límite del balcón y asomó su cabeza hacia arriba. Un piso más allá, estaba él apoyado peleando con un encendedor color verde.

—Mi balcón no es basurero.

Él no la miró, pero esbozó algo muy parecido a una sonrisa.

—Lo lamento, resbaló de mis manos – se disculpó cuando al fin lograba prender su cuarto cigarro de la noche.

—¿Cuándo llegaste?

—Hace media hora.

—Y ¿cuántos llevas?

—Te pareces a mi madre – rio bajando la mirada para toparse con ella. Abrió los ojos sorprendido - ¡Demonios! Sí que te pareces a ella, solo falta que te lo alises – aspiró una gran bocanada de tabaco – Te queda bien.

—Gracias, pero aún no respondes mi pregunta.

Él suspiro desganado y tras colocarse de espaldas contra la baranda miró el cielo sin estrellas y con muchas nubes.

—Es el cuarto.

—En media hora…

—En media hora – repitió haciendo anillos con el humo - ¿Estás sola otra vez?

—Sí.

—¿Una emergencia?

—Sí.

—¿Quieres uno? – Y ahora tenía medio cuerpo fuera del balcón estirando su mano hacia ella mientras sujetaba una cajetilla.

—Eres una muy mala influencia – se quejó, pero de todas formas le sacó uno luego de subirse a un piso que usaba para alcanzar las plantas que estaban más arriba y así poder regarlas. Rebuscó entre las macetas y encontró uno de los tantos encendedores que escondía de su novio. A él no le gustaba que fumara, era doctor y le recordaba cada vez que podía lo mal que éste le hacía a su salud.

Se quedaron en silencio, fumando en la fría noche. Sus alientos se mezclaban con el humo que salía de sus bocas.

—Estoy cansado, iré a dormir - anunció estirándose – el viaje me ha matado. A veces creo que debería cambiar de trabajo.

—A veces yo quisiera encontrar uno.

—Estás buscando demasiado, solo ve y atiende mesas, prepara pop corn para los que van a ver películas.

Ambos rieron.

—Soy cantante, no garzona, ni pop corn delivery – rio.

—Te dije que podía ayudarte.

—Joe se moriría si me ve cantando en bares de mala muerte…

—¡Hey! – chilló su vecino – Yo en mi juventud canté ahí.

—De eso… muchos años. Quizás estudie otra vez. No sé… - volvió a sacudir su cabeza – Yo también iré a dormir.

Ella también se terminó su cigarro y tiró la colilla al departamento de abajo llevándose el reclamo de su vecino de arriba. No le dijo nada, solo le sacó la lengua y sacudió su mano a modo de despedida.

—Buenas Noches, Mimi – le oyó decir cuando sus manos abrían la ventana.

Ella giró sonriendo.

—Buenas noches, Yamato.

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No escribía un mimato de hace rato.

No será de mil capítulos. Lo tengo planeado en un máximo d capítulos máximo y no capítulos laaaargos y tediosos, no. Ese tipo de fics, no más, por un buen período de tiempo.

Os quiero, os adoro

Nos leemos