Después de mucho tiempo aquí esta la continuación.

Esta historia va a estar en constante edición, así que tardare en subir de nuevo un capitulo, pues quiero rescribir los capitulo, o quiza solo cambiar diálogos y algunos detalles

Espero les guste y disculpen los errores que pude omitir por accidente


El paso de lluvia había dejado un aroma a tierra mojada, afuera las orquídeas moradas estaban adornadas con pequeñas gotas de agua que escurría lentamente, las ventanas y la imagen que se veía a través de ellas eran admiradas por un pelinegro que se encontraba sentado dentro de una habitación un tanto oscura. En aquel cuarto una mujer recién se despertaba, pese a haber estado inconsciente toda una mañana se veía cansada.

Kagome, un poco aturdida, abrió los ojos y se sentó en el futón, a su derecha se encontraba aquel hombre, de quien tan enamorada estaba. Para los ojos de la joven ese hombre sombrío le traía calma y plenitud, así pues se sintió capaz de admirarlo en silencio por horas y horas.

-Al fin despertaste- Fueron las palabra de Naraku las que sacaron a Kagome de su trance.

-Buenos días-

-Tardes… Pasa de medio día-

-Oh, creo que no quería despertar, tenía un buen sueño-

-¿Si?- El pelinegro no estaba acostumbrado a conversar con alguien si no era para dar una orden.

-Sí, el sueño fue de cuando solo existía este palacio, cuando hablamos de tu jardín…. También recordé que esa noche-

-Casi te pierdo…. ¿Era eso?-

-¿Eh?-

-Soñaste con la noche que Inuyasha entro y te ataco- Naraku literalmente podía leer la mente de Kagome, gracias a Akago. Kagome sonrió de manera melancólica

-Tu siempre tan suspicaz- Respondió Kagome con un suspiro.

-Deberías cambiarte, saldré un momento, estaré afuera- Naraku se levantó y caminó fuera de la habitación, unos instantes después Kanna entró a entregar el desayuno, aunque ya pasaba de medio día.

Naraku no tenía demasiada paciencia como para lidiar con Kagome así que salió a su jardín de orquídeas.

-Hola- Saludó Kagome a la pequeña y la abrazo fuertemente -¿Dormiste bien?-

-Si- Respondió de manera seca.

-Me alegro- La pelinegra soltó a la niña, no sin antes besarle dulcemente la frente.

-¿Te ayudo a cambiarte?- Pregunto Kanna.

Claro que los gestos tan atentos de la mujer le tomaron por sorpresa, lo que sucedía es que para la pelinegra, desde el supuesto día en que Naraku liberó a Kanna y a Kagura para que la protegieran, Kagome les fue tomando cariño, al punto de considerarlas como hijas.

-!Claro¡- Kagome sonrió enormemente al escucharla.

En cuanto la pelinegra termino de comer, Kanna le entregó un kimono, Kagome se vistió tan rápido como pudo, dejó los pequeños detalles a Kanna y se arrodillo en el suelo para que la pequeña pudiera peinar su cabello.

El atuendo era de una cola larga, de color morado, estaba adornado con orquídeas blancas y negras, bordado en el busto, del lado derecho una araña de hilo rojo, al igual que en la espalda.

Una vez que Kagome se sintió lo suficientemente arreglada salió de la habitación para buscar a Naraku, cuando noto que prácticamente corría hacia el pelinegro respiro hondo, se relajó y comenzó a andar con la mayor gracia que pudo, su andar se volvió lento y sus pasos seguros.

Naraku pudo percibir que se acercaba gracias al sonido del pasto que era pisado, pero no volteo en ningún momento, la mujer se sentó a su lado, ambos guardaron silencio unos minutos, las cortas brisas de viento movían de manera artística las flores, el viento también hacía danzar el cabello de la joven, un aroma dulce llegó a Naraku, era la esencia de Kagome y entonces se vio tentado a mirarla, su acompañante poco a poco perdía confianza, pero reunió coraje y busco la mano del hombre que estaba junto a ella, este por instinto golpeó en rechazo la mano de la mujer con demasiada fuerza, Kagome insistiendo en el contacto preguntó

-¿Ocurre algo?- Como si de alguien de piel tan frágil como el cristal se tratar, Kagome tomó con delicadeza el rostro del contrario entre sus manos y le miro a los ojos.

Algo en el interior de Naraku se estremeció, una pequeña parte de él se sentía amenazado por la presencia de Kagome, no de la forma en que Kikyo haría, era como si Kagome al mínimo contacto despertara la humanidad del villano. En comparación a su ante pasado Kagome no representaba amenaza alguna.

Los ojos de aquella mujer tenían un brillo que Naraku no percibía en los ojos de nadie más, el pelinegro sintió la necesidad de atacar a su compañera, de ver su rostro aterrado, se contuvo, pero está llevo sus manos a sus hombros y este por inercia sostuvo su muñeca con demasiada fuerza, Naraku estaba extrañado, de reojo volteo a ver el cuarto. Akago no solo estaba lejos sino que se encontraba profundamente dormido.

Para compensar su brusquedad el más alto dejó acercarse a la pelinegra pues recordó que ella era justo ahora la herramienta más útil para matar a Inuyasha

-No me pasa nada- Respondió indiferente el hombre

-¿Estás seguro?-

-Si-

El pelinegro estaba siendo cortante, Kagome sonrió un poco descontenta pero no insistió. La pelinegra se conformó con la cercanía y la compañía silenciosa que Naraku le estaba ofreciendo.

-Son hermosas, ¿No?- Cuestionaba el sombrío sujeto

-Por supuesto-

-Ven- Naraku tomo con un brazo, por la cintura, a la mujer y está feliz se apoyó en su hombro

Pasaron unos agradables 20 minutos, aproximadamente, hasta que la extraña calidez y paz que Naraku estaba sintiendo se vio interrumpida por la llegada de su sirviente.

-Está listo- Pronunciaba Kagura cayendo al suelo desde su pluma.

Kagome no comprendía a lo que se refería la mujer, ni le dio importancia pues quería permanecer al lado de Naraku. Un sentimiento de disgusto y preocupación pinchó su pecho cuando Naraku tan naturalmente se apartó de su lado para erguirse y mirar a los ojos de Kagura.

-Bien… nos vamos-

Kagome solo miro la espalda de su amado encaminarse al cuarto sin que siquiera volteara a verla.

-Escuchaste…..- Kagura se mordió los labios, había olvidado que tenía que ser amable con la muchacha -Kagome, nos vamos al octavo palacio, porfavor alístate y acompaña al señor Naraku-

-Ah?- La mirada de la pelinegra no se despegó de la espalda de Naraku hasta que este entro a su cuarto. -Si... claro- Kagome se levantó y corrió tras de Naraku.

Cuando la pelinegra se aproximaba a la puerta de la habitación, con solo asomarse un poco pudo ver a Kanna sosteniendo su espejo frente a Naraku.

-Están a menos de dos días- Comentó la albina.

La imagen destellante de los que serían los olvidados amigos de la pelinegra corrían en dirección a uno de los palacios de Naraku, la imagen de Inuyasha saltando de un lugar a otro, gritando a sus compañeros que se apresuraran pues seguramente Kagome se encontraba en un gran y latente peligro, llamó la atención de lo ojos apagados de la mujer, ver el rostro angustiado del que debía sentirse como su enemigo le provocó la misma tristeza que la partida de Naraku momentos antes.

Akago que se encontraba dentro de la habitación sintió la agitación del corazón de Kagome, no podia creer que su corazón aun luchará y no se viera mermado, le irritaba que solo la imagen de inuyasha podía tirar todo su trabajo,el cual necesito tanto esfuerzo que lo había agotado demasiado, y entre esta rabia se le ocurrió que el tambien podia jugar al mismo juego.

Repentinamente un llanto se escuchó en la habitación.

Naraku por alguna extraña razón sintió ganas de reírse a carcajadas por la actuación de Akago, y mientras esa idea convencia a Naraku, Kanna rápidamente noto la presencia de Kagome, la cual ignorando toda sensación, angustia, dolor o emoción, entró corriendo al cuarto para abrazar a su bebé.

Si bien Inuyasha agitaba el corazón de la pelinegra, Akago había despertado un lazo que no sería fácil romper. El instinto maternal de Kagome pedía abrazar al niño, abrazarlo y protegerlo, con la fuerza con la que hubiera deseado que Inuyasha la protegiera a ella.

El hombre pelinegro que se encontraba sorprendido y de pie frente a Kanna se quedó callado por unos momentos, miraba atentamente como su prisionera cuidaba a eso de lo que tanto había deseado deshacerse, de eso que negaba su existencia, y que por un segundo pidió que volviera a él,su corazón.

-¿Qué pasa cariño?, ¿tuviste un mal sueño?- Preguntaba, pese a su alarmada entrada, con voz suave la mujer que ahora estaba de rodillas arrullando al pequeño.

-Seguramente llora porque su mamá no estaba cuando despertó- Se forzó a comentar como una broma Naraku que comprendía que su sirviente le avisaba que algo había ocurrido con Kagome.

-Es así?, Akago… vamos yo siempre estoy contigo- Decía la pelinegra mientras besaba la nariz de su supuesto hijo. - No sera que siempre quieres que te carguen … porque si es así papá también puede hacerlo…-

Ante la amenaza de tener que acercarse al origen de sus sentimientos por la mujer que tenía tan cerca el astuto hombre respondió tan rápido como pudo. -Ese niño está aferrado a su madre, aunque puedo cargarlo seguiría llorando…-

Naraku vio sonreír a Kagome de manera tan sincera como si el hecho de que hace unos momentos estaba a punto de empezar otra batalla contra su opresor, al cual sostenía en brazos, fuera irreal, y eso le tomó tan desprevenido que dudo al decir lo que seguía

-Kagome…-

-Si?-

-Nos vamos-

-¿Que?¿ A donde?-

-A un lugar más seguro-

-¿Porque?-

- Este lugar es demasiado conocido ya como para permanecer aquí-

-Pero..- Replicaba la chica- Este lugar me gusta tanto-

- Lo se, lo siento… algún día volveremos, ¿De acuerdo?-

Kagome suspiró con resignación - Bien bien, pero tenemos que regresar oíste-

Esto último sonó, y fue, más bien una demanda por parte de la mujer que sorprendía a Kanna, pero la pequeña ya bien sabía que si Naraku deseaba llevar a cabo su plan sin problemas debía comportarse como el hombre enamorado que supuestamente era.

-Bien… vámonos, no hace falta que empaques, ya arregle todo para que no te haga falta nada haya-

- En serio, vaya...esperaba que nos tardaramos un poco-

-Kagome…-

- Si .. si .. si-

- Ya te dije que volveremos ¿No?-

- Si-

Después de un rato un gran grupo de personas comenzó a aparecer por el palacio, sirvientes, o eso le hizo pensar Akago a Kagome. Naturalmente se trataba de marionetas bajo control de Kagura, la mujer les habia hecho lucir como personas alegres que se dedicaban a trabajar, como pedido especial de Naraku.

-Kagome-sama, Kagome sama, ¿Esta lista?... Kagome- sama-

Una joven entraba al cuarto de la esposa de Naraku

-Eh?.., ah.. si, tu eres?-

Pese al trabajo de Akago todavía detalles de los cuales encargarse, pero mientras Kagome cargará con el bebé en sus brazos él podía hacer verdad lo que fuera en la mente de la joven ex-sacerdotisa.

-Soy… Sango! señora, no lo recuerda?, usted me dio ese nombre, después de que el amo Naraku y usted amablemente me recibieron en su casa.

-Ho au- Recuerdo insertado exitosamente, daba igual cuantas veces fuera a pasar, crear, manipular o reemplazar un recuerdo sometia a Kagome a un doloroso proceso, que además era cansado- Si perdoname.. yo-

-ese golpe…. de cuando callo por la escalera, ¿Esta bien Kagome-sama?-

-Ahuu.. si perdon, parece que últimamente olvido todo con facilidad y ahora, ati tambien te estaba olvidando perdoname.- Kagome casi se ponía a llorar pues recordó una noche cuando se quedó dormida y Akago salió gateando, en cuanto despertó se puso a buscarlo por todas partes gritando histéricamente con lágrimas en los ojos. Así empezó a seguir su risa, estaba escaleras abajo, esos numerosos escalones llevaban a la prisión del castillo, ahí donde Naraku había encerrado a los que habían entrado en busca de la cabeza de él o en afán de lastimar a su familia. Kagome corrió, tropezó una vez, pero no cayó… recordó el gran portón de maciza madera que le impediría a su hijo acercarse a las peligrosas personas pues cerraba el paso al pasillo que le daria acceso, sintio un alivio tal que descuidó su andar, volvió a tropezar para rodar escaleras abajo y golpearse la cabeza.

-Respuesta más problemática no se le ocurrió…- Pensó con ira Akago que acababa de ingeniar el estúpido, en su opinión, recuerdo en favor de la respuesta que hizo dar Kagura a la marioneta

La chica, que era de tacto frío,pues había perdido la vida, abrazo a la pelinegra, Kagome imagino calor, todo al final era una ilusión. Y hasta que Inuyasha y los demás salvarán a la mujer, Kagome estaría a merced de muchas más ilusiones y falsas alegrías.

-Vamos Kagome-sama, pase lo que pase usted tendrá al señor Naraku, levantece ya casi nos vamos, todos nos esperan afuera… vamos señora hay que irnos.

-Si tienes razon-

Y así Kagome salió con Akago en brazos en busca de su marido, él la esperaba en una especie de caravana,esperando en el centro escoltado por caballos montados por hombres con armaduras con el escudo de la araña, un carruaje en el que irían ambos con rumbo al castillo en el que Naraku esperaba dar muerte a Inuyasha, gracias a Kagome.