Disclaimer: Hunter x Hunter pertenece a Yoshihiro Togashi.


Amanecer

Killua se adentraba cada vez más al bosque, apartando ramas y saltando raíces con la facilidad que sus sentidos le podían proporcionar en ese instante. Hace dos años sintió que algo se había roto dentro de Gon y era incapaz de aceptarlo. Había hecho hasta lo imposible para rescatarlo y por ello se había puesto en peligro, había arriesgado lo poco que creía poseía para salvarlo, y aun así no dejaba de sentirse vacío, como si hubiera un cabo suelto que era incapaz de alcanzar y conectar con el resto.

La vista se le volvió borrosa, no sabía si por sus ojos anegados, por su respiración errática o porque sentía que toda esa tristeza y frustración podían ahogarlo en cuestión de segundos. Trastabilló al golpear la raíz de un árbol y después de varios metros que recorrió a trompicones, cayó con un ruido seco sobre sus rodillas, lastimándoselas a la par que se encogía sobre sí mismo y procuraba ocupar el menor espacio posible. Quizás así podría desaparecer.

—¿Killua…?

El Zoldyck cerró los párpados con fuerza.

Genial, ahora alucinaba…

—¿Estás bien?

—¿Eh?

—No sabía que vendrías a la isla hoy.

—¿Gon?

—¿Pues quién más podría ser? Será que te golpeaste muy fuerte…

Killua se dio la vuelta hasta quedar sentado, escrudiñando la figura curiosa de su amigo. No podía creer que lo tuviera allí, al frente, observándolo como si se tratara de aquella época donde reían y correteaban creyendo que su amistad sería capaz de derrumbar todos los obstáculos que se le presentaran.

—Realmente eres tú.

—Sigues con eso… —Suspiró con sus grandes orbes avellana tan brillantes como los recordaba.

—No sé ni cómo llegué aquí —musitó Killua, recapacitando sobre su ataque de pánico a la par que se sentía abochornado por haber permitido que tantas personas vieran lo débil que podía llegar a ser.

—Uhm… ¿No lo recuerdas? —cuestionó Gon y sonrió levemente—. Aquí fue donde acampamos cuando viniste por primera vez.

—¿En serio?

Gon asintió y lo ayudó a ponerse en pie. Cuando sus manos se tocaron, Killua dejó escapar todo el aire que había estado reteniendo. Por un momento, había temido estar tan trastocado al punto de imaginar todo eso; pero Gon estaba allí, así que podía estar más tranquilo. Aunque eso no significaba que la presencia de su amigo le brindara todo el sosiego que necesitaba.

—¿Qué haces aquí?

—Eso debería preguntarlo yo. —Rio Gon, sin poderse creer el montón de preguntas con las que Killua lo atosigaba—. Solo paseaba un rato, quizás me quedaría a ver las estrellas para meditar sobre todo lo que ha pasado.

Killua separó los labios para replicar algo, para expresar todo aquello que causaba estragos en su pecho y lo hacía incapaz de hallar la calma que siempre había deseado, pero las palabras no fluyeron y simplemente cerró la boca, siguiendo, como acostumbraba, a Gon. A pesar de tenerlo allí, aún era incapaz de creer que él estaba realmente a un par de metros. Se preguntó por qué sentía que su relación no era igual que antes, como si existiera una enorme brecha que los separaba a pesar de la corta distancia entre ambos.

—Viniste con Alluka, ¿verdad?

—Sí.

—Entonces, lo mejor es regresar. No debes hacerla esperar.

—… —Killua bajó la mirada, incapaz de enfrentarse a su espalda alejándose por el sendero a paso enérgico—. ¿Cómo sigue tu nen?

—Bien. Al parecer tengo que practicar lentamente, a un paso normal. ¿Puedes creer que el señor Wing me dijo que ya no podía usar ningún método más que el convencional para mejorar mi nen?

—Es natural —repuso. Él mismo había investigado un poco al respecto después de enterarse de la pérdida de habilidades de Gon—. Después de eso…

—Me pregunto si mi tipo de nen cambiará, o si podré usar una técnica nueva —meditaba Gon sin prestarle atención a la expresión sombría de su amigo.

Killua no quería hundirse en las reminiscencias de una noche que había transcurrido tan rápido, pero tan lentamente. Toda la sangre derramada. Una historia llena de matices dramáticos que todos ignoraban y que Palm prefirió no comentar. Los sentimientos avasallando su mente y corazón, sin darle tregua para organizarlos y mantener el temple. Sobre todo, la pérdida de su mejor amigo, la extinción de esa luz que anhelaba y la evanescencia del brillo de la esperanza, a la que quería atenerse, en las pupilas de Gon.

Había sido una noche de más pérdidas que victorias, y a veces llegaba a inquirirse si había sido realmente necesario.

—Killua, no me estás escuchando. —Gon hizo un mohín al notar la mente de Killua volando por algún recuerdo que no podía dilucidar con claridad.

—Lo siento. —Alzó las cejas y dio un ligero respingo, más parecido a la sacudida posterior a un escalofrío.

—… —Gon arrugó el entrecejo y se acercó a su rostro, invadiendo su espacio personal sin una pizca de dubitación—. ¿Quién eres y qué hiciste con Killua?

—Obvio que soy yo, idiota. —Killua, procurando controlar el rubor que se le subía a las mejillas, lo empujó con la palma de la mano hasta tenerlo a una distancia segura.

—Ese sí suena como tú. —Asintió con entusiasmo—. No sueles disculparte, y menos conmigo.

—Se hace costumbre cuando estás con Alluka —explicó, decidiendo equiparar su paso para estar uno junto al otro.

Gon continuó hablando, una cháchara interminable sobre nada en particular, y Killua se sorprendió cuando no se halló sumergido en la conversa como lo hacía antes. Simplemente escuchaba sin siquiera procesar las palabras. Un solo pensamiento ocupaba su mente:

¿Acaso Gon no había cambiado después de todo lo que había experimentado?


El ajetreo en el modesto hogar Freecss era un poco más caótico de lo que recordaba Killua. No sabía si era por la intervención de Alluka o por la participación activa de Gon que, como era de esperarse, mostraba un desenvolvimiento precario en las artes culinarias. El joven Zoldyck al ver la cocina tan atestada, prefirió quedarse en una de las sillas del comedor, atento a lo que los rodeaba.

Por su parte, Alluka, a pesar de lucir ocupada con sus actividades, tenía la mente abarrotada de su impresión sobre el desenvolvimiento de las actitudes de Gon y Killua. Si bien parecía que ambos continuaban hablando con naturalidad, podía distinguir algo de reticencia por parte de Killua; a la par que Gon lucía como si quisiera ocultar algo clavado tan profundamente en su fuero interno que quizás ni él mismo se había dado cuenta de ello.

No sabía muy bien qué había ocurrido entre ambos, ni siquiera estaba segura de cómo era su relación o cómo se había desarrollado a lo largo de los años que estuvieron juntos; sin embargo, tenía la certeza que no debía ser nada parecido a lo que veía en ese instante porque entonces su hermano no hubiera cambiado tan radicalmente, no sería la persona cálida y considerada que empezaba a conocer desde el día que la sacó de la mansión Zoldyck.

A pesar de estar consciente de ello, de saber que Mito y Abe tampoco confiaban en la ligereza del comportamiento de ambos, no sabía qué podía hacer para enmendar todo. Ni siquiera tenía idea de por donde sería adecuado iniciar.

Alguna vez Killua le había mencionado que Gon era como luz, brillaba tanto que deseaba seguirlo y, al mismo tiempo, apartar la mirada. Pero si se lo preguntaban, para ella Gon no era luz, ni irradiaba algún tipo de aura capaz de deslumbrar a alguien. No lo sabía con certeza, Nanika tampoco, simplemente tenían la ligera impresión de que había algo roto dentro de él.

—¡Pimientos rojos para Killua! —exclamó Gon con una risa traviesa mientras echaba los pimientos en julianas mal cortadas en el estofado que preparaba Mito.

—¿Acaso quieres que me vaya? —preguntó, retórico, el aludido.

—Claro que no —repuso y le sonrió a modo de disculpa—. Pero si no le pones pimientos rojos, no sabe bien.

—¿Cómo algo tan vomitivo podría hacer que la comida sepa bien?

—Los pimientos rojos no son vomitivos —intervino Alluka.

—Porque todos ustedes son anormales —dijo medio en broma medio en serio.

—Bueno, somos cuatro contra uno. Estadísticamente, el anormal eres tú, Killua —puntualizó Mito, procurando no enojarse y seguirle el juego al más joven.

Killua separó los labios para luego juntarlos con un leve mohín. Apoyó el mentón en la mano y se permitió divagar un rato más en sus pensamientos, queriendo alejarse de ese instante y también de aquel que lo perturbaba tanto. Al parecer, saber que Gon estaba a salvo había amainado un poco sus preocupaciones, pero no las alejaba del todo, aún había un cabo suelto que no podía ni unir y tampoco dilucidar.

Quizás era porque todo había ocurrido tan rápido que ambos amigos no se habían podido sentar a conversar apropiadamente sobre todo lo ocurrido. Después de cada aventura, solían hablar sobre sus impresiones y aprendizajes. Sin embargo, en esa ocasión todo había sido tan caótico que, en un pacto silencioso, decidieron que el último día que marcaría el fin de todas sus aventuras la pasarían con sonrisas en los rostros, recordando lo mejor del otro.

Pero… una amistad no se trataba de solo momentos felices, involucraba un sinfín de emociones que, al final, aunaba los lazos formados entre ellos cuando lograban superarlos. Así era cómo el hijo de una familia de asesinos, el pequeño niño de Isla Ballena, un joven con sueños de afable grandeza, y un muchacho con sed de justicia teñida de venganza, habían logrado compaginar y hacerse amigos del alma.

Tal vez, solo era cuestión se sentarse y conversar como en antaño, exponiendo sus corazones al otro sin temor a ser juzgados. Sin embargo, como era usual, era una tarea que se le presentaba casi imposible y más con el sentimiento incómodo que se arraigaba en su pecho cual ancla.

—Hermano —la dulce voz de Alluka lo sacó de su debate interno—, comamos.

Killua se paró con movimientos lentos, ganándose la atención de Gon quien empezó a preocuparse por el estado lánguido de su mejor amigo.

Con los cinco sentados frente a la mesa, un poco apretados por la cantidad de invitados y la falta de espacio, agradecieron por el banquete que entre todos habían hecho. Un enorme pescado descansaba sobre una cama de verduras, el arroz servido en un bol gigante pasaba de mano en mano, al igual que la ensaladera. Alluka, contagiada de la alegría que emanaba la casa Freecss, se ofreció para servir los jugos de bayas que Gon había recogido en el camino.

A ambos hermanos les gustaba estar allí, lejos de las preocupaciones que solían compartir en la mansión Zoldyck; siendo Alluka la que menos recordaba algo respecto al tema considerando que gran parte de su vida la vivió en completo aislamiento. Era natural dejarse llevar, pero Killua no soportaba que todo luciera tan bien cuando no era así, cuando probablemente Gon nunca había pronunciado palabra de todo lo que pasó con Kite y Neferpitou.

—Killua, ¿te pasa algo? —cuestionó Mito al notar el rostro lívido del muchacho.

—Debo salir por aire —dijo de forma atropellada, parándose descuidadamente, golpeándose las rodillas con la pata de la mesa y dejando la casa con maldiciones recitadas bajo su respiración.

Gon hizo amago de pararse, pero la rapidez de Alluka lo tomó desprevenido.

—Hablaré con él —aseguró, apeándose de un salto y siguiéndolo.

Lo encontró sentado en las proximidades de la casa, contemplando con anhelo las estrellas —o quizás algo más—. Su expresión parecía turbada por un pasado que se negaba expresar a los demás, porque cómo podrían entender el terror que había vivido si ellos no habían estado allí, viendo cómo Gon de destruía a sí mismo.

Alluka permaneció en silencio, consciente de que Killua había notado hacía un buen tiempo su presencia. Se conformó con quedarse a su lado, esperando que la calma antecediera al razonamiento, porque qué más podía hacer cuando su hermano había colocado altísimos muros en su corazón.

—Pensé que cuando lo viera, todo se solucionaría —musitó, tragando aire de forma copiosa—. Es decir, con Gon todo siempre encuentra su desembocadura de forma natural, sin forzamientos. Sin embargo, creo que esta vez no será así.

—No entiendo bien lo que pasa —dijo Alluka—. Aunque creo que esto depende de ti, ¿no? Siempre me has contado lo maravilloso y brillante que es él; pero ya no lo es. También me gusta escuchar cómo narras cada una de sus aventuras, y las incontables veces que te salvó. Entonces, ¿no es hora de que tú lo salves a él?

Killua separó los labios, tomado con la guardia baja por enésima vez en el mes. Pero ¿de qué tenía que rescatarlo? ¿De sí mismo? ¿De los vestigios del dolor del pasado? No sabía, y tampoco se sentía lo suficientemente osado como para aventurarse en su descubrimiento.

—Tengo miedo —admitió, llevó las manos a sus antebrazos, como si intentara abrazarse a sí mismo—. Me da pánico verlo cambiar, darme cuenta de que no es quien yo pensaba. Todo este tiempo lo he admirado y respetado; Gon es todo aquello que siempre quise ser, pero se convirtió en algo que fui y ya no quiero ser.

—Hermano… —Alluka separó los labios, inhalando profundamente. No era tonta, y sabía a lo que se refería.

—Fue una masacre, Alluka —dijo, sintiendo náuseas de solo recordar la escena que se teñía más del color de la sangre de una hormiga quimera que del verde del frondoso bosque—. Un asesino realiza un trabajo limpio, sin más daño del necesario, pero Gon… Él dejó el cuerpo desfigurado, desmembrado, como un asesino serial lo haría.

—Los psicópatas disfrutan matando a sus víctimas, no creo que él…

—Por supuesto que no —atajó, por fin viéndola a los ojos—. Sé que no lo hizo; pero una parte de mí teme que haya sido así. Sé que Gon no se arrepiente, es demasiado obstinado como para hacerlo, y es el tipo de personas que vive sin arrepentimientos, como si estuvieran al límite del mundo. —Killua apretó los labios en una fina línea—. Entonces —esta vez bajó la cabeza, sintiéndose avergonzado—, ¿acaso es mi culpa?

—No es...

—Siempre quise ser como él, aprendí a ser una mejor versión de mí mismo; ¿y si él aprendió de mí cómo ser su peor versión? Somos amigos, él me enseñó lo bueno, y yo lo malo. Quizás soy una mala influencia para él...

—Eso no... —Alluka buscaba las palabras, pero no parecía hallar las correctas que pudieran expresar la opresión de su pecho.

—Eso no es cierto, Killua. —La voz de Gon resonó como el rumor del océano tranquilo por la noche.

—¡Gon! —Killua hizo amago de pararse para huir una vez más, pero las piernas no le respondieron.

—No eres una mala influencia, me enseñaste que el mundo no es tan idílico como en Isla Ballena. Me hiciste abrir los ojos a una nueva realidad, y también conseguiste que la aceptará tal como era. Sin ti, probablemente no estaría aquí, y lo digo en muchos sentidos. Te aventuraste conmigo en mis planes más alocados, y cuando aceptabas, sabía que era posible conseguirlo. —Gon estaba recostado del alféizar, el cielo nocturno se reflejaba en sus pupilas a pesar de la melancolía que se había dibujado en ellas desde hacía varios meses—. Lamento haberte hecho sentir culpable, tal vez debíamos hablarlo.

—Deberías disculparte por escuchar nuestra conversación a escondidas —puntualizó, intentando sonar fuerte a pesar de que sus palabras lo desarmaban.

—Lo siento. —Sonrió con una mezcla de vergüenza y broma—. Pero, lo digo en serio Killua, hablemos sobre esto. Ahora.

Killua sintió la respiración cortársele. Siempre había evadido el tema a como diera lugar, y la idea de exponer todos los sentimientos que le había dejado esa noche en ese preciso instante, sin poderse preparar mentalmente para ello, lo aterrorizaba un poco. Sin embargo, Alluka tomó su mano entre sus dedos más pequeños y la apretó, dedicándole una sonrisa de ánimo.

—Iré a ayudar con lo que quedó de la cena —anunció, dirigiéndole otra sonrisa a Gon.

El joven Freecss saltó la ventana con la agilidad que siempre lo había caracterizado. Si bien sus habilidades con nen eran menores, su condición física no había empeorado, todo lo contrario, había mejorado mucho. Se dejó caer junto a Killua sobre el tocón en el que estaba sentado, no se apoyó de su hombro, pero sintió cómo ambos agradecieron la cálida cercanía ajena.

—Killua, lamento haberme dejado cegar por la ira ese día… Es solo que yo también me sentía culpable por Kite, porque si no hubiéramos estado allí, entonces Pitou no hubiera captado nuestra presencia.

—No lo sabemos —espetó Killua, clavando la mirada en el horizonte delineado por la copa de los árboles—. Yo lamento haberte dado esperanzas cuando sabía que eran palabras vacías.

—Esas palabras me ayudaron a no rendirme. Como siempre, si tú me apoyas, siento que estoy por el buen camino.

—Sueles tener ideas locas, alguien tiene que regresarte a tierra —bromeó, intentando alejar la atmósfera incómoda entre ambos—. Pensé que te perdía, Gon… Sacrificaste tanto por…

—Por tan poco —suspiró, observando sus manos y cerrándolas en puños—. Lo sé; quisiera decir que me arrepiento, pero no lo hago. Lo siento si te asusté; de hecho, casi no recuerdo nada de ese día.

—… Es mejor así —susurró, recordando las pesadillas que lo acechaban por esas fechas—. Gon, te ves igual, pero eres diferente, ¿verdad?

—Supongo que sí. —Se encogió de hombros, agitando las piernas—. ¿Sabes? Supongo que ahora te entiendo un poco. Asesiné a Neferpitou, la verdad que pensar en ello me hace sentir vacío. ¿Te has sentido así todo este tiempo?

—Hasta que los conocí a ustedes —explicó, retorciendo sus dedos por el estamento de su amigo. Odiaba que dijera que se parecía a él en la parte que más detestaba de sí mismo—. ¿Tú te sientes así?

—A veces —respondió suavemente—. Es algo con lo que debo aprender a vivir. Ging dijo que era algo que tarde o temprano ocurriría porque el mundo es un sitio peligroso. Me ayudó a ver el mundo de otra forma, pero me asusta darme cuenta de lo que hice, cegado por la rabia.

—Cuando tus manos se manchan con sangre, Gon, dejas de ser inocente —dijo por fin Killua, armándose de valor para enfrentarse a los orbes avellana de su mejor amigo—. Es algo que entendí hace mucho tiempo; me di cuenta que asesinar no es normal y que eso me había privado de muchas cosas en mi infancia. Sentí pánico al ver lo que hiciste, porque sabía que no serías el mismo.

—Es cierto, de algún modo. —Se rascó la mejilla y sonrió—. Aprendí que estas manos pueden quitar la vida…

—Y lo pueden hacer fácilmente —acotó.

—Pero, Killua, también pueden darla; y yo prefiero quedarme con eso. Sé que actué mal en el asalto al Palacio Real; sin embargo, entendí mucho. No creo que haya sido algo que debamos catalogar como "pérdida de la inocencia", pero sí es algo que me ayudó a madurar un poco más, a ser consciente de mis acciones. Hubo un punto en el que tú también te percataste, ¿no?

—Sí. —Killua asintió, viendo el brillo nocturno en las pupilas de Gon, recordándole que, a pesar de todo, era más brillante que él—. Se siente horrible porque te das cuenta de todos tus errores; temía que eso te pasara. Gon, ese día algo murió dentro de ti; lo sé porque ese algo también está muerto dentro de mí.

—Sí… —Gon suspiró—. No quise decírselo a tía Mito; creo que me prohibirá salir de casa si lo hago. —Rio brevemente—. Pero tienes razón, me sentí vacío por mucho tiempo; aunque creo que es solo cuestión de llenarlo.

—No es tan fácil.

—No lo es —negó con vehemencia—, pero debo intentarlo. Igual que tú, Killua.

—No me hagas sonar como alguien genial. —Sintió las mejillas cálidas, y desvió la mirada.

—¡Es que te diste cuenta! —Sonrió abiertamente, recobrando la convicción que acompañaba su expresión—. Empezaste a cambiar por tu propia voluntad, eso tiene mucho mérito.

Killua soltó una risa nasal, regresando la mirada a la bóveda fuliginosa alumbrada por los astros. El aroma de Isla Ballena era el mismo que el de Gon, y había aprendido a quererlo. De hecho, admitía que había extrañado el olor a clorofila y a tierra que despedía Gon; le recordaba el delicioso aroma de la libertad. Se había equivocado al preocuparse por él, Gon estaría bien porque era Gon.

—Perdóname por todo lo que pasó ese día. —Gon enserió sus facciones—. Fui un pésimo amigo, y también una terrible persona. Ahora entiendo que sí te importaba —hizo una pausa reflexiva—, entendí que lo que pasara con Kite te importaba porque era importante para mí, como amigos, sentías que debías preocuparte por lo mismo que yo…

—No es nada, Gon; lo entiendo. —Agitó la cabeza y sonrió—. Solo me siento más tranquilo al saber que estás aquí y sigues siendo el mismo idiota de siempre; la simpleza bípeda.

—¡Killua! —reclamó, dándole un golpecito en el hombro.

Ambos se vieron unos segundos y prorrumpieron en carcajadas, mientras quienes estaban dentro de la casa sonreían por el melifluo sonido de la amistad que teñía de vibrantes colores el ambiente. Killua se paró con energías renovadas e instó a Gon a hacerlo, a pesar de que el último lo veía claramente dubitativo.

—¡Soy más alto que tú! —proclamó cual infante al medir sus estaturas.

—¡¿Eh?! ¿En serio?

—Es porque Ging es un pigmeo.

—¡No te burles, Killua! —reclamó, queriendo lanzársele encima para ponerlo en su lugar, a la par que Killua lo esquivaba velozmente y sorteaba otro ataque, huyendo de las potentes piernas de Gon.

Alluka se asomó por la ventana, viéndolos alejarse por el sendero hacia las luces lejanas del pueblo. Sonrió, llena de jolgorio. Había querido ver así a su hermano, risueño y contento; el sonido de sus carcajadas le sentaban bien, hacía que Killua luciera como un adolescente normal. Sabía que su hermano había experimentado algo tan oscuro e insondable que no podía terminar de imaginárselo; sin embargo, creía que había valido la pena al poder vislumbrar ese rayo de esperanza que lo había hecho emerger de las penumbras.

Ahora solo restaba disfrutar un poco más de la calidez y el arrebol de un nuevo y prolongado amanecer.


¡Muchas gracias por leer!

Vaya... Me tardé más de un año en terminar este fanfic. La verdad es que me molesté por muchas cosas que están ocurriendo en el manga, sobre todo lo del acortamiento de la vida de Kurapika; y también por el incesante hiatus. Simplemente, me sentí decepcionada por mucho tiempo, al punto de ser incapaz de sentarme a escribir algo relacionado con HxH, y el no hacerlo me dolió mucho porque amo esta serie. Así que reflexioné, más de lo que puedo contar, hasta que me percaté de que no lo valía, no valía la pena dejar de hacer algo que me gusta.

Así que heme aquí, por fin acabando este fanfic y sintiéndome orgullosa por el resultado final. Sinceramente, me siento satisfecha, quería escribir sobre el cambio de Gon tras asesinar a Pitou, la pérdida de su inocencia e ingenuidad y también cómo esto afectó a quien lo acompañó en todo ese proceso, siendo Killua tan consciente sobre lo que significa arrebatarle la vida a alguien.

Espero les haya gustado, y si han llegado hasta aquí, se los agradezco mucho.

Con eso me despido, ¡tengan una excelente semana!