–Está bien. –Te dijo, mientras recogía las hermosas rosas rojas que antes te había regalado–. No te preocupes. –Te dedicó una mirada de pena y tú, no pudiste verte más indiferente ante esto–. Yo no dejaré de amarte nunca. –Sonrió cerrando los ojos, frunciendo las pocas cejas que poseía–. Pero... –Te estaba hartando, pero no pudiste retirarte porque tomó tu mano cuando te diste la vuelta–. No puedo odiarte, simplemente me es imposible; te amo demasiado, a pesar del inmenso dolor que me provocas, yo jamás te odiaré... –A tus espaldas, lo escuchaste tomar una bocanada de aire, para después exhalarlo–. No en esta vida–. El viento que de repente sopló te hizo estremecer o ¿acaso eran sus palabras?– Porque... –Volteaste tu rostro y fuiste capaz de observar como esas cristalinas lágrimas se iban acumulado en la línea inferior de sus ojos, notaste que respiró hondo y sólo por un momento viste su labio inferior temblar, pero te era indiferente, o eso creías–. Te prometo, no, te juro... –Dedicó su vista hacia ti, viéndote dolido, pero intentando no derrumbarse. En ningún momento escurrieron sus lágrimas, por lo que sus ojos se veían acuosos–. Algún día sentirás el mismo dolor que yo. –No supiste porque, pero temblaste–. No en esta vida; te amo mucho, tal vez demasiado; mi amor por ti es excesivo, no lo puedo evitar y no sería capaz de provocarte el menor daño; no lo soportaría. –Giraste los ojos, las palabras exageradas de ese sujeto siempre te molestaban–. Pero te prometo que en la siguiente seré yo quien te rechace. –Levantaste una ceja, incrédulo–. Dicen que cuando renacemos, nuestras almas siguen en contacto con las mismas de quiénes nos relacionamos en nuestra vida pasada; es un ciclo que nunca se rompe, en realidad, siempre estaremos juntos en cada vida que vivamos: c'est la vie. –Hizo una pausa, te abrazó y por primera vez te dejaste, había algo en la tonada de su voz que te estremecía, te inquietaba. Ocultó su rostro en tu cuello y susurró, sólo para ti–. No sé cómo vayamos a renacer en nuestra próxima vida y probablemente éste sea un juramento banal, pero te juro que seré yo quien te rechace, Karamatsu. –Te quedaste rígido cuando dijo tu nombre y cínicamente, te reíste de forma interna, aunque sin demostrarlo; parecía que te estaba lanzando una maldición–. Los papeles se intercambiarán y...

–¿Me estas amenazando, Ichimatsu? –Lo interrumpiste, deshaciendo el abrazo. No lo soportabas, querías que pare y que retirara lo que dijo, aunque nunca entenderías que fue muy tarde.

–No es una amenaza. –Te sonrió dulcemente, como sólo él podía–. Es una pequeña advertencia. –Te guiñó el ojo, intentando ser divertido, intentando verse fuerte, pero podías ver la marcada tristeza en sus facciones–. No tienes que pensarlo mucho, aún tienes una vida por delante. –Te extendió la mano y no pudiste estar más confuso ante el gesto, pero al parecer esto fue bastante obvio; se explicó–. No es un adiós formal porque tendremos que vernos para asuntos del trabajo, ya sabes... pero esta v-vez. –Su voz se rompió y se mordió su tembloroso labio en un intento de detener el temblor–. Esta vez, yo me rindo contigo. –Dijo con una aterradora seguridad. Tomó tu mano, quizá cansado de esperar a que tú se la estrecharas. La retiraste al tacto, como si este quemara; eso se podía interpretar como un obvio rechazo. Escuchaste el pesado suspiro de quién tenías en frente y apreciaste una fina línea húmeda, por fin, recorrer su mejilla izquierda; «el lado donde se encuentra el corazón», pensaste–. Piacere di conoscerti, Karamatsu, ti amo. –Y con esas palabras se marchó, dejando un sentimiento de vacío que no te gustaba en lo más mínimo. Lo viste caminar alejándose de ti, con paso lento, como del masoquista que no se quiere alejar de quién lo lastima. Su traje blanco dejó de ser visible para ti y supiste entonces que debiste haber ido corriendo tras él, que lo que habías perdido para siempre y que eso jamás se compararía con nada. No supiste cuanto tiempo te quedaste observando por donde se fue, pero por el sol, ya era pasado de mediodía. Ese hueco en tu pecho dolía; demasiado. ¿Qué había pasado? Iban a desayunar en un café como otras tantas veces cuando te confesó su tonto amor hacia ti, como otras tantas veces, algo usual. Abriste los ojos, impactado, asustado, impotente. Entendiste entonces que lo habías lastimado; que siempre lo hacías. Con cada comentario hiriente lastimabas su alma, le hacías cicatrices incapaces de borrar. Con cada rechazo dañabas la sonrisa que, en secreto, alegraba tus días y noches. Entendiste entonces que lo habías perdido y está vez para siempre.

Una gota de lluvia descendió desde tu rostro. Te sentías extraño ¿qué había sido todo eso? No supiste responderte, tenías un montón de sentimientos encontrados.

Otra gota de agua salina descendió por tu rostro y la limpiaste de inmediato, pero esa fue como una llamada para que otras muchas bajaran desenfrenadas y furiosas por tu rostro, por tus mejillas, lamiendolas, perdiéndose en el inicio de tu camiseta azul.

Hiciste memoria, pero no podías pensar en nada claro, –nada excepto en Ichimatsu, pero claro, no lo admitirías nunca, ni siquiera a ti mismo– pero estabas seguro de que no habían mencionado lluvia en los pronósticos o hubieras llevado un paraguas para evitar mojarte; subiste la mirada al cielo al momento que tocabas tu mojado rostro y te sorprendiste; el cielo estaba despejado.

Bueno, quizá lo continúe xd

Por el momento se queda como un one shot extremadamente corto, aunque me gusta para que sea un prologo c: pensé que sería un drabble, pero tiene 900 y algo de palabras uwur -en word dice que son 933 y en wattpad me dice que 910 :o-

Si hay errores no duden en decirme

Cuentenme que les pareció y si le entendieron :3

Por cierto, esa historia también está publicada en mi cuenta de wattpad.